Partida Rol por web

Los habitantes de Major Morris habían habilitado los dos pequeños patios interiores del antiguo centro de salud como huertos. El más grande había sido el elegido para las verduras de temporada que constituían la base alimenticia del refugio, mientras que el pequeño se dedicaba para otro tipo de hierbas y arbustos, de las que sacaban lo necesario para los ungüentos de Robin, pero también distintas especias, para cocinar y para comerciar. 

En los primeros tiempos del huerto la única fuente de riego había sido mediante cubos transportados a mano. Pero con el paso de los años Trish había diseñado un sistema de autorriego utilizando el agua de lluvia que se recogía en un depósito utilizado únicamente para el huerto. Aún así, cerca de la puerta solían estar los dos cubos que Cassandra no había perdido la costumbre de utilizar cada día para mezclar el agua que inundaba el sótano con la de lluvia. 

También junto a la puerta había un pequeño armario con algunos útiles muy básicos para remover la tierra y algunas bolsas cerradas con semillas esperando el momento de ser plantadas.

Gracias al grueso cristal que resistía el paso del tiempo el interior del refugio quedaba protegido de las inclemencias del tiempo, pero, al mismo tiempo, cuando se cerraba la puerta el huerto quedaba aislado de los sonidos de dentro. 

Nueva York, 12 de noviembre de 2037, 21.37 pm

Durante el trayecto de ida hacia el huerto que estaba más cerca de la cocina, donde se estaban asando las alcachofas, Cassandra apenas habló más que para pedir a Shamira que fuera a buscar alguna fuente grande. Mientras tanto se acercó a las brasas, y al improvisado enrejado que servía para que las verduras no las tocasen, y pinchó algunas con el utensilio que utilizaba para darles la vuelta. Aprovechó la ausencia de la niña para mirar al joven y decirle unas palabras.

-Gracias por apoyar a Trish, bueno... por no cuestionar que lo que se haya callado no implica ningún peligro para el grupo. Cuesta no ser sobreprotector con la gente que se quiere en estos tiempos.

Y una pequeña sonrisa sincera adornó su habitualmente sombrío rostro.

Cuando llegó la pequeña, y con ayuda de Daniel, sacó el segundo y se aseguró que las brasas quedaran tapadas con tierra y no fueran ningún peligro para el resto del huerto. Luego los alcanzó presurosa para abriles la puerta y hacer sitio en la mesa si hacía falta.

Daniel se encogió de hombros y esbozó una amplia sonrisa en lo que parecía iba a ser toda su respuesta mientras aguardaban a Shamira y sus fuentes. Había observado en silencio a Cassandra mientras esta pinchaba y volteaba las verduras sobre las brasas, consciente de que no era una mujer dada a hablar.

-Es una amiga y así me lo ha demostrado desde que nos conocimos en la calle y me trajo aquí, y a día de hoy todos somos familia. Unos más unidos que otros, pero no es cosa de calificar el grado de estrechez entre unos y otros. No voy a ser tan tonto como para decir que no me pica la curiosidad por saber qué es lo que Trish calla, pero también sé que la confianza y la consciencia de que nadie hará nada por perjudicar al grupo y al refugio es lo que debe primar. Pero somos de piel sensible y la llegada del crío ha añadido una variante a la ecuación que no esperábamos. Y lo que para unos es trivial para otros es fundamental. No sé -dijo rascándose la coronilla-, los equilibrios son complicados así como contentar a todos es imposible. Lo malo de lo que ha ocurrido es que puede impulsar a callar más de lo que se debiera por miedo a las reacciones de los demás. Todos tenemos derecho a la privacidad, a no contarlo todo y, a un tiempo, de no contar según y qué podría derivarse una amenaza. Valorar qué es importante y qué no es complicado. De todos modos, unos gritos de vez en cuando ayudan a despejar tensiones siempre y cuando sepamos surfear la ola -dijo empleando una expresión oída y que no debería tener mucho sentido para alguien que no sabía ni qué era el surf.

Cass asintió a las palabras del joven, no estaba de acuerdo con todo pero como sabía que eso era imposible lo dejó pasar. En cambio aprovechó la soledad para comentarle sobre un asunto personal.

-Daniel... Trish me pidió, bueno en realidad no lo hizo pero ya sabes cómo es ella cuando habla, -un suspiro salió de entre sus labios y una ceja se alzó de modo cómplice -que preguntase por tus padres pero no fue muy explícita en detalles. Si me puedes decir lo que recuerdes de ellos, dónde vivíais, lugares conocidos, parientes, amigos... lo que sea puede ser una pista para saber dónde están ahora.

La buscadora sentía que a lo mejor el joven no quería hablar de ese tema con ella, con su hermana la gente se abría como lo más natural del mundo pero con ella era todo lo contrario, Cassandra sabía que buena parte de la culpa era suya, por su manera de ser, y no le echaba las culpas a los otros. 

-¿Por mis padres? -comentó extrañado-. ¿Y por qué está interesada en ellos? Bueno, de hecho en todo caso por mi madre, diría yo. A mi padre no llegué a conocerlo. De hecho ni siquiera sé quién es. Me refiero a su nombre. Mi madre nunca me lo quiso decir. Y tampoco sé si está vivo. El otro, el que me supuestamente me crió... Cuanto más lejos mejor.

Miró un instante a Cassandra. No le apetecía hablar de aquello.

-Se llama Mary y está en Saint Patrick. O eso me dijo la noche en que se fue de mi vida.

La mujer escuchó al joven en silencio, con cara de poker, cuanto más oía más crecía el sentimiento en su interior de que había metido la pata, que su hermana se enteraría y se enfadaría. Con el último comentario tomó una determinación.

-A decir verdad, sólo salió tu nombre varias veces en la conversación y yo... -elevó ambas cejas en un gesto de disculpa por la mentira anterior -soy su hermana mayor y pensé que deberíamos conocernos más. 

A poco que se conociese a la buscadora se sabía que prefería conocer a dejarse conocer. Puso una mano en el antebrazo de Daniel y lo miró a los ojos, eran de un azul muy claro y transmitían paz -Entiendo a Trish- fue su pensamiento antes de hacerle una petición. 

-Cuidala ¿vale? Hay cosas que no me cuenta, supongo que por ser yo, pero si te tiene a ti... cuida de ella.

Comprendió. Tan solo quería conocerle.

-No te preocupes, Cassandra. Lo entiendo, pero... -esta vez fue él quien puso ambas manos en los hombros de la hermana de Trish-, si quieres conocerme más o mejor o llámalo como quieras, tan solo dímelo y pregunta cuanto quieras. No tengo nada que ocultar, aunque haya cosas que preferiría no airear -sonrió, cálido, cercano-. Y si te respondo sabrás que cuentas con mi confianza, que creo mereces saber aquello que preguntas. Lo que no haré será mentirte, simplemente porque las mentiras no conducen a ninguna parte.

La soltó, aunque seguía mirándola.

-En cuanto a tu hermana, haré cuanto esté en mi mano por cuidarla. No tan solo porque me lo pidas, sino porque es mi amiga. No sé si hay cosas que te cuenta o no. Supongo que a todos nos gusta tener esferas privadas y de algún modo mantenerlas separadas, sin que ello implique ruptura o alejamiento. Eso lleva a hablar de ciertos temas y otros a evitarlos. No por nada sino porque creemos es como hay que actuar. Imagino que tú harás lo mismo con ella, por tus propias razones como protegerla de aquello que crees que no debe saber. Y conste que no sé si es el caso. Tan solo ponía un ejemplo.

Aspiró el aroma de las verduras en la brasa, cosa que le hizo salivar.

-Cassandra, pregunta. Quieres conocer más a ese tipo de pasado cuando menos cuestionable que es amigo de tu hermana. Hazlo. Tenemos unos minutos por delante. Me gusta saber que te preocupas por Trish y que quieras saber de sus amigos.

Las manos en sus hombros sorprendieron a la buscadora que contuvo el impulso de alejarse, había algo en el chico que invitaba a confiar, a la cercanía. Sus palabras y su posterior sonrisa hicieron que Cassandra respondiera con otra, aunque la suya fue menos cálida y más esquiva, asintió débilmente y volvió a respirar cuando se acabó el contacto.

No apartó la mirada, sus ojos seguían mirando profundamente los azules de él y lo que vio le gustó. Todos tenían un pasado, lo importante era que pesase más el presente. 

-¿Tienes alguna cuenta pendiente?

Una pregunta sencilla y directa, muy del estilo de Cass.

-No. No debo nada a nadie. Y no hablo de cuestiones materiales. No hay nadie a quien deba ni favores ni dinero o especias -respondió de forma igualmente directa y muy explícitamente-. Eso no quita para que según y quién, si me pidiera algo, llámalo favor o como quieras, no intentara conseguirlo. Pero no a cualquier precio, ni por encima o por debajo de vosotros. Hablo de hacerlo sin teneros en cuenta u engañándoos o yendo en contra de aquello que considero que es lo correcto. En su momento tomé una decisión y pude tomarla porque era libre de tomarla, sin pagar ningún precio por ella, ni pasado ni futuro. Hablo de cuando dejé mi anterior vida y me vine a vivir aquí. Libertad implica responsabilidad. Hoy y ahora estoy aquí y sois mi familia. Sois mi prioridad, mi obligación y mi responsabilidad, porque así lo quiero y porque así lo he decidido. ¿Te sirve? -dijo seriamente, antes de que una nueva sonrisa bailara en sus ojos-. Dispara. Otra.

La contestación que recibió también le gustó, Daniel parecía sincero y lo que decía era lo que ella tomaba por ser una buena persona. Puso los dedos en forma de "L", simulando una pistola y apuntando con el índice al joven, e hizo el gesto de enfundar el revolver en la cadera.

-Esto ya está. -no quedaba claro si era la conversación o las verduras, pero tampoco es que esa ambigüedad fuese rara en ella -De momento ninguna más, ya te pillaré cuando se me ocurra algo interesante.