Partida Rol por web

Lucrecia observó a su alrededor con suspicacia, sin mover el rostro. Ella había comprobado sus bolsillos, bolsas y escondites nada más despertar, y no había echado nada en falta. No creía que los de abajo, si habían escapado entre ellos, se hubiesen entretenido robando a alguna de ellas. Lo que probablemente implicaba que había sido una de ellas. Era imposible no tener sospechas, pero corroborarlas era bastante más complicado. Por el momento...

Con un poco de suerte, lo que recuperemos abajo compensará de sobras, dijo. La idea de que una de ellas podía ser una ladrona era perturbadora. Claro que, se dijo, la mitad de ellas probablemente lo eran. Pero ya se sabía, el código de los ladrones y todo eso.

Imitando a los demás, sacó un pañuelo doblado de su bolsa, lo desplegó y empezó a comer parte de las sencillas viandas: galletas saladas de trigo, una naranja y un pedazo de queso de cabra.

Cuando estemos todos listos y con la tripa llena, habrá que bajar otra vez. Id concienciandoos para volver a pelear por cada metro. 

—Bueno, eso es verdad— dijo con una mueca. Magro consuelo, pero peor era nada.— Nos iban a dar 100 monedas por sacarlos de aquí ¿No?

Ah... Por cierto, dijo, señalando a la enana tendida en el suelo. Parece que Sanya sigue respirando. Cuando despierte Raellia, espero que tenga el mojo curativo a tope para terminar de apañarla. 

Todos los combatientes de primera línea del grupo estaban heridos. Habría que confiar en que no hubiese muchas más de esas criaturas asquerosas, porque ni sus conjuros ni los proyectiles les hacían nada. 

Sí, cien, respondió a Elianne. Por eso espero que consigamos un buen botín ahí abajo... 

Namarra se puso en tensión inmediatamente cuando escucho las palabras de Elianne. Había un ladrón en el grupo! Bueno, era evidente que había más de uno pero, de eso a robarle a uno de ellos... 

-Me parece muy extraño. No te preocupes, quizás podamos compensar entre todos, con el botín, lo que hayas perdido.

Namarra no dijo nada pero a partir de ese momento, no perdió de vista a su bolsa, ni las manos de sus hábiles compañeros.

-¿Cuanto llevabas, Elianne? ¿Cuanto has perdido? ¿Dónde y cuando fue la última vez que comprobaste que el oro estaba en su bolsa? ¿Puede haber sido en la taberna?

—Si, fue ayer por la mañana, cuando nos alcanzaste lo que sacaste por la venta de las armaduras. Poco antes de partir hacia aquí— Elianne chasqueó la lengua— Debe habérseme caido en el bosque, o quizás abajo entre todo este ajetreo. No importa cuanto llevaba, no era mucho y no dejaré que me paguen por ser torpe—dijo agradeciendo la oferta, pero sintiendo que lo correcto era rechazarla.

—Bueno, no vale la pena llorar por el oro derramado cuando tenemos una pequeña pila esperándonos justo debajo de los pies ¿No?— afirmó incorporándose. Con un movimiento de muñeca se alisó la capa, ya lista para salir.

Zarus imita a sus compañeros, sacando algo de lo que le quedó a Intisar en su mochila. -Vaya, se que no era completamente de tu agrado, pero confía en mi, no dejaré que tu nombre y el de Layla se borren en la historia de esta ciudad. Algún día el causante de todo lo que sufrieron lo pagará.- aunque aquel recuerdo le traía melancolía, el joven Lazarus no desencajó su rostro y cuando Lucrencia termino de tomar la palabra, Zarus sonrió.

-Pues yo no he sido, se los puedo jurar, no soy de los que toma cosas y luego no se acuerda que lo hizo. Y prefiero robar a aquellos que le sobran las cosas, no a los que le hace falta.- dijo tratando de recordar sus propios principios, empezaba a dudar su en un acto inconsciente él había se había convertido en el ladrón misterioso.

Zarus se revisó de arriba abajo y de abajo arriba, a ver si tenía las cosas de su compañera o incluso las suyas.

Hecho esto, volvió sobre cosas mas importantes. La verdad no la tendremos fácil. Esa criatura es un problema muy serio y aún no sabemos sobre le verdadero potencial del chico-rata y del líder de estos bandidos.

Zarus se estiró un poco y calentó un poco sus músculos, preparándose a bajar y hacer labores de reconocimiento.

¿Y quién admitiría que le sobran cosas? preguntó Lucrecia, cruzada de brazos. Tendría que tener mucho, mucho oro, antes de quedarme sin ideas para gastarlo. Y mucho, mucho más, antes de quedarme sin ideas para invertirlo. 

Habría que tener cuidado con la bolsa en el futuro próximo, hasta que terminaran la misión y estuvieran cada uno por su lado. Qué fuente de ansiedad tan innecesaria, se lamentó. Como si jugarse la vida no fuese suficiente preocupación. 

¡Raellia! llamó a la bella durmiente. Abre los ojos de una vez, que hay que acabar el trabajo y no quiero volver a pasar la noche en el suelo. 

Elianne hechó una mirada a la entrada que bajaba, y luego de nuevo a Raellia.

—¿Está bien? Tiene el sueño muy pesado...

El Kraken se acercó a Raellia y la despertó con una "leve" sacudida en el hombro que casi la manda rodando hasta la rampa.

-RAELLIA! TE ENCUENTRAS BIEN?

Raelia se despertó cuando todos la llamaron.

¡Por la Santa! exclamó Lucrecia. Raellia, querida, duermes tan profundamente como un cadáver. 

Aunque los cadáveres, de hecho, dormían doblemente profundamente.

La muchacha arrojó los huesos de la fruta a una esquina y envolvió lo que restaba de sus provisiones. No mucho, aunque no esperaba que tardarán mucho más en terminar con los ladronzuelos de abajo. Se puso en pie y se estiró de nuevo, arqueado la espalda con las manos apoyadas en los costados. 

Puedo bajar a ver cómo están las cosas en el sótano, ofreció. I​​​​​​nvisible, como ayer cuando entré al templo. 

Creo que puede ser una buena idea -dijo la mediana.

Namarra tomó buena nota de que Lucrecia también podía volverse invisible, lo que aumentaba el número de sospechosos del robo a dos.

El kraken se acercó a Lucrecia y le dijo:

-TEN CUIDADO, LUCRECIA. SI TIENES PROBLEMAAS, GRITA Y EL KRAKEN BAJARÁ A AYUDARTE.

—Ten cuidado y no te confíes, las ratas podrían tener un olfato fino.

​​​​​¿Insinúas que necesito un baño? replicó a Elianne, luciendo una sonrisa enorme. No era mentira, por cierto. Todas necesitaban un encuentro íntimo con una tina llena de agua caliente y una pastilla de jabón. Y aceites, afeites, perfumes, polvos y pinturetes, si podía ser. De hecho, y esta vez pensaba solo en ella, iba siendo hora de un cambio de imagen. 

Lucrecia empezó a tirar de las hebras de la urdimbre mágica que discurría por el éter, invocando los sortilegios apropiados para la exploración del sótano. En primer lugar, la armadura inmaterial que desviaba los golpes. En segundo, señalando uno a uno a sus compañeros, el canal que permitía que hablaran a distancia, mediante susurros. 

Cómo ayer, explicó. ​​​​​​Podré escucharos y podréis escucharme a mí, así que estar atentos por si hay problemas. Trataré de manteneros informados, pero no quiero arriesgarme a que me escuchen. 

En tercer lugar, el conjuro que la ocultaba de la vista de todos, incluso ella misma. Era curioso eso de saber que estaba ahí, de poder tocarse pero ver a través de su propio cuerpo. Tenía que explorar todas sus posibilidades, sin duda alguna...

Volveré en menos de doscientos o doscientos cincuenta latidos. Si no es así, y no os he avisado, bajad a por mí. O a por mi cadáver. 

​​​​​​​Los pasos de Lucrecia se perdieron por las escaleras. 

Lucrecia, invisible, regresó al sótano del templo, al pasillo en el que habían combatido hasta tener que retroceder el día anterior. Observó sus alrededores, para comprobar si los cadáveres seguían todavía allí, o los habían movido. Y siguió hacia delante, dirigiéndose al recodo por el que se habían marchado los ladrones, dando pasos cortos y cuidadosos. 

Sanya sigue inconsciente y saca un critico en cerrar los ojos

Zarus no puede evitar reir un poco ante la respuesta de Lucrecia sobre el olfato de las ratas y la necesidad de un baño. Luego escuchó su plan y resolvió que era mejor idea. Ella podía pasar mucho mas tiempo invisible. Lo dicho. Solo vez con cuidado. No te quieras quedar con toda la diversión para ti. dijo cruzandose de brazos y en tono serio, tal vez con algo de preocupación por lo que pudiera pasar con ella.

Si todo salia bien, tendrían información de primera mano sobre lo que estaba pasando allá abajo y con eso trazar un plan efectivo para enfrentar a los bandidos.