Partida Rol por web

El lagarto electrizante olisqueó el aire.

Snif, snif... grttttnuiiiiiiiiiiik...

Como un gato, encrespó el lomo en guardia, solo que en lugar de pelo, lo que se levantó es un chisporroteo irregular. Gruñó con vehemencia al interior del zaguán.

¡AGH! Brubh...

Vjelkus empezó a escupir sangre. Al mirar hacia abajo, tenía el camisote de mallas desgarrado.

Mamá...

NISHU URUUNE NIMEAK KRAG, MUAHAHAHA...

La voz no procedía de Vjelkus, resonaba en todo el zaguán.

El ojo especial de Ivalic, el que le permitió ver auras mágicas en el libro y en la espada de toque fantasmal, empezó vagamente a mostrarle un contorno difuso, plantado delante de Vjelkus y Helene. Era una criatura grande como un troll, tanto que ocupaba la anchura del zaguán cortándoles el paso. Tenía una nariz como la de un troll, y sus manos terminaban en garras como las de un troll. Pero no era un troll, sino más bien una nube gaseosa con esa forma, invisible para todos los demás salvo para el ojo demoniaco del joven bardo.

En seguida se le vinieron a la mente las historias de los acechadores trolls, fruto del cruce de trolls con acechadores invisibles para luchar en guerras legendarias. Los acechadores invisibles son criaturas de viento, del plano elemental del aire, invisibles por naturaleza. Ni siquiera un conjuro de purgar invisibilidad puede volverlos visibles, así que lo que no vale con acechadores invisibles tampoco valdrá con acechadores trolls. Cuando terminaron las guerras, los acechadores troll se dispersaron por el mundo sin un fin que perseguir.

Al igual que los trolls, los acechadores troll disponen de regeneración, y luchan desgarrando a sus oponentes con las dos garras y mordiéndoles con poderosas mandíbulas. Sin embargo, no tienen la vulnerabilidad al fuego y al ácido propia de los trolls.

No están ante una criatura maligna: se consideran a sí mismos guerreros, no asesinos. Y son criaturas más inteligentes que el humano medio. El idioma que emplean es el aurano, un lenguaje propio del plano elemental del aire.

- "Algo terrible está sucediendo..." -

El chisporroteo fue la revelación de que algo no iba bien, pero el gemido de Vjelkus... Todo el vello de Helene se erizó, aterrorizada ante la visión de su hijo escupiendo sangre, su armadura desgarrada. La voz que se elevó en medio de todo aquello, imponiéndose a cualquier otra cosa unida a aquella siniestra risa...

Helene gritó, el fino hilo de la cordura a punto de romperse. Había visto morir a un hijo hacía unas horas y ahora, su ternero...

Una rabia infinita, orlada por el dolor más profundo, la llevó a ponerse ante su hijo, protegiéndolo con su propio cuerpo y estirando un brazo, hizo lo propio con Firan, al tiempo que su voz, matizada por el odio clamaba en medio del zaguán.

-¡REVÉLATE!

Ivalic se quedó mirando hacia arriba intentando escuchar la respuesta de su chica pero esta no llegaba, quizás ya había comenzado a descender para el reencuentro o quizás... El chico tragó saliba intentando no imaginarse las cosas malas que podían suceder y mirando a sus compañeros en busca de un poco de ánimo y apoyo.

Seguro que lo consigue, es una luchadora, es la chica más fuerte que he conocido, y la más guapa.

Siguió caminando con el grupo hasta que Firan se detuvo para comentar una pared que parecía estar fuera de sitio, entonces Ivalic sintió como Pitufín parecía alterado por algo, se agachó para acariciarlo.

-¿Que te pasa? ¿Estás triste porque Tasia no viene? No te preocupes, pronto estará con nosotros.

Animar a Pitufín también le servía de ayuda a él mismo, pero entonces Vjelkus comenzó a quejarse. Ivalic no podía creerse lo que pasaba, de repente su amigo estaba todo ensangrentado y nadie sabía porqué, una voz resonó en la estancia e Ivalic rebuscó en la oscuridad. Entonces lo vio y se asustó.

No... ¡No puede ser posible!

Pero allí estaba frente a ellos, ocupando todo el espacio del zaguan, peligroso y mortal como pocos monstruos conocía, una combinación terrible de la que habían sido víctimas.

Pero ¿Como puedo verlo?

No debería verlo, y más cuando el resto parecía que no lo contemplaban, eso era lo que había asustado a Pitufín y ahora tenían un gran problema frente a ellos, uno que difícilmente serían capaces de superar, no al menos con sus recursos. Buscó en su mente alguna característica que pudiera suponerles una ventaja, pero era difícil luchar contra algo así. Se levantó y abrió los brazos poniéndose frente al monstruo como barrera, habló rápido para sus amigos pues no sabía de cuanto tiempo dispondría y atento por si el monstruo atacaba.

-¡Alto! ¡No! ¡Somos amigos! -No creía que la criatura lo entendiera, pero tenía que intentarlo, las siguientes palabras fueron para sus amigos.- No os acerquéis, a no ser que alguien sepa hablar aurano, es un lenguaje propio de los elementales de aire. Alejaros, quizás puedo detenerlo o al menos intentarlo, yo puedo verlo. Es un acechador troll, una mezcla de un troll con un acechador invisible, son criaturas diseñadas para la guerra, no son malas de por si pero supongo que piensa que somos enemigos, es una criatura realmente rara. Ningún hechizo puede volverlos visibles y se regeneran como los trolls, pero no tienen la vulnerabilidad al fuego ni al ácido, me temo que será difícil ganarle por la fuerza, sobre todo sin verlo, si pudiéramos razonar con él... Pero lo mejor es que nos vayamos y escojamos otro camino, pero no podremos hacerlo si no retrocedéis, tocaré mi armónica mágica y si alguien está cerca lo obligará a bailar.

No estaba seguro de que fuera a funcionar, pero era lo único que tenía en mano, a no ser que alguno de los presentes hablara aurano, cosa que era casi imposible. Tenía otro hechizo bajo la manga por si la situación se ponía desesperada, pero prefería alejar antes a sus amigos.
 

El acechador troll no tenía ningún poder para hacerse visible, ni podía reprimir su propia naturaleza invisible. Pero tenía una forma de cumplir la orden de Helene... Un viento huracanado se escurrió a la derecha de Helene haciendo que sus ráfagas arañasen la pared. El tornado giró en torno a la familia, e Ivalic vió al acechador troll volver a su posición inicial, ante las escaleras de caracol del fondo del zaguán. Cuando el viento se calmó, en la pared pudieron ver cinceladas las letras:

N I C O R A M U S

¿Nicoramus? ¿Nicoramus fisp lagaresh? U lagareh fisp Firan...-dijo en aurano.

La fuerza invisible y el pequeño mago hablaron en un incomprensible aurano durante un par de minutos. Firan al final compartió el resultado de su conversación con los demás.

Dice que se llama Nicoramus. Es un acechador troll, como dijo Ivalic. Hay un tal Lucian que tiene su piedra de la... piedra del...-dudó para encontrar la traducción adecuada-¡Piedra del Juramento! Es lo que permite a Lucian dar órdenes a Nicoramus, y le ha mandado que no deje pasar a nadie por aquí. Si conseguimos la Piedra del Juramento, Nicoramus no solo nos dejará pasar, sino que nos obedecerá en todo, y luchará de nuestro lado. El acechador troll siente que su piedra está en dirección noroeste, en esta misma planta. Eso es cerca de la otra bajada a las catacumbas que me contó el abuelo que tenía el castillo.

No podía culpar al acechador por verse obligado a actuar incluso en contra de su voluntad. Pero la sangre de Vjelkus exigía una compensación que ella misma intentaría cobrarse en el tal Lucian. Se arrodilló ante su ternero y poniendo sus manos sobre su rostro, alivió una parte de sus heridas.

-Lo siento, no puedo gastar más magia, hijo mío. No sabemos lo que nos depara el camino y debo reservar energías y conjuros -le dijo al tiempo que le besaba en la mejilla y se ponía en pie-. Firan, cada día que pasa me sorprendes más -comentó con un poso de amor maternal en su voz-. Dile a Nicoramus que lo intentaremos, que intentaremos conseguir esa piedra. La posibilidad de conseguir un nuevo aliado no es algo que deba despreciarse. ¿Estáis de acuerdo? -pregunto al resto, antes de dirigir una mirada a Ivalic de agradecimiento-. E Ivalic, gracias por impedir una nueva pelea.

Para sorpresa de todos Firan sabía hablar el idioma del acechador y pronto pudieron llegar a un entendimiento. Como Ivalic había recordado la criatura no era maligna en sí y si recuperaban su piedra del Juramento luego tendrían un poderoso aliado. Algo más relajado por la situación se acercó a su amigo Vjelkus.

-No te preocupes, te pondrás bien.

Por desgracia los peligros en el castillo eran tan grandes y numerosos que no podían malgastar curas a no ser que fuera mortalmente necesario. Asintió ante las palabras de la Señora Helene, no se sentía merecedor de ningún agradecimiento, al fin y al cabo había sido Firan el que finalmente había controlado la situación.

-Creo que un aliado como Nicoramus podría ser definitivo en nuestra lucha. ¿Qué opináis, Parriwimple y Herr Urik?

Mientras el grupo llegaba a un entendimiento el muchacho se acercó a su mascota y lo acarició recompensando su valentía y como los había intentando avisar, pero la falta de Tasia y otros asuntos lo tenían algo preocupado.

- "Estamos debilitados y el tal Lucian debería de arrepentirse de sus actos. Lamentablemente, yo no os puedo ser de utilidad alguna, mi buen Ivalic, así que mi opinión es de poco peso..." -

Gracias, mamá. Ya me siento mejor.

La familia abandonó el zagúan, no sin antes de que Firan se despidiese del acechador troll y le desvelase sus intenciones. Abandonaron el lugar y pasaron por el comedor de la guardia. En lugar de coger hacia la izquierda, dónde se habían enfrentado al gólem de telarañas, tomaron por la puerta de la derecha.

Aquella nueva habitación de planta cuadrada medía treinta pies de ancho por treinta de largo. Sus muebles de madera estaban destrozados e irreconocibles, dejando solo un puñado de tablas rotas amontonadas en diversos puntos del suelo. Un pasillo a mano derecha, flanqueado por dos pares de nichos, llegaban a unas escaleras que subían a la planta baja del pasillo.

En frente a la puerta de madera por la que habían llegado había una más regia, de hierro, con un cartel que rezaba así:

LA OFICINA DE
LA VENGANZA

Atención al público:

L-V: de 8:30 a 18:00
S-D: de 9:00 a 13:00

Por suerte, aún era por la mañana, así que habría alguien para atenderles.

El acechador troll solo dijo que la piedra estaba en esta dirección. ¿Creéis que deberíamos buscar entre los trozos de madera?

Al escuchar la voz de Vjelkus, un gruñido ofuscó el aire viciado del pasillo de la derecha. Una serie de demonios se asomaron a ver de quién se trataba. Tres eran gorilas de pelaje rojo o anaranjado. Otro era un alto mutante con un hacha doble orca. El quinto enemigo era un demonio negro con un cuerno en la cabeza.

¡Por fin! ¡Unos demonios con los que probar el espadón de hierro frío que me hizo Paolo!

La habitación proporcionaba una ventaja táctica si dos personas lograban defender la arcada de diez pies de ancho que separaba la sala del pasillo, pero había que ser rápidos...

- "¡Pardiez, ahora cinco demonios nada menos y yo en este lamentable estado!" -

Helene se escurrió para ocupar la posición en la arcada y así atacar al gorila rojo. No había tiempo para meditar sobre una estrategia y el tiempo corría contra ellos.

El grupo volvió a ponerse en marcha hasta llegar a otra estancia, donde Ivalic se paró frente a un letrero que demarcaba la función que tenía o que había tenido en algún momento.

-¿Oficina de la venganza?

No tenía mucho sentido, incluso tenía un horario de atención al público. ¿Quien iba a ir al castillo a pedir venganza? Y si se podía pedir cualquier cosa ellos podrían pedir venganza sobre el Conde por todo el mal que había hecho, pero se imaginaba que aquello no funcionaba así, si es que funcionaba de alguna formal.

Unos demonios y criaturas salieron a recibirlos y pronto algunos de sus compañeros intentaron defender la parte más estrecha de la estancia donde sería fácil contenerlos pero obligaría a dos de ellos a luchar cuerpo a cuerpo. Ivalic corrió para ponerse detrás de ellos mientras señalaba a sus enemigos.

-¡Pitufín, ataca!

Su mascota era pequeña y podía escurrirse por algún agujero o entre las piernas para ayudar a sus amigos, él intentaba observar a sus enemigos en busca de algún punto débil.

¡Graaaaack prftrfiiiiieeee...!-lanzó el valeroso Pitufín su grito de batalla.

Trotó el lagarto eléctrico hacia sus enemigos, mientras su cuerpo se cargaba de electricidad estática y cinética. Uno de los Barl-gura les hizo una pedorreta, y el pobre animalejo frenó su embestida, derrapó y dió media vuelta. Lo último que supieron de él es que pasó bajo las piernas de Ida antes de que en su huída se alejase por la retaguardia más allá de la luz de las antorchas.

El segundo Barl-gura recibió estoico el ataque de Helene: su lanza de plata no le hacía tanto daño como las armas de hierro frío. Avanzó y golpeó con el puño a Helene.

Otro de los Barl-gura desapareció. El ojo demoniaco de Ivalic aún mostraba su posición, así que no se había teletransportado, solo se había hecho invisible.

El Babau también desapareció, pero no porque se hiciese invisible, sino porque se teletransportó a las espaldas de Helene.

El Rutterkin aprovechó esa distracción para flanquear a Helene. Helene respondió a tiempo para hundir su lanza en el demonio mutante, pero no para evitar el corte de su hacha.

Ivalic y Helene unieron conocimientos sobre los demonios:

-Los Barl-gura y el Babau tiene resistencia a cualquier arma que no sea de Hierro Frío (como el espadón de Vjelkus) o Buena (como el garrote de Parriwimple).

-El Rutterkin es vulnerable a la plata (como la daga de Gennifer, la espada corta de Malik y la lanza de Helene).

-Todos ellos son Tana'ri, un tipo de demonio que es inmune a la electricidad (Pitufín no habría sido de ayuda) y al veneno, y muy resistentes al ácido, al frío y al fuego.

-Los Barl-gura y el Babau se pueden teletransportar. De hecho, la forma habitual de luchar de los Barl-gura es apresar a un enemigo, teletransportarse con él a gran altura y dejarlo caer.

-Además tienen varios poderes mágicos, como el efecto de causar miedo que asustó a Pitufín.

Con esos conocimientos, Helene e Ivalic redistribuyeron a sus aliados. Malik y una de las gemelas atacaron con sus armas de plata al Rutterkin. Vjelkus y Parriwimple trataron de atacar al Babau, que esquivó todos los ataques a pesar de que el cuervo Hack intentaba distraerlo.

La otra gemela sacó un frasco de agua bendita, pero se le cayó al suelo de los nervios y el vial se rompió. El Doctor Van Richten sacó y cargó una ballesta pesada con un virote de hierro frío.

Y en cuanto a Ida y a Firan... ninguno de los dos podía hacer nada. Ida no tenía manos para conjurar, y los conjuros de Firan no servían contra las resistencias a los elementos de los demonios.

Entre él y la Señora Helene consiguieron advertir a todos sus compañeros y así organizarlos con la mejor eficiencia para el combate, aunque se planteaba duro, tanto que su pequeña mascota huyó despavorida ante la visión del enemigo. No podía echárselo en cara, el pobre Pitufín era muy pequeño y los enemigos terribles. Pero debían concentrarse e intentar salir con vida de aquella y para eso debía curar a Helene que había ido al frente de batalla.

-¡La curaré Señora Helene!

Ivalic lanzó un hechizo de curar heridas moderadas con la esperanza de que la mujer pudiera aguantar varios asaltos más en pie mientras derrotaban a los demonios.

Helene sintió la fuerza de los golpes y más aún la debilidad provocada por los mismos. La reacción de Ivalic fue inmediata, sanándola a tiempo de que ella misma actuara con premura. Sabedora de las resistencias de todos aquellos monstruos, tomó el vial de hierro frío en posesión de Urik y lo vertió sobre el filo de su lanza.

Parriwimple sabía que Helene e Ivalic eran más inteligentes que él, con lo que se dispuso a actuar conforme le habían indicado. Con evidente preocupación por el número, y lo que parecía, poder de los enemigos, el bondadoso gigantón trató de golpear a uno de los demonios que le habían indicado: el famoso Babau, mientras trataba de maniobrar para poder flanquearlo junto a Vjelkus. Finalmente, lograra o no flanquear, el golpe era bastante, y el garrote dio con fuerza en el cuerpo del deminio.

La magia curativa infundida por Ivalic duró poco: dos garrazos furtivos del Babau, a traición, atravesaron su pecho agarrando el corazón y tirando de él. El cuerpo de la veterana se desplomó sin vida.

¡MAMAAAAAAÁ!

Había perdido a su padre. Había perdido a su hermano. Había perdido a su madre. Vjelkus se derrumbó. No tenía fuerzas ni para golpear con su espadón, o por lo menos no de manera certera. El asesino de Helene mordió a Parriwimple en el hombro: él sería el siguiente.

Gennifer y Malik seguían luchando contra el Rutterkin, que repartía sus hachazos tratando de matar a la mujer, mientras recibía nuevas heridas por el arma plateada del Guardián de la Pluma.

Con Helene muerta, los Barl-gura pudieron salir. Habrían salido igualmente, teletransportándose, pero eso les permitió ganar tiempo. Uno de los Barl-gura trató sin éxito asustar a Vjelkus, que estaba demasiado abrumado como para atender las caras de susto del gorila demonio. Otro golpeó con su puño la espalda de Parriwimple, que se vió flanqueado entre el Babau y su nuevo contrincante.

Al último Barl-gura solo Ivalic le vió acercarse, cada vez más cerca, hasta que el demonio se abalanzó sobre él. Ivalic esquivó hábilmente al Barl-gura. Laurie y Van Richten acudieron en ayuda del joven bardo. La gemela esta vez logró arrojar correctamente su frasco de agua bendita, y un virote de hierro frío salió escupido de la ballesta pesada del viejo Rudolf, hundiéndose en el costado peludo y anaranjado del Barl-gura.

Firan reaccionó al ver la muerte de su madre adoptiva. La lanza de plata bañada en hierro frío estaba en el suelo, ahí, lista para cualquiera que quisiera cogerla. Pero eso sería desperdiciar el potencial del pequeño mago. Firan ignoró el arma de Helene y se centró en su mochila. Tal vez en el libro de conjuros de Strahd habría un hechizo tan poderoso que pudiese dar la vuelta a la situación.