Partida Rol por web

- Sí- dijo sencillamente Parriwimple. Podía ser tonto, pero Arik decía que era Layla, y Parriwimple confiaba en Arik. Ya había dicho él que no era buena idea. Pero como Parriwimple tonto, no había logrado que los demás le hicieran caso.

- "Supongo que eso será algo que averiguaremos muy pronto. Frau Helene. Vos disponéis de una maza de plata, Ivalic de sus balas de honda, Parriwimple de su maza, y yo de mi determinación... Esperemos que sea suficiente, vayamos pues." -

La custodia y el transporte del cadáver se realizó sin sobresaltos. La casa de Margarita estaba cerca, y los vecinos se quedaron montando guardia en el interior de la vivienda. La viuda les proveyó de mantas y bebida caliente a los que se quedaron. Los autoproclamados héroes que se habían cargado a los hombros el destino de toda esta gente, por contra, no obtuvieron esos mimos. Ellos no podían quedarse a esperar que la tetera silbase. Ellos tenían batallas por librar. Y a pesar de solo haber dormido un puñado de horas en la guarida abandonada de Ludovico, empezaron a recorrer las calles con ahinco.

No encontraron nada. No había rastro ni de Arik ni del hombre lobo en las inmediaciones de la casa de Margarita, ni tampoco cuando ampliaron el radio de búsqueda a las calles cercanas. No escucharon aullidos en la lejanía, ni gruñidos desde los callejones oscuros. En la plaza, el caballo del señor Pip dormía tranquilo. La posada seguía tapiada, pero había una cuerda que llevaba al segundo piso, que Arik debió usar para salir fuera de su fortificación.

Cuando el cansancio les empezaba a poder, se pusieron a divagar. Difícilmente Margarita se habrían fijado lo suficiente para distinguir un hombre lobo de una mujer loba, y más teniendo en cuenta lo traumático de la experiencia. Y aunque sus sexos son anatómicamente discernibles en un examen médico, no podrían mantener al paciente quieto para la exploración.

Estaban a punto de dar la partida de caza por perdida cuando encontraron a Arik. Estaba inconsciente, tirado en el suelo del pesebre aledaño a la carpintería, dónde Giussepe dejaba airear las maderas barnizadas. Una brecha en la cabeza daba a entender que se había golpeado con uno de los postes de madera, el ensangrentado. Estaba ataviado para la guerra, con su armadura y su divertido casco con forma de almendra. Su alabarda de plata descansaba en el suelo, junto al posadero.

Uhmm...-mascuyó, inconsciente, pero vivo.

-¡Arik! ¡Arik! ¡Es Arik!

Ivalic salió corriendo hacia el exposadero en cuanto lo vió allí tirado y temió lo peor, pero al acercarse vio que respiraba, incluso parecía como quejarse. Tenía una herida en la cabeza que el niño no supo relacionar con la sangre que había en uno de los tablones de aquel pesebre.

-¡Está herido! Creo que el licántropo le atacó también.

Sin dejar de vigilar los alrededores, me acuclillo un momento junto a Arik mientras le impongo las manos invocando la ayuda de los Poderes Benignos.​

Tocado por un emisario divino, la brecha en la frente se cerró. Arik cabeceó un poco, tratando de ubicarse.

Uhmmm... ¿qué? Ggggh... Layla. La he visto. Luchamos. Hundí el filo de plata de mi alabarda en mi propia hija.

Parecía trastornado, pero su determinación le hizo agarrar su arma. Con la alabarda a modo de bastón, se puso en pie dificultosamente. Señaló a un callejón, frente al pesebre.

Me lanzó por el aire y huyó en esa dirección. Debo capturar a Layla. Ugh...

Miró a todos, a todas las caras de extrañeza que intentaban asimilar la noticia de aquella confesión: Arik era el padre de Layla.

- "¿Vuestra hija, Herr Arik?" - Me quedo impresionado por la confesión e inmediatamente miro hacia Frau Helene.

- "Creo que debemos ayudar a este hombre tanto como podamos." -

Me quedo pensativo.

- "Herr Arik, ¿os veis con fuerzas para poneros a salvo en vuestra posada? ¿Consentiríais en prestarme vuestra alabarda para darle muerte a la criatura?" -

-¿Tu hija? -Preguntó Ivalic extrañado.- ¿Layla es tu hija? ¿En serio?

Ivalic miró hacia el paldín y entrecerró los ojos por lo último que había dicho. ¿Matar a Layla? ¡Nadie quería matarla! ¡Y mucho menos decírselo a su padre! A veces Herr Urik defendía al bien de una manera un tanto extraña, Ivalic supuso que eran cosas de mayores que él no entendía.

-¡Ayudarla! ¡Ayudarla quería decir Herr Urik! ¡Es que estás herido y has entendido mal! -Quizás así Arik no se diera cuenta o pensara que había escuchado otra cosa.- ¿Por allí? Será mejor que nos vayamos a ayudarla. ¿Sabes como se puede ayudar a una chica lobo?

Realmente estaba triste de que Layla les hubiera mentido. ¿Todo había sido mentira entonces? En cualquier caso seguía sin querer matarla, aunque cuando se transformaba en lobo era un peligro. Pero si se transformaba solo una vez al mes, ¿No podían dejarla encerrada esa noche y el resto soltarla? En cualquier caso primero había que proteger al resto del pueblo y asegurarse que no hacía daño a nadie más.

- "Hasta donde yo sé la maldición de la licantropía es una terrible maldición que no tiene cura. Layla no puede evitar ni remediar ser lo que es. Cada noche de luna llena saldrá a matar sin poder remediarlo. Si es mantenida prisionera, tan sólo estaría siendo condenada a una vida de tormento y sufrimiento. Y antes o después encontraría el modo de liberarse y el ciclo de muertes comenzaría de nuevo.

No, la muerte es lo único que puede liberarla.

Ivalic, acuérdate del muñeco Maligno. Sí, el barniz de Giussepe hubiera podido mantenerlo calmado un tiempo, pero sólo de forma efímera, hasta que las fuerzas del mal de nuevo lo liberasen para desatar dolor, muerte y sufrimiento para todos.

Esto es lo mismo." -

Helene miró al frío y desapasionado Urik, capaz de lanzar tal juicio de valor y sentencia en presencia del padre de Layla, sin inmutarse, con la misma parsimonia con la que hubiera podido contar un cuento infantil.

-Urik, ¿y el amor de un padre? ¿Dónde lo dejas? ¿Y el amor de una hija? ¿Y acaso tu saber acerca de la licantropía es tal que puedes emitir una sentencia de muerte sin asomo de duda? ¿Eres acaso un dios omnipotente y omnímodo? Hasta donde yo sé no -dijo Helene-. Arik, y tú eres un hombre estúpido que debería haber confiado en este grupo no demasiado hábil pero con capacidad para entender por lo que estabas pasando. La sinceridad, la verdad siempre es recompensada. La mentira, la ocultación, provocan dudas y juicios de valor quizá precipitados y a la vista de las circunstancias, erróneos. Pero no puedo por menos que comprender tus razones. Es posible que fueran equivocadas pero tratabas de protegerla. Te pido disculpas por lo que hicimos. Y te ayudaremos a encontrar a tu hija. No a darle caza y sacrificarla como a un animal rabioso. ¿Entendido, Urik? Intentemos hacer el bien. No ejecutarlo.

- "Sí, Frau Helene. Mas sabed que si en un momento dado la única manera de proteger vuestra vida o la de cualquiera de los presentes es acabar con la de una desdichada criatura a la que no tenemos manera de salvar, así lo haré.

En cuanto a vos, Herr Arik. Una vez más debo disculparme con vos. Cuando hablamos con Layla vimos a una niña inocente que estaba prisionera en unas condiciones de cautiverio completamente inhumanas, y que os acusaba a vos de su violación repetida y continuada, así como la de su madre. Creímos en su palabra, porque nos pareció imposible que una niña así pudiera inventar una historia semejante. Nos equivocamos al no creer que era una mujer-lobo." -

Las palabras de Herr Urik le hicieron olvidarse del cansancio y de las heridas. Si el Caballero del Cuero tenía la determinación de matar a Layla, Arik tenía la firme convicción de que debía pararle. Y eso le dió fuerzas renovadas.

Helene, hice bien en mentir y ocultar. Y en Urik tienes la respuesta viviente que me daba la razón. Siempre habrá gente como él. Radicales que quieren cortar por lo sano y pasar a otra cosa, que solucionan los problemas por la vía más sencilla. Pero yo elegí sacrificarme, cargar sobre mis hombros la responsabilidad de convertirme en carcelero y cautivo durante años. Renuncié a tener una vida privada.

Si tan solo le hubiese dicho a Gertruda lo que sentía antes de que desapareciese...

Mi hija sí tiene una cura. Creo firmemente en ella. Si el hombre lobo que la mordió muriese, la maldición quedaría rota. Ha de ser así. Porque si no... yo no sabría qué más hacer.

Los dedos de Arik apretaron con impotencia el asta de su alabarda. Sus ojos se cerraron tratando de contener las lágrimas. Parriwimple nunca había visto a Arik tan vulnerable.

Así que no, Urik. No te daré mi alabarda para que mates con ella a mi hija, ni siquiera aunque creas que estás protegiendo la vida de otro inocente. Mi misión es reducirla. Herirla lo suficiente para debilitarla, y dejarla inconsciente con un golpe no letal. Dormida, volverá a su forma humana, y yo podré volver a encerrarla para que no pueda hacer daño a nadie. Y ocultarla para que nadie se deje llevar por su miedo o su fanatismo y trate de arrabetármela. Dios mío... y aún quedan dos noches más de luna llena... Me estoy haciendo viejo para esto.

Me quedo pensativo un rato.

- "¿De verdad creéis que eso es posible, Herr Arik? Bueno, si es así, intentaré ayudaros. ¿Decís que se fue por ahí? ¿Pódéis andar?" - Le ayudo a levantarse.

- "Ivalic, ¿podrías curarle un poco más? Está muy malherido." -

El rostro de Ivalic se iluminó de alegría al escuchar que Layla tenía una cura, con esa esperanza le servía. Que hubiera que matar a un hombre lobo peligroso era lo de menos para el niño en aquel momento. Además movido por las palabras de la Señora Helene y de su padre Herr Urik intentaría hacer aquello sin el resultado de la muerte, no era el camino más fácil pero si seguramente el más justo para la pobre chica. Al fin y al cabo ¿Que culpa tenía si no se podía controlar?

-Yo tengo unas canicas de plata. ¿Servirán para atontarla un poco y que podamos traerla de nuevo? No creo que unas canicas la maten ¿No?

Miró a los adultos que sabrían más que eso. Habían dicho que la plata servía para los hombres lobo, así que unas pequeñas canicas algo harían. Pero no quería tirárselas si iba a ser peligroso para ella. Asintió ante las palabras de Herr Urik y se dispuso a curar mejor a Arik, así podía ir practicando sus habilidades.

-Todos contamos con armas de plata, de modo que podremos debilitarla lo suficiente como para poder llevarla a su casa. Arik, háblanos de ese licántropo que transformó a tu hija y dinos cuantopuedas acerca de cómo vencer a un hombre lobo. Va siendo hora de que nos fijemos objetivos alcanzables y saber qué hacer ante ellos. Te ayudaremos, Arik. No solo ahora sino también en la caza de quien os hizo esto. Es lo menos que podemos hacer por un amigo.

Preparo mi triste cuchillo de plata y miro a Frau Helene con una sonrisa.

- "Bueno, si esto se cualifica como arma, entonces sí. Vayamos pues." - Digo mientras encabezo la marcha en primera posición.

Arik se acunclilló un poco para que Ivalic le sanase. Luego asintió con decisión.

Al licántropo lo seguí por las brumas, con mi hija. Aunque nunca llegué a ver su rostro humanoide, si me ha llevado hasta aquí es probable que forme parte de la tribu de elfos licántropos que viven en los pantanos. Nunca he matado a ningún hombre lobo, pero os aseguro que con un arma de plata sangran como gorrinos. Sobretodo fijaos en su aspecto, si está cansado y muy herido no queremos darle el golpe final a Layla. Sé que hay una hierba llamada matalobos, que al ser venenosa podría matar al lobo que la ingiriese, pero eso se me antoja complicado.

Según hablaba, el grupo se adentró en el callejón. Todos muy oscuro, y muy sombrío, y con multitud de cajas y barriles tras los que esconderse.

Id con cuidado...

Parriwimple había preferido estar callado. Le parecía mal y muy raro, decir a sus compañeros que se los había dicho. Aunque eso era la verdad: les había dicho que Arik era bueno. Que confiaran en él. Y mira lo que había pasado.

Sólo puso, antes de partir, su enorme mano sobre el hombro de Arik.

- Parriwimple comprender a su amigo Arik. Saber que él sentir mucho. Parriwimple también sentir mucho. Pero Parriwimple ayudar. Ser tonto. No quedar claro si...¿poder golpear entonces a Layla? No querer hacer daño hija Arik. ¿Golpear primero y parar cuando Arik decir?

Luego... bueno, Parriwimple iba mirando. Pero sin darse cuenta de demasiado, para ser sinceros.

-¿Elfos licántropos de los pantanos? ¡Nosotros los hemos visto! ¡Nos atacaron! Estábamos siguiendo a un hada azul, porque buscábamos a Gertruda y creíamos que era su amiga. Pero se enfadó con nosotros y entonces llamó a esos elfos lobos. Nosotros salimos corriendo y el cuervo Hunrr y el Señor Varikov los despistaron, pero no sabemos que fue de ellos... ¡Así que uno de ellos debe ser el que le hizo eso a Layla.... ¿Pero cual? ¿Como se pude saber cual de ellos es?

Seguramente había muchos elfos licántropos, no se habían quedado lo suficiente para comprobarlo por su propio bien, y matarlos a todos parecía una tarea imposible a no ser que...

-¿Una hierba que se llama matalobos? ¿Y eso les mata y envenena? ¿Y donde podemos encontrarla? ¡Tengo una idea! Solo tenemos que ponerles comida a los elfos lobos y les ponemos unas hierbas de esas y cuando se lo coman todos habrán muerto. ¿Que os parece? ¡Un plan genial lo se!

Ivalic estaba orgulloso, él solo había pensado en una manera de librarse de todos los elfos licántropos a la vez, ahora solo tendrían que encontrar la hierba y ponerla en un buen cebo.

-No te preocupes Arik, no mataremos a Layla. Parriwimple, lo que tenemos que hacer es golpearla, pero solo hasta que parezca muy cansada, entonces paramos y la atrapamos. ¿No es así Arik?

Quiero prestar atención a lo que tengo delante, pero no puedo evitar que mis oídos capten las palabras de Ivalic y entonces es cuando me distraigo un tanto.