Partida Rol por web

Daphne abrazó a Sara para reconfortarla

-no te preocupes, venga, me quedo contigo para que no te preocupes, vamos a cenar-tomó a su amiga de la manga de la túnica y se la llevó al Gran Comedor.

¿Y no vamos a impedírselo? Eso no está bien... protesté mientras miraba al suelo y negaba con la cabeza. Me deje arrastrar por Daphne hacia el Gran Comedor

En el camino hacia los sótanos, la crías lamentaron no haber comido más. Se notaban demasiado ligeras y seguro que las tripas les estarían gruñendo durante toda la clase. Al menos al no estar hinchadas, no se quedarían dormidas. Era su primera clase de DCAM y quería hacer un buen papel.

Volvían a coincidir con los Ravenclaw, así que al entrar fueron saludándolos, en especial a Byron que tan bien las había caído y tan pronto se había marchado de la clase anterior y a la única chica de esa casa, Willow la había llamado el crio repeinado con gafas.

Las pequeñas, que ya volvían a ir con el traje de la escuela y la túnica aburrida, se sentaron juntas y abrieron los libros de la asignatura.

Prestaron atención al profesor y leyeron con algo de prisa los pasajes dedicados al hechizo. Erzsébet se notaba más concienciada y creía que el conjuro era sencillo. Sin embargo a Orsolya, que parecía no estar aún recuperada del todo, le costaba algo más entenderlo y ponerlo en práctica. Cuando al fin ya habían agitado la varita las veces suficiente y repetido el hechizo en varias ocasiones, cerraron sus libros.

Alarmir Târgoviste, recitó Erzsébet. Alarmir Valahia, conjuró Orsolya.

Tras eso, se intercambiaron los libros y los abrieron por la mitad. Casi al instante notaron ambas una especie de cosquilleo en algún punto de su cerebro que fueron capaces de atribuir instantáneamente al Alarmir. Se miraron y se sonrieron.

Con prisa después de la cagada hecha por la mañana, Árpád se dirigió a la carrera a la sala de DCAM a la carrera. Antes de entrar se guardó en los bolsillos la pieza de fruta que tenía a medias, y otra que aún estaba entera. Se detuvo durante unos instantes en la puerta, respirando hondo para que no se le notara el sofoco por la carrera, y luego la empujó.

En silencio buscó un sitio libre lo más adelante posible: No podía permitirse quedar más atrasado. Al ver con quién compartía clase los miró durante unos instantes. Algunos le sonaban, pero en realidad sólo conocía a Byron, con quien había compartido vagón en el tren.

Cuando el profesor comenzó a hablar Árpád escuchó con atención todas sus palabras, y sólo cuando hubo terminado se decidió a intentarlo. Con cuidado se leyó la información del hechizo y luego cerró el libro. Al escuchar las palabras que utilizaban las gemelas una pequeña sonrisa se formó en su boca antes de atreverse a lanzar el hechizo.

- ¡Alarmir pálca! - Dijo entonces agitando la varita. Acto seguido lo miró con satisfacción. Parecía que las cosas empezaban a remontar.

La clase de hoy era útil según el profesor, aunque la verdad es que Matt se veía más tentado por los hechizos ofensivos o que hacían cosas más llamativas. Pero bueno, proteger las pertenencias de uno podría evitarle futuros sustos.

Al igual que el profesor, las hermanas y el otro chico de su casa hicieron hace un rato, Matt cogió uno de sus libros y le apuntó con su varita. Se quedó unos instantes para pensar la clave. No era muy bueno recordándolas así que dijo la que pensó sería más fácil de recordar en un futuro.

-Alarmir, contraseñauno- y su varita le respondió, señalándole que lo había hecho bien.

Miró a Maxwell y le mostró su libro.

-Si quieres demostrar que funciona... yo podría hacer lo mismo cuando tú hagas el tuyo.

Max siguió a sus compañeros por los pasillos, y descendió por las escaleras hasta el aula de DCAM, donde ya los esperaba el profesor, sentado cómodamente en un sofá. Si los profesores el viejo colegio hubieran tenido esas comodidades, quizás no hubieran sido la caterva de sacos de mierda que la mayoría eran.

Defensa contra las Artes Mágicas era, precisamente, la única asignatura de la que Maxwell había aprendido algo por su cuenta, antes de empezar el curso. Enterarse de lo que algunos magos eran capaces de hacer, y saber que iba a estar rodeado de alumnos mayores capaces de hacérselo a él, era una perspectiva aterradora. Así que había rebuscado entre las librerías del viejo hasta encontrar libros sobre el tema, y había leído sin entender prácticamente nada.

Pero la lectura no fue inútil. El manual de la asignatura era básico en comparación con los galimatías que tenía en la cabeza, y comprender el primer conjuro resultó una tarea de lo más simple.

—Alarmir Bollocks —dijo, mientras tocaba el libro con la punta de la varita.

Intercambió el libro con el de Matthew, que le tendía el suyo. Había escuchado la contraseña del otro chico, pero el ejercicio consistía en comprobar cómo avisaba el conjuro cuando no se conocía, así que lo abrió sin decir una palabra.

Cuando Willow llegó a clase durante un breve instante y como siempre le ocurría, se quedó boquiabierta. Le encantaba ver cómo los profesores hacían gala de hechizos vistosos cuando llegaban al aula. Se preguntó a si misma si eso sería lo normal o si simplemente lo hacían para impresionarlos.

Antes de tomar asiento contestó a algo que había dicho Helios según abandonaban el Gran Comedor.

- Yo posiblemente lo devolvería. Quizás así aprendiesen... -Susurró cerca de él justo antes de dirigirse a lo que sería su asiento.

Dejó la mochila en el suelo y sacó la varita.

- Alarmir Augurey. -Y tocó el libro con la varita. Luego lo dejó ahí, esperando que Helios (porque suponía que él sería su compañero) tomase asiento también y lo mirase.

Entro en la sala de clase saludando a mis compañeros de Huffle con un gesto de mano para evitar interrumpir la clase. Me siento junto a Willow, Edward y William, como siempre, y escucho atentamente.

Saco la varita y toco el libro.

-Alarmir Pyros.-Digo lanzando el conjuro.Acto seguido lo intercambio con Willow, abro el libro y siento como ella también lo hace. 

Al entrar en clase lo hago bastante más animado a como abandoné la de duelo, aunque sigo preocupado ante la idea de que esta clase se convierta en otra de esas en las que había que hacer conjuros perjudiciales en tus compañeros.

— Hola, buenas tardes — Saludo a todos los presentes, como la mayoría se marcharon bastante rápido de la última clase opto por presentarme levemente — Me llamo Edward y perdón por haberme presentado antes cuando os ibais todos.

Dicho eso camino junto a mis amigos con los que he llegado, Helios, William y Willow, hasta sentarme en lel primer sitio en que cabemos los cuatro.

— Este profesor parece más normal — Comento en un susurro a mis compañeros, haciendo una clara referencia a las excentricidades que hemos visto hasta ahora.

La clase comienza y para mi alivio comentan cosas relacionadas con protegerse, no con hacer daño a otros, esta clase sí me parece útil y con sentido, sigo pensando que no tiene sentido enseñar a un niño a congelar a sus compañeros, pero no tengo nada en contra de que nos enseñen a evitar ser congelados.

Con el libro ya en la mesa sostengo la varita y me quedo mirándolo unos segundos planteándome una serie de preguntas que decido formular después.

— Alarmir libro — Digo apuntando al libro de esta clase mientras imito el movimiento que hace el profesor. La idea de poner una contraseña complicada no me llama la atención, no tengo ningún interés en que si alguien toca mi libro me llegue una alerta mental, ni quiero hacer una contraseña super complicada de momento.

— Ten — Le digo a William al tiempo que le tiendo el libro, cuando lo toca siento lo que ha dicho el profesor.

— Disculpe, profesor, soy Edward Ward, alumno de Ravenclaw. — Me presento, debe tener muchos alumnos nuevos y es mejor decirle nuestro nombre para que se pueda referir a nosotros — Tengo unas cuantas dudas, la primera es si podemos cancelar nuestro propio hechizo. Quiero decir, ahora mismo si alguien toca mi libro y no dice «libro», voy a tener esta sensación, pero si me dejase de interesar enterarme de cuando alguien que no sepa la palabra lo toca, ¿podría hacerlo? — Formulo con un tono alto para que se me oiga en toda la clase — También, ¿qué ocurre si dos magos hacen este conjuro en un mismo objeto y un tercero lo toca? ¿Y si un mago lo hace dos veces? — Añado a mi lista de dudas. — Y por último, ¿sirve el conjuro si quien toca el objeto lo hace a través de otro? Me refiero, si me pongo guantes o uso unas pinzas, ¿podría tocar todos los objetos? — Dejo la pregunta en el aire durante unos segundos y decido preguntar lo primero que he pensado al empezar la clase — Y disculpe, pero ¿cómo ha dicho que se llamaba usted? — Digo totalmente consciente de que no se ha presentado, aunque tampoco quiero puntualizar ese hecho sino saber cómo referirme a él, no quiero tener que llamarlo «profesor» eternamente.

Nada más terminar de formular todas mis preguntas caigo en la cuenta de que posiblemente el profesor se toma a mal que haya hecho tantas preguntas y nos quite puntos, pero no quiero quedarme con dudas.

Byron llegó a clase demasiado puntual para su gusto. Se paró justo delante de la puerta antes de tragar de golpe y entrar en clase. Se sentó, como ya iba sieno costumbre, al lado de Christopher, sin embargo, cuando Arpad apareció por la clase le sonrió y le invitó a sentarse cerca.

Byron se centró en las explicaciones del profesor para después repetir el conjuro.

- Alarmir contraseña! - repitió concentrado. Tenía confianza en la ejecución de ese conjuro, una confianza que le permitió ejecutar el conjuro con sencillez y comodidad.

Tras esto, intercambió los libros con sus compañeros para descubrir que, cuando los demás tocaban la contraseña, veía una imagen mental de su libro. O esa era, al menos, la sensación que todo aquello le dejaba.

Christopher llegó y se sentó junto a Byron. De momento era con el que mejor se llevaba de la casa, aunque tampoco tenían mucha conversación, pero eso le daba igual.

Atendió a la explicación del profesor y sacó su libro junto a la varita. Se remangó y dijo Alarmir tonterias

Se quedó con la curiosidad. ¿Habría funcionado el hechizo?

Toma Byron, ábrelo. ¡Pero no digas la palabra! A ver qué se siente

Entro en la clase con algo de prisas y me siento. Escucho la explicación y miro a mis compañeros. Cojo el libro distraídamente y escucho las preguntas de Ed.

A la tercera me doy cuenta de que no puedo seguir su línea de pensamiento tan rápidamente así que me pongo a lo mío. Apunto mi libro con la varita y pronuncio el conjuro:

- Alarmir Essex. - Digo y arrastro el libro hacia Ed con la varita para ver si ha funcionado.

Neil llegó a paso ligero al Aula de Defensa Contra las Artes Oscuras. Estaba en un lugar un tanto escondido. Sintió un leve escalofrío cuando bajó a las mazmorras, aquel lugar no era ni de lejos tan cálido y acogedor como los sótanos donde se afincaban los tejones.

Esto explica el comportamiento de las culebrillas, como no van a estar de mal humor siempre con esta humedad... pensaba cuando llegó a la clase.

Divisó a sus compañeros de clase, volvían a estar con los Ravenclaw, eso le animó un poco más. Ya sin pañuelo en la mano y bastante mejor de su resfriado corrió a sentarse con sus compañeros de casa, se sentó junto a Árpád, que había perdido la clase de por la mañana y parecía estar dispuesto a compensarlo en la de por la tarde.

Neil sacó el libro de Weasley y lo abrió por la pagina correspondiente. Estaba más seguro de si mismo consultando y leyendo libros, pero tenía que reconocer que la clase de duelo de aquella mañana había sido muy animada y didáctica sin necesidad de estar sobre un libro durante toda la clase.

El libro que el profesor Longbottom les estaba enseñando resultaba muy muy práctico. Al minuto siguiente de ver sus efectos, sin saber aún si conseguiría realizar el hechizo, Neil ya le estaba encontrando miles de aplicaciones. Aunque estaba claro que si alumnos de primero eran capaces de hacerlo significaba que tampoco sería muy difícil de romper.

Neil leyó rápidamente las instrucciones, en aquel tiempo ya había aprendido a seleccionar rápidamente la información imprescindible para realizar un conjuro a partir de lo que ponía el libro, sin dudo, lo más importante era ver al profesor haciéndolo. Neil memorizó su movimiento y el tono del conjuro.

Justo cuando iba a hacer el conjuro, el chico de Ravenclaw, Edward, formuló un montón de preguntas que dejaron el cerebro de Neil algo confundido. Compartió una mirada cómplice con sus compañeros de casa y sonrío a los cuervos. Aquellos si que eran buena gente, no como los Slytherin. Sonrío a Edward y se dispuso a hacer el hechizo.

Neil carraspeó un poco y dijo

Alarmir eñe sonrió un poco al reconocer que aquella palabra era muy díficil de repetir para alguien de habla no hispaña, ya que requería una capacidad bucal que no todos los caucáiscos tenían.

Intercambió el libro con Árpád, que se sentaba a su lado, abrió el que él le daba y, le dió el suyo a a él. Neil notó al instante como cuando el chico lo cogía en un pequeño rincón de su cabeza aparecía una especie de señal luminosa que decía ¡Cuidado! ¡Libro! Y una imagen del libro que acaba de hechizar parpadeante.

¡Vaya esto es genial, chicos! Les dijo a todos en general.

El profesor Longbottom parecía sonreír de felicidad al ver como todos y cada uno de los alumnos se habían presentado en aquella clase, y eso fue un detalle que no se le escapó. Me alegro mucho de veros todos aquí. Creo que llevaba mucho tiempo sin ver una clase al completo. Eso quiere decir que este año, los tejones y los águilas prometen mucho. ¡Me alegra saberlo! Después escuchó atentamente las dudas presentadas por el Sr.Ward.

- Tengo unas cuantas dudas, la primera es si podemos cancelar nuestro propio hechizo. Quiero decir, ahora mismo si alguien toca mi libro y no dice «libro», voy a tener esta sensación, pero si me dejase de interesar enterarme de cuando alguien que no sepa la palabra lo toca, ¿podría hacerlo? — Formulo con un tono alto para que se me oiga en toda la clase

Ains... dijo con una sonrisa, igualito, igualito que tu hermano, siempre planteando dudas. ¡Así me gusta! ¡Se nota que eres un Ravenclaw, siempre con una mente despierta!

El conjuro es cancelado en el mismo momento en que alguien lo toca, independientemente de si eres tú u otro. El conjuro no protege, simplemente te alerta de que alguien está usando el objeto en cuestión. Cuando tú mismo lo vuelvas a tocar, el conjuro se desvanecerá.

— También, ¿qué ocurre si dos magos hacen este conjuro en un mismo objeto y un tercero lo toca? ¿Y si un mago lo hace dos veces? — Añado a mi lista de dudas.

- Pues que ambos magos notarían que el tercero mago lo está tocando. Y si un mago lo hace dos veces, da igual, puesto que la segunda vez anularía a la primera.

— Y por último, ¿sirve el conjuro si quien toca el objeto lo hace a través de otro? Me refiero, si me pongo guantes o uso unas pinzas, ¿podría tocar todos los objetos? — Dejo la pregunta en el aire durante unos segundos y decido preguntar lo primero que he pensado al empezar la clase

Querido, la magia no es como los aparatos muggles, la magia no distingue de objetos, ni protecciones, por mucho que alguien se protegiese con objetos, la sensación sería la misma, aunque quizá si los guantes estuviesen hechizados con algún conjuro anti conjuros, entonces, nadie se enteraría de que lo están tocando.

— Y disculpe, pero ¿cómo ha dicho que se llamaba usted? — Digo totalmente consciente de que no se ha presentado, aunque tampoco quiero puntualizar ese hecho sino saber cómo referirme a él, no quiero tener que llamarlo «profesor» eternamente.

- ¡Oh, vaya! Aquello sí que le dejó realmente sorprendido. ¿Cómo es posible que el nieto de Harry Potter no sea capaz de reconocer a un antiguo amigo suyo? ¿Acaso tus abuelos no te hablaron de mi? No me presenté porque creía que ya me habíais reconocido en el Gran Comedor. Mi nombre es Neville, Neville Longbottom, maestro de la casa de Gryffindor y profesor de Defensa contra las Artes Mágicas. Disculpad.

Luego se relajó un poco tras aquella ristra de preguntas y uno a uno fue colocando la varita sobre sus cabezas. Como estaba más tranquilo podíais ver como una sonrisa brotaba cada vez que se acercaba a uno de vosotros. Excelente, la verdad que habéis hecho un gran trabajo todos. Estoy muy orgulloso de los presentes, así que os haré entrega de 10 puntos a cada uno de vosotros. Y a Alden un poco más, porque su conjuro ha sido el más brillante de todos. ¡Buen trabajo, chico! ¡50 puntos para ti!

Lamentablemente no puedo decir lo mismo de ti, chico. Dijo mirando a Ward. La verdad que tu amigo y tú no lo habéis conseguido. Habéis hecho los gestos justo paralelamente a los míos. Tenéis que hacerlos de esta forma. Dijo acercandose a William y a Edward y explicándoles como debían hacerlos. ¿Lo entendéis ahora?

Y cuando creyó que ya lo habían comprendido, simplemente les dijo a aquellos dos chavales, no os preocupeis, el lunes por la mañana os venís a mi despacho y me presentais el conjuro. ¿Vale? Y dicho eso último, se marchó de clase olvidándose de despedirse de vosotros.

Neil se puso en pié y aplaudió por lo bien que lo había hecho la mayoría. Estaba contento y su catarro parecía remitir. Se acercó a Edward algo tembloroso y le pregunto;

-Vaya, ¿en serio eres el Nieto de Harry Potter? tenía los ojos como platos Asombroso

Las gemelas no recordaban ninguna clase en aquellas casi tres semanas en las que coincidiesen los seis nuevos H-tejones. Esperaban que aquello se convirtiera en una costumbre, porque ellas solo se relacionaban con alumnos que llevaban todo al día y después dedicaban todo su tiempo libre a divertirse, ¡como ellas!

Y no solo eso, sino que ademas todos sus compañeros consiguieron aprender el hechizo. No tendrían que dedicar más tiempo de aburrimiento para estudiar el conjuro de Alarmir. ¿Qué sentido tenía encantar las cosas para que supieras cuando las cogían los demás? Los secretos molaban un puñado, y siempre era mejor conocerlos sin que la persona afectada lo supiera. Algunas magias realmente le quitaban la gracia al ser niño. Por eso no entendieron el interés de Edward. Claro que había hechizos que merecía la pena conocer a fondo, pero ¿alarmir? ¡Qué desperdicio de clase!

Además, había un punto en común entre los Raven... Solo se saludaban entre ellos. Salvo Helios, que sorprendió a las pequeñas y le devolvieron el saludo y Edward, al que no le guardaron rencor por presentarse tantas horas más tarde; los demás parecieron no percatarse de la presencia de los tejoncillos. Las crías esperaban que aquella ¿timidez? acabara tras la fiesta y pudiesen montar grandes grupos para grandes planes que tenían pensados.

Guardando todo en sus mochilitas, se despidieron de Neville y se levantaron de los asientos.

Tenían muchísimo por hacer antes de la última hora, pero habían prometido ayudar a Matthew y Árpád.

Chicos, ¿queréis que lo hagamos aquí mismo o nos vamos a otros sitio?, se dirigió Erzsébet a los chicos, con la conciencia tranquila pues la edad no hacía que pensara en dobles sentidos...

Matt se sentía orgulloso. Hasta ahora no había fallado ningún conjuro, lo cual le alegraba el día. Así que una vez el profesor se marchó y las gemelas preguntaron si ofrecían su ayuda allí o en otro sitio, se encogió de hombros.

-Por mí vale este sitio, porque según creo el Alohomora no  necesita ensayarse en clase de duelo ni ninguna especial. Así que me da igual si nos movemos o no.

Pero él no quería meterse en la labor de otros, así que esperó el resto de opiniones de sus compañeros. Si ellos querían cambiar de aula, a él no le importaría.

Cuando Árpád intercambió con Nil su libro y él lo abrió se le abrieron los ojos de la sorpresa al notar esa sensación dentro de la cabeza. Una enorme sonrisa se formó en su rostro y asintió hacia su compañero antes de hacer lo propio con el libro de él.

Luego, cuando el profesor habló, Árpád echó cuentas mentalmente de la cantidad de puntos que acababan de ganar, y buscó los ojos de sus compañeros emocionado. Ojalá todas las clases fueran así.

Finalmente escuchó la pregunta de una de las gemelas, aún con la varita en la mano, y pensó durante un instante antes de responder. -Aquí está bien. - Dijo dándose la vuelta para quedar de cara a ellas, esperando por si iban a hacer algún tipo de explicación para Matt.

Pese a que el conjuro no me había salido, asiento conforme ante las respuestas dadas por el profesor, aunque me empiezo a poner colorado cuando menciona que me parezco a mi hermano, siempre he querido parecerme a él. Por fortuna el hecho de esa comparativa hace que se me olvide el mal trago de no haber conseguido efectuar el sortilegio.

Cuando menciona que se trata de Neville Longbottom y que se ha extrañad de que no lo haya reconocido, aprieto un poco los dientes, evidentemente sí sabía quién era él, pero quería que nos dijese si quería que lo llamásemos por el nombre, apellido... No obstante, la mención del nombre de mi abuelo hace que me ponga aún más colorado.

— Gracias... hasta luego — Es lo único que consigo articular como despedida al profesor y después me quedo mirando al suelo con vergüenza.

Neil se acerca, y cuando formula su pregunta, mis ojos se encuentran clavados en sus pies ocultos bajo la túnica.

— Sí... pero... bueno... — Empiezo a responder dubitativo — Tampoco nos vemos demasiado... — Añado intentando esquivar la pregunta.