Partida Rol por web

Cargo contra uno de los gusanos con la espada de acero mágico de Frau Ashlyn, mientras protejo mi cuerpo con mi escudo y mi armadura, al tiempo que la capa revolotea espectacularmente a mi alrededor.

Irina desenvainó su espada fantasmal y la neblina en la que se había convertido el mundo se volvió roja como la sangre. Una furia como nunca había sentido se apoderó de ella y se abalanzó contra el segundo gusano. Irina lo golpeó, sin estar muy segura del efecto que causaría.

Helene contempló el espectáculo desde la distancia, viendo cómo la carne de los muertos había atraído a aquellas dos monstruosidades. Negó con la cabeza, mientras su mente elucubraba acerca de la estupidez humana y su necesidad de atraer con su estupidez la mala suerte. Por obra de la imprudencia, ahora deberían invertir un tiempo precioso en eliminar aquella amenaza y ello, sin poder prever si, además, deberían lamentar alguna baja. Descolgó su ballesta y disparó a continuación, sin apenas apuntar, algo que lamentó profundamente al ver cómo el virote se clavaba en una pared de madera cercana.

Parriwimple estaba, nuevamente, callado. Como en tantas ocasiones tardaba en despertar y aun necesitaba unos minutos para que su débil mente fuera asumiendo un mundo que parecía complacerse en cambiar justo cuando empezaba a comprender algo. Para colmo los recién llegados terminaban de... confundirlo. ¿Eran como era Parriwimple antes? Por un instante sintió un ramalazo de pena y cariño hacia ellos pero luego tuvo que reconocer que eran distintos. No alcanzaba a saber lo que eran, o dejaban de ser. Tampoco tenía ocasión alguno para pensar mucho sobre ese particular. Un grito surgió de fuera y todo se convirtió en un confuso zafarrancho de combate.

Parriwimple sale fuera y, de poder, cargará contra el enemigo más cercano. Si no puede hacerlo se acercará al enemigo más cercano, para poder atacarlo en el siguiente asalto.

-¡Ey! ¡Señor Varikov! ¡Que lleva su hacha a la espalda! Parecía que Ivalic no era el único que estaba medio dormido aquella mañana. JIJIJI

No pudo reprimir la risa pero esperaba que su pequeño amigo fuera pronto a ayudar al resto del grupo por si pasaba algo peligroso, quizás alguno de los pocos zombis que quedaba había aparecido cerca y había asustado a alguien.
Se quedó con la mente más puesta en lo que sucedía fuera que en lo que estaba pasando en el interior y mirando la puerta como si fijando la vista fuertemente sobre ella pudiera observar lo que pasaba en el exterior.
Ahora no tenía ganas de desayunar y además parecía que lo que Stara había preparado no era muy aconsejable, mejor sería esperar a que Arik volviera y les hiciera algo mejor.
Cuando Elenya volvió en si Ivalic dejó de sujetarla por los tobillos y se acercó y le pasó la mano por la cabeza para tranquilizarla.

-Soy yo Elenya, Ivalic. Te desmayaste y te caíste al suelo, la Señora Helene intentó reanimarte y dijo que te sujetara por los tobillos para... bueno da igual. ¿Puedes levantarte? te ayudo a sentarse en una silla. Ivalic tendió la mano a la sirvienta para que dejara el sucio suelo y pudiera tomar asiento en una silla. Sería mejor hablar con ella sentada o se volvería a caer. Estamos dentro de la posada, no te preocupes, todos estamos bien. Todos exceptuando el que había gritado fuera, estaba claro que algo pasaba y esperaba que nadie resultara herido. ¿Quieres beber algo? Te sentirás mejor. Dejó que la muchacha se tranquilizara y que se hiciera con el entorno antes de continuar hablando. Irina murió, la atacaron unos zombis pero... A ver como le explicaba eso, desde luego no había manera sencilla de hacerlo al menos esperaba que no volviera a desmayarse. ...algo pasó, el Conde hizo algo y su espíritu todavía está aquí, como un fantasma, eso es lo que viste, no era Irina, no al menos como la conocimos. Tampoco podía decirle mucho más, ahora era cuestión de que la sirvienta le creyese, aunque en estos casos era mejor seguir hablando, a ser posible de otras cosas para que la persona no se centrase en el trauma que había sufrido e Ivalic estaba extrañado y sentía curiosidad por algunas de las palabras de Elenya al despertar. Elenya. Cuando te despertaste dijiste que lo sentías, que el Conde te había obligado. ¿Obligado a que?

El posadero sale al exterior con su trabuco en una mano y la enorme alabarda en la otra. Al ver a los dos gusanos carroñeros (y no sin amagar una mueca de asco acompañada por algún "demoniosyoodioalosgusanos"), deja en el interior de su posada apoyado contra la puerta el trabuco (descargado) y corre hacia el primero de los gusanos mientras voltea el arma con la enorme fortuna de acertar la gelatinosa piel del bicho y la no menos enorme desventura de causarle algo poco más notable que una leve sombra de cosquillas...

El virote escupido por la ballesta de Helene llevaba una trayectoria demasiado alta, y pasó de largo. Los siguientes en llegar a la altura del callejón, algo más lentos que el virote, fueron Urik&Arik, el dúo fenomenal. Con dos tajazos certeros hicieron que el gusano se revolviese y mordiese una de las grebas de la armadura de Herr Urik sin llegar a penetrarla. Ahora, además, el dúo fenomenal obstruía la linea de disparo de Helene, que estaba algo desentrenada con eso de pelear en equipo, com-penetrarse (el marido de Helene no lo quiera) y demás.

El toque antinatural de Irina hizo aparecer un manchón negro en uno de los anillos del anélido. Eso fue suficiente para que la cresa terrible abandonase los cadáveres y en su huída atacó al posadero, mordiendo el mástil de su alabarda y soltándola un segundo después al notar que no era carne blanda.

Mientras, en las escaleras de la posada, Varikov soltaba un largo resoplido.

 Uy. Mira tú qué dispiste. No es que no queiria salvar vidas de sussio-humanos, ¿eh? No me acurdaba que tenía el hacha asín, detrás miu. Eeeeehm... Buenu, va a ser mejor que vaya p'allá. A salvar vidas de humanos y eso.

Con desgana, siguió la amplia zancada del alto Parriwimple hasta salir a la plaza, girar a la calle, pasar la barricada rota y ver a ese trío de fantasmas fanfarrones luchando cuerpo a cuerpo con un par de gusanos grandes. Cuando Irina volvió la cabeza y miró a los dos recién llegados, también se fijó en las contraventanas echadas en los primeros pisos y plantas bajas de todas las casas de la calle. Parecía que el grito de Giussepe había sido suficiente para que los vecinos se parapetasen en sus casas, así que Irina tenía libertad para moverse sin ser vista, durante al menos unos minutos.

Y mientras, en la posada...

Jajajaja... ¿Irina una fantasma? Hay que ver, menuda imaginación tiene este chaval. ¿Verdad, pichoncito?

Verdad, mi medio limoncito. ¿Pero lo de que hay un conde será verdad? Vimos un castillo en el horizonte al venir para aquí anoche. ¿No sería fabuloso hacerle una visita y que nos enseñara esos lujosos salones. Podríamos ir a pedir trabajo y entrar a su servicio. Seguro que el Conde es una persona muy culta e interesante. Y tendrá biblioteca y un salón de juegos lleno de juguetes para sus hijos, y... y...

Oh... pero yo ya me comprometí a construir el granero. No puedo faltar así a mi palabra. Pero puedes ir tú, tortolito. No quiero ser un obstáculo para tu carrera profesional.

Y yo no quiero vivir en el más lujoso de los castillos si tú vas a estar en este pueblo alejado de mí. Iremos cuando termines el granero, mi amorcito color canela. Ven aquí y dame un abrazo, tontorrón...

Mientras esos dos seguían en las nubes, la cara de Elenya se iba transformando en un mosaico de horror puro. Y no solo por tanto empastelamiento y tanto dulzor. Se podría decir que el motivo del miedo de Elenya era el relato que le iba contando el joven Ivalic. Sin embargo, aunque contaba con toda la atención de la sirvienta, ella no le respondió.

Te-tengo que salir de aquí...-tartamudeó, poniéndose en pie-¡Tengo que salir de aquí!

Elenya salió corriendo de la Viña de Sangre. Con las calles aún cortadas por las barricadas, la manceba optó en un primer momento por la calle en la que estaban los gusanos, pero al enfilar la esquina y ver a Irina, optó por cruzar la plaza en dirección a la puerta de los Veljoban, ahora ocupada por la familia de la pequeña Olga Myljana.

Vjelkus, mientras tanto, viendo que las tostadas de Stara no eran comestibles, se escabulló a la cocina para asaltar la despensa.

Parriwimple avanza hasta la cresa terrible que está frente a Irina (sin probablemente percatarse que Irina está problablemente perfectamente protegida contra tal ser) y golpea a la bestia. El golpe, aunque acierta a la bestia, lo hace sólo de refilón, con lo que resbala en su caparazón quitinoso sin causar daño alguno.

Todavía algo desconcertado por los acontecimientos, doy un tajo de retorno con la espada de acero de la cazavampiros caída, hiriendo de nuevo al mismo gusano al que he golpeado antes, aunque sin clavar el filo demasiado hondo.

Helene bufó ante aquella cohorte de cabestros henchidos de testosterona que pensaban que el semen de sus testículos podía sustituir a sus cerebros y protegerles de cualquier mal. Fuera como fuera, los machotes se interponían en la línea de disparo de su ballesta, salvo que optara por dispararles a ellos y confiar en que los virotes atravesaran sus cuerpos y alcanzaran a los gusanos.

Se colgó la ballesta a la espalda, dispuesta a no desperdiciar la escasa munición de que disponía y lanza en mano, avanzó en línea recta, a paso vivo pero sin correr, dispuesta a rodear a Urik y atacar cuando pudiera.

Aquellos recién llegados tenían todavía mucho que aprender de su pueblo y de lo que sucedía por allí, Ivalic no sabía como se lo iban a tomar cuando poco a poco se fueran dando cuenta de la realidad que les rodeaba, porque tarde o temprano lo harían, estaba seguro, nadie podía ser tan tonto. O quizás si.

-Sí, eso que visteis era un castillo y sí, allí vive un Conde, pero os advierto que será mejor que no os acerquéis ni a pedir trabajo ni a ver el castillo. El Conde es un... hombre malo, muy malo. No le gustan nada las visitas y menos sin haber sido invitados. Si queréis podéis escribirle una carta pidiéndole permiso para visitarlo, yo mismo se la llevaré, me conoce y puede que así vuestra petición sea mejor recibida.

Bien, eso les tendría un buen rato entretenidos, mientras decidían que poner en la carta y se la daban, después guardaría la carta y la rompería en cuanto los perdiera de vista pero les quitaría la idea de aparecer sin más por el castillo al menos el tiempo suficiente para que alguien les convenciera de lo que realmente pasaba.
Y mientras entretenía a los Litmunova, Elenya aprovechó para escaparse de allí, parecía realmente extraña aquella mañana.

-¡Eh! ¡Elenya! ¿Donde vas? Sin perder tiempo salió corriendo detrás de la muchacha y estuvo a punto de alcarzarla cuando dudó al meterse en una calle para finalmente cruzar por la plaza hacia la puerta de la casa de la familia Veljoban. Mientras pasaba miró con curiosidad que era lo que había hecho cambiar de dirección. Vio a sus amigos afanándose en luchar contra unos ¿Gusanos? desde luego no eran zombis, pero la calle era estrecha y no podría disparar su tirachinas, además parecía que entre todos tenían controlada la situación allí, sería mejor detener a la sirvienta antes de que le pasara algo malo. Corrió intentando recortar la distancia con ella mientras su mini capa mini chula y mini guay revoloteaba a su espalda. ¡Elenya! ¿Donde vas? ¡Detente!

Irina era apenas consciente del resto de elementos a su alrededor, envuelta en una tormenta carmesí, se había dejado llevar por la furia. De alguna manera, las emociones parecían más difíciles de contener en aquella forma espectral. Su mano izquierda se cerró como una garra y la clavó en el cuerpo de la criatura, como si quisiera arrancar un pedazo de su carne antes de que se retirara.

Stara y Viktor se lanzaron una mirada cómplice. Estaba claro que el niño fantaseaba con el tema de la carta, pero escribirían la misiva igualmente, aunque solo fuese de manera condescendiente con el chaval.

En la plaza, Ivalic alcanzó a Elenya gracias a que esta se entretuvo con el cambio de dirección en su huída. Elenya agachó a Ivalic tras el pozo y se acunclilló para hablar con él.

Ssssssh... No grites, Ivalic. Pórtate bien y te daré un caramelo, ¿no quieres un caramelo?-metió la mano en el bolsillo de su mandil y la dejó allí, palpando su contenido-. No pasa nada. Es solo que los fantasmas me dan mucho, muchísimo miedo, y... ehm... y ya no voy a vivir en la posada nunca más. No sé a qué otro lugar ir, creo que a partir de ahora viviré en casa de alguna amiga. Tú no digas nada, ¿vale?

En cuanto a la pelea contra los gusanos, Helene pierde algo de tiempo llevándose la ballesta al hombro, y son Parriwimple y Varikov los que toman la delantera. Varikov queda bajo el fantasma flotante de Irina, quien instintivamente se mueve un poco como si aún tuviese un cuerpo que pudiese estorbar. Uno de los gusanos muerde a Parriwimple, sin que el grandullón note siquiera las toxinas de la cresa.

De nuevo la mano de Irina entró en contacto con el gusano y de nuevo sintió cómo una parte de su vida lo abandonaba. La sensación era extasiante pero el proceso era muy lento. Al menos, la antigua guerrera tuvo el buen juicio de colocarse a la espalda de la criatura, para que a Varikov le fuera más fácil acertarle con su hacha.

Agito mi espada hacia el gusano de nuevo, pero la criatura es más pequeña y movediza de lo que parece, por lo que fallo mi tajo.