Partida Rol por web

Daniel se detuvo unos segundos tras dar unos pocos pasos. Pareció estar pensando la respuesta que debía darle a Robin por la antinatural demora en la misma. 

-Por supuesto, Robin -respondió sin volverse-. Cuando quieras. Ahora si me disculpas tengo cosas que hacer. Ah, y por Hope no tendrás que preocuparte más. Procuraré reducir al máximo mi contacto con ella ya que tanto te incomoda. Eso sí, permíteme que le diga las razones por las cuales va a pasar eso -volvió el rostro y miró directamente al pelirrojo-. Buenas noches. 

Dicho aquello, Daniel deshizo el camino iniciado pocos minutos antes y se dirigió a su habitación. 

Robin dejó salir un poco de aire de sus pulmones al escuchar que hablarían el día siguiente, sin embargo todo lo que había ganado de tranquilidad en ese tema lo recuperó de remordimiento al escucharle hablar de Hope.

En un inicio se le anudó culpa y enfado a mitad del pecho y a punto estuvo de protestar por esa falta de escrúpulos que le achacaba y le achacaría con la joven Tayler cuando él no le había pedido que dejase de hablarle solo que le pusiera cuidado y un poco menos de miel.

Buscó, incluso, las palabras para la discusión y empezó a adelantar el trabajo de angustiarse por la reprimienda de su todavía cuñada. Pero antes de lanzar el grito de batalla, su razón volvió a frenar su valentía y acalló la parte de su cabeza que metía a Dan en el saco de los cretinos.

«Está enfadado, déjale. No es él mismo. Y Hope te esuchará.»

Dobló las rodillas para volver a coger los sacos, los acomodó en los brazos con provocada parsimonia para no pisarse los pies con Dan y luego salió a entregar los sacos.

Sí. Los pasos de Daniel eran más rápidos de lo habitual. Sí. Su pecho subía y bajaba a un ritmo poco habitual en él. Sí, Su rostro mostraba un gesto serio. Todo ello solo evidente para sí mismo. Así que cuando llegó a su habitación, se detuvo en el centro de la misma, como si hubiera llegado al onfalos del universo, y dejó la mente en blanco, buscando conscientemente un estado de ausencia sensorial, alejándose de la irritación que sentía, de la decepción, del dolor.

Su respiración se calmó, su cuerpo entero pareció relajarse y su rostro adquirió el usual cariz amable que le caracterizaba. Y en ese estado catártico de cuasidisolución con cuanto le rodeaba, su mente volvió a analizar rápidamente lo ocurrido y su cabeza hizo un gesto negativo invisible a los habitantes del Morris, entretenidos en otras cosas y en otros lugares.

-¿Cómo he podido ser tan tonto? -musitó.

Y en aquel punto pudo escuchar los pasos de Robin que se detenían ante la habitación de Axel, contigua a la suya. No lo dudó y se asomó por el quicio.

-Robin, perdona que mi transitorio estado de gilipollez. Estoy deseando que llegue mañana para poder hablar. Y descansa -dijo rubricando la despedida con una sonrisa.

Robin se disponía a dejar el saco en la habitación de Axel cuando volvió a oír su nombre de la voz que mejor sabía entonarlo pero ya no era lápida, esta vez, se lo entregó como un paño de agua tibia y no pudo evitar atender.

Se quedó estático, con los sacos como escudo sobre su corazón y la curiosidad bailando entre sus pecas.

Sus labios sonrieron más rápido de lo que él hubiese querido, exponiéndole una vez más ante Daniel. No estaba acostumbrado a estar al otro lado de las disculpas y no supo esconder que de verdad la quería, aunque él llevara la otra mitad de la culpa.

— No hay nada que disculpar. Mañana hablamos.

Dejó el saco en la puerta de Axel, llamó a la misma y antes de esperar a ver si estaba huyó con andar calmado y corazón desbocado hacía la habitación de su prima.