Sam llegó al dormitorio y, sobre la mesilla, estaba Negro. Tieso como una estatua, movió la cabeza cuando ella entró. Sus miradas se cruzaron, y su típico cabeceo de asentimiento hizo acto de presencia. La muchacha dejó las cosas sobre la cama y se metió en el baño para lavarse los dientes antes de dormir. Al salir, se cambió la ropa y colocó la varita bajo la almohada, como hacía todas las noches.

Acarició la cabeza de su gato y le miró con su peculiar sonrisa. Su gato se parecía cada vez más a ella, y una mueca sarcástica apareció en su rostro cuando levantó uno de sus labios, imitando el gesto de su dueña.

Sam se metió en la cama, seguida de Negro, que bajo las sábanas se colocó a sus pies.

Lo primero que hizo Asterope al entrar en la habitación fue ir al baño. Ni se fijó en quién había ya dentro. Quería quitarse todos los restos de hollín de encima antes de dormir. Se pegó una buena ducha, larga, que necesitaba desde hacía rato. Y, como la mayor parte de la gente cuando está bajo el agua calentita, se quedó unos minutos reflexionando sobre todo lo que había pasado.

Su querida varita de abeto y corazón de dragón. ¿Por qué le había pasado eso? Justo después de lo de Hefesto. Cuando salió de la ducha, se miró al espejo. Por suerte, la explosión no le había causado ninguna herida. Aunque lo hubiera preferido a perder la varita. No se sentía bruja completa sin ella, por mucho que Booky le  hubiera dejado otra de repuesto. Al menos pudo realizar dos últimos grandes hechizos antes de apagarse: Uno que consiguió 50 puntos para su casa y otro que le dio a su búho el funeral que merecía.

Ya seca y con el camisón puesto, se fue a su cama. Ludmila le había dicho que quería hablar con ella y con Kendra, pero parecía que no podría ser. La morena estaba ya dormida y la rubia aún no había llegado. Otro día tendrían esa conversación. Con suerte, cuando Asterope tuviera más ganas de hablar.

Se tumbó, esperando que el sueño llegara. Sin embargo, como la noche anterior, no lo hizo pronto.

Entró de última. Kendra y Asterope ya estaban durmiendo, la blonda suspiró. Suponía que era mejor posponer la conversación con sus amigas un día, a lo mejor el dolor no era tan intenso y podrían pensar mejor. Sam también estaba en la cama, con Negro salvaguardando sus sueños, y notó una pizca de melancolía. 

Abrió en silencio su baúl y sacó algunas cosas. Cruzó en puntas de pie el baño y al cabo de un tiempo, salió con su sedoso cabello dorado abultado sobre su espalda. Indosaba su camisón con ribetes plateados. Abrió el libro de Animales mágicos hasta que notó sus ojos pesados...

Li entra cargamdo con el libro, viendo que hay algunos compañeros ya dormidos deja sin hacer ruido en libro en la cama y entra en el servicio, alli con su pujama, unas ropas chias bastante comodas que recordaban a las que usaban los luchadores de artes marciales. Enel baño primero se da una ducha tranquila para despues terminar de asearse ceremoniosamente como era su costumbre. Una vez con el pijama puesto y aseada se va a la cama y se queda un rato leyendo antes de dormirse hasa el dia siguiente

Asterope despertó con un escalofrío y lágrimas en los ojos. Sus sueños eran cada vez más vívidos y terribles: Sombras, sangre, niñas malvadas, monstruos, animales despedazados, sus amigos muertos, espectros, profesores intentando matarla... Todo eso y más se colaba en sus pesadillas. Apenas podía dormir por miedo a lo que pudiera ver y lo peor era que tampoco despierta estaba tranquila ni se sentía segura. Llevaba dos semanas sin descansar y sonriendo apenas. En esos quince días los pensamientos más oscuros habían desterrado a los alegres y se habían hecho con el poder; había vivido acontecimientos inesperados e indeseados que la llevaron a cometer más de una temeridad y que habían empeorado su estado físico y mental. Lo bueno que podía decirse era que había mejorado su relación con el resto de la gente; no hablaba demasiado, pero ya no huía de sus amigos como al principio. Incluso buscaba ella la compañía de algunos.

Más de una vez había pensado marcharse de ese colegio. Hacía una semana, por ejemplo, se había despertado con la más terrible de las sensaciones y había considerado seriamente hacer sus maletas. ¿Cómo era posible que en un lugar dedicado a la educación de los niños pudieran pasar ese tipo de cosas? Pero luego siempre desechaba esa idea. Aún se sentía tentada a irse, pero sabía que no era lo más lógico. Tenía que ser fuerte y seguir con su formación, por mucho que le doliera. Esperaba que el Ministerio y el profesorado encontraran rápidamente al culpable de todo y lo castigaran duramente. Quizás entonces podría seguir adelante.

Aún sentada en la cama, abría y cerraba la mano derecha, como intentando desentumecerla, pues notaba un hormigueo en ella. Desde hacía varios días llevaba ambas extremidades cubiertas con guantes siempre, incluso por la noche, cuando se ponía unos guantes más finos. Hacía tanto frío últimamente que casi era lógico.

Con dos ojeras bajo sus ojos, las mismas de los últimos días, salió de la cama. En silencio, intentando no despertar a nadie, fue al baño con su uniforme en el brazo para ducharse y vestirse. Una vez salió, preparó la mochila. Se colocó en la túnica una chapa con el trébol de cuatro hojas que guardaba en el cajón. Comprobó que Kendra y Ludmila seguían dormidas, abrió la puerta con cuidado y bajó a la sala común.

En cuanto entró en el baño, Asterope se quitó el guante derecho. Tenía la piel tensa, fina y clarita, como si se la hubiera quemado hacía poco tiempo y la mano entera fuera una cicatriz. Volvió a abrirla y cerrarla. Ese maldito hormigueo no cesaba. Cuando despertó hacía dos domingos a las tres de la mañana, con un guante carmesí y vio que, debajo, tenía la mano en carne viva, no quiso salir de las cuatro cortinas que cubrían su cama. Tuvo mucho miedo porque, al principio, no sabía qué le había pasado. Y a punto estuvo de acudir, temerosa, a un profesor, hasta que recordó un extraño sueño. Pero ¿había sido un sueño? No, todo era demasiado vívido. Y su mano era prueba de lo real que era ese recuerdo. Así que calló. Ni siquiera se atrevió a ir a la enfermería, a pesar de lo mucho que le dolía.

Ahora se le había curado bastante, aunque aún se le notaba bastante que había sufrido una terrible herida en ella. Esperaba que volviera a su estado natural no tardando. Los guantes no llamaran la atención en esa época del año, pero tampoco era muy normal comer y estar en clase con ellos puestos. La gente empezaría a pensar que o bien era demasiado friolera o bien escondía algo bajo ellos.

Recordó que, más tarde esa misma noche, había visto el lunar en su pecho. Le había parecido extraño, pues no recordaba tener un lunar con forma de estrella ahí, pero no le dio demasiada importancia en comparación con lo de la mano. Cuando habló con sus otros siete compañeros de lo ocurrido, se enteró de que también lo tenían. Era extraño, pero como no molestaba, tampoco se disgustó demasiado por ello.

Sacudió la cabeza para dejar de pensar en todo eso. Se pegó una ducha rápida y se vistió. No quería tardar demasiado, así podría salir cuanto antes de ahí sin que ninguna chica entrara y la descubriera.

Li se despérta temprano como siempre, había dejado el libro justo al lado de su cama ya que estuvo hasta tarde leyendolo y lo aparto para dormir. Se pone de pie y se estira un poco para dirigirse al servicio aprovechando que no hay nadie mas y es la primera en levantarse. 

La chica no tarda en darse una rápida ducha y en lavarse los dientes, también se peina el pelo un poco ya que era realmente sencillo dejar su pelo adecuado para salir a fin de cuentas era una de las ventajas de tener el pelo totalmente liso como ella lo tiene. Tras cambiarse con su túnica, su corbata se le acerca Kitty, la acaricia con cariño mientras le dice:

- Wǒ hěn gāoxìng nǐ zài zhèlǐ, wǒ xīwàng nǐ xiǎoxīn, bùyào zuò huàishì, yào xiǎoxīn

Tras acariciarla de nuevo deja el libro en un sitio seguro y se marcha tratando de no hacer ruido hacia la sala común ya que no quiere despertar a sus compañeras de cuarto ya que sabe que aunque no hablen con ella la mayoria estan demasiado deprimidas 

Sam despertó de pronto, como siempre hacía. Su gato, entre sus pies, también abrió los ojos. Ambos se levantaron de la cama a la vez y, mientras Negro se quedaba sentado lavándose, Sam acarició su cabeza. La muchacha se levantó y se fue al baño para ducharse. Salió con una toalla enroscada al cuerpo y otra sobre la cabeza. Se secó con cuidado mientras abría el baúl. Negro saltó dentro mientras Sam se vestía. Se sentó unos minutos en la cama mientras sacaba la varita de debajo de la almohada y la miraba con detenimiento. Llevaba unos días recordando las palabras de Ollivanders sobre ella, y eso le hacía sonreír.

Levantándose y alisando su túnica, guardó la varita en la manga y se acercó al baúl. Justo en ese momento, Negro salía de allí, relamiéndose y con una gotita de un líquido oscuro en sus bigotes. Sam cogió los libros para el día, los guardó en la mochila, cerró el baúl y bajó a la sala común

Se despertó un tanto inquieta, no era común que sus sueños se vieran afectados y eso la llevó a tornarse un poco pensativa. Se dirigió al baño y minutos más tarde, salió con su uniforme impecable y una nueva trenza cocida formada a la perfección. Ningún cabello estaba fuera de su lugar.

Abrió el baúl y notó que Kendra todavía estaba en cama. Sacó sus libros del día, lo cargó en su bolso y guardó su varita en el bolsillo de la falda. -Despierta Kendra...dijo tocándole el hombro suavemente. Cuando murmuró algo, decidió que su amiga se despertaría y se dirigió con paso seguro hacia las escaleras. 

Kendra abrio los ojos, cuando noto el suave empujon de Ludmila. Llevaba tantos dias durmiendo mal que, cuando la noche anterior por fin concilio el sueñ en condiciones, cayo profundamente dormida. Miro a Ludmila, asintiendo, con una pequeña sonrisa.

Aun seguia echando a Socrates de menos por la mañana, pero al menos parecia ir animandose poco a poco.-Buenos dias, Ludmila... Gracias por avisarme. Estaba agotada... - dijo, con un cabeceo, mientras cogia sus cosas para ir hasta el baño.

Alli se ducho y me vistio y, al poco, fue hasta la sala comun, con intencion de marchar hacia el Gran comedor.
 

Asterope llegó sola a la habitación. Había tenido un día ajetreado en el que le había pasado casi de todo. Las cosas volvían a la normalidad en el colegio y, aunque ella quería seguir la corriente a los demás, a veces le costaba bastante.

Fue al baño a lavarse los dientes y a ponerse el camisón. Con los guantes aún en las manos, se puso unos calcetines gruesos de invierno. En las mazmorras, bajo el lago, la temperatura era más baja que en el resto del castillo, incluso con los estupendos cuidados de los elfos domésticos, que encendían chimeneas y ponían varias mantas en las camas de las niñas.

Se metió en la cama y se acurrucó, esperando que el sueño le llegara pronto.

Jueves, Tercera semana de Noviembre

Amanecer del día 11

Asterope se despertó más tranquila que de costumbre. Llevaba unos días durmiendo algo mejor y más profundamente, con lo que el descanso era mayor. Llegó un momento en el que los sueños se habían vuelto tan violentos y dejaban tan mal cuerpo a la niña, que estuvo a punto de ir a la enfermería a pedirle a Rottenmeier una poción para descansar. La simpatía natural de esa mujer echó para atrás al a pequeña, que finalmente tuvo que aprender a hacerlo por sí sola.

Desde hacía un par de días, además, ya no iba con guantes a todas partes. Quién sabía si se había acostumbrado al frío o tenía otras razones. El caso era que solo se los enfundaba cuando salía al exterior. Se preguntaba cuándo comenzaría a nevar. Tenía muchas ganas de verlo, puesto que en Swansea, al ser una ciudad costera con clima más suave, apenas se veían copos.

Se levantó de la cama y fue a pegarse una larga ducha calentita. Cuando salió, vestida y arreglada, se sorprendió al comprobar que ninguna de sus compañeras se había despertado, y eso que había pasado un buen rato dentro del baño. Fue a despertar a Kendra y a Ludmila, no fuera a ser que se quedaran dormidas-. Chicas, ya es hora de desayunar. No os rezaguéis mucho.

Cuando estaba preparando la mochila, se tropezó con la pata de la cama de Lí y, para no caerse al suelo, se agarró al poste de la de Sam. Ambas se movieron ligeramente con el traspié de la niña. Agradeció no haber caído encima de ninguna de las chicas de segundo, aunque esperaba no haberles pegado un susto demasiado grande.

Sin más dilación, salió por la puerta de la habitación.

Ni siquiera hizo falta que Asterope despertara a Kendra

Habia pasado la noche bastante inquieta, con bastante altibajos y, por alguna razon, habia dormido bastante mal. Se habian acostado muy tarde, y tenia mucho, mucho sueño.

Sin embargo, en cuanto notó como Asterope ponia un pie en el suelo, saltó como un resorte, quedando sentada en la cama, con el corazon en vilo- ¡Me he dormido! - exclamo, saliendo de la cama, corriendo rapidamente hacia el baño, dispuesta a ducharse y vestirse.

Poco despues estaba preparada para bajar a desayunar, y no tardo en salir de alli, en direccion al gran comedor, dispuesta a comenzar un nuevo dia.

Li estaba realmente dormida, el frio de Inglaterra no le gustaba nada, y en la cama estaba bien dormida, fue entonces cuando un golpe le desperto, asustada mira a todas partes y se da cuenta que ya era de dia, corriendo se pone de pie mientras dice.

- Me he quedado dormida

Apresuramente corre por la habitacion para vestirse y darse una ducha rapida, sin peinarse lo cual no le afecta demasiado ya que siempre tiene el pelo totalmente liso sale de la habitacion corriendo 

A la lontananza había escuchado la voz suave de Asterope, instándola a que se levante. Se sentía cansada y por primera vez desganada, quería seguir durmiendo sin pensar en nada, pero ya había faltado a dos clases. 

Se levantó algo aletargada y se esforzó por ponerse en movimiento. Se dirigió al cuarto de baño para salir luego de pocos minutos, arreglada con su trenza y con la cara despejada. Vestia su uniforme y tomó su bolso con los elementos necesarios para la materia del día. 

Y se dirigió presurosa a clases, sabiendo que no iba a tener tiempo para desayunar. 

Li entra y comienza a rebuscar entre sus cosas, no tarda en encontrar la lata donde guarda el te y saca una pequeña bolsita, ahi lo llena y la cierra, minuciosamente vuelve a guardarlo, era cierto que habia aprendido a hacer la ceremonia del te japonesa aunque ella es china y que sabia hacer el te a la forma tradicional china tambien, pero en esos momentos lo que mas le importaba era calentarse, por lo que decidio coger una de las bolsitas que tenia para terminar pronto.

Rebusco un rato entre sus ropas para buscar algo mas de ropa y no paro hasta que encontro una bufanda que tenia guardada que era bastante abrigada, bastante animada se la coloco