[Capítulo 3.3] El polvo del tiempo

^{Luis y Rómulo Royo}

^{Birdy - People Help The People}

El viento dijo:
«sabes que soy el resultado
de fuerzas más allá de mi control».
                                                                                 —A. R. Ammons – La ancha tierra.

Nueva York, 16 de noviembre de 2037, 16.45.

Hacía ya un rato que habían llegado los últimos en regresar al refugio, provenientes de La Comunidad. Habían tenido tiempo para comer algo, descansar o revisar sus heridas antes de que casi todos los habitantes del Major Morris se reuniesen en la sala común por petición de Cassandra. 

Skyler había puesto el grito en el cielo al ver que algunos de los que acompañaban a Robin estaban heridos, pero pronto su atención se había dedicado al pelirrojo, al que no había soltado hasta ese momento. Shamira y Lincoln habían estado jugando con Bentley en el patio y sólo entrarían a la reunión de los mayores si Morgana se lo indicaba. 

María estaba velando el sueño del bebé en la habitación que le habían asignado y les había asegurado que cuidaría de él mientras charlaban y que no debían preocuparse. 

Aún era de día y la niebla aún no había empezado a descender como hacía cada noche. Pero en ese momento la sombra funesta de un solar pasó por encima del refugio, oscureciendo por unos segundos la imagen de cualquiera que estuviese mirando por la ventana. Bajo la piel de cada uno de ellos rebulló entonces la sensación de que era la hora de empezar a hablar.

Había llegado el momento de que unos y otros contasen lo que tuvieran por contar, o lo que quisieran compartir con el resto. Algunos rostros eran serios, otros esperanzados o expectantes, pero en el interior del antiguo centro de salud parecía cernirse la certeza de que algo había pasado. De que algo estaba pasando. 

Desde que habían llegado al Morris, Trish había permanecido algo alejada de los demás. Sí había intentado coincidir con Daniel y había pasado a saludar a Axel, pero por lo demás se había mantenido ocupada y pensativa.

Cuando llegó el momento de la reunión parecía algo cansada. Sin embargo, las marcas que la tristeza por la muerte de Nick habían dejado en ella, en su rostro y en su alegría, parecían un poco más leves. No lo había olvidado, no lo haría nunca, y sin duda había pensado mucho en él ese día. Pero habían pasado tantas cosas, que el escritor estaba presente de otra manera.

Una vez que todos estuvieron reunidos ella no se lo pensó demasiado. Miró a su hermana, como pidiendo permiso, y luego se puso en pie. Ante ella, sobre la mesa, había un baúl pequeño de metal del que no se había separado desde su salida de la Comunidad.

—Antes de empezar... —dijo, aunque realmente con aquello ya estaba empezando—. Seguro que hay muchas cosas que todos tenemos que contar. Pero hay algo que todos tenéis que saber, y me gustaría que fuera lo primero.

Guardó un momento de silencio. Parecía creer que lo que iba a decir era importante.

—Hoy, en la Comunidad, hubo un momento en que noté —Miró a Morgana y a Daniel antes de corregirse—, en que notamos... Algo. Es difícil de explicar. Pero lo he estado pensando, y estoy casi segura de que no fuimos los únicos.

Pasó la vista por los presentes, queriendo comprobar si tenía razón, y miró también en ese proceso a Skyler, aunque no se paró demasiado en ella. Estaba segura de que si lo hiciera reaccionaría a la defensiva. Pero como científica sabía que a veces para entender un fenómeno lo mejor es centrarse en el valor diferencial, y ella era —según suponía Trísh— ese valor. Entre los presentes, al menos.

—Después, fuimos a la cripta que habían visitado Clementine, Kane y Morgana —dijo, llevando su mirada hacia Axel para asegurarse de que sabía de lo que hablaba—. Había un arco de piedra con unas inscripciones, y Cass consiguió abrirlo... —Hizo una pequeña pausa, sin pretender ser dramática—. Utilizando su sangre como llave.

—Al otro lado había una estancia extraña. Creo que usaba algún tipo de tecnología que no conozco, porque estaba iluminada sin que se viera de dónde venía la luz. Era grande, y tenía un atril con esto —explicó, poniendo una mano sobre el baúl de metal. En él había unos grabados con rosas de largos tallos espinosos que se entrelazaban entre sí, y no tenía cerradura. Trish hizo un gesto, como anunciando que luego volvería sobre aquel objeto—. Y en esa habitación el techo estaba lleno de pinturas, de frescos un poco... Raros.

Trish tragó saliva antes de continuar. Miró a Robin y a Kane, y finalmente a Clementine, sobre la que se quedaron sus ojos.

—En esas pinturas estábamos casi todos nosotros —aseguró—. Alguien nos había pintado. Y sí, es seguro que éramos nosotros. Y daba la impresión de que fue hace muchísimo tiempo. También había otras personas, como Nick —dijo, deteniéndose un instante—, Jeff el Tuerto, y otros que no conozco.

—También había una mujer repetida varias veces. —Trish miró entonces a Morgana—. Trece veces. Tenía el pelo blanco, y cada vez que estaba dibujada estaba con una luna.

Después de esa explicación Trish guardó un momento de silencio, por si alguien de repente decía saber qué era todo aquello. Luego abrió el baúl y puso sobre la mesa una figura tallada en hueso, o en marfil, y del tamaño de un puño. Representaba una cabeza esquelética de un animal, similar a la de un carnero.

—Esto es mecánico —dijo entonces—. Dentro tiene un resorte, y también un hueco en el que debe encajar con algo más grande. Es una pieza de algo mayor.

Le dolía la herida del costado. Le escocían las cuchilladas en el brazo. Y le jodía mucho el agujero de bala en la chaqueta, una marca más en esa prenda que la acompañaba desde los tiempos en los que conoció a los críos. 

Lo primero que hizo Morga al llegar al Morris fue asearse. Luego se encerró en su pequeña habitación, revisó los vendajes, se cambió de ropa,  y se sentó a la mesa. Dedicó un tiempo a dibujar, o más bien a realizar algo así como un plano con la disposición de las figuras del techo de la cripa, anotando los nombres,  la mujer de cabellos blancos y las lunas. Después se fumó medio cigarrillo, sin pensar en nada, tan solo saboreando el tabaco. Estaba cansada, harta de reflexionar sobre todo lo sucedido esa mañana; planificando la semana, las implicaciones que trascendían al mero hecho de investigar y encontrarse con unas respuestas que no deseaba. Y además...estaba lo que pasó anoche. No había tenido apenas tiempo de pensar en ello. 

Se sentía inquieta por todo eso. Dio una calada profunda, aspirando y saboreando el humo, expulsándolo con calma. Tal vez la expulsarían. O quizás ella misma tomase la iniciativa,  recogería sus trastos y se largaría. Le bastaba con saber que los chicos estaban bien,  en el lugar adecuado, a salvo. Tampoco esto era seguro, para nada, con los últimos acontecimientos. Otra opción sería dejarlos con los McAvoys. Allí recibirían un entrenamiento más o menos adecuado que les serviría para abrirse paso en una Nueva York infectada de lepra y gangrena.

Sin embargo había algo más. No necesitaba permanecer en el Morris para eso pero…Incluso resultaría mejor alejarse. Aspiró el cigarrillo otra vez. Además, tenía muy presente que nada debía desviarla de su meta, de sus objetivos. Cass no encontraba nada o no se lo decía o no se dedicaba al asunto que le pidió. O simplemente era que Morga se impacientaba.

Apuró el cigarrillo con la idea de que todas estas cavilaciones quedaban en polvo.  En nada. Enmudecían ante el hallazgo de las pinturas de la cripta. Se sorprendió muchísimo al principio. Después, conforme su cerebro asimilaba la situación, comprendió que quizás guardaban relación con sus propias experiencias,  y se auto convenció, se reafirmó, en que tenía razón, siempre la tuvo, nunca sufrió de alucinaciones, ni fue víctima de estrés postraumático por sus años en el ejército, ni tampoco fue afectada por la neurosis de guerra.

Descendió las escaleras, se encontró con la mayoría de compañeros de piso. Saludó a su estilo, un gruñido, y con un grito desangelado llamó a los chicos para que asistieran a la reunión. Se acarició el moratón al  lado izquierdo de la boca, le molestaba un poco, lo mismo que el cardenal en el pómulo. Entrecerró la mirada observando a los asistentes y escuchando el resumen de Trish , asintiendo en ocasiones, sonriendo cínica en otras; paseando la mirada de unos a otras. Deteniéndose de forma breve en Cass. O en Clem. O en el recién llegado Axel.  

Cassandra llegó taciturna al refugio, nada anormal en ella eso de que no fuese la alegría de la huerta, pero parecía más seria de lo normal y el que anunciase que cuando estuviesen todos debían hacer una reunión quizás fuera parte de lo que la tenía así. Aunque viendo el estado en el que llegaban varios de sus compañeros podía ser otra cosa o un cúmulo de cosas, porque parecía que últimamente a los inquilinos del Morris les pasaban muchas cosas, muchas y raras de cojones, pero al fin y al cabo el mundo se había ido a la mierda y unos seres superiores sobrevolaban Manhattan y el resto del planeta.

La morena no se fue a su habitación, se fue a Conector, la habitación reducida de la primera planta que era donde pasaba más tiempo, a la otra apenas iba para dormir, y estuvo todo el rato allí dentro haciendo lo que quiera que hiciera todos los días.

Llegó al comedor y saludó con gestos y poco más a cada uno de los presentes antes de buscar la pared del fondo y apoyar su culo en ella, cuando estuvieron todos cogió aire para hablar pero un gesto de su hermana hizo que asintiera y dejase que fuese ella la que contase lo que había pasado, lo que habían encontrado, lo que habían sentido.

Cuando Trish hizo mención a la forma en la que abrió la pared, el portal, o lo que sea que fuese aquello que habían traspasado, la buscadora agachó la mirada al escueto e improvisado vendaje que cubría la palma de su mano izquierda y dejó que sus ojos reposasen en el suelo. La comisura derecha de sus labios subió y bajó en un tic cuando la peliazul puso el foco de atención en la extraña iluminación de la sala, ella ni hubiera reparado en ese detalle, a pesar de verlo había estado tan absorta en otros de los puntos de lo que pasó allí abajo, si realmente estaban abajo, que que hubiera luz sin haber lugar físico de iluminación le pasó desapercibido. Al oír hablar de la mujer acompañada de la luna elevó por fin el rostro e hizo un inciso.

—La luna estaba en distintas fases, cada vez era de una forma distinta, nueva, llena, como un plátano hacia un lado y hacia el otro, una fina tira y varias formas entremedias.

Sobre la talla no dijo nada, llegados a ese momento se limitó a mirar las expresiones de unos y otros.

Kane dedicó su rutina habitual al huerto, tomándose el tiempo que hiciera falta hasta que la exigencia de la reunión se dio. Escuchó lo que Trish contó, no escondió cierta sorpresa al ver adónde se habían dirigido, hasta alzó una ceja con extrañeza. Kane se mostró un tanto ceñudo, pero no dijo nada, lo que la joven contaba le resultaba bastante sorprendente y el pistolero escuchó sin interrumpir. Cuando acabó la narración el rostro de Kane se mostraba genuinamente sorprendido, pero también un tanto escéptico sobre lo que había escuchado. Tras mirar unos instantes a Clementine, volvió la mirada al resto dando unos instantes de silencio.

—Yo he estado con críos hoy. Huérfanos. En el Bronx —comentó como novedad, y casi por compromiso a juzgar por el tono —. Creo que el viejo puede estar reuniéndolos, o protegiéndolos. No lo sé. Hablaron de Jeff, lo describieron, salvo que tenía los dos ojos. El viernes iré a verlos de nuevo.

No extendió mucho más sobre su visita al Bronx, respiró profundamente con paciencia. Se mostraba pensativo sobre lo narrado, pero prefería mantener la cabeza en el mundo real por el momento. Algo hastiado por las circunstancias y la situación.

Clementine palideció, al verlos entrar por la puerta. Venían heridos. Se habían expuesto. Y la explicación de Trish sólo añadió inquietud a su animadversión. El grito de Morga la hizo cerrar los ojos con fuerza, mientras se llevaba una mano al estómago, encogido, y trataba de poner un nombre a aquello que sentía en ese preciso instante. Aunque era difícil, o quizá era imposible empaquetar todo aquello en una sola palabra. La predicadora se sentía perdida, confusa, dolida y profundamente mareada, ante la idea de encontrarse a si misma en el fresco de una pared, como si su presencia, o sus pasos, hubiesen sido predestinados tiempo atrás. Una vez más, las veredas del Señor se le antojaban inexcrutables, pensó, mientras aferraba su crucifijo, durante un instante, cerrando los ojos y suspirando, para levantarse.

- ¿Por qué?- dijo, de pronto, tras hacer acopio de voluntad, para serenarse y respirar. Para cargarse de aplomo- ¿Por qué no me avisasteis? Mis pasos, guiados por lo intangible... Os condujeron allí. Mis ojos, deberían haber podido contemplar todo eso. Y sin embargo, no dijisteis nada. Os fuisteis. Y entrasteis en la cripta, poniéndoos en peligro, claramente, a juzgar por cómo venís.- comentó, tragando saliva, antes de posar la mirada sobre cada uno de los recién llegados- Yo, tengo algo que contaros, al respecto de lo que habéis sentido y visto. Pero primero quisiera que me explicárais por qué venís en estas condiciones y por qué no habéis contado conmigo. - pidió, mesándose el cabello durante un instante, y buscando a Bentley con la mirada, antes de añadir un- Dios Santo...- apretando ligeramente los labios- Y nuestras imágenes. ¿Cómo salíamos representados? ¿Eran sólo nuestros rostros? ¿Había algún contexto? ¿Hacíamos algo concreto?

Daniel se mantuvo en un discreto segundo plano, más como testigo que como actor de todo cuanto relataban. Los hechos y su propio estado, físico y emocional, habían querido que no acompañara al resto del grupo en su expedición, esa extraña aventura que Trish acababa de narrar y que aparecía envuelta en un halo de misterio, poblada de imágenes de ellos y de otros y que acababa en aquella extraña cabeza de carnero.

En otras circunstancias, hubiera sentido haberse perdido todo aquello pero una mirada a Robin, sentado a su lado, le bastó para saber que había estado donde quería estar y que todo cuanto habían hablado no hubiera sido posible de no haberse quedado atrás. No, no se arrepentía. Tenía respuestas a aquello que deseaba saber, mientras que Trish, Morgana y Cass solo habían traído más preguntas.

Miró una vez más la cabeza que reposaba en las manos de Trish. Sentía curiosidad y hubiera querido tomarla entre sus manos pero pensó que la peliazul no querría desprenderse de ella y, posiblemente, que la mirara de cerca tampoco ofrecería a Daniel una epifanía visionaria que acabara con el enigma de la naturaleza y función de aquella pieza.

Y entonces llegó Clem y su lluvia de ruegos sombreados por el reproche. Si tenían fundamento o razón de ser sus peticiones, lo ignoraba. Solo sabía que lo hecho, hecho estaba. Inconscientemente, se palpó la frente, donde permanecía el vendaje y miró por un segundo a Morgana antes de apartar la mirada. A las preguntas de Clem, se atrevió a sumar la suya.

-¿Crees que podría ser parte de un bastón o algo así? Parece el pomo de uno -preguntó a Trish desde la ignorancia.

Mientras Trish hablaba, Axel se había mantenido en silencio, procesando toda aquella nueva información. Según él habían ido a La Comunidad, irían y volverían, pero aparentemente el paseo había sido un poco más largo de lo que había estimado. Ahora, eso no era el mayor problema, sino que aunque no llevara demasiado tiempo, cada vez que se sentaba a la mesa le informaban de algo que era imposible. Por ejemplo, abrir cerraduras con sangre. ¿De qué película de vampiros de los ochenta habían sacado eso? ¿Y luces que venían de ninguna parte? Igual se habían drogado en el camino, fumado un poco... O, lo que también era posible, es que simplemente tuvieran razón y él se aferrara demasiado a la normalidad que tanto extrañaba. Después de todo, si existían solares, por qué no existirían cerraduras de sangre, murales proféticos o luces provenientes de ningún lugar.

Sus ojos se posaron en el cráneo de carnero. Fuera de hueso o de marfil, debía valer bastante. Ya ni hablar de la caja... Pero más allá de eso, no tenía idea de qué representaban. Todo eso, con los murales, la luna, los trances de Clem, la sangre de Cass... Todo era mucho más místico de lo que estaba acostumbrado, y no tenía razón alguna para desconfiar de Trish, o de Morgana, que habían estado ahí presentes. Buscó la mirada de ambas, como buscando confirmación, y al encontrarse con la de la marine frunció ligeramente el ceño. A una o dos cosas podía permanecer escéptico, pero era difícil negar algo cuando había tantos testigos y cosas raras seguían pasando. 

El comentario de Kane, absolutamente fuera de tema, hizo que sus ojos fueran hacia él y que su mente se apartara de otras preocupaciones por un segundo. Huérfanos en el Bronx, en su barrio... ¿Había alguna posibilidad de que alguno de sus sobrinos estuvieran entre ellos? No tenía idea de que grupos así existieran, y quizás debería hablar con el hombre antes de viernes, preguntarle si podía acompañarlo. Total, no tenían ni que hablar si no quería. 

Volvió a concentrarse al oír a Clem, y tan pronto oyó su reclamo, alzó una ceja extrañado. Entendía que quisiera participar, claro, pero ¿realmente era esa la prioridad de la mesa ahora? ¿El que no la hubiesen llevado? Por lo que decían no había sido planificado, y de todas maneras, parecía que hubiera temas más importantes de los que hablar al respecto por lo que ella misma decía que sabía. Simplemente, respiró profundo. No creyó que recordarle que el orgullo era un pecado capital suavizara la situación, y estaba seguro de que su queja no venía de forma malintencionada, sino porque le hubiese gustado ayudar. 

Quizás más que de bastón, de una palanca, ¿no? Algo que se pueda activar - pensó en voz alta, intentando mentalizarse en su conocimiento de películas del estilo de Indiana Jones - ¿Alguien anotó, o sería capaz de recordar, el orden de los frescos y su luna correspondiente? Quizás sería útil si se trata de algún tipo de predicción o profecía... - que raro sonaba todo aquello, pero más raro sería ignorar que alguien los había pintado en un techo - ¿Estabamos todos? ¿Incluso yo, los niños, María? - porque al resto si los veía como grupo unido, pero incluso él se excluía aún del común como recién llegado. Además, siendo de los más nuevos era más difícil que supieran que estaría con ellos. Quizás era una pregunta absurda, pero no podían culparlo por intentar mantener un poco de escepticismo. Al menos ese poquito. 

Cuando la buscadora oyó los reclamos de Clem dejó de recostarse en la pared y se puso de pie avanzando un paso, había llegado el momento de dejar de ser ella y ser un poco más lo que habían votado que fuera, tomó la palabra para tratar de despejar las dudas que podía.

—Gracias Kane, sería muy importante poder hablar con él. —lo primero lo primero, agradecer la información, y luego a ampliarla —Nadie se ha puesto en peligro con la "excursión" a la cripta, la única herida de ese rato es esta —alzó la mano izquierda con el pequeño vendaje y se encogió de hombros —y ni siquiera me molesta para teclear. No estaba planeado ir allí por eso no "avisamos", pero ya que estábamos cerca le pedimos a Morgana si nos podía acompañar para verlo con nuestros propios ojos, parecía una tontería pues dijisteis que solo había las inscripciones, pero Morg aceptó y al examinar el lugar... —en ese momento calló y sus ojos se dirigieron a los que no habían estado en él y no tenían forma de saber como era —Para acceder a la cripta se ha de tocar una ¿palanca secreta? que hace que el altar de la iglesia se mueva y deje al descubierto unas estrechas escaleras que bajan hasta una sala excavada en piedra, donde no hay nada más que esas inscripciones en la pared formando un arco en ella. Creí que era mucho trabajo de ocultación para tan sólo una frase, o lo que sea que sean esos símbolos, y me puse a mirar todo a la luz de la linterna que llevaba. Por cierto Trish tienes que echarle un ojo que se me ha jodido y no funciona. —su mirada se posó en su hermana con una expresión de "sé que tienes muchas cosas que hacer pero es mi linterna y quisiera colarme", luego volvió a mirar al resto para continuar —Me pareció ver restos de pintura rojiza o ocre o... una idea se me pasó por la cabeza, supongo que debido a que en casi todos los mitos de religiones antiguas la sangre es un poderoso ingrediente. Unos rasguños en la palma de la mano, la posé en la piedra y desapareció una parte, la de debajo de los símbolos, parecía una arcada de entrada a otra estancia y entramos. Al irnos se volvió a cerrar pero supongo que no habrá problema en "abrir" la pared de nuevo, debería volver alguien y hacer un boceto de aquello.

Ladeó la cabeza con aquel pensamiento, esperaba que lo hiciera con la sangre de cualquiera, o al menos con la de los que estaban representados allí dentro, porque vale que no le molestaba apenas la mano pero estarse cortando cada vez que quisieran acceder no le hacía gracia.

—Las imágenes eran bastantes completas, yo estaba con una caja que se podría decir es mi portátil en las manos... —una media sonrisa se asomó a sus labios con el recuerdo del la tosca representación del ordenador, pero fue rápidamente sustituida por un alzamiento de cejas, como si en ese momento hubiese caído en la cuenta de algo —y así todos, con algo como representándolo. Había como distintos grupos, separados pero unidos por la mujer de la luna que se repite, como formando parte de algo pero no parecía que estuviésemos haciendo nada... Me ha dado la sensación de que es una forma de reconocernos para que sepamos que debemos estar juntos, para lo que sea que se suponga que debe pasar. —negó con la cabeza como indicando que en ese punto se perdía y sólo podía hacer suposiciones —Estábamos todos nosotros menos los niños, María... y Sky.

El último nombre lo dijo casi con la boca pequeña, esperando pero temiendo la reacción de la rubia.

Ante el grito con el que Morgana los llamó, Lincoln y Shamira habían entrado en el refugio y se habían acomodado en la sala común en la que todos estaban hablando. Habían entrado sin armar mucho alboroto y unos pasos detrás de ellos había llegado también Bentley. 

El perro había caminado con cierta pereza hasta que sus ojos habían encontrado a Clementine. Ver a la predicadora hizo que empezase a mover la cola y su andar se volviese más ágil para alcanzarla y tumbarse en el suelo a su lado. 

Shamira se había sentado cerca de donde estaban Robin y Daniel y escuchaba muy atenta todo lo que decían los mayores. Parecía sentirse satisfecha de participar en la reunión y formar parte de lo que los adultos estaban tratando allí. Lincoln, por su parte, se había colocado junto a Kane y lo contemplaba todo con una mirada un tanto taciturna. 

Los ojillos celestes de Skyler se movían de unos a otros a medida que hablaban, pero irremediablemente regresaban una vez tras otra hacia su primo. No parecía que la historia de la cripta despertase su curiosidad... al menos hasta que Cassandra constató en voz alta que los dibujos de los que hablaban la excluían. 

Su mirada se centró en la buscadora y su ceño se frunció con una mezcla entre incomprensión e incredulidad.

—¿Qué dices? —preguntó, a la defensiva—. ¿Sólo falto yo? ¿Estáis todos en esa puta mierda de dibujos menos yo? agregó, obviando a María tal vez por recién llegada y a los niños por niños—. ¿No será que no os fijasteis bien y no me reconocisteis? Joder, es que hay que saber mirar las cosas. Seguro que estaba cerca de Robin. 

Daniel se rascó la nuca, pensativo. Una vez más, todo parecía converger en ellos como grupo.

-Antes Trish mencionó lo que en un momento dado, por unas razones u otras, sentimos algunos de nosotros en la Comunidad -su mirada voló de Trish a Morgana para volver a la primera-. Y ese algo se parece mucho a lo que tú acabas de mencionar, Cass, en base a esos dibujos, imágenes o lo que sean. El hecho de que somos piezas de una misma maquinaria, de la necesidad de estar juntos o quizá debiera decir que unidos para llevar a cabo algo que no tengo ni idea de qué pueda ser. Lo que quizá sentimos como un flash, una certeza sin mucha base pero que, en mi caso, parecía absoluta la confirma algo tan absurdo como unas pinturas, representándonos y hechas a saber cuándo y por quién.

Se calló un momento, tratando de encontrar las palabras para expresarse.

-No sé, esta idea de predestinación o lo que sea, no me parece especialmente tranquilizadora. Es una sensación de títere, por más que de fondo aparezca el que tengamos que llevar a cabo algo que entiendo debe ser importante porque si no, no entiendo tanta historia.

Los miró a todos, incluida Sky cuya frustración podía entender en parte. La fantasía de una adolescente de verse representada en una cripta y llamada a algo. Pero de algún modo, su anonimato, su ausencia en aquellas paredes o techo o lo que fueran, le parecía tranquilizador y envidiable.

-Cassandra, los que no llegamos a estar en la cripta, ¿crees que sería posible que la visitáramos? Por más que la describáis y nos deis detalles, nada como verla en directo, fijarnos en esos objetos que dices nos representan, ver qué sentimos ante ellas -miró a Clem. Tal vez aquella oportunidad apaciguara sus ánimos-. Quizá incluso hacer unos bocetos de lo que allí aparece y copiar esos símbolos que dices aparecen y cuyo significado parece que no llegasteis a descifrar. Tal vez podríamos pedir ayuda a alguien para interpretarlos -dijo. Por un instante parpadeó confuso, al hilar algo viejo y algo nuevo-. Morgana, Clementine, ¿recordáis cuando fuimos donde los McAvoy por el tema de la leche en polvo, hace cosa de cuatro días? Macbeth nos estuvo hablando del antiguo Egipto y de unos jerogíficos. Y de una tal Nefertiae o Nefertis. No recuerdo bien el nombre, pero bueno, eso no es lo importante. Lo que cuenta es que nos dijo que sus cabellos eran pálidos como los de la luna y que tenía un arma lunar y vosotros, en la cripta, hablais también de una mujer y de la luna. ¿Podría estar relacionado todo eso?

“Seguro que estabas cerca, comiéndole la cabeza o la polla. Bueno, eso mejor para el chapero”. Pensó Morgana mirando con expresión cínica total hacia Skyler. Al menos no lo expresó en voz alta. Suspiró y se acercó a Lincoln, pegadito a Kane. Los ojos de Morgana supuraban un desprecio absoluto que no trataba de ocultar si se cruzaban con los del pistolero. Se agachó a la altura del niño, comprobó sus ropas, le señaló los botones sueltos, los cordones de las botas no estaban bien anudados -¿Has escuchado muchas gilipolleces hoy?

Luego le dio el repaso a Shamira. –Recuerda que mañana a primera hora tenemos entrenamiento-.

Después tomó asiento y siguió escuchando las explicaciones, exposiciones, preguntas y ruegos. Maldita gracia que le hacía la reunión. Tanta como sentirse sabedora de que, de una forma u otra, estaba unida a este grupo pintoresco. Le ardía la herida del costado y, posiblemente, algo de fiebre la acosaba.

Se mordió los labios en su característico hábito. No prestó demasiada atención en general, más centrada en sus próximos pasos de esta semana que en el momento presente. No era típico de ella esta actitud. Sin embargo le hastiaba, le enfermaba, le envenenaba la razón y la sangre sentirse un títere, tal y como dijo Daniel. Despertó de su pesadilla cuando el chico la nombró por su nombre. Torció la sonrisa, desagradable y perdonavidas. Su única respuesta fue enseñarle el dedo corazón alzado de la mano derecha.

Sí, recordaba a esa tía. Estuvieron especulando en la cripta, si bien no se acordó de esa conversación. Tenía sentido. Sin embargo ella ahora reflexionaba acerca de si pillaba su mochila y se largaba, o seguía escuchando mariconadas. Se fijó en Cass. Le había dicho que podía contar con ella. Lo que sucedía es que Morgana quería a todos bajo sus órdenes.

Se le escapó una risilla, hacia nadie en particular. Se preguntaba si contarían todo lo que había ocurrido en la excursión. Se sentía perpleja y curiosa a la vez. Apartó un mechón de cabellos de su cara.

Y se mordisqueó de nuevo el labio inferior. Manteniendo su mutismo divertido.

Trish había esperado, de su intervención, reacciones de todo tipo de sorpresa. Para ella había sido algo inesperado lo que habían visto, desde luego.

Que el primero en responder fuese Kane y que a pesar del asombro de su expresión lo hiciera hablando de otra cosa la tranquilizó un poco. El hombre siempre tenía esa aura de misterio, y en momentos como ese a Trish le parecía una roca. Y siempre era bueno que tuvieran algo a lo que agarrarse.

Trish comprendió menos, sin embargo, las palabras de Clementine. Quiso creer, cuando la chica habló de que estaban heridos, que todo venía más por sentirse preocupada que ofendida. Dudó un instante sobre cómo responder a aquello —o sobre cómo lo habría hecho Nick, una vez más— pero dejó que fuese su hermana quien contestase. Mientras tanto, Trish valoró la pregunta de Daniel.

—Yo creo que es una parte de algo mucho más grande —valoró Trish. Aquellas palabras, curiosamente, también podían aplicarse a muchos de los presentes.

Antes de decir nada más tanteó el peso del cráneo y lo observó, contemplando si encajaba con lo que Daniel había dicho, y luego se lo tendió a él. Luego respondió a Axel.

—Estuvimos estudiándolos un rato —explicó—. Mi idea es intentar repetirlos con calma pronto. Pero podemos volver allí con cosas para dibujar, y tenerlos para siempre.

Después de decir eso Trish miró a Morgana con el sonido de su risa y se mordió el labio.

—Había algunos dibujos de personas que no se distinguían bien —comentó, consciente de que eso daría a Skyler ciertas esperanzas. Por un momento quiso aclarar que estaba bastante segura de que ella no estaba allí, pero decidió no hacerlo por el bien de la propia reunión—. Y la historia esa de Macbeth... Podemos preguntarle. Tenga que ver con esto o no, seguramente sepa más de lo que dice.

A pesar de que Trish no solía guardar rencor a nadie, podía parecer que en sus palabras había cierta molestia hacia aquel hombre. No era algo habitual, pues solía llevarse bien con él, pero quien la conociese bien podía notar que por algún motivo tenía una espina clavada al respecto.

Kane simplemente asintió a los comentarios referidos a él, mas añadió un matiz más a la cuestión, la misma por la que no paraba de darle vueltas.

—No sé si se tratará del viejo. Los chavales lo describieron con dos ojos. Y el Jeff que conozco es tuerto —comentó dubitativo —. Pero todo lo que me dijeron de él.. debe serlo.

No sabía cómo encajaban las piezas del todo, y estas se apiñaban sin que él pudiera ver con claridad nada de todo aquello. Cuando Lincoln se puso junto a él, le mostró una sonrisa leve y un asentimiento. Poco después de llegaba Morgana, a quien Kane simplemente se limitó a ignorar ni responder a sus miradas de desprecio.

—Jeff quería que estuviera aquí —musitó al fin, un poco enojado por ver que, al final, su mentor iba a tener algo de razón —. Va a suceder algo. Un nuevo capítulo de una guerra antigua. La guerra que nunca ha acabado —torció los labios mientras decía esto, casi lo musitaba. Se le hacía increíble empezar a creer que todo lo que Jeff le había machacado durante años empezara a tener sentido. Peor, que empezara a plantearse de que fuera, por mínimo que fuera, real.

Recién al escuchar la respuesta de Cass a Kane se le encendió la bombilla respecto al resto de comentario del hombre, que había obviado al centrarse en lo de los huérfanos. Suponía que quizás el tuerto podría haber fingido, después de todo, él nunca lo había visto sin parche... O quizás, como el pirata Roberts, lo que había hecho era pasarle el título y nombre a alguien que se hiciera cargo de todo de ahí en adelante. Prefería creer eso a que le había crecido otro ojo, porque eso ya sería empezar a cuestionarse aún más cosas de las que ya se cuestionaba. De todas formas, ya lo averiguarían cuando hablaran con él.

El aura ritualística de la entrada con sangre tampoco era particularmente tranquilizador, pero pocas cosas lo eran en esos tiempos. Supuso que su elemento característico, como en la vida real, sería el violín, aunque se preguntó si en los dibujos habría más información de lo que parecía en los detalles. 

Al escuchar que Sky no estaba en el grupo, inmediatamente se arrepintió de haber preguntado con ella ahí, sin embargo la rubia se lo tomó bastante mejor de lo que esperaba. No sería él quien la intentara convencer de que no era un error humano y que realmente no estaba ahí. 

Todos somos títeres en mayor o menor medida... Pero estoy de acuerdo en que no es particularmente tranquilizador ver al punto que lo somos - coincidió con Daniel, frunciendo los labios ligeramente incómodo. Con lo que valoraba y apreciaba su libertad, sentirse aprisionado por una jaula invisible no era su idea de diversión. 

Me gustaría ir a ver los dibujos. Quizás podamos reconocer cosas en nosotros mismos que el resto no ve. Diferencias, o detalles... - contestó a Trish con una sonrisa, agradecido por el ofrecimiento. - O como dice Daniel, quizás incluso lo que sintamos al verlo sea importante. 

La risilla de Morgana hizo que el violinista la mirara con el ceño ligeramente fruncido, extrañado por su diversión ante el tema. No llegaba a entender que le parecía tan gracioso, y le picaba la curiosidad. 

¿Que guerra es esa? - le preguntó a Kane, alzando una ceja. Podía recordar más de un par en sus tiempos, pero ninguna que continuara hasta el día de hoy. A menos que se refiriera a los alados, pero en realidad, a Axel eso nunca le había parecido una guerra real y tangible, porque a pesar de que había escuchado algunas cosas nunca le había tocado.

Clementine escuchó, con visible aprehensión, a unos y a otros, mientras trataba de sosegar sus preocupaciones, de poner en orden sus propias ideas- Nosotros también sentimos algo. Hace unas horas.-dijo, dedicando una mirada significativa a Kane- Como si nuestro lugar, nuestro destino... Fuese uno determinado. Como si... Mi vida estuviese entrelazada con la de alguien más.-expuso, suspirando de nuevo- Lamento mi exabrupto. Lo cierto es que llevo preocupada toda la tarde. Y he visto la mano de Cass, y la chaqueta de Morgana, y he pensado lo peor. Y después de sentir aquello... -dijo, arrepentida, a cada uno de los que había acudido a la Comunidad, antes de posar sus pupilas verdes sobre Daniel, asintiendo- Tiene que ver con lo que nos contó Macbeth. Y haríamos bien en hablar con él.-apuntó.

- Yo... Fui al Traf el domingo. Quería disculparme, por no haber acudido a mi concierto, la semana pasada. Quería explicarle a Macbeth lo que había pasado. -explicó- Es mi amigo. Desde hace años. Desde antes de que os conociese a vosotros, e incluso a Kane.-confesó, apretando momentáneamente los labios, en una fina línea- Y es la persona más sabia que conozco. Y después de lo que nos comentó la última vez a Daniel, a Morga y a mí, decidí confiarle lo que habíamos visto, en la capilla. Y le expliqué mi visión. E intenté enseñarle la inscripción, aunque no me salió del todo bien, porque no me la sabía de memoria. -indicó- Él, me creyó. No dudó de mí ni un solo momento. Y me habló de la Treceava.-dijo, tomando aire

- Me habló de una entidad, la diosa Luna, Hécate, Lilith, o madre Tierra, que representa la Era de Acuario. Y el dios Sol, representante de la Era de Piscis. De cómo diversos eruditos piensan que estamos en la Era de Piscis. Concretamente, en el fin de la Era de Piscis, en pleno camino hacia el cambio. -se corrigió a si misma, sobre la marcha, mientras la confusión se volvía cada vez más clara en su rostro.

- Hay una figura, el avatar de la luna, que se ha repetido a lo largo de la historia. Mujeres de cabello pálido que nacen con la luna marcada en la piel. Se ha testimoniado la aparición de hasta doce de ellas. Y se habla de que la decimotercera de ellas, anunciará la lucha entre el Sol y la Luna. Que traerá el Plenilunio y el fin de la era de Piscis. Se dice que será la última. El último avatar de la Luna. Y se dice también, que cada uno de esos avatares podría no ser una entidad en si misma, sino una parte de un todo. Y por tanto la decimotercera, sería la Treceava, que completaría el ciclo y traería el cambio.-explicó, mesándose el cabello, apretando de nuevo su crucifijo entre los dedos, temblorosos- Macbeth tiene contactos. Gente que sabe de estos temas, mucho más que nosotros. Tenemos que hablar con él. Tenemos que enseñarle lo que hemos encontrado. 

Cassandra fue escuchando a unos y a otros, algunas preguntas se iban contestando con la siguiente intervención y otras simplemente todavía no tenían respuesta, al menos hasta que llegaron las palabras de Clem. La encapuchada abrió los ojos cada vez más, a medida que el relato avanzaba, y cuando acabó apenas se tomó unos segundos antes de volver a intervenir.

—Entonces todas esa pinturas ya están claras. —dijo totalmente convencida de que su idea respecto a lo que significaban era correcta —El resto de agrupaciones han sido otros grupos anteriores a nosotros, que a lo largo del tiempo han "salido" a la vez que la reencarnación de la Luna para protegerla y ayudarla a llevar acabo su cometido. 

La buscadora se calló por un instante mientras se mordisqueaba el labio inferior con gesto pensativo.

—Como ya se ha dicho, lo mejor sería volver para hacer un boceto de lo que hay pintado para poder revisarlo cuando nos haga falta, casi que yo diría de hacer un par de copias. Una con el diseño entero y otra con las distintas partes, y si acaso enseñar ese boceto a Macbeth, aunque no me gusta eso de hacerlo público a más gente de la que salimos en él. Tanto secretismo y tantas molestias para ocultarlo... no deberíamos divulgarlo en exceso, además creo que en el dibujo poco hay de lo que se espera que hagamos o que pase, para eso Jeff es nuestra mejor respuesta.

Después de dar su opinión, Cass dejó escapar un suspiro mientras su mano derecha salía de las profundidades del bolsillo y se echaba la capucha hacia atrás, en sus ojos había pesar.

—No somos títeres, aunque sí hemos sido elegidos para hacer algo, es distinto. Cualquiera de nosotros puede decidir pasar de todo o irse, no se le obligará a volver, se le echará en falta, posiblemente las opciones de lograr lo que sea que se tenga que hacer disminuyan... y se llorará su ausencia.

Y no estaba nada claro si la morena hablaba en plan hipotético de alguna fuga futura, o si se refería a la pérdida de Nick y a la debacle que su muerte había causado en aquel plan milenario.

El crío hinchó un poco el pecho cuando Morgana se agachó a su lado, como si quisiera dotarse de más importancia. Bajó la mirada cuando le señaló los cordones y se dobló para desatarlos y atarlos de nuevo mejor. Los contempló con ojo crítico antes de alzar la vista y responder a la exmilitar.

—Algunas —dijo, echando un vistazo rápido hacia Axel—. Han hecho música y baile —contó, serio, y luego apretó los labios—. Yo preferiría haber ido con vosotros. 

Shamira escuchaba fascinada todo lo que iban relatando unos y otros. Sus ojos bien abiertos se iban moviendo hacia quien tomaba la palabra y cuando Morgana le habló llevó hacia ella una mirada brillante. 

—Sí, sí. No me olvido —aseguró, aunque el entrenamiento del día siguiente parecía en ese momento la última de sus preocupaciones—. ¿De verdad estabais ahí dibujados desde hace muchísimo tiempo? Qué pasada. Suena como super místico, ¿no?

No hacía falta ser muy perceptivo para darse cuenta de que la chiquilla estaba realmente impresionada con todo lo que estaban contando.