Partida Rol por web

Ardeen salió de clase en dirección al comedor.

Su flámatte había impactado y había dejado sin reaccionar a Noah, cumpliendo su objetivo. Solo esperaba Ithan que Noah hubiera aprendido la lección. Por que por la parte de Noah, el daño ya estaba hecho, demostrando que había sido un cobarde, cosa que no esperaba de él. Un gesto de aquel aspecto a alguien de la casa de Godric Gryffindor.

Había decepcionado a Ithan.

Bajo la varita mirando a Noah. Estuvo durante unos segundos quieto, esperando una respuesta que no llegó, y se mantuvo alerta por si acaso, pero supuso que había captado el mensaje, ya que no hizo nada más. Quiso el rubio pensar que había sido por eso, y no por miedo. Por que entonces, lo que Ithan hubiera sentido por Noah habría sido algo más que decepción.

En aquel momento entro Arnold. Ithan esperaba que el pelirrojo estuviera en el campo de Quidditch, pero estaba allí, en la puerta mirando que estaba sucediendo, varita en mano. El Rubio levantó la mano hacia su compañero, indicandole que todo estaba bien, y negó con la cabeza, más serio de lo habitual. - Todo bien, Arnold. No te preocupes. Ahora te explicaré en el campo de Quidditch. - Le indicó, mirandolo de reojo. Asintió con la cabeza, prefería explicarselo más tranquilamente, en un lugar apartado, y no allí, donde aun estaba su prima tendida en el suelo.

Su prima.

Ithan sintió la mano de Linc, así como sus palabras invitandolo a salir, pero el chaval negó con la cabeza y caminó en dirección contraria al Slytherin. - Ahora voy, espera. - Le pidió, caminando hasta el grupo de tres Gryffindor y el Slytherin. Justo en aquel momento, Joey empujó a Cassius, e Ithan se tuvo que hacer a un lado para no chocar ocn el Gryffindor. No le dio importancia alguna a ninguno de los chicos de segundo. Toda su atención estaba con Diana. - Di. Di... ¿Estas bien? Estas sangrando... Espera que te ayudo a levantarte...  - Y colaboró con Joey, cogiendo a Diana del otro brazo y levantandola del suelo, para luego dar un par de golpes a la túnica de su prima como si intentara limpairla.

Miró a Cassius con cierta rabia, hasta que Joey comenzó a llevarse a Diana a la enfermería. Fue a decirle algo más, pero Ithan sospechaba y creía que Joey iba detrás de Diana, y el chico de segundo le caía bien, así que decidió que lo mejor era dejarlos a solas. - Nos veremos después... - Dijo, con total preocupación, dandole un pequeño apretón en la mano de su prima y dejandole un beso. Dejó que marchara con cierto gesto preocupado.

Pasó junto a Arnold, dandole una palmada en el hombro. - Gracias tío. Nos vemos ahora en el campo. - Le susurró cuando pasó junto a él y acto seguido, salió al pasillo al encuentro de Linc.

Ithan salió al pasillo, colocandose junto a Linc, mirando hacia la clase una última vez. Se cruzó de brazos, y tal como hiciera el Slytherin, mantuvo la varita entre sus dedos. Noah había atacado una vez por la espalda, y tenía claro que posiblemente lo hiciera una segunda vez si le surgía la oportunidad. Así que con un ojo aun puesto en la puerta de la clase, escuchó la pregunta de Linc.

Lo cierto era que, con todo aquello, se le había olvidado de que estaban hablando, así que se calló unos segundos, arrugando ligeramente el entrecejo, en un gesto que siempre tomaba cuando estaba pensando en algo. Tardó unos segundos en responder- - Ah, si. - Dijo, de repente.

- Que no todos los Gryffindor no somos gilipoyas. - Soltó por su boca. Estaba claro que estaba bastante enfadado con lo que acababa de suceder. - No, no era eso, perdón. Era que... - Volvió a arrugar el entrecejo, meditando en lo que iba a decir. - Asterope tiene claro a que casa pertenece. Te lo aseguro. Así que da igual que hable o haga cosas con gente de otras casas... quizás no todos sean gilipoyas. - Se encogió de hombros.

- ¿Por que no vas a hablar con Asterope? Estoy seguro que ella quiere hacer las paces contigo.... y... tu estas preocupado por ella. - Miró hacia el pasillo, con una pequeña sonrisa. La primera que dejó ver desde la pelea con Noah. Estaba diciendole en pocas palabras que fuera a ver a Asterope.

Linc sonrió interiormente al escuchar hablar a Ithan sobre los Gryffindor, estaba claro que el enfado con Noah le duraba aún, Linc había aprendido a controlar su enfado en casa mediante jugarretas o tomaduras de pelo a su guardaespaldas Adolf, pero ahora no estaba ahí, así que igual que su amigo, le hervía la sangre por meter la varita en la boca de Noah y gritar "Crucio", pero no iba a decirlo en voz alta, e intentaba sacarselo de la cabeza una y otra vez.

Finalmente Ithan decidió empezar a hablar de Asterope y su problema "No todos son Ithan, pero lógicamente no son Noah tampoco... yo los odio a muerte, pero odio mas perder a Asterope... osea a su amistad... ya me entiendo, sí, que Aste me... pero su... ¿Porque me estoy liando hasta en mis pensamientos?" Linc se puso un poco nervioso en su cabeza y solo escuchó la parte final, la de que fuera a verla "¡La nota! Mierda, con lo de Noah se me ha olvidado completamente... Aste debe estar en el Lago..." -Tienes razón- Dijo sin mas mientras buscaba el papel en la túnica, lo sacó rápidamente mientras se colocaba la mochila en el hombro y empezaba a correr -Nos vemos Ithan, gra... ¡Nos vemos!- Linc por poco daba las gracias a alguien, pero no, hoy no iba a ser ese día.

Por el pasillo se podía ver como Linc cogía la mochila a toda prisa y salía corriendo despidiéndose de Ithan, lo que pasara en esa clase ya no era asunto suyo, le supo mal dejar a Cassius solo, pero era el único que se había podido defender en la anterior clase, y era un Slytherin, es decir, era superior a todos los demás, o eso creía Lincoln.

- Sin duda, vosotras no teneís culpa de nada. - Dio la razón a Elisabeth -Algo que no solía pasar- ya que ellas no tenían la culpa de que un majadero como Joey, con ganas de tocar la moral estuviera en su casa, y que por protegerlo Diana fuera quien se llevara los golpes.

Ignoró a Joey, cuando hizo la primera pregunta. Sacó su propio pañuelo de uno de los bolsillos interiores, con las iniciales C.J. bordados en ella, y se lo ofreció a Diana cuando la vio sangrar. No, ella era amiga suya, y aunque le había decepcionado que se pusiera en medio para defender a un patán de tal calibre, no la iba a dejar sangrando como estaba- No al menos, hasta que Joey le empujó. Cassius decidió no ceder terreno, devolviendo el empujón a Joey, para dejarle claro que estaba entrando en un terreno muy peligroso. Si lo volvía a tocar, sería la última vez que Joey vería su mano anexada a su muñeca. 

Levantó el mentón, en un gesto orgulloso cuando Joey lo volvió a insultar. - ¿Mira lo que he hecho? Sí. He dejado en evidencia tu incompetencia. Tus amigos pagan por que tu no estas a la altura. Me das pena... Quizás algún día, tengas lo que hay que tener para afrontar los golpes por ti mismo... y no delegar. - Acabó por sonreirle, soltando una carcajada, cuando el chico de Gryffindor, el rubio de primero, lo miró con cara de pocos amigos. A este también le sonrió, y negó con la cabeza.

No guardó la varita. Sabía que en cualquier momento, podrían saltar algo más que chispas y estuvo atento a lo que hacía Joey. No dijo nada más, cuando Joey comenzó a llevar a Diana hacia fuera. Negó con la cabeza. Solo vales para acompañar hasta la enfermería... camino que te sabes muy bien. Y tras dedicar una mirada tanto a Joey como a Ithan, miró a Noah, soltando una carcajada, para luego marcharse de allí junto a Morphoen dirección a la sala común.

Ithan bajó la mirada, siguiendo las manos de Linc mientras buscaban algo. ¿Qué hace, qué busca? ¿Una nota? ¿Qué pondrá? retrocedió un paso, mientras Linc recogía su mochila y echaba a correr. Claro que tengo razón...  Pensó, y lo seguía con la mirada pasillo adelante, con los brazos cruzados. Se alegró de pensar que, quizás, había esperanza para esos dos. Y recordó que él llegaba tarde a su cita en el campo de Quidditch, así que hizo lo propio, cogiendo la mochila y echandosela al hombro, para echar andar en dirección contraria a la que Linc se había marchado.

De nada, Linc.

Ithan siguió con la mirada a Linc mientras este recogía la mochila y echaba a correr. Ithan sonrió, satisfecho con aquella conversación, y tomó su mochila, echandosela al hombro. Guardó su varita, y comenzó a caminar en dirección contraria a la que el Slytherin había marchado. Él se marchaba al Campo de Quidditch.

Joey ignoró todas las provocaciones de Cassius desde el momento en que vió que su compañera sangraba. Ni siquiera una mirada hasta que se encaminaba con Diana fuera de clase. Entonces si. Esto no ha terminado aquí, desgraciado.

-Gracias, Ithan. Llegó a decir cuando su compañero de primero le echó una mano para sacar a Diana de la clase.

Entonces hablando con tranquilidad, guardándose toda la ira y la furia que sentía en aquel momento, sonrió a Diana:

-No te preocupes, preciosa. En enfermería te mirarán y seguro que estamos comiendo en diez minutos. Yo... lo siento. No tenías que haberte metido en medio. Aunque te lo agradezco, no debiste hacerlo. Lo lamento...de verdad.

-Mantén la cabeza hacia arriba. Dice mi padre que así no te cae tanta sangre. Yo te ayudo. No te preocupes. Cuidado...un escalón. Frenó y ayudó a Diana a bajar el escalón. Un segundo después desaparecían de la sala.

- ¡¡Ettamálf!! - digo protegiéndome perfectamente sin ningún esfuerzo de los ataques de Ithan y Linc.

- ¿Donde creeís que vais sucias ratas cobardes? - pregunto alzando la varita y apuntando a ambos. Esto no ha acabado.

- ¡¡¡FLÁMATTE!!! - digo dos veces antes de que atraviesen la puerta de la clase.

Si el hechizo les alcanza dentro o fuera de la clase me es igual pero esos dos van a saber con quién se están jugando los cuartos.

Todo aquello estaba muy bien, pero cuando Noah atacó, Ithan ya estaba saliendo pasillo adelante. Así que aquel espectáculo de luces (por el Flámatte) y de sonido (por los gritos de Noah) quedaron a su espalda sin más.... bastante por detrás de él.

Ni siquiera se dio cuenta que Noah lo había atacado.

Diana, con tanto pañuelo sobre la nariz... que ella supiera llevaba en sus fosas nasales su propio pañuelo, el de Casiuss y el de Joey... no se daba cuenta ni donde estaba ni que hacía. Cuando escuchó que Cassius se iba se despidió de él con la mano sin llegar a poder mirarlo porque además de las capas de pañuelos la habían obligado a levantar la cabeza hacia arriba.

- Adios Cass... y perdoname a mí por asustarte, luego te devuelvo el pañuelo cuando lo limpie- esperaba que su amigo de Slytering no se hubiera enfadado con ella también, le tenía mucho aprecio y no le gustó que ni él ni Joey se hubieran enfadado por su culpa, se dijo a sí misma que en cuanto le recomponieran la nariz haría algo e iría a ver a Cass.

- Joey... gracias... uy... perdona- le dijo cuando pisó a su compañero sin querer- es que de tener la cabeza para arriba no se ni donde estoy- declaró aferrándose aún más al brazo que le ofrecía su amigo

Arnold escucho la breve respuesta de Ithan, extrañado, mirándolo a el un segundo, después a Noah y a Linc, manteniendo alzada unos segundos la varita, aun sin apuntar a nadie en particular. –Bien, si tu lo dices…luego me cuentas.- Dijo, sin mirar a Ithan, manteniendo la mirada en aquellos dos, bajando ahora poco a poco la varita.

Se quedo un momento en el sitio, apartando la mirada y volviéndose hacia Cassius, Joey y la sangrante Diana, -Se han vuelto todos locos, no queda otra…-Pensaba el pelirrojo, sin dejar de mirar a su alrededor, completamente extrañado. Fue de nuevo Ithan el que lo saco de su ensimismamiento al tocarle el hombro y agradecerle con aquel susurro. –vale, nos vemos ahora colega.- Contesto, siguiendo al rubio con la mirada hasta que lo vio salir de clase, seguido de Linc.

Se encogió de hombros, respiro hondo y se dispuso a salir de la clase, cuando Noah se puso a gritar algo parecido a “sucias ratas cobardes”, la verdad, que no lo entendió bien, ya que tras eso se puso a lanzar conjuros hacia la pared del pasillo, a través de la puerta abierta de la clase. Aquello sobresalto a Arnold, que dio un brinco hacia un lado, alzando la varita hacia Noah, pero sin atacar. –Tío! Te has vuelto loco?- Exclamo, a voz en grito, mirando a los ojos a Noah. –Relájate, eh? Que te han hecho las paredes?! Estas loco, loco te digo…- Iba diciendo, mientras salía de la clase, andando de lado, sin apartar la varita de la dirección en la que se encontraba Noah. –La gente esta fatal…- se le escucho decir, mientras desaparecía por el pasillo.

Observo como Joey sale ayudando a Diana y salgo tras ellos.

- Diana, ¿estás bien? - le pregunto ayudando a Joey a llevarla a la enfermería.

El profesor Longbottom no estaba en el aula cuando llegaron los alumnos. Todos se fueron sentando por si acaso aquella clase fuera teórica. Algunos incluso sacaron los libros y todo. Y en vista de que no aparecía comenzaron a hablar.

De pronto el profesor llegó allí cargando con un desvencijado maletín que colocó en la mesa. Hoy Longbottom estaba muy desaliñado, parecía cansado y agotado.

Buenas tardes, dijo. La lección de hoy será práctica. Solo necesitaréis vuestras varitas mágicas y una gran fuerza de voluntad.

Bien, dijo el profesor cuando todo el mundo estuvo listo. Si tenéis la amabilidad de poneros en pie.

Desconcertados pero con interés, los alumnos se pusieron en pie y entonces Longbottom se fue hacia el fondo de la sala, donde había una cortinilla que escondía algo. Nadie se había percatado de ello hasta que no se acercó.

Fijaos. Dijo descorriéndola. Tras ella no había más que un viejo armario en el que los profesores guardaban las togas y túnicas de repuesto. Cuando Neville se acercó, el armario tembló de repente, golpeando la pared.

No hay por qué preocuparse. Dijo con tranquilidad el profesor Longbottom cuando algunos de los alumnos se echaron hacia atrás, alarmados. Hay un boggart ahí dentro.

Casi todos los que sabían qué era eso pensaban que era algo preocupante. A los boggarts les gustab los lugares oscuros y cerrados, prosiguió, los roperos, los huecos debajo de las camas, el armario de debajo del fregadero... En una ocasión un profesor mío me contó que se había metido en un reloj de pared. Desde lo que pasó ayer, quiero que estéis preparados para enfrentaros a vuestro peor miedo. Y creo que empezar con un boggart es lo mejor.

Para quien no lo sepa, un boggart es un ser que cambia de forma, pero no lo hace hasta que no se encuentra con una persona en frente suya. Pero en cuanto lo dejemos salir, se convertirá de inmediato en lo que temamos. Esto significa, decidió proseguir sin hacer caso a las preocupaciones de los alumnos, que ya antes de empezar tenemos una enorme ventaja sobre el boggart, porque como somos tantos, no sabrá que forma tomar. Por eso, cuando os enfrenteis a vuestro peor miedo, siempre es mejor hacerlo con buena compañía. Dijo a modo de lección.

Lo que sirve para vencer a un boggart es la risa, pero requiere de cierta fueza mental. Hay boggarts especialmente peligrosos, a los que no es tan fácil sobreponerse, pero éste es uno pequeño, así que no os tendría que costar demasiado. Dijo confiado. Para reíros de él, debéis de obligarle a tomar una forma que os resulte cómica.

¡Repetid conmigo Riddíkulo!

Bien, cuando estéis preparados, nos echaremos al fondo de la sala, y uno a uno irá enfrentándose solo al boggart. Si alguien necesita ayuda, no os preocupéis, porque ya me encargaré yo de quitároslo de en medio.

¡Adelante! Dijo animándoles a todos.

Tenían clase de DCAM con los tejones. Normalmente era una alegría para Perry pues los alumnos con los que mejor se llevaba estaban en esa casa. Sin embargo, hoy era un día peculiar. Por una parte estaba el asunto de las mascotas asesinadas. Le incomodaba tener que dar el pésame a sus conocidos. No sabía actuar en esas situaciones, sobre todo cuando él no tenía ninguna pena, pues su gato estaba en perfectas condiciones. Por otra parte, ni Selena, ni Colin, ni Gwendlyn estarían con él. Todos se habían marchado de Howarts por distintas razones. Sabía que ellos no tenían la culpa pero le parecía una actitud muy cobarde. Esta vez cogió sitio de otros alumnos Raven con los que no había hecho demasiadas migas, no por nada, simplemente por no haber coincidido mucho con ellos.

- Hola chicos.

Hablando de coraje hoy la clase parecía ir, precisamente, sobre eso. Perry observó al profesor con atención. ¿Cuál sería la forma que adquiriría el Boggart cuando se le pusiera de frente?

¿Cuál es mi mayor miedo?- Perry no pensaba que fuera muy miedoso. Había pasado angustia cuando su hermano se accidentó el verano pasado. Se consideraba a sí mismo un chico valiente. Tanto era así que salió el primero a enfrentarse al boggart. Sabía lo que era y no consideraba que fuera un reto demasiado elevado. Si lo hacía bien quizás impresionara a sus compañeros y se ganara unos puntos para la casa. Miró alrededor para ver si veía a Mircea o a Daphne.

- Yo mismo Profesor, seré el primero.- Le dijo con algo de frialdad. Neville Longbotton le había caído bien hasta que su hermano le contó que les había descubierto delante de todos. Perry no había contado que era nieto del famoso Harry Potter. No quería que se lo recordaran constantemente. El era Perry Ward, no el nieto del niño que sobrevivió. Cuando el armario se abrió, la figura que fue tomando forma sorprendió a Perry como si le hubieran echado un cubo de agua helada por encima. Delante de él estaba su abuelo, Harry Potter, montando en una impresionante escoba. En una mano portaba la Copa de los Tres Magos, que su abuelo había ganado cuando estuvo en Howarts. Con la otra mano sujetaba la escoba y, en la boca, mordía sonriente, la snitch dorada. ¿Cuántas veces había oído la historia sobre cómo su abuelo había ganado la copa de casas al atrapar la snitch dorada con la boca? Sin tener en cuenta la historia sobre que había sido el mago más joven en ganar la Copa de los Tres Magos.

- Pero...-La duda hizo que el miedo se apoderara de Perry. Se esperaba una bestia horrorosa, el hombre del saco, un troll o algo así. Ahí estaba su abuelo, de joven, siempre exitoso en todo lo que se proponía. El niño que sobrevivió. Sin embargo logró combatir la sensación de vértigo provocada por la abrumadora presencia del mismo Harry Potter y decirse a sí mismo que era un boggart. Levantó la varita y ejecutó el hechizo.-¡Riddíkulo!

Un alarido helador se escuchó en la sala y la transformación del boggart comenzó. La escoba pasó a ser una muleta, la copa de los Tres Magos una copa de vino, y la snitch dorada la dentadura postiza del viejo en el que se había convertido su abuelo. Tal como él lo había conocido.

-JAJAJAJA.- Rió Perry, haciendo que el boggart volviera al armario. Después se quedó allí, delante de Longbotton y rodeado por los alumnos. Un rubor comenzó a colorear las mejillas de Perry. ¿Su miedo era no estar a la altura de su abuelo? Había tenido que humillarlo delante de todos y sintió vergüenza. Se escondió al amparo de sus compañeros mientras guardaba la varita. 

Sara llegó a clase, pero no vio ni a Daphne ni a Mircea. Supuso que seguirían juntos por el colegio, hablando de sus cosas. La muchacha se juntó con el resto de alumnos que estaban allí, y esperó impaciente a que llegara el profesor.

Cuando llegó Longbottom y explicó la clase, Sara tragó saliva. Nerviosa, muy nerviosa, se puso a pensar qué le daba más miedo en el mundo. Rápidamente, en su cabeza apareció la imagen de un diablo con cuernos y diabólico. Eso hizo que la muchacha sufriera un escalofrío. Pero la imagen del diablo desapareció en un golpe de humo y, de pronto, una tormenta eléctrica se le vino a la mente. ¡Oh, una tormenta es peor que el diablo! pensó, totalmente agobiada. ¿Qué podía hacer para que fuera ridículo? Pero no tenía tiempo de pensar, era su momento.

Allá voy... dijo, caminando. Temblorosa, alzó la varita y apuntó al armario. La puerta se abrió lentamente. Sara entrecerró los ojos, esperando cegarse con un rayo... Pero abrió los ojos al mismo tiempo que la boca.

Un hombre y una mujer, cogidos de la mano, salieron del armario. Sus rostros no estaban totalmente definidos, pero se les notaba enfadados. Ambos señalaron a la muchacha con el dedo

Hicimos bien en abandonarte. ¡No te queríamos y no te queremos! Sara, fuiste una mala hija...

La muchacha no escuchó más palabras. No había pensado en ellos desde hacía demasiado tiempo, desde que asumió que nadie la iba a querer. Tras los que se suponía que eran sus padres, aparecieron sus primeros padres de acogida y volvió a escuchar cómo la decían que no podían hacerse cargo de ella. Tras ellos, aparecieron los demás. Sara no podía más, quería salir corriendo de la clase, quería esconderse y olvidar esos momentos... Y volvieron a aparecer los que eran sus padres. La muchacha, ya enfadada, les apuntó con la varita.

¡Riddíkulo! gritó. La mujer se tropezó con su vestido y en su caída, arrastró al hombre, que rodaron por el suelo hasta llegar al armario.

Nada más llegar vi que entre los alumnos que ya había en el aula, se encontraba un Ravenclaw. Dejé escapar un pequeño suspiro al ver que no compartía clase con Nick y Dariel. Seguro que los muy capullos se lo están pasando pipa.

- Holaaaa -saludé a Sara, y al otro chico de Ravenclaw.

Tomé asiento y saqué el libro, hecho que resultó ser inútil tal y como dijo el profesor al poco de llegar. Que fuese una clase práctica me gustaba, mucho. Pero podía haber avisado, para por lo menos no tener que cargar con el libro. Me fijé entonces en las pintas que llevaba aquel día el profesor Longbottom y comprendí que parecía que no había tenido tiempo casi ni para sí mismo.

Cuando el profesor hubo terminado de explicar en lo que consistía la clase, tuve que reconocerme a mi misma que me daba bastante pavor. Me podía hacer una idea de lo que allí podía salir, y ninguna de las opciones me gustaba lo más mínimo. El hecho de que mis compañeros seguramente estuviesen pasando por la misma situación, ni siquiera me consolaba.

Cuando llegó mi turno, me acerqué al armario, nerviosa y con la varita preparada.

Tan pronto estuve lo suficientemente cerca, el armario se abrió y de él salió un remolino oscuro que rápidamente se transformó en Dariel. Me había visto, y se acercaba a mi con cara de terror, parecía querer advertirme de algo. Alzó la mano intentando cogerme o apartarme cuando, de repente, una sombra apareció detrás de él. Tras un gesto rápido, Dariel se encontraba tirado en el suelo, con numerosas cortes por todo su cuerpo, rodeándolo de sangre.

He de reconocer que durante un momento, me quedé completamente paralizada y casi sin saber qué hacer, pero entonces me di cuenta de que aquello no era real, porque de serlo, sabría si algo malo le estaba pasando a mi hermano, y no era el caso. No había notado nada. Solo era aquel estúpido boggart.

Tragué saliva, y aunque la escena se me hacía difícil de observar, me armé de valor y le apunté con la varita.

- ¡Riddíkulo!

Y la escena cambió. La sombra que se cernía sobre Dariel no era otro que Nick, que se estaba descojonando apuntando a mi hermano, este, había pisado una cáscara de plátano que el primero había tirado y había resbalado, cayendo de culo sobre una mierda de un animal lo suficiente grande como para considerarlo terriblemente asqueroso. No se había hecho daño, ni un rasguño siquiera, porque rápidamente salió corriendo detrás de Nick intentando cogerle para meterle la cabeza en la boñiga del animal.

Una sonora carcajada salió desde lo más hondo de mi garganta, y es que a pesar de ser todo cosa de mi mente, sabía que aquella situación podía darse en la realidad, aunque seguramente con los roles cambiados.

Al entrar en el aula saludó a Perry, al que encontró más solo que de costumbre, ya que no estaban ninguno de los otros Ravenclaw que compartían con ellos las clases. Gwen y Selena estarían en el grupo de alumnos que volvieron a sus casas. No podía decir que le diera pena su partida, pues no había hablado nunca con ellas.

Por fin se encontró con Sara, después de haberla buscado durante la hora de la comida-. Sara, ¿qué tal? ¿No has ido a comer o es que te has marchado pronto? Yo he estado toda la mañana con Mircea... –El profesor Longbottom entró en clase-. Bueno, ya te cuento luego.

La clase de hoy prometía. Quizás habría sido más útil aprender a enfrentarse a sus miedos antes de todo lo que había ocurrido, pero más valía tarde que nunca. Daphe pensó bien en los suyos antes de enfrentares al boggart. Siempre había creído que a lo que más temía ella era a los chicos. Pero, fíjate, curiosidades de la vida; desde que llegó a este colegio había hablado con todo el mundo, fuera del sexo que fuera. Así que descartó esa idea, el boggart no iba a ponérselo tan fácil. Había muchas otras cosas que temía, pero todas ellas ya las había superado.

Luego meditó sus miedos más recientes y se dio cuenta de que, desde la noche anterior, temía horrores encontrarse cara a cara con la bestia responsable de la matanza. No obstante, no sabía qué clase de ser era y el boggart no podría transformarse en algo desconocido, ¿no? La presión no la dejaba concentrarse, así que cuando le llegó el turno no sabía a qué iba a enfrentarse.

Estaba delante del boggart cuando este se transformó en un chico de quinto curso. Alguna vez lo había visto, se llamaba Greg Dickens. Daphne se quedó confusa. ¿Desde cuándo tenía ella miedo a Greg? Entonces comenzó a hablar y a reírse-. Pffff... por favor, niña. ¿Qué haces tú en este colegio? ¿Te has visto bien? No levantas ni medio palmo del suelo. Tu lugar estaría mejor en una guardería, ¿no crees?

Comenzó a reírse, dejando a Daphne petrificada, y la figura de otro chico, uno de sexto cuyo nombre desconocía, lo sustituyó-. A ver, Medio Metro, tú no encajas aquí. El tamaño te delata, eres una debilucha - Daphne se sentía humillada y avergonzada. Sabía que era un boggart, pero era duro para una cría escuchar esas palabras. No obstante, lo peor estaba por llegar-. Aunque no nos extraña, con esos padres que tienes no esperábamos a nadie lo suficientemente fuerte. ¿Y te atreves a venir aquí con esa familia? ¿Te crees que no nos enteraríamos? –En el momento en que el boggart mencionó a sus padres, Daphne no aguantó más y levantó la varita.

- ¡Riddíkulo! –El muchacho comenzó a encogerse, como si se tratara del increíble hombre menguante, hasta quedarse en apenas cinco centímetros de altura. Seguía gritándole cosas, pero lo único que se escuchaba era un pitido agudo que solo provocó las risas de la niña. Suspiró aunque reconoció que le había costado. Nunca habría pensado en ese miedo: El temor a no ser aceptada. Creía que lo tenía superado, pero ese boggart le demostró lo contrario.

Sabía que no llegaba tarde, tan solo ajustado al tiempo; pero fue al entrar y ver que sus compañeras estaban y solo Perry de su casa que se planteó si la clase se habría retrasado a raíz de todo lo sucedido. Saludó a su amigo y dejó que las chicas hablaran de sus cosas, sentándose en una mesa y sacando el libro de clase de su sombrero. Revisó los conjuros que ya tenía aprendidos y volvió a releer los conjuros que aún no conocía y que tantas veces había repasado ya.

Al llegar el profesor y desvelar sobre lo que trataría la clase, Mircea tuvo miedo. Tenía miedo a varias cosas, aunque todo giraba sobre lo mismo: aquello que tenía encerrado en su cabeza. Su temor a hacer daño a sus amigos, a hacer algo que lamente, a no ser capaz de controlarlo, a que descubran como es de verdad... Y fue cuando le llegó el turno que lo que salió del armario fue una sombra negra que se transformó en una puerta de siete pies de altura, tachonada, con cerrojos y cadenas rodeándola. Mircea se quedó fijamente mirando aquella conjuración real de lo que veía en su cabeza y con la que tantas veces luchaba impidiendo que lo que había en su interior saliera.

Las hojas de la puerta tableteaban, forzando las cerraduras y dejando entrever una oscuridad más allá de la hendidura entre las batientes. Sus brazos empezaron a temblar, sabiendo lo que se escondía detrás de las hojas, temiendo lo que podría hacer si lo dejaba salir y sin embargo ansiándolo, queriendo sentir el poder, el deseo voraz del espíritu maligno que le habitaba.

Consiguió a duras penas apuntar con la varita. El eco que provenía de su cabeza, donde aquello que evitaba que saliera y había notado su debilidad tratando de escapar, impedía que consiguiera pensar en qué forma cómica darle a aquel boggart. Los candados se rompían, las cadenas se oxidaban hasta caer convertidas en polvo y justo antes de abrirse la puerta consiguió el rumano gritar: Riddíkulo

Lo que salió del armario fueron pololos, leotardos, vestidos de princesa y brujas, sombreros de ascot, todo desparramándose por el umbral. De entre el montón de ropa acumulado ahí dentro también rebulleron figuras que salieron corriendo: gatos, ratones, lagartijas e incluso una serpiente. De la barra de donde se supone debía colgar las perchas, se desengancharon unos murciélagos que también huyeron. Globos, tartas arrojadas, y multitud de regalos, un auténtico resumen de lo que componía la vida de sus hermanas. Mircea rio con un leve jeje antes de respirar hondo y alejarse.