Partida Rol por web

Flame se quedó mirando directamente a los ojos a Leiath. De todos los presentes, aquella mujer era de las pocas que le importaban a la muchacha. Antes de conocer a la bruja, Flame era agnóstica, pero cuando vio los beneficios que Hala le entregaba, en cierto modo comenzó a creer en él, o en ella. El caso es que Flame se sentía muy unida a ella, ambas eran las únicas capaces de sanar al grupo y además también dependía de ellas su superviviencia.

Pero aquel plano ya les había traído demasiadas desgracias a todos, especialmente a Rufus y todos los compañeros animales que iban con ellos. No quería seguir perdiendo miembros del equipo en aquel plano, y era absurdo tratar de cumplir la misión de un demonio. Flame se vio tentada a quedarse, proteger así a Leiath y ya de paso a la chica alocada del osito. Pero no, estaba allí para largarse, no iba a quedarse más tiempo en ese plano infernal. Vale que las brumas del plano material no eran nada por lo que estar contento, pero al menos era su plano y en cierto modo se sentía responsable de lo que estaba sucediendo en él.

Lo siento... Necesitaría una piedra psi para recargar el medallón, un material que solo encontraré en tierras Githzerai. Creo que puedo transportar a cinco... Con suerte. La energía necesaria con cuerpos pequeños, como los del cuervo o de esa extraña especie reptil de Onfale, es mucho menor que la necesaria para un adulto. Es complicado... No es una ciencia exacta. Quizás podría llevar a un sexto pasajero si en lugar de ir al Limbo nos transportamos a algo más cercano. Al plano elemental de tierra, o al plano astral. Pero así no podría reunirme con mi padre, ni él os podría llevar al plano material.

Al olor de la sangre que mana de la herida que la vara animada hizo en el muslo de Flame, de la jaula del arenero empiezan a emerger tres tiburones terlén. Vuelan agitados entre los barrotes, enajenados, mientras su olfato se calma para indicar la dirección de la que proviene el icor rojo.

Yo me quedo con Aire y Leiath. Ya no tiene que ver con los consejos de mi libro. Uweya me dió ese regalo, me permitió recuperar la memoria. No se trata de permanecer juntos para sobrevivir, ahora es cuestión de Justicia. Es el turno de que otro sea ayudado por Uweya. Cedo mi plaza.

Desde lo alto de la rampa, la nieve avanza. Informe. Enorme. Es como si los dos cienos copo de nieve se hubiesen mezclado en una gran amalgama asesina.

¡No queda tiempo! ¡Tenemos que irnos! Flame... Tybalt... Onfale... Tremens... ¿Alice?

Los demás no podemos quedarnos aquí. Uweya tiene un medallón teletransportador, pero yo tengo mi conjuro de caída de pluma.

Becky se acercó a la compuerta y empujó para abrirla. Noche. O lo que llaman noche en esta ciudad submarina. Las algas luminiscentes han cumplido su ciclo de doce horas, y ahora vuelven a apagarse. Las casa-conchas de forma cónica que pueblan los alrededores quedan como siluetas triangulares sobre un fondo de azul aguamarina.

Siempre que no sigáis siendo invisibles, ¡saltad! Y yo me encargaré de que no acabéis como un manchón de sangre en el suelo.

Aire se acercó divertida a la compuerta abierta y miró hacia abajo Está muy alto susurró, divertida, mientras asomaba a Aristóteles para que el osito también pudiera verlo. Se giró hacia sus compañeros, y vio tristeza en sus rostros. Todos quería salir de allí, pero todos sabían que no podrían. La que parecía estar más serena era Leiath, pues parecía sentir que su misión era estar allí. Recorrió el rostro de todos, hasta que notó que no había visto a Fosco. Se había olvidado de él. Le hubiese gustado abalanzarse sobre su "hijo" y abrazarle con fuerza.

Oh, mi hijo, cuídate dijo, sin levantar mucho la voz. Sentía que el cieno se acercaba lentamente, y todos tendrían que huir si querían vivir.

Se que nos vamos a volver a ver todos era un pequeño intento de dar esperanza. Aristóteles me lo ha dicho, y él nunca se equivoca alzó a su peluche para que todos lo vieran, para dar veracidad a sus palabras.

Esperando por si alguien hacía o decía algo más, se acercó a Becky y tiró de su manga ¿Me vas a enseñar a volar? ¡Qué bien! Siempre he querido volar. Parece muy divertido
 

Flame miró a Becky, a Aire y por último a Leiath. Realmente sabía que aquella iba a ser la última vez que se volverían a ver, puesto que encontrarse de nuevo era algo muy poco probable, menos probable sería si encima cambiaban de plano.

La guerrera estaba deseando cambiar de plano, quería viajar al material, pero realmente le daba igual donde terminasen siempre y cuando no fuera un territorio tan hostil como aquel. Jamás pensó que fueran a llegar a un lugar así, y mucho menos cuando Madame Eva los empujó.

Recordó de nuevo a aquella mujer, en tan solo unos meses la había visto crecer, embarazarse y convertirse en una gran bruja. Su poder escapaba a los conocimientos de la lagartona, pero sabía que en cuanto llegase al plano material haría todo lo posible por darle caza. Recurriría a la venganza, y acabaría con todos los vistani que la protegían si fuera necesario.

También recordó al contratista, Viktor se había quedado perdido en aquel plano, nadie se había preocupado por él de nuevo, y seguramente ya se habría convertido en el demonio o el diablo al que parecía que se iba a convertir. Y luego estaba el bicho amarillo, que parecía que había ido recopilando cabezas para saber qué. Flame dejaba muchos cabos sueltos en aquel plano, pero no quería quedarse ni un minuto más allí, también tenía muchas cosas que resolver allá arriba.

Becky y Aire se quedaban con Leiath. Eso compensaba sobremanera el dolor que le producía perder a la Bruja de Hala. No tendría que aguantar más las locuras de esa niña. No sólo era eso lo que fastidiaba al mago, sino que la magia de la muchacha, aunque mal de la cabeza, era tremendamente poderosa. ¡Qué ingrata era la vida con el perfumista! En lo más profundo de su ser sentía que si no le hubieran arrebatado su masculinidad podría haber superado a Alice y Aire con su magia, no le cabía ninguna duda. Dejar atrás a Alice significaba dejar atrás su competencia con ella y sus intentos de asesinato. Las palabras de Becky le recordaron que Uweya también le había ayudado a él a recuperar su dañada mente y eso hizo, en parte, que su enfado con ella, pro no poder llevarlos a todos, fuera menor.

- Si ya está decidido no perdamos más tiempo. ¿Cómo va esto Uweya? Debemos estar en contacto contigo, supongo.- Dijo mientras agarraba el antebrazo de la Githzerai. Con un delicado gesto, repetido infinidad de veces a lo largo de su corta vida, el perfumista se despidió de las que se quedaban.- Que Hala esté con vosotras...

La maga pelirroja miro al Uweya y suspiro. Lo siento pero me quedo, no puedo dejar a bruja, la rubia y morena del osito solas. La maga hizo el típico gesto con el dedo dando a entender que las tres mujeres estaban locas. Creo que nos volveremos a ver, todos estamos impregnados de alguna manera con la magia de la vistani, y esa magia nos ha mantenido unidos, a no ser claro que acabemos muertos. Así que esto no es una despedida, si no un hasta luego. Además creo que ya he dejado zanjadas todas las deudas que tengo con vosotros. Suerte a todos.

La maga acomodo lo mejor que puedo al cuervo dentro su túnico y se preparó para salar, también preparo un conjuro por si el conjuro de la rubia fallaba. Bien ¿ahora a dónde vamos?

A la jóven bruja la dolía ver partir a sus seres queridos, pero sabía que al menos si se iban estarían a salvo - o eso pensaba ella-. En cambio los que se quedasen... Sea como fuera todos se verían de nuevo en el Más Allá.

Asintió con tristeza cuando Onfale reveló su decisión de marcharse con Uweya intentando trasnmitirle confianza en que su decisión era la correcta.

- Mucha suerte a todos y que Hala os acompañe cada día de vuestras vidas. Rezaré por vosotros.

Despidiendose así de sus compañeros, se dispuso a saltar al vacio a la señal de Becky.

Tybalt se tranquilizó visiblemente e incluso un sonrisa asomó confiada en su rostro al escuchar que Uweya finalmente los llevaría. Por fin obtendría la libertad con la que tanto había soñado. Nada ni nadie podría impedirle abandonar las ciudad que lo había esclavizado. Pero aún así notó cierto pesar en su interior pues, a pesar de todo, este lugar había sido su hogar. Realmente, haciendo retrospectiva, tampoco había sido una vida tan horrible. Quitando los momentos en los que debía aprovisionar a su amo y contemplar cómo se alimentaba, el odio gratuito de algunos demonios con delirios de grandeza y alguna que otra paliza indiscriminada; su vida desde luego podría haber sido mucho peor. Después de todo, esas experiencias previas lo habían convertido en lo que es. Había logrado acostumbrarse a los apetitos de su amo, consiguió desarrollar un muy útil oído selectivo y la necesidad de defenderse resultó ser una excelente motivación para llegar a ser el combatiente que era. Si... realmente esta ciudad le había dado mucho. Quizás mas de lo que hubiese deseado en algunas ocasiones... y quizás también por eso deseaba tanto abandonar este lugar. Y por fin lo haría.

Con sus pensamientos ya reconciliados, el tiflin pudo prestar más atención a la escena que estaba teniendo lugar en el estrambótico zoo de Misantra. Algunos optaban por quedarse mientras otros se marchaban deseando la mejor de las suertes aquellos con un sentido del deber considerablemente más grande que el de la supervivencia. Tybalt sintió la necesidad de compartir algunas palabras a pesar de ser relativamente desconocidos. -Hace poco que nuestros caminos se cruzaron, pero ha sido interesante haber compartido esta parte del sendero.- Dijo con tono diplomático. Después de todo su posición de intermediario le había granjeado cierta soltura de palabra aunque ser siervo de quien era a veces le facilitaba las transacciones. -Tenéis mi gratitud por haberme permitido acompañaros y os deseo la mejor de las suertes. Creedme que la necesitareis si de verdad pensáis quedaros.- El espadachín remató su despedida con una ligera reverencia. Seguramente no volvería a ver a esas personas y realmente tenían mucho que ver conque pudiese alcanzar su libertad, por lo que sus palabras eran sinceras. Dedicó una sonrisa a Leiath por ser la primera en aceptarlo al haber aparecido con la Githzerai y finalmente se acercó a ésta a la espera de indicaciones a seguir para el teletransporte.

La aquerena deja escapar una queja, a medio camino entre el graznido de un pájaro y el barrito de un elefante, cuando la flecha de Tremens se clava en las plumas de este noble animal.

Ya estoy preparado-dijo, abandonando su invisibilidad y la postura de arquero-. Podemos irnos, Uweya. Olvidaos de Fosco, ese avaricioso habrá perecido intentando robar el símbolo sacrílego.

Fosco parecía haberse olvidado de que seguía invisible, cuando en realidad ya nadie contaba con él. Mientras, para el viaje planar, no fue necesario formar ningún círculo ni sujetarse de la mano. Si Uweya hubiese tenido sentido del humor, les habría obligado a seguir esa pantomima ceremonial. Pero no. Simplemente se puso el colgante en su cuello y los elegidos empezaron a alabear, fluctuar y volverse algo translúcidos.

En ese momento, una figura misteriosa saltó de la pared a la cara interna de la compuerta abierta, introduciéndose en sus sombras. De ahí, volvió a emerger saltando al interior del zoo.

Grrrrrrooooaaaaar...

El mastín sombrío llevaba mucho tiempo esperando a que anocheciera, a que todo se volviese oscuro para poder desplazarse por las sombras, llegar hasta aquí y poder dirimir diferencias con el que le hizo morder una piedra con olor a demonio. Graciosete... Y ahora el mastín estaba cabreado, y sus fauces temibles se cerraron sobre la pierna del objetivo más cercano, la Githzerai, que se retorció de dolor. El guardián perruno también empezó entonces a alabearse, fluctuar y volverse translúcido, pues tenía bajando por su garganta parte de uno de los viajeros planares: sangre de Uweya.

Exceso de equipaje.

El mastín sombrío lo desbarató todo. Con la concentración rota por el mordisco, Uweya fue perdiendo lastre: Flame; Onfale; Tybalt. Cuando todo terminó, ellos tres seguían allí. Por contra, Tremens, el mastín sombrío, Perezoso y Uweya habían desaparecido. Onfale sintió cómo el vínculo con su camaleón se rompía, no como si Perezoso hubiese muerto, sino como si estuviese demasiado distante, en un mundo distinto y lejano.

No había tiempo, la nieve seguía avanzando.

Chicos-dijo a los tres viajeros frustrados-, debéis reponeros rápido del colocón pandimensional. ¡Saltad detrás de miiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii....!

Y en el aire conjuró su caída de pluma, a ella y a todas las caras conocidas (salvo Fosco el Invisible) que seguían en la tercera planta. Leiath, Alice con el cuervo en brazos, Aire... Y según iban saltando, vieron que descendían suavemente (salvo Fosco el Invisible, que lamentaba no tener el anillo maldito de la torpeza que había robado a Madame Eva para luego venderlo por cuatro perras), flotando, en el lateral este de la Aguja. A izquierda y derecha, abajo de todo, dos casetas de perro. La de la derecha, vacía ahora que su ocupante había seguido a Uweya por los planos adelante. De la de la izquierda, asomó la cabeza el otro mastín, que salió en dirección a esos tiernos bocaditos caídos del cielo.

No sabía si por el colocón pandimensional o si por la brusca disolución de su vínculo con Perezoso pero Onfale cayó al suelo de rodillas llevándose los brazos al estómago.

- Perez...oso.-  ¿Qué había pasado? Su privilegiada mente no tardó ni un segundo en atar cabos. El mastín lo había trastocado todo. ¿Pero por qué se empeñaba el Destino en mutilarlo constantemente? ¿Qué mal había hecho?

Ah sí...Leiath...

La buena de Hala. Ahora comprendía que la Diosa no sólo era piadosa sino celosa de sus seguidores. Y vengativa. Seguramente habría considerado que el perfumista había traicionado a la Bruja de Hala dejándola abandonada en aquel plano a su suerte y, ahora, se reía de él no sólo obligándolo a permanecer junto a ella, sino arrebatándole lo que más quería. Doblemente mutilado se lanzó al aire tras Becky, deseando muy en el fondo de su corazón que el hechizo no funcionase y se estampara contra el suelo,que todo acabara de una vez.

Pero no tuvo esa suerte. Enseguida se vio flotando en el aire cayendo suavemente hacia las fauces abierta del otro mastín. Sacó la ballesta, apuntó y disparó a lo loco, lleno de furia contenida. El segundo disparo le pilló ya mucho más cerca, más difícil fallar por lo tanto.

Aire se lanzó tras el aviso de Becky. Al principio, pensó que tardaría más en volar, lo típico: Llegaría a gran velocidad hasta el suelo, y justo antes de estamparse, se elevaría como si fuera un pájaro de mil colores y se iría por el cielo.

¡Wiiiiiiiii! gritó, al principio... Hasta que vio que no volaba, si no que caía lentamente

Joo... ¡Yo quería volar! ¡Así no aprenderé nunca a volar! gruñó, cruzándose de brazos y haciendo giros en el aire. Al menos, en algo tendría que divertirse.

Pero lo que los ojos de la Aire niña no había visto, si lo hicieron los de la bruja. A gran velocidad, la oscuridad volvió a su rostro. Metió la mano en su bolsa de componentes y sacó un trozo de hielo. Lo puso entre las manos mientras rezaba unas palabras y lo lanzó contra el perro. No tardó mucho en mutar y transformarse en un cuchillo helado que se dirigía contra la cabeza del pobre animal.

Leiath ya había saltado y no había visto nada de lo ocurrido con el hechizo de Uweya, pero cuando vió saltar a Onfale, con la cara contríada por el dolor, entendió que algo había salido mal.

Pronto su atención se centró en el peligro que les esperaba abajo. En un momento como ese se arrepentía de no haber solicitado a su diosa algún conjuro ofensivo, sin los guerreros que habían dejado atrás, todo iba a ser más dificil.

Tybalt se dejó invadir por la sensación que le provocaba el teletransporte. "Por fin... Después de tanto tiempo por fin voy a conseguirlo." Una sonrisa fruto de la tranquilidad y la seguridad de saberse libre apareció en su rostro. Miró sus manos para ver cómo éstas fluctuaban en una interferencia visual que no podía significar otra cosa que estaba a punto de abandonar este plano. Fue en este momento en el que un gruñido salido de ultratumba y un grito de dolor sacaron al espadachín de su ensimismamiento para ver cómo un sabueso infernal mordía a la Githzerai. -No.- Respondió ante la imagen que se mostraba ante sus ojos. -No, no, no, no.- Continuó negando categóricamente mientras su cuerpo reaccionaba con la esperanza de evitar un desastre. -¡No!- Estalló al fin con un grito que llevaba más de su parte infernal que de la humana a la vez que comenzaba una carrera con la esperanza de liberar a Uweya del animal. Pero ya era tarde. Notó como aquella extraña sensación desaparecía mientras que el sabueso fluctuaba de la misma manera que hicieron sus manos antes. Y entonces desaparecieron.

Donde antes forcejeaban el sabueso y la Githzerai un segundo antes ya no había nada, pero Tybalt miraba atónito como si todavía pudiera verlos. El rostro del tiflin se paralizó en una expresión atónita. Si uno miraba con atención podría ver cómo algo se rompía en su interior, cómo la esperanza de libertad se desvanecía dejando un profundo vacío en su interior. Pero una estridente voz interrumpió su proceso de autodestrucción espiritual instándolos a salir de allí cuanto antes. Tybalt miró a su alrededor como si necesitase recordad dónde se encontraba. Pudo ver entonces que el hombre perfumado y la guerrera pelirroja tampoco habían logrado huír y también pudo ver el motivo de la insistencia de la maga rubia. Los seres de nieve avanzaban por la rampa lenta pero inexorablemente. 

En ese preciso instante, algo despertó en el interior del tiflin. Una chispa surgía en el erial que había dejado la frustración. Todavía estaba vivo, todavía podía luchar. Este fracaso había sido el primer obstáculo en la carrera hasta alcanzar la verdadera libertad. No podía darse por vencido tan pronto. Así que, sin perder ni un segundo, saltó detrás de Becky para caer lentamente hasta la base del palacio. Pero no iba a resultar tan fácil. Otro sabueso salía de su guarida para recibirlos en su precipitada y pausada huida. Con frialdad, el espadachín desenvainó sus aceros. -Que bien me viene esto ahora mismo.- Dijo con un tono de alivio. Aquel cánido no había sido el culpable de su desgracia pero el parecido hacía ese detalle sumamente insignificante y Tybalt necesitaba algo con lo que desquitarse. Además, y siendo sinceros, seguramente si le daban tiempo ese sabueso infernal les daría más de un motivo para acabar con él.

La maga escucho los gritos del mago. ¿Qué le habría pasado? La pelirroja no le dio tiempo de ver que le pasaba antes de saltar. Pero ahora tenia otra preocupación, tenia delante las fauces de un mastín. Preparo un primer conjuro el infalible proyectil mágico…. y luego dejo listo otro conjuro.   

¡Flame no podía creérselo! Al ver como todos se marchaban menos ellos tres se sintió extrañamente conectada con aquel plano. Por alguna razón mística algo le había hecho permanecer allí. No tenía nada que ver con que el medallón estuviese gastado, Uweya fuera muy torpe, o el mastín un desgraciado. No, para Flame había algo más. Todos sabían que la muchacha no era creyente, pero había vivido muchas cosas como para saber que todo pasaba por una razón, y si el teletransporte había fallado sería por algo. Y ese algo tendría que ver con la bruja de Hala.

Al ver como todos se tiraban por la ventana, Flame se quedó sorprendida. ¡Estaban aún más locas de lo que se esperaba! Pero como ya había comprendido que no tenía nada que perder, y que si bajaba así seguramente bajaría más rápido se dijo así misma: ¿Total, ya que tenemos que perder? Pensó tras tirarse ella también por la ventana mientras sacaba a Ayash que también se había quedado en ese plano con él.

Para cuando sus pies se aposentaron suavemente de nuevo en tierra, el mastín sombrío yacía a la sombra, valga la redundancia, con más agujeros que un queso de cabra. Y es que los quesos de cabra no suelen tener agujeros, así que no era una marca difícil de superar. Después de eso corrieron para alejarse lo más pronto posible de la Aguja.

Y esa es la historia de cómo Fosco quedó atrás, con la única defensa de un conjuro de invisibilidad que pronto dejaría de surtir efecto, mirando al suelo que se hallaba tres pisos por debajo del zoo y de él, a punto de ser sepultado y devorado por un montón de nieve antropófaga.

Pero esa es otra historia. ¿Y qué fue del resto de protagonistas? Callejearon por sus vidas, mirando de vez en cuando al cielo como si en cualquier momento la envergadura de las alas de un Vroc fuese a descender sobre ellos. El azar quiso que pasaran por un callejón en el que Mane rebuscaba entre la basura algo de comida, punto algo curioso, pues las almas corpóreas del abismo no necesitan alimentarse.

¡Hondiá! ¡La Jamona! ¡La Rubiaca! ¡La Pechugona! ¡Y esa es la Guarrilla! ¡Y Culitoprieto!-que cada cual saque sus propias conclusiones de quién es quién para la mente enfermiza de Mane-Bah, y el Castrati. Ains, qué ganas de que se muera.

Algo receloso por la presencia de Tybalt, y sin saber qué había sido de los demás, asomó la cabeza a la calle principal y los llamó.

Pst. Eh. Pssssst... ¡QUE SUS VENGÁIS POR AQUÍ!

Llamó con la mano, para que dejasen de correr y se escondiesen con él. Qué de recuerdos... La vez que le metió mano a Flame y le echó la culpa a Fosco... La vez que se morreó con Becky tomando unos daikiris ante una puesta de sol... De buceo tropical para llegar a la ciudad sumergida plagada de demonios... Navegando tranquilamente por el río Estigia... Todo eran buenos recuerdos en la mente del alma de Olisk. Es lo que pasa cuando tienes el cerebro podrido, que formas recuerdos que no sucedieron en realidad. Lo que sí recordaba era la misión, con la que podría congraciarse con Séverik, Demogorgón o quién sabe qué otro pez gordo del infierno. Y ahora que no tenía a Borlon intentándolo matar, hasta podría llevar a cabo el plan.