Partida Rol por web

El bebé cerró los ojos un par de segundos al ser envuelto por la manta, como si la calidez de la tela le proporcionase una inesperada sensación de comodidad. Tanta comodidad como la que parecía sentir en los brazos de Kane, en los que dejó de revolverse para mirar alrededor.

Por un momento centró su mirada en la del hombre, estirando sus deditos para palmear su rostro mientras emitía un gorgoteo. Pero poco a poco sus pestañeos se fueron espaciando y su cabeza terminó por apoyarse en el pecho de Kane a medida que la criatura se iba quedando lentamente dormida.

Unos tras otros marcharon con sus ideas del qué hacer en la cabeza, habiendo recogido al bebé se quedó en pie algo anestesiado. El instinto lo llevó a devolver la mirada a Bentley, con ese lenguaje de miradas que ambos se traían. Probablemente el perro le estaba diciendo que "cuidado que te vigilo" y la respuesta de Kane era un "como te me eches ahora, me haré un abrigo de piel contigo". Unos dirían que era amor-odio, y en realidad así era. A Kane le sacaba de quicio Bentley, y Bentley tenía una fijación enfermiza en tirarse a por Kane. Lo cierto es que en el fondo, Kane adoraba a ese condenado chucho. El repentino ladrido de Bentley le hizo poner por un instante mala cara, bufó poniendo el cuerpo entre él y el bebé, pero este marchó raudo a Dios sabía donde haciendo que el pistolero suspirara aliviado.

Con el pequeño en brazos se sentía extraño, su expresión corporal lo delataba, especialmente para los ojos de Clementine. Kane miraba al bebé con una prístina fascinación, al punto que de no ser por su firmeza física le habrían temblado los brazos. Pero superada esa debilidad física, el hombre parecía esforzarse por evitar perturbar el incipiente sueño del bebé.  

No sé, creo que está cómodo. dijo Kane envuelto repentinamente en inseguridad respondiendo a Skyler. Algo en él gemía de tristeza, y tal sentimiento afloró en la mirada del pistolero, el eco de algo arrebatado y que ahora sostenía pero fruto de otro lugar. ¿Tú.. tú crees?

Bajó la mirada de nuevo al bebé que ya dormitaba, el rostro de Kane no lo escondía. Había emoción, había dolor, había pérdida, había esperanza, con esa mirada buscó la de Clementine necesitando un ancla para no dejarse arrollar por esos sentimientos. De sus labios brotaron unas pocas palabras hacia la joven, algunas quebradas, otras enteras.

El mundo es injusto. Si han abandonado a este bebé.. negó con la cabeza lentamente. Skyler sabía vagamente la historia de Kane, el hombre la había compartido con ella en alguna noche de conversación, en cierto modo confiaba en la joven, pero siempre obvio los detalles más escabrosos. ..yo.. no lo comprendo.

Volvió la mirada al bebé, se preguntó si él habría sido así. Si se hubiera dormido del mismo modo en sus brazos, si hubiera tenido esos mofletes, hubiera tenido esos ojos, reído de aquel modo o tratado de tocar su rostro. Pero eso ya daba igual, ahora ya no sería un bebé, nunca fue su bebé. Ahora sostenía el hijo de otro hombre y otra mujer, y lo hacia como si fuera el suyo, tal como una retorcida broma pesada del destino haciendo que viviera por primera vez las emociones que le fueron arrebatadas.

- Bueno, siempre ha sido así en algunos lugares. Y en otros, no. Algunas ramas del cristianismo nunca han considerado correcto bautizar en la fe a un bebé, que no es capaz de comprender siquiera el concepto de Dios, y que no entiende la religión a la que se le introduce. Y un niño es inocente en si mismo. Incorrupto. Su alma es pura y merecedora de redención.  -explicó, con calma, tal como lo habría hecho el reverendo Steven, empleando casi sus mismas palabras, mientras miraba intermitentemente a Skyler y a Bentley, preocupándose momentáneamente por la reacción del can, hasta que éste ladró a modo de protesta, cláramente queriendo salir- Si quieres podemos organizar algo, el Domingo. Si sigue con nosotros...-comentó, empequeñeciendo al escucharse decir aquello, aunque ella no estuviese por la labor de permitir que dejasen al crío en cualquier sitio que no fuese el calor de su propia familia-  Lo presentaremos ante Dios. En la capilla. - añadió, mirando de nuevo al perro, para revolverle el pelo que se acumulaba entre sus orejas.

Casi no le dio tiempo a abrir la boca y Bentley ya había salido corriendo- No te dediques a amedrentar a nadie, bribón. -advirtió, al verlo marchar, levantándose y limpiándose los pantalones con ligeros palmetazos, posando la vista entonces sobre Kane, al ver cómo miraba hacia ella y hacia Skyler, confuso y dubitativo, a la par que fascinado con aquella criatura que reposaba entre sus brazos- Yo también lo veo cómodo...- dijo, acongojada, acercándose a él, llevándose una mano al pecho al escucharlo- Quizá no les quedó más remedio, Kane. No lo sabemos.-suspiró, y acariciando su pelo, acercó su rostro, y se puso ligeramente de puntillas para besar su mejilla, en un gesto que pretendía reconfortarlo- Se ha quedado dormido contigo. Le gustas. -sonrió- Sé lo que andas pensando... No merece la pena que te sumerjas en esas aguas. Podemos hacer algo. Y vamos a hacerlo. No es lo mismo. 

Las palabras de Clementine le arrebataron de aquel estado sombrío, la verdad es que no quería entregarse a tales pensamientos, y cuando fue consciente de lo que sucedía recibió el beso de la joven haciendo que los labios se curvaran en una agradecida sonrisa. Kane la miró a los ojos con esa sonrisa, sus ojos le agradecieron con la mirada su intervención sin necesidad de decir nada más.

Sí. dijo al final volviendo la mirada al pequeño que dormía, de nuevo el impulso protector buscó que se sintiera cómodo, y luego volvió a Clementine. Podemos hacer algo. 

No sabía cómo hubiera reaccionado Kane en otro tiempo, pero seguramente aquello hubiera sorteado su fortaleza para atacar directamente a sus emociones. Pero tener cerca de Clementine lo cambiaba todo, con agradecimiento le devolvió el beso con un leve roce de su frente con la sien de la mujer.

Veamos qué traen para comer.. y que no lo despierten.. suspiró imaginándose la llegada general con el caos que lo seguía.

Un «pero...» pareció formarse en los labios de Skyler ante las primeras palabras con las que Clementine le respondió. La joven parecía a punto de protestar e insistir en lo que según ella sería la forma correcta de hacer las cosas. Sin embargo, esa protesta no llegó a tomar forma, pues antes de que pudiera hacerlo llegó la propuesta de Clementine que terminó por inclinar las dudas de Skyler hacia un asentimiento decidido.

—Oh, sí. Hagamos eso —dijo, ya completamente convencida—. Aunque no sea un bautizo de verdad podemos hacer una ceremonia, darle la bienvenida a nuestra comunidad y, si no hemos averiguado su nombre de verdad, ponerle uno nosotros. Podemos conseguir algo de incienso en el mercado, o quemar algunas de esas hierbas aromáticas del huerto y tú podrías cantar algo, Clem. 

Envuelta en los planes que llenaban ya su cabeza, la rubia tardó algunos segundos en darse cuenta de que algo le sucedía a Kane. Y cuando detuvo su mirada en él, aún le costó comprender que algo le había afectado. Las emociones ajenas eran para Skyler como un cristal fino que ella no sabía manejar ni entender, pero que siempre temía dañar. Así que en un primer momento tan sólo lo contempló con la incomprensión bailando en su ceño fruncido y la incomodidad haciendo que diese pequeños tirones de una piel suelta en su labio inferior. Infinitas dudas pasaron por sus ojos y pareció estar a punto de liberarlas varias veces en esos segundos, para terminar por contenerlas todas en un carraspeo. 

Se puso en pie entonces y se sacudió la ropa con ambas manos, moviéndose con cierto nerviosismo. 

—Creo que voy a ir a buscar algunas telas con las que podamos hacerle pañales —dijo, evitando mirar hacia los otros dos—. A ver si encuentro alguna toalla o algo así absorbente antes de que se mee encima de alguien. 

Y con esas palabras que sonaban a excusa, empezó a encaminarse hacia la puerta de la sala común, con evidente intención de marcharse. 

Mientras tanto, el bebé ya se había quedado completamente dormido en los brazos de Kane. Su rostro parecía descansar con placidez y sus labios se curvaban en una pequeña sonrisa mientras sus deditos se abrían y cerraban, aferrando la tela de la ropa del hombre. 

- No es mala idea.-añadió al comentario de Skyler, siendo consciente de la reticencia de la chica a enfrentar aquella clase de situaciones- Avísame si necesitas algo, Skyler.-dijo, sin llegar a aclarar si se refería a la búsqueda de improvisados pañales o a otra cosa. 

Ahora que se encontraba cerca, y ante la proximidad de Kane, observó con mayor detenimiento al bebé, sin atreverse a tocarlo por miedo a despertarlo- Qué pequeño es...-susurró- Había visto bebés antes... En la Iglesia, pero nunca tan pequeños. -adimitió, posando una mano sobre el hombro de su compañero, mirándolo con intensidad antes de, por fin, atreverse a decir lo que había estado pensando- Creo que esto es una Señal. No puede ser mera coincidencia que haya acabado en nuestra puerta... Creo que... Es posible que el Señor haya movido los hilos necesarios para que este niño acabe con nosotros. Quizá considera... Que debes protegerlo. Igual que me protegiste a mí. Quizá este niño tiene un sitio predeterminado en el orden de todas las cosas. -dijo, aferrando su crucifijo con la mano que tenía libre, cerrando brevemente los ojos, como si rezase momentáneamente en silencio.- Son suposiciones... Pero tengo fe en ellas. Algo está pasando, en general. Los seres alados están... Revueltos. Y ahora aparece este pequeño aquí... No lo sé, Kane. 

Kane no dijo nada respecto a las intenciones bautismales de Skyler, ni de la propuesta de Clementine. En cierto modo le parecía bien la postura de la segunda, a él no se le daban demasiado bien esas cosas. Se despidió de Skyler con un asentimiento, y un gracias apenas susurrado en los labios.

Finalmente el pequeño se durmió en los brazos de Kane, la sensación permanecía intacta, anclado en ese carrusel de emociones que le abotargaban la mente. Miró a Clementine a su lado, le sonrió con suavidad, casi timidez, y luego volvió su atención sobre el bebé con fascinación.

Sí, es pequeño. corroboró con lo primero que le vino a la cabeza, algo simplón, pero en ese instante no le daba para más. El instinto lo llevó a acunarlo, meciendo al pequeño en un suave vaivén. Escuchó las reflexiones de Clementine, él no era capaz de ver las cosas desde esa perspectiva, aunque en ocasiones se dejaba llevar por esa clase de pensamientos. En cierto modo le recordaba a Jeff, pero había unas cuantas diferencias con respecto a su mentor, por no decir que Clementine solía ser más clara y menos críptica que él.

No sé.. ¿Yo? se preguntó volviendo la mirada una vez más hacia el bebé, luego a Clem. No sé si estoy preparado para algo así, y no.. no es lo.. mismo que contigo. volvió la mirada hacia la joven, acogiendo su mirada verde por un instante, pero parpadeó para salir de su influjo. Respiró profundamente, y buscó sentarse en algún sitio invitando a Clementine a hacerlo del mismo modo.

Quiero creer que las cosas son más sencillas, Clem.. suspiró al fin, apoyó la espalda en la pared, evitando movimientos bruscos. ..pero no lo son, ¿verdad? volvió la mirada a la mujer, con esa sonrisa torcida, de circunstancias, que tenía. Sea lo que sea al final, sé que podemos afrontarlo juntos. Ahora supongo que ya no estamos solos. No depende solo de nosotros. Ya no. había un ligero tono de resignación en sus palabras, aunque Kane se había acostumbrado a la vida de convivencia aun estaba demasiado acostumbrado a su independencia. Luego miró al bebé, sonrió tierno, lo meció de nuevo.

Gracias, Señor, por darme esta oportunidad de disfrutar de esta sensación. murmuró en oración. Gracias por.. volvió la mirada hacia Clementine instintivamente, pudo sonreír algo, una sonrisa serena, cálida, que asomó por un fugaz momento. ..darme lo que me has dado.

Skyler se giró en el marco de la puerta para dedicar una sonrisa rápida a Clementine, acompañada de un asentimiento de cabeza. 

—Claro, gracias, Clem. 

Con un rápido vistazo hacia Kane y el bebé, la chica hizo un gesto de despedida con la mano y salió escopetada de la sala común, dejando a los dos solos para cuidar del niño. 

El silencio parecía adueñarse de nuevo del refugio, como si flotase alrededor de la criatura, haciendo que Kane y Clementine hablasen en susurros mientras dormía. Pero, de lejos, les llegaban algunos sonidos del trajín de la cocina. 

No culpó a Skyler por abandonar también la sala común. Aquella mañana el ambiente parecía preñado de emociones indefinidas, y aquello debía ser... Difícil de gestionar para ella. Esperaba que con el desayuno, el desempeño de la rutina habitual, el día adquiriese un tinte de normalidad que aliviase las inquietudes de todos los habitantes del Major Morris, aunque aquel día tenía poco de normal. 

Suspiró- No, la vida no es fácil. No está hecha para que caminemos sin golpearnos ni caernos nunca. Pero al fin y al cabo, es hermosa.-respondió, mirando enternecida, con aquellos ojos verde oliva que resaltaban en su rostro, la faz llena de tranquilidad del pequeño, sonriendo al escuchar de nuevo a Kane, no son mostrar un ligero matiz confuso en su expresión.  

Kane se despidió con un asentimiento de Skyler, con esos silencios que bastaban para entenderse el uno con el otro. Invariablemente volvió su atención al pequeño, lo acunó por intuición, como alguna vez hubiera visto a madres o padres con sus críos en ese tiempo, pero también porque le salía de dentro hacerlo de ese modo.

Se durmió al fin. remarcó lo obvio, volvió la mirada entonces hacia Clementine y le pasó algo por la sesera, un pensamiento intruso que hizo que le asaltara un ligero rubor, pero movió seguidamente la cabeza para centrarse.

Oye.. ¿te gustaría cogerlo? sonrió Kane, no tenía ningún afán de desprenderse del pequeño, pero le salieron esas palabras de los labios tal como si fueran los restos de aquel pensamiento que había callado. No te preocupes, es fácil.. y está profundamente dormido.

Le ofreció el bebé a Clem, sentada junto a él en el suelo, con delicadeza dispuesto a entregarlo paso a paso sin brusquedad. En cierto modo, en la mirada de Kane, había cierta ilusión por ese ofrecimiento.

Parpadeó, algo sorprendida- ¿Eh? ¿Y-yo?- preguntó, aunque estuviera bastante claro, un tanto cohibida- Bueno... La verdad es que sí que me gustaría.-admitió, sintiendo en su interior algo que no podía definir, y que bien podía llamarse instinto. Algo que la hizo suspirar, al estirar los brazos y dejar que Kane le indicase cómo debía sostener al bebé. 

Recordaba haber tenido en brazos a Bentley, siendo un cachorro. Aunque con él había sido más fácil. Podía llevarlo metido en la chaqueta, dejando la cremallera lo suficientemente abierta como para sacase la cabecita peluda y blanca que tenía, cuando aún su pelaje no era lo suficientemente denso como para protegerse del frío en invierno. No duró mucho, porque en un par de meses había alcanzado el tamaño de cualquier perro de raza mediana, aunque siguiera siendo igual de patoso y de infantil que un crío. 

Pero aquel pequeño sería así de diminuto durante un tiempo. Tardaría por lo menos un año en empezar a caminar, y hasta entonces... Dependería de otros. De ellos, en aquel instante. Y en ese preciso momento, de ella, que ahora lo sostenía en brazos.

Era una sensación extraña y sobrecogedora, una que inevitablemente la hizo sonreir. Una que iluminó sus ojos de pura fe- Es en estas cosas... Donde puedo percibir con toda claridad el amor de Dios.-meditó, expresando sobre la marcha aquel pensamiento, arrullando al niño con suavidad contra su pecho. 

De algún modo Kane sabía que Clementine cogería al pequeño con habilidad, durante unos segundos se quedó ausente viendo la estampa, no podía impedir que los labios se curvaran sonrientes ante lo que contemplaba.

¿Ves? Sabes cómo hacerlo. bromeó el pistolero recostando junto a la pared y Clementine. Al ver como la sonrisa y el brillo en los ojos se iban adueñando de la joven, Kane se sintió algo sobrecogido. Asintió de acuerdo con su afirmación. Si esto es el amor de Dios.. el mundo tiene aun mucho que recuperar.

Se quedó en silencio, con los ojos entrecerrados mirando a la muchacha con el bebé, inclinó el cuerpo hacia adelante y besó a Clementine en la mejilla, cerca de la comisura de los labios, con infinita ternura. En aquella cercanía cómplice, Kane le confesó uno de los pensamientos que en ese momento le rondaba a la cabeza apegado a él como las nubes al cielo.

Estás preciosa ahora. la miró a los ojos unos instantes de más, y se apartó lentamente para darle espacio a Clementine mientras se iba sintiendo gradualmente estúpido y algo idiota, con un intenso síntoma de rubor en las mejillas que no pudo esconder. Quizá por eso buscó mirar a otro lado, escondiendo con apuro las sensaciones que manaban de él al verla de aquel modo.

El tiempo se iba desgranando lentamente mientras Clementine y Kane contemplaban al bebé dormir. Poco a poco se fue extendiendo por el aire un aroma que era mezcla de la suavidad de las patatas hervidas y el fuerte olor del café de achicoria que solían tomar para desayunar y que hizo reaccionar los estómagos de ambos. 

Puede que fuese ese olor el culpable de que el bebé, que seguía en brazos de la chica, arrugase el rostro todavía con los ojos cerrados y apretase sus manos en dos pequeños puños. Su cara enrojeció un instante antes de que abriese la boca para emitir un quejido leve, como si estuviese cogiendo aire y fuerzas para empezar a berrear en cualquier momento. 

Clementine se sonrojó profusamente, con el bebé en brazos- ¡Kane!- protestó, avergonzada, aunque con una media sonrisa en los labios. Y no supo si fue su gesto, o quizá el olor a comida, pero notó cómo el infante se movía, apretando las manitas y arrugando el rostro, amenazando, al parecer, con echarse a llorar- No no no... Shhh shhh...-se apresuró a susurrar la joven, de pronto nerviosa, arrullándolo, mirando brevemente a su compañero, casi como si le rogase que le dijera qué debía hacer. 

Apretó los labios, pensativa y contrita. Tomó aire, e hizo lo único que creía, podía hacer en aquel instante. Buscó aquella letra pegadiza en su cabeza. Aquella que solía canturrear a menudo cuando era más pequeña. Era estúpida, y no tenía mucho sentido. Pero era alegre, y le traía buenos recuerdos. Y acercando su dedo índice a una de las pequeñas manos del bebé, y comenzando a tararear la música, dejó que la canción brotase de sus labios. 

La reacción de Clementine hizo que a Kane se le escapara una somera, pero sincera sonrisa. Terminó haciéndose el loco entornando los ojos al mirar al techo con gesto distendido. Cuando el pequeño empezó a removerse a punto de despertarse, el hombre volvió la cabeza mirándole con cierta alerta. No podía evitar que una llama de ternura prendiera en él al ver a Clementine acunar al bebé. Sí, la veía hermosa como nunca antes la contempló, y eso se reflejaba en la forma en que la miraba.

Pero entonces si aquella situación no podía proyectarse a algo mejor, Clementine empezó a cantar. La voz de la joven vibró mágica por la estancia, Kane se recostó junto a Clementine escuchándola cantar y acariciando la cabecita del pequeño reforzando los intentos de dormirle. Él mismo se sentía agradablemente traspuesto por la canción, y al final, lo inevitable, una sonrisa boba de oreja a oreja mientras miraba al pequeño y sentía a la joven a su lado.

La canción de Clementine comenzó cuando el niño estaba abriendo la boca, pero su gesto se congeló sin llegar a definirse al escuchar a la chica. Su voz llenaba el lugar con calidez, extendiéndose por todos los rincones, y cada nota que articulaba acariciaba los oídos y deleitaba el espíritu de quien la escuchaba. 

El bebé tomó aire a trompicones, como si su cuerpo tuviera que asimilar aquel cambio de intenciones, y poco a poco una sonrisa se perfiló en sus labios ampliándose hasta que un gorgoteo hizo vibrar su garganta en una especie de risa que no sabía serlo del todo. 

Abrió entonces los ojos que brillaban encandilados por la canción y estiró la manita para palmear la cara de Clementine, al tiempo que agitaba sus pequeñas piernas de pura alegría. 

Nueva York, 12 de noviembre de 2037, 09.00 am.

En ese momento la puerta de la sala común se abrió. La primera en pasar fue Shamira, con una montaña de platos y cucharas en las manos. La chiquilla buscó de inmediato a Clementine con ojos brillantes por la melodía que entonaba. La criatura sonreía de oreja a oreja y movía las piernas con alegría por la canción que le dedicaban. Kane, por su parte, se encontraba sentado en el suelo, con la espalda apoyada en la pared. 

Tras Shamira entró Daniel, con una olla en las manos cuyo contenido desprendía un olor a comida que hizo reaccionar a los estómagos que aún no habían desayunado. Dentro había puré de patata y cebollino, suficiente para todos los habitantes del Major Morris, y aunque, a juzgar por su aspecto, no sería el mejor que ninguno de los presentes había probado, al menos estaba recién preparado*. El último en pasar fue Robin, que llevaba un cazo vacío y dentro de él un cucharón y, en la otra mano, una jarra con agua potabilizada. 

Shamira abandonó platos y cucharas encima de una mesa y se apresuró a acercarse al lugar donde Clementine mecía y cantaba al bebé. 

—¿No es una monada? —preguntó al aire, iluminando su rostro con un brillo reflejo al de los ojos del niño. Y, sin embargo, tras ese breve instante, la responsabilidad tiró de ella y miró a los otros—. Voy a por el café y traigo vasos —anunció de buen humor mientras se ponía en marcha hacia la cocina.