Partida Rol por web

El pequeño Chris se despertó demasiado tarde. Abrió un ojo y sintió como si la sustancia asquerosa que la enfermera le había puesto en la herida se hubiera pegado en su ojo. Se restregó con fuerza mientras se incorporaba. El cuello le dolía demasiado. Esas camillas eran bastante incómodas. Giró el cuello varias veces hasta que se desentumeció. Se levantó rascándose la espalda y se vistió.

Buaaa bostezó. Enfermera, creo que ya me puedo ir, ¿no? preguntó a la enfermera borde.
 

De parte de la enfermera, Christopher solo recibió un gruñido que podía pasar por asentimiento o negativa...

Al no comprender lo que quería decir la enfermera grosera, Crish se encogió de hombros y salió de la enfermería.

-¿Ah sí? –Kelly sonrió encantada de tener eso en común con Orsolya –Me encantaría poder echarles un vistazo a esos ciempiés –dijo, recordando que no había podido profundizar mucho en su redacción.

Rió con la broma sobre sus compañeros de casa, Kelly no había tenido la oportunidad de relacionarse mucho con ellos. Dentro de su propia casa tampoco había nadie que le llamara mucho la atención, podría decirse que Ithan tenía un increíble carisma, pero era tan carismático que parecía ocultar algo, seguramente solo fuese una impresión aunque Kelly tampoco pensaba demasiado en ello.

-No se cómo me las apañaría viviendo en un sitio tan grande como Londres. La ciudad de donde yo vengo, Galway es mucho más pequeña. Soy de Irlanda –dijo haciendo alusión a la pregunta sobre su acento.

Kelly disfrutaba mucho de su vida en el colegio, pero se le hacía duro estar lejos de sus padres. Se preguntó como seria si Hogwarts fuese un colegio normal, como el internado en el que habían estado las hermanas en Francia. Seguramente mucho más aburrido. La dio un poco de pena que hubiesen estado alejadas de su familia y que recordasen poco sobre su ciudad natal. –¿Tirgoviste es tan grande como Londres? –pronunció el nombre de la ciudad más o menos tal y como la había escuchado de Erzsébet .

Al parecer el largo camino hacia la enfermería estaba llegando a su fin - Mira, parece que casi hemos llegado.- Dijo cuando se encontraban a pocos metros de esta.

Mejor aún, seguro que podríamos conseguirte uno, si quieres, se ofreció Erzsébet. Entre ella buscando en el margen del lago y Orsolya cazándolos, seguro que serían capaces de encontrar unos cuantos. Iba a decirle a Kelly de acercarse esa misma noche al lago, pero viendo como estaba su hermana, estaba claro que no iba a ser posible. Puede que ni siquiera el día siguiente. Tendría que dejar el plan en standby hasta que Orsi se recuperase.

Claro, Irlanda, dijo chasqueando los dedos. Al principio había pensado que tu anillo podía ser una escudo de familia con tentáculos de pulpo, confesó la niña sin sonrojarse siquiera. Pero ahora que me lo has dicho, recuerdo haber visto ese símbolo cuando investigábamos familiar antiguas y poderosas en la magia. Miró a Kelly. Por lo que había dicho la niña, parecía ser hija de muggles, pero si por profesiones familares fuera ellas mismas también lo serían. Seguro que tienes buenos antepasados.

En las ciudades pequeñas puedes ser conocida, ser alguien. En las grandes no, por eso es aburrido, eres, no sé... ¿anónima? No recordaba mucho de su pueblo natal, pero lo suficiente para saber que su familia era querida y respetada en la región.

Qué va, Târgoviste, volvió a repetir, es bastante pequeño. Tampoco iba a decir que fue una de las ciudades más importantes del reino de Wallachia, porque aquella estaba muy atrás en el tiempo. Puede que como Galway, comentó levantando el hombro que tenía libre en señal de desconocimiento.

Fue Kelly quien visualizó primero la enfermería. Al fin, suspiró aliviada Erzsébet. Venga O, que no te queda nada, animó a la pequeña.

Traspasaron las dobles puertas del ala hospitalaria, sin saber qué enfermera se encontrarían. Poppy seguía en San Mungo y Wainscott parecía haber sido contratada por instituto Durmstrang.

Llevaría a Orsolya a donde dijese la enfermera.

Erzsébet destaparía las dos heridas de su hermana, una con una costra de sangre en el esternón, a la que consiguió acceder tras desabotonar el chaleco y la camisa blanca que ahora tenía más bien un tinte rojizo, y la otra en el muslo, una simple congelación producida por un Crystallus.

En el último momento, la misma Erzsébet se arremangaría para descubrir una herida recibida en el brazo.

La enfermería, para aquellos que habían estado allí antes, había mutado. Cada camilla tenía un dosel negro que las separaba una de las otras. Sólo había luz en aquellas estancias donde había algún paciente, estando el resto totalmente a oscuras, ya que las ventanas estaban cerradas. Un par de velas iluminaban la entrada. Pero no se veía nada más. Recordaba más a una mazmorra que a una enfermería.

Del fondo de la sala, se abrió una puerta. Bañó la habitación con una luz más potente, pero rápidamente volvió a desaparecer. Una vela que parecía levitar se acercó hasta las muchachas. Sujetándola, iba una nueva enfermera.

¿QUÉ? espetó con desgana y antipatía. Miró a las tres niñas con ojos duros y una mueca de desprecio.

Las gemelas empezaron a mostrar sus heridas. La enfermera Rottenmeier se agachó para mirarlas más de cerca. Después se quedó observando a Kelly.

¿Acompañante? Vale se levantó. Sacó su varita e hizo levitar la vela por delante de ella. Puso cada una de sus manos sobre los cuellos de las gemelas y empezó a empujarlas hasta unas camillas que estaban juntas. Quitó el dosel que las dividía y puso a cada hermana sobre distintas camillas.

QUIETAS ordenó como si fueran perros, señalándolas con un dedo acusador. Tras unos pocos pasos, podían ver la luz que la enfermera portaba, llegando hasta un mueble con infinidad de ungüentos. Seleccionó dos y volvió con ellas.

Con total desgana, sacó el instrumental de su bata. Lo abrió y lo introdujo en una de las pomadas. Una masa pringosa y con mal olor salió, y se lo puso a Orsolya con bastante brusquedad. Extrajo de otro bolsillo el mismo aparato y aplicó el otro potingue a Erzsébet en el brazo.

Si por mi fuera, por hacer el tonto os daba un cachete, así aprendíais a no comportaros como locos. Estos niños de hoy en día, que poca vergüenza tienen y que poco respeto. Todos son de la misma calaña murmuraba con mal genio

Colocó los tapones en los frascos y se las guardó.

En un rato os vais, no os quiero tener aquí hasta mañana. ¿ENTENDIDO? Pero como escuche una palabra, os quedáis hasta la hora del desayuno.

La enfermera volvió a desaparecer, dejando a las niñas solas.

Al entrar creyeron que se habían equivocado de sitio. No solo Hogwarts había sido partícipe de que llegaran tan tarde sino que además les había puesto en un ala hospitalaria de otra dimensión. Pero todo tenía una explicación más sencilla: nueva Madame y nueva decoración.

Por lo gótico de todo, no se hubieran extrañado de ver telarañas y ojos brillantes acechando desde las sombras.

Siguieron en silencio a la enfermera, contestando cuando se las preguntaba y sin querer demorar las sanaciones.

Erzsébet tuvo la impresión de que la nueva enfermera echaría a Kelly de allí, pero al ver que eso no ocurría, decidió que aguantaría la forma de ser de Rottenmeier sin comportarse con ella como una maleducada, que era su habitual respuesta a profesoras como Green o conserjes como Filch Junior.

Orsolya ni se inmutó ante el potingue curativo, pero al sentir los efectos de la cura, su leve lloriqueo cesó. Erzsébet respiró profundamente al ver que su hermana estaría bien. Arrugó la nariz cuando le tocó el turno de ella. No contestó a la enfermera que aquello era culpa de los profesores de duelo, porque en el fondo estaba convencida que ella ya lo sabía.

Gracias, Madame, agradeció Erzsébet por parte suya y de su hermana.

Gracias, vocalizó ésta vez a Kelly, sin hablar. Sonrió a la pequeña, sin saber si se marcharía ya o se quedaría allí.

La divirtió mucho pensar en la triada como un escudo familiar de tentáculos de pulpo y por unos segundos se imagino que sus padres eran también magos, al igual que toda su familia y que pasaban los veranos jugando al Quiddich y bebiendo zumo de calabaza. Estos pensamientos se esfumaron en seguida dejando paso al algo mucho  más verosímil,  a que quizás, si que había tenido algún antepasado mago.

Siguieron hablando hasta entrar en la enfermería. Kelly que nunca había estado se llevó una pequeña decepción. Le habían hablado de que la enfermera era una mujer agradable, y que la enfermería a pesar de tener aspecto de hospital era un poco más acogedor que el sitio en el que se encontraban ahora. Ya no sabía si se encontraban en los pisos superiores, a ras del suelo o en las mazmorras, pero le parecía más probable esto último.

La enfermera hacia justicia al lugar, Kelly se quedó en silencio mientras Erzsébet y Orsolya mostraban sus heridas. La mujer las trató con mucha brusquedad mientras les aplicaba el ungüento, Kelly vio que este tenía bastante mal aspecto y rezó para que les hiciese bien, pero al ver que Orsolya cesaba en sus gemidos ante el efecto del potingue decidió que asi era.

Para colmo la enfermera las echaba la culpa a ellas, era increíble. Kelly iba a responder que había sido un accidente en clase de duelo cuando de pronto lo pensó mejor y decidió cerrar la boca, con el aspecto que tenía esa mujer era bien capaz de darle un cachete de verdad.

Como aquello solo les llevaría un rato Kelly decidió quedarse por si necesitaban ayuda para salir. Se acercó despacito y en silencio hasta donde estaban las gemelas –De nada- susurró, y después añadió -Me encantaría ir con vosotras a por algún ciempiés-.

Poco a poco Erzsébet fue notando como la molestia del brazo iba desapareciendo bajo aquel apestoso y asqueroso manchurrón que había formado el potingue administrado por la enfermera. Se acercó a Orsolya para comprobar como iban sus heridas y respiró profundamente y espiró con una ligera sonrisa al ver que la herida del pecho más que mortal había sido simplemente muy llamativa. Cuando la pequeña despertase, podrían marcharse de aquel lúgubre lugar.

Fue notando como el enfado iba desapareciendo y se veía reemplazado por su alegría y dicharacherísmo compulsivo.

Erzsébet abrazó a Kelly, contenta porque la niña hubiera estado con ella. Si hubiera tenido que llevar sola a Orsolya hasta la enfermería, estaba convencida que varias cosas podían haber ocurrido: primero que no hubieran llegado y segundo que hubiera vuelto al despacho de los Knower a insultarles y posiblemente atacarles. Podrían haber ocurrido muchas otras cosas, pero no sucedieron porque Kelly las había acompañado y así Erzsébet había podido pensar en otras cosas.

Se separó de ella y murmurando para no enfadar al ogro de las cavernas: el lunes tenemos clase juntas, después de Adivinación podemos ir, si quieres, propuso a la niña.

Viendo que una buena forma de pasar el tiempo siempre había sido chafardear, se puso a hablar, siempre en voz baja. Conocemos casi todas las parejas del baile para la semana que viene, algunas se veían venir y otras parece que se han formado por puro azar. Se arrimó a Kelly para decirla, ¿sabes que Oliver, el chico glotón y algo lento de mi casa se lo ha pedido a Gabriela? Y Mat, el chico callado y apocado ha acabado como pareja de Elisabeth. Diana irá con Joey, parece que la chica cambia de chico más que nosotras de vestido, rio momentáneamente antes de taparse la boca para tratar de reducir el sonido. Se mordió el labio y soltó un último gorjeo.

No se esperaba el abrazo de Erzsébet. Nunca otra persona que no hubiese sido su familia la había abrazado así, se sentía abrumada pero respondió con agradecimiento ante esa muestra de afecto. –Muchas gracias- dijo simplemente. Se sentía feliz, mucho más que de costumbre, porque aunque en Hogwarts, y especialmente entre los de su casa, había hecho buenas amistades nunca nadie se había mostrado tan afectuoso con ella.

-Estaría genial ir después de Adivinación, así me enseñáis como buscáis y atrapáis los ciempiés- pensar en que el lunes irían después de clase, de exploración en busca de aquellos bichos la llenaba de optimismo. Pero cuando la conversación empezó a girar en torno a las parejas de baile Kelly recordó que ella aun no tenía la suya y se desinfló un poco.

Por lo que contaba Erzsébet, había tantas chicas que se lo habían pedido a chicos como al revés, así que Kelly empezó a pensar que tal vez debería dejar de esperar a que se lo pidieran y pasar a la acción. Aunque lo cierto es que se moría de vergüenza solo de pensarlo. –Oliver es ese chico de segundo ¿verdad? Y Matt… oh claro ya sé quien es –de pronto de acordó ya que a veces confundía a Matt con Max- En cuanto a Diana la verdad es que me cae muy bien, aunque cambie mucho de pareja- rio un poco – La verdad es que a Joey parece que le gustan todas… ¿Y vosotras con quien vais?-dijo de pronto.

Orsolya parecía que estaba a punto de despertarse. Erzsébet lo sabía bien porque su hermana solía empezar a mover la naricilla como un conejo.

Son muy lentos, ya verás qué sencillo es. Además, ¡comen de todo!, contaba Erzsébet que aunque seguía hablando en voz baja no podía impedir que su tono sonara extático.

Habíamos hablado de pedírselo a Booky, dijo abriendo mucho los ojos. Tiene una piel tan tersa que seguro que es como el cuero viejo, además es tan callado y feliz. Orsi y yo queríamos llevar a los ciempiés de acompañantes, pero en una semana no han crecido lo que esperábamos, se acercó a Kelly un momento para decirle al oído sin que su hermana pudiera escucharla, y creo que nunca llegarán a los tres pies por mucho que les demos de comer. Aish, suspiró.

Hay alumnos que deben creerse mayores, como la pareja esa de Kendra e Ithan, o la del rubio ese con cara de asco, ¿como se llama? ah sí, Lincoln, que va con Astro, siguió contando sus descubrimientos. El pelirrojo de tu clase, Arnold va a ir con Enya, ¡pero esa pareja seguro que ya la conocías! Los dos Will de Raven irán juntitos y creo que Lila (Ludmila) se ha quedado sola sin Russian Pie (Anthony) e irá con Morpho. Orgullo Baldío (Cassius) de Slytherin irá con la borde de Raven (Gwen). La niña podría haber seguido hablando de más parejas de otros cursos, sin darse cuenta que posiblmenete mucho de los nombres o los apodos, Kelly pudiera no conocerlos.

Oye, se me está ocurriendo, se detuvo un momento, por supuesto todo en voz baja... Los chicos de primero apestan, ¿por qué no te vienes con nosotras? No sé, que Orsi baile con Booky y tú conmigo, ¿qué te parece? Erzy había descubierto en Kelly una chica muy maja, sensible y amable, y si quería ser su amiga, ¿por qué no ir juntas al baile?

Asterope entró en la enfermería con su cortejo de niñas Gryffindor tras ella. Se miraba de vez en cuando la herida, como si echarle muchos vistazos fuera a curarla más rápido. No se había quejado apenas, pues aguantaba bastante bien el dolor físico, pero aun así le escocía un poco.

Era la primera vez que visitaba la enfermería. Algunos dirían que la niña había tenido buena suerte, pues eso significaba que no había enfermado hasta ahora ni había recibido daños. Pero para ella era un fastidio no haber tenido la oportunidad de estar ahí. Le encantaba la medicina mágica y esperaba poder aprender mucho de ella para trabajar algún día en San Mungo.

- Hola, señora enfermera –saludó, con un tono de admiración, a la mujer con el uniforme que estaba trabajando dentro-. Mire, tengo esta herida en el brazo –le mostró la parte superior, casi pegando al hombro, donde le había impactado el hechizo de Enya-. Es de la clase de duelo, de un Aquus Guinae –le dio todos los detalles de antemano para que le buscara rápidamente el mejor conjuro o poción para curarlo-. No ha sido muy, muy fuerte el conjuro, pero como se me ha puesto así el brazo, el profesor Knower insistió en que viniera a verla a usted.

Miraba hacia todas partes, a los frasquitos, a las camillas y a la varita de la enfermera. Se giró un momento para comentarles a Enya, Gabi y Kelly-. Esto es fascinante, ¿verdad?

Kelly entro tras Asterope en aquel lugar, que seguía tan lúgubre y horrible como la última vez que estuvieron allí. La herida de la Slytherin seguía un poco fea, pero esperaba que la enfermera pudiese curarla pronto.

Por alguna extraña razón Asterope encontraba fascinante aquel lugar, a Kelly no le gustaban en absoluto los hospitales, y mucho menos la lúgubre enfermería del colegio por lo que se limitó a decir -Es un sitio curioso- Una buena manera de salirse por la tangente. -¿Qué tal te encuentras?.

Gabi se sentía algo emocionada por volver a la enfermeria, aunque no lo había comentado por temor a quedar mal. Por eso, cuando Asterope dijo que le resultaba fascinante, Gabi respondió entusiasta con un: -¿A que si? Curar personas es algo muy bonito.- Añadió con una sonrisa, aunque todo en voz baja, no quería molestar a la enfermera cascarrabias.

Cuando Kelly preguntó a la slytherin cómo se sentía, Gabriela la miró con simpatía, tratando de adivinar cuánto le dolía la marca que tenía en el brazo. Recordó la vez que Ithan y Arnold la acompañaron tras una clase en la que el rubio, como siempre, había superado sus habilidades en el duelo mágico.

Sintió un poco de nostalgia y a su mente volvió otro recuerdo de ese día, el de la otra chica que estaba en una camilla. -¿Qué habrá sido de ella?- Se preguntó.

La enfermería, para aquellos que habían estado allí antes, había mutado. Cada camilla tenía un dosel negro que las separaba una de las otras. Sólo había luz en aquellas estancias donde había algún paciente, estando el resto totalmente a oscuras, ya que las ventanas estaban cerradas. Un par de velas iluminaban la entrada. Pero no se veía nada más. Recordaba más a una mazmorra que a una enfermería.

Del fondo de la sala, se abrió una puerta. Bañó la habitación con una luz más potente, pero rápidamente volvió a desaparecer. Una vela que parecía levitar se acercó hasta las muchachas. Sujetándola, iba una nueva enfermera.

¿Y bien? preguntó, sin saludar siquiera. Mientras Asterope le contaba lo que le pasaba, contó las cabezas.

Tengo que hablar con el director. ¡Tres acompañantes! ¡NO ES UNA GUARDERÍA! se fue gritando, cogiendo a la herida por el brazo que estaba ileso y tirando de ella hasta una camilla. Qué detalle.

Apuntó con la varita a la muchacha y un conjuro levitador la alzó en el aire y la sentó en la camilla. Pero nada de delicadeza, todo brusquedad. Se iba a dar la vuelta para ir a buscar el remedio cuando se giró con dureza, y señalando a Asterope con el dedo íncide, gritó de nuevo ¡NO! como si fuera un perro, para que no se moviera.

Entró en su despacho y, varios segundos después, salió con una pomada en las manos. Era de color rojo fuego y tenía un toque de azufre. Se podría decir que se lo lanzó a la muchacha al brazo, y escocía.

Malditos niños, siempre haciéndose daño. Como no hay otra cosa mejor que hacer que curar sus pupitas. Panda de flojos y memos, yo les enseñaría pero bien a no quejarse por cualquier cosa... siguió refunfuñando mientras miraba con detenimiento cómo la pomada echaba un poco de humo.

Quieta aquí hasta que yo lo diga y se marchó a su despacho.

Enya llegó con el resto. Vio cómo Asterope explicaba el motivo de la herida, sintiéndose culpable ella por haberla causado.. Murmuró un lo siento. Se puso también a mirar de un lado a otro. La verdad que sí que tiene que ser fascinante. Sin embargo, después de cómo entró la enfermera y de la brusquedad con la que los trataba a todos, cualquier fascinación posible que Enya tuviera se borraba y solo pensaba en lo mal que le caía a primera vista esa señora. Miró a todas las demás con cara de "madre mía qué borde" y hasta casi también con un poco de susto mientras ella refunfuñaba. Cuando le puso la pomada, le dijo a Asterope: Espero que puedas curarte pronto. Y bajando la voz. Aunque lo mismo esta señora quiere matarte más que curarte. Vaya genio que tiene...

Asterope no se creía que esa mujer fuera tan perversa. ¡Si trabajaba de enfermera! ¿Podía haber un trabajo mejor que ese! Hechizos fascinantes, pomadas y pociones complejas y el sueldo decían que era estupendo. Claro que quizás el problema era que esa señora aspiraba a trabajar en San Mungo y se tuvo que contentar con Hogwarts, donde su carrera no avanzaría mucho. En ese sentido la entendía; ella también se sentiría amargada de ver su vida laboral atascada de esa forma. No obstante, la educación era importantísima y la enfermera tenía que aprender a ser más amable y delicada, sobre todo teniendo en cuenta que trabajaba con niños.

Obedeció a todo lo que decía, no quería contrariarla. Y aprovechó los segundos en los que salió a buscar la pomada para hablar rápidamente con las chicas.

- Estoy bien, me escuece solo un poquito –le respondió a Kelly-. Desde luego, es bonito, Gabi. Pero esta mujer parece sufrir con su trabajo. Estoy de acuerdo con Enya, me da a mí que preferiría infligir el daño que curarlo –Calló en cuanto escuchó los pasos de vuelta.

Poco tacto tenía la enfermera con su paciente. Asterope no se quejaba tanto por el daño que le hacía sino por las formas. ¿En qué academia de los horrores se había sacado la licencia para ejercer la medicina?

La enfermera volvió. Su mirada seguía siendo dura y, al llegar hasta la camilla en la que estaba Asterope, carraspeó.

¡Ejem! ¿Vais a curarla vosotras? preguntó a las acompañantes. No, ¿verdad? ¡Dejad paso! Hizo gestos con las dos manos para que se apartaran, como quien intenta espantar moscas.

Acercó la cara hasta la herida de Asterope, que estaba curándose y parecía que correctamente. Alzó la mano y arrancó un pelo de la cabeza de la niña, y se lo puso sobre la herida. Comenzó a cicatrizar a mayor velocidad. La enfermera sacó la varita y, tras un par de movimientos, apuntó a la herida. Asterope pudo sentir un calor tranquilizador recorriendo su cuerpo.

Podrás ir a cenar, pero no llegarás la primera. Ya te avisaré y se volvió a ir

Gabi repitió el mismo gesto de aquella vez que estuvo en la enfermería, alzando las cejas de forma automática. Definitivamente esta señora enfermera era muy desagradable, cada vez le caía peor.

Sin embargo no comentó nada, sus amigas ya habían dicho lo que opinaba de la mujer. Respiró más tranquila cuando ella se fue, la estaba comenzando a enojar con su actitud impetuosa y maleducada.

-Tranquila Aste, todavía no tengo hambre. Te voy a esperar para acompañarte al comedor.- Le dijo a la niña. Por suerte parecía que la enfermera volvería en cualquier momento a darle de alta o, lo que a efectos prácticos era lo mismo, echarla del lugar.