Partida Rol por web

Una oferta que no puedes rechazar

Oslo, Noruega, invierno de 2023

Aquel invierno había golpeado con bastante fuerza, y es que a pesar de estar acostumbrados, la gelidez que traía aquella estación era mayor de lo habitual. Una densa capa de nieve se había adosado a las calles de Oslo desde principios de noviembre y así permanecía, indolente, a mitad de enero. Afortunadamente, la calefacción funcionaba a la perfección, y aquella tarde en el centro comercial Paleet era el mejor lugar para estar en medio de una nueva ventisca que se cernía sobre la ciudad.

—La tienda está en la primera planta —comentó con entusiasmo Soren sin separarse de tu lado. El centro comercial estaba a rebosar, el joven te había preguntado si te importaba acompañarle a visitar una nueva tienda de tecnología en el Paleet, que quería echarle un ojos a las cámaras que tenían —. Y sí, luego te prometo ese chocolate caliente.

Con una sonrisa algo boba al mirarte, Soren estaba bastante nervioso. Actuaba nervioso. Érais dos amigos dando una vuelta, pero Soren no dejaba de mirarte, como si quisiera decirte algo, y, como no, su tez clara estaba casi permanentemente sonrojada.

Se agradecía el calor del centro comercial. Ese invierno había venido especialmente crudo y las calles se encontraban casi vacías pues el frío y el hielo desanimaban a cualquiera que quisiera salir a pasear. Todo lo contrario del lugar donde Alexandra y su mejor amigo habían ido a dar una vuelta.

Jóvenes como ellos dispuestos a pasar una tarde agradable y divertirse un poco; personas mayores que aprovechaban el calor y el bullicio para dar su paseo diario; amas de casa haciendo las compras y niños yendo como locos aprovechando los largos pasillos para correr a sus anchas.

Pero Alexandra había ido al centro comercial para acompañar a Soren. Se lo veía tan emocionado ante la nueva tienda que habían abierto que la joven era incapaz de negarse a ir con él. De hecho Shura era incapaz de negarle nada a Soren... O casi nada.

—¿Acaso creías que te acompañaba por amor al arte? —preguntó riéndose, sin ocultar el tono de broma en su voz—. Yo vengo solo por el chocolate.

La vida que había llevado Alexandra hasta ese momento la habían hecho crecer demasiado rápido. Por mucho que sus padres hubieran hecho todo lo que estuvo en sus manos para protegerla de un mundo menos glamuroso de lo que la gente creía; un mundo turbio y oscuro, había sido imposible alejarla del todo de los peligros que la rodeaban.

La vida era cruel y ella había tenido que enfrentarla antes de tiempo.

Por ese motivo era consciente de los ojos con los que Soren la miraba desde siempre. A ella le encantaría poder corresponderle de la misma manera; le quería mucho, pero era demasiado joven para asegurar que lo amaba como a él le gustaría.

—¿Solo vas a mirar? ¿Seguro? —Conocía demasiado bien a su amigo como para saber que seguramente acabaría cogiendo algo que le llamara la atención. Mientras caminaban, Shura se colgó de su brazo—. Estoy convencida de que te ronda alguna idea por la cabeza para un nuevo corto... ¿Me equivoco?

A pesar de ser consciente de que había miradas que los seguían; miradas que los reconocían o que simplemente sentían curiosidad, Alexandra prefería ser ajena a ellas e intentar pasar todo lo desapercibida que pudiera. Algo difícil ya que su físico llamaba demasiado la atención.

—Ni confirmo ni desmiento —respondió con una sonrisa burlona ante la perspectiva de salir con alguna cámara o complemento adicional. Cuando te colgaste de su brazo, Soren te tensó un poco, nervioso. No dijo nada, y siguió caminando en dirección a la tienda.

—S-Sí.. una nueva idea —asintió al final, subiendo enteros el nivel de rojo de sus mejillas —. Es.. bueno.. —carraspeó —.. una chica que se va de viaje, ¿sí? Va a tomar un avión.. se va.. ¿adónde le gustaría ir? —te miró de soslayo, un poco más calmado y cómodo por tu agarre, incluso se permitió calmar el ritmo de sus pasos y, no nos volvamos locos, sonreír un poco.

El centro comercial seguía su convencional rutina, algún que otro varón, y, hay que decirlo también, alguna fémina, te lanzaba miradas de interés. Típicas, por otro lado, aunque siempre las había de más desagradables, estas solían perderse rápido, ya que una acaba aprendiendo a ignorar esta clase de actitudes.

Alexandra miró de reojo a su amigo sin dejar de sonreír. Que la protagonista de su nuevo experimento fuera una chica no fue algo que la sorprendiera, solía ser lo habitual y, casi siempre, acababa siendo ella la que apareciera en las cintas.

—Así que una chica que se va de viaje… —A pesar de cometer quizás demasiadas estupideces, Shura no se consideraba tonta y se imaginaba que aquella pequeña artimaña de Soren solo pretendía saber si aún seguía con sus planes de estudiar Medicina pero que, al no tener claro si los iba a cursar en Oslo o se iría fuera del país, era algo que al joven le tenía bastante preocupado—. Si fuera yo… Pues me gustaría viajar por todo el mundo. Conocer sitios nuevos, gente nueva, perderme por las calles, las playas…

Se detuvo un instante para mirar en esa ocasión más fijamente a su amigo, pero sin soltarse aún de su brazo.

—¿Y a dónde le gustaría viajar Soren ….? 

Casi habían llegado a la tienda pero Alexandra sentía curiosidad por conocer la respuesta del chico.

Soren estaba tan tenso que, como reza el dicho, si le pincharan no iba a sacar sangre. Cuando su mirada recaía en ti no había para él otra cosa salvo tus ojos, cosa que, cuando se veía descubierto observando, los apartaba ruborizado. En un acopio de valentía, Soren respiró hondo y echó mano al abrigo torpemente.

—¿Adónde..? Bueno.. tengo una idea.. sí.. aproximada.. —rebuscó un poco frenético, y del sonrojo pasó a la palidez —. ¿Pero. dónde..? 

Quizá era muy peliculero, pero así era Soren. Hacía del cine su estilo de vida, en todos los sentidos y, a veces, hasta dudabas si es que era suerte, buena o mala, ensayo o genuina alineación de los astros, pero un par de billetes cayeron al suelo delante de ti. El natural gesto para arrodillarse a tomarlos te reveló que eran billetes de avión, con fecha de salida para dentro de sies meses, en plenas vacaciones de verano, después de terminar el bachillerato, con destino a Mallorca, en España.

—Ah.. ya.. pero.. perdona —bufó avergonzado —. Me ha salido fatal.. fatal.. lo siento.. —se arrodilló enseguida para recoger los billetes habiendo recuperado el rubor en toda la cara.