Partida Rol por web

La voz de Aspasia detiene la espada del mortal se detiene justo cuando planeaba asestar un nuevo golpe sobre el inmovilizado cruzado, su expresión de determinación pasa a la confusión, la mirada oscila entre su señora y el mostruo delante suya que grita preso de una furia sin par.

Haciendo gala de una obediencia ciega, retorcede un paso, el pastor sujeta al cordero convertido en lobo, el brazo armado de la iglesia en tierra santa, si que queda alguna en este mundo olvidado por Dios.

-¡Qué haceis!- clama incredulo -¡nos matará a todos, atacad ahora , debemos de incapacitarlo!.

Una, dos, tres ... las luces en las casas de alrededor comienzan a aparecer, mortales cansados que intentan dormir por la noche tras una dura jornada de trabajo. Algunos molestos por la interrupción de su sueño, otros curiosos y otro tanto sin duda ambas cosas.

"Id a dormirla a otro sitio", "mataros en algun lugar lejos y a ser posible en silencio", "guardia ... guardia" se escucha en una y otra vivienda con las ventanas abiertas.

Aspasia dudaba de que aquello fuera la mejor opción, pero el despertar de la gente y el jaleo que se estaba empezando a formar en las cercanías, la persuadió de que si no hacían algo pronto la situación iba a empeorar aún más. Volviéndose a Michel ordenó

- Está bien...adelante, incapacítalo- le dijo haciendo un gesto de aquiesciencia con la mano. Luego añadió al aire- Maese Cabrera...si tiene en mente hacer algo para ayudarnos sería un buen momento el que lo hiciera ahora..- comentó antes de enarbolando el madero que llevaba de una forma un tanto insegura procediera a atacar ella también al cruzado.

Fernando no estaba seguro de querer atacar al cruzado, pero las palabras del monje y los gritos le acucian a actuar, así que decide intentar incapacitar al noble guerrero.

Mortal e inmortales, se lanzan sobre el inmovilizado cruzado. Mientras desde las ventanas, los ciudadanos asisten al macabro espectaculo, gritando improperios, llamando a la guardia. Más nadie se atreve a salir en ayuda del hombre que está siendo atacado en plena calle, a la vista de todos.

La vida y la muerte son moneda de cambio en una urbe como Barcelona, en tiempos donde el fuerte prevalece y el débil con suerte se aparta del camino o paga el precio, a veces ... mortal.

El pelirojo, ataque con decisión, su espada sube y baja trazando arcos mortales, con frenesí asesino, miestras las dagas en manos de los imortales apuñalan sin piedad con poco éxito.

El cruzado deja de forcejear, es entonces cuando el monje relaja su presa, -dejad de atacar- levanta la mano del cruzado soltandola para dar más peso a sus palabras -ha dejado de ser un problema-

La armadura del cruzado está inservible, sus ropas reducidas a andrajos, su frio cuerpo inerte, sus ojos abiertos de par en par, sin atisbo alguno de conciencia.

-Largemonos de aquí- sisea el monje echandose el cuerpo del cruzado al hombro, sin apenas esfuerzo, comienza a andar ligero al principio, corriendo despues, por sendos callejones, de vez en cuando se para para escuchar algo que solo él parece percibir, tras un gruñido señala el camino con un "por ahí".

Lejos quedan las voces de los vecinos, el tintineo de las armaduras de la guardia, y solo entonces el monje se para y digna a dar explicaciones -no sé que a ocurrido antes, pero tengo mis sospechas- dice mirando a uno y a otros largo tiempo -quiero escucharlo de sus labios- señala el cuerpo inerte del cruzado tendido en el suelo.

-Tú- señala al mortal -corta tu mano y dale de beber de tu sangre- añade con tono hosco cargado de una amenaza velada.

El mortal devuelve la mirada desafiante al monje, volviendo la mirada en última instancia a Aspasia -¿domina?- es cuanto sale de sus labios.

Una vez el cruzado se derrumbó inconsciente, Aspasia se limitó a observarle brevemente mientras limpiaba con un pañuelo la punta de su mellado cuchillo, de forma fría y despasionada. No dijo nada cuando el monje se echó al cuerpo destrozado del brujah a la espalda, ni tampoco lo hizo cuando éste echó a correr. Con el embozo de la capa echado sobre el rostro se limitó a correr junto a ellos, accediendo a los deseos del gangrel con una actitud que dejaba claro que lo hacía porque así lo quería.

Sin embargo, cuando por fin se detuvieron en la estrecha calle que les había servido de refugio su actitud cambió por completo. Dando un paso al frente alzó la mano enguantada y miró al gangrel y al nosferatu con mirada fría e inhumana.

- No- esa única palabra cruzó el espacio que les separaba como si hubiera sido un látigo y despejó cualquier duda sobre sus deseos. Situándose junto a su ghoul y ligeramente adelantada a él, interponiéndose, añadió en tono decidido- Es de mala educación usar las cosas de otros sin permiso. Si deseáis que despierte aquí y ahora gustosa le daré mi sangre- el helado verde de sus ojos se desvió brevemente hacia el cuerpo inerte del cruzado antes de volver a mirar a Andrei y Fernando- sino, yo misma iré en busca de un mortal o dos que le alimenten. Tenemos dos opciones y poco tiempo, mis señores. Así que decidid. Ya se nos ha ido parte de la noche en esta muestra de debilidad por parte del cruzado.