Partida Rol por web

Evesfill [+18]

La mansión embrujada

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27/04/2025, 21:23
Ryuu Takahashi

Ryuu se acercó lentamente a las vitrinas, dejando que sus dedos rozaran apenas el cristal frío, como si temiera perturbar el solemne silencio que flotaba alrededor de aquellas reliquias. Se detuvo frente a la espada de luz, observándola como quien contempla una estrella caída, algo hermoso y terrible a la vez.

-Las armas de los héroes...

Murmuró, más para sí mismo que para los demás

-Herramientas de salvación... o de condena, según quién las empuñe.

Se giró hacia el grupo, una chispa diferente en su mirada, más intensa, casi reverente.

-Estos no son simples instrumentos. Son testigos. Recuerdos de un tiempo en el que el mundo estuvo al borde... como ahora.

Dejó escapar un suspiro y volvió a clavar la vista en el bastón de Galiana, en el arco, en el grimorio. Luego, inevitablemente, su mirada volvió a detenerse en la espada brillante.

Durante un momento, todo el ruido, toda la tensión del pasillo, todo el peso del futuro inminente, desapareció.

Solo quedaban él y aquella espada.

Sus dedos rozaron de nuevo el cristal, esta vez con más firmeza, como si a través del frío pudiera tocar un eco del pasado. No dijo nada, pero sus ojos lo confesaban todo. Yindal. El héroe que, aunque Ryuu nunca lo hubiera admitido en voz alta, había sido su faro. Su imposible. Su modelo secreto cuando era solo un chiquillo que soñaba con ser algo más que un bufón encantador.

La admiración, la vergüenza de no sentirse digno, la esperanza de algún día merecer ser mirado de la misma forma que miraban a ese héroe… todo eso latía en su pecho ahora.

Cerró los ojos un segundo, respiró hondo, y cuando los abrió de nuevo, ya no quedaba rastro de duda en su mirada.

-Si alguna vez soñé con algo...

Murmuró apenas audible

-Fue con estar a la altura de él.

Llevó la mano hacia el pomo de la espada, despacio, sin prisa, como quien se acerca a una promesa largamente postergada. Y cuando sus dedos la tocaron, no hubo un estallido de luz, ni un trueno dramático. Solo una sensación de pertenencia. De ser digno. No porque fuera perfecto. Sino porque, como Yindal, había decidido creer. Incluso en el borde mismo de la desesperación.

Retiró la espada del pedestal con una suavidad reverente, sosteniéndola ante sí. Por primera vez, no para alardear, ni para fanfarronear. Sino para pelear por algo que realmente importaba.

Se giró hacia el grupo, la hoja centelleando levemente con el reflejo de la escasa luz, y con una media sonrisa, pequeña, sincera, casi melancólica, dijo:

-Supongo que va siendo hora de dejar de hacer el payaso.

Su voz no era solemne, ni heroica. Era simplemente... Ryuu. Un chico que había recorrido un camino largo, caótico y lleno de heridas, y que aún así, había elegido no rendirse.

La empuñadura de la espada de Yindal se sentía firme y cálida en su mano mientras cruzaba el umbral de la gran puerta. Cada paso que daba hacia la sala impregnada de magia oscura resonaba como un eco en su pecho. El ambiente cambió al instante: el aire, denso y cargado de una energía pesada, parecía resistirse a cada inhalación. Era como caminar dentro de un recuerdo demasiado amargo para ser olvidado.

Sus ojos recorrieron rápidamente el lugar: estanterías atiborradas de conocimiento prohibido, frascos que burbujeaban con secretos olvidados, mesas desbordadas de pergaminos y notas, como si toda una vida de obsesión hubiera quedado expuesta en aquel santuario del fin del mundo. Y en el centro de todo, de pie, como una reina derrotada en su propio trono de ruinas, estaba ella.

La Bruja.

Anlin.

Eve.

Ryuu sintió el peso de la espada aumentar ligeramente, como si reconociera a su enemiga... y a su vieja amiga. Su estómago se anudó, pero su paso no flaqueó. Porque esta vez no era solo un bufón cargando contra imposibles. Era alguien que había visto demasiado para seguir creyendo en los cuentos, y aun así... elegía intentarlo.

Su mirada se encontró con la de ella, y en ese instante, toda la preparación, todo el miedo, toda la furia que podría haber sentido... se disolvió en algo más simple. Algo más verdadero.

Esperanza.

Ryuu dio un paso adelante, la espada de Yindal en mano, pero no en posición de ataque. La sostuvo a su costado, la hoja apuntando hacia el suelo, brillante pero paciente. Su mirada se encontró con la de la Bruja, no con odio, no con miedo, sino con algo mucho más difícil de sostener: compasión.

-No hemos venido a matarte

Dijo, su voz firme, resonando en aquella sala cargada de recuerdos y tragedias

-No de inmediato. No si podemos evitarlo.

El silencio que siguió pareció tragarse el susurro de las llamas en los frascos, el crujido lejano de algún tomo desmoronándose en una estantería olvidada.

-¡Hemos venido... a darte una oportunidad!

Avanzó un paso, los ojos fijos en ella.

-Porque antes de que decidas cómo acaba esto... tienes que escuchar algo.

Ryuu tragó saliva, consciente del peso de cada palabra.

-He estado pensando, dándole vueltas a todo lo que vivimos, a todo lo que leímos en tus diarios... Y tengo una teoría.

Su voz bajó apenas, como si hablar demasiado alto pudiera romper algo frágil

-¿Y si la magia... no es solo una herramienta? ¿Y si es algo vivo? Algo que se ha alimentado durante siglos de ese ciclo de crear monstruos y héroes, de dar poder, hacerlo crecer, y luego reclamarlo. Como tú misma hiciste con tus generales.

Sus dedos se cerraron más firmemente sobre la empuñadura de la espada.

-Quizá esa "fuerza" no quiere redención. Quiere el ciclo. Quiere el conflicto. Héroes para derrotar a monstruos. Monstruos que se alzan para justificar héroes. Un juego eterno para fortalecerse, para existir.

Hizo una pausa, dejando que la idea calara.

-Y cuando Yindal decidió no matarte... rompió las reglas del juego. La magia, o ese ente, o lo que sea, no pudo reclamar su premio. Así que castigó a los héroes quitándoles su fuerza. No porque fueran débiles, sino porque rompieron el ciclo. Porque eligieron creer.

Su voz se volvió un poco más intensa, cargada de esa pasión caótica que siempre lo había definido.

-Y ahora estás aquí. A punto de repetir la historia. A punto de cumplir el destino que ellos no quisieron completar. De morir, para que la rueda siga girando.

Ryuu se detuvo frente a ella, dejando que cada palabra pesara.

-Pero no tienes que hacerlo. No si quieres luchar de verdad. No contra nosotros. No contra ti misma. Sino contra el ciclo.

Bajó ligeramente la espada, su mirada brillando con una intensidad feroz.

-Tú eres la única que puede hacerlo, Anlin. Tú... y nadie más.

Se irguió, sin desafiarla, pero tampoco suplicándole.

-Así que dime. ¿Quieres ser el final de esta historia? ¿O el principio de algo nuevo?

Sus ojos, brillantes de determinación y dolor, se clavaron en los de ella.

-Te toca a ti, Anlin. Elige.

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27/04/2025, 22:56
Evesfill

La Bruja permaneció inmóvil durante unos tensos segundos, la punta de su espada temblándole ligeramente mientras escuchaba las palabras de Ryuu. Su sorpresa era palpable, sus ojos amarillos se dilataron ligeramente mientras absorbían cada frase, cada idea descabellada que el hilaba con una intensidad sorprendente. Lentamente, muy lentamente, la hoja de su espada comenzó a descender, el filo dejando de apuntar directamente al corazón del grupo.

Cuando Ryuu mencionó el nombre de Yindal, un escalofrío recorrió el cuerpo de la Bruja. Su rostro, pétreo y distante, se contrajo brevemente, como si un recuerdo doloroso la hubiera alcanzado como un latigazo. Sus ojos se nublaron por un instante, evocando una imagen fugaz del héroe que una vez le ofreció una oportunidad.

Finalmente, con una voz apenas audible, cargada de una incredulidad vacilante, la Bruja respondió. - ¿A pesar de todo lo malo que he hecho queréis salvarme? ¿De verdad creéis que Yindal desencadenó algo... oponiéndose a su destino? ¿Y que yo puedo hacer lo mismo? - preguntó, su mirada fija en Ryuu, buscando desesperadamente una respuesta. - ¿En serio creéis que somos todos... parte de esa criatura que domina la magia y nos la inserta... como si todos fuéramos sus marionetas, como mis propios generales?

Al formular esta última pregunta, una nueva expresión se apoderó de su rostro. Sus ojos se iluminaron con una intensidad fría y calculadora, como si una pieza crucial de un rompecabezas largamente olvidado acabara de encajar en su mente. Parecía convencida, como si las palabras de Ryuu hubieran iluminado una verdad oscura que había estado buscando en sus propios estudios. - Si es el creador de toda la magia... debe tener todas nuestras habilidades ya - continuó, su voz ahora teñida de una creciente preocupación ¿aunque realmente era cierto que tuviera todas sus habilidades?. - ¿Creéis que podremos ganarle? Y aún así... ¿cómo llegamos hasta ello?

Parece que la bruja estaba empezando a creer en ellos, pero dio un paso atrás, alejándose nuevamente y alzando la espada. Se estaban jugando todo a una posibilidad muy remota y en caso de que no estuviera completamente convencida, lucharía contra ellos para evitar el fin del mundo, que rugía desde el cielo.

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28/04/2025, 00:29
Ryuu Takahashi

Ryuu no dudó. No bajó la mirada. No se movió siquiera. Solo dejó que la espada de Yindal, aún sujeta en su mano, hablara en su lugar tanto como sus palabras.

-No.

Dijo con una honestidad brutal, su voz grave, firme, sin adornos

-No queremos salvarte a pesar de todo lo que has hecho.

Dio un paso adelante, su figura pequeña frente a la inmensidad de magia que ella contenía, pero sin un ápice de miedo en sus movimientos.

-Queremos salvarte porque eres todo lo que has sido.

Continuó, y en su tono no había lástima ni ingenuidad, sino respeto por la verdad que compartían

-Porque fuiste capaz de sobrevivir al infierno. Porque fuiste capaz de buscar otra forma. Porque, incluso ahora, podrías elegir romper este maldito ciclo en lugar de perpetuarlo.

Alzó ligeramente la espada, no como amenaza, sino como juramento.

-Y porque alguien

Añadió, la voz quebrándose apenas, solo lo justo para que no sonara ensayado

-Alguien que creyó en ti cuando eras un monstruo... apostó su vida a que había algo mejor esperando dentro de ti. No para hacerte perfecta. No para borrar el pasado. Sino para demostrar que incluso en la oscuridad más absoluta, puede nacer algo que valga la pena proteger.

Bajó finalmente la espada, plantándola en el suelo frente a él, inclinando la cabeza apenas, en señal de respeto.

-Así que sí.

Dijo, más bajo, más íntimo, como si esa confesión fuera solo para ella

-Queremos salvarte. No para negarlo todo. Sino para honrarlo todo.

Sonrió. Una sonrisa triste, cansada, pero también tozuda, como el brillo terco de una vela en mitad de un vendaval.

-No creo que Yindal desencadenase algo

Dijo despacio, como si estuviera eligiendo cada palabra con un peso consciente

-Lo sé.

Se acercó un paso más, sin levantar la espada, solo con la fuerza de su voz, de sus convicciones.

-Cada elección crea algo. Cada acto de bondad en un mundo que espera violencia, cada momento en que alguien elige confiar cuando debería odiar... cada una de esas pequeñas decisiones se queda. Cambia cosas. Cambia personas. Cambia futuros que ni siquiera imaginamos.

El viento invisible de la magia agitaba levemente su cabello, pero Ryuu apenas lo notaba. Su mirada estaba anclada en ella.

-Puede que no fuera inmediato. Puede que sembrara una semilla en un suelo tan árido que nadie creyó que pudiera germinar. Pero lo hizo.

Inspiró hondo, como si se aferrara a algo más grande que sí mismo

-Está germinando ahora mismo. En ti.

Dejó escapar una risa breve, sin humor, pero llena de ternura.

-Yindal no desató el fin del mundo, Anlin. No desató la caída de los héroes.

Negó con la cabeza

-Lo que desató... fue la posibilidad de algo nuevo. Algo que no era solo destruir para salvar. Algo que, por primera vez en mucho tiempo, se atrevió a creer que no todo lo roto debe ser quemado.

Bajó la mano despacio, pero no retiró su mirada de ella. Sus ojos eran firmes, serenos, sin un atisbo de burla ni de pena. Solo convicción.

-Y tu, claro que puedes oponerte a tu destino.

Respondió, como si fuera lo más obvio del mundo

-Ya lo has hecho.

Se dio un golpe ligero en el pecho con el puño cerrado, sobre el corazón.

-Cuando decidiste protegernos en Saria de transformarnos en monstruos. Ese no fue un acto de una reina de sombras. Fue el acto de alguien que aún creía que había algo que merecía ser salvado.

Dio un paso más cerca, con la espada de Yindal todavía en su mano, pero apuntando al suelo, no como una amenaza, sino como un recordatorio silencioso.

-Cuando caminaste junto a nosotros. No como una tirana, no como una diosa lejana. Caminaste como una amiga. Como alguien que compartía nuestras dudas, nuestras risas, nuestras pequeñas victorias y nuestras derrotas amargas.

Sonrió, una sonrisa leve, de esas que nacen de un agradecimiento demasiado grande para ser expresado del todo.

-Cuando te enfrentaste no solo a enemigos fuera, sino también a todo lo que llevabas dentro… No lo hiciste como la Bruja que todos temían. Lo hiciste como una de nosotros.

La voz de Ryuu se suavizó, y en su rostro se dibujó una sonrisa casi melancólica.

-Y a mí... también me salvaste. Aunque fuera sin saberlo. Sin ti, ni siquiera estaría aquí.

Rió brevemente, sin humor

-Hace mucho tiempo, encontré un libro. Uno que contenía parte de tu poder, parte de tu rabia, de tu magia oscura. No lo entendí del todo. Solo sabía que era peligroso... y tentador. Pero aun así lo usé. Aprendí a moldearlo. A convivir con él. Y sin darme cuenta... tú te convertiste en mi primera maestra. Incluso sin estar allí.

Bajó la espada con suavidad, y su voz se volvió más íntima, más firme.

-Gracias a ese fragmento de ti, descubrí lo que podía ser. Lo que no debía ser. No solo aprendí magia... aprendí que no era el poder lo que definía quién eras. Era cómo elegías usarlo. Y tú, sin saberlo, me mostraste ese camino.

Inspiró hondo, como quien se prepara para cruzar una línea invisible.

-Así que no, no estoy aquí solo porque crea que puedes cambiar. Estoy aquí porque sé que ya has cambiado. Porque parte de mí, la mejor parte, existe gracias a ti.

Alzó la vista, y sus ojos, cargados de una resolución tranquila, se clavaron en los de ella.

Su mirada no vaciló ni un segundo mientras hablaba. No era una súplica. No era compasión vacía. Era la verdad desnuda.

-Así que tal vez no lo veías, Anlin...

Su voz bajó, cargada de una gravedad tierna

-Pero cada pequeño acto de bondad, cada momento en que elegiste proteger en vez de destruir, amar en vez de odiar... fue un eco de la decisión que Yindal hizo por ti. Y ahora... tú misma has empezado a tomarla, sin darte cuenta.

Se irguió de nuevo, su silueta recortándose contra la oscuridad de la sala como una declaración silenciosa, luego esbozó una sonrisa ladeada, cansada pero auténtica. Se pasó una mano por el pelo, como si buscara las palabras adecuadas en medio del caos que sentía.

-No sé a ciencia cierta si somos parte de esa criatura 

Admitió, encogiéndose de hombros con una sinceridad brutal

-Todo lo que sé es que cuando ves las piezas del tablero moverse de forma tan... perfecta, tan cruel, tan predestinada… te preguntas si de verdad alguien tira de los hilos.

Se acercó un par de pasos más, sin levantar su espada, mostrándose vulnerable en su propia convicción.

-Tal vez no somos simples marionetas. Tal vez somos algo peor: piezas que aprendieron a moverse solas, pero sin saber nunca quién diseñó el tablero.

Sus ojos se oscurecieron un instante, serios

-Tal vez esa criatura... ese ciclo... no nos controla a cada uno. Pero sí define el marco en el que nacemos, luchamos y caemos.

Apuntó, no con la espada, sino con el corazón en sus palabras.

-Tus generales fueron creados con tu esencia, forjados por tu mano. Nosotros... nacimos en un mundo donde la magia ya estaba corrompida, donde el equilibrio dictaba que por cada luz debía haber una sombra. Quizá llevamos esa semilla dentro desde el principio. No porque seamos esclavos… sino porque nacimos dentro de una jaula que ni siquiera podíamos ver.

Respiró hondo, su voz bajó, cargada de algo que no era derrota, sino desafío.

-Pero tú rompiste esa jaula una vez. Cuando decidiste salvar en lugar de destruir. Cuando elegiste caminar junto a nosotros, aunque la oscuridad te reclamara.

Le sostuvo la mirada, intenso, sin rastro de burla ni de desesperación.

-Si de verdad existe ese ente... si de verdad esta historia ha sido escrita para repetir la tragedia una y otra vez… entonces quiero creer que también podemos escribir un final diferente. No porque seamos sus marionetas. Sino porque elegimos no bailar más al ritmo de su música.

Dejó que sus palabras flotaran entre ellos, como una chispa en medio de la tormenta que se avecinaba.

-¿Que esa criatura lo tiene todo? Puede ser.

Admitió, sin intentar suavizar la crudeza de la idea

-Si ese ente ha sido alimentado por cada batalla, cada tragedia, cada héroe y cada monstruo... entonces debe de conocer nuestras fuerzas mejor de lo que las conocemos nosotros.

Se pasó una mano por la empuñadura de la espada, no como quien se apoya en un arma, sino como quien busca recordar por qué la empuña.

-¿Podremos ganarle?

Hizo una pausa, y durante un instante, su sonrisa fue amarga, pero también desafiante

-No lo sé. A lo mejor no. Pero no estamos aquí porque sea fácil. Estamos aquí porque si no lo intentamos... si no plantamos cara... entonces ya hemos perdido sin pelear.

Avanzó un paso, como si sus palabras le marcaran el camino.

-¿Y cómo llegamos hasta él?

Repitió en voz baja, como sopesándolo

-No a través de la fuerza bruta. No solo con magia o acero. Llegaremos hasta él rompiendo el ciclo. Rompiendo las reglas. Rompiendo todo lo que ha mantenido su juego funcionando durante tanto tiempo.

Su mirada se endureció, vibrante de una obstinada esperanza.

-Y tú, Anlin... tú eres la grieta en su muro. La prueba viviente de que se puede fallar al destino. De que se puede elegir algo distinto. Eres la anomalía que nunca calculó.

Extendió una mano, no para atacar, sino como quien ofrece una promesa silenciosa.

-No sé si podremos ganar... pero sé que contigo, por primera vez en toda esta maldita historia, tenemos una oportunidad real de cambiarlo todo.

Y entonces la miró, directamente, sin juicio, sin miedo, solo con una voluntad tan terca como el amanecer:

-La elección sigue siendo tuya, Anlin. Siempre lo fue. Solo... esta vez, no estarás sola si decides pelear.

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29/04/2025, 07:02
Mimo

Mimo apretó su pequeña esfera de cristal contra su pecho, como buscando en ella el coraje que nunca había sentido tan necesario como ahora. Dio un par de pasos al frente, sus botas resonando suavemente contra el suelo de piedra mientras la Bruja retrocedía, espada en alto. Su voz, usualmente vivaz y bromista, salió esta vez temblorosa, pero sincera:

-¡No queremos pelear contigo! -exclamó, con una súplica en sus palabras- ¡Ni tú tampoco quieres pelear, ¿verdad?! ¡Lo sé! ¡Te duele! ¡Te duele tanto como a nosotros pensar que este es el único camino!

Se detuvo, levantando su esfera de cristal, que brillaba suavemente con una luz cálida, como un latido.

-¡Yo... yo he visto lo que la desesperanza puede hacerle a la gente! ¡He visto cómo te envenena, cómo te hace creer que no hay salida! -sus ojos, normalmente chispeantes de travesura, estaban ahora húmedos y brillantes de emoción- Pero si seguimos creyendo que sólo existe la tragedia, ¡entonces ese monstruo, ese creador de magia, ya nos ganó!

Avanzó otro paso, ahora con más firmeza, la voz más clara.

-¡No eres una marioneta! ¡No tienes que repetir esta historia una y otra vez hasta que todos estemos destruidos! ¡Podemos... podemos intentarlo! ¡Quizá no ganemos, quizá sí, pero esta vez... esta vez seremos nosotros quienes elijamos qué final queremos!

Mimo bajó su esfera, con una sonrisa triste, pero llena de una extraña valentía que no parecía caber en su pequeño cuerpo.

-Y si decides luchar contra nosotros... -añadió, bajando la cabeza brevemente-... entonces pelearé también. Pero no porque te odie. No porque crea que eres el monstruo que todos dicen. Pelearé... porque todavía creo que puedes ser salvada. Hasta el último segundo.

Alzó de nuevo la mirada, directo a los ojos de la Bruja.

-Tú también puedes creer en nosotros. Esta vez, de verdad.

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29/04/2025, 18:04
Sterling

Sterling recibió una de las armas de los heroes de antaño. Un arma que no tenia ni idea de como usar. Un arco. Conocia la teoria... pero para empezar ni siquiera tenia flechas. De todas maneras podia sentir la energia que emanaba de aquel arco. Y podia aprovecharla. Sin miramientos, y sin remordimientos, pues necesitaba toda la ayuda que pudiera encontrar, lo destruyó asimilando la energia y algunas de las piezas aprovechables en su Synapse, mejorandola. Sentia crecer ligeramente su poder. 

Una vez listo, entró junto al resto a ver a la Bruja. 

Le resultó impresionante. Mucho mas que la primera vez que la vio en le castillo flotante. 

Sterling no era tan sentimental como sus compañeros, no tenia ni idea de como apelar a los sentimientos de Anlin, de la Bruja. Pero tenia cabeza, conocimientos. 

El discurso de Ryuu pareció convencerla de que habia otra manera. Pero nadie sabia como. Evesfill sabia manipular el tiempo. Tiempo... 

- En el tiempo del que provengo, hace miles de años, nadie podia hacer magia como hacen hoy dia. Mis contemporaneos ni siquiera podian imaginar que algo asi fuera posible. Nadie nacia con capacidades magicas. Tan solo podiamos usarla como combustible a través de maquinas, como mi motor mágico. - Dijo, señalandose el pecho. 

- Tal vez con el paso del tiempo, esta entidad adquirió algo parecido a consciencia y inició ese ciclo para retroalimentarse. No se si podemos luchar contra algo así, pero tu manipulas el tiempo. Puede que... volviendo a mi epoca, cuando aun no existia ese ciclo, pudieras hacer algo para que nunca llegase a ocurrir. - Sterling estaba pisando terreno pantanoso, y lo sabia, pero habia tanto que desconocia de la magia actual que cualquier cosa le parecia posible, incluso algo tan absurdo como lo que proponia. 

- Este ente recuerda a un parasito. Se introduce dentro de los seres vivos al nacer, los utiliza y cuando mueren en conflicto, crece? - Se preguntó, pues no entendia demasiado bien aquello. - Puede que si consigues cambiar este ente magico, la magia misma cuando cambió, poder ayudar a que en lugar de ser un parasito, fuese una simbiosis, se romperia este ciclo. - En este punto, Sterling decidió callarse, empezaba a divagar incluso mas de la cuenta. 

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29/04/2025, 19:06
Eve Esfil

La Bruja escuchó las palabras de Ryuu y Mimo con una intensidad creciente. La honestidad cruda del aventurero bocazas, la súplica sincera del pequeño cambiaformas... algo en sus palabras parecía resonar con las capas más profundas de su ser, despertando ecos de la Anlin que había luchado por sobrevivir bajo el peso de la oscuridad. La espada que empuñaba bajó lentamente, su filo dejando de amenazar, como si la propia Bruja necesitara espacio para procesar la inesperada oferta de esperanza y sus ojos empezaron a tornarse del color azul.

Cuando Sterling habló, su perspectiva tecnológica añadió una nueva dimensión a la conversación y su mirada se posó en el cyborg, analítica, inquisitiva. - Mi dominio de la magia temporal... no se extiende a los viajes en el tiempo, al menos no de forma fiable. - respondió la Bruja, su voz aún cautelosa pero con un atisbo de curiosidad. - Pequeñas distorsiones, parar el tiempo unos segundos... sí. Pero rasgar el tejido del tiempo para enviar a alguien tan lejos... es un poder que no poseo.

Sus ojos se dirigieron hacia Kimiko, una nueva idea comenzando a tomar forma en su mente. - Quizá... con la ayuda de Kimiko y el orbe... podríamos intentarlo. Enviar a Sterling de vuelta a su tiempo... Aunque habría que recargarlo, lo habéis dejado completamente vacío por desuso ¿no? - su voz se apagó un instante, sopesando las posibilidades. - Te mereces recuperar tu vida, bastante has luchado ya por este mundo, que dista mucho del que conocías. Era un ofrecimiento sincero, a pesar de que su mirada estaba llena de determinación por acabar con lo que fuera que estaba parasitando a todos, quería que Sterling volviera a su época si este quería. - Ten en cuenta que si acabamos con la magia... Ya no habrá forma de volver.

Eve suspiró, dejando escapar una frustración contenida. La esperanza ofrecida era tentadora, pero el camino hacia ella aún estaba envuelto en una oscuridad impenetrable. - Sí... estoy dispuesta a luchar contra lo que sea que esté detrás de esto -declaró finalmente, su voz adquiriendo una nueva firmeza. - Si lo que dices es cierto... si este ciclo nos ha estado utilizando a todos... entonces merece ser destruido. Pero necesitamos saber a qué nos enfrentamos realmente... y cómo podemos siquiera empezar a luchar.

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29/04/2025, 19:43
Sterling

Sterling se sorprendió un poco del cambio de Eve, o Anlin. No lo tenia nada claro aun. y mas aun cuando esta le ofreció intentar devolverlo a su tiempo. Sonrió. 

- No importa. Acabar con todo esto, es mucho mas importante. Además, este es un mundo nuevo, mas allá de mi imaginación. Me gustará explorarlo cuando resolvamos todo esto. - Le dijo, con sinceridad. Ya se habia resignado a no volver, y aunque la oferta era tentadora, no podia irse sin saber si se arreglaria la magia. - Gracias de todos modos. 

- Si estas dispusta a luchar, y todos lo estamos, yo también. - Les aseguró a todos. 

- Como podemos descubrir a que nos enfrentamos? 

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29/04/2025, 19:55
Bardo

Justo cuando la tensión comenzaba a ceder ligeramente, una nueva figura hizo su aparición. La puerta de la sala se abrió de golpe, revelando al misterioso bardo pelirrojo, Bardo. Sus manos se alzaron en un aplauso lento y teatral, una amplia sonrisa iluminando su rostro lleno de astucia.

¡Bravo! ¡Bravo! - exclamó Bardo, su voz resonando con un tono de superioridad burlona. - ¡Qué escena tan conmovedora! El monstruo arrepentido, los héroes dubitativos... casi me hace derramar una lágrima. Pero, querida Eve - se dirigió directamente a la Bruja, cuyo color de ojos ahora mostraba un intenso azul. - toda esta efusión sentimental es encantadora, pero de poca utilidad si no sabéis cómo llegar hasta vuestro... "titiritero mágico", ¿no es así?

Bardo avanzó con una gracia felina, su sonrisa nunca abandonando su rostro. - Por suerte para vosotros, este viejo trovador conoce algunas magias ocultas. Siempre he tenido una habilidad especial para encontrar lo que otros dan por perdido. Pero, como bien sabéis, todo siempre tiene un precio. - Se detuvo justo frente a Eve, con una sonrisa de oreja a oreja, algo perturbadora y le tendió una mano enguantada con teatralidad.

Mi trato es simple, querida Eve. Os guiaré hasta el corazón de este... ciclo parasitario. A cambio, solo pido una cosa, cuando lo encontréis, no mostréis piedad. Eliminarlo. Por completo. ¿Tenemos un trato? - Antes de que nadie pudiera siquiera formular una pregunta, Bardo alzó una mano, deteniendo cualquier posible objeción. - Y antes de que nadie pregunte "¿por qué?"... permitid que un viejo amigo os ilumine. He vivido mucho, mucho, mucho tiempo. Un poder peculiar me ha permitido beneficiarme de incontables cosas, tener casi todo lo que un ser puede desear. Excepto una, libertad. Durante milenios, he sido poco más que una herramienta, un engranaje más en la maquinaria de esa... cosa. Dejad que os diga, unos pocos años sin magia, pero con la verdadera libertad de elegir mi propio destino... bien valen el precio de la inmortalidad.

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29/04/2025, 20:15
Narrador

Anlin, con el azul de sus ojos brillando con una determinación recién descubierta, observó la mano extendida de Bardo. La propuesta era escalofriante, pero la idea de romper las cadenas que la habían atado a un ciclo de dolor y destrucción era demasiado tentadora como para rechazarla. Sin dudarlo un instante, estrechó la mano de Bardo.

En el momento en que sus dedos se entrelazaron, una energía extraña comenzó a emanar del bardo. El aire a sus pies se onduló, la luz se distorsionó y en un abrir y cerrar de ojos, un portal oscuro se abrió justo donde estaban parados. No hubo tiempo para preguntas, ni para preparativos. La repentina succión del portal los arrastró sin piedad, con gritos ahogados y expresiones de sorpresa, el grupo se precipitó al vacío, desapareciendo en la negrura insondable del portal que Bardo había creado.