Partida Rol por web

Su mal presentimiento estaba justificado como pudieron comprobar. En cuanto Flame tuvo al alcance el objeto que venían a buscar, una masa informe de nieve se apresuró a atacarla. El ataque de la nieve permitía al mago conocer un poco más sobre la extraña criatura mágica. La información era poder, eso lo sabía bien. Sólo esperaba que Leiath llegara a tiempo para ayudar a la lagartona. 

- ¡Señuelos!-Los muñecos de nieve no eran más que señuelos para distraerlos mientras que los verdaderos golems ya se encontraban fusionados con el manto espeso de nieve esparcido por el suelo. ¿Pero era así de verdad? - Que alguien lo compruebe.- Por su parte Onfale dio un paso atrás para dejar paso a los rezagados y sacó un pergamino que leyó rápidamente.- Kshammm Ajna Sama- Cuando el papel se volatilizó en el aire dejó un olor a jazmín en el ambiente.  En ese momento, clones del perfumista aparecieron por arte de magia. Sólo eran dos golems, si entraban todos en la nieve alguno llegaría a coger el maldito amuleto para poder salir de allí.

La maga alargo la mano entre los cuerpos de Leiath y Aire, para tocar la cabeza del mediano mientras pronunciaba las palabras mágicas y arrojaba al aire unos pelos de gato. Ahora, corre rápido como gato escapado de perros. Finalmente la maga estornudo por los pelos de gato que había en el aire.

La risa de Aire resonó en la sala, mientras su mano invisible sacaba unos polvos de azufre y los lanzaba al aire. Con ágiles movimientos de manos, esos polvos no se desviaron de su camino, rodando por su piel hasta llegar de nuevo a sus palmas.

Ignis susurró hacia su mano. Un rayo de fuego se dirigió contra la bola de nieve en la que estaba Flame

Flame comenzó a moverse con gran solutra entre la nieve que la estaba apresando. Logró zafarse de ella sin mucha dificultad,  entonces decidió que no hacía falta esperar a sus compañeros, ni tampoco a Fosco, seguramente algo sucedería en cuanto ella tocase el medallón, pero dejar que todos entraran en la sala quizá fuera una auténtica carnicería.

Flame estiró la mano tomó el medallón y salió de allí corriendo lo más rápido que pudo, siempre tratando de usar las paredes en lugar del suelo lleno de nieve.

Bién! Flame había conseguido zafarse de aquella enorme mole de nieve. Leiath respiró aliviada pues no sabía cómo hubiese llegado a ella si se quedaba en las paredes.

Se ponía de puntillas por la impaciencia y para ver mejor lo que hacía la guerrera, pero no se movió del sitio para que todos siguieran gozando de los beneficios de la magia de Hala.

Tybalt se apresuró a subir por la rampa al percatarse de que la acción ya estaba comenzando. A mitad de camino, pudo ver cómo un alud de nieve se cernía sobre Flame y cómo ésta luchaba ferozmente contra la marea imparable que trataba de aprisionarla. Pero la mujer no solo se limitó a eso, si no que fue quien de atrapar el medallón que tantas ansias tenían por obtener. 

Onfale, a su vez, conjeturaba sobre las figuras de nieve que se levantaban frente a ellos. -Yo me acercaré. Así también puede que le dé tiempo a Flame para que vuelva.- El tiflin desenvainó sus espadas y se dispuso a caminar sobre la nieve que cubría el suelo para certificar las sospechas del perfumista. 

Onfale se llevó las manos a la cabeza. ¡Pues claro! No se trataba de un constructo. Esa criatura se llama cieno copo de nieve, y como su propio nombre indica, es un cieno. Por eso detectó a Uweya cuando estaba invisible: los cienos no tienen ojos con los que guiarse.

A parte de la obvia invulnerabilidad al frío, y la debilidad al fuego, dos características son claves para luchar contra estos seres: son eminentemente insustanciales, lo que significa que uno de cada cinco proyectiles o punzadas con armas perforantes atravesarán la nieve sin dañar al cieno; y nunca, jamás, se les debe atacar con armas contundentes, que lo único que logran es dividir la masa de nieve en dos, y luego en otros dos, y así en cada golpe, hasta que te encuentras rodeado de un ejército de pequeños cienos copo de nieve que se alimentan de ti para recuperar su tamaño original. La única ventaja que tienen sobre los cienos es que son terriblemente lentos, con lo que se les puede dejar atrás si se está fuera de la nieve.

Visto que no se les puede engañar por el sentido de la vista, Onfale guarda su pergamino de imágen múltiple sin leerlo. De igual modo, ser invisibles no es ninguna defensa.

Flame logra el medallón y escapa corriendo en horizontal por la pared, mientras es perseguida por el cieno, desparramándose contra los muros y el suelo como un alud.

Tybalt salta a la nieve ya cuando ve a Flame corriendo hacia ellos para ponerse a salvo. Justo entonces comprende que ha cometido un error, cuando la nieve a su lado se eleva para formar un segundo cieno copo de nieve que proyecta su sombra sobre el Tiflin.

Aire lanza un proyectil de fuego que no es suficiente para frenar a la bola de nieve gigante. Justo en ese momento, en la carrera de Flame, la mujer se ubica en la pared por encima de la cabeza de Fosco, cuyos ojos se abren como platos cuando se cierne sobre él el cieno en toda su magnitud.

¡RETIRAAAAADAAAA!

Uweya y Becky empiezan a descender la rampa de nuevo a la planta del zoo. La Githzerai trata de hablar algo hacia Onfale, pero ni siquiera sabe si todavía está a su lado.

Onfale, no puedo enfocar a tus amigos con el poder del medallón si son invisibles. Si se quieren venir al plano del limbo, tendrás que interrumpir tu magia.

Sin saber muy bien qué hacer, a parte de salir corriendo, Leiath le plantó un bofetón al que tenía más cerca.

- Lo, lo siento... es para que desaparezca el conjuro de invisibilidad, no te lo tomes a mal...

Después de, riburizada, disculparse con su improvisada víctima, se fué siguiendo los pasos de la githzerai.

- Corred, rápido, venid con Uweya y salgamos de aqui!

Flame agarró bien el colgante y se lo colocó entre sus prominentes pechos. No se lo colgó, no fuera a ser que tuviera alguna propiedad mágica que desconociera, si no que se lo colocó en lo que viene a ser el entreteto. Y entonces salió corriendo en dirección a la rampa para salir de allí. Nada ni nadie le importaba ya, ya había dado la vida por ellos una vez, y aunque estos se la había devuelto no iba a preocuparse por nadie que decidiera hacer el loco, o que no siguiera con el plan establecido.

En cuanto Tybalt puso un pie sobre la nieve y notó cómo una sombra se cernía sobre él, sintió un leve arrepentimiento casi fugaz al darse cuenta del peligro en el que se había metido. Pero se había propuesto ganar tiempo para que Flame regresase con el colgante de la Githzerai y granjearles así su libertad. 

De modo que, sin pensárselo dos veces, el tiflin alzó sus espadas para enfrentarse a la helada masa informe con una determinación férrea. Pero un destello rojo lo interrumpió e hizo que se detuviese justo antes de asestar el primer golpe. Instintivamente miró por el rabillo del ojo en busca de una nueva amenaza pero su sorpresa fue mayor al ver que era la guerrera la que pasaba a toda velocidad descendiendo ya por la rampa. -Eh...- Dijo un tanto estupefacto al percatarse que su maniobra acababa de perder todo el sentido en a penas una fracción de segundo. El grito de retirada le devolvió la urgencia al cuerpo y enseguida reaccionó para volver a pisar suelo libre de nieve y bajar por aquella rampa lejos de seres amorfos hechos de nieve.

La punta de los pelos de Fosco se retorcían ante el conjuro de Alice YYYYyyyyy ... decía Fosco con todos los pelos rizados, como una permanente de los años 80. Feliz vio como Flame se metía el colgante en sus pechos. uy! dijo aún más feliz, pero parecía que todos huían. AH! dijo corriendo por la rampa.

Onfale respiró aliviado cuando vio a Flame salir de la masa informe de nieve que era el cieno copo de nieve. Al ver que llevaba consigo el codiciado amuleto abrió los ojos tanto que casi se le salieron de sus órbitas, interrumpiendo la lectura de su pergamino.

¡Lo ha conseguido!

Uweya advertía a los invisibles que no podría teletransportarlos así y daba a la vez la voz de retirada. Flame pasó como una exhalación justo cuando otra masa de fría nieve se levantaba junto a Aire y Tybalt.

- Rammmmm Manipura śvēta.- De la mano de Onfale dos proyectiles mágicos se dirigieron al cieno que perseguía a Flame derramándose como una alud por las paredes y el suelo. A la altura de la boca del estómago del perfumista se dibujó una flor de 10 pétalos de un amarillo brillante, haciéndole visible de nuevo.

La víctima del tortazo de Leiath fue Alice, pero por suerte la sacerdotisa de Hala pega como una chica. Eso sí, logró perder su invisibilidad. El grupo siguió corriendo, tras Uweya. Alejándose todo lo posible de la rampa, la Githzerai atravesó la sala hasta la compuerta, cerrada minutos atrás por Aire y Becky. Se giró y extendió la mano hacia Flame.

¡Vamos! ¡Dámelo, antes de que lleguen!

En el aire, el cuervo Hollín seguía volando sin reconocer a su ama. Becky empezó a lanzar un conjuro con el que se fue quedando atrás, y cuando terminó la ejecución, Hollín se durmió y fue cayendo. Alice, al verlo, se ocupó de coger a su ex-familiar en brazos, interrumpiendo su trayectoria hasta el suelo. A un lado, el aquerena en su jaula se mostraba una víctima inocente en la que descargar golpes injustificados para perder la invisibilidad.

Todavía bajando la rampa, los más retrasados era Fosco, con sus cortas piernas; Flame con su pesada armadura; Leiath, que se entretuvo en intentar abofetear a una compañera que le acabó adelantando; y Onfale, que quedó atrás mientras conjuraba sus flojos proyectiles mágicos.

Doce, quince, veinte segundos después, Flame entregó el medallón y Uweya se empezó a concentrar.

No... No puede ser... Esa maldita Missantra ha usado el medallón para viajar entre planos. Ahora tiene poca energía. No sé si podré llevaros a todos.

Uweya alza la mirada y escruta a sus socios en este robo. Todos han puesto sus esperanzas en esta vía de escape, y no es justo que nadie se quede atrás en contra de su voluntad. Espera un último acto de generosidad, un sacrificio, gente que altruistamente decida quedarse en el plano del abismo, en la ciudad de Li'Huriek, para ver partir a los demás hacia la salvación.

El interior de Aire se debatía. El fuego de su magia luchaba por salir, mientras la voz de Aristóteles la insistía en que huyera. ¡No podria vencer sola a esa criatura! Dardillos ardientes se escapaban de sus yemas mientras echaba una última ojeada al cieno... Antes de salir corriendo junto a los demás.

Tras recorrer la rampa a todo correr, Uweya recogió su medalló y les dijo que no podría llevar a todos. El mal genio de la magia salió.

¿QUÉ? ¡Prometiste que si te ayudábamos nos sacarías de aquí a todos! Maldita cara pintada... ¿Qué hay que hacer para recuperar la energía?

Flame tendió el medallón a Uweya, y tal y como temía les había engañado y traicionado. La mujer quiso amenazar a Uweya, pero en el fondo era consciente de que su vida dependía de ella. Miró a su alrededor, dudo que haya tiempo para recuperar la energía, dijo mirando a Aire, ¿a cuántos de nosotros tienes que dejar atrás para teletransportarnos? dijo planteándose si tendría que sacrificar a alguno de sus compañeros para salvar su pellejo y el de sus más allegados.

Tras la afirmación de la githzerai, la jóven bruja de Hala lo vió más claro que nunca; era su destino. Ella tenía que salvar esas almas torturadas o morir en el intento.

- Yo me quedaré. Hala me ha mostrado el camino que debo seguir. Debo completar la misión que aquel abominable demonio nos propuso.

Fue mirando a sus compañeros uno por uno. Era el momento de tomar una dura decisión que podría poner en peligro sus vidas, pero era por un bien mayor.

- Entiendo que querais marcharos y poneros a salvo, pero aquellos que os querais quedar a ayudarme tendreis mi agradecimiento eterno, y seguramente también el de mi diosa.

Se quedó de nuevo en silencio esperando la decisión de cada uno de ellos. Le dolería que la dejasen atrás pero lo entendería.

Alice miro con cara de pocos amigos a la bruja. No vuelvas a hacer eso, si me desconcentras lanzando un conjuro podríamos saltar todos por los aires. El ejemplo era lo que había pasado con Tropezón, el caballo que se transformo en cubitos de hielo.

La maga recogió al desagradecido de Hollín, si no llega a ser por la loca de Becky el cuervo se hubiera quedado en ese asqueroso plano. ¡Gracias Becky! Si salimos vivos de esta te invito a unas cervezas.

La noticia de Uweya fue lo peor de todo, la maga pelirroja miro con odio y rabia a quien les había prometido la libertad. ¿Cuántas plazas hay? No tenia intención de quedarse atrapada en ese plano, ya había muerto una vez en el.

- ¡¡¡¿Qué?!!!- La compostura que solía guardar el perfumista se perdió por un instante y, en sus enormes ojos negrosojos, por un instante fugaz, se pudo ver la maldad reflejada en ellos. Sólo tenía ganas de clavarle a Uweya la daga y retorcérsela en sus blandas y apestosas vísceras. No tardaron sus compañeros en ser asaltados por las dudas, la frustración, la ira y otros mundanos sentimientos, todos ellos comprensibles.¿Todos? No, no todos. La piedad de Leiath descolocaba al mago y su sacrificio le parecía estúpido y sin sentido.- ¿Pero qué dices, Leiath? No puedes quedarte aquí.- Era una egoísta, sólo pensaba en ella y sus diosa, a la que ahora Onfale había pasado de adorar a sentir celos. Él la necesitaba para curar sus heridas...era una de las pocas personas a las que había llegado a apreciar. Podían quedarse atrás Aire, Tremens, del cual seguía desconfiando, o incluso Becky. Becky la maga que, una vez recuperada la memoria, seguía igual de misteriosa. Se atusó el pelo mientras recuperaba las maneras refinadas que lo caracterizaban.- El problema es que quedándote aquí tampoco podrás salvarlas. Morirás. Esto está infestado de demonios.- No insistió más. No lo necesitaba. Si la Bruja de Hala quería quedarse y no la convencía, tendría que continuar sin ella. Siempre se había considerado un superviviente y atarse demasiado a las cosas o las personas lo hacía, en ocasiones, más difícil. Ya no tenía un harén del que preocuparse, como en el pasado. Ya nadie era su dueño y podía tomar sus propias decisiones. Su corazón era duro y como una cebolla, hecho de múltiples capas. Se arrancó una cuando dejó atrás a Nikeras y se arrancaría otra al dejar a Leiath, peor aún seguiría latiendo.

Ante las palabras de Leiath, la pequeña Aire volvió a aparecer. Sus ojos llorosos sólo podían fijarse en la curandera. Quizá no llevaban tanto tiempo juntas como Leiath con los otros, pero estaba claro que era la única que le había tratado bien sin ningún interés a cambio. La muchacha se acercó y se agarró a su brazo, sin tener intención de soltarla. Si Leiath se queda... Yo me quedo con ella las lágrimas salieron a correr por sus mejillas. Yo no la dejo sola al fin y al cabi, Aire se había cansado de su pueblo y ese grupo había aparecido de la nada, llamando la atención de la muchacha, que les había seguido sin pensarlo mucho.

El rostro de Tybalt se crispó ante las noticias de Uweya. -Repite eso.- Le instó como si le estuviese dando la oportunidad de rectificar sus especulaciones sobre la capacidad del medallón para sacarlos de la ciudad submarina. -Nos prometisteis una salida de este lugar si te ayudábamos a recuperar el medallón. Hemos cumplido, ahora pon tú de tu parte.- Su tono de voz sonaba serio. Su respiración estaba un tanto acelerada por la precipitada huida por la rampa, lo cual acentuaba su reacción por la posibilidad de no poder huir finalmente.

Las palabras del resto de personas allí presentes sonaban como si de un murmullo lejano se tratase. Toda la atención del tiflin estaba centrada en la Githzerai que lo liberaría... o eso es lo que le había prometido. -He pasado una vida de esclavitud sirviendo a mi amo, viendo cómo se alimentaba con la amenaza constante de un día formar parte de su menú al igual que ocurrió con el que me precedía.- Dijo con una voz firme y cargada de la frustración acumulada durante años. -Llevo esperando desde que tengo uso de razón a una oportunidad de alcanzar escapar de esta ciudad y alcanzar la libertad.- Continuó hablando con la mirada fija en Uweya. -No pienso renunciar a eso.- Concluyó dando a entender que nada ni nadie le arrebataría su oportunidad de tener una vida propia y mucho menos ahora que la tenía al alcance de la mano.