Ryuu observó el intercambio con una mirada pensativa, dejando que las palabras de sus compañeros resonaran en su mente. Habían pasado por un día de infierno, y ahora, enfrentaban decisiones que definirían su futuro. Sus ojos se movieron de Mimo a Seamus, luego a Anlin y finalmente a Nola. Cada uno tenía sus propios miedos, dolores y deseos, y todos estaban válidos.
-Anlin, entiendo tu urgencia, y comparto tu preocupación. La bruja ha regresado, y el peligro que representa es real. Ir a la capital para advertir al rey es una responsabilidad enorme, y necesitamos hacer que alguien se haga cargo de esto antes de que la situación se agrave. Pero Seamus tiene razón. No podemos simplemente abandonar Saria en este estado, no sin asegurarnos de que aquellos que murieron reciban el respeto que merecen y que los sobrevivientes tengan la oportunidad de reconstruir su hogar, al menos en parte.
Hizo una pausa, respirando hondo antes de continuar.
-Mimo, lo que dijiste es cierto. Cada uno de nosotros tiene un papel que desempeñar. No todos somos guerreros, pero todos somos necesarios. Si decidimos dividirnos, debemos hacerlo con la conciencia de que nuestras acciones aquí y ahora tendrán consecuencias. Yo, por mi parte, creo que debemos pasar estos próximos días ayudando a enterrar a los muertos y organizando a los sobrevivientes. Después de eso, aquellos de nosotros que estén dispuestos deberían partir hacia la capital para informar al rey y buscar ayuda.
Finalmente, Ryuu se dirigió a todos, con su voz llena de determinación.
-Saria puede ser pequeña, pero nuestra voluntad de protegerla y reconstruirla es lo que la hará grande. Y si vamos a la capital, lo haremos con la certeza de que dejamos nuestro hogar en las mejores manos posibles.
Ryuu terminó su discurso con una mirada firme. Sabía que no había una solución fácil.
Mire apenada a toda la destrucción, no podía dejar que un agujero de desesperación me inundara.
¿Dónde están los supervivientes que encontrasteis? Quiero saber cómo están o si necesitan curación.
Entiendo las prisas pero no podemos dejar a nuestra gente así sin más. No creo que pase nada porque estemos un par de días aquí honrando a los muertos y ayudando a nuestro pueblo. Una vez asimilado todo podemos partir al siguiente lugar.
Anlin se quedó de brazos cruzados escuchando lo que tenían que aportar los demás, hasta que finalmente hizo una mueca de tristeza y asintió. - Tenéis razón, lo siento si he sonado insensible - admitió con cierta pena - solo quiero intentar acabar con nuestros enemigos lo antes posible y evitar más víctimas, pero tenéis toda la razón, no podemos dejar el pueblo así, sin más, menos aún con los cuerpos de nuestros seres queridos por ahí.
Respecto a los heridos, no te preocupes Kimiko, me he encargado personalmente de tratarlos, aunque me he quedado sin energía para tratar al pobre y quemado Mimo... - Una risa nerviosa salió de sus labios, sin ser capaz de mirarle a la cara. - Lo siento, después de todo lo que has hecho te lo merecías.
Se me olvidó en mi post anterior, pero Mimo y Ryuu consiguen 30 EXP por el rol narrativo.
¡Oh venga! - gritó AShter con una recuperada prepotencia. - Nos hemos cargado a uno de esos generales monstruosos ¡y tú ni estabas! Imagínate lo que vamos a lograr todos juntos, no te preocupes tanto, el mundo no se va a destruir por dos días, menos aún estando nosotros, los futuros héroes, aquí, listos para darle caña a cualquier cabronazo. - Se rascó la nariz con un dedo, mostrando su recuperada sonrisa.
Parecía que Ashter había sacado fuerzas de flaquezas y se había convertido en un pilar de esperanza, a diferencia de Nola, quien simplemente sonrió tímidamente y se escabulló como buenamente pudo para ir a intentar "animar" al resto de gente.
El primer día, tras organizar a los supervivientes que aún podían moverse y trabajar con normalidad, decidieron dedicarlo a limpiar de cadáveres el pueblo y a enterrarlos en el cementerio. Si bien no fue un día muy duro físicamente, emocionalmente dejó destrozados a prácticamente todos, por lo que tras una muy silenciosa noche, acompañada solo por algún que otro llanto casual, no avanzaron nada en la reconstrucción del pueblo.
El segundo día, con el pueblo más limpio y todas las pobres víctimas enterradas, todos aquellos que aún tenían energía física y mental para trabajar, comenzaron con la reconstrucción del pueblo. Empezaron con una de las partes más importantes, la reconstrucción de los campos, que sorprendentemente, habían aguantado bastante bien el ataque y pudieron salvarse la mayoría de las cosechas. Por otra parte, al haber visto tan reducidos sus números, los supervivientes optaron por desechar las casas que en peor estado estaban y utilizar esos mismos materiales para reconstruir las que podrían necesitar menos arreglos.
Aún quedaba mucho por hacer, sin embargo tras tanto esfuerzo, el pueblo ofreció a Anlin, Ashter, Kimiko, Mimo, Ryuu y Seamus, dormir en una de las casas recién reconstruidas, con sus mullidas y cómodas camas, después de todo debían partir ya a la capital al día siguiente. Los primeros rayos de luz entraban por la ventana de aquella casa y finalmente, era hora de emprender el viaje para avisar del regreso de la bruja.
Mimo se despertó temprano, antes que el sol pudiera iluminar por completo la habitación en la que dormía. Aún se sentía cansado, pero había pasado una buena noche de sueño en comparación con las noches anteriores, plagadas de ansiedad y dolor. Se estiró, notando la suavidad de la cama y la calidez de las cobijas, algo que no había experimentado desde el ataque a la aldea.
Al levantarse, su mente volvió a la realidad de lo que había ocurrido. Recordaba vívidamente los rostros de los seres queridos que habían perdido, el esfuerzo por salvar a Helia y la devastación que había dejado la batalla contra la bruja y sus secuaces. A pesar de todo, sentía un peso menos en su corazón. La comunidad estaba trabajando para reconstruir lo que se había perdido, y él había encontrado un propósito en medio de la devastación.
Salió de la casa reconstruida y se dirigió al campamento, donde los supervivientes y el grupo estaban preparando todo para el viaje a la capital. Observó a los habitantes de Saria trabajando con un renovado sentido de propósito y esperanza, y le sorprendió ver cuánto habían logrado en tan poco tiempo. Aunque el trabajo no era fácil, el esfuerzo conjunto estaba empezando a dar sus frutos.
La luz del amanecer se filtraba suavemente por las ventanas, bañando la habitación en un cálido resplandor dorado. La casa, recién reconstruida, ofrecía una extraña mezcla de confort y tristeza, una muestra del arduo trabajo realizado en los últimos días y del dolor que aún latía en los corazones de los supervivientes.
Ryuu, que había pasado la mayor parte de la noche en un sueño ligero y agitado, se despertó con el primer rayo de sol. Se estiró en su cama, sus músculos doloridos recordándole los días anteriores. Aunque el descanso había sido necesario, su mente ya estaba en el viaje que debían emprender.
Se levantó en silencio, tratando de no despertar a los demás, y se dirigió hacia la ventana. Desde allí, podía ver el pueblo: las casas parcialmente reconstruidas, los campos que habían logrado salvar y la tenue columna de humo que aún se alzaba de las fogatas que habían encendido durante la noche. Un pueblo que, a pesar de todo, estaba comenzando a resurgir.
El aire fresco de la mañana entraba por la ventana, llenando la habitación con un olor a tierra húmeda y madera quemada. Ryuu cerró los ojos un momento, inhalando profundamente. Sabía que el viaje que tenía por delante no sería fácil, pero también sabía que era necesario. Saria estaba reconstruyéndose, pero la amenaza de la bruja aún pendía sobre ellos como una espada de Damocles.
Cuando abrió los ojos nuevamente, su expresión había cambiado. La tristeza seguía allí, pero ahora estaba acompañada por una determinación firme. Ryuu no era alguien que se dejara abatir fácilmente, y sabía que sus habilidades serían necesarias para lo que estaba por venir. Su responsabilidad ahora era más grande que él mismo, más grande que el pueblo que estaba dejando atrás.
Con un último vistazo a la vista desde la ventana, Ryuu se giró y comenzó a prepararse para el viaje. Se aseguró de que todo estuviera en orden: sus armas, sus pocas pertenencias, y una pequeña bolsa con provisiones. Cada movimiento era metódico, calculado, reflejando la calma que había logrado encontrar en medio del caos.
Cuando estuvo listo, Ryuu se dirigió hacia la puerta. La madera crujió bajo sus pies mientras se detenía un momento, colocando una mano sobre el marco como si quisiera absorber una última vez la esencia del lugar que había llamado hogar. Sabía que, aunque partía hacia un futuro incierto, llevaba consigo la fuerza y el espíritu de Saria.
Con esa convicción en su corazón, Ryuu abrió la puerta y salió al aire libre. El pueblo detrás de él, el camino adelante. Sin mirar atrás, comenzó a caminar, el sol ascendiendo lentamente en el cielo, marcando el inicio de un nuevo capítulo en su vida.
Estos días anteriores habían sido agotadores no sólo física sino emocionalmente.. enterrar a nuestros familiares y amigos. Jamás pensé que tendría que vivir esto... Me había derrumbado varias junto a otros del pueblo. Todos habíamos trabajado muy duro para ayudar a limpiar y reconstruir.
Me encargué de rezar por las almas de los muertos e hice una pequeña ceremonia para ayudar a que las almas llegaran al más allá con paz y tranquilidad con la gente que aún quedabamos. Fue lo más duro que había hecho hasta ahora, pero pude notar como este también parecían ayudar un poco a aquellos que aún quedaban, el saber que su familia iba a estar bien en el más allá pareció tranquilizar a la gente a pesar del dolor que que compartíamos todos.
El segundo día la reconstrucciones parecieron unir a todos aún más. Fue increíble ver como todos se unieron a pesar de la tragedia. Parecía que iban a estar bien, aunque aún tenía miedo dejarlos atrás el día siguiente.
Después del segundo día nos dejaron una de las casas que habíamos reconstruido para poder dormir allí. Esos días habían sido agotadores así que caí rendida inmediatamente. Arropada en las sábanas que traían algo de consuelo.
Al amanecer del tercer día me levanté aún muy cansada por los días anteriores. Me levanté un poco antes de la hora acordada y me fui al cementerio a rezar una última vez por el pueblo y me despedí de mis padres y mis amigos por lo que quizás sería la última vez. Me levanté limpiándome las lágrimas y volvi al campamento donde muchos de mis compañeros ya estaban. Mientras caminaba fui observando el estado del pueblo y todo lo que habíamos logrado en dos días. Fue inspirador ver todo lo que habíamos logrado Unidos. Levantaba el espíritu y daba esperanza de que las cosas podían mejorar. Una vez en el campamento empecé a ayudar a la gente que estaba empaquetando y a preparar el desayuno. Iba a ser un viaje largo y teníamos que estar preparados.
El sol naciente bañaba en oro los restos de lo que una vez fue Saria. Las casas, aún con las marcas de la batalla, testimoniaban el dolor y la destrucción. Mimo, Ryuu, Kimiko, Seamus y los demás supervivientes se reunieron en la plaza, sus rostros reflejando una mezcla de tristeza y determinación. Era hora de partir.
Anlin, la descendiente directa de aquél gran héroe que nació y creció allí, con su mirada penetrante y su espada en la mano, se dirigió hacia ellos - Hemos sufrido una gran pérdida, pero la esperanza no ha muerto. Llevamos en nuestros corazones la fuerza de Saria y la promesa de un futuro mejor. Nuestro destino nos llama a la capital, donde encontraremos aliados y acabaremos de una vez por todas con la bruja.
Ashter, que se encontraba al lado de su amiga, alzó la lanza hacia el cielo. - A todos los guardias que queden en la ciudad, sé que sois pocos y que sin el mandato de mi padre, estaréis desamparados, pero no temáis ¡yo mismo me encargaré de acabar con todo mal! ¡Mi lanza será la lanza de la justicia y la venganza! ¡Por ello os confío la seguridad del pueblo, proteged Saria hasta que vuelva!
Antes de partir, todos los aldeanos hicieron una pequeña colecta que entregaron a los héroes por sus esfuerzos. Con el corazón pesado, los viajeros abandonaron Saria. Las primeras millas fueron un lamento silencioso. Recordaban a sus seres queridos, a las risas que antes llenaban las calles, a la vida que habían dejado atrás. Sin embargo, a medida que se adentraban en el bosque, el ánimo comenzó a cambiar. Ashter, con su peculiar humor y sobervia, aligeraba el ambiente. Mimo, con su optimismo innato, compartía sus esperanzas para el futuro de Saria. Y Ryuu, con su fortaleza silenciosa, inspiraba confianza en los demás, mientras Kimiko y Seamus reconfortaban a los demás, ya que todos los supervivientes habían sido tratados con magia blanca y las casas reconstruidas con la mejor ingeniería de la que disponían.
Cruzaron ríos caudalosos y atravesaron el profundo bosque que rodeaba la aldea. A cada paso, se sentían más cerca de su destino, la capital del reino, liderados por Anlin, la única que parecía tener un rostro serio y no lograba animarse, centrada en cumplir con las expectativas que sentía otra vez en sus hombros.
Al llegar a las puertas de la capital, se sintieron pequeños ante la inmensidad de la ciudad, que tenía forma circular. Nada más entrar, había una gran plaza con la estatua de los cuatro héroes en el centro. Hacia la izquierda, la zona residencial de la ciudad y hacia la derecha, la zona comercial, aunque desde la plaza no podían contemplar ninguna de las dos zonas con mucho detalle. Sin embargo, el castillo que se alzaba en el centro del castillo, los hacía sentir aún más pequeños que las propias murallas, pues nunca habían visto una edificación tan grande.
Cambiamos de escena a "La capital"
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