Partida Rol por web

Sam entró en el dormitorio, y allí estaba Negro lavándose la cara con la pata. Miró a su humana con curiosidad.

No, todavía no ha pasado nada. Vengo a practicar un conjuro dijo la muchacha. Había oído hablar de él y cómo eran sus movimientos, pero no había visto a nadie usarlo, y no quería perder tiempo buscando a Morpho en el lago.

Sacó la varita de la manga y cerró los ojos unos instantes. Se concentró, tenía que pensar cómo sacar el conjuro con sólo las palabras de los demás.

Ettamálf dijo, apuntando a Negro con su varita.

Pero no hubo magia en el intento. Aunque sabía que había estado muy cerca.

Sara suspiró. Tenía que aprender el conjuro usando a Morpho. Guardó su varita y se fue hacia la puerta.

Al entrar en el dormitorio, Asterope tenía una sonrisa en la cara. Por fin acababa ese día tan agotador. Y, por suerte, acababa estupendamente. Mientras se acercaba a la cama, se preguntó dónde se habría metido Hefesto. No lo veía desde la tarde. ¿Estaría sobrevolando el castillo? No se lo imaginaba estando en la lechucería, al menos no durante mucho tiempo. Era un búho parecido a ella: No le gustaban las aglomeraciones y seguro que sentía agobiado entre tanta ave.

Tenía ganas de ver a Kendra y hablar con ella sobre muchas cosas. Aunque probablemente llegaría tarde. Ese también había sido un día de emociones para ella. Quizás en otro momento. Se puso el camisón y se metió entre las sábanas. Aprovechó que aún le quedaba algo de lucidez y energía para redactar información sobre los ciempiés. Una vez se puso con la pluma, parecía no poder parar. Había acumulado muchos datos en la última semana que no había podido poner por escrito y ahora, a pesar de su cansancio, las palabras fluían.

"...El veneno, dependiendo del tamaño del ciempiés y de la víctima, puede matar, pudrir la parte afectada, paralizar, infectar o producir fiebres altas. Para ahuyentarlos, se puede encender un fuego, porque le tienen mucho miedo y puede cegarlos durante un momento. Su mayor enemigo es el fénix, que puede comerlos sin preocupación, ya que no le afecta el veneno. Además, el fuego de estas aves los acobarda. Otros animales también se alimentan de él, pero si reciben un mordisco del ciempiés monstruoso antes de tragarlo, pueden morir..."

Cuando ya hubo terminado, lo recogió todo. Se acurrucó en la cama, apagó la vela y cerró los ojos. Tardó un rato en dormirse. Los acontecimientos del día desfilaban sin parar en su cabeza.

Sam llegó a la habitación y Negro, de un salto se plantó en la mesilla. Ambos se miraron y asintieron con la cabeza. La muchacha le abrió el baúl y el gato saltó dentro, mientras ella se iba al baño para prepararse. Cuando volvió a la habitación, Negro estaba sobre la cama, lamiéndose una pata y pasándosela por la cabeza.

Sam guardó las cosas dentro de su baúl, pero dejó la varita fuera. Se la guardó bajo la manga mientras Negro esperaba que la muchacha levantara las sábanas para dormir acurrucado bajo ellas.

La joven, antes de cerrar los ojos, volvió a sonreír. Esa noche sería divertida.

Kendra no se sorprendio al ver que Asterope ya estaba, desgraciadamente, dormida. Tenia muchisimas ganas de hablar con ella, y mil planes que hacer, pero se le habia hecho increiblemente tarde aquella noche, asi que tendria que esperar al dia siguiente. Dejo sus cosas en su sitio y, tras asearse y ponerse el pijama, se metio en la cama, dejando la luz de la mesita encendida, como de costumbre.

Estaba radiante. Pletorica. Habia sido un dia redondo y perfecto en el que nada habia fallado. Y con aquel pensamiento, y otros muchos con nombre propio que fueron cruzando su mente, Kendra acabo por dormirse, mas placidamente de lo que jamas habia hecho.

Amanecer del Día 8

Lunes

Halloween - Última Semana del mes de Octubre

Ludmila entró al dormitorio al tiempo que Kendra y Sam se mezclaban con sus sábanas. Asterope ya había cedido a los brazos de Morfeo. Tomó sus cosas y se dirigió al baño.

Unos minutos después volvía con su camisón bordado y su abundante melena cepillada que flotaba cuando caminaba. Se introdujo en la cama, y ya se ponía a repasar lo que debía hacer al otro día. Hasta que el sueño embargó sus sentidos y ya no quedaba más nada...

Sam durmió toda la noche, pero antes...
Al meterse en la cama, la bruja cerró los ojos. Al abrirlos, sus pupilas estaban totalmente blancas. Volvió a sonreír, llena de gozo.
En el árbol mágico, la serpiente sintió cómo alguien parecía penetrar en su mente, pero no opuso resistencia. La niña y el animal estaban ligados, eran uno.
Y así fue como Sam empezó a ver a través de los ojos de la serpiente, aunque la sensación era extraña. Ella veía bien, pero su amigo viperino distinguía los lugares casa vez que sacaba su lengua. Aún así, era una buena combinación.
Ambos probaron a moverse y estaban en perfecta sincronía. Así que llegó el momento de desplazarse, pero ¿cómo? Fue la serpiente quien dio la respuesta. Empezó a girar, como si se persiguiera la parte de atrás de su alargado cuerpo. Cada vez vez se movía más rápido, y una mancha negra nació en el círculo que su cuerpo generaba. Se fue haciendo más y más grande, hasta que la mancha tocó a la serpiente, y entonces desapareció

Kendra abrio los ojos, mirando a su alrededor, con aire desorientado. Estaba bastante cansada, despues de haber trasnochado el dia anterior. Sin embargo, el recuerdo de aquella noche le dibujo inmediatamente una sonrisa en los labios.

Y para colmo... ¡Hoy era Halloween!

Habian estado dias preparando sus disfraces, y lo cierto era que estaba bastante ilusionada por el baile, sobre todo teniendo en cuenta cómo habian ido las ultimas semanas.

Asi pues, se levantó y, estaba a punto de dirigirse al baño cuando, de repente, se dio cuenta de que Ludmila seguia durmiendo.

Que raro... Nunca duerme tanto.

Se acercó entonces a ella, dandole suavemente en el hombro- Lu... despierta, Lu... Ya es la hora... - le dijo, amable, antes de acabar por dirigirse al baño, tras dar de comer a Socrates quien, como de costumbre, habia dormido enroscado a los pies de la cama.

Salio poco despues, duchada y con la ropa de clase puesta. Hoy incluso habia dedicado algo mas tiempo de la cuenta a ponerse bien el pelo. Se sentia bien, y le apetecia estar guapa de buena mañana.

En cuanto acabo, recogio sus cosas y, poniendose la palestina roja al cuello, alzo algo mas la voz, para que Asterope tambien la oyera. Se moria por hablar con ella- Buenos días chicas. Arriba, que ya es tarde... Aste... te espero en la sala comun. - le dijo a la chica, con una sonrisilla, mientras salia del dormitorio, en direccion a la sala comun.

Asterope se despertó de un salto ese día. La luz acuosa que entraba por la ventana había atravesado sus párpados y le había hecho sobresaltarse a mitad del sueño. Un sueño, por cierto, un tanto extraño. Lo único que recordaba era la imagen de un par de pigmeas idénticas vestidas con colorines que intentaban enfundarle unos vestidos con volantes.

Se estiró en la cama antes de levantarse. Y, a medida que iba recuperando los sentidos, se acordó de qué día era: Halloween. Ya había llegado el día. Llevaba una semana hablando con Linc del disfraz, temerosa por el efecto que pudiera causar, pero sin ser capaz de decirle que no. Eso no le había pasado nunca con sus padres: Si tenía que discutirles algo, se lo discutía.

Entonces escuchó la voz de Kendra a través del dosel de su cama-. Mmmm... sí, ahora en seguida me levanto y bajo –Ella también quería hablar con su amiga.

Como homenaje a la fiesta brujeril, sacó de su baúl un broche con forma de jack-o'-lantern, la espeluznante calabaza típica de esas fechas. Su abuela se la había hecho a mano (a mano con varita, claro está), uniendo alambres y trozos de vidrio coloreado. Una vez salió del baño, limpia, peinada y con su uniforme puesto, se colocó la capa y se la sujetó con el adorno. Le hubiera gustado llevarlo al baile, pero no iba a quedar bien con su disfraz, así que aprovecharía para usarlo el resto del día.

Recordó en el último momento que las clases de por la tarde se habían suspendido, así que solo metió en su mochila el libro de Artes Quiméricas. Una vez lista, salió por la puerta.

Un vacío, y Ludmila estaba en medio de aquella nada...Una voz que la instaba a salir de allí...se parecía la voz de Kendra. Pero aquel lugar era cómodo casi como si fuera la placenta materna. Sabía que si salía de allí no encontraría la entrada de nuevo y allí solo había silencio, un vacío que la aislaba de todo pensamiento...

La blonda de Slytherin siguió durmiendo, con los ojos cerrados mientras que las pupilas debajo de sus párpado rebotaban sin parar.

Sam abrió los ojos cuando las otras dos muchachas cerraron la puerta. Se incorporó de inmediato. Negro, que había salido de debajo de las sábanas en algún momento de la noche, saltó a la cama y se estiró, sacando las uñas y bostezando. Acarició la cabeza del animal mientras se levantaba. Iba a ir a darse una ducha, cuando vio que Ludmila seguía durmiendo. Se planteó si despertarla o no, pero al final se acercó a ella y la zarandeó.
Ludmila, llegarás tarde se fue hacia el baño y, antes de entrar por la puerta, se giró a su gato. Ve con ella y sigue despertándola. Negro dio un salto hasta la cama de la joven y se puso en la almohada, levantó la pata y sacó las uñas.
¡Negro! ¡Sin usar las uñas! gritó Sam desde el baño. El gato hizo una mueca de desprecio mientras volvía a ocultar sus garras y empezó a darla suaves toques en la cara a Ludmila.
San salió de la ducha completamente aseada y se vistió. Cogió sus cosas y sacó la varita de debajo de la almohada.
Nos vemos luego dijo al gato y a su compañera de habitación. Y salió de allí.

Todavía seguía en ese vacío cuando otra voz parecía provenir de la nada. Parecía la voz de Sam -y se removió un poco en la cama. Luego unas patas peludas terminaron por despejar a la pequeña Slytherin. -Ohh, hola...gracias por despertarme el gato de Sam estaba enfrente a ella, mientras esta ultima salía del baño...sus palabras iban dirigidas a ambos.

Se levantó mirando con desasosiego la hora. Llegaría tarde a Clases Quimericas!!! Nooo...el Desayuno ni hablar. Entro al baño e hizo su trenza cocida en un santiamén. Calzó su uniforme y tomó su mochila con el libro de Quimericas dentro, y salió presurosa de la habitación no sin antes saludar a Negro.

Negro estaba en la cama, sentado esperando a Sam. La muchacha entró y, al ver al gato allí, le saludó. Pero el animal se le escapó entre las manos y salió corriendo de la habitación.

Sam, extrañada, miró hacia la puerta. Ya volverá se dijo, mientras sacaba la varita y se señalaba.

Artifficus dijo tranquilamente. En un abrir y cerrar de ojos, la túnica de clase de Sam cambió por un vestido verde que simulaba a una serpiente.

Se miró al espejo y se gustó. Se guardó la túnica entre los pliegues que le cruzaban el cuerpo. Se puso unos zapatos verdes del mismo estilo y se dejó el pelo suelto.

Preparada, salió del dormitorio.

Llego con su habitual cadencia al dormitorio. Ni Kendra ni Asterope estaban todavia alli, pero estaba segura que se habían entretenido con los chicos de Griffyndor. 

Ya sabía lo que iba a hacer. Sacó su larga varita y se apuntó -Artifficus dijo segura. Su uniforme dio lugar a un vestido corto blanco, con un cenido cinto dorado que marcaba su cintura. Se colocó unos zapatos al tono y se dirigió al toilet. Apareció luego con su pelo suelto pero formando una larga trenza cocida donde se entreveraban unos lazos dorados. 

Se miro al espejo constatando que nada estuviera fuera de lugar y satisfecha consigo misma salió del dormitorio dirigiendose a la sala comun.

Entre a la habitacion, buscando a Socrates con la mirada. Y alli estaba, sobre mi cama. Muerto. Completamente inerte. Me lancé inmediatamente a por el, y lo abracé, agarrandolo entre mis manos. Y lloré, desconsoloada, mientras apretaba al pobre huron contra mi pecho.

No podia creermelo. Era imposible que estuviera muerto, que no fuera a verlo mas, corriendo junto a Albo, en el lago, o en los jardines. Ahora estaban muertos, los dos.

Nunca antes habia visto la muerte tan cerca. Nunca antes habia sentido aquella angustia. Y ahora, alli, descubri como dolia, como te dejaba sin aire para respirar. Cómo te apetecia gritar.

Y me quede alli, llorando, en silencio. Sin que nada ni nadie pudiera consolarme.  Y, en medio de aquel dolor, recorde algo: busque en mi bolsillo y saque aquella nota que Ithan me habia dado en el comedor. La lei, con la vista borrosa y, a pesar de todo, consiguio arrancarme una sonrisa, diminuta y apagada.

Claro que si.

Asterope cerró la puerta tras de sí y se quedó apoyada en ella, temblando de la cabeza a los pies. Tristeza, odio, angustia, impotencia. Todos esos sentimientos se acumulaban en su cuerpo que, si bien era grande para su edad, no podía con tanto. Kendra estaba en la cama, llorando abrazada a Socrates. Tanto dolor a tan corta edad...

No tenía fuerzas de decir una palabra. Si ya de por sí no era muy hábil con esos temas, estando como estaba en ese momento era mucho peor. Se acercó a su baúl para dejar la capa rosa dentro y lo cerró con llave. Su rostro seguía apagado, serio y sin vida. Sus ojos no parecían querer moverse mucho. Ni se molestó en ir al baño esa noche. Tenía las manos ensangrentadas, pero no le importaba. Se quitó el resto del disfraz, que tiró a los pies de la cama, se puso su camisón y se tumbó.

No dormía. Sus ojos estaban fijos en el infinito. Pero no pensaba nada, tenía la mente completamente en blanco. Unos minutos después, pudo articular una frase:- Lo encontrarán, Kendra. Y si no lo encuentran, no pararé yo de buscarlo –Nunca antes la voz de la niña había sonado tan fría y sin sentimiento. En ese momento no pensaba en que una cría de 11 años sin experiencia mágica no tenía ninguna posibilidad con el mago tenebroso que hubiera hecho eso. Y, aunque hubiera se le hubiera ocurrido que lo que decía era una locura, le habría dado igual.

Y ahí se quedó. A la espera de que el sueño acabara con ella y le obligara a cerrar los ojos para sumirse en otro mundo. Pues la niña tampoco tenía ganas de hacer el esfuerzo de echarse a dormir.

Kendra asintio, cruzando su mirada con la de Asterope- Lo encontraremos. Claro que lo encontraremos. Y pagará lo que ha hecho.- dijo la chica, acabando por girarse, con el hurón aun entre sus brazos. Y siguio llorando en silencio, ligeramente girada hacia un lado, hasta que por fin, el sueño, acudio en su busca.

Sam entró en el dormitorio cuando todo estaba en silencio. No sabía si Kendra o Asterope estaban dormidas, pero tampoco hizo ruido. No estaba entre sus costumbres hacerlo. Se acercó a su baúl y lo abrió, donde guardó el vestido tras cambiarse de ropa para irse a dormir. Pasó al baño a cepillarse el pelo mientras pensaba en todo lo ocurrido.

Salió del baño y se metió directamente en la cama. Era hora de acudir a la cita con el sueño.

El subconsciente de Sam voló a lo que había visto horas atrás. La muchacha podía conectarse a la mente de la serpiente cada vez que quería, aunque siempre con un poco de esfuerzo. Durante el baile, sabía lo que iba a ocurrir. Se permitió ver cómo la serpiente asesinaba a algunas lechuzas, cómo entraba con su magia en las salas comunes, buscando los dormitorios y matando a los animales de la misma manera. Su instinto quería acabar con los gatos, pero Sam ponía todo su esfuerzo por evitarlo. ¿Habría conseguido Negro penetrar en el negro corazón de la muchacha? Porque estaba claro que Sam lo hacía por su gato, y sólo por él. La conexión entre la pequeña bruja y su compañero se había hecho muy fuerte ese verano, estaba claro.

Sam casi podía saborear la sangre, pero lo más excitante para ella fue saborear el dolor, el miedo y el terror de los demás. Era una energía que parecía absorber, hacerla más fuerte y más poderosa. ¡Qué sensación tan magnífica haber provocado ese terror y ese horror!

En esos momentos, la serpiente estaba resguardada en el escondite. Ambos se preguntaban cuál sería el siguiente movimiento.

Pero había que ser paciente, no era el momento... Más adelante, quizá...