Partida Rol por web

Mis tripas sonaron escandalosamente al escuchar al goblin hablar de parar en la taberna, siguiendo las palabras de Gys. -Vendría de perlas... empiezo a estar exhausto. No he comido nada en un día y la fatiga empieza a hacer mella en mi. -comenté mirando a mis compañeros. -Y tampoco diría que no a una cerveza bien fresca que eleve nuestro espíritu. Algo me dice que tal como están las cosas... vamos a necesitar que nuestro espíritu no flojee.

En cuanto Gys y yo mencionamos la palabra “cerveza”, el hombre se relaja visiblemente, por lo que sonrío y separo las manos de las armas con un gesto lánguido, como si fuera a darle un abrazo al humano, pero me limito a hacer un gesto para que nos acompañe al interior de la taberna, mientras Palandras comenta que le apetece tomar algo.

En ese momento, otro individuo, un enano o un gnomo, sale de la taberna y se dirige al humano en términos un tanto misteriosos refiriéndose tanto a los Montes Milenarios como al Templo Milenario, aunque él lo llama "monasterio", hasta que nos ve y se calla de repente.

Mis orejas se estiran ante los comentarios y amplío mi sonrisa antes de decir:

¡Hola! ¡Soy Pispas, el goblin errante! - Grito con alegría, para me pueda oír bien todo el que esté en el mercado o en esta zona, con mi habitual voz aguda, dirigiéndome al hombre que acaba de salir de la taberna mientras sonrío y abro los brazos como si fuera a darle un abrazo. - ¡Mis amigos y yo nos íbamos a tomarnos una cerveza, con tu amigo para ver si se le pasar el susto que acaba de llevar! ¿Que te parece? ¿Te animas a tomar una cerveza con nosotros?

Después bajo la voz varias octavas, para que sólo me puedan oír los que estamos en la puerta de la taberna, mientras poso indolentemente mis manos sobre las armas antes de continuar en voz baja:

Además, tal vez nos puedas contar que quieres decir con eso de que "la cosa se está poniendo peliaguda en los Montes y en el Monasterio" o que es eso que vais a "tener que adelantar". - Miro alrededor, para asegurarme de que nadie nos escucha antes de continuar. - Veras, es que hace unos días unos amigos nuestros, una niña y su guardaespaldas, vinieron en peregrinación al Monasterio y no voy a estar muy contento si les pasa algo malo.

Después me quedo mirándolo fijamente antes de decir: 

Por cierto, ¿como te llamas? Es que tu cara me recuerda a alguien, y no estoy seguro de a quien.

- Joder... joder... tu, métete para dentro que ahora voy. - Le dijo el pequeño al hombre que se metió en la taberna lo más rápido posible.

Después, el hombrecito miró a Pispastorin a los ojos. De alguna manera, Pispas y el pequeño tenían los ojos más o menos a la misma altura.

- Goblin, por favor, hablas demasiado. Si no te conociera diría que eres un parlanchín de esos del Clan Ilquar o como demonios se llame. Aquí dentro hay como seis de ellos que no paran de hablar. Así no se puede intentar mantener una conversación tranquila ni de coña. -

El pequeño negó con la cabeza.

- Por aquí no ha pasado nadie desde hace cuatro meses, desde que empezó todo el jaleo, así que no sé de que me hablas. Y mi nombre es Julius, y por si te sirve de algo, no sé quién demonios eres. -

El recién llegado hace que el humano entre en la taberna rápidamente y se gira hacia mi. Es una sensación casi olvidada la de poder mirar a alguien a los ojos, sin tener que estar subido a una silla o a una mesa y poder mantener una conversación directa.

Me sonrío con algo de tristeza y niego con la cabeza cuando dice que parezco un parlanchín del clan Ilquar, si le parece que yo hablo mucho tendría que haber conocido a algunos de los vendedores que había en la caravana, lo habrían dejado acojonado, pienso.

Pues si, resulta que soy uno de los parlanchines del Clan Ilquar. - Respondo con algo de tristeza y orgullo, a sus palabras. - Lo que me resulta extraño es que nos conozcais, ya que éramos un clan menor y no muy numeroso que no nos movíamos por esta zona, además ahora ya sólo quedo yo. - Me quedo callado un momento antes de continuar negando con la cabeza. - No se si nos conocemos o no, es sólo que a mi me recordáis al sabio anciano Maese Julius Bariglain, al que conocí en la Nación de los Magos. Me habré confundido por la barba y el aspecto general. - Me encojo de hombros al decirlo. - Lo que me extraña es que digáis que por aquí no ha pasado nadie en meses, ya que nuestros amigos vinieron hace un par de días... - Poco a poco sus palabras van calando en mi cerebro. Los ancianos del clan siempre decían que tenía sangre de Hobbo y que por eso era un buen guardián, pero un mal vendedor, no escuchaba con la atención necesaria y se me escapaban los detalles más sutiles y tenían razón. - Espera… ¿que es lo que has dicho?, ¿has dicho que en la taberna hay media docena de goblins de mi clan? - Lo cojo por la pechera y me encaro con él al gritarle. - ¡Eso es imposible! ¡Hace pocos meses que los tuve que enterrar a todos, cuando el Enemigo, el Mal Supremo o como cojones se llame el hijo de puta, los exterminó en una emboscada. - Lo empujo para quitarlo de delante de la puerta de la taberna y la abro de golpe, para entrar, mientras digo: - Si me estás tomando el pelo te vas a arrepentir. - Al entrar en la taberna, de forma inconsciente, pongo las manos sobre las empuñaduras de mis dagas del Clan Ilquar y entro con paso firme y con expresión hosca y furiosa.

Yo tan sólo he decidido. Vos, Pispantorín, habéis sido merecedor de ello con vuestros actos. Vuestra vida es vuestra, vividla en libertad.

Es mi respuesta al pequeño, junto a un leve asentimiento a las palabras de mis compañeros, tanto por sus palabras de hálito como la idea que se plantea poco después de tomar una cerveza, aunque las palabras de más miembros del clan, y otras cosas que parecen fuera de lugar, consiguen que pese a todo no me relaje del todo, si no que más bien me tense y mis orejas se muevan atentas a cada movimiento, a cada acción de todos.

Y avanzo junto al pequeño goblin sin mucho más que añadir.

Parece que por fin conseguimos que el hombre se calme al escuchar la palabra cerveza, hasta que aparece un compañero suyo instándolo a que entre dentro. Bueno, tal vez con este podamos sacar algo más de información.

Pispas comienza a mantener una breve conversación, en la que hay ciertos detalles de ella que no tienen mucho sentido a decir verdad. ¿Como es posible que haya mas goblins del clan de Pispas si dijo que era el último? ¿Cuatro meses? – me pregunto mientras una idea extraña y a la par que extravagante empieza a cobrar forma en mi cabeza.

¿Podríamos haber cruzado un portal hacia el pasado? Sería algo fuera de lo normal, pero tras lo que esta pasando en Umbria, ya no queda mucho que lo sea.

- Julius, ¿verdad? No quiero hacer que pierda el tiempo con nosotros, pero, ¿Podría decirme en que fecha estamos? Es que tantos días de trayecto han hecho que pierda un poco el sentido del tiempo – digo al enano.
 

- ¿El anciano Maese Julius Bariglain? ¿Pero aquí me estáis tomando el pelo a mi o qué? A ver, verdoso, yo soy Julius Bariglain. - Dijo el hombre. - Jodidos goblins. Ahora mismo estoy más que seguro que eres uno de esos del Clan Ilquar... ¿enterrados todos? ¿Muertos todos? Venga hombre... -

Abrió la puerta con su mano.

- Ahora me diras que todos esos que están allí son fantasmas, ¿no? Pues menuda ilusión, macho, por que ese gilipichis que está allí, si, ese de los pelos pinchos, me ha invitado a una jarra de cerveza cuando me derramó la mía... Ja, ja, ja... esos no se van a morir así por que si. Son huesos duros de roer. -

Pispastorin pudo ver en ellos, el estandarte del Clan Ilquar, pero no conocía a nadie.

El pequeño miró a Gys con el ceño fruncido.

- ¿Te has metido algo o qué? Estamos en el Año 124 del Rey Istvan IV. Como si la gente no supiera eso. La verdad, amigos, es que me estáis cansando. Tengo trabajo que hacer y además, estoy esperando a un par de personas más. Sólo ha llegado el Hechicero de la Torre Oscura de Las Tierras Sombrías, - Señaló al hombre que acababa de meter para dentro de la taberna. -... y a ese tengo que tenerlo corto por que al parecer, le gusta beber te. No me fio de esa gentuza. -

Joder, lo que sospechaba, estamos en el pasado – pienso mi cabeza empieza a trabajar a toda velocidad. El hechicero de la torre oscura de las tierras sombrías y que además le gusta el té, por lo dioses, es él, tiene que serlo.

- No, es algo peor – respondo a Julius mientras me adentro dentro de la posada como alma presa por el diablo.

- ¿Eres Fladnag? – pregunto acercándome al hombre con el que choco Rufus.

Me mantengo en silencio, a la expectativa... la situación era compleja, tan sólo dos palabras.

Las tazas...

Apenas son un susurro, pero suficiente para ser escuchado, o al menos, eso espero.

El hombre, que estaba bebiendo una cerveza de barril, se giró asustado ante las palabras de Gys. Mientras tanto, Julius estaba fuera hablando con los demás.

- Er... si... soy yo. - Dijo el hombre enarcando una ceja. - ¿Nos conocemos, joven viajero? -

Aún no...

Le miro con un aire severo.

Raenhmi Sombra Oscura.

Digo, presentándome ante él. Y me dispongo al lado de Gys esta vez, aunque sin perder de vista a Pispantorín.

-Nos conoceremos Fladnag, no me tomes por un loco, tras lo que voy a contarte. Se que estas ocupado, pero necesito que me escuches, me creas y nos vuelvas a ayudar una vez más – comienzo a decirle mientras le hago un gesto para que se siente en una mesa - Soy Gys Laraer, mis compañeros y yo hemos estado en tu torre recientemente, pero no era este tiempo ni esta época – lanzo un leve suspiro - Venimos del futuro a través de un portal que creaste en tu torre hace unas horas, nos estabas ayudando para combatir las huestes del hechicero oscuro, lo que no esperábamos es que nos mandases al pasado. En nuestro tiempo, el hechicero oscuro esta a punto de alzarse del letargo al que le condenaron los elegidos, y por lo que nos contaste en la torre, tú eras uno de ellos, te llamaban el bien supremo. Fuiste tu quien nos dijo la identidad del hechicero oscuro – lo miro a los ojos tragando saliva - Es Timmy, tu primer hijo – digo en un murmullo - Umbría esta siendo exterminada por los siervos del hechicero oscuro, tu estabas prisionero en tu propia torre por uno de los sicarios del hechicero, su nombre es Orión, no querían que participases en el conflicto. Las ciudades están siendo arrasadas, la ciudad del fuego esta prácticamente destruida, solo se mantiene el pie el castillo del rey, el rey Cail. Y nosotros estamos atrapados sin poder regresar a nuestra época desconociendo los motivos por los que nos encontramos aquí. Necesitamos tu ayuda, estoy dispuesto a hacer lo que sea necesario para que me creas y nos ayudes. Lo que sea, Fladnag.

Después de todo lo sucedido nos encaminamos todos hacia el pueblo, allí nos tropezamos con un par de personajes, uno de ellos me recuerda un poco a Julius Bariglain con el que Pispas y yo coincidimos en la nación de los magos y que tristemente perdió la vida a manos de las sombras que allí nos atacaron.

Pispas y Gys comienzan a hablar con ellos y empiezan a darse cuenta de un hecho escalofriante, parece que podríamos estar en el pasado -¿podríamos? todo apunta a que de seguro estamos en el pasado -No solo uno es Julius sino que el otro es Fladnag, con el que acabamos de estar, pero mucho más joven y de buen ver. Y puede que estemos a tiempo de detener al Mal Supremo, ya que su hijo puede que aún no haya nacido, quizá podamos hacer algo aquí por evitar que pasen ciertas cosas en el futuro, nuestro presente. El problema es que no sé cómo vamos a salir de aquí. Aunque eso no me preocupa mucho ahora mismo.

Dejo que mis compañeros prosigan con sus preguntas y pesquisas, no quiero agobiar a Julius y Fladnag con demasiadas personas atosigándoles con una información que es difícil de digerir. De repente se me ocurre algo -¡Pispas! Enseñále a Julius el cofre que nos dio, puede que le suene y lo pueda abrir.

Al entrar en la taberna apenas oigo a Gys preguntarle por la fecha a Julius, mucho menos soy capaz de darme cuenta de que Raenhmi entra detrás de mi. Mientras Julius reconoce que su apellido es Bariglain y se pone a despotricar sobre lo que he dicho mientras me muestra a los míos y se muestra socarrón sobre mis afirmaciones, yo apenas soy capaz de escuchar nada de lo que dice. Mis ojos están fijos en el estandarte de los Ilquar, idéntico al que ahora mismo corona el túmulo que hice a un lado del camino para el eterno reposo de los mios, el mismo que fue testigo de mi juramento de sangre, el mismo que juré defender.

Caigo de rodillas, incapaz de sostenerme de pie, mientras mis ojos no pueden apartarse de lo que tengo delante. La media docena de goblins de mi clan, bebiendo, riendo y bromeando de la misma forma que lo hacía yo con mis amigos. Saco las dagas del Clan Ilquar y las clavo en el suelo, mientras las lágrimas comienzan a correr por mis mejillas en silencio.

Las palabras pronunciadas por Julius, por Gys y por Raenhmi empiezan a tener algún sentido en mi embotado cerebro. Y cuando se presentan ante Fladnag, y este les contesta, los miro y los veo hablar sin levantarme del suelo, hasta que comienzo a hablar:

¿Que ha ocurrido?, ¿que cojones ha ocurrido? ¿¡donde y cuando coño estamos!?

Finalmente, me levanto de un salto, con las dagas en las manos y me acerco a Gys, Raenhmi Ela y Fladnag, mi mirada sigue perdida pero estoy más decidido y resuelto que antes:

Después del incidente con Riora, cuando estaba allí de donde me sacó Raenhmi de forma tan gentil, Lady Baesa, la sanadora de Ciudad del Agua dijo que el monje que los atendió en el Monasterio no era trigo limpio y que les había hecho hacer una serie de pruebas, también afirmó que se se les habían aparecido personas del pasado, entre ellas la versión del pasado de Lady Talashia, otra Talashia, no la hija del Rey Cail, y que esta “antigua” versión de la niña les dijo que venían del futuro. - Me encojo de hombros antes de añadir. - No le di más importancia a sus afirmaciones, ya que siempre habla de forma muy extraña y es difícil seguir su línea de pensamiento. Vos la conocéis, Lady Ela, sabéis a lo que me refiero.

Entonces Lady Ela tiene una gran idea, por lo que me golpeo la frente con la empuñadura de una de las dagas 2 o 3 veces, mientras murmuro más para mi que para los demás.:

Estúpido, estúpido, estúpido. ¿Como no se te ha ocurrido? - Después enfundo mis dagas con un gesto seco y me agacho mientras me quito la mochila, la abro y tras rebuscar en su interior durante un rato, saco con mucho cuidado el cofre que me dió el sabio Julius en la Nación de los Magos con su último aliento. - Allí de donde y cuando venimos, el sabio anciano Maese Julius Bariglain nos dió este cofre, dijo que lo que había en su interior podría sernos de utilidad, pero que le habían robado la llave y que no podía abrirse sin ella.

Me giro hacia Julius y le muestro el cofre:

Este es el cofre que nos disteis en el futuro, en un momento de gran necesidad, tanto para vos como para nososotros. ¿Os suena?

Julius abrió los ojos como platos.

Miró a Flagnad y después, ambos asintieron.

Flagnad, el Señor de la Torre Oscura, no podía creer lo que le estaban contando, pero al parecer, el cobre le hizo abrir los ojos como platos. Nadie de los que estaban allí sabían muy bien que era lo que estaba sucediendo, salvo, esas dos personas que estaban allí. También reaccionaron ante el nombre de Talashia, al parecer, también la conocían.

Julius sacó una llave de su bolsillo y la miró con detenimiento.

- Este cofre es lo que nos ha traído a Flagnad y a mi aquí. Se suponía que Talashia lo iba a recoger de una mazmorra en el Castillo de la Ciudad de Fuego, pero al parecer, su misión no había resultado y ahora... ahora nos traéis el cofre vosotros... ¿de dónde habéis salido? -

Una mujer salió de la trastienda con el ceño fruncido.

- Tal vez digan la verdad, Julius. Y realmente vengan del futuro. - Dijo una muchacha que aún desconociáis. - Si ese es el cofre que estábamos buscando para terminar con esto de una vez por todas, no perdemos nada con abrirlo y ver que es lo que contiene. -

Todo sucedía demasiado deprisa y el hambre me tenía completamente empanado. Me coloqué al lado del goblin y tiré de su manga ligeramente para llamar su atención. -¿Me estás diciendo que hemos viajado al pasado? -Pues si aquel hombre era el viejo que acabábamos de dejar obviamente estábamos atrás en el tiempo. -Alucinante... por cosas como estas no me gusta la magia. -Prefería usar mi lanza que poner a lanzar conjuros que podían terminar con no... muchos años atrás.

Todo parecía girar en torno al famoso cofre sin llave por lo que miré a nuestro variopinto grupo. -¿Qué hay en ese cofre? 

Asiento ante las palabras de Palandras.

Eso me temo. - Digo desviando la mirada hacia los goblins de mi clan que estaban allí disfrutando, ajenos a todo. - De alguna forma hemos viajado al pasado y estamos lejos de donde debíamos estar.

Miro a la elfa que ha salido de la trastienda, ¿cuando ha llegado?, pienso al verla.

Me temo que el Maese Julius del futuro no nos entregó la llave y está protegido por fuertes hechizos que nos impiden abrirlo por cualquier método que no sea mediante la llave correspondiente. - Me encojo de hombros por la impotencia. - Nos dijo que le habían robado la llave pero no la he encontrado todavía. Salvo que sepáis de alguna otra forma de abrirlo, no se puede abrir.

Miro a Palandras antes de responder a su pregunta:

Me temo que no lo se, el Maese Julius del futuro no pudo decírnoslo. - Digo con gesto triste y las orejas gachas.