Partida Rol por web

Os veis forzados a deteneros cuando un árbol caído os bloquea el paso a medio kilometro de la posada a la que os diriguis. Seis salteadores armados con espadas surgen repentinamente de los bosques.

-¡Al ataque! -gritan cargando contra el vehículo.

Anton y Etienne iban charlando, mientras que Pietro pensaba en sus cosas, ninguno de ellos se dieron cuenta de lo que sucedía hasta que tuvieron a los asaltantes encima. En cambio Bilyana, Enrico, Nicolae y Allan vieron a los seis asaltantes, mientras que Basilio solo se fijó en uno de ellos.

Todos los atacantes llevan una única arma, una estaca de madera en su mano. Cinco de los asaltantes rodean a Enrico intentando clavar la estaca en su corazón, algunos lo consiguieron, pero no parecía que sucediese nada.

Había sido muy llamativo que Hardestadt nos diera un objetivo, especialmente al margen del resto y tras ser obvio que no guardaba ninguna simpatía por nosotros o nuestros destinos, pero como andábamos sin tiempo, ni ganas, para preguntarle sobre la aludida, guardé silencio y opté por enfrentarme a la difícil decisión de montar o subir al carruaje.

La elección no era un problema menor. Por un lado estaba la necesidad de seguir manteniendo la compostura, comportándome como la dama que era, lo cual me obligaba a ir en el carruaje, mientras que en el otro lado estaba la oportunidad de cabalgar, una de mis mayores y ocultas aficiones. Si fuéramos un grupo menor y más pequeña la losa que nos aplastaba, sin duda había subido a uno de los caballos, por eso incluso había llegado a acercarme a uno y recoger las riendas, solo que al hacerlo pude cruzar la mirada con el ruano y descubrir una extraña unión que paralizó al animal. Aunque el animal no fue el único que quedó sobrecogido por aquella sensación, puesto que dicha unión también me resultó igual de sorprendente, especialmente al intuir que quizás pudiera comunicarme con aquel animal. Desgraciadamente el continuo trajín que había hizo imposible continuar con aquella prueba y opté por subir al carruaje. Nunca estaba de más guardarse algún secreto.

Desgraciadamente la indecisión había provocado que el apóstata ocupara uno de los sitios, por lo iba a ser un viaje muy duro teniendo que soportar su presencia en un habitáculo tan pequeño y si para colmo de males hubiera tenido que sentarme junto a él, ¡podría no llegar a responder de mi misma!. Menos mal que podía seguir acompañada de doña...

No. De Constanza y María.

Ya no había motivos para considera su posición superior a la mía. De hecho, quizás fuera al contrario, al fin y al cabo nadie podía asegurarme que ellas no se habían arrodillado ante Hardestadt y su grupo. Además dicha idea era extrapolable a todos los presentes y por eso había algunos que no habían dejado el castillo. Si, definitivamente era algo que encajaba en este mundo y tendría que lidiar con ello.

¿Pero cómo?

Obviamente estaba en el filo de una navaja, con dos grupos poderosos enfrentados a cada lado, ambos capaces de acabar con nuestra existencia por mero capricho, por lo que debíamos bailar al compás que tocaba y estar preparados para salir del escenario si la música cesaba y si podíamos...

La señal de alarma y la brusca parada me sacaron de mis pensamientos, pero no hacía falta ser ningún genio para saber que debíamos permanecer en el carruaje mientras los de fuera se hacían cargo de la amenaza. Porque, ¿qué motivos había para asomar la cabeza y enfrentar a ningún asaltante? Máxime habiendo observado de primera mano como podían luchar muchos de los que estaban fuera.

- No creo que estemos parados mucho tiempo.

Comento demasiado relajada para la situación que estábamos viviendo.

           - Sabiduría señor Pietro?   No lo se ... una frase bien conocida que se atribuía al sabio griego llamado Socrates fue "Yo solo se que no se nada", la que nos puede enseñar que es responsable estar conscientes de nuestra propia ignorancia para continuar aprendiendo mientras vivamos. -      Responde la duquesa María Borgia con voz baja a Pietro cuando la carroza comienza a avanzar al trote de los caballos y después de algunos minutos de avance complementa haciam los que estan dentro de la carroza:

          - Así que yo le recomendaría a usted como al resto que aprendamos pronto a sacarle provecho a nuestras nuevas ventajas, colaborar en conjunto con nuestro conocimiento y tratar de reducir nuestras debilidades para que no solo sobrevivamos, sino que evolucionemos de manera individual y como un grupo de sobrevivientes! -     

Al ver a los atacantes reacciono automáticamente llevado por el instinto. Pico espuelas y dirijo mi montura hacia el grupo que ataca Enrico. Son el grupo más numeroso, apiñados, ideal para una carga a caballo, y rodean a nuestro compañero. La inercia y el peso de mi montura arrollarán a parte de los asaltantes, cuidando de no tocar a Enrico.

Albert mantenia el silencio  dentro del carruaje, no le apetecia mantener una conversación con aquella gente al fin y al cabo la mayoria eran gente poco grata y que no merecian ni una mirada.

Durante el rato que el viaje discurrio tranquilamente decidio analizar en profundidad su nueva condición ahora que estaba libre de ataduras, ataduras fisicas por lo menos porque moralmente se sentia un esclavo de su condición y de aquellas facciones de poder que pugnaban por ver quien era el que se alzaba sobre el otro en años venideros.

Todos estos pensamientos que nunca abandonaban al Albert se vieron interrumpidos por aquel subito ataque

- No creo que estemos parados mucho tiempo.
 

No gracias a usted seguro, quedese aqui protegiendo su bonita cara mientras otros sangran por protegerla, no vaya ser su Amo y galan la repudie si recibe alguna cicatriz que estropee sus encantos- comenta con desden hacia la insoportable mujer que cada vez que intervenia hacia hervir la sangre de Albert- yo ire a ver en que puedo ayudar, quizas alguien necesite un medico si es que las heridas a nuestra condición son tratables a la vieja usanza .

Albert asoma la cabeza con cuidado intentanto vislumbras que ocurre en el exterior

          - Por favor ... amigos, de poco nos sirve continuar con estériles discusiones ya que tarde o emprano el peligro inminente nos acecha, de manera que eviten recriminaciones inútiles para enfocarnos en soluciones posibles al problema que nos amenaza afuera, así que por favor tenga cuidado al asomarse doctor Mctagger y no se exponga a ser un fácil blanco de certeros disparos por bandidos del camino! -    Susurra la duquesa ligeramente asustada por el peligro que les amenaza en el camino mientras que trata observar agachada hacia el exterior de la carroza por alguna rendija del otro lado del camino por donde Albert se asomó para identificar si de ese lado también hay arqueros o un resquicio para escapar oculta de su vista, pero sin ofrecer demasiado blanco para los arqueros 

Una intensa rabia ante el asalto de los pueblerinos me invade de inmediato. Rugiendo como un animal salto del caballo dispuesta a enfrentarme a todos los seis enemigos yo sola si es necesario.

De pronto noto algo extraño, algo raro sucede en mis manos. Pero tampoco me importa, solo me importa acabar con mis enemigos. Y ahora mismo mis enemigos son estos. Es como si mis ojos estuvieran velados por una cortina roja.

Me lanzo de inmediato hacia ellos. Quizás después del combate me de cuenta de que unas garras han crecido en mis manos, pero ahora no soy consciente de ello.

Les habian dicho que eran inmortales, pero Constanza no estaba por la labor de realizar un experimento empírico sobre este sujeto en particular. Es por esto que Constanza al oir el aviso de ataque levantó levemente el paño de la ventana para ver si eran un facil objetivo de flechas o dardos.

Viendo que nos atacan, no puedo sino apartarme de ellos en la medida de lo posible y bajarme del caballo. No deseo que nada malo le ocurra. Acto seguido, me separo del resto del grupo y me encamino hacia el grupo de asaltantes tratando de ser lo más sigiloso posible. 

El camino fue tranquilo, todos hablaban entre si, todos menos yo. Aün pensaba en lo que había sucedido esta noche, todo aquel evento traumatico como con Giovanni como Hardestant, pero necesitaba distraerme un poco, pero no estaba de humor para hablar de cosas filosóficas o de escuchar las tontas discusiones de Albert y Anna las cuales empezaba a imaginar que serían nuestro "pan de cada día".

Pero de pronto hubo un ataque. Di un respingo en mi asiento mientras escuchaba una voz desconocida desde afuera. Algunos se asomaban o se quedaban tranquilos, pero yo no podía permanecer tranquilo, rápidamente me puse en una esquina alejado de la puerta en la que se asomaba Albert, agazapado, mirando hacia los lados esperando algún ataque, tratando de ocultarme en aquel pequeño espacio.

Nicolae arremete contra los atacantes montado en su caballo, pero el caballo relincha y lo tira de su montura, dejando caer sus patas sobre su antiguo jinete, por suerte la nueva constitución de Nicolae hace que no sufra daño, pues esos golpes en su anterior vida podría haberle costado la vida.

Bilyana saltó hacia el primer asaltante que tenía delante, movía sus manos a una velocidad desconcertante, hasta dos veces golpeó al hombre que tenía delante llegando a amputar la mano en la que llevaba la estaca.

Pietro empezó a caminar por detrás del carruaje, esperando que no le vieran, pero uno de los atacantes señaló hacia su posición

-¡Cuidado con el leproso!

Albert salió del carruaje despotricando contra Anna por no moverse de su lugar privilegiado, pero no era la única que no tenía intención de salir, Enzo se intentaba ocultar en ese reducido espacio como podía, tanta eran sus ganas que desapareció de la vista de sus compañeros.

María y Constanza miraban por las ventana, Maria fue capaz de ver un asaltante, pero en cambio Constanza no fue capaz de ver nada en el exterior.

El relinchar de los caballos y gritos de pelea llegaban desde el exterior. Alguien grito:

-¡Cuidado con el leproso!

Al salir del carruaje puedes ver como cinco hombres con estacas en la mano rodean a Enrico que está en el suelo, los cinco intentan clavarle sus estacas en el corazón. Bilyana con garras en sus manos amputa la mano de uno de ellos, mientras que Nicolae cae del caballo y es golpeado por las patas de su montura.

-¿Leproso yo?-Pregunto mirando al atacante.-¡Cierto!-Digo dándome cuenta de que me he vestido como tal.-Y si no os marcháis, me lanzaré contra vosotros y os empaparé con mi sangre para que hasta el último de vuestros días lo paséis maldiciendo mi nombre mientras se os cae la piel a tiras.

¿Acaso está celoso? ¡Válgame Dios!

En esta ocasión, obviamente no había dicho o hecho nada para justificar ningún ataque por parte del apóstata, sin embargo no el albionés no había dudado en reprobar mi actitud demostrando un total desconocimiento del protocolo frente un ataque. Y es que en caso de sufrir un ataque estando en un carruaje, lo más sensato es permanecer en su interior mientras los guardias hacen su trabajo. Cierto que ninguno de los jinetes debían ser considerados como meros guardias, más tras habernos convertido en demonios, pero seguro que protegernos y acabar con los asaltantes les sería muy natural.

No obstante, una cosa era usar el vehículo como fortaleza y "escondrijo", mientras que otra era hacer lo que había hecho Bonacelli y desvanecerse en su interior, porque estaba segura de que no había salido tras Mctagger, dado que tendría que haber pasado delante de nuestras narices. Seguro que ese debía de ser su don, del mismo modo que yo había logrado conectar con el caballo, lo que me llevaba a la trascendental pregunta de ¿qué habrían conseguido el resto?

Definitivamente fue eso lo que me llevó a agarrar las manos de las otras dos mujeres y no la sorpresa por la desaparición del hombre, pero es que sumado a la capacidad de lucha que muchos disponían y el amplio margen de poderes infernales que podían haber obtenido, asustarse era lo normal. Especialmente cuando sumamos los que ya disponían los veteranos.

Nos estaba atacando y, a la vista de las circunstancias, no parecía la mejor opción salir fuera a hacer frente a los asaltantes. Que los fieros guerreros murieran noblemente defendiéndonos mientras nosotros resistíamos dentro del carruaje. Observé que Albert salía del carruaje, probablemente con intención de cometer alguna estúpida heroicidad.

-Le recordaremos como a un héroe -bromeé, en tono bajo, mientras echaba un vistazo a través de una de las ventanas del carruaje para determinar a cuántos oponentes se enfrentaban nuestros compañeros.

Allan subió al carruaje murmurando para si, durante el trayecto parecía intranquilo, el sudor de su cuerpo era el reflejo de su inconsistente consciencia de lo que había sucedido en las últimas horas.  Las torturas a las que fue sometido se mezclaban con los pensamientos y recuerdos haciendole dificil distinguir realidad de ficción.

Algo pareció sobresaltar a los acompañantes de viaje cuando Allan pareció salir de su particular trance, al mirar desde el carruaje pudo ver como algunos hombres armados se dirigian contra ellos.

Malditos seais, dejar de torturarme fue el grito de auxilio del médico mientras parecía protegerse el rostro con su propio brazo. Arderéis en el infierno de vuestro propio fuego si no me dejáis ir.

Allan parecía más alterado si cabía, como si temiera que le volvieran a encerrar para torturarle o algo peor.