Partida Rol por web

Suicide

Antes de la Última Guerra y el derretimiento de los polos cuatro de cada cinco australianos vivían en ciudades costeras del continente. Cuando los mares se elevaron se tragaron todas esas ciudades y diezmaron a esa población. Es más, con esas ciudades se fueron también la mayoría de zonas fértiles reduciendo el continente a las tierras más áridas del interior.

Por desgracia los mares también se saturaron con todos los restos contaminados de las ciudades bombardeadas, lo que produjo gravísimos daños en los delicados arrecifes de coral que rodeaban las costas. Esto atrajo a numerosos cardúmenes de Rokea furiosos, que decidieron que los mares ya habían sufrido demasiado a manos de los habitantes de No-Mar (como ellos llaman a la tierra) y se lanzaron contra ellos en una guerra de exterminio. Sus ataques no tardaron en tener respuesta: ejércitos de Perdiciones se materializaron en la zona para alimentarse de la contaminación y la masacre. Los Rokea los combatieron y pronto la zona oceánica que rodea Australia se convirtió en una zona de guerra en la que los humanos no eran bienvenidos.

A día de hoy apenas queda gente viva sobreviviendo a duras penas en el interior. Debido a la elevación del nivel del mar se ha formado un nuevo mar interior en el sur del continente en el que los humanos pueden intentar pescar para comer y en el que los Rokea no parecen interesados de entrar por el momento. Lo que los humanos están empezando a descubrir es que los Rokea no entran en el mar interior porque éste ha sido tomado como refugio por la mayoría de los Mokolé descendientes de los cocodrilos de agua salada que vivían en las islas del sudeste asíatico y que han sido desplazados de sus hogares al quedar estos sumergidos. Las relaciones entre los Mokolé y los Rokea son de abierta hostilidad, ya que los hombres-lagarto sí tienen una Parentela humana de la que quieren cuidar al contrario que los hombres-tiburón para quienes aparearse con humanos es un tabú cuya violación se castiga con la muerte del infractor y su pareja.

Espiritualmente, Australia también es un desastre. Enjambres de Perdiciones acechan por los pisos más altos de los edificios de las ciudades inundadas buscando humanos a los que poseer o cambiaformas a los que matar. A estos espíritus impuros se unen los fantasmas de los millones de australianos que murieron durante los bombardeos y las inundaciones. A consecuencia de esto la Celosía local se ha debilitado, con lo que tanto Perdiciones como fantasmas lo tienen más fácil para afectar al mundo físico y afligir aún más a los pocos humanos que quedan.

Escena 1 - El primer paso

El humano se debate débilmente, sus fuerzas ya casi agotadas por completo. El enorme cocodrilo de agua salada siente en su lengua el sabor de su orina y sus heces, pero le basta con meter la boca bajo el agua y sacudir la cabeza un par de veces para quedarse solamente con el gusto de la carne y la sangre.

Algo en el interior del cocodrilo le dice que no debería devorar humanos, pero esos pensamientos son demasiado nuevos y nada pueden hacer contra el hambre que le aguijonea el estómago, así que los ignora. Tampoco es que haya mucho más para comer. La mayoría de los peces y animales de aguas poco profundas han muerto y también están las criaturas-tiburón acechando por las costas. Algunos de ellos se levantan sobre dos patas, justo como el cocodrilo aprendió a hacer cuando el Sol Rojo apareció en el cielo, y merodean por la tierra atacando a todo aquél que se cruce con ellos. El cocodrilo ha aprendido por las malas a ignorar a los que van en grupos y a atacar a los solitarios. Cuando mueren se transforman en peces muy grandes y muy buenos para comer.

Pero no ha sido la falta de comida ni el acoso de las criaturas-tiburón lo que ha traído al cocodrilo a este pequeño mar tierra adentro sino los sueños. Cuando el cocodrilo se deja llevar por el sueño su mente conjura extrañas imágenes que jamás podría haber imaginado en su vida como un simple reptil.

Aparece un enorme barco erizado de tubos que lanzan grandes llamaradas y provocan atronadoras explosiones en tierra. Su interior está plagado de monstruos tan deformes y mancillados como él mismo. Los ve bajar a tierra sedientos de batalla y de sangre. La mayoría son humanos poseídos por Perdiciones, pero están dirigidos por criaturas-lobo deformes y monstruosas dispuestas a sembrar el caos y regarlo con sangre.

No sabe contra quién dirigen su rabia todos esos engendros, pero el cocodrilo sabe que de alguna manera están vinculados a él. Tal vez deba combatirlos, expulsarlos de sus aguas. O al contrario, unirse a ellos. Quien quiera que le esté enviando esas extrañas visiones al cocodrilo no aclara qué es lo que espera de él. No es más que el primer paso de un largo camino que le llevará a... ¿tal vez un nuevo reinado de los reptiles? Desde luego los mamíferos han sido un fracaso total, especialmente los humanos y los Fera nacidos de ellos.

Una explosión llama la atención del cocodrilo, que ahora se disponía a dejarse mecer por las aguas mientras disfrutaba de una larga y placentera digestión. Entrando por la bahía se encuentra el barco negro, tan magnífico y terrible como lo viera en sus sueños. Las criaturas-tiburón que intentan hundirlo o abordarlo son rechazados y asesinados por sus deformes tripulantes poseídos, y el mar se está tiñendo de sangre.

El camino del cocodrilo comienza ahora...

Escena 1 - Hoy Coyote tenía ganas de reír

Decir que en el Reino de Eshtarra las cosas no van bien es un eufemismo. Demasiadas tensiones entre las Razas Cambiantes y demasiados enemigos de parte del Profanador. Luego está el problema de la Desconexión, un mal que afecta a aquellos que pasan demasiado tiempo en la Umbra y que acaba por hacer que olviden su vida mortal y se transformen en espíritus. Siendo así las cosas la Diáspora no estaba pensada para ser algo permanente, sino sólo un remedio temporal que permitiría a los Fera darse cuenta de cuál es el verdadero enemigo y se decidieran finalmente a colaborar. Las cosas no fueron como los Nuwisha querían. Lástima que Gaia, en su infinita sabiduría, no estimase oportuno crear una raza de cambiaformas mediadores. O darles menos Rabia que cerebro a los que hizo, ya puestos. En fin, nadie ha arreglado nada nunca quejándose ¿Verdad?

A diferencia de lo que piensan muchos Fera, los Nuwhisha no se han quedado ociosos tras su papel crucial en la Diáspora. Una vez concluida (con más o menos éxito) ahora hay que trabajar en el Retorno, cuando los Fera y sus Parientes volverán de la Umbra para rescatar a Gaia y darle al Wyrm una patada en su culo de gusano ¡Eso si consiguen ponerse de acuerdo, maldita sea! Por suerte a Ptah-Mente-Ligera no le ha tocado trabajar en eso, sino en vigilar el mundo físico en busca de señales que indiquen el momento adecuado para el Retorno. En resumidas cuentas: las cosas no pintan bien en ninguna parte. Sin embargo los espíritus hablan sobre un ejército imparable cuyas acciones cambiarán el mundo y cuando los espíritus hablan, un Nuwisha sabio escucha e investiga.

Siguiendo los rumores espirituales Mente-Ligera ha llegado al sur de Australia, donde se supone que se encontrará con ese gran ejército. Con un poco de suerte será algo más entretenido que las miserias de este pequeño mar intracontinental que se ha formado como consecuencia de la elevación del nivel del mar. No es ningún misterio que los Rokea odiaban a los humanos desde hace mucho tiempo, pero es que ahora a los puñeteros tiburones se les ha terminado de ir la puñetera chaveta y se han lanzado a una guerra de exterminio. Si no han conseguido exterminar a los pocos australianos que quedan ha sido porque los tiburones odian aún más a las Perdiciones, y de eso van más que sobrados en Australia. En algún momento se sumaron también los Mokolé descendientes de los humanos y los enormes cocodrilos de agua salada de las islas. Mente-Ligera ya ha conseguido evitar más de una masacre entre los humanos conduciendo a uno o más Mokolés cabreados contra los Rokea. Puesto que los lagartos tampoco parecen apreciar especialmente a los humanos (salvo que sean de su Parentela) digamos que ganase quien ganase aquellas peleas eran los pobres humanos los que salían ganando.

Pero el caso es que pasarse día tras día haciéndoles jugarretas a los cocodrilos y los tiburones empieza a ser aburrido ¿Dónde demonios está ese condenado ejército y qué lo hace tan condenadamente especial? Lo único interesante hasta ahora ha sido encontrar a un Mokolé que tiene el extraño mérito de resultar aún más feo de lo normal entre los de su especie. Entre eso y el hedor espiritual del Profanador que emana de él podría haberlo confundido fácilmente con alguna especie de fomor cocodrilo. Pero los espíritus dicen que ese Mokolé va a tener un papel muy relevante respecto a ese gran ejército, así que Mente-Ligera lleva varios días siguiéndolo.

Hoy el Mokolé ha decidido almorzarse a un incauto pescador. Todo ha sido tan rápido que el Nuwisha no ha tenido ni tiempo de pensar en la situación cuando el horrible Mokolé (en serio ¡Qué feo que es el muy cabrón!) ya lo tenía a medio comer. Mientras Mente-Ligera reflexiona sobre si debería enseñarle o no a ese lagarto una lección sobre respeto a su parte Homínida el viento le trae los sonidos de los potentes motores de un barco. Y ahí está el gran ejército, haciendo una entra triunfal en un barco de guerra acorazado tripulado por los fomori más feos, brutales y deformes que Mente-Ligera haya visto jamás. Los cardúmenes Rokea que intentan abordar o destruir el barco son asesinados sin miramientos por los tripulantes, tiñendo el mar de sangre Cambiante. Tampoco los poderosos Dones de guerra de los tiburones parecen servir de mucho. El barco tiene un reflejo Umbral propio, y este reflejo está sólidamente protegido por guardas y glifos que decoran el casco.

Coyote debe estar ahora mismo descojonándose de la cara de Mente-Ligera...

Adalid se quedó mirando la figura metálica espinada con tubos de llamas, ruido y muerte; rodeadas de aquellos tiburones y seres corruptos. Dejó que el agua me meza un poco y luego doy un par de rápidas vueltas para descuartizar la presa y poder tragármela. Es muy molesto cuando se te atraviesa algún hueso, y ahora si Adalid come piedras… le hacen daño en la otra forma. Sigue mirando el barco mientras doy cuenta del humano a grandes bocados y la mar se va tiñendo de sangre alrededor de aquella cosa de metal que no parece que deba flotar.

Resopló en el agua cuando ya ha acabado y se mueve, deslizando la poderosa cola para impulsarse por el agua. Sera más rápido así que por tierra. Pero… Adalid no quiere acercarme mucho. Esos tiburones muerden, y si están en grupo se llevará muchos mordiscos, seguro. No quiere eso. Adalid se acercará desde la orilla cuando sea necesario.

Adalid debe averiguar para que esta esa cosa aquí. Quizá tenga que destruirla… eso es muy molesto… si sea así, buscar la forma de hundirla. También podría ser que deba pelear con ellos. Adalid aun no lo sabe. Adalid nada en pos del barco, sin una idea clara de que hacer. Mira la pelea que continua, el derramamiento de sangre y los cuerpos de los tiburones. Tal vez después Adalid pueda comer mucho y descansar en algún lugar caliente. Aquel pensamiento tan simple le hace esbozar un aterrador símil de sonrisa en su cara de saurio.

El enorme monstruo metálico sigue su curso inexorable hasta donde la profundidad del agua se lo permite. Las pesadas anclas caen, aplastando una de ellas a un enfurecido Rokea que pasaba por debajo y matándolo en el acto. Visto de cerca, el barco resulta mucho más grande de lo que Adalid pensó en un primer momento.

La informe masa gris se extiende hasta donde alcanza la vista en todas direcciones. En las ocasiones en las que se sacude pequeñas formas sombrías brotan de sus pliegues alargados como si fueran gotas de sudor. Otras pequeñas formas de color gris oscuro que recorren la superficie intentan destruir a las formas sombrías, pero éstas son demasiado numerosas y muchas consiguen escapar antes de ser destruidas.

De las entrañas del leviatán surgen legiones de los más horribles y deformados fomori que Adalid haya visto jamás. Algunos saltan del barco impulsados por alas coriáceas o membranosas. Otros se lanzan al agua a pelearse cuerpo a cuerpo con los Rokea que quedan mientras que la mayoría arrían pesados botes con motores petardeantes y malolientes. Uno de los botes pasa junto a Adalid.

Y las formas sombrías se enfrentan en un combate a muerte con otras formas sombrías, devorándolas y asimilando su esencia para crecer y reproducirse. Una vez enzarzadas no hay forma de distinguir las formas que han surgido de la masa gris de sus rivales. Parece una guerra fratricida entre hermanos gemelos, pero a una escala inimaginable.

Uno de los fomori, un bruto gigantesco con piel acorazada de color rojo, saluda al Mokolé y lo invita a seguirlos a tierra...

Sombras atacándose y devorándose, monstruos tripulando la masa metálica; Adalid no tiene claro su objetivo. Aunque está claro que los tiburones piensan en ellos como enemigos… ¿Debería Adalid hacer lo mismo? No son seres naturales, pero algo llamaba a Adalid hasta ese barco.

Saliendo del agua, observa a la criatura que le había llamado ¿Qué espera de Adalid? Quizá le confunde con un aliado por su aspecto. Mejor para Adalid. Adalid obtendrá la información que necesita y actuara en consecuencia. Aunque son muchos… demasiado incluso para Adalid. Puede que correr sea una opción llegado el momento. Pero de correr, habrá sangre de por medio. Avanza perezoso y sin quitarle ojo al tipo acorzado. Resopla. Es muy posible que haya problemas pero por ahora es la mejor opción que Adalid tiene.

El extraño fomor aplaude a Adalid con gesto bobalicón cuando el Mokolé empieza a seguirlos. La barca sigue avanzando hasta el atracadero improvisado de una de los campamentos de refugiados que se ha asentado a orillas del mar. El extraño aspecto de los fomori y sus armas hacen huir despavoridos a los humanos. Sin embargo los fomori no se ceban con ellos. Ni tan siquiera parecen interesados en persegurilos. En vez de eso forman una cuña rodeando a una fomor que tiene una segunda cabeza brotando de su espalda. La extraña mujer entona un lúgubre cántico con sus dos bocas. El desagradable sonido enardece la Rabia de Adalid, que se siente atraído hacia la matanza.

Y las presas no tardan en aparecer: Fomori nativos y Perdiciones empiezan a surgir de entre las tiendas y las chabolas. Los fomori invasores no esperan la llegada de las otras barcas, sino que se lanzan directamente al combate.

Aquel sonido… aquel sonido que hace que la sangre fluya y los músculos se tensen. La visión se torna roja y… Adalid puede notar calidez extendiéndose; mientras suelta el aire y poco a poco, aquella sensación me invade desde el interior.

Dejando que aquella sensación de furor e ira le posea Adalid va cambiando. Los huesos se hacen más grande, los músculos crecen, todo aquel cuerpo comienza a adaptarse. El aire entra y sale de la boca del gigantesco saurio que observa la situación, aprieta los dientes, golpea el suelo con la cola y abre las manos desplegando una largas y peligrosas garras. Un único pensamiento haciendo eco en aquella cabeza llena de dientes: “Matar”.

Los soldados fomori aplauden y animan al monstruoso Archid cuando éste le arranca la cabeza a un sorprendido fomor. Acompañado por las balas de sus inesperados aliados el Mokolé avanza por el poblacho acabando con un enemigo tras otro hasta que de pronto un fomor de piel coriácea y casi tan grande como el Mokolé surge de entre dos chabolas enarbolando una pierna humana amputada como garrote improvisado. Su extraña piel púrpura está cubierta de hediondos tumores purulentos y su boca está aún chorreante de sangre de su última comida. El ojo, inyectado en sangre, busca frenético a un enemigo con el que enzarzarse. Adalid ve por el rabillo del ojo que uno de los soldados fomori apunta al monstruo con su rifle de asalto pero su jefe le hace bajar el arma. Es mejor no quitarle su presa a un Mokolé Frenético.

Aullando como una bestia salvaje y enarbolando su macabra porra el monstruoso cíclope se abalanza sobre Adalid...

¿Es que todo el mundo se ha vuelto loco? Desde luego, el apocalipsis ha descubierto las peores intenciones de todos los cambiaformas. Maldita sea, pero si hasta los Rokea han decidido adentrarse en la tierra para devorar a los humanos!!! Desde luego, ellos son los que peor lo están pasando. Y lo que les espera... El mundo se está yendo a la mierda, y no puedo sino imaginarse a Coyote riéndose de mí, mientras contemplo el espectáculo... Al menos la idea de encontrar a ese ejército del que he oido hablar durante tanto tiempo me concede una meta a corto plazo que me impide volverme también loco... o astiado...

Aburrido de contemplar todas estas penurias encuentro a esa bestia horrible. Había oido de Mokoles malencarados, pero esa fealdad sólo puede compararse con la corrupción que parece emanar de él. ¿Estará corrupto? Pienso mientras me imagino cómo aprovechar su ira contra las malditas perdiciones que se arremolinan por todas partes... Sin embargo, parece que los espíritus han visto en él algo que yo apenas puedo intuir. Desde luego, podría ser útil en algún momento... Si no tengo que mirarle demasiado!!!

Después de días siguiéndolo, sin necesidad apenas de ocultarme de sus torpes pasos, y pensado cada vez más que todo esto es una pérdida de tiempo, y que más me valdría regresar a Eshtarra con los míos y echar una mano con algo más importante... Aparece ese barco... Un barco tan corrupto como sus tripulantes... Se precian fomoris en su interior, pero no dudo que puede haber algo más allí dentro... Me escondo rápidamente, mientras contemplo cómo algunos cambiaformas atacan inútilmente el barco. Las protecciones espirituales se unen a la fuerza bruta de los seres del interior, y parecen rechazar demasiado fácilmente los ataques...

Busco con la mirada al mokolé al que estaba siguiendo, preocupado de que haga algo estúpido, pensando en las señales que me han enviado los espíritus acerca de su importancia en este asunto... Supongo que con todo el ruido de motores, gritos y qué se yo, lo haya visto y no esté demasiado entretenido con su tentempié...

Maldito coyote... sonrío para mí ante el espectáculo al que me enfrento...

Ruido alrededor. Enemigos por doquier. El rojo tiñe el suelo y el aire con cada movimiento violento de garras y cola, haciendo volar a las corruptas criaturas. Disparos… Aun se enardece más la furia. Un rugido monstruoso y continuo la matanza.

Un enorme ser, que enarbola un arma con brazos fuertes y aspecto deforme. Pelear. Pelear. Dientes apretados e ira desatada para con el enemigo. Garras y dientes, será derribado. Muerte para aquel que osa enfrentarse a la rabia.

El monstruoso fomor aferra su sangriento garrote con las dos manos y lo lanza contra la cabeza de Adalid...

El mazo pasa cerca pero no acierta. Las garras por delante mientras las fauces se abren para atacar. Deseando que la sangre caliente de la criatura lo empape.

El enorme monstruo metálico sigue su curso inexorable hasta donde la profundidad del agua se lo permite. Las pesadas anclas caen, aplastando una de ellas a un enfurecido Rokea que pasaba por debajo y matándolo en el acto. Visto de cerca, el barco resulta mucho más grande de lo que parecía en la distancia.

De las entrañas del leviatán surgen legiones de los más horribles y deformados fomori que Adalid haya visto jamás. Algunos saltan del barco impulsados por alas coriáceas o membranosas. Otros se lanzan al agua a pelearse cuerpo a cuerpo con los Rokea que quedan mientras que la mayoría arrían pesados botes con motores petardeantes y malolientes. Uno de esos botes pasa junto al Mokolé, que se estaba dejando llevar por el oleaje después de devorar su última comida. Al Nuwisha le parece distinguir que uno de los tripulantes del bote le hace un gesto al cocodrilo, que empieza a seguir al bote.

Los fomori atracan en el rudimentario muelle de un poblado de tiendas y chabolas construidas con basura. Los pocos humanos que se habían acercado a curiosear ante la llegada del barco huyen despavoridos al ver el monstruoso aspecto de los visitantes, quienes no parecen interesados en ellos. En lugar de eso forman una cuña rodeando a una fomor que tiene una segunda cabeza brotando de su espalda. La extraña mujer entona un lúgubre cántico con sus dos bocas. El sonido es como un taladro de dentista en la cabeza del coyote y provoca que numerosos Fomori nativos y Perdiciones empiecen a surgir de entre las tiendas y las chabolas. Los fomori invasores no esperan la llegada de las otras barcas, sino que se lanzan directamente al combate masacrando enemigo tras enemigo... pero respetando a los humanos. No se esfuerzan en socorrerlos pero tampoco los matan, sino que se limitan a hacer su trabajo con insana alegría. El Mokolé, seguramente tan extrañado como el propio Mente-Ligera, se une a la lucha asesinando fomori y Perdiciones...

Me quedo petrificado al comprobar cómo el ejército desembarca y se dirige hacia el poblado, pasando a través del Mokolé como si nada. ¿Lo detectarán como uno de ellos por esa corrupción que emana de él? Me pregunto.

Algo en mi mente me anima a intervenir al ver a los humanos huir despavoridos, pero el penetrante grito del fomor me recuerda del peligro y la estupidez que sería intentar nada. Así que, reduzco mi ya ligero cuerpo para buscar la mayor protección, evitando ser detectado. Desde mi escondite vigilo estupefacto el ataque total de los fomor que han desembarcado contra otros fomor y perdiciones locales, que han salido ante el misterioso grito de la "mujer" de dos cabezas. Están atacando a los suyos!!! Me digo para mí extrañado... ¿Es esto lo que hace especial a este ejército? - Pienso a toda velocidad mientras recuerdo cómo han hecho un gesto al mokolé al pasar a modo de invitación para que se una a ellos... - Sin embargo, la corrupción también está presente en el cocodrilo, de un modo u otro... Pero los humanos... No los atacan!!! - Me debato entre salir de mi escondite y participar en la batalla o quedarme escondido y esperar acontecimientos; pero mi espíritu práctico pronto decide por mí y espero el final del combate antes de salir de mi escondite.

Aprovecho para vigilar a los fomor que componen el ejército, buscando alguna especie de líder entre ellos, y tratanto de detectar en ellos el toque del wyrm...