Partida Rol por web

Por algunos de los agujeros que había en la pared empezaron a salir chorros de agua que comenzaron a llenar el suelo lentamente. Aquello, calculó Troy de cabeza, llevaría unos cinco minutos, más o menos.

Sin embargo algo le preocupaba: Fedora ni Spencer daban señales de vida y aunque hablaba a través del comunicador, no escuchaba respuesta de éstos.

Cada vez más tenso empezó a repasar sus opciones. No temía por su vida, todavía no. Pero empezaba a estar nervioso. Recorrió la habitación buscando una manera de salir. El gancho. El gel explosivo. Hacía mucho que no rezaba.

-Operaciones. James -llamaba una y otra vez.

- Estoy aquí, hijo. - dijo James, pero ni Spencer ni Fedora aparecían por ninguna parte - No avances demasiado si consigues llegar arriba. -

El agua siguió subiendo y ya iba a superar su altura con el traje. Tenía que lanzar el gancho ya a algún sitio si era su plan o se quedaría totalmente vendido allí abajo.

El tratamiento familiar tuvo el efecto mágico de despertar sentimientos diversos, intensos y contradictorios en Troy. Los más prominentes eran disgusto, culpa, satisfacción y, sobre todo, desconfianza. Ninguna de esas emociones, sin embargo, podía competir con la necesidad apremiante de estar en un sitio sin inundar. Miró hacia arriba, buscó un lugar adecuado y disparó la segunda carga del gancho.

Cuando parecía que el agua iba a terminar de sobreponerse al traje el gancho se agarró al saliente de arriba en un punto que Troy no fue capaz a determinar. Activó la pistola para que se recogiera y comenzó a subir, pero cuando estaba a mitad de camino notó como el gancho se escurría.

Con un grito ahogado Troy comenzó a caer pero cuando había bajado un par de metros notó un enganchón en la parte de arriba y la cuerda de fibra de acero le dió un topetazo considerable y tuvo dificultades para agarrarlo.

No sabía qué pasaba, salvo que se estaba cayendo. Era la misma sensación que cuando se caía en sueños: un vértigo repentino y un tirón de las entrañas hacia arriba. La única diferencia era también la más trágica; al contrario que en esos sueños no se despertaba asustado tras el tirón.

Entonces sintió algo removerse en su mano y tuvo el tiempo justo, mientras seguía buscando las diferencias entre realidad y sueño, de hacer reafirmar su agarre sobre la pistola. A tientas, sin pensar en su cuerpo herido, ni en el agua que tenía debajo, ni en la incertudumbre que le esperaba arriba, pulsó el gatillo que recogía el mecanismo.

Con el mismo sonido que cuando se enrolla una bobina a gran velocidad Número 8 llegó a la parte superior de aquel lugar, realmente aliviado por no haberse quedado ahi abajo. Cuando el agua llegó hasta donde él estaba pareció parar y no continuar su subida, lo cual era un alivio.

Por aquel lugar encontró un pasillo angosto que no le daba buena espina, por el que prácticamente tuvo que pasar a gatas. Al llegar al fin de éste, había una escalera que llegaba tan abajo que nisiquiera veía el fondo aunque enfocara directamente con los leds o usara la visión nocturna del traje.

Pasado el miedo, llegó el resentimiento. A Troy nunca le había costado enfadarse con Goldfield. Es más, se había vuelto más fácil con el paso del tiempo, a medida que se acumulaban pequeños resentimientos sin resolver. De modo que no se extrañó demasiado cuando empezaron a picarle los nudillos, síntoma que habitualmente sólo desaparecía cuando los estrellaba contra alguien.

No tenía más remedio que seguir adelante. Se giró en el estrecho túnel con dificultad y empezó a descender.

Al ir bajando se percató que un nuevo sonido le amartillaba los oídos, más a cada poco que bajaba aquella escalera. Tardó casi 30 segundos en llegar abajo del todo, pero cuando lo hizo se dió cuenta de que estaba frente a una especie de generador hidroeléctrico. Aquello parecía parte del alcantarillado de la ciudad, pero no olía demasiado mal y una parte de él se preguntó si no sería algun tipo de río subterráneo.

En cualquier caso, apenas se veía nada hasta que no continuó por una especie de puente metálico (que parecía en buen estado). Al final de éste pudo ver que había una especie de muro de hormigón con una puerta redonda de metal y con una seguridad que jamás había visto antes. Sin Fedora ni Szilard al otro lado se sintió totalmente desnudo e inútil por un momento.

- ¿Has llegado ya al generador? Esta es la parte delicada... hay una manera de entrar, pero si lo haces, te quedarás aquí encerrado como yo, Número 8. - murmuró James al otro lado de la línea

Troy caminaba lleno de desconfianza, alerta ante el sonido del agua de la que apenas acababa de escapar. Se detuvo ante la puerta y la examinó de arriba a abajo con la luz de los focos LED.

-No lo sé. Hay una puerta redonda. ¿Estás al otro lado?

- Ajá. - Troy pudo escuchar un par de golpes de algo rígido contra el metal al otro lado, como quien llama a una puerta - Pero si me acerco a la salida cuando hay alguien fuera dos ametralladoras giratorias esperan alegrarme el día. Casi lo sufro en mis carnes una vez y no quiero repetirlo... -

Observando la puerta Troy se dió cuenta de que no era tan complicado como parecía: había dos palancas que se cruzaban, pero una estaba por encima de otra. Si conseguía mover esa haciendo un poco de fuerza, la segunda debería poder retirarse también y la puerta se abriría como la que había tenido que dejar abierta previamente.

-Vale. Háblame del sitio en el que estás. Cómo de grande es. Qué hay. Dónde están las ametralladoras -sugirió mientras se inclinaba para examinar las palancas.

- Aproximadamente como Control, pero algunos metros más a lo ancho. Hay un panel de control que apenas he entendido como funciona hasta ahora y las ametralladoras están justo encima de la puerta por el interior. -
 

-¿Se puede abrir desde dentro? ¿Cómo de gruesa es la puerta? -preguntó, un poco frustrado por la precisión de Goldfield.

James suspiró un poco, tardando unos cuantos segundos en contestar. - Ya te he dicho que lo de las ametralladoras pasa cuando hay alguien fuera. No se puede abrir desde dentro y no he querido arriesgar mi vida comprobándolo, yo ya no llevo un traje antibalas como en los viejos tiempos. - dijo, también con todo cansado - Y no te puedo decir de cuántos centímetros es, pero sí que dudo mucho que se pueda romper sin una taladradora. Me recuerda a las puertas de seguridad de los bancos. -

-Entonces lo que tenemos que conseguir no es poder abrirla desde dentro sin peligro, sino que la puerta no cierre bien. Cuando la puerta se abra voy a poner gel explosivo en las bisagras y en el cerrojo, a ver si puedo deformarlo. Dime cómo lo hago y ponte a cubierto.

- Agarra las dos palancas y tira primero de la derecha y después de la izquierda. Mucho cuidado cuando intentes abrirla. Creo que puedo ayudarte desde aquí con el control de mandos... -

Troy hizo lo que se le ordenó y poco a poco la puerta comenzó a abrirse lentamente. - ¡Funciona! -

-A cubierto -ordenó secamente, y procedió con rapidez.

Aplicó el gel explosivo a las dos bisagras, como si lubricara una puerta que sonaba, y después lo untó en los pestillos y la espiga de la cerradura. Confiaba en que aquello sirviera para desencajar la puerta, al menos. Pero de momento lo que tenía que hacer era retroceder a toda prisa.

Troy aplicó el gel en todos los sitios que creyó conveniente mientras se alejaba a toda prisa por aquel puente metálico. Por suerte la estructura pareció resistir el peso del traje mientras corría y tras alejarse unos metros el gel se recalentó provocando una pequeña explosión.

Sin saber muy bien si había conseguido su objetivo, Troy se acercó a intentar ver algo a través del humo. Cuando éste se disipó un poco creyó ver que la puerta permanecía entreabierta.

- No veo nada, Número 8... ¿lo has conseguido? - preguntó Goldfield

Trataba de otear entre las volutas de humo, sin atreverse a acercarse. Ya había sido blanco de dos ametralladoras una vez ese día. No quería que se repitiera. Y aún así temía que su numerito con el gel explosivo provocase que se les derrumbase el túnel encima, o haber hecho saltar un sistema de alarma que a su vez activase toda una colección de trampas mortales.

-¡No te muevas! -siseó a través de la radio-. Espera.