Partida Rol por web

La conversación era sumamente interesante, no por la guerra entre demonios y diablos, sino por la razón para que ellos estuviesen vivos y a punto de presentarse ante uno de los cabecillas de las criaturas más caóticas y destructivas de todos los planos. –Esto no pinta nada bien, ninguna diplomacia sirve contra estas criaturas y los tratos solo tienen un sentido, su beneficio y nuestra tortura eterna. ¿Pero qué demonios, jeje, podrán sacar de un grupo de enclenques debiluchos a quienes han capturado sin que hubiéramos sido capaces de meter las manos?- Consiente de que poco había que hacer en aquella situación y sonriente ante las necedades que hablaban sus compañeros ante seres demoniacos, lo mejor era esperar a confirmar su futuro, por lo que Artho permanece callado y atento.

Tras el toque de atención por parte de la marilith, Tremens se contuvo, prefiriendo quedar en un segundo plano, mirando la zona por donde pasaron. Algo que fue bueno ya que cuando se toparon el muro ilusorio, la mente del joven se quedó con los detalles, en caso de que en algún futuro tuviera que pasar por aquí, ya fuera para entrar... o más seguramente para salir, era bueno tener presente esta vía.

Más adelante, ante la escultura del señor demonio Demogorgón, el joven se sintió mareado e impresionado... ahora tendrían que tratar con... ¿ESO? Tan amedrantado quedó que apenas pudo escuchar el tono fanático de la marilith portavoz cuando hablaba de su señor.

Kaevhas seguía en su red aguantando el dolor que sentía por todo su cuerpo. Había logrado normalizar la sensación pero la postura que mantenía en el curioso trayecto hacia lo que parecía ser el hogar de los demonios. El mago hacía sus esfuerzos para no perder detalle de la conversación que Aire tenía con la mujer demonio. Parecía que su particular anfitriona los estaba llevando hacia un lugar tras los inmensos muros que se levantaban delante del grupo. La curiosidad despertó en Kaevhas al ver el tipo de magia de la que estaban formadas las murallas. 

Una vez dentro de lo que la mujer demonio les había presentado como Ferrug, les contaron un breve resumen de la situación de la fortaleza. Incluso pudieron ver una estatua del que parecía ser el señor del lugar. El mago hacía un esfuerzo por tratar de recordar. Antes de su retiro, había escuchado más de una historia sobre demonios e infiernos pues eran tema de conversación de las gentes atormentadas que vagaban por el Cárceri. La visión del tal Demogorgón lo dejó un tanto inquieto. Sobre todo al saber que iban a tener una entrevista con aquel ser. Aunque, en cierto modo, podía resultar un alivio el hecho de que quieran hablar. Eso siempre les da una oportunidad de intentar salir vivos de la situación en la que están envueltos.

Kaevhas recuerda caminar por las Brumas, pero no el hallazgo del portal de fuego, el ataque de los Nashrou ni la lluvia de fuego. Simplemente iba andando con los demás y, plaf, lo siguiente que recuerda es estar sumergido en un río, agarrado a la pierna de Tremens, y con graves quemaduras por todo el cuerpo. También recuerda que Tremens le dió a beber una poción, pero no sabe si era para curar sus heridas, o es el motivo de perder la memoria en ese lapso de tiempo, o era un veneno que le hizo todas esas llagas en la piel.

No es posible determinar si Tremens es el causante de la situación o el salvador.

No sé si es muy buena idea lo de arreglarse. Demogorgon prefiere las ropas arrugadas, los descosidos y la forma de vestir casual y caótica. Contra alguien bien pulcro se lanzará con ira homicida. Los paladines que viajan por los planos siempre son los primeros en morir dolorosamente.

Sigamos, por aquí.

Una rampa en caracol asciende por la pared de la torre subiendo distintos niveles, todos ellos con grandes puertas metálicas bloqueando el paso.

En realidad, solo escuchamos rumores de la llegada de viajeros a la zona. Nosotras salimos a cazar a unos cuantos Nashrou por deporte, os encontramos por un mero golpe de suerte. Sobre la posibilidad de perder la guerra... ¿No es mejor ser derrotado a las órdenes del sexy Demogorgon a vencer bajo el yugo de un Orcus o un Graz'zt? Que sí, que Graz'zt también es guapo, y todo lo que queráis... Pero yo pregunto: ¿acaso tiene los tentáculos de Demogorgon?

Pssst... silencio. Ya llegamos...

Cruzando un arco, con cortinas recogidas y atadas a los laterales, el grupo llega a un gran salón con alfombra roja. Aquí, los pebeteros de fuego cuelgan de unas cadenas del techo, de modo que solo puedan ser encendidas por demonios voladores.

¡Y CON TODOS VOSOTROS, EL GRAN...! ¿Severik? ¿Se puede saber qué estás haciendo sentado en el trono del amo?

Relájate, querida... Demogorgon salió de viaje. Pasará unos días en Ungorth Reddik arreglando unos asuntos.

A un lado y a otro del trono en el que se sienta Severik, un gran Bálor con látigo y espada similar al que los viajeros vieron en la caverna, hay un pequeño séquito. Parece formado en su mayoría por seres humanos, y algún orco, solo que parecen más delgados y pálidos de lo normal, y con las uñas más largas.

Detrás de la multitud hay dos arcos de medio punto, oscuros, que deben llevar a otras salas. Del techo también cuelgan cuerdas atadas a formas cúbicas tapadas con telas rojas. Desde este ángulo se ve la parte inferior de esas "cajas": una plataforma de metal.

Podéis soltarlos. No suponen ninguna amenaza.

Primero les dejan en el suelo, y después retiran la barra por entre los agujeros de la red, de modo que ésta caiga hacia los lados. Ya libres, dos de las Márilith recogen la red y se llevan la barra, quedando solo por seguridad (como si fuesen pocos), las otras cuatro Márilith y el poderoso Séverik.

Os explicaré el precio de vuestra libertad y de unas cuantas joyas y oro a modo de recompensa, enclenques humanos... Si lo conseguís, hasta podemos facilitaros el viaje al lugar que queráis.

Quiero, perdón, Demogorgon quiere que hagáis una misión de infiltración. Deberéis ir hasta el hogar de Orcus y romper el núcleo de su poder: la Rosa de Laón. La Rosa de Laón es un rosetón de catedral en cuyo interior están atrapadas las almas más puras y hermosas de la Creación. Si conseguís romper esa vidriera, las almas ascenderán y Orcus perderá parte del poder que atesora...

Dejando la espada sobre su regazo, su mano sobrevuela algunas cabezas de esclavos, como buscando. Luego su garra baja, para luego alzar a una mujer de aspecto enfermizo. No opone resistencia. La humana solo se deja llevar por el aire. Severik la toma con ambas manos y la dobla en ele hasta que se oye el crujido con el que se rompe su columna. Un instante después, Severik chupa por la cintura el torso superior de su alimento, como quién chupa una cabeza de gamba.

Ñam... ñam... Delicioso.

Ya sin jugo, el bálor arroja las dos mitades del cadáver sobre la multitud, que se aparta asustada para que caiga sobre el suelo. Los aventureros no pueden evitar que un escalofrío frío les recorra la espalda.

¿Mencioné ya las enormes riquezas, la libertad y que podréis abandonar el plano...? No, lo corrijo: os expulsaremos de aquí. Cuando cumpláis vuestra misión, no queremos que os relacionen con nosotros. Podéis viajar a dónde queráis, pero no podréis quedaros ni en la capa Primera ni en la capa Octogésimo Octava. Tendríais que marcharos al plano Material, o al plano Astral... Pero de permanecer en el plano del Abismo, si os pillamos en nuestro territorio tras la misión...-el pulgar del demonio hace un gesto cortando el cuello-¿Lo habéis entendido?

Cuando les liberaron de las redes, Leiath contuvo las ganas de atusarse un poco -las palabras de la Marilith sobre el aspecto que debían presentar ante esa caótica corte de demonios y demás seres malignos y repugnantes había calado en la jóven bruja-.

Una misión. Eso les separaba de la libertad, de escapar de ese plano detestable. Por ende la misión merecía la pena por sí misma: liberar almas puras. Aceptaría sin problema y es más, lo hubiese hecho gratis.

Entonces aquel engendro apestoso que les estaba hablando decidió que era un buen momento para un aperitivo, probablemente una muestra de su poder. Leiath apartó la mirada de tan terrible escena sabiendo que no podría hacer nada sin poner en peligro de muerte al resto de sus compañeros. Apretó las manos con fuerza y se mordió los labios cuando escuchó el crujido. Rezó en silencio por las almas que alli se encontraban y cuyo destino probablemente fuera el mismo que el de esa pobre mujer.

Sin querer dejar más tiempo a aquella criatura para cometer más actos viles en su presencia, habló- Aceptamos! Podemos salir ahora mismo!

Con más serenidad añadió- Necesitaremos un plano del lugar asi como la información que tengais sobre sus defensas, tanto mágicas como no. Cómo rompemos La Rosa de Laón una vez dentro? Y otra cosa, si teneis algún objeto que nos pueda servir para llevar esta misión con éxito podríamos usarlo -aunque de eso último no estaba muy segura.

Pero...

A punto estuvo de protestar el perfumista. Por mucho que quisiera parecer desarrapado, comparado con el resto del grupo, parecía un príncipe entre plebeyos. Había renegado de su mote "hombre perfumado"pero, aunque ya no perfumara su piel, no dejaba de lavarse con un trapo húmedo en cuanto tenía ocasión. Además, de años y años entre esencias, productos de alquimia y elaborando perfumes, destilaba un aroma dulzón de manera natural. Afortunadamente para él Demogorgón no estaba allí. Es su lugar otro demonio, con enormes cuernos, le usurpaba el trono. No tardó, este nuevo individuo, en demostrar su poder y malignidad al devorar a una pobre mujer. Sin embargo, Onfale era menos impresionable cuando se trataba del sufrimiento ajeno que del suyo propio, por lo que se limitó a bajar la mirada y esperar a que pasara el mal trago.

Al menos habrá muerto de manera rápida. No habrá sufrido.

No había estado muy desencaminado. Los querían vivos para una misión, que seguramente sería suicida, peligrosa, y arriesgada pero al menos cabía una esperanza. Leiath tomó la voz y aceptó sin rechistar. No les quedaba otra si querían salir de Ferrug con vida así que al menos deberían intentar conseguir algo a cambio. El demonio les prometía oro y una salida.

- No nos vendrían mal armas de hierro frío.- Se atrevió a levantar la voz. En ese momento pensaba en un estoque de ese material. Ya había probado su valía con un arma así cuando Perezoso había sido convertido en una poderosa arma. No creía que fuera mucho pedir para un lugar donde el material fundido rebosaba de las formaciones naturales.- y...- Tenía miedo de pedir demasiado y llamar la atención sobre su atractiva persona, pero tenía que intentarlo.- El viaje entre planos nos ha dejado a algunos de nosotros algo tocados.- Inclinó la cabeza y realizó una delicada reverencia en señal de respeto y sumisión.- Me preguntaba si serían capaces de hacer algo al respecto.

Que no sea comerme para acabar con mi sufrimiento, claro.

Una terrible jaqueca nubló la mente de Kaevhas al tratar de recordar lo sucedido antes de despertar balanceándose en aquella red. Recordaba haber llegado hasta las Brumas tras caminar por el desierto pero a partir de ahí todo se volvía confuso. Y el dolor que recorría todo su cuerpo tampoco ayudaba demasiado en su esfuerzo mental. Se miró a sí mismo para ver diversas quemaduras ligeras y una herida que parecía haber cicatrizado recientemente. Todas estas marcas eran testimonio de una historia muy larga que el mago desconocía. Tan solo recordaba fugazmente a Tremens sacándolo del agua... aunque no sabía muy bien cómo había acabado así... 

Pero Kaevhas no tenía mucho tiempo para preguntar qué había ocurrido. Temas mucho más importantes parecían desarrollarse delante de él mientras su embotado cerebro trataba de unir los hechos que recordaba con un fino hilo de coherencia. Pese a las penurias que parecen haber pasado y al oír las palabras de la Marilith que los trajo, el grupo tuvo un golpe de 'suerte' al haber sido traídos hasta la sala de Demogorgón. Aunque un subalterno suyo ocupaba su lugar ahora mismo. El terrible demonio les estaba ofreciendo un trato que bajo ninguna circunstancia rechazarían... pues la única alternativa era la muerte. El demonio llamado Severik dejó muy claro su posición al respecto tras devorar a una pobre mujer delante de todos. No sabía muy bien si lo hacía por puro capricho o por intentar ponerlos a prueba, pero Kaevhas no se dejó intimidar. Tragó saliva al escuchar el crujido que hizo la columna de la mujer al partirse en dos, pero su mirada y su expresión se mantenían firmes y decididas. Severik les estaba dando la oportunidad de ganarse la libertad y alcanzar el objetivo por el que tanto habían sufrido en toda su travesía. De modo que Kaevhas no iba a mostrarse débil bajo ninguna circunstancia.

Leiath fue la primera que respondió para aceptar la misión que se les encomendaba a la vez que presentaba diversas peticiones que servirían de ayuda en su cometido. Onfale también aportó su grano de arena demostrando su carácter observador. Kaevhas asintió ante cada una de las peticiones mostrando apoyar cada una de ellas, sobre todo la última que hizo el perfumista. Pues, a pesar de esforzarse por mantener la compostura, una ligera capa de sudor cubría su rostro al lidiar con el dolor que recorría su cuerpo.

Flame observó a la criatura que estaba usurpando el trono de aquel que parecía ser el líder o el dios de aquellos seres. Realmente le sorpendió su ferocidad y vileza, pues si ése tan solo era un súbdito, no quería saber como era el verdadero. Escuchó atentamente lo que tenía que decirles, e incluso les propuso una misión. Flame ya sabía que algo querrían de ellos, así que no le extrañó en absoluto. Lo que verdaderamente le preocupó es quién de todos sería el siguiente en morir. Estaba claro que ella no, pero unos cuantos empezaban a parecer patos mareados en aquel plano, y serían más una carga, que una ayuda para el grupo.

Sin querer miró a Onfale. Luego trató de evitar su mirada y para cuando lo hizo se encontró con que aquel ser estaba devorando a una mujer que se parecía extrañamante a Flame.

La mujer de la escama había visto muchísimos horrores hasta la fecha. Desde criaturas del abismo extrañas, tiburones voladores, hongos succionadores de sangre, viejas locas que lanzaban maldiciones, muertos que andaba, esqueletos de serpientes que bailaban al son de una macabra música. Miles de cosas, y a todo se había sobre puesto. Se podría decir de ella que era toda una hombretona.

Pero la imagen de esa chiquilla... ¡joder! eso sí que no. Flame no pudo ver aquello. Se parecía tanto a ella. ¿Y si ella era la siguiete? No, no, no, no, no... Y sin más, Flame se dio media vuelta y trató de salir corriendo de allí todo lo que pudo...

 Tremens se sentía sobrecogido, sentía como si unas garras gélidas se le incrustaban entre sus vísceras y se clavaban en ellas, pugnando por destriparle. Los coros infernales, los dos colosales guardianes con sus aceros y látigos listos para el martirio, aquella mujer que se había ofrecido servil para que se alimentaran de ella sin grito o sollozo alguno... ¡era el fin! Una cosa era lidiar contra comerciantes, soldados, políticos corruptos u otras bandas, pero los demonios... ¡¿quién en su sano juicio pactaría con ellos?! ¿Acaso alguien es tan insensato de intentar pactar con ellos con la intención de que no le engañen hasta el insulto o maten directamente después?

No, este era el fin, el fin de todas sus penurias, sus esfuerzos de salir del puto mundo que le viera nacer, de los abusos de su borracho padre antes de que le asesinara, de la puta de su madre quien lo había vendido cuando era joven... esa puta injusticia.... ¿Injusticia? No, eso no existía... si no había justicia como podía existir justicia, la una sin la otra no tenía significado... ¿Eso era lo que esperaba al fin? ¿Una muerte rápida con suerte, o un calvario? ¿Tras tantos años sobreviviendo, sufriendo, matando,... para terminar aquí, ¿así?

El joven se derrumbó, de culo al suelo, con una pierna flexionada a la que se abrazó ocultando su ceniciento rostro, sintiendo como algo se moría dentro de sí, la leve ilusión de esperanza que empezaba a desintegrarse...

Su mirada recorre lo poco de la sala que es capaz de ver mientras se encuentra atado, y vuelve a hacerlo una vez que las serpientes sueltan sus amarres, el salón al que han sido conducidos es mucho menos terrible de lo que se había imaginado y con la tranquilidad o quizá el pasmo que da el saberse, en el  mejor de los casos, muerto, se limita a escuchar el ofrecimiento del demonio.  -Liberar a un grupo de almas, ¡Claro!, solo hay que entrar en el cubil de un señor de los demonios y destruir una de sus más preciadas posesiones. ¿Pero este cabron tiene cerebro?, un pobre grupo de inútiles que ha sido capturado por apenas 4 serpientes deben enfrentarse a Orcus, ¿Cuál será el verdadero objetivo de esta incursión?-

Su rostro se alarga al tiempo que recapacita. –Mejor no saberlo.- Un instante después una mujer, como tantas que conoció al servir al Amo, es usada como una especie de sorbete para refrescar el paladar de Severik. Por un segundo sus dientes se presionan unos contra otros, la vida de tantas mujeres había sido arrebatada ante su mirada o por su mano y pese a todo, por alguna razón, aquella muerte le dolía igual. –Madre.- La mujer había muerto de forma rápida y sin sufrir tanto dolor como él sabia era posible causar, sus pulgares comienzan a tallar el índice de sus sudorosas manos y su mirada se desvía hacia estoque y hacha, sin embargo es capaz de controlar el ánimo y permanece callado a la espera de lo que se decidiera. 

Aire quería seguir conversando con sus amigas. ¡Podían hacerlo mientras tomaban un te y unas pastitas! Así ellas podrían hablarla de esa estatua gigante, y ella podría contarles todo sobre Aristóteles, aunque este último no tenía muchas ganas por estar cerca de esas criaturas cuando estaban comiendo.

Y así, llegaron a ese gran salón principial. A Aire poco le importaba quién estaba en el trono, porque sabía que ya no podía hablar, el oso le había dicho que se estuviera callada. Así que sólo abrazaba a Aristóteles mientras miraba al bálor con fascinación. No, no se iba a acercar, porque podría morir, pero le gustaría dar de comer a aquella preciosa criatura.

Sus ojos se desviaron hacia la mujer que se elevaba por el aire y reprimió una arcada cuando Severik partió a la mujer como si fuera una ramita. Aire no podía dejar de mirar cómo Severik se almientaba. ¡Qué horror! Aristóteles le decía que apartara la mirada, que era demasiado desagradable... Pero no podía. Quería irse de allí inmediatamente.

Aquel grupo de valientes, y cegatos, aventureros permanecieron impertérritos ante el dolor y el sufrimiento de esa mujer. ¿Todos? No. Un pequeño grupo de cobardes, llamados Flame y Tremens, aprovecharon para huir.

¡Tú! ¡Síguelos y mátalos! No necesitamos lastre en esta operación-dijo la Márilith habladora a una de sus congéneres.

La otra Márilith asintió y salió tras la pareja armada con seis espadas y algo de ira homicida...

Bien... tras esta breve interrupción, continuemos. Por supuesto, podéis descansar un par de días para recuperar fuerzas, como invitados especiales en la fortaleza.

No deberíais necesitar armas de hierro frío. Orcus no confía en otros demonios, y por eso se rodea de un séquito de muertos vivientes. Y en lugar de mapa, os proporcionaremos un guía Mane que os lleve hasta territorio enemigo. Veamos, ¿quién puede hacer de guía?

Severik mira desde su mayor altura hacia abajo, hacia los hombres y mujeres del séquito. La multitud se agolpa y alza la mano con interés: irse con los aventureros significaba no acabar en el estómago del Bálor. Alice, Fosco, Leiath y Onfale distinguen una voz conocida en el séquito...

¡YOYOYOYOYO! ¡AQUÍ! ¡ELÍJAME A MÍ, SU PODEROSIA SEÑIORÍA! ¡YO PUEO LLEVARLOS PA'L ROSETÓ! ¡SOY EL MÁS ESPABILAO Y EL MÁS MEJOR DE TOOS LOS MANES!

¡Tú!-dice, señalando al cateto de piel blanca que más alzó la voz.

¡Toma ya! ¡Ahí sus quedáis, panolis! Uno se da el piro-dijo al resto de Manes, saliendo del tumulto y uniéndose al grupo de viajeros planarios-¡Hola, camaradas! ¿Quién me choca la mano? ¿Nadie? ¿No?

En cuanto a lo de romper la Rosa de Laón, ¿nunca habéis roto una ventana de niños echando la culpa injustamente a vuestro hermano? Pues aquí lo mismo. Necesitaréis una piedra o una pelota. ¿Fácil, verdad?

Durante varios cientos de pies, descendiendo la rampa en caracol, Flame y Tremens fueron perseguidos por una terrible Márilith. Aunque aparentemente ese tipo de demonios es más rápido que el humano convencional, la Márilith mantenía las distancias, sin dar nunca caza a los humanos.

Pssst... Flame, Tremens... Que soy yo, Becky-la voz del monstruo efectivamente correspondía a Becky-parad de una vez.

Ni caso le hicieron. El miedo podía más que la razón. Solo el tiempo, según descendían más y más niveles, rebajaba el pánico. Al final Tremens y Flame se pararon junto a la estatua de Demogorgon que presidía la planta baja. El miedo había desaparecido, pero eso no significa que no pudiesen seguir corriendo.

Jadeando, Tremens miró a la rubia.

-Creía que esa... coraza... te hacía más... lenta, ya veo... que era... cuento. Para ir en el... caballo...- Dice resollando.

La verdad es que tenía la esperanza de que se entretuviera con la rubia así él podría aprovechar el despiste para esconderse. El caso es que a medida que bajaba corriendo, y el cuerpo se ponía en marcha, poco a poco los viejos hábitos se fueron adueñando del malandrín, tantos años luchando y huyendo para seguir viviendo, habían dejado una fuerte impronta en el cuerpo del joven, resultando mucho más sensato que su quebradiza mente.

Pero allí estaba de nuevo la marilith descendiendo por la rampa tras ellos... pero en esta ocasión, antes de tener tiempo de alejarse, escuchó el murmullo quedo de una voz familiar. ¿¡Becky!?

Receloso paseó su mirada por los alrededores asegurándose de que no fuera una treta, una especie de trampa para recochinearse más tarde sobre los pardillos... pero no parecía que hubiera más seres por las proximidades, en cualquier caso preguntó.

-¿Cómo puedo saber que eres tú? A ver... ¿cómo se llamaba el calvo feo que la diñó junto al lago de magma?

No!No! -gritó la bruja asustada al ver que mandaban a una soldado a matar a sus dos compañeros huidos-. No quieren escapar, solo estan asustados por su muestra de gran fuerza y poder!- cambiando el tono para no mostrar tanta ansiedad prosiguió con su súplica al encargado demoníaco- porfavor, se lo ruego, son dos de nuestros mejores guerreros, los necesitamos para completar la misión.

Entonces fue cuando aquella voz, desgraciadamente conocida, llegó a sus oidos. No puede ser -pensó mientras se giraba para ver con sus propios ojos al infecto ente. Pero si le habían dado muerte! Entonces aquel demonio era el jefe del que tanto había hablado? Tendrían que aguantar los soeces comentarios del escorbuto andante todo el camino?

Leiath suspiró con resignación.