Partida Rol por web

 No estaba siendo una de las mejores persecuciones para el nosferatu. Con desazón veía como su rival se alejaba más y más, incluso Aspasia lo iba dejando atrás. Frustrado giró en una callejuela esperando recuperar algo de terreno, para encontrarse allí de pie a Aspasia, en un callejón vacío de rivales. Aspasia cabello revuelto con un punto de ira en la mirada le preguntó - ¿Le llegásteis a herir? Quizas podamos rastrear el olor de la sangre... -  Su voz sonaba algo insegura, como si no supiera si su interlocutor le fuera a responder. - Le llegué a golpear, si eso responde a tu pregunta - Ahora era yo quien sonaba inseguro-

-Clavé mi hoja en su cuerpo tan profundamente como me fué posible, pero no lo dañé- le espeté intentado dar una sensación de seguridad - Ese ser, llevaba una mascará echa de carne y pellejos humanos y no parecía un ser normal, ni humano ni de los nuestros. Parecía algo antinatural. - Clavé mis ojos en los de Aspasia - Sin embargo, no respondió a mi ataque, simplemente huyó, pudo atacarme, pero no... tan solo nos amenazó y luego huyó- En la soledad del callejón junto a Aspasia me asaltaron múltiples preguntas, mientras esperaba alguna respuesta de ella.

Aspasia frunció el ceño ante las declaraciones del goliardo y permaneció largos segundos meditando sobre ello. Ese ser o ente o demonio, conjurador o lo que sea debe de usar sus propias artes sobre si mismo...¿por qué querrían distraernos de esa forma? ¿atacarnos? Será una señal de advertencia...el ser hizo su convocación y huyó, quizás porque sabía que si se enfrentaba a nosotros le terminaríamos matando...humm Allí había algo que se le escapaba y la sensación no hacía sino aumentar su frustración. Agitó la cabeza desconcertada.

- Sea lo que fuera ese ser y pretendiera lo que pretendiese no es este el lugar más propicio para discurrir sobre ello- dijo finalmente mirando alrededor.- Creo que lo mejor es que examinemos el callejón por si se nos pasó algo por alto y luego volvamos con los demás- propuso suspirando. Poco a poco su rostro fue adquiriendo su aspecto tranquilo y sereno de siempre, y el brillo peligroso de sus ojos fue apagándose. Sin esperar su asentimiento comenzó a examinar el entorno, adoquines, soportales, alcantarillas...atenta a cualquier pista sobre qué dirección podría haber tomado el ser.

Aymar, desprovisto de su espada se lanza con los brazos abiertos hacia la bestia, su abrazo se cierra capturando sus garras.

El mortal reacciona, no es necesario que le apremien, levanta nuevamente su espada, la dura piel de la bestia vuelve a impedir que la espada encuentre carne.

El monje
estaba preparado para el golpe que esperaba de aquel ser monstruoso, pero este
no ocurrió gracias a la presa de Aymar. El instante que necesitó Andrei para
reaccionar, fue aprovechado por el mortal que trató, una vez más en vano, de
clavar su espada en la dura piel de aquel ser.

Una sonrisa
lobuna se dibujó en el rostro del Tzimisce. Aymar mostraba buenas aptitudes
para ser un cazador; en el poco tiempo que habían compartido combatiendo ya
aplicaba técnicas de manada. No iba a defraudar a su compañero de refriega.

Flexionó
las piernas para tomar impulso, de forma que su diestra convertida en garra, se
clavó desde el bajo vientre de la criatura y abrió profundos surcos en su torso
hasta cerca de su hombro izquierdo por donde salió.

Cayó el
monje de pie dando un pequeño giro en el aire debido a la inercia del golpe,
dispuesto a lanzar un nuevo ataque contra la criatura, pero aquella había
expirado su último gruñido de dolor con el ataque, y caía inerte, tan sólo
sujetada por los brazos de Aymar.

La sonrisa
se desvaneció del rostro de Andrei, más por el fin de la diversión que por
ninguna contrariedad. Su cuerpo adoptó de nuevo una postura más relajada,
sacudiendo al suelo suavemente la mugre de sus garras, con cuidado de no manchase
él ni a sus compañeros. Miró al rostro de Aymar.

- Id y protegedlos en la caza. Yo cuidaré del
carpintero, no sea que esto fuera una táctica para distraernos y acabar con la
información que posea. – esperó la respuesta afirmativa de Aymar, mirándolo
a los ojos, antes de partir rápidamente de vuelta a la casa del mortal.