-Cal es un poco exagerado y eso, sí, pero tampoco me ha mentido. Quiero decir... ¿por qué iba a mentirme? -murmuró Craig, confuso.
-Por la misma razón por la que un león te atacaría: porque está en su naturaleza. No lo hace adrede, y sobre todo, no lo hace para hacerte daño. Pero lo hace y tendrás que acostumbrarte a ello. Si este de aquí ha podido -le palmeó el hombro a Eddie-, tú también puedes.
-Salir con un Kithain en general apesta. Con todo, los pookas son mejores que los redcaps; eso te lo digo por experiencia. Podría ser peor y que te hubieras pillado de un sátiro. Los sátiros no pueden evitar hacer lo que hacen tampoco. Así acabas, con una cornamenta más grande que la suya. -Eddie le apretó el hombro al humano con camaradería-. Cal parece buen chico, dejando de lado que es un mariconazo de puta madre, así que simplemente ándate al loro. Es un mentiroso, pero si es buen tío intentará mentirte en las cosas superfluas y te dirá la verdad en lo que importa. Y a veces tiene gracia, no te creas. El otro día, Anne estuvo leyéndome un periódico y me partí el culo de risa. -Se quedó mirándola en la distancia y dejó escapar un suspiro-. Qué guapa es, joder. Os dejo. Voy a ver si la animo un poco.
Eddie tomó su litrona y la tónica y se alejó en dirección a la pooka araña.
Craig frunció el ceño mirando el vaso de destornillador que tenía entre las manos.
-Me había dado cuenta de que era muy fantasioso y hablaba raro, pero pensaba que era simplemente histriónico. Tú... eh... Shyam, ¿alguna vez has estado con un pooka? ¿O con una pooka, quiero decir?
Eddie volvió de muy buen humor, con media litrona de cerveza y una tónica para Van Doren. La puso en sus manos y se dirigió a Calandra con alegría feroz:
-Ese chaval no tiene ni idea de lo que le ha caído encima, así que ya puedes ser bueno con él e intentar liársela lo menos posible. Sé que los pookas podéis controlar la cantidad de mierda que decís, así que córtate un poco para que se acostumbre a leer entre líneas.
Se volvió hacia Van Doren y le robó un beso que olía a cerveza y a tequila.
-Y tú ya puedes venir a bailar conmigo por iniciativa propia, porque la otra opción es echarte al hombro y secuestrarte. -El redcap apuró el medio litro de cerveza que le quedaba en la mano, aplastó la litrona de plástico y dejó escapar un sonoro eructo. Tomó a la pooka de la mano y la arrastró entre la gente mientras daba los primeros pasos de baile.
Shyam siguió con la mirada al redcap hasta que se perdió entre la multitud.
-¿Hum? -Se volvió hacia Craig tratando de retener la pregunta en su memoria-. No. No el tiempo suficiente como para echarlos de menos. Pero tengo amigos, y aprendes a entenderlos o... ignorarlos.
Calandra se llevó la mano al pecho, ofendido por las acusaciones de Eddie.
-¿Mentir? ¿Yo? Ah, todos los hombres sois iguales -se lamentó, y se acercó a Craig meneando las caderas.
-Chst, ahí viene Cal -murmuró el humano. Levantó una mano y saludó al pooka, inseguro-. Hola, Cal. Te estaba pidiendo un destornillador. Toma. -Le entregó la litrona llena de líquido anaranjado-. Te gustaba, ¿no?
-Una vez un camarero intentó servirme zumo de naranja sin vodka y terminó en el hospital. Gracias, tesoro -dijo. Dio un trago y le dio un beso a Craig en la mejilla-. Hola, Shyam. ¿Que ahí viene Cal, qué?
Van Doren torció el gesto y opuso resistencia, por lo que Eddie tuvo que tirar un poco más de ella para acercarla al motrollón.
-Ya sabes que este no es mi tipo de música, y en la ópera no se baila... -le dijo mientras Eddie le movía los hombros de un lado a otro.
-Venga, tía, no me jodas -dijo Eddie cogiéndole las manos y poniéndoselas en su propia nuca, como si en lugar de bailar rock estuviesen en medio de una balada-. No seas yo; anima esa cara. -El redcap le tiró de las comisuras de la boca para obligarla a sonreír-. Que todo va a ir bien, ya lo verás. Vamos a encontrar a los anormales esos y les vamos a dar una paliza. Yo te voy a capturar a uno para que lo ates y lo cuelgues y les des un repaso con el látigo y les pongas pinzas en los huevos, todo lo que haga falta para que te quedes a gusto. Pero me tienes que sonreír, ¿eh? Todo va a ir bien.
Van Doren prefirió abrazarse a Eddie que bailar.
-Me gusta la parte de las pinzas en los huevos -sonrió contra el cuero-. ¿No te lo puedo hacer a ti un día de estos?
-¡NO! Jamás. Nunca. Y no es una de las cosas que luego resulte que son super divertidas y los dos acabemos riéndonos. Nunca jamás me pongas una pinza en los huevos. Por favor -respondió Eddie horrorizado, y aún así abrazándola con firmeza.
-Jo -contestó ella poniéndose triste de nuevo.
-No, nada de "jo". No puedes decirme jo. Es un límite y tienes que respetarlo. Me puedes pegar en la espalda, en el culo... prácticamente donde quieras. Pero en los huevos no. Los huevos déjamelos tranquilos -dijo él antes de besarle la cabeza-. Suficiente que dejo que me los toques. Y hablando de tocar huevos... ¿Cuánto cortejo hasta que me dejes meterte mano otra vez?
En ese momento Van Doren descubrió que si amenazaba a Eddie con algo más extremo accedería a cosas más ligeras. Lo tendría en cuenta... A ver a qué accedía si le hablaba de lo que le podía hacer a su uretra.
-Te voy a hacer una profecía: "no me meterás mano hasta que el día en el que el gallo solo cante una vez".
-Estás perdiendo horas de sexo oral. Innumerables orgasmos -dijo, aparentando neutralidad.
-Siempre me puedo sentar encima de la lavadora cuando centrifugue.
Van Doren frunció el ceño.
-Todavía no es el momento, Eddie... No me siento cómoda con esa postura. Aún tengo pesadillas.
-Ya lo sé -respondió el redcap con media sonrisa-. Me seguiré machacando a pajas y sublimando mi deseo mediante la violencia indiscriminada.
-Bien, guarda la violencia indiscriminada para mi y las pajas para tu ex.
Van Doren suspiró.
-Sabes, tengo ganas de darle una paliza, aún me acuerdo de cuando intentó aplastarme con el pie.