Partida Rol por web

Turno 511, Asalto 5

Grimbeorn maldijo su puntería por lo bajo, cuando vió desaparecer al oriental entre la oscuridad y las peñas. Estaba claro que no le había alcanzado o que, de hacerlo, la flecha debió de rebotar inofensivamente. Estaba considerando sus posibilidades de perseguirle en la oscuridad hasta tener una línea clara de disparo, por que en la oscuridad no podría cabalgar muy rápido, cuando el animista escuchó la voz de Edan.

El rohir estaba parcialmente en el campo visual del norteño, por lo que no alcanzaba a verle bien, pero debía de estar herido, pues mencionó un corte. El norteño lanzó un último vistazo a la posición por la que había visto a la oscuridad engullir al oriental. Luego se volvió hacia Larrid.

- Yo voy en auxilio de Edan. No creo probable que nuestro hombre pueda aprovechar al máximo la velocidad del caballo con esta luz y este terreno. - Confiaba en que Larrid no necesitase una explicación más detallada ni una orden explícita del hombre del bosque. Pero el rohir era también quien estaba al mando y Grimbeorn sólo podía esperar que tomase una decisión acertada.

Acto seguido, bordeó la mata espinosa que se erguía frente a él y, con paso ligero, se apresuró hasta la roca contra la que el eothéod se había recostado. Su compañero pugnaba por rasgarse la camisa, quizás para improvisar una venda, y ya se estaba acuclillando a su lado para asistirle cuando al animista le llegó una súbita y clara comprensión de lo que tenía que hacer. Una forma más rápida de curar aquella hemorragia, aunque Grimbeorn no tenía muy claro cómo había desarrollado esa habilidad. En su mente, aun confundida por aquel hallazgo, sólo cabía una explicación: Araw le brindaba un nuevo medio con el que usar su poder para ayudar.

- No muevas el brazo. - Aun no tenía la certeza de cómo funcionaba aquella nueva intuición pero el norteño alzó su mano libre y la presionó contra el brazo de Edan, allí donde la sangre manaba. La seguridad y la confianza disiparon la inseguridad y la duda al tiempo que imágenes de un claro verde bajo un sol estival inundaban la mente de Grimbeorn. Entonces vió una figura poderosa que emergía del bosque colindante y hacía sonar un cuerno de caza. El animista sentía la fuerza y determinación que emaban de aquella silueta y le inspiraba a concentrarse aun más, pero la urgencia con la que debía tratar la herida le llevó a moldear el poco poder que tenía en la palma de su mano y liberarlo.

- ¡Señor del Bosque, en esta hora oscura imploro tu poder para restañar las heridas de quien ha rastreado a su presa y sentido el mordisco de su arma!

Turno 511

Cuando vió venir a Grimbeorn suspiró aliviado al fin. Gracias amigo...dió por toda respuesta y asintió cuando el bosquimano le pidió que dejase el brazo inmóvil. No sabia muy bien que era lo que su compañero pretendia, pero le habia visto antes atender a las heridas de Larrid y por lo que Edan sabía habia hecho un gran trabajo.
En lo posible evitó que sus miradas se cruzasen. La vergüenza por su inoperancia era todavia grande. Ya era la segunda vez que necesitaba de asistencia y eso lo abochornaba delante del norteño.
Todavia recordaba la primera impresion que Grimbeorn le habia dejado en su encuentro en la taberna. Le habia parecido un hombre extravagante, con aquellas pieles a modo de ropas y todos aquellos adornos exóticos. Al principio lo había tomado por un excéntrico, y si bien habia sido el primero de sus compañeros con quien habia hecho buenas migas, nunca hubiese previsto lo útil que resultaria en aquella expedición.

No, Grimbeorn, no era solo un excéntrico, era mucho más. Habia demostrado ser un miembro valeroso, leal a su compañeros y con conocimientos de lo más provechosos no sólo en lo relativo al tratamiento de las heridas, sino a la hora de leer los acontecimientos.
En aquel lugar yermo y sombrío, alejado de su hogar, herido, cansado y humillado, Edan se alegró de contar con su ayuda y compañia. Si el bosquimano llegase a necesitar su ayuda, no dudaría en ofrecersela, estaba en deuda con él.

Turno 511

Leofred aún estaba recobrando el aliento cuando Gwalin volvió corriendo a todo lo que daban de sí sus piernas en busca de los caballos. Mientras tanto, Edan estaba herido y pedía ayuda. El bardo se habría acercado a ayudarlo por instinto, pero las llamas habían crecido con rapidez y ya le bloqueaban el paso. No tardaría mucho en rodearlo, pero pensó en su compañero enano yendo lentamente hacia su campamento en solitario en busca de los caballos, y su raza no era famosa por su rapidez.

- El fuego no va a detenerse. Alejaos pronto. - Les advirtió Leofred desde el otro lado de las llamas, a pesar de que sabía que era innecesario que lo dijera. - Alcanzaré a Gwalin, necesitará ayuda para llevar todos los caballos. Nos reuniremos al otro lado de este laberinto de rocas. -

- ¡Gwalin, aguarda! ¡Necesitarás un par de manos extra! - gritó antes de lanzarse hacia la oscuridad. Más valía que el enano le respondiese, o le resultaría igual de fácil encontrarlo que encontrar una aguja en un pajar. Por suerte solo tenía que ir hacia su campamento y en algún momento se cruzarían.

Turno 511

- Maldición... - farfulló Larrid, habían estado muy cerca de capturar al oriental. - Démosle caza, corramos a los caballos, mientras que él sale de este dédalo rocoso tal vez podamos darle alcance - sugirió - Sabemos donde va, iremos mar rápido por le camino, lo atraparemos - dijo mientras se ponía en marcha casi de inmediato, corriendo tras el enano y Leofred.

- Hallfrid, vamos - gritó al campesino - Vosotros nos seguiréis cuando acabéis con eso - grito a Grimbeorn y Edan ya alejándose.

RESOLUCION TURNO 511
 

El oriental había escapado, seria una locura haber intentado seguir a pie a cualquier jinete. Todos lo sabían, y no veían muchas formas de enfrentarse a esa situación. El enano había ido corriendo a por los caballos, y Leofred lo siguió en poco tiempo.

Edan se recostó sobre una de las paredes, trataba de vendarse la herida que sangraba en su antebrazo. Era profunda, no tanto como para suponerle un problema, pero no dejaba de sangrar ni siquiera aplicando fuerza contra ella. Grimbeorn fue en su ayuda en cuanto el rohir lo pidió, arrodillándose junto a el se dispuso a valorar la gravedad de la laceración. Un feo corte había cortado la piel, cortando los numerosos capilares que la alimentaban con el líquido vital, pero el animista sabía qué hacer.

Larrid tomo una decisión. Si iban a por los caballos y volvían hasta allí, habrían perdido un tiempo precioso para dar alcance al sagath. Les llevaría una buena ventaja y la única manera de recortarla era interceptarlo antes de que pudiese salir del bosque de rocas. Para ello, lo mejor era ir todos hasta los caballos y galopar por el camino, lo mas rápido que las monturas pudiesen. Tal vez así, si la suerte cambiaba, podrían sorprender a su enemigo. Si por el contrario el salvaje hubiera podido encontrar rápidamente una ruta hasta el camino, sabían hacia donde se dirigía, y tendrían su ultima oportunidad de darle alcance. Aun había una ligera esperanza. Gwalin y Leofred ya estaban en camino por lo que alentó a Hallfrid a seguirle, para darles alcance. Atrás quedarían Grimbeorn y Edan, pero en cuanto terminasen, deberían de ir tras ellos.

El animista puso una de sus manos sobre la herida del rohir, y tras recitar unas palabras invocando al mismísimo Oromë, el corte comenzó a cerrarse. Lentamente, acompañado de una agradable sensación de calor y un imperceptible brillo, la sangre dejó de fluir. Los capilares se fueron cerrando hasta dejar tan solo la carne abierta, solo bastaría coser para cerrarla y evitar que se infectase, eso podía esperar un poco si simplemente se vendaba.

Gwalin llegó hasta los caballos al cabo de un rato, una larga distancia que le llevo poco mas de un minuto recorrer. Por detrás, muy de cerca, Leofred y Larrid se le acercaban. Hallfrid iba mas retrasado, pero corrían también hacia ellos. Habían salido a una zona mas descubierta, sin tantas rocas.

Turno 512

Gwalin llegó hasta el campamento donde habían dejado sus cosas y donde esperaban tranquilos sus monturas, ajenas a todo lo que estaba pasando en las barranqueras. El veterano enano casi no tenía resuello después de haber recorrido aquella distancia a la carrera. Amplios coloretes sonrojaban una cara contreñoda por la rabia. Pero esto no detuvo al guerrero. Con su vista acostumbrada a la oscuridad, fue recogiendo todos los caballos.

Tenía que llegar hasta donde estaban sus compañeros. Luego, solo tendrían que seguir al oriental y darle caza. La noche sería traicionera al igual que el terreno, pero Gwalin no temía la oscuridad, había nacido en una cueva donde la oscuridad era parte de la vida en ella, así que no tendría prpoblemas en seguir al oriental de noche. Lo peor sería montar en aquella criatura. Ni le gustaba, ni sabía, con lo que el problema lo tendría ahí.

Pero la determinación de un enano se imponía para superar las dificultades. Su legendaria cabezonería era un plus en aquellos momentos en los que había que hacer las cosas aunque no se supiera bien cómo hacerlas.

-Ggggrrmmmmmmmm -gruñó el guerrero con la mirada crispada por el rencor-. Te daremos caza, oriental, ya lo verás.

Cuando tuvo todos los caballos, se montó en el suyo y salió espoleando su caballo por donde había venido.

Turno 512

Leofred corría a todo lo que le daban de sí las piernas esquivando piedras y agujeros de madrigueras en su camino hacia el campamento. Apenas un poco después se le unió a Larrid, que pensó igual que ellos que necesitaban de los caballos cuanto antes si querían tener una oportunidad de dar alcance al oriental.

El bardo casi podía ver el campamento cuando se cruzó con Gwalin, que ya salía de vuelta con todos los caballos agarrados de las riendas. La imagen del enano montado, guiando casi una manada de caballos, le causó tal impresión que a pesar de lo grave de la situación no pudo reprimir una carcajada.

- Sois más veloz de lo que parece, maese Gwalin. - consiguió articular mientras recuperaba el aliento, antes de intentar montar sobre el caballo más cercano. Si hubiera tenido tiempo, habría intentado identificar al que le había llevado todas aquellas jornadas, pero en plena oscuridad no podía distinguirlos.

Turno 512

Grimbeorn observaba con satisfacción como la hemorragia aminoraba hasta que la sangre dejó de fluir por la herida. Sabía, sin embargo, que no tenía motivos para sentir orgullo, pues el poder de Araw era responsable de aquel milagro. Él sólo había sido un medio para que fuera posible. Aun asi, se preguntaba cuánto tiempo hubiera necesitado para alcanzar aquel grado de conocimiento sobre el poder del Vala si aun estuviera en el bosque. Haber salido al mundo exterior, experimentar el viaje por el Anduin, los días de marcha a caballo, el enfrentamiento contra las criaturas acuáticas en el islote,... todo eso le había hecho crecer en sabiduría en muy poco tiempo. El animista empezaba a plantearse si no había en juego una fuerza mayor que le había empujado a aquel viaje, que trataba de mostrarle un destino que nunca se había planteado: explorar el mundo más allá de las lindes del bosque, conocer, atesorar saber que luego compartiría con las Wuitan y, de este modo, la tradición de su gente, no sólo de su clan, crecería. Pero la urgencia de la situación primó sobre sus reflexiones. Consciente de que tenía que ocuparse de otras cosas antes, tendió el brazo para ayudar al rohir a incorporarse.

- En marcha, Edan hijo de la Marca. Tenemos un felón al que dar alcance. - Sonrió, seguro de si, y palmeó el hombro del montaraz una vez éste se hubo erguido. Tras asegurarse de que su compañero de viaje estaba suficientemente recuperado para el esfuerzo de correr en la oscuridad y aplicarle un vendaje improvisado, el norteño se lanzó a la carrera tras los pasos de sus demás camaradas. A pesar de las tinieblas y de los obstáculos que se escondían tras éstas, Grimbeorn se asombró bastante por la relativa facilidad con la que se movió por aquel terreno. Aunque no por ello dejaba de detenerse en ocasiones para echar un vistazo a sus espaldas para ver cómo le iba al rohir.

Turno 512

Larrid se apresuraba, todo lo que su vista le permitía hacerlo, a correr en plena oscuridad. En cuanto salieron de la sombra de las rocas mas altas, el terreno se hacia algo mas despejado, por lo que podían permitirse unas zancadas mas amplias.

RESOLUCION TURNO 512
 

Gwalin llegó junto a los caballos, y se apresuro a desatarlos con presteza. El siguiente paso era atar las riendas de cada uno a la silla del que iría delante, hasta conseguir crear una fila de animales que encabezaría el propio naugrim montado. Esto, por supuesto, era una tarea que requirió de un cierto tiempo, y de unas buenas carreras. Cuando el enano tuvo todo listo, subió al primero de los jamelgos y se dispuso a ir a por sus compañeros. Pero se encontró con que Leofred llegaba justo cuando se ponía en camino.

El bardo se había dado una buena carrera para alcanzar a Gwalin, rápidamente se subió al caballo que iba detrás del enano, mientras éste soltaba las riendas para cedérselas. Larrid no estaba ya lejos, y muy cerca detrás de él lo seguían Hallfrid, Grimbeorn y Edan. Los tres estaban separados entre si por varias decenas de metros y tardarían en llegar estar todos juntos aun un rato.

Larrid gesticulaba con las manos a los dos compañeros ya montados, en cuanto él llegase se quedaría con las riendas de los caballos y tanto Leofred como Gwalin tendrían que galopar para interceptar al oriental. El los seguiría en cuanto Hallfrid pudiese hacerse cargo de los caballos y así harían todos hasta dar con el enemigo.

Por el momento, los únicos que estaban en disposición de salir cuanto antes solo esperaban a que el etheod llegase. Cuando finalmente lo hizo, insto a los jinetes a azuzar a los caballos, galopar por el camino hacia las montañas, y esperar que el oriental no hubiese salido aun del bosque de piedra, o al menos que no hubiera avanzado demasiado. Aun había esperanza.

Turno 513

Gwalin ataba los caballos en su grupa, subido a lomos de su caballo cuando por el camino por el que había venido apareció corriendo un hombre. Su privilegiada vista en la oscuridad le reveló que era Leofred. Al verlo el enano se relajó por un momento, no solo él había tenido la misma idea de ir a coger los caballos, o quizás su idea de correr hacia sus monturas había sido compartida por sus compañeros.

Sea como fuere sus compañeros estaba ahí para poder perseguir a su enemigo.

-¡¡Loado sea Aullë!! ¡¡Que alegría me da verte, muchacho!!-gritó el enano al ver a Leofred-. Toma tu montura y vayamos a por los demás.

Eran dos para proseguir la marcha hasta encontrar a sus compañeros y que pudieran seguir al oriental, ya no dependían de un guerrero enano acostumbrado a caminar y no a montar en aquellos animales.

Pero la fortuna seguía siendo benébola con él y cuando iban a salir apareció Larrid. Su líder pronto les dio alcance y les pidió que le dejaran los caballos y siguieran al oriental. El veterano guerrero no lo dudó y asintiendo con la cabeza, le tendió las riendas de las monturas y espoleó su montura para dar caza a su enemigo.

No sabía cabalgar, pero no había opción. Había que proseguir la marcha sin tregua, sin miramientos, pasase lo que pasase. Con esta férrea determinación Gwalin salió como una centella en pos de su enemigo, para hacer realidad su promesa: "te daremos caza"

Turno 513

El animista se detuvo un instante, no para comprobar si sus compañeros le seguían si no para orientarse. Por un momento había dudado de que estuviera siguiendo el camino correcto hasta el campamento. Las siluetas oscuras de arbustos y rocas en la noche se le antojaban muy parecidas y el eco de los sonidos rebotando entre las peñas tampoco ayudaba a ubicar a sus camaradas más adelantados.

Por fin creyó recordar el camino recorrido inicialmente y reanudó la marcha para desandarlo. Antes, sin embargo, se volvió para agitar una mano en alto y señalar a quienes le seguían qué senda seguir.

- ¡Por aquí!

Aunque aun le embargaba el optimismo por haber descubierto nuevas capacidades, el norteño recordó que, en el ancho mundo, no todo eran facilidades. Qué se lo dijeran en ese momento, mientras deambulaba a oscuras para perseguir a quien, esperaba, tuviera información sobre el paradero de la anciana Geleswinta. Añadió aquella experiencia a la lista de incomodidades sufridas y ya estudiaría los pros y contras de prolongar sus andanzas fuera del bosque más tarde.

Turno 513

Apenas había asentado su trasero sobre la silla de montar cuando Larrid llegó en su ayuda. Él se encargaría de los caballos mientras Hallfrid, Grimbeorn y Edan llegaban para unirse a la persecución. Gwalin lo entendió inmediatamente y arrojó a su caballo a una cabalgada en pos del oriental, pero Leofred se entretuvo no más de un momento.

- No tendremos tiempo de esperar o dejar señales, tendréis que seguir nuestra estela; y quieran los valar que no nos retrasemos y sepamos seguir sus huellas en la oscuridad. - Dicho esto, Leofred no se entretuvo más y azuzó al caballo en pos del enano hasta estar a su par. Si había alguna posibilidad de alcanzar al oriental, la tenían solo ellos dos.

- ¡Gwalin, no hay tiempo de detenerse por nada! ¿Lo entiendes, verdad? - El bardo estaba preocupado por el terreno irregular que pisaban (quisiera la providencia que le ocurriera al oriental), pero igualmente no redujo la marcha. Era dolorosamente consciente de que tal vez uno de sus caballos tropezase a aquella velocidad y sabía que si ocurría no podría ni auxiliar al enano ni esperar el mismo trato.

Turno 513

El guerrero espoleó su caballo sin esperar a nadie, de hecho vio como Leofred se paraba para decirle algo a Larrid y a continuación salía tras él para cogerle de inmediato. Aquel primer tramo era el bueno, pues lo habían recorrido varias veces y todavía podían ver algo por los tenues destellos de la hoguera de su campamento.

Cuando estuvo a su altura Larrid le dijo que no podían parar por nada. Gwalin sabía lo que significaba aquello y esa era su intención, cabalgar hasta llegar al oriental o hasta que algo le sucediera a él o a su caballo y no pudieran seguir.

-¡¡Mmmmmmggrrr!! -gruñó asintiendo-. ¡Lo mismo te digo, chico!

Fue lo último que dijo, luego se concentró en cabalgar para esquivar los accidentes del camino y para no caerse del caballo. Les quedaba una dura prueba si es que la pasaban.

Turno 513

Edan se apresuró a seguir la estela del bosquimano. Grimbeorn había demostrado ser un compañero leal y un avezado curandero, el Rohir queria devolverle el favor de algún modo y hacerle ver que no se habia equivocado ofreciéndole su ayuda.

A pesar del dolor y del cansancio, se forzó a apurar el ritmo, siempre atento a no tropezarse con alguna de las afiladas piedras que sembraban el pedregal.

Atrás quedaban el calor y las intensas humaredas que habia provocado el incendio de las quebradas.
En un par de ocasiones echó la vista atrás empujado por una irrefrenable curiosidad y el espectáculo que le arrojaron las primeras luces del alba lo dejaron boquiabierto; las ascuas se habian propagado a lo largo de los estrechos corredores del laberinto de piedras, trepando por las zarzas trepadoras y devorando los arbustos que crecian al borde de los acantilados, y ahora, las rojas lenguas de fuego se elevaban relampagueando por sobre las cimas afiladas. Un resplandor anaranjado emanaba de las estrechas gargantas de los riscos que a ratos parecían expulsar fuego por unos ojos rojos sobre un horizonte gris empapado de estrellas.

A Edan casi le parecía observar sus negras fauces estrechándose sobre ellos, las fauces de un monstruo de piedra y arenas con rostro de oriental.
Sin dejar de avanzar, apuró el paso dando gracias por no haber permanecido allí por más tiempo. Un par de minutos más y todos habrían sido pasto de las llamas.

El brazo le ardia allí donde Grimbeorn le habia aplicado las manos, una venda improvisada cubria ahora la parte donde el jubón habia sido fileteado, el rojo la habia teñido de inmediato al igual que el caoba de la prenda se habia vuelto granate alrededor de la zona del sangrado, pero por lo visto el corte se habia cerrado por completo y no parecía tener problemas de movilidad y eso le infundió cierto optimismo dentro de su lamentable estado de ánimo.

Turno 513

Larrid esperaba paciente la llegada de Hallfrid, pero no solo la suya, también la de Grimbeorn o la de Edan. En cuanto los rezagados llegasen, el campesino y él mismo seguirán la estela de sus compañeros, cabalgando para dar caza al oriental.

Se subió a su caballo, mientras aguantaba la rienda del de Hallfrid con una mano. En la otra, atados entre sí, estaban los otros dos. Estaba ansioso por salir de allí y vengarse.

RESOLUCION TURNO 513
 

Larrid esperaba impaciente. Mientras sus compañeros, mas retrasados, terminaban de llegar, el soldado montaba sobre su caballo para estar preparado. El primero que llegase, lo acompañaría, los otros dos, tendrían que recoger el campamento y reunirse más tarde con ellos.

Hallfrid era el más adelantado, pero aun le quedaba una buena distancia para llegar. Por detrás, Grimbeorn lo seguía, y Edan más retrasado aun, cerraba la carrera. Los tres avanzaban temerosos de tropezar, quizás por ello sus pies trastabillaban con las piedras, y resbalaban con la tierra suelta que había entre ellas. Si querían dar alcance, tendrían que esforzarse mucho más.

Larrid los miraba desesperado, tratando de distinguir las figuras en la lejanía y calculando cuanto les quedaba aún. Hubiera salido de inmediato, pero no era seguro ir solo, sus nervios afloraban

RESOLUCION TURNO 513
 

El enano y el bardo se lanzaron apresuradamente al galope. Los caballos habían podido descansar un poco, lo suficiente como para que aquella primera arrancada fuese enérgicamente rápida. Atrás dejaron a Larrid, esperando por los demás, para tomar el camino que llevaba directamente a las montañas. Su objetivo estaba claro, interceptar al oriental cuando saliese de las rocas. Por alguna razón la mayoría pensaba que, si la suerte los acompañaba, el oriental tardaría en salir del laberintico campo que las rocas formaban. Puede que se perdiera en la noche, quizás incluso su caballo podría lastimarse, o incluso sencillamente el camino fuese realmente mas largo que el camino. Lo cierto es que les llevaba una buena ventaja, pero no había que perder la esperanza. Azuzaron a los animales, imprimiendo más velocidad.

No podían entretenerse a buscar rastros, y en la noche, cabalgando, aquella tarea era imposible. No podían pararse, no ante la posibilidad de que mas adelante el enemigo se les escurriese entre las sombras. Lo harían, al menos hasta que el abrigo de las rocas deshiciese aquella posibilidad. Solo entonces podrían bajar y tratar de encontrar algún rastro.

Por el camino, las rocas se erguían a apenas media decena de metros de este. Al otro lado, el terreno ascendía suavemente por un terreno rocoso plagado de grietas, era como si las estribaciones de las montañas de ceniza llegasen hasta allí. No era un terreno por el que cabalgar, la dureza de las rocas haría resbalar las pezuñas herradas de los caballos, y las grietas eran auténticas trampas rompe patas. Aun con eso, existían algunas zonas cubiertas por la tierra, que algún osado podría tratar de usar para atajar si su intención era no usar el camino principal. La travesía por la que ahora galopaban Leofred y Gwalin, discurría hacia el sureste y acabaría por unirse al Camino de Ithilien, que venia desde esa ciudad, hasta la llanura de Morannon.

Por el momento, la cabalgada continuaba, una mezcla de premura y precaución se encerraba en el poder de unas bestias magnificas. El camino los esperaba por delante.

Turno 514

El camino de vuelta se le hizo mas largo de lo que esperaba. El cansancio y la cautela lo habían vuelto lento.
Miró hacia delante entre las sombras y comprobó con disgusto que se había quedado rezagado.

Debía realizar un último esfuerzo, una vez alcanzase las monturas el caballo haría la mayor parte del trabajo y no le costaría tanto seguir el ritmo, estaba convencido, pero el tiempo era oro y sabia que sus compañeros no estaban en disposición de esperar por él.

solo un poco mas...
se dijo, y continuó corriendo detrás del bosquimano.

Turno 514

Gwalin tenía todos los sentidos puestos en cabalgar, en fijarse cual era el mejor camino y evitar las rocas y los socabones, en mirar al horizonte por si veía el polvo levantado por la montura del oriental, y, sobre todo, en guiar a su montura no caerse de la misma, que sin duda era lo que más le costaba.

Pero la obzecación del enano podía con eso y con mucho más. Sabía que era muy probable que se cayera o que su montura tropezase y los dos fueran al suelo. Pero debía coger al oriental, debía darle caza, aunque solo le quedase aquella ínfima posibilidad.

Con esto en mente el enano siguió aferrado a su caballo y a su idea de alcanzar al oriental, pasase lo que pasase. A su altura cabalgaba Leofred, que aunque su vista no era tan buena como la del enano en la oscuridad, su manejo del caballo era mucho mayor, con lo que se defendía igual o mejor que el naugrim.

-Espero que ninguno de los dos tenga problema alguno, aunque viendo lo cerrada de la noche y lo abrupto del terreno era posible que todo pasase...aunque también al oriental -ese pensamiento motivó a Gwalin a seguir cabalgando en pos de su enemigo.