Partida Rol por web

Leokas observó la situación con cierta curiosidad. Uffern se disponía a ejecutar al otro pájaro que dormía totalmente despreocupada de lo que ocurría a su alrededor. El semielfo tragó saliva ante la expectativa de tener que enfrentarse de nuevo a una criatura tan tenaz y resistente.

Mientras el hombre se acercaba empuñando su arma, el semielfo preparó su arco para disparar si aquel animal se resistía a morir igual que hizo el anterior. Una gota de sudor recorría la frente de Leokas ante la tensión del momento, pues dos enfrentamientos seguidos contra una criatura así podría ser más de lo que podrían soportar.

Lo único que podía hacer el bárbaro era colaborar en la "caza furtiva" utilizando su espada corta. Se acercó con el máximo silencio posible, junto a Uffern, e imitando a su compañero, se aferró a la empuñadura de su arma con las dos manos.

Por un segundo pensó que aquello era por una simple espada enterrada en el barro. Su espada...pero también sabía que arrancaban una "mala hierba" de aquellas tierras, liberando a quienes pasaran por allí de un muerte casi segura.

Miró a Uffern y movió los labios contando hasta tres. Ese era el momento de descargar toda su fuerza sobre la criatura, acabando así con su vida.

La criatura no estaba tan cerca del combate anterior, por lo que no había sido capaz de escuchar a su compañera morir, ni tampoco los cacareos que hacía de burla por la torpeza de aquellos enemigos.

Y ahora, una vez más, esa torpeza volvía a aparecer. Uffern se acercó en silencio, pero teniendo en cuenta que estaban en pleno pantano, la simple vibración del barro hizo que aquella bestia voladora abriera los ojos. Además, el resto de sus compañeros tampoco es que fueran muy sutiles en sus movimientos, y si no hubiera sido uno, hubiera sido el otro.

La chica se mantuvo en segundo plano, sin molestarse en avanzar, ya que sabía que su presencia allí sería inútil. Al menos, estando tan herida como se sentía. Un gesto de dolor aparecía en su cara cada vez que uno de sus compañeros salpicaba demasiado al avanzar, o rompía alguna rama reseca que asomara del fango. Cada ruido que hicieran limitaba las posibilidades de que pudieran dar un fin rápido a aquella cosa, y éso era malo para todos. 

"Por favor... No caigáis ninguno..."

El caballero, llegando al lado del ave, vio como ésta levantaba la cabeza y los miraba con uno de sus ojos....."Ups..." 

El momento era crítico. Todo un grupo de aventureros alrededor del ave dispuesto a ejecutarla sin el menor reparo. Era evidente que tarde o temprano la víctima se percatase de la presencia de tanta gente dispuesta a poner fin a su vida. La criatura abrió los ojos ante el ruido que hacían algunos al acercarse por el fango. Leokas tensó su arco esperando el momento en el que levantase el vuelo, pero Uffern pudo reaccionar a tiempo y no perder así la oportunidad de evitar un largo y tedioso combate. 

Pero aun no estaba todo decidido. El semielfo se mantuvo con su arco preparado ante la expectativa de lo que pudiese ocurrir. 

La tensión se palpaba en el lugar. Abatir a ese bicho, a esa criatura sin que emprendiera el vuelo facilitaría todo el trabajo.

-Venga, un poco más, un poco más...-pesaba Dimdel a la par que estiraba un poco su regordete cuello para intentar ver mejor la situación.

Nadie podría creer que el bicho se salvaría con todos esos valientes guerreros rodeandola, pero un movimiento en falso de uno de ellos provocó un ruido, el ruido y movimiento del lodo hizo despertar a la criatura y...

Y se activó el resorte que Dimdel tenía en las piernas preparado para la ocasión haciendo que se volviera a agachar para desaparecer entre los matojos y no convertirse en un objetivo. Tal vez más tarde se diera cuenta de su terrible cobardía, pero prefería estar vivo.

Uffern se acercó silenciosamente al ave dormida, y justo cuando parecía que iba a abrir los ojos para atacarles, el encapuchado cortó el cuello del ave, como si se tratase de un pavo. La criatura descabezada, continuó corriendo y volando sin sentido, su cabeza yacía en el suelo, pero los impulsos nerviosos aún hacían que aquella cosa siguiera moviéndose durante unos segundos más. Todos acabaron un poco pringados de sangre, pero al menos Ethan fue capaz de recuperar el arma que había perdido antes.

Con una inclinación de cabeza, agradeció a Uffern el haber acabado "limpiamente" con la criatura y recuperar así su espada.

La limpió con la parte baja de su capa, ya de por si sucia por el terreno por donde caminaban. Pero a Ethan le pareció que recuperaba un poco más de confianza, al volver a tener entre sus rugosas manos su querida arma. 

No estaba pasando el mejor de sus momentos, pero también estaba convencido que vendrian tiempos mejores y que se sentiría de nuevo como el guerrero que había sido antaño.

Miró de nuevo su brazo infectado. Con todo lo sucedido, no sabía si aquella maldición que trasnformaba su piel en asqueroso tacto escamoso, había crecido. Y deseaba que no se hubiera extendido...

-Por lo más sagrado...-susurró- que esta pesadilla se acabe pronto!

Era momento de continuar la búsqueda.

-Muchachos, seguimos adelante en busca de vuestro amigo?

Nada hombre pero  espera  que busque en le nido de este bicho por si se han comido a alguien y hay algo interesante .Ehhhh, aquí hay algo.Digo lleno de alegría antes de retirar las mano llena de excrementos de la extraña ave .Puaghhhh, que asco 

Dimdel respiró aliviado cuando vio a la extraña criatura dar sus últimos espasmos de muerte, todo había acabado y solo había alguna herida nueva.

-Creo que, tal vez después de lo visto- estaba cubierto de barro hasta el cuello, mojado y frío y eso sin contar  con todo lo que había ocurrido en ese día- tal vez debiéramos regresar a la ciudad, este lugar parece peligroso y quién sabe qué otras cosas nos podemos encontrar cuando termine de caer el día.

Claro que no le gustaba la idea de abandonar a Mai-Cor, pero si caía la noche y ellos estaban en un lugar así podrían morir todos. Tampoco negaría en ese momento que tenía miedo, que eso le superaba y que la moral la tenía bastante baja. Había pensado que encontrarían a su compañero fácilmente, perdido sin encontrar el camino. Incluso la posibilidad de que le hubieran capturado no era mala cuando salieron ya que un grupo tan numeroso podía superar a cualquier lagarto que se les cruzara en el camino.

Solo habían sido un par de criaturas molestas, pero el miedo a que fuera otra cosa, el miedo a lo desconocido es lo que más afectó a Dimdel en ese momento.

-Tal vez mañana haya más suerte Mordrogath, con más luz, tiempo y provisiones.

"Cuanta sangre..." pensó la chica cuando todo quedó en calma, al verse a sí misma cubierta de la sangre de aquellos seres, y también parte suya propia, claro. Raellia no podía evitar pensar si todo aquello no podría haberse evitado. Sí, eran animales salvajes... Pero ellos habían entrado en su hogar, en cierto modo eran unos invasores, y les habían matado. Aquello hacía que la paladín se sintiera mal, aún sabiendo que eran peligrosos y que podrían haber hecho daño a alguien. Acabar con una vida siempre le parecía algo trágico, y desde luego se mostró algo alicaída, aunque quizás el hecho de que estuviera tan herida de nuevo podría disimular aquello.

-Vosotros decidís... Yo estoy perdida en este asunto. 

El caballero vigiló como Uffern decapitaba a la criatura, y se apartó, con poca fortuna, de la misma cuando ésta pasó por su lado dando bandazos, moviendo las alas y dejándolo todo perdido con su sangre. "Bien hecho.", fue el comentario de Mordrogath. Envainando su espada, ayudó a Uffern a rebuscar en el nido de las criaturas, más por una aprensión real de encontrar alguna pista que pudiera indicar que su compañero había sido atrapado y comido por ellas, que por otra cosa.* 

Tras la búsqueda, se levantó y se giró hacia Dimdel, las palabras del Gnomo fueron duras para los oídos del caballero. Contempló los rostros del resto...parecían estar esperando qué decía él. Mordrogath frunció ligeramente el ceño y miró al pequeño trovador a los ojos...."Dimdel, Mai-Cor se jugó la vida por tí, somos un equipo. No lo abandonaré. Además, aún no hemos encontrado ninguna pista sobre nada, ni sobre si los hombres-lagarto autóctonos son los ladrones o son otros, ni sobre la epidemia o enfermedad de Ethan, ni sobre la secta que está robándole fieles a Pelor en la ciudad, ni sobre Mai-Cor....nada. Si hemos encontrado unas huellas y parten desde el último sitio que vimos a Mai-Cor, lo lógico es seguirlas. Quizás lo hayan atrapado y pueda necesitar nuestra ayuda. Podemos continuar, y si la noche se nos echa encima, acamparemos. Sólo tengo una ración, pero la cederé gustoso." Se dirigió hacia el resto...."No quiero obligar a nadie a tomar una responsabilidad que yo mismo me he otorgado. Buscar a Mai-Cor es cosa nuestra, pero bien es cierto que la plaga que parece asolar la ciudad sí que es cosa de todos. No sabemos si encontraremos algo, pero en el templo se habló de que quizás los hombres-lagarto de la zona la estuvieran esparciendo. Pero os veo mal, cansados y heridos. Si queréis volver, no me opondré."

No estaba en su ánimo abandonar a un compañero a su suerte. En teoría tenían una pista, así que, mientras hubiera posibilidades, la seguiría. Si todos estaban en desacuerdo, no le quedaría más remedio que claudicar y volver, pues de noche, y sólo, no tendría ninguna posibilidad, y lo inteligente era estar vivo para poder seguir buscando a Mai-Cor...o en su defecto, vengarle.

Mientras algunos discutían sobre si seguir adelante o simplemente retroceder y descansar, otros investigaban el nido de aquellas extrañas criaturas. En el interior había tres pedruscos del tamaño de una mano, y completamente lisos, no pesaban tanto como una piedra, y su forma era ovalada. Parecían los huevos de aquella pareja de criaturas.

Y hasta ahora, no os habíais dado cuenta, pero Coran llevaba mucho tiempo en silencio, callado y sin decir nada. Y es que, sin que ninguno de los presentes se hubiera dado cuenta: ¡El paladín se había convertido en una estatua de piedra! Del mismo color que el cascarón de esos huevos.

Aún no había una decisión firme, y la chica se giró para preguntar a Coran cual era su opinión, cuando reparó en su estado. Sus ojos se abrieron como platos, mientras se llevaba las manos a la boca, ahogando un pequeño grito. 

-Oh, dioses... Coran... Coran, por favor, dime que es una broma-dijo la chica, empezando a notar como se le escapaban las lágrimas. No conocía al otro desde hacía mucho, pero había estado ahí cuando le necesitó, y en su opinión, fue su intervención la que evitó males mayores con el asunto de la otra Raellia... Pero ahora ya no iba a poder ayudarla con nada más, ni ella iba a poder prestarle su ayuda con sus problemas. Ahora, el pobre Coran era una inerte estatua de piedra.

-¿Cómo... Cómo ha pasado ésto?