Partida Rol por web

Llego al campo con la escoba en una mano. Es algo complicado llevarla sin hacerle daño a nadie por los pasillos más estrechos de Hogwarts, pero con algo de maña consigo hacerlo sin tener que lamentar bajas personales. Cuando llegamos allí veo el panorama y empiezo a intimidarme un poco. Se parece mucho a las clases de educación física, solo que en este caso cabe la posibilidad de caer varios metros hacia el suelo en caída libre y tener que ir de nuevo a la enfermería, esta vez como tullido.

Escucho al profesor y lo miro con algo de respeto. Es bastante grandullón y parece dar por sentado que a todos se nos dará fantásticamente. Temo que si no lo hago se enfade y me intimide aún más. No obstante, decido que lo mejor que puedo hacer es intentarlo. Respiro hondo y pongo la mano sobre la escoba como ha indicado el profesor Krum. Es raro eso de usar una escoba para volar. O sea, de toda la vida se ha visto que las brujas de los cuentos las usaban, pero... hacerlo de verdad es raro. Las escobas son para barrer, como hacía en casa para ayudar a mamá. Pensando en eso, mi inseguridad hace que las palabras salgan algo temblorosas.

—Esto... p- pues... ¡A- arriba esc- coba! —digo, fingiendo muy pero que muy mal tener seguridad al hacerlo, y entonces veo cómo la escoba tiembla un poco primero y acaba por convulsionar sin mucha energía sobre el suelo, como la cola de una lagartija ya cansada. Resoplo—. Pues... supongo que es más que nada... —una de las gemelas de Hufflepuff sale volando cerca de mí y me violenta ver sus bragas de color amarillo fosforito. Aparto enseguida la vista para darme cuenta de que hay más gente a la que no le está saliendo y que incluso Byron se ha hecho bastante daño. 

—¡Byron! ¿Estás bien?

Nada más llegar a clase saludó a los Huffies. Con la mayoría ya había mantenido algo de conversación, así que a ellos (Árpád, E&O, y Neil) en particular les dirigió una de sus amplias sonrisas. Luego colocó su Barredora 5 en el suelo, tal y como había dicho el profesor y miró a sus compañeros. Algunos ya lo habían intentado, y salvo las gemelas, nadie más lo había conseguido. Tragó saliva, algo nerviosa.

Billywig, billywig, billywig. Prefiero no saber bajar que no ser capaz de separar los pies del suelo...

- Billywig, billywig, billywig. -Murmuró, tras lo cual colocó su mano derecha sobre la escoba y carraspeó, tratando de aclarar su garganta.- ¡Arriba escoba!

Pareció costarle ligeramente, pero tras unos movimientos algo dudosos, la escoba subió a la altura de la mano de la pequeña. Willow la colocó entre sus piernas y tras darle una patada al suelo, se elevó sonriente y comenzó a dar la vuelta al campo tal y como había indicado el profesor.

- ¡POR LAS BARBAS DE MERLÍN, ESTO ES INCREÍBLE!

Llego a clase poco después de Willow y William mientras porto mi Barredora 11 en un hombro con las cerdas hacia atrás para facilitar su transporte y no golpear a nadie con ella.

Debido a esto, cuando alcanzo el lugar donde se dará la clase, tengo el hombro bastante dolorido por el viaje y se me ha empezado a dormir un poco el brazo. Descuelgo la escoba de esa posición y la dejo apoyada en el suelo mientras muevo mi extremidad para que se me vaya pasando el hormigueo.

Al escuchar el nombre del profesor y me quedo dándole vueltas... «Viktor Krum»... «Viktor Krum»... Pero por más que lo pienso, ahora mismo no caigo en de qué me suena.

Estoy algo atemorizado por la idea de esta clase, no me gusta tener que volar, por ahora la he cagado en la mayoría de clases, y si la cago en esta me voy a caer desde unos cuantos metros de altura, y eso es muy peligroso. En mi estado físico actual, una caída podría hacer que no me recupere nunca.

Me coloco en la postura indicada por el profesor y pronuncio las palabras, la escoba tiembla un poco y repito las palabras, esta vez el instrumento de vuelo se levanta del suelo y sale disparado hacia arriba, por fortuna consigo atraparlo y con un gesto tembloroso me subo en ella.

Para cuando lo hago, algunos alumnos han elevado el vuelo y veo la ropa interior de una de las gemelas, provocando que un tono rojizo me cubra las mejillas.

En ese momento mi propia escoba empieza a avanzar y me tengo que agarrar con fuerza a ella para no caerme, soy testigo del golpe que recibe Byron, pero a pesar de que querría interesarme por su estado, ahora mismo es más importante no salir disparado con mi propia escoba para caerme desde muy alto y matarme.

Antes de darme cuenta tengo los pies separados del suelo y estoy luchando por controlar la escoba y completar el circuito indicado, no sin un gran esfuerzo por mi parte.

Finalmente cuando llego al suelo y bajo de la escoba tengo la piel algo más blanquecina por la congoja que he pasado, me tiemblan un poco las piernas pero rápidamente me acerco a mis amigos.

— ¿Estás bien, Byron? — pregunto al chico mientras intercambio una mirada de preocupación con William, me da mucha pena por él, con lo animado que estaba con el vuelo... Y seguro que ahora se ponen a darnos puntos como locos y a la gente que no lo ha conseguido, en vez de intentarlos motivar para que lo consigan, los castigan no recibiendo ningún punto. Odio este sistema.

Las semanas que había pasado en Howarts por fin daba sus frutos, hoy les tocaba vuelo. La idea de surcar los cielos aunque fuera poco rato ya ensimismaba a Matt así que prácticamente se lanzó a por la escoba cuando el profesor les dijo que practicaran.

Nunca había volado, aunque sí lo había visto hacerlo en los partidos de Quidditch a los que era un gran aficionado. Si los jugadores se deslizaban por el aire sin apenas dificultad, ¿por qué no iba a hacerlo él bien también, que lo deseaba con ansia? Además su madre le había explicado lo básico cuando le increpaba con preguntas sobre como se volaba para hacerlo él algún día. El momento había llegado... o eso esperaba.

-Arranca, escoba... digo, arriba escoba- dijo las palabras mientras dio un patadón al suelo. Quizá lo hizo con demasiada fuerza, pero tantas eran las ganas que tenía de volar que ni siquiera notó el impacto.

Cuando la escoba comenzaba a despegar no pudo evitar reírse mientras subía más alto, disipando toda señal de timidez que hasta ahora había demostrado. Dio la vuelta al estadio, como el profesor les mandó... esperando que el aterrizaje se le diera igual de bien. Claro que todo indicaba que no tendría ningún ningún problema en bajar. Aunque le apetecía más estar en el aire.

Árpád llegó a clase de Vuelo a la carrera, como parecía que llegaba siempre últimamente. De camino iba comiéndose algunos de los bollos que había cogido del Gran Comedor y que llevaba guardados en los bolsillos mientras los rugidos de su estómago iban transformándose en un tranquilo ronroneo.

Al ver desde lejos que algunos de sus compañeros sí tenían su propia él sintió una pequeña punzada de sana envidia, deseando no ser el único que fuera con las manos vacías. Aunque bien mirado eso le permitía correr para no llegar tarde, también hacía que no pudiera ir volando, cosa que habría estado realmente bien.

Cuando llegó donde los demás saludó a sus compañeros, a los tejones primero y a los Ravenclaw después. Con el paso de los días había ido coincidiendo con todos los presentes de una u otra manera, y aunque a algunos no los conocía demasiado se sintió bien al pensar que poco a poco iba haciéndose al lugar.

Antes de comenzar a escuchar la explicación del profesor le devolvió la sonrisa a Willow, y luego se encaminó al montón de escobas de préstamo, tomando una que no tuviera un aspecto demasiado malo.

Luego fue con los demás y, cuando Krum hubo terminado, colocó la escoba en posición. - ¡Arriba escoba! - Exclamó con entusiasmo, agarrándola con seguridad entonces. Después la colocó entre sus pierna y dio la patada al suelo de rigor.

El vuelo de Árpád al principio fue dubitativo. No era la primera vez que lo hacía, pero sin duda no era un gran experto. Además, el hecho de no estar acostumbrado a esa escoba dificultaba aún más las cosas. Sin embargo un minuto después ya se encontraba dando vueltas al campo, con una enorme sonrisa en la cara y los ojos pasando de un compañero a otro. Por un momento se planteó tratar de dar alcance a Erzsébet, pero no parecía algo posible. Sin duda la muchacha sabía cómo sacarle partido a una escoba vieja.

Tras un rato Árpád volvió a bajar al suelo. Probablemente al día siguiente tuviera agujetas, pero no le importaba lo más mínimo. Podía parecer una tontería, pero al contrario de lo que él siempre había pensado volar mantenía en tensión tantos músculos como otras muchas actividades que no se hicieran sentado.

Victor Krum coloca las piernas entre su increíble y fantástica escoba conocida como la Centella Ardiente Plus, sus cerdas son de un fino color dorado, así como su mango es de madera de ébano totalmente lacada y reluciente. Los rivetes dorados hacen que brille bajo la luz del sol, y las iniciales V.K. en plateado al principio del mango también llaman vuestra atención.

Segundos después da una fuerte patada al suelo y asciende a una velocidad espectacular, casi le perdéis de vista en el mismo instante en que despega. Con cuidado se va acercando a todos aquellos que han logrado levantar el vuelo, y los va corrigiendo algunas de sus posturas, a excepción de una de las gemelas, que tan solo le coloca una mano en el hombro y le da la enhorabuena.

Cuando la clase termina, el profesor mira a todas partes y después comienza a hablar:

Parece que la clase se os ha dado mejor que a los del año pasado. ¡Esta vez habéis logrado volar más de la mitad de la clase! ¡Todo un logro! Dijo aplaudiéndole para que todos le siguieseis.

En cuanto a vosotros, dijo señalando a los chicos que aún no habían logrado despegar, mañana voy a primera hora, justo cuando esté ameneciendo voy a repetir la clase, así que si os queréis pasar, podréis practicar otra vez. ¡Un buen mago debe saber éste tipo de cosas! ¡Es algo muy básico! Luego hace una pausa y vuelve a mirar a su alrededor para comprobar quien ha faltado.

Y haced el favor de decírselo a los que no se han presentado. ¿Entendido?

¡Os recuerdo que está prohibido volar sin la supervisión de un adulto! Así que si a alguien le apetece practicar será mejor que se pase mañana.

Y tras esas últimas palabras, el profesor Krum tomó de nuevo su escoba y se fue volando hacia su despacho.

Me quedo arrodillado al lado de Byron mientras el profesor explica cuándo y cómo será la recuperación. Asiento a lo que dice con gesto de gravedad. Esta vez no me siento tan horrorosamente mal al ver que no he sido el único que ha fallado en lo de volar, y que de hecho no he salido tan mal parado. Como mucho he hecho un poquito el ridículo, pero no pienso dejar que eso me afecte, y menos después de que Ed se haya sentido tan mal y haya conseguido superar a bastantes en esto del vuelo.

Se me ocurre levantarme y salir hacia donde está el profesor Krum para preguntarle cosas y consejos para que mañana me salga mejor, pero temo que Byron esté demasiado mal. 

—¿Byron? ¿Deberíamos ir a la enfermería? —después de la cara con la que salió de allí, creo que no tendrá ganas de repetir la experiencia de anoche, así que prefiero asegurarme de que lo necesita realmente antes de obligarlo.

Miro a Ed y le sonrío.

—¡Hey! Esta vez no te quejarás, ¿eh?

- Estoy bi-bien.- Dijo algo pálido. Se le había cortado la respiración. Sólo la idea de tener que repetirlo al día siguiente hacía que se marease. Ojalá la tierra se lo tragase.

Escucho con interés las explicaciones del profesor, pero —al igual que William— sigo prestando especial atención a Byron mientras sigue tendido en el suelo. Parece que se ha dado un buen golpe en la picha y eso duele un montón, pero por fortuna termina reaccionando, así que parece que no es para tanto.

La mera idea de acompañar a nuestro compañero a la enfermería de nuevo me hace estremecer, no quiero volver a ver nunca a la enfermera, si hace falta me trataré yo las heridas...

— No... — respondo a Will algo avergonzado, la verdad es que después de haber estado antes tan desanimado me parece muy gratuito por mi parte no alegrarme por mi éxito en esta clase, pero lo cierto es que tampoco lo he hecho tan bien — Ha estado bien, y es curioso, siempre este tipo de actividades son las que peor se me han dado.

Se me ocurre tenderle la mano a Byron para ayudarlo a levantarse, pero con mi escasa fuerza lo más probable es que terminase cayéndome yo al suelo, así que es mejor no arriesgarme a darle un golpe en la caída.

— ¿Y qué os apetece hacer ahora? ¿Damos una vuelta por aquí o preferís que practiquemos algún conjuro o vayamos a la biblioteca a investigar?

Aterrizando con estrépito, Erzsébet tuvo que correr un poco para mantener la velocidad que iba disminuyendo de la escoba. Tantos años pasaban factura y el pobre trozo de madera no había llegado a incorporar la ayuda al frenado, ni control de velocidad ni casi ninguno de los sistemas de seguridad. Tras conseguir sacarle todo el jugo mágico a la pobre escoba, ésta cayó de entre las piernas de la niña y con un suspiro desaparecieron sus cerdas y el mango se doblo sobre sí mismo hasta que con un ¡crack! se partió. Adiós pequeña, se despidió Erzy de la Cometa 140 con más de un siglo de antigüedad. Se llevó las manos a los muslos y los restregó un poco, tratando de bajar la piel de gallina que había surgido durante aquel vertiginoso vuelo.

Pues vaya, soltó Orsolya cuando esperando el reparto de puntos éstos no llegaron. Ni a ella ni a su hermana les importaba demasiado los puntos, era cierto, estaban por encima de un reparto aleatorio de méritos, pero habían escuchado rumores de que dos alumnos de primero habían superado la barrera de los 300 puntos que nadie había superado en muchos años. La pequeña decidió olvidarse de ello y se llevó su Barredora 6 al hombro. Se había comportado bastante bien, quizás trataría de hacer un trato con Erzy para poder quedarse con ella a perpetuidad.

Al ver al pequeño Ravenclaw revolcarse en el suelo con las manos entre las piernas, las pequeñas se miraron y no pudieron evitar reírse. Los chicos que se juntaron a su alrededor tenía cara de preocupados, como si alguien les hubiera dicho que aquel día no habría comida. ¡Eso sí que sería algo horroroso!

Orsolya se acercó primero a Maxwell. ¿Sabes que hay que montar sobre la escoba antes de arrancar, no? Lo de montarte a la carrera es difícil, dijo primero con cara totalmente seria y acabando con un guiño y un ligero: jeje.

Erzsébet fue hasta Willow. ¡Vaya, una Barredora 5!, apreció la chica. A las gemelas no les gustaba nada los últimos modelos de escoba engominados, que parecían más trozos de plástico que escobas de toda la vida. Oye, se acercó a la Ravenclaw, nos vamos a ir a buscar ciempiés monstruosos al lago, dijo mirándola con ojos brillantes. Buscar información en libros se acaba haciendo tedioso... ¿Te vienes? A veces las gemelas se sentían como si fueran una sola persona, por eso se sentían afines a Willow, que era la única chica en la casa de los agiluchos.

Juntas ya, felicitaron a Árpád y Matthew por sus habilidades con la escoba. En realidad no sabían si eran tan malos o habrían hecho como Orsi y mostrado poca habilidad para luego sorprender en las pruebas de Quidditch.

Erzsébet recogió las mochilitas, viendo que Orsolya no quería soltar la escoba que se supone pertenecía a las dos.

Nos vamos a buscar ciempiés, anunció Orsolya, por si alguien más quería dedicarse a hacer lo que todos los adultos desaconsejaban: dar la vuelta a las piedras, mancharse, arrastrarse por el suelo y tantas otras cosas...

Y sin esperar a ver si alguien más se apuntaba, se dirigieron al lago.

Mientras sujetaba la escoba entre sus manos, temeroso de que decidiera desarrollar autonomía de nuevo y echara a volar sin supervisión, la mirada de Maxwell se detuvo en dos gruesos nudos situados uno junto al otro, en la madera barnizada. Por un instante, creyó percibir el brillo de la inteligencia en esos dos nudos, como si fueran dos ojos. Era como si hubieran cruzado la mirada. Pero eso, por supuesto, no eran más que imaginaciones. Solo era un pedazo de madera con mocho, una estúpida, ridícula y bastante hija de puta escoba voladora.

Algunos de los chicos de la otra casa habían fallado tan estrepitosamente como él. Especialmente uno de ellos, en el que se había fijado por su apellido, que se había escachado las pelotas. Los demás había realizado el ejercicio correctamente, como si lo de tener una escoba encajada entre las nalgas fuera tan natural como limpiarse la nariz con la punta del dedo.

Las gemelas pasaron a reírse un poco de él. Las hubiera ahuyentado a escobazos, pero en el fondo se lo merecía. Había sido patético.

—Si es fácil no vale la pena —gruñó en respuesta, echándose la escoba al hombro.

Y el domingo otra vez. Y todos los sábados lo mismo. Puta mierda.

Se le acumulaban la nueva práctica de vuelo y la recuperación de duelo para el mismo día: el día de descanso. El sagrado día de descanso. Puta mierda.

—Puta mierda —masculló entre dientes.

Sin nada concreto que hacer, decidió seguir a las gemelas hacia el lago. Si encontraban lombrices, podría usarlo para el trabajo de Criaturas Mágicas. Si no, al menos confiaba en que sirviera para que el mal humor se fuese de paseo, y no supiese cómo regresar.

Ayudo a Byron a incorporarse al ver que está bien. Lo cierto es que ahorrarme otra tarde encerrado en la enfermería, y más un sábado, es un plus importante que agradezco.

—No sé... yo debería practicar el Alarmir, ¿me ayudáis? —pregunto a mis compañeros. Después de que me haya salido mal tres veces, creo que debería dejar de intentar apuntarme a bruto queriendo hacerlo por mí mismo y aceptar que necesito algo de ayuda—. Luego podríamos pasarnos por la biblioteca y estudiar sobre el ciempiés, o... no sé, ir al lago o donde sea. Como digáis.

El vuelo le había alegrado el día. Había esperado este momento muchísimo tiempo y al fin había llegado. Pero todo lo bueno se acaba, debían volver a la vida en el suelo. Y allí pasó lo que suponía que tarde o temprano iba a llegar, el día que las pequeñas le liaran para buscar ciempiés por el lago.

No le gustaba recorrer lugares buscando insectos, aunque por otro lado le venía bien para socializar y pasárselo bien con otros chicos. Además... el vuelo le había alegrado el día. Nada se lo iba a estropear.

-Bien, os acompaño.- Claro que las gemelas no le habían pedido su opinión, habían dado por supuesto que las acompañaría porque a ellas les apetecía... pero a su ego le venía mejor si parecía que lo hacía porque él quería en vez de porque se lo habían "sugerido" ellas.

- Yo te ayudo Will. Es un conjuro muy fácil.- Dijo sin ninguna pretensión. Le enseñó cómo debían hacerse los movimientos de la varita para que el conjuro saliera bien.

—¡Gracias —contesto a Byron, y entonces saco mi varita y cojo la escoba y me fijo bien en cómo hacer los movimientos. Voy asintiendo a cada indicación—. Ajá... ajá... vale, a ver.

Imito entonces los movimientos y toco la escoba con la varita.

—Alarmir Patatavoladora —exclamo, pensando en lo único que voy a conseguir ser como logre despegar, vistas mis grandes habilidades con la escoba. Noto algo distinto a las otras veces, pero hasta que alguien no toque la escoba no voy a saber si es verdad o no—. Tocadla a ver, tocadla. Creo que ha funcionado, a ver, a ver...

Bryron estiró el índice y con la punta tocó el mango de la escoba de Will observando su reacción por encima de las enormes gafas.

Una sensación, como de un escalofrío, me recorre enseguida al saber que están tocando mi objeto protegido sin decir la contraseña. Me empiezo a reír tontamente y me rasco la cabeza.

—¡Caracoles! ¡Cómo mola! ¡Ha funcionado! ¡Gracias, Byron, de verdad! —levanto una mano y se la ofrezco para que me choque la suya—. ¡Eres un pro! ¿Has visto, Ed? ¡Me ha salido por fin!

Con otro movimiento de la varita Byron conjuró el sonido artificial de un batir de palmas, para celebrar que Will hubiera tenido éxito en su hazaña.  Le hubiera gustado  lograr un mayor volumen pero  quizá hubiera echo algo mal.

- ¿Mañana vendrás a intentar volar de nuevo no?- Le dijo a Will manteniendo la mirada en sus zapatos.-Y-yo tengo que venir también.

Bajo el brazo al ver que su respuesta es solo un movimiento con la varita. Me parece oír unas palmas a muy bajo volumen, quizás un Sonitus mal ejecutado para celebrar la victoria sin contacto físico directo. Me pongo algo rojo al darme cuenta de que quizás he sobrepasado su espacio personal pero no digo nada al respecto y asiento a su pregunta.

—Claro, ¿qué remedio? La verdad es que me da algo de miedo volar... pero... bueno, hay que hacerlo, ¿no? A ver si mañana se nos da mejor. Al menos hemos podido aprovechar hoy para ver la técnica de los demás además de la explicación del profesor, así que seguro que vamos progresando. ¿Ya estás mejor? Te has llevado un buen golpe en las pelotas... —me rasco la cabeza y hago una mueca de dolor.

- Sí.- Dijo avergonzado. El dolor aún estaba ahí pero mucho más llevadero.- Y...delante de todos.- Ahora el que se puso rojo fue él.- Pero ya estoy bien. No me gusta tener que volar. Cuanto antes pase mejor.