Rufio respondió con un pequeño bufido, y con un
-Gracias
Porque tenía que ser educado, pero había tensión. Una tensión inmortal menos consistente en el conflicto de divinidades y más en el conflicto vieja generación / nueva generación: los adolescentes siempre deben oponerse radicalmente a sus antiguos, de otro modo habrían dejado de ser adolescentes.
-Hey, se bastante de mi linaje. Sólo que nunca he estado en un lugar que sea realmente... nuestro. Ya sabes -no iba a detenerse ante la altivez de una princesita mimada (¿aunque la princesita quizá le triplicase en edad? ¿cambiaba eso la situación? ¿no era todo un poco confuso?), y las miradas de sus guardias sólo le daban alas. Pavoneo- Mi nombre es Rufio Van´tassilea, Ar-Tel, hijo de Perishial Van´tassilea y Kalissreavil Van´tassilea, de Cormyr.
"Mano-Que-Cura, estas presentaciones se hacen largas"
-Es un arco genial, seguro que puede acertarle a una garza choca a doscientos pies de distancia... -observó con admiración: un arco bueno siempre despertaba la atención y de uno, y aquél era suave, suave... ¡ehem!- Pero, ¿qué os trae a tanta distancia de vuestro hogar?
La elfa no pareció verse demasiado sorprendida por tu nombre, incluso torció la nariz al escuchar tu procedencia cormyriana como si hubiera dicho algo malo. A pesar de ello se mantuvo correcta, haciendo gala de la exquisita educación que maquillaba el desdén con el que te contemplaba.
Un apreciado regalo. dijo escueta cuando te interesaste por el arco, luego dirigió el tema de la conversación a otros terrenos que le fueran más interesantes. Nuestro viaje nos lleva al este, Rufio Van'tassilea. Allí los nuestros se preparan para lo inevitable, me sorprende que no estéis informado de ello. comentó con algo de malicia.
Torwen se llevó las manos a la espalda, examinándote como un profesor que evalúa a su alumno.
Es triste ver como tantos de los nuestros desoyen las viejas tradiciones del Pueblo, en favor de otras ajenas a su origen. luego corrigió el rumbo que parecía tomar la conversación. No quisiera confundirte, agradecemos la hospitalidad de este lugar y sus gentes. Solo que se me hace extraño que un Tel'Quessir profese una fe no élfica, ¿acaso el Seldarine no te ofreció lo que buscaba tu alma?
Rufio también se comportó con toda la delicadeza posible, sólo poniendo los ojos en blanco ante el mohín de nuestra común y amada princesa: si se le ocurría ahora decir algo sobre sus padres, ¡juraba que le daba igual siete guardias! Aparte de eso... había conocido pocos altos elfos, pero empezaba a ver por qué los llamaban así. Debían de tolerarse sólo entre ellos, y seguro que en pequeñas dosis.
-No le sorprenda tanto, vengo de la dirección contraria. Es lo que tiene viajar mucho: no siempre te cruzas con uno de los nuestros que se preparan para lo inevitable -sonrió- Pero podemos curar eso ahora mismo.
Frumghhdf... la pregunta.
-Somos Tel´Quessir, pero eso no quiere decir que vayamos a conservar todas y cada una de las tradiciones o no seríamos más que prolongaciones de nuestros ancestros. Creía que el equilibrio era una tendencia natural -apuntó- Y no, el Seldarine me ofrecía lo que necesitaba como elfo, pero... nuestros dioses son elfos antes que otra cosa, por elfos y para elfos. Al menos Ilmáter el Santo es primero dios y luego hombre... o ni siquiera, no se sabe muy bien qué era, y muchos lo representan como les representa. No es importante. El caso es que nadie puede identificarlo de forma que para él unos sean superiores y más queridos que otros.
El mismo clérigo llevaba penachos de plumas decorados en verde, lo que era un símbolo de devoción a los ideales de Solonor Therandira.
-Puede considerarlo triste: yo veo más triste que nuestro pueblo se quede donde está. La tradición es respeto y devoción por las obras de nuestros ancestros pero no una excusa para escudarnos en ella.
La elfa te miró con suspicacia mientras hablabas, había un semblante condescendiente contigo que podía poner de mal humor cualquiera. Tus comentarios que pretendían romper el hielo, solo conseguían enfriar más el ambiente, al menos ibas bien abrigado.
Si tan poco te preocupa lo que acontece a los Tel-Quessir, que vuelcas tu devoción y compromiso con los hombres, poco he de revelarte. dijo con un tono que sonaba lapidario.
Cuando hiciste tu reflexión sobre la conveniencia de ser laxos con las tradiciones, el gesto de Torwen notaste como cambiaba por primera vez, y no fue para bien. A pesar de ello, supo mantener la exquisita compostura.
¿No te estas escuchando, verdad? ¿Qué clase de elfo eres que aboga por la renuncia de sus tradiciones y su sustitución por las ajenas? negó con la cabeza ofuscada. Ya no eres un elfo que vaya esperarnos en Arvandor, Rufio Van'tassilea, has renunciado al viaje del Pueblo por otra cosa. Si tan laxas son las tradiciones para ti, poco más tenemos que hablar para no ofendernos más el uno al otro. Eres un aethen, Rufio, nos separa un abismo.
La dignidad de Torwen permanecía, veías en ella una mezcla de ofuscación y compasión por tu situación. Sin oportunidad a réplica, dos de los soldados se pusieron entre ti y ella sin dirigirte palabra. La joven elfa se metió en el interior del carromato que les hacía de pequeña tienda privada, no se volvió ni una sola vez.
...
Bueno, no sabía por qué había esperado otra cosa. Si esta era la media de lo que de los altos elfos se podía esperar, no le sorprendía que todo el mundo los mirase mal. A él mismo le estaba costando mucho... no sé... reprimir los deseos de estamparle una tarta en la cara. Ojalá tuviera una tarta: incidente o no, merecería la pena. Definitivamente aquella señoría necesitaba una tarta en la cara: no sabía cómo había llegado a la conclusión, pero era muy apropiada.
-Bueno. Eso ha ido bien.
Los dos guardias se interpusieron en su camino. Como si fuera a buscarla.
-Y... ¿alguien que no considere que ayudar a otras razas es un pecado contra los nuestros? ¿Alguien que me pueda decir cuál es ese problema?
¿Tirada de Diplomacia o Saber (Religión) para recordarle que el dogma de Corellon no dice ayudar al elfo sino ayudar al necesitado, a ver si le da un poco de vergüenza si se lo recuerdo? ^^
La elfa siguió hacia adelante sin prestar mayor atención a tus palabras, Torwen desapareció en el interior de la tienda como un suspiro. Los soldados seguían cerrándote el paso con inexpresión en sus rostros.
No se trata de virtud, joven elfo. Se trata de espiritualidad. dijo repentinamente una voz junto a ti. Los elfos armados se removieron un tanto ante el Tel-Quessir que te había hablado, un exponente fornido de la raza de los dorados. Disculpad la obstinación de Torwen, pero entended que, para ella, habéis renunciado a una parte intrínseca de vuestra existencia por otra. A algunos de nosotros nos cuesta comprender esa clase de decisiones. alegó con un tono que no parecía requerir tu aceptación.
Era un elfo dorado de pelo níveo, de facciones delicadas que juzgastes de edad avanzada. Apreciaste el símbolo de una media luna sobre una de llena, inequívoca señal que el elfo estaba vinculado al culto de Sehanine Lunarco.
Soy Evandyl Elfarendil, soy el tío de Torwen. Es un placer, Rufio Van'Tassilea.
No hace falta que tires. Doy por supuesto que controlas los rudimentos.
En todo caso no dice nada de ayudar al necesitado, sino de oponerse a los que destruyen cosas y a los drow (maquinaciones de la Reina Araña) jeje
Rufio no tenía nada contra los soldados, excepto una especie de curiosidad, fascinación enfermiza y disgusto por las mágicas cualidades que poseían para poder estar horas sin hacer nada. Un guardia era, técnicamente, fiel hasta el fin a una figura, un lugar o una idea, pero a la hora de la verdad un guardia era fiel a la idea de ser un guardia, que consistiía en chupar muchas horas de estar de pie sin hacer nada y manteniendo la mente en un estado de alerta distanciada. Para un elfo, y más un elfo joven, la idea de no estar haciendo nada... aunque fuera estar mirando las musarañas... era alienígena.
-Está perdonada, Ar-Tel Van-Tei Elfarendil -dijo, refiriéndose a la que se acababa de ir- Espiritualidad... "el espíritu del elfo es como el océano, y las gotas se pierden en la inmensidad de sus marismas" -recitó.
Tenía que admitir, para los rezos siempre le había gustado su idioma casero. Tenía una cualidad mucho más musical que el humano, que era más... concreto. Menos descriptivo.
-Lo entiendo. No estoy de acuerdo, pero lo entiendo -asintió- Pero creía que el Pueblo se caracterizaba por la reflexión y la sabiduría, no por zanjar una certeza en menos de cinco minutos. Se tasan las simas del alma más rápido que el pescado en las balanzas.
Reconoció de un vistazo el símbolo de Sehanine Lunarco: él también llevaba una pequeña taba en forma del símbolo divino, como respeto, aunque la que se veía era principalmente la simbología de Ilmáter en sus muñecas, y a su espalda el penacho verde de quien consagraba sus flechas al Que Enseña, Solonor el Cazador... y más que probablemente, Hanali Celanil. No existía un elfo menor de 150 años que no dirigiera sus rezos a Hanali Celanil al menos un par de plegarias diminutas al día.
-Es placer es mío, lord Elfarendil -asintió- ¿Qué trae a gente tan afamada como la vuestra a estas tierras tan lejanas de los suyos?
El elfo no respondió a tus primeros comentarios, aunque advertiste que no era por falta de argumentos sino porque no deseaba prolongar una discusión que él consideraba estéril. Se mostró bastante distante, pero con una patente amabilidad y paciencia hacia ti. Se tomó su tiempo para responder, valorando los alrededores como si creyera necesaria cierta cautela para hablar de ello.
Nuestros hermanos de Eternôska. Han pasado más de diez años desde que fuera atacada, pero sus ecos aún reverberan en la ciudad. explicó pedagogo. Cumplimos una antigua promesa, la Casa Elfareldil tiene profundos vínculos con nuestros hermanos orientales.
Luego bufó una leve brisa helada, lo que siempre anunciaba el invierno y rara vez engañaba. A lo lejos se preparaba una tormenta de nieve, pero aún le quedaban algunas horas. El elfo dorado movió la cabeza percibiendo esos cambios con un tenue gesto, enseguida te volvió a prestar atención.
Aunque aún nos quedan algunas jornadas varados aquí. dijo con poco entusiasmo. Pero.. hay otras razones. Rufio, ¿verdad?
El comentario te cogió de improviso, pues el tono de voz del elfo cambió igual que hizo su mirada que se tornó lechosa y antinatural.
Porque hay siempre razones, hijo de los Van'tassilea.
Como un destello, todo volvió a la normalidad. Evandyl te miraba consternado por tu súbito desvanecimiento de la realidad, aunque seguías en pie delante de él.
¿Os encontráis bien, Rufio? preguntó con cautela.
Por un lado, aquella postura era mucho mejor para él, y apreciaba el acercamiento de conceptos que al menos propiciaba la discusión; por otro, se sentía rebelado contra aquella paternidad innata, incluso cuando no había ningún buen motivo. Es difícil ser un elfo en los tiempos que corren; es difícil, y nadie lo entiende.
-Ah. Creía que las cosas estarían estabilizadas por las Shaeradim -dijo, pero con ninguna intención de discutir: prefería escuchar sobre lo que alguien podía saber de mejor mano. No siempre era fácil acceder a la postura de los elfos sobre elfos- No sabía que seguirían teniendo problemas. ¿Creéis que necesitarán más manos?
Ir allá donde se le necesitara. La mayoría de las veces eran asentamientos humanos porque eran los más frecuentes, pero eso no quería decir que no beneficiase a los hin, gnomos, enanos o mestizos y combinados varios que habitasen allí; le gustaba pensar que Ilmáter no hacía distinción entre nadie, y eso era lo que le había dirigido hasta allá, igual que a Solomon Thelandira, que dió el secreto de la vida independiente a los mortales... a todos los mortales.
...!
"Pero qué-"
...¿qué ha sido eso?
-¿Os encontráis bien, Rufio?
-¿Qué? -dijo, recuperándose- Oh, sí, sí. Me pareció oir algo, pero debe ser el aire helado -medio rió, quedo- No recuerdo tener el don de la profecía ni nada que se le parezca.
Aire helado mis lóbulos. Eso no ha sido simplemente el mordisco de Auril y lo sabía. ¿Había sido, exactamente, qué?
El elfo no pareció darle mayor importancia al hecho, siguió en su rictus recto y atento charlando de lo divino y lo elfo contigo. Al contrario que su sobrina, con Evandyl era bastante fácil hablar aunque sus posturas estuvieran ancladas en el férrero tradicionalismo élfico. Tus postulados los trataba con puntillas de condescendencia, pero se mostraba respetuoso e incluso elogió tu abnegado interés en el bienestar de los demás. Tras varios minutos de charla, el elfo quiso disculparse alegando que tenía que atender sus responsabilidades.
Será placentero continuar nuestra conversación en un futuro, Rufio. dijo con sinceridad solemne mientras se despedía.
Casi al instante en que te separaste del elfo, apareció Atafrieda con suma preocupación directa hacia ti.
¡Rufio, niño! Ven aquí. casi acogiéndote con el brazo te llevó con ella a grandes zancadas. Ha pasado algo malo, hijo. Acaba de llegar un mensajero, parecía apurado y eso nunca es buena cosa.
La enana te condujo al reservado de la abadía, con un gesto severo agarró una nota arrugada que había sobre una destartalada mesa de madera, te la entregó.
El mensajero dijo que era de tus padres, no he podido evitar leerla. Me extrañó que estuviera abierta.
Era un telegrama bastante breve de tu madre:
Querido Rufio, no me agrada enviarte este mensaje, pero me veo en la necesidad de hacerlo dado que no tenemos a quién acudir o en quién confiar. Cuando te separaste de nosotros dijiste que volvías a la abadía, rezo al Corazón de Oro que recibas esta nota.
Estamos en una villa cormyriana, Nueva Tílverton, tu padre está enfermo y es importante que vengas. No te demores, por favor.
¿Enfermo? Era extraño aquel mensaje, escueto y poco elaborado para lo que pudiera ser tu madre. Había gato encerrado que detectaste casi al instante, pero desde luego era de ella: el sello y la forma de escribir eran genuinamente suyas.
Con la mirada pendiente de ti, Atafrieda te miró con preocupación. Se quedó en silencio a la espera de tu reacción.
Vamos a darle caña a esto, que me he columpiado bien esta semana >_<u
La conversación tuvo que interrumpirse...
¡Niño! Atafrieda sabía que no había mejor forma de llamar su atención que llamarle "niño". le hubiera dicho algo, o no, pero no tuvo la oportunidad porque le asió del brazo y le sacó de allí. Estaba mascullando un avergonzado no delante de la gent- cuando se calló al escuchar lo que pasaba. Malas noticias.
Estamos en una villa cormyriana, Nueva Tílverton, tu padre está enfermo y es importante que vengas. No te demores, por favor.
-...
Rufio perdió el habla.
Los elfos no eran una gente que soliese enfermar demasiado. Oh, sí, más que los humanos, y mucho más que los enanos, pero... no de forma grave. Sólo de forma incómoda. Una enfermedad grave como para recurrir a aquello era un acontecimiento.
-Atya -dijo, usando casi insconscientemente el viejo apelativo cariñoso- Tengo que partir. Hay algo feo en marcha.
Como aquella carta. Una carta que no encajaba en absoluto, pero todo estaba en orden. Y aunque no lo hubiera estado TENÍA que ir.