Partida Rol por web

Móvil 2 frunció el ceño con seriedad, sorprendida por la alarma de Troy. No ofreció resistencia alguna, sencillamente le miró con un cierto reproche. - ¿Como si qué, Troy? Debes enfrentarte a ello. De lo contrario, le pondrás en peligro. Si tus sentimientos te influencian como Operaciones... podría ocurrirle algo. Piensa si quieres eso. - dijo mientras se liberaba de su agarre para cruzarse de brazos

- Sólo dame un motivo. -

Que Brenda le mirara mal le causaba cierto alivio. Era una confirmación de que merecía que le miraran mal y le odiaran, y de algún modo resultaba reconfortante saber que por fin tenía lo que se merecía. No creía de verdad que Brenda le odiara y sabía que si pensaba en ello iba a darse cuenta de que no tenía sentido pensarlo, así que no lo hizo.

-No me vengas con esas -siseó-. Eso ya lo sé. Por eso me marché y por eso no quería quedarme. -Se puso recto, se apoyó en la mesa y sacó pecho, compensando la postura defensiva de Farrel con un aire agresivo y peligroso-. Esto es entre tú, yo, y Dios. No hay que meter a nadie más. Si crees que... Si te parece que tomo malas decisiones como Operaciones, me lo dices. A mí solamente.

Cuando abrió la puerta que daba al ático tras subir una gran cantidad de escaleras con aquel palo de golf en la mano Romy Shepard no se esperó lo que iba a encontrarse al otro lado. En vez de un asaltante misterioso o un supervillano enmascarado, se encontró una mesa con mantel y dos velas (apagadas en ese momento). Dos platos tapados y dos copas con vino tinto junto a una botella ya abierta, con el tapón reposando sobre el mantel de la mesa.

Entonces fue cuando el villano salió de detrás de un ventilador, con una leve sonrisa en los labios. James le hizo un gesto a la mesa desde donde estaba y al paso que le permitía su bastón y su cojera fue acercándose a la mesa que recordaba la primera noche que estuvieron juntos fuera de las máscaras de Felina y el Centinela.

La rubia pareció darse por vencida, soltando un bufido y apartándose de él. - Haz lo que quieras, pero no contarlo es un error. Así seguirás cometiendo errores y la próxima vez quizás Christopher no sobreviva a otra cosa así - dijo antes de coger la puerta y salir de allí con un portazo.

Y Troy Sanders volvió a quedarse solo con su amargura.

Cuando Brenda se dirigió a la puerta Troy empezó a levantarse para ir detrás de ella, pero volvió a derrumbarse en la silla. El portazo solamente lo oyó, porque había hundido la cara entre las manos. Volvió la agresividad que había mostrado con Brenda hacia sí mismo y empezó a hacerse reproches mentalmente. Decirle la verdad a Brenda había sido una mala idea. No, no había sido una idea ni una decisión: era débil y patético y por eso no había podido evitar hacer una estupidez.

Ahora Brenda lo sabía y le despreciaba. Podría contárselo a cualquiera, a Bates, y esa ni siquiera era la peor parte. Lo más grave era que, ahora que alguien más estaba enterado, su esperanza de enterrar, estrangular y destruir aquellos pensamientos tan espantosos hasta que no quedase prueba de que hubieran existido alguna vez se había desvanecido. Ahora estaban en alguien más y por mucho que hiciera, por mucho que se esforzara por cambiar y ser mejor, ya nunca podría conseguirlo.

Tardó un buen rato en encontrar alivio en el autodesprecio. Conocía pocas palabrotas, pero las pensó todas. Se dijo mentalmente lo horrible y estúpido y pusilánime que era y se aseguró a sí mismo que iba a fracasar sin remedio y a traer la desgracia al resto del equipo. Finalmente, con el ánimo destrozado pero sintiéndose reconfortado por el autocastigo y por haberse dicho unas cuantas verdades, suspiró profundamente y levantó la cabeza. Parpadeó varias veces seguidas, desacostumbrado a la luz por haber pasado tanto tiempo apretando los ojos cerrados contra las palmas de la mano, y se levantó. Le gustase o no ahora era Operaciones, y tendría que encontrar la forma de salir adelante y sacar adelante al Centinela, día a día y problema a problema. Asió la manilla de la puerta, inspiró profundamente y salió de la sala. Odiaba estar al frente del equipo, sí, pero a lo mejor se trataba de una penitencia, un castigo con la posibilidad de redención al final.

Tardó unos segundos de más en comprender la situación, como si los recuerdos se atascaran antes de llegar a ser plenamente consciente de ellos. Pero cuando lo hizo, una súbita calidez la envolvió embriagándola de emoción.

-Pero... ¿Cómo se te ocurre? -rió dejando el palo de golf a un lado antes de acercarse a la mesa, y todos los nervios se esfumaron de golpe. No se acercaba ni de lejos a lo que tenía en mente y, francamente, resultaba infinitamente mejor. Tomó asiento dejando que la magia surtiera efecto-. Es precioso. Gracias...

- Pensé que era lo mínimo que podía hacer para alegrarte el día. - dijo el hombre mientras se sentaba frente a ella. Abrió la tapa del plato de Lana, revelando un plato de ensalada de pasta con pollo que tenía una pinta deliciosa. La mujer casi había olvidado lo bien que James solía cocinar. - Además yo mismo necesitaba volver a recordar este momento. -

James quitó la tapa de su propio plato y le dedicó una sonrisa que le provocó un agradable cosquilleo por todo el cuerpo. - He visitado el museo antes y la verdad es que es toda una gozada. Y tus empleados son muy amables... la verdad es que has sido afortunada en ese sentido. - le dijo mientras le hacía un gesto hacia el plato, para que comiera

-Reciben un extra por sonrisas -comentó como si fuera auténtico antes de probar la comida. Nunca se había molestado en aprender a cocinar, ni siquiera después de la ruptura, así que la comida casera siempre tenía un gusto especial que tenía que ver más con su percepción que con su calidad real-. Hum... Está muy bueno. Yo sigo dominando a la perfección la comida precocinada. Es el mejor invento de nuestro siglo.

Se ahorró algo de conversación mientras vaciaba el plato dándose cuenta de lo hambrienta que estaba después de aquel fatídico mes malcomiendo y malviviendo en general. Y aunque el ex-Centinela estuviese poniendo todo su corazón en no manchar con sus preocupaciones aquel momento, eran demasiados los años tirando de corazonadas como para que su mirada apagada pasase desapercibida.

-Pasarán los años, James, pero no puedes engañarme con esos ojos azules. -Murmuró con extrema suavidad y ternura buscando su mano al otro lado de la mesa-. ¿Qué te ocurre?

Aunque mantuvo aquella sonrisa durante unos segundos más, poco a poco se fue apagando y James Goldfield bajó la cabeza. La miró apenado, mientras apoyaba los brazos en la mesa. - Lo siento. Las cosas han sido difíciles con el equipo... y no he salido con una sonrisa y un hasta pronto. Supongo que en parte es lo que me merezco por cómo me he comportado todos estos años con ellos. - dijo sin mirarla a los ojos, perdido en el punto intermedio entre un plato y otro - Pero... pero no quiero preocuparme más por ello, Romy. Me gustaría estar contigo y dejar lo demás atrás. -

Romy apretó su mano queriendo transmitirle ánimo y se esforzó en sonreír por los dos. En el fondo apenas llegaba a comprender los complejos mecanismos mediante los que funcionaba el Centinela y cómo estos habían afectado a número 4, pero estaba cerca de descubrir la profunda huella que había quedado en él.

-No te preocupes, James. Hay mucha gente que está deseando saludarte, de los de antes. -Alargó la mano para hacer que alzase la barbilla y la mirase-. Las cosas irán a mejor, ¿de acuerdo? Todo será diferente.

Con un leve asentimiento James recuperó la sonrisa y asintió levemente. James conocía personalmente a varios vigilantes bajo la máscara (sin que ellos le conocieran a él) pero aquella idea realmente le hacía mucha ilusión.

- Sí, confío en que sí. Además, si ahora estoy contigo, es difícil que estando lejos del Equipo las cosas puedan ir a peor. - amplió su sonrisa, cogiendo con más fuerza su mano - Gracias por todo, Romy. -

Le devolvió la sonrisa con ganas y rellenó ambas copas después de dejar los cubiertos sobre el plato.

-Hay algo que me gustaría comentarte más ampliamente sobre mi vida -comentó con amabilidad sosteniendo en una mano la copa y con la otra los dedos de James-. Es algo importante, sobre mi hija. No sé si tendrás ganas de hablar de ello.

James ladeó la cabeza mientras fruncía ligeramente el ceño. No parecía tener mucho problema con aquello... por el momento.

- Claro. ¿Qué ocurre con ella? Tengo curiosidad por ver cuánto se parece a ti. - dijo él con una sonrisa dulce

-Oh, no mucho. Se parece más a su padre, en realidad. En casi todos los aspectos para ser más exactos. Casi parece adoptada de lo poco que tenemos en común -comentó rebuscando en los bolsillos hasta dar con el movil, donde indagó en la biblioteca de fotografías hasta dar con una imagen reciente de Caroline que poder enseñarle. Sonreía ampliamente hacia el objetivo con su pelo castaño alborotado y aquellos profundos ojos azules que eran idénticos a los de él-. Mira. Se llama Caroline, no sé si te lo dije. Ella... Bueno, es muy importante para mí, como podrás imaginar.

No estaba segura de cómo de despierto estaría James con las edades. Probablemente, pensó, estaría más incómodo por el hecho de que hubiese habido otro hombre en su vida que de echar cuentas sobre la edad de la chica. Y era un tema que quería tocar poco a poco.

James observó la fotografía del móvil con curiosidad, pidiéndole permiso para cogerlo y verla más de cerca. Se pasó varios segundos observando a Caroline y Lana pudo notar un esbozo de tristeza en su mirada. James era un libro abierto para ella y no le cabía duda que ahora mismo estaba lamentando que aquella hija no fuese suya, o al menos aquel era su pensamiento.

No tardó en devolverle el teléfono y se le escapó un suspiro quedo. - Es totalmente comprensible. Cuando tuve que volver a retomar mis responsabilidades con el Equipo y las cosas se calmaron... empecé a lamentar todo lo que me estaba perdiendo. La posibilidad de tener un hijo, de vivir una vida normal, con alguien junto al que despertarme por las mañanas. No... no sé. Creo que no debería de ser tan difícil. -

James se vió obligado a apartar la mirada y la ex-ladrona advirtió sus ojos vidriosos. Parecía mantener la compostura pero estaba claro que aquello le afectaba mucho, más de lo que nadie del equipo podía haber notado jamás.
 

Guardó un pequeño silencio. La emoción se agolpaba en su pecho, bajo las costillas, formando un nudo de incertidumbre difícil de contener. Quería arrancar a hablar pero no sabía cómo.

-Quizá no lo sea. Nunca es demasiado tarde, James. Ella… Nunca conoció a su padre –confesó en un susurro agachando la cabeza-. Nunca se lo dije porque tenía miedo. Aún lo tengo, ¿sabes? Tomé una decisión muy dura, y todavía no sé si fue la correcta o no. Creo que nunca lo sabré. Él... Su padre era una buena persona, la mejor persona que he conocido nunca. Pero tenía un deber muy grande, una enorme responsabilidad con su ciudad, y yo no podía manejarlo. Compaginarlo. Nunca encontré la forma de hacerlo, al menos de forma adecuada, y él tampoco. Nos consumía a ambos. Nos hacíamos daño. Y… un día se fue y jamás fui capaz de decirle lo mucho que quería que volviera. Ni siquiera cuando me di cuenta de que estaba embarazada –Hizo una breve pausa para limpiarse las lágrimas de los ojos-. Nunca he vuelto a amar como te amé a ti, James. Salvo a Caroline. Ella es todo lo que me quedaba de ti.

Cuanto más y más hablaba Lana más se torcía la expresión de James. Al principio su rostro mostró sorpresa, luego terror y al final, una mezcla de tristeza y alegría junto a unos ojos empañados de lágrimas. Intentó hablar una, dos y hasta tres veces, sin éxito. Sus manos temblaban, fruto del nerviosismo provocado por aquella noticia.

Tragó saliva y se levantó, embriagado por la emoción. Apoyándose en la mesa caminó hasta colocarse junto a Lana y sin poder evitar una mueca de dolor al hacerlo, se arrodilló junto a Lana cogiendo una de sus manos y abrazándola. Sólo entonces fue capaz de hablar.

- Dios... No... no... esto es demasiado... - James rompió a llorar en su regazo, pero entre sus lágrimas notó ciertos retazos de risa, un llanto a caballo entre el dolor por todo el tiempo perdido y la felicidad de quien ha encontrado a su familia - Fuiste muy valiente enfrentándote a todo eso... dios, no puedo ni alcanzar a comprender por lo que tuviste que pasar. Pero ahora quiero compartir todo eso contigo y compensarte por todos los años que hemos pasado separados. Contigo... y con ella. -

La miró a los ojos y por sus mejillas caían lágrimas que mojaban su rostro y de repente sonrió ampliamente. - Cásate conmigo... -

Romy lo estrechó entre sus brazos hasta que fue capaz de hablar. El terror se disipó al encontrar aprobación en él, pero no mucho tiempo. Fue consciente de que el impulso llegó por la emoción del momento más que de un pensamiento profundo y meditado. Felina habría dicho que sí sin pensarlo, pero a Lana Rowen la perspectiva le causó un repentino shock que le robó el habla durante un largo e incómodo silencio.

-¡Cielos! Eso es ser rápido –comentó intentando sonar más divertida que asustada. Apretó sus manos y le besó siguiendo un impulso instantáneo-. Dios mío. Creo que… Es algo que pensar. Quiero estar contigo, ya te lo dije ayer. Pero deseché la idea del matrimonio hace demasiados años, James. Burocracia... -fingió un escalofrío-. Esto tendría que pensarlo. Y… No es… Quiero decir, tendría que hablarlo con mi hija. No es como si tuviéramos veinte años y ninguna responsabilidad. ¿Y si os odiáis? Aunque nunca hemos tenido veinte años y ninguna responsabilidad. Pero yo te quiero, ya lo sabes. No me hagas repetírtelo. ¡Y no me hagas semejantes proposiciones tan a la ligera! ¿Me pides matrimonio y ni siquiera me traes un anillo? Eso me duele en el orgullo de Felina, tenlo presente.

Seguidamente le abrazó echándole los brazos al cuello con tanta fuerza que por un momento temió hacerle daño, y se separó enseguida para mirarle a los ojos.

-Acabas de reaparecer de entre los muertos, prácticamente. Sabes que te amo con locura, pero quiero que esto vaya despacio y seguro. ¿De acuerdo?

James sonrió a modo de disculpa y asintió, levantándose tras el beso y el abrazo por parte de Lana. Se enjuagó sus propias lágrimas del rostro y volvió a su asiento. - De... de acuerdo. Lo siento, me he dejado llevar por la emoción. - no tardó en recuperar la compostura y respiró varias veces más antes de volver a buscar su mano y hablar - Me gustaría conocerla cuando lo consideres conveniente. Es mejor no hacerlo todo demasiado rápido como dices... -

- Me gustaría pasar el resto de mis días contigo, pero no quiero abandonar la Fundación. Esos críos siempre han sido mis únicos hijos y... bueno, aunque ahora soy el hombre más afortunado que existe... - añadió mientras ampliaba su sonrisa - ...no quiero dejarles de lado por nada del mundo. Además, ¡si ganan 4 de los 7 siguentes partidos los Vampiros de Betlam ganarán la liga de su división! -

Estaba mostrando una cara que muy pocos habían visto en él. Frente a los mismos críos tenía un forma de ser mucho más estricta y dura, aunque comprensiva, fruto de lo que había vivido él mismo con Wayland. Sin embargo la presencia de Lana estaba trayendo de vuelta, de algún modo, al James Goldfield que bailaba tras una máscara en alguna fiesta de clase alta para burlarse de todo aquel lujo, como en los viejos tiempos.

- En un rato tendré que atar los pocos cabos que me quedan. Tengo que hablar con ciertas personas sobre los cambios y cómo deben responder a ellos... - se puso algo más serio - Espero que las cosas puedan seguir bien su curso. A una mala, ya he pensado a quién podría pedirle un par de favores. Puedes estar segura que ni aunque Sanders sea una mala elección tendré que volver al equipo. -

Romy sintió alivio al ver que se recomponía y reconocía lo precipitado de su proposición. Escuchó y asintió sin interrumpir.

-Claro. No te preocupes, seguro que encuentras tiempo para todo ahora que no estás con el Centinela. -Le sonrió con ganas-. Oye... Me alegro de que te lo hayas tomado tan bien. No me lo esperaba, la verdad, y me gustaría dejar claras un par de cosas que me preocupan. Cuando... nos separamos me quedé sin nada. Al menos nada que me importase de verdad. Así que cuando me enteré de que estaba embarazada... Era lo único que me quedaba y luché mucho por traerla al mundo. No solo como algo metafórico sino literal. Los años por los tejados me pasaron factura y faltó muy poco para perderla. Todo lo que he hecho desde entonces es por ella. Es nuestra hija, James. Pero es mi hija -finalizó enfatizando en la posesión.

-No quiero sonar agresiva, y espero que de verdad lo entiendas. Yo… De verdad quiero que la conozcas, tenéis mucho en común. Todos estos años ha sido un reflejo de ti en mi vida y… Sé que te ayudará en este cambio. Al menos eso espero. -Le devolvió una mirada nerviosa-. Pero… La llevé dentro de mí, di a luz, la he criado y educado, le he enseñado a andar y a leer... A llorando conmigo cuando no sabía que responderle cuando me preguntaba sobre ti. Le he dado todo lo que he podido, y no estoy preparada para que… de alguna manera irrumpas en nuestra vida diciendo 'soy tu padre'. No somos una familia. Me gustaría. Mucho. Pero no lo somos… No puedo decir ‘nuestra’ de forma natural, aunque no es… Bueno, sí es un poco culpa tuya, pero también mía. Mayormente mía. Debí salir a buscarte y... -Sacudió la cabeza y suspiró-. Creo que lo que intento decir es que todavía no estoy preparada para decir, para sentir que eres el padre de mi hija. Lo eres, pero no como debería haber sido. Y quiero que lo seas de aquí a algún tiempo. De corazón. Quiero que la quieras tanto como la quiero yo. Pero, sólo… Despacio. Y lo siento si reacciono mal, o si… no sé. Si hago cosas de madre sobreprotectora. Últimamente me paso el día gritándole a todo el mundo que se le acerca. No sabes lo complicado que es. Y esto lo hace más, lo siento. No has entendido nada, ¿verdad?