Partida Rol por web

Con alivio pero algo de frustración al ver que otra de sus 'magnificas ocurrencias' caia en saco roto, vió como la inmensa criatura dejaba de perseguirles. Retiró el conjuro que había puesto sobre la baliza que ella misma haía tenido que sacar, para que todos pudieran comunicarse sin problemas.

Flame, estás bien? Tranquila, ya te sacamos de ahí - dijo mientras ayudaba a la guerrera a subirse a la barcaza- Estamos heridos, nos vendría muy bien tu aura curativa.

Tened cuidado que aún quedan esos diablillos por ahí!

Tremens estaba medio agazapado en un flanco de la embarcación, oteando el cielo en busca de la tercera de las criaturas que les había estado acosando con rayos de varita. En el pasado había visto a varios guardias de Carceri hacer uso de esas varitas y tenía una idea "aproximada" de como usarla... en su diestra, la varita se balanceaba como si el joven estuviera dando inercia a un peso en una honda, listo para descargar un rayo a la siguiente amenaza.

Ay que casi trago agua... ay! ay! decía el mediano una vez que piso tierra. Escuchó a Leiath, que le pareció más mujer... LO que hace la luna de sangre. dijo pensando en como Leiath se convertiría en Flame y como ambas estarían en su cama... Hmm... el mediano sacó su arco y disparó una flecha el demonio feo que volaba por allí. Arquero elfo!!! susurraba el mediano. Pero en su cabeza nació una travesura...

Onfale respiró aliviado al ver que Flame subía por la cuerda que le había tendido pero algo en su mirada le decía que era la misma. Vio cómo el dinosaurio era devorado pro la lava y en su último suspiro parecía gritar con rabia. Sin embargo nada oyeron. Leiath había conjurado un silencio mágico que posiblemente les había vuelto a salvar la vida. Aún había una amenaza en el aire así que cogió su ballesta, apuntó al diablillo y disparó un virote.

La maga pelirroja se parapeto contra una de los laterales de la barca, no le gustaba el agua y mucho menos estar en una barca con un zombi y con una mujer de múltiples brazos que hablaba como la loca de Beky. Iba a lanzar otro fabuloso y estupendo  rayo de fuego cuando se dio cuenta que no podía hablar. ¡Mierda! Saco la ballesta y disparo al diablo.

Con el peligro inminente alejándose de ellos el grupo navega mucho más tranquilo hacia cualesquiera que fuese su destino funesto, el diablillo aún revoloteaba invisible por allí pero sus compañeros ya se encargaban del tema. Mucho más tranquilo guarda el arco en la aljaba y se limita a tomar su hacha por si el diablillo se le ocurre acercarse a él.  A la espera de que el conjuro de Leiath pase, su mirada observa los alrededores en busca de lo que les espera.

Leiath volvió a guardar su canica, ahora carente de la magia del silencio, y todo volvió a la normalidad. A Fosco a duras penas le da tiempo de sacar el arco de su espalda. Alice y Onfale solo llegaron a cargar la ballesta. Ya no importaba... En la orilla el dinosaurio caía porque el hierro fundido corroía sus rodillas. Y cuando el magma llegó al agua, se formó una cortina de vapor que ocultó el agónico final de la criatura. Del diablillo invisible nada más se supo, pero está claro que sigue ahí, en alguna parte.

Mientras, el río arrastraba con fuerza a la barcaza. Dejaron atrás a los crisoles que, como montañas, ocultaban el horizonte. Y de nuevo vieron al galeón en construcción y la lucha que se libraba alrededor y en su cubierta. La silueta del pequeño bote de aventureros llamó la atención de un grupo de diablos o demonios, ¿quién los distingue? Y nuevos enemigos volaban hacia ellos, algunos tan grandes como Severik o Márilith.

Escuicharme todos. El yate se propoimpulsa con pensamientos negativos*. Ya podéis empesar a esprimir la naranja pa sacar cosas tristunas y pesimistas. Poejemplo: a mí me gustaría chupar mi nabo, pero por más que me agacho, no llego, ay de mí. O también: vamos a murirnos todos, jamás conseguiremos escapar.

Entonces llegan corriendo por la orilla el perro Rufus, persiguido y hostigado por su eterno rival: el gato de Vaek. Están recortando distancias con el barco, como también lo hacen en la perpendicular del río el grupo de monstruos voladores.

¡Warf!

Parece que el perro, al ver a su mascota Fosco, se dispone a saltar la distancia que separa la orilla de la barcaza.

RUFUS!!!VUELVE CON TU DUEÑO!!!

Rufus!- gritó la bruja con los ojos iluminados por la ilusión que le hacía ver al can sano y salvo - Salta precioso, pero no bebas agua!- le aconsejó como si este pudiese entenderla.

Ignoró las palabras del escupitajo andante. Ya tenía suficiente con aguantar su apestosa presencia como para encima tener que escucharle.

- Que alguien acerque un remo hacia Rufus o algo!

Ella tenía trabajo que hacer. Sacó su varita de curaciones y se preparó para usarla en sus compañeros heridos. Por dónde empezar...?

Puñetero perro sarnoso, gracias a ti moriremos todos, la última vez que tratamos de salvarte casi acabamos todos muertos y ahora acabaremos igual. Anqué si sigues con nosotros puede que acabes como el retos mis monturas…. Muertas. En esos momentos Alice estaba demasiado preocupada en su propia supervivencia y la del resto del grupo, como para preocuparse de la supervivencia de un perro tonto.

¿Con pensamientos?

Onfale cargó de nuevo la ballesta y la puso a su espalda. En el orilla Rufus, en su inconsciencia, se alegraba de ver a Fosco. El mago tenía la oportunidad de abandonar allí a ese sucio perro, de librarse de los innumerables atolladeros en los que les había metido. Pero luego tendría que aguantar a Fosco todo el día recriminándole su actuación. Sin embargo, un pensamiento no podía leerse, al menos no por alguien como Fosco. Así que tenía la oportunidad de ocultar su decisión si se le antojaba.

- Vamos bonito, ¡salta!

Onfale trató de recordar lo mal que habían tenido que pasarlo por culpa del pulgoso cánido. La cantidad innumerable de líos en los que les había metido. Pero por mucho que lo intentaba, su espesada mente no le daba para más. Trató entonces de pensar en su castración, pero no tenía muchos recuerdos sobre ello. Su mente infantil lo había bloqueado todo. Es curioso cómo funcionan los recuerdos y la mente. La pérdida de su miembro le recordó las salchichas asadas a fuego, con su grasa cayendo sobre las brasas e inundando de su agradable olor sus fosas nasales. De ahí recordó el exquisito sabor del perro a la brasa y se vio comiendo un muslo de tan adorable animal, sentado entre confortables cojines de plumas, con su Creador al lado, orgulloso de mostrar a sus invitados a su obra de arte. Se imaginó después asado a Rufus en un espetón, girando bajo la hoguera. Sólo pensarlo le hacía salivar, pero para realizarlo el perro debía llegar a la barca.

¡Mierda! ¡Eso es positivo!

Algún final terrible, doloroso, y sangriento debía esperar a Flame y Fosco ya que pese a todo habían logrado salvar la vida, era claro que aquel lugar no dejaba ir a sus presas tan fácilmente, no sin antes torturarlas hasta los límites, bien lo sabía él. El empapado rostro de Flame le recordó las labores de convencimiento a las que sometía a las nuevas, pequeñas no dispuestas a satisfacer a los amigos del Amo.

-Mala idea para alguien que quiere hacerse de un trabajo seguro y en su mayoría sin demasiado riesgo, muchas morían, pero la mayoría por su propia mano, no por los placeres normales a los que estaban acostumbrados en la fortaleza. Con algunas era necesario cambiar las tácticas de convencimiento, muchas de ellas estaban acostumbradas a que su rostro se sumergiera en agua durante largos periodos de tiempo, a no pocas les gustaba, incluso recuerdo alguna que gritaba de placer cuando el amigo del Amo termino su labor adentro, los gritos casi hacen que me lanzara sobre el amigo, pero no era necesario, el Amo recibió buena paga aquella vez.-

Por un instante sacude la cabeza, aquellos pensamientos le traían recuerdos confusos. -Después de todo era mi trabajo, en muchas ocasiones quise matarlas pero el amo no lo permitía, decía que era mejor convencerlas de trabajar, ganarse la vida, yo debía hacerlo por eso me compro, alimento y entreno, yo las conocía, las protegía, era mi deber… -Nuevamente sacude la cabeza y aprieta los puños. -No, mi trabajo, mi trabajo, porque eran mi responsabilidad igual que ella, ella, ella…-

"¿Qué el barco se movía con pensamientos negativos?" Pensó sin poder evitar ver la ironía de todo aquello en medio del dilema en el que se encontraban. Sin duda aquel combustible era algo de lo que podrían disponer en abundancia pues el viaje que estaban realizando parecía querer ayudarles en tener sombrías expectativas en su futuro.

A Kaevhas no le hizo falta más que comenzar a recordar el día en el que Becky avivó la llama de su esperanza para, día a día, pisotearla y torturarla con cada inconveniente que se encontraban en el camino. Luchaban, sí, pero el precio a pagar por la libertad deseada cada vez resultaba más y más alto. Sin duda no se podría decir que fuesen afortunados. El mago guerrero se había sido tenaz y pertinaz, sin flaquear ni un momento. No podría contar las veces que estuvo cerca de la muerte, más que nada porque parecía haber olvidado buena parte del viaje hasta la estancia de los demonios. Y viendo las heridas y quemaduras con las que encontró al despertar, algo le decía que estuvo más cerca que nunca de cruzar el velo.

Así que se trataba de destilar pensamientos negativos, ¿no? Pues pensamientos negativos tendrían. Kaevhas se sentó cruzando las piernas y cerrando los ojos para entrar en un estado de meditación. Muchas veces había hecho lo mismo para aprender a canalizar su poder, pero esta vez se trataba de purgar su mente. Con una concentración fruto del entrenamiento, el mago de guerra comenzó liberarse de todas las malas experiencias y de todos los arrepentimientos que tenía encerrados en su mente. Parecía sencillo... Tan solo debía recordar y tomar la posición de espectador con un punto de vista crítico claramente parcial. De modo que eso hizo. Kaevhas tomó un conjunto de escritura imaginario y apuntó todas las conclusiones a aquella vorágine de desgracias que pasaba frente a sus ojos y enseguida tuvo material suficiente para alimentar la curiosa caldera del barco que los llevaría a cumplir su misión.

Sola... Flame siempre se había sentido sola, a pesar de que nunca jamás se lo había dicho a nadie, así es como se sentía. No había encontrado el amor, no había encontrado la amistad, y no tenía a nadie en quién confiar. Había conocido a unos cuantos hombres desde que había salido en busca de aventuras, pero ninguno era suficientemente apto.

Además, no solo era eso. Estaban esas dichosas brumas, ella se sentía sumamente culpable por todo lo que estaba sucediendo, y jamás dejaría de luchar contra ellas. Había visto muchos peligros, y todos ellos tenían como origen esa oscuridad.

Sola, culpable... No eran sentimientos alentadores. Y encima ahora se sentía traicionada y débil. No comprendía que hacía en aquella barca, y mucho menos comprendía por qué, aquel zombie contra el que habían luchado, y que casi les cuesta la vida, estaba allí. ¿Acaso estaba ayudando a unos seguidores del mal? O al menos a unos estúpidos dispuestos a aliarse con el más malvado lacayo con tal de escapar. Fuera como fuera Flame se sentía, sola, culpable, traicionada y débil.

Enfundó a Ayash sin comprender qué es lo que estaba pasando. Sentía como si se hubiese perdido alguna pieza de aquel rompecabezas. Todos sabían lo que estaba pasando, todos sabían qué estaba sucediendo, pero ella no sabía qué pintaba allí, o si todo seguía como antes...

Madre mía, a qué velocidad iba aquel barco. ¿Pero qué otra cosa saben hacer los chuchos a parte de saltar? Rufus salvó la distancia que le separaba de su amo y aterrizó sobre Fosco limpiándole la cara a lametazos, como queriendo decir: lávate, guarro.

En la orilla, el gato de Vaek alza la garra al cielo de modo amenazante. Se volverán a ver las caras, y la próxima vez el perro morirá...

¡¡¡GRRRROOOOOOOOOAAAAARRRR!!!

Ese rugido no es de un felino. Un pérfido ajeno se lanza en vuelo sobre el gato, y con la boca abierta se lo come de un bocado. No, no habrá próxima vez. Rufus ha ganado su particular duelo. Otros demonios persiguen la barca agitando sus alas, pero no pueden competir en velocidad. Los dejan atrás. Pero hay un monstruo que no les persigue agitando las alas. Agarrado al techo de la embarcación, el diablillo se vuelve visible al disparar el rayo helado de la varita.

¡Ja! ¡Demasiao desviao, bicho! ¡Ve a un doctó y haste de mirá esa puntería!

El rayo no iba dirigido a ninguno de los pasajeros del barco, sino al agua. En la proa de la barcaza se forma una fría capa de hielo. La embarcación entra en contacto y se monta sobre el hielo de la velocidad que lleva. Despega unas pulgadas en el aire antes de volver a aterrizar sobre el agua. Todo el mundo cae al suelo y la nave empieza a rotar sin control mientras el timón da vueltas sin parar.

Entonces los pasajeros llegan a ver al frente... al lateral... ahora atrás... en el lateral opuesto... de nuevo al frente... Intermitentemente, mientras dan vueltas, observan hacia dónde les lleva la corriente del río...

El diablillo, satisfecho con la situación, deja el toldo de la barcaza y alza el vuelo para marcharse. No acompañará a sus víctimas en esa muerte segura.

Fosco se encontraba de pie al llegar Rufus este se tira encima y comienza a lamer la cara al mediano, se escuchaban las risotadas del peculiar feriante. El barco dio un salto y agarrado que estaba al perro no pudo reaccionar dando vueltas por todo el barco.

En una conjunción armónica de los acontecimientos, el perro logró saltar a bordo para reunirse con su amo y la barcaza avanzaba a una velocidad considerable dejando atrás a las criaturas que se molestaron en intentar perseguirlos. Kaevhas no podía dejar de ver la ironía en todo este asunto pero poco tiempo tuvo para recrearse en sus observaciones...

El último de los diablillos se la jugó al grupo una vez más provocando que la embarcación girara sin control hacia un nuevo y funesto destino. El mago ermitaño hizo todo lo posible por mantenerse en pie, luchando cada segundo por no perder la verticalidad y tratar de evitar un trágico desenlace. Pero, justo cuando creía haber ganado el control de su equilibrio, el barco realizó un fuerte quiebro que terminó por desbaratar todos los planes de Kaevhas para mantenerse en pie. Así que, sin poder evitarlo, el mago se unió al brusco baile que el barco realizaba sobre las aguas.

No podía creerse que aquel torpe perro lo hubiera conseguido. Como era habitual, no había tiempo para lamentarse. El diablillo que faltaba se hizo visible al activar la carga de su varita de hielo. El perfumista se encogió automáticamente tratando de esquivar el rayo, pero éste había salido en otra dirección.

- No ha fallado...- Recriminó a Olisk.- ¡Agarraos!

Cuando el barco comenzó a girar frenéticamente Onfale hizo gala de una enorme agilidad y templanza. No en vano se pasaba sus ratos libres ejercitando tanto el cuerpo como el alma. No era raro ya para sus compañeros verlo practicar lo que el denominaba como una tradicional disciplina física y mental. Consistía en adoptar una secuencia de posturas (asanas) que ejercitaban el equilibrio y la musculatura y que, además, permitían facilitar un estado de meditación ideal para la práctica de la magia. Con el enorme choque Onfale cayó al suelo cual gato, apoyando las manos para evitar golpearse la cara y ganar estabilidad.  Adoptó la posición de Urdhva Mukha Svanasana o Perro Mirando Hacia Arriba. De esta manera aumentaba la superficie de contacto de su cuerpo con el barco, evitando salir disparado por la fuerza centrífuga. Estiró los brazos para elevar la cabeza y vio el timón girando como loco.

- Hay que estabilizarlo.- Caminó a cuatro patas, al igual que haría Rufus, agazapado para estabilizar su centro de gravedad y se acercó al timón. Meter las manos ahí era un peligro que podía costarle una muñeca rota. Todavía tenía la cuerda de Tremens así que se la enrolló en las manos lo más rápido que pudo y agarró el timón con toda la fuerza de la que era capaz.

Flame se dirigió corriendo hacia el timón, pero no contaba con que el estúpido de Fosco y su adorable mascota estaban allí en medio. Y la mujer de pechos y caderas prominentes se cayó sobre los extraños amantes con toda su pesada armadura. Mientras trataba de quitarse de encima (o mejor dicho de debajo) al sobón de Fosco, Flame miraba a Onfale, confiando en que el debilucho eunuco fuera capaz de enderezar el solo el timón.

Al menos parecía ser capaz de moverse por la barca con más soltura que ella. Otra cosa sería que lograse desviar la trayectoria de la barcaza. ¡Que alguien le ayude! Gritó Flame desesperada tratando de ponerse nuevamente en pie.