Partida Rol por web

JAJAJAJA-rió a carcajada abierta-. ¿Madame? ¿Yo? Eso es muy gracioso. No. Si fuese la líder, no me habría tocado vigilar esta noche. Mi nombre es Melinda. Y no puedo hablar por el resto de mi familia, pero yo no soy mala... Soy terrible-guiñó un ojo a Parriwimple, en un gesto de picardía que quizás el grandullón no iba a entender.

El resto de gitanos agolpados en la entrada del campamento tampoco aclararon las dudas de Parriwimple. Seguían con los pies bien plantados sobre la tierra, y cara de malas pulgas.

Si queréis hablar con un líder, yo os llevaré. Pero debéis dejar las armas y el carro aquí mismo. Y no puedo garantizaros que sigan aquí cuando regreseis... si es que os deja regresar. ¿Aún queréis hablar con un líder vistana?

En cierto modo, Melinda había cedido: ya no exigía conocer por adelantado el contenido de los temas a tratar.

Pasito a pasito, Ivalic se aproximó sin hacer demasiado ruido. Entonces, cuando se acababa de inclinar sobre el cuerpo, tendido boca abajo, el sonido de una risotada femenina y escandalosa vino del exterior...

JAJAJAJA.

Puede que hubiesen capturado a la señora Helene, y la estuviesen torturando haciéndole cosquillas con una pluma. Puede que Herr Urik estuviese teniendo problemas con las vigilantes vistani. El caso es que cuando dejó de mirar hacia la puerta abierta y se volvió a centrar en el cuerpo, este se giró, con el sueño perturbado, y puso su pesado brazo sobre el delgado cuerpo del niño, quedando ambos tumbados el uno al lado del otro. El cambio de postura hizo que la respiración del gitano se tornase en un leve ronquido, pero todo el aire expulsado iba directo a la cara del niño, y apestaba a alcohol.

Pero no, no era Ludovico.

July voló bajo, y sacó una flecha de su carcaj, apuntando a uno de los párpados cerrados del borracho con su arco.

A esta distancia, mi flecha puede perforarle el ojo y alcanzar el pequeño cerebro de este cerdo ladrón que me robó a mi Ludovico... Morirá sin poder soltar ni un grito-anunció.

Los alrededores del campamento contaban con grandes carpas cuyo montaje implicaban cierta permanencia. Los carros, en su mayoría, estaban alrededor de la hoguera, o alineados formando "calles" entre el grupo de tiendas del lado de Helene, y las del lado por el que se aventuró Ivalic. Los carromatos no están cerca de Helene a no ser que ella se quiera acercar.

Hay una ausencia desproporcionada de caballos teniendo en cuenta el número de carros existentes, como si ya se hubiesen escapado, o hubiesen muerto, después de haber traído a los carromatos hasta el campamento. Sin embargo, un poco más a su izquierda, entre dos carpas, Helene encuentra un pequeño llano cubierto por una lona atada con cuerdas a varias ramas altas y tiendas. Una especie de techo para mantener a los caballos protegidos de la lluvia o del sol intenso del mediodía. Solo hay valla en uno de los lados del corral, y a ella están atados cuatro caballos. Uno de ellos parece el de Ludovico, aunque Helene no es demasiado experta en animales como para estar segura al cien por cien.

Entonces se escucha algo preocupante...

JAJAJAJA.

La risotada femenina de la entrada del campamento no es muy halagüeña. Herr Urik no es tan ingenioso y divertido como para bromear con una mujer y hacerla reír, y Parriwimple directamente no entiende el sentido del humor. Puede que estén en serios aprietos.

- Parriwimple ser muy tonto. Pero no parecer terrible. Gente mala no decir ser mala. Melinda debe ser buena. Además, preocuparse por cosas de Parriwimple y Urik. Pero no tener que preocuparse. Parriwimple como tonto, no tener nada que decir: liarse siempre. Quedarse aquí esperando su amigo, para que siga habiendo cosas cuando vuelva- dice con una sonrisa.

Sintió un escalofrío y un mal augurio ante aquella risotada femenina. No sabía cómo interpretarla pero sí conocía a Urik y Parri con lo cual, las soluciones a la ecuación de segundo grado en alegría y divertimento eran francamente malas. Unido a que aquel caballo parecía el de Ludovico, todo se agravaba.

-Vjelkus, voy a acercarme a esos caballos e intentaré liberarlos para causar confusión entre los vistani. Vigila desde aquí y si las cosas se tuercen, procura mantenerte a salvo. Te quiero, hijo -dijo en un susurro Helene, revolviendo el cabello de su ternero con algo que sólo podía definirse como amor. 

Helene avanzó con todo el sigilo que pudo y que su armadura le permitía hasta alcanzar los caballos. Soltó las cuerdas que los amarraban, con excepción del de Ludovico. Luego aplicó su mano sobre la testuz de uno de ellos y formuló su hechizo de luz. Tras ello, palmeó los cuartos traseros con fuerza, buscando que huyeran a la carrera. Permaneció un segundo quieta, antes de soltar al ultimo caballo cuyas riendas aferró.

-Busca a Ludovico, a tu amo -susurró a la oreja del animal, casi no creyendo lo que hacía por puro absurdo.

- "No, no voy a dejar mis armas, Frau Melinda. Pero sí tenéis mi palabra de paladín de que no seré el primero en desenvainar la espada. Mi amigo Parriwimple se quedará con el carro y los caballos, y tiene permiso expreso para partirle el lomo a cualquiera que ose tocarlos. Y creedme, es increíblemente bueno partiendo lomos." - Digo con un pícaro guiño del ojo mientras mi capa revolotea espectacularmente a mi alrededor, como movida por una brisa nocturna.

Me levanto del carro alzando mis manos para mostrar que mis intenciones son pacíficas. Avanzo despacio hacia Melinda para que me lleve junto al líder del campamento.

Ivalic ya estaba a punto de descubrir si el hombre tendido en el carro era Ludovico cuando una risa del exterior llamó su atención. Se volvió rápido pensando en que podían haberlos descubierto y fue justo entonces cuando el cuerpo se movió y uno de los brazos del dormido lo derribó. Por fortuna el hombre no se había despertado si no que tan solo se había agitado por la carcajada. El tufo que su boca desprendía hizo poner a Ivalic una mueca de desagrado.

¡No es Ludovico!

El niño asustado no sabía que hacer, había puesto sus esperanzas en que fuera su amigo y así poder huir rápido de allí. Ahora debía escapar y la pequeña July le ofrecía su ayuda, aunque a Ivalic no le parecía la mejor opción. Mientras intentaba zafarse del brazo que lo aprisionaba, con cuidado para no despertar al hombre murmuró lo más bajito que pudo.

-No lo hagas, no está bien matar a la gente cuando duerme, igual ni siquiera tuvo nada que ver. Es mejor que vayamos a buscar en otros carromatos, nuestros amigos no podrán entretenerlos durante mucho tiempo y podrían estar en peligro.

Yo también te quiero, mamá-dijo antes de ocultarse.

Helene no podía utilizar su magia para hacer brillar a seres vivos, solo funcionaba con cosas. Pero no había problemas en hacer un apaño. Desató la lona que estaba desplegada sobre los caballos, y con la navaja de Maligno y la cuerda improvisó una barda para vestir a uno de los animales. El resultado era cómico: un caballo bajo un cutre disfraz de fantasma. Con eso no asustaría a nadie. Ni siquiera a un supersticioso gitano.

Entonces le dió luz a la lona, y el aspecto de la montura dió un cambio espectacular hacia lo fantasmagórico. Los tres caballos salieron en estampida. El cuarto, tal vez el de Ludovico, asintió en un relincho a la petición de Helene, pero se quedó quieto en el sitio.

AAAAAAAH

Helene se dió la vuelta con el sonido, satisfecha con que el plan funcionase. Pero aquel primer grito, el del hombre con una sola pierna, no solo provenía del miedo a una visión fantasmal... Los caballos se dirigían hacia las proximidades de la hoguera, pisotearon al tullido con sus cascos en la carrera, y torcieron hacia la entrada del campamento. El cuerpo del gitano quedó tendido y ensangrentado, quizás muerto, quizás moribundo, y la estampida hizo que otros gritos se alzasen a lo lejos.

Está bien, lo haremos a tu modo.

July aflojó la tensión del arco en un bufido de hartazgo. Levantando el brazo del vistana, Ivalic se escurrió con cuidado. Según ambos se aproximaron hacia la salida, el hada apagó su luz y volvió a hacerse invisible. Fuera, el campamento seguía tranquilo.

Siguiente carromato. Tres yardas más adelante, a la izquierda.

De nuevo tres peldaños en la parte trasera del carromato, y de nuevo una puerta. Ivalic giró el picaporte y la puerta se inclinó una pulgada por arriba y el centro, pero se mantuvo estática por abajo. Porque por abajo, rozaba el marco y había que hacer algo de fuerza para desatascarla.

¡Ivalic!

AAAAAAAH

Aquel grito, de un viejo gitano, sonó cerca. Ivalic se dió media vuelta y vió tres caballos correr en estampida entre los carromatos. Dos de ellos normales... uno más... distinto.

Y se dirigían hacia allí. No importaba el caballo fantasma. Ese no tenía cuerpo y no podría arroyarle. Pero los otros dos podían hacerle mucho daño si el niño no lograba meterse a tiempo en el carromato. Forcejeó de nuevo con el pomo. Seguía atascado.

Date prisa...

La vocecilla de July sonaba alejada desde lo alto, como si ya se hubiese puesto a salvo tomando altura con su aleteo. Pero Ivalic no tenía alas. Empujó la puerta una vez más...

No, no, no, no... Nada de armas. No voy a dejar... Oh, está bien. Pero escucha bien mis palabras, giorgio: que los viejos espíritus y los nuevos te obliguen a cumplir tu promesa.

Los ojos de Melinda produjeron un leve destello, como si acabase de lanzar una maldición a Herr Urik. Después los vistani se separaron haciéndoles el paseíllo, y Melinda y el Caballero del Cuervo avanzaron alejándose de Parriwimple y del carro de los Litmunova.

AAAAAAAH

El grito de un hombre, en algún lugar del campamento, les hizo detenerse. Después, rodeando un carromato vistana, tres caballos surgieron en estampida, corriendo hacia la entrada del campamento. Dos caballos normales... el otro no.

Al ver el caballo fantasma, la mayoría de los gitanos pegaron unos cuantos gritos mientras trataban de trepar a los árboles que en la entrada del campamento formaba el cuello de botella. Y si ese era el cuello, el carro en el que estaba Parriwimple era el corcho. Y la estampida de caballos era el gas.

Por acto reflejo, el Caballero del Cuervo tiró de la empuñadura para desenvainar su espada. Sin embargo, notó resistencia. Como si fuerzas más poderosas que él le obligaran a mantener una promesa.

Vale. Uno de los caballos era fantasma. Pero Parriwimple no entendía por qué tanto susto. El caballo solo galopaba, como un caballo normal. ¿Sería por miedo a que los atropellaran? Parriwimple no lo creía: si el caballo era fantasma, no debía hacer daño.

¿Y por qué iba a ser malo un caballo fantasma? A Parriwimple le gustaban los caballos.

Con una sonrisa bobalicona, y sin entender demasiado todo el follón, Parriwimple se queda quieto, cerca del carro, para que si los caballos "normales" no lo arrollen si están asustados. No desenvaina su arma, ni hace gesto ofensivo alguno.

Únicamente, si alguien está a punto de ser arrollado por algún caballo, intentaré apartar a ese alguien (sea quien sea) del camino de la estampida. Aunque sea por el medio de ponerse en mitad del camino de los caballos.

-Bien July.

El niño se escapó de su captor durmiente y salió del carromato para seguir las indicaciones del hada. Tocaba revisar un nuevo carromato, al menos en el campamento gitano todo parecía tranquilo de momento, señal de que sus amigos estaban haciendo bien su parte.

-Venga vamos, este es ¿No?

Subió los peldaños que le separaban de la puerta y tiró de ella. Para su sorpresa solo un poco de la parte superior cedió pues parecía que el marco impedía de alguna manera abrirla entera.

Esto con Giussepe no pasa.

Se dispuso a tirar con más fuerza cuando escuchó un grito. Por la voz era un gitano mayor y no debía estar muy lejos. Se dio media vuelta para ver si lo habían descubierto y de repente irrumpieron por allí tres caballos. Abrió los ojos como platos al comprobar que uno de ellos era... como fantasmal. Parecían desvocados y asustados y lo peor de todo es que se dirigían directamente hacia el carromato donde estaba Ivalic, si no abría la puerta chocarían contra él y lo aplastarían como a un pequeño mosquito. No quería eso así que se puso a tirar de la puerta con fuerza mientras July le decía algo obvio.

-¿Que te crees que intento? Pero está muy dura.

Animado por no morir aplastado finalmente concentró su fuerza en abrir la puerta y esta cedió lo suficiente como para entrar al interior.

-¡Corre! ¡Corre! ¡Vamos dentro!

En cuanto hubieron entrado cerró la puerta y se separó de ella esperando un tremendo impacto de los caballos.

No desenvaino la espada, pero sí concentro toda mi atención en tratar de apartarme de cualquier posible ataque.

- "Cuidado, Parriwimple. Es mejor que ese corcel fantasmagórico no llegue a tocarte. Parece muy hermoso, pero he llegado a saber que todos los fantasmas, y todos los no muertos, pueden ser peligrosos. Especialmente si te tocan o te muerden." -

Helene contempló satisfecha la evolución de su plan hasta que la fantasmal estampida pisoteó brutalmente al anciano. Palideció al tiempo que su estómago se contraía y amenazaba con arrojar todo su contenido ante el inesperado resultado. No se lo pensó dos veces y avanzó hacia el viejo. Arrodillada a su lado para comprobar su estado, hizo una seña a su hijo para que se acercara.

-Vjelkus, aprovecha para investigar en los carromatos más cercanos. Sé prudente -le susurró. La mirada y las manos sirvieron para determinar cómo se hallaba aquel hombre. Pulso, respiración... Ello no impidió que sus ojos buscaran la herida de la pierna amputada, en un intento último de verificar que todo aquello no era un terrible error.
 

El flanco izquierdo de uno de los animales golpeó el carromato, que se zarandeó con Ivalic dentro, como en un corto terremoto. El sonido de cascos golpeando la tierra se hacía cada vez más lejano. Sin embargo, el muchacho no tenía forma de saber si a July le había dado tiempo a entrar con él, o si el niño estaba completamente solo.

Ejem, ejem...

Casi completamente solo. Ivalic se dió media vuelta, despacio. Estaba con Madame Eva, solo que la anciana había crecido un poco desde la última vez. Ahora era más alta que Parriwimple, demasiado para el techo del carromato, obligando a la vistana a doblarse y coger un poco de chepa. A la altura de las rodillas de Madame Eva había una mesa redonda bajo un mantel. Sobre aquella mesita, una bola de cristal. Dos fuegos fatuos, fantasmagóricos, iluminaban el vagón con un errático vuelo. Las manos de la anciana, enormes y de uñas largas, barajaban unas cartas de tarot.

Tal y como me mostraron las cartas, ya sabía de esta visita invasiva antes de que se produjese. Te esperaba... ng... tengo tu nombre en la punta de la lengua... Te esperaba, mo-co-so.

La Raunie chasqueó los dedos, y su carromato obedeció a la magia. La puerta por la que el niño entró empezó a derretirse, y echa líquido, resbaló hacia abajo. A medida que la puerta se reducía a la nada, la parte trasera del carromato quedaba, por lo menos visto desde dentro, como una pared de tablones de madera completamente lisa.

S... sí.

Helene perdió de vista a su hijo, mientras a su espalda empezaba a registrar los carromatos más cercanos. En cuanto al viejo gitano... Afortunadamente, estaba vivo. Aunque esa era una evaluación que no se podría mantener durante mucho tiempo. El lisiado estaba moribundo, desangrándose y acercándose a la muerte fría. Tenía una contusión grave en la cabeza y las costillas del tórax hundidas por tener que soportar el peso de un caballo durante un segundo.

En cuanto a la pierna... El resultado no era concluyente. El muñón de aquel hombre había cicatrizado mágicamente, con uno de los conjuros de sanación que la propia Helene manejaba tan amenudo. Sin el tiempo de cicatrización natural, era imposible saber cuánto llevaba aquel hombre con la pierna así. Y si llegó a ser cosa de un cepo para osos, y no por el aplastamiento accidental de una rueda de carreta o por el mordisco de una bestia salvaje, la curación mágica también haría que las marcas dentadas en la carne se curasen de igual modo.

En cualquier caso, para ese viejo vistana el tiempo se estaba agotando...

Los viejos... están demasiado mayores como para subirse a los árboles.

Melinda dió dos largas zancadas con decisión y placó al vistana que se interponía en el camino de uno de los caballos, sacándole de enmedio. El caballo fantasmal iba directo hacia Herr Urik, que parecía decidido a plantar cara.

Parriwimple debía tomar una decisión... El tercer caballo podía arroyar a un ancianito gitano al que Parriwimple podría tratar de salvar de un modo similar al que hizo Melinda: con un placaje... o tumbando al caballo de un puñetazo... o lo que sea. Parriwimple también podría salir en auxilio de Herr Urik y plantarle cara al corcel fantasmal. Pero el pobre repartidor solo llegaría a tiempo de salvar a uno...

Parriwimple había visto varias veces a Urik combatir. Tenía esperanza en él, fé en él. Creía que era un gran guerrero y podía conseguir casi cualquier cosa.

Y estaba convencido también que podría salvarse de ser arrollado por un caballo. Tanto, como estaba seguro que un viejo no podría.

La elección, por tanto, estaba clara. El gigantón saltó para salvar al viejo gitano. Pero fracasó. Sólo esperaba, al notar que su fuerza no era bastante, que el caballo le pasara por encima a él, dando tiempo al gitano a salvarse.

Se había salvado por los pelos y ni siquiera sabía si July había podido entrar o había salido volando en otra dirección. En cualquier caso, una vez pasado el golpe de los caballos y el zarandeo del carromato debía inspeccionar el interior del mismo en busca de Ludovico. Se disponía a darse media vuelta cuando alguien parecío notar su presencia llamando su atención. El niño se dio la vuelta despacio, con la falsa esperanza de que si no hacía movimientos bruscos su presencia pudiera pasar desapercibida. Al darse la vuelta abrió mucho los ojos al encontrarse con Madame Eva, pero no la vieja anciana que recordaba, esta había crecido tanto que casi no entraba en el carro, así daba mucho más miedo aún. Ivalic estaba nervioso, no esperaba ese encuentro, aunque al parecer la anciana si y tampoco le quedaba más remedio que hablar con ella pues la puerta había desaparecido.

-Buenas noches Madame Eva. Ivalic Ianov, así me llamo. ¿No me recuerda? Mi madre estaba muy enferma y estaba intentando curarla, pero ya está bien no se preocupe. En realidad no quería molestarla, tan solo estaba buscando a un amigo, pero no está aquí. ¿Puedo irme ya?

No le quedaba otra cosa que preguntar pues aunque quisiera tampoco sabía como salir del carromato y estar con Madame Eva le inquietaba, mucho más ahora con aquel aspecto y sabiendo que las cosas con ella no siempre habían terminado bien.

Nunca he sido especialmente rápido, y menos con la armadura y el escudo a cuestas, por lo que, como es habitual en mí, tardo un poco en reaccionar cuando somos arrollados por los caballos. Mi cerebro se entretiene pensando en cosas que no es el momento para pararse a pensar, como: ¿Por qué están aquí estos caballos? ¿Por qué nos atacan? ¿Quién los ha enviado y qué pretende conseguir?

Veo que Parriwimple salta a ayudar a un anciano, puede que ni siquiera su hercúlea fuerza sea suficiente... Por un momento pienso en ir a ayudarle, pero entonces el caballo fantasmal viene a por mí y ya no tengo tiempo a pensar en nada más, salvo en defenderme.