Partida Rol por web

Tan solo alzó una ceja con la respuesta de Morgana, no era necesario mucho más. Podía comprender que estuviera cabreada y con sus propios problemas personales a juzgar por el drama de confianza y desconfianza que escuchaba, pero no entendía el afán de negarse a compartir información. Levantó ambas manos y encogiéndose de hombros volvió a la postura de antes, dejando eso en manos de los que realmente tenían algo de poder ahí. Ya podía darse por conforme al cumplir con informar de los idiomas que sabía por si a alguien le servía. 

Era difícil mantener la boca cerrada en todo aquello. Siendo que aun no era parte del grupo sabía que no le correspondía opinar sobre las votaciones o liderazgo o ninguno de los temas que trataban en realidad, pero por cada vez que alguien salía con opiniones absolutistas más imposible se le hacía. Por eso, aunque no era de lo que quería hablar, cuando Morgana le hizo una pregunta sintió el alivio de poder pronunciar palabra como si hubiese estado aguantando la respiración bajo el agua. 

Deje Madre Laura, rodilla jodida. - resumió a muy grandes rasgos, pues entre discurso de uno y de otro no quería interrumpir a nadie. Aún así, esas cinco palabras ya le dieron suficiente tranquilidad para poder seguir soportando tonterías de ambos lados. O al menos eso creía hasta escuchar a Kane. Tenía razón en más de alguna cosa, eso era innegable, pero las formas del chico no eran absoluto conciliadoras como se habría esperado tras su última intervención. Axel no era en absoluto conflictivo, más bien rehuía cualquier confrontación innecesaria, pero de ser él a quien iban dirigidas esas palabras estaba seguro de que no se las tomaría particularmente bien. Y siendo Morgana, bueno, Morgana... Quizás lo mejor sí era que Kane se marchara de ahí cuando aún tenía la última palabra. Lo que sí no pudo evitar, aun con toda su fuerza de voluntad concentrada en mantener el hocico cerrado, fue un resoplido sarcástico acompañado de una sonrisa al escuchar la disculpa final del hombre. Luego de todo lo que le había soltado a Morgana, había visto frutas de cera menos falsas que aquello. 

Haciendo caso a Clem, tomó el plato de sopa y agradeció en voz baja por la comida antes de comenzar. Estaba muerto de hambre, pero tanta tensión lo tenía suficientemente distraído para no recordar que tenía que comerla. Quizás ahora que se ponían a hablar de un bebé y no de cruces, poderes mágicos, culpa o muertes la cosa mejoraría un poco...

Morgana estaba junto a la puerta, se movió para situarse delante de ella e impedir el paso de Kane. Frente a él, sus ojos ahora dos orbes, dos brasas de hielo verde, se clavaron en los de Kane. Estrechó la mirada y alzó ligeramente el labio superior.

-Cuéntame algo que no sepa, meapilas, cambia el sermón –dio un paso hacia él-  Puedes echar toda la mierda que quieras sobre mí –la lógica interna de Morga se movía por terrenos muy distintos a los convencionales. Una parte de su discurso le sonaba como si le hablasen de mecánica cuántica. El resto de la metralla lanzada por Kane nunca admitiría, ni con una pistola apuntando a su sien, si tenía alguna razón en ello. Morgana estaba absolutamente convencida de la validez de sus argumentos y de su posición. Kane se equivocaba, sus compañeros se equivocaban, "¿acaso son tan ciegos y sordos?"- El tipo que destila confianza, lealtad y todas esas gilipolleces que acabas de nombrar. El tipo que se escabulle constantemente. ¿Qué hacías en la Comunidad mientras nosotras dábamos el callo? ¿Buscabas putas? El santo capullo que nos deja en la cripta y se larga a limpiarse el culo con su valioso papel –una vez más clavó sus uñas en ese punto. Amplió una sonrisa socarrona. Morgana circulaba a exceso de velocidad por una autopista de emociones, con tramos de un mosqueo visceral a otros de euforia instantánea; al siguiente cruzaba por una resbaladiza curva arrogante y continuaba pisando el pedal del cinismo descarado-. Por una puta vez quédate y cómete la mierda que acabas de cagar. Predica no solo con la palabra, sino con la acción. ¿No crees que también te necesitan a ti? –la mirada de Morga se endureció- ¡Deja esos platos sobre la mesa, no te has ganado el derecho a la confianza de los niños. No te has ensuciado las manos  y la cara de sangre por ellos! -Morga alzó la voz, enfurecida. La misma ira de la iglesia. Allí la superó, aquí también lo haría. Retrocedió el paso adelantado- Yo subiré, ellos bajarán y cenarán. 

Giró la cabeza hacia Trish, lo que dijo le chirrió en los oídos. Al menos obtenía información. Su mirada voló a la peliazul- ¿Y..? ¿Temporal? ¿Qué coño significa eso? -A Morgana le olía a otro cuento, no le da inventora en este caso. Temporal y lo dejó ahí tirado delante de la puerta. Antes de poder exigir más razones, fiel a su modus operandi con empecinada y determinada voluntad, intervino Clem, pacificadora, llamando a la serenidad, retrato del sentido común, el ángel que revoloteaba Morris- Estoy calmada, Clem. Estoy actuando con el mayor puto respeto del que soy capaz. Solo busco información. -Creía en lo que dijo- ¡No os entiendo! Me estáis mal interpretando. -Los ojos de la marine no mentían. Se mordió con intensidad la zona interior del labio inferior- No veis lo que yo veo -los miró a todos, sintiéndose sola, incomprendida, no por eso menos segura de sí misma- Voy a por los chicos y a lavarme. Que os jodan. 

Todo el porte de Morgana inspiraba autoridad cuando se dirigió a Kane. La mujer tenía esa capacidad para dar órdenes que sin duda haría enderezar la espalda a cualquier recluta bajo su mando. No era la primera vez que su voz se alzaba por encima de otras en el Morris, esa era la misma voz que los había salvado a todos cuando habían sido atacados antes de que existiese la empalizada que protegía el refugio, la misma voz a la que le debían todo el sistema de seguridad y la organización de las guardias. Y aunque Kane no era precisamente un recluta novato, era difícil resistirse a obedecer a Morgana cuando daba órdenes en ese tono. 

Trish intercambió una mirada con Clementine al oír las disculpas que le dirigía a Robin. Parecía querer decir que no se preocupase, que no podía saberlo y que no creyese que había metido la pata. Poco a poco, entre tanta discusión, la joven empezaba a despertar y a hacerse cargo si no de sí misma, al menos sí de lo que le importaba.

En ese punto, al escuchar a la sacerdotisa hablar de la comida, Trish miró los platos por primera vez como si aquello fuese una opción. No había comido en todo el día y no tenía ningunas de empezar a hacerlo... Pero quizá era un principio de normalidad en un día de locura. Terminó de animarla a ello lo último que dijo sobre que otros se habían esforzado en preparar aquello. Era cierto, después de todo. Empezó a dirigirse hacia su silla, invitando a Robin a hacer lo mismo, cuando la breve explicación de Axel y la respuesta de Morgana llegaron. Miró al primero lo suficiente como para asentir, y se quedó más tiempo observando a la segunda.

Lo cierto era que tenía razón. No le gustaban las formas, pero se habían pasado más de media cena discutiendo y acusando a otros de no hacer nada bueno para la convivencia que tendiendo los puentes necesarios. Kane con su primer discurso había ayudado, desde luego, pero ni él se había hecho caso a sí mismo después. Ese no era el camino. Y aunque no confiaba en Morgana para guiarles siempre, sí tuvo que reconocerse que alguien tenía que tener la última palabra... Y que faltaba Nick para ello. Ese era el problema después de todo, que Nick ya no estaba.

—Lis espera venir a por Thiago cuando tenga un lugar seguro al que llevarlo —explicó entonces a la militar, intentando ignorar la parte en que decía que se marcharía para hacer lo que todos querían: hablar de manera constructiva y nada más—. Dice que intentará compensarnos como pueda, pero que ahora mismo no tiene más opción. Y yo la creo. Puede gustarnos o no, pero es lo que hay.

»No me parecería bien no devolverle a Thiago después. Ya hablaremos de cómo nos puede pagar, o lo que sea, cuando llegue el momento. Por ahora yo quiero que cuidemos de él y que se lo devolvamos cuando sea necesario. No nos convertiremos en una puta guardería —dijo, pretendiendo adelantarse—, pero con la situación en la que estamos ahora es lo que creo que debemos hacer.

Tras esas palabras Trish acabó de dirigirse a su sitio, dispuesta a hacer el esfuerzo de empezar a comer.

Clementine se encogió, escuchando a Morgana. Se encogió, y apretó los labios en una fina línea, mirando alternativamente hacia Morgana y hacia Kane, nerviosa, preocupada, titubeante, tomando una profunda bocanada de aire antes de atreverse a hablar, finalmente- Entiendo que estés preocupada, y que quieras solucionar, a tu manera, las cosas. Entiendo que haya actitudes de Kane que puedan molestarte, por incompatibilidad...- indicó, mirando hacia la ex-militar brevemente, mirando acto seguido hacia su plato, aún a medio comer.

- Pero Morga, sabes lo que ocurrió esta mañana, con esos tipos armados de las Tres Cruces que se te querían llevar. - comentó, insegura- Kane no te dejó tirada. Yo tampoco. Te defendimos. Defendimos a esos niños. - añadió, agachando ligeramente la cabeza, entristecida, antes de volver a mirarla a los ojos- No somos tus enemigos. Kane no lo es, aunque no te haga gracia. No pretendemos ningún daño a Shami y a Lincoln. Y daríamos mucho por esos niños. Lo sabes. - suspiró, hondamente- Además, no es el momento, Morgana. No es el momento de ponernos a actuar así. Tenemos que estar unidos. Todos. - concluyó, negando con el rostro, sintiéndose de pronto cansada, muy cansada, sonriendo tan solo fugazmente al ver que Trish se acercaba, por fin, a la mesa. 

La voz de Clem sonaba algo titubeante, pero aún así su dulzura tenía esa capacidad para calmar las aguas que le era tan propia. Era difícil no prestarle atención cuando la liberaba y los ánimos más inflamados podían apaciguarse sólo escuchándola hablar y presentar sus argumentos. Su voz hacía que quienes la escuchaban se diesen cuenta de que todos y cada uno de ellos estaban en el mismo bando, tenían un objetivo común. Pelear entre ellos no era de ninguna ayuda. 

Kane se encontró con Morgana delante de él, una vez más encarado a la exmilitar con la que ya no disimulaba algún ápice de paciencia. El pistolero la había agotado, el contador estaba a cero y burbujeaba debajo de él como lava. Mantuvo la mirada a Morgana negando con la cabeza, cansado de todo el día, agotado mentalmente.

—Ni te debo ninguna explicación, ni te la daría ya —repuso cansado —. Baste decir que lo suficiente para que esto no salte por los aires como tan directa buscas hacer.

El grito de Morgana tensó a Kane, erizando la musculatura a punto de reaccionar. Quizá un hilo de cordura fue el suficiente para no enzarzarse en lo absurdo, asintió esbozando una sonrisa con la misma sorna que la mujer le entregaba. Se encogió de hombros sin decir nada más, aunque no dio en ningún momento la espalda a Morgana, cuando marchó dejó los platos sobre la mesa en silencio. Aunque la mirada de Kane era torva y oscura, la paciencia del pistolero se había agotado.

Las palabras de Daniel rebajaron un poco la tensión de Cassandra, miró hacia la mesa puesta por el pelirrojo y dejó escapar el aire suavemente tratando de volver a su ser tranquilo. Pero entonces Robin rompió su mutismo y habló de una visita de su madre -¿Pero no estaba muerta?- fue el pensamiento que acudió a la mente de la morena, duda que rápidamente fue resuelta y que llenó de más resolución a la buscadora.

Resolución que siguió en su interior y que ayudó a que las palabras de Morgana no la hiciesen saltar de nuevo, en vez de eso se la quedó mirando con toda la franqueza que su cara podía reflejar. Escuchó a Kane y ladeó la cabeza sin dejar de mirar a la ex militar. Sus ojos estaban un poco fruncidos, como si intentase ver algo que se le escapaba por momentos, y las comisuras de sus labios se inclinaban ligeramente hacia arriba.

Entonces empezó la competición de ver quién la tenía más grande y ahí sí que ella no entraba.

-Lo siento. -murmuró a nadie y a todos antes de negar con la cabeza y sentarse al lado de Trish para comer. -Han pasado muchas cosas hoy, deberíamos acabar de ponernos al día.

Viendo como reaccionaba Morgana, más similar a un animal herido y acorralado que a cualquier otra cosa, Axel abrió los ojos de par en par mientras esperaba en silencio alguna respuesta que le diera sentido a todo ese caos y ayudara a dejarlo de lado para que pudieran continuar con la cena, el duelo y todo lo que tuviesen que decir sin que nadie huyera de la sala. Y por un segundo, entre la intervención de normalidad de Trish que ofrecía un tema de conversación sin prejuicios, y el ruego por paz y tranquilidad de Clem, pensó que ese momento habría llegado. Una tregua esperada y necesaria, una salida a una charla normal. Pero entonces habló Kane. 

Axel dejó salir un suspiro ruidoso, de notorio cansancio. Intentaba mantenerse lo más amigable con ellos y lo más distante del tema posible para darles su espacio, pero esto ya era tontería. Al menos Cass parecía haber enterrado el hacha por el momento, y eso era un grito menos en la sobremesa, pero por tentador que se hiciera dejar que Kane y Morgana se marcharan cada uno por su lado, no le parecía una fantástica idea a largo plazo. 

A ver, gente, yo sé que lo prudente sería cerrar el hocico y verlos pelearse para no ganarme el odio de nadie hasta que decidan si me quedo o no, pero... - respiró profundo, sin moverse de donde estaba para hablar - Ya viene siendo hora de que se dejen de tonterías. - o al menos que lo intentaran, pero de verdad. - Lo único que escucho entre el griterío de uno y otro es que a todos les importa lo que le pase al resto, pero por alguna razón siguen discutiendo sobre tonterías mientras hay gente en su grupo que está pasando por un día de mierda y que ciertamente no necesita sus discusiones - miró entonces a Kane, sin cambiar su tono, que lejos de ser severo intentaba exponer algo con la simpleza y obviedad que le resultaría decir que el cielo es azul - Y tú, que pediste dejar de recriminar y discutir, eres el que más está metiendo mierda. Se ve que tienes buenas intenciones y creéme, sé lo que es lidiar con la bocazas de Morgana cuando estás pasando un mal momento, pero si vas a dar discursos de líder responsable, lo seas o no, dejas la bipolaridad de lado y te comportas como uno. Pon a la gente primero, a tu orgullo y tus opiniones después, y luego hablas esta mierda en privado si es tan importante. Como consejo, digo. - se encogió de hombros y luego miró a Morgana un momento antes de seguir hablando para quien le oyera - Lo que yo veo, es que se lleven bien o no, piensen lo mismo o no, son una familia a la que le falta un miembro y se necesitan. Así que sería buena idea dejarse de gilipolleces, dramas y egos por un momento y solo comer juntos en paz. 

Hope tan sólo abandonó su ensimismamiento para alzar la mirada cuando Daniel apretó sus hombros. «Gracias», vocalizó sin llegar a pronunciar esa palabra en voz alta por no interrumpirle. Y después siguió más pendiente de su plato y sus propios pensamientos que de la conversación que se desarrollaba ante sus ojos. Parecía pensar que el enfrentamiento en que estaba derivando todo aquello no iba con ella. Suspiró y siguió comiendo despacio, sin ganas pero con la responsabilidad de echar algo en su estómago para no desfallecer. 

El ceño de Skyler se frunció cuando Daniel le llevó la contraria, pero cuando el joven siguió hablando, la rubia se limitó a encogerse de hombros. Si no estuviera tan pendiente de Robin como lo estaba sin duda habría protestado y defendido su postura con ahínco. Pero en aquel momento prefirió prestar oídos al susurro tenue que el pelirrojo dejaba en sus oídos antes que intentar forzar una votación que sólo ella parecía querer hacer cuanto antes. 

—No es culpa tuya —susurró a su vez, mostrando una ternura con el chico que no solía verse en ella—. Deja de decir gilipolleces.

Toda su rabia se diluía para ser la almohada que Robin necesitaba. Skyler miraba a su primo a los ojos e ignoraba las discusiones que les rodeaban, como si sólo estuvieran los dos en una burbuja que los aislaba del mundo, como cuando eran pequeños y tenían que aguantar los ladridos de Cratos a todas horas. Apretó sus dedos con los suyos y con la otra mano acarició despacio los mechones más rebeldes del muchacho. 

—Si lo soñaste, no podías saber que era de verdad. Y aún así fuiste en cuanto pudiste. ¿Qué ibas a hacer tú contra esa gente que decís que tenían pistolas y cascos y jeeps? Si hubieras ido antes habría pasado lo mismo, pero a lo mejor tú estarías muerto también. —Tragó saliva despacio. Su lengua había pronunciado esas palabras antes de que pasaran por su cabeza y las asimilaba a destiempo—. Me alegro de que llegases tarde, no sé qué haría si te pasara algo a ti. ¿Me oyes?

No esperó respuesta a esa pregunta, en lugar de eso alzó la mirada hacia Clementine, a tiempo para ver cómo la discusión iba subiendo de intensidad. Frunció el ceño, molesta porque esas tonterías estuviesen tomando el centro de atención cuando a su parecer había decisiones importantes que tomar. Cualquier otro día se habría unido a la discusión, habría gritado más que los demás y seguramente habría salido de allí enfadada con alguien y dando un portazo. Pero por una vez no parecía tener ganas de pelear ella también, por una vez anteponía la calma de su primo a la suya propia. 

—Venga, que se te enfría la sopa —le dijo, empujándolo un poquito para que se pusiera en pie—. Vamos a ver si te ha quedado mejor que el puré de ayer. Y así nos cuentas mejor eso de la cruz. ¿Crees que es cosa de Dios? —Su mirada buscó a Clem con esa pregunta, tentativa, aún sin decidir si debía dar su brazo a torcer. 

Y en esas, terminó mirando a Robin de nuevo antes de lanzarle una batería de preguntas.

—¿Qué es eso del Pequeño Tokyo? ¿Está lejos? ¿Crees que Alec está ahí?

En un momento todo se había desmadrado. Un chasquido de dedos y la pólvora prendió. Tomó aire, se pasó la lengua por los dientes, asintió con un gesto leve de cabeza hacia Axel cuando, escueto, habló de su motivo por el que estaba aquí. “El don de la oportunidad”. Paseó la vista por la mesa puesta y los presentes. Sus compañeros y ella no estaban hechos del mismo material, y como rezaba aquel refrán, el color del cristal con el que veían el mundo era completamente distinto.  Al menos había obtenido información suficiente sobre el asunto. Faltaban algunos flecos. Bueno. Se dio por satisfecha de momento. Hasta ella comprendía que si seguía por ese camino el fuego arrasaría con todo. 

Kane se alejaba. De seguir así la relación entre ambos la convivencia sería imposible. No se preguntó si habían alcanzado el camino de no retorno, Morga no le daba vueltas a las cosas. Su mirada sombría fue hacia Trish. Estaba en desacuerdo con ella, inevitablemente- Yo aceptaré lo que decida la mayoría -masticó cada palabra igual que si fuesen hojas amargas de ajenjo y salvia. Quizás la voz y palabras de Clem endulzaron y suavizaron el sabor. Los ojos feroces de Morga se empaparon del tónico sedante flotando en el iris de Clem. “No os necesitaba. Esos tres capullos estarían ahora en una fosa”. 

Pero su arrogancia no logró abrirse paso y verbalizar sus pensamientos. Sí que tuvo palabras para el violinista antes de marcharse, se detuvo al cruzar el umbral de la puerta- No es buena idea que abras la puta boca, Áxel. Y no metas tu polla entre Kane y yo. Te lo digo muy en serio. Eres un invitado, recuérdalo. Siéntate y come tú también -reparó en algo que dijo- ¿Quieres quedarte aquí? -se le escapó la risa- Si damos asilo a un cabrón meón y a una jodida vaca, supongo que también podemos ofrecerlo a un violinista. Y también a Hope, claro. ¿Nadie más? Ah, sí, tal vez María. Pues bienvenidos. Esto va a ser la hostia. 

La intervención de Axel se ganó una larga mirada de la buscadora antes de llevarse la primera cucharada a la boca, sus movimientos eran mas lentos de lo habitual, cautelosos incluso. Hasta que las palabras de Skyler hicieron que, a medio camino del segundo viaje, su brazo se parase por un momento y se quedase ahí mientras escuchaba a la ex militar.

-Por mí te puedes quedar Axel, -contestó al hombre en un intento de alejar emociones de su mente -por el tiempo que quieras. -Acabó el movimiento y se llevó la cuchara a la boca -También estaría bien saber más de ese encuentro con Las Tres Cruces, -dijo retomando sus palabras de que debían ponerse al día, miró a los tres implicados, para ella estaba claro que eso era parte de la tensión.

Esperando por las contestaciones a las preguntas que se habían formulado continuó comiendo, metódicamente, como si su mente estuviese muy lejos de aquel plato de sopa.

Kane no escondía que era una olla a presión, era una persona muy expresiva, a veces demasiado, le costaba ocultar lo que sentía en cada momento. Sin llegar a sentarse, escuchó la intervención de Clementine haciendo que esa tensión que lo azotaba calmara un tanto el hervir. Pero la intervención de Axel hizo que Kane lanzara una mirada torva al recién llegado. No llegó a escuchar a Morgana, todo el esfuerzo del pistolero residía en reconstruir la paciencia derramada por el suelo.

—¿Quedarte, eh? —fue su única respuesta, con un tono envenenado que no concedía demasiadas esperanzas acerca de su postura sobre la hipotética votación. Se calló, una vez más echó el cerrojo a los labios, pero no escondía en la mirada final que le lanzó al violinista, que éste había hablado más de lo que le correspondía o, al menos, eso pretendía transmitir la mirada del pistolero.

No tenía hambre, miró el plato sin intención de probarlo, se sentó en un rincón del salón. No le apetecía hablar ni tampoco tenía nada que contar a nadie, respiró profundamente apelando a ejercicios internos para recuperar la calma. Ahora es cuanto necesitaba hacer.

Clementine suspiró, profundamente. Posó la vista sobre unos y otros, negó levemente con el rostro ante las palabras de Axel, sin saber muy bien cómo decir que estaba introduciéndose en un terreno pantanoso antes de que la propia Morgana lo avisase, a su modo, y finalmente inspiró, todo lo que pudo, hasta elevar los hombros, dejando escapar el aire lentamente. 

Dedicó una última prolongada mirada a Kane. Una que venía acompañada de una petición muda que casi podía leerse en su rostro. Una que pedía calma y paciencia, a pesar de mostrarse comprensiva. Volvía a prestar atención entonces al resto, observando con preocupación a Robin, a Skyler y a Trish, mirando a Cassandra cuando ésta habló, encogiéndose levemente de hombros con sus palabras- Nos encontramos con unos viejos conocidos de Morgana. Estaban acosando a una chica del Barrio, y al vernos llegar nos apuntaron y se mostraron bastante interesados en llevarse a Morgana con ellos para... "Hablar de los viejos tiempos". - entrecomilló, con los dedos- No parecían muy amistosos, la verdad. Pero al menos pude convencerlos de que no era buena idea estar gastando tiempo y munición en una disputa que no deseaba nadie y que podía acarrear más problemas que ventajas. -indicó- Que Morgana y Kane también tuviesen sus propias armas supongo que los hizo comprender que podía no salirles del todo bien el asunto. Así que se fueron por su camino, y nosotros por el nuestro. Y recé a Dios porque supiesen oírme y no tuviéramos que lamentar nada.

Posó entonces sus pupilas verde oliva sobre Axel- Perdona que no te haya saludado adecuadamente, hasta ahora. La verdad es que has llegado en un día un tanto convulso. - confesó, siendo aquello cierto sin necesidad de ser mencionado- Madre Laura siempre ha sido amable con nosotros. Si ella te aceptó entre los suyos, entonces no hay motivo, por mi parte, para que no lo hagamos nosotros.-concluyó.