Partida Rol por web

De nada, de nada, dijo Poppy alborotando el pelo del chico con gafas.

Estaba dándose la vuelta para volver a guardar la pomada sobrante, cuando una escandalera en la puerta de la enfermería hizo que se diera la vuelta.

¿Qué pasa?, por las prisas debía haber ocurrido algo grave. La voz lastimera y demasiada apaisada de una de las niñas la hizo temer lo peor.

Agarró a la pequeña y la llevó de la mano a una de las camillas. Sacó la varita y con un par de golpecitos y alguna que otra filigrana, descubrió el motivo de la lentitud de Orsolya. Exceso de Agotattem, murmuró. ¿Como es esto posible?

Maxwell se mordió la lengua y apretó con los dedos el colchón de la camilla junto a la que se encontraba. Ese niño contenido y mojigato seguía comprando boletos de una rifa donde el premio gordo era una tunda. Y los premios de consolación también eran una tunda.

Cuando la mujer se acercó con el bote de mejunje, Max rezongó, pero se quitó la túnica y se levantó la camisa. ¿Para qué perder el tiempo protestando? Sobre el esternón, justo en el centro del pecho, lucía un redondel carmesí que contrastaba vivamente con la pálida piel de alrededor. La pomada hizo efecto en segundos, eliminando la quemadura como si nunca hubiera estado ahí.

El dolor no se lo pudo quitar, porque no había sentido ni una pizca en ningún momento.

Cuando estaba preparándose para largarse al despacho de la profesora de Artes Quiméricas, las gemelas aparecieron en la consulta pidiendo ayuda. Una de ellas, al menos; la otra parecía ida, como los jóvenes que pasaban por delante de su ventana las madrugadas del sábado.

—¿Exceso de Agotattem? —inquirió, cuando la sanitaria hizo su diagnóstico—. ¿Qué le ocurre?

Él había recibido ese conjuro varias veces, y no le había pasado nada raro.

Ahhhh, se quedó Erzsébet sin palabras, algo tan raro que hasta ella se extrañó. Je, je, se rió, ruborizándose hasta la coronilla.

Orsolya se dejó hacer, con una sonrisa bobalicona en su rostro mientras veía la varita de Poppy ir de un lado para otro y riéndose cada vez que ésta golpeaba su cabeza.

Pero Poppy, dijo Erzsébet, evitando comentar nada sobre el diagnóstico de exceso de Agotattem. Espero que no se vaya a quedar tonta. ¡Ella es la gemela lista!, exclamó preocupada por su hermana.

Lueeeego seguiiiimos jugando, Erzalía. El ago, agoo, agott, ya sabes que quiero decir, eso a lo que jugamos es muuuuy divertido, comentó alargando algunas vocales y riéndose al hacerlo.

Ehhh, je, je, no sé que quiere decir. Las mejillas de Erzsébet se ponían más rojas aún, si es que eso era posible.

Vaya, me parece que no puedo hacer nada por esas cicatrices, comentó algo pesarosa la enfermera cuando Maxwell se levantó la camiseta. Aunque al menos por este moretón si puedo evitarte una herida de guerra más, dijo sin saber si aquello era preferible o no. Era muy normal en chicos de su edad que cada rasguño y herida acabara conformando un mapa de orgullo del que sentirse dichoso. Aunque solo viéndole una parte del cuerpo, sabía que aquel chico tenía bastantes más recuerdos honorables que la mayoría de sus compañeros y puede que incluso que cualquier otro chico del colegio. Salvo uno en especial que le vino a la mente.

No lo sé, contestó a Maxwell, mirando extrañada a Orsolya.

No, no te preocupes, calmó a la hermana. Esto solo será temporal.

Cuando escuchó a la pequeña farfullar sobre un juego, Poppy achicó los ojos y miró con intensidad a Erzsébet. ¿En qué exactamente consiste ese juego, señorita?

¿Qué coño? ¿Han estado practicando el Agotatten entre ellas? La profesora no dijo que pudiera tener ese efecto,claro que la profesora probablemente estaría encantada de que todos los alumnos se quedaran como la gemela.

—Es el primer conjuro que aprendimos para usar en otros niños —intervino Maxwell—. Montamos una batalla en clase; la profesora nos quitó puntos a todos. Le tirarían más Agotattem a ella que a los demás.

Maxwell anotó mentalmente que debía tener cuidado con los conjuros de la enana. Una cosa era recibir golpes, o quemaduras de hielo. Otra muy diferente, y por la que no estaba dispuesto a pasar, era terminar alelado para siempre.

-Estos de Huffle están locos.-Pienso para mí al escuchar a las gemelas.-O bueno, a lo mejor tienen otro concepto de la diversion.

Dicho esto, decido permanecer allí unos minutos más para ver cómo acaba aquello.

Erzsébet mueve nerviosa los pies bajo la mirada escrutadora de Poppy. Piensa en mentir, que es lo que siempre hace. Pero era su hermana la que estaba mal y no creía que fuera muy adecuado mentir a una enfermera. ¡No fuera a ser que la amputase las piernas por una mala decisión!

Bueno, sí, lo que dice Max está bien, pero es que..., empieza. Verás, hemos estado jugando toda la semana al agotattescondite. Una la liga y mientras la otra se esconde, la que la liga pues intenta encontrarla y derrumbarla con un agotattem. La chica lo dice como si fuera lo más normal del mundo. Cuando estaban en el internado jugaban a lo mismo pero con piedras...

Las agotattem de Orsi no me suelen afectar, pero yo es que he descubierto como hacerlos con más fuerza y ella nunca consigue defenderse, sigue contando con algo de nerviosismo. ¿No se quedaría su hermana así para siempre, verdad?

-¿Y como haces exactamente para hacerlas más fuertes?-Pregunto movido por la curiosidad.

Por un par de Agotattem no pasa nada, y lo prefiero a lo que enseñan en duelo, comentó la enfermera. Prefería no hablar de Helen, la profesora de Encantamientos podía competir con Wainscott a bordería y mal humor.

¿Agotaqué?, preguntó alarmada Poppy. Ahora me explico esto...

Pues vais a tener que dejar esa diversión, dijo volviéndose hacia Orsolya, pero abarcando con su orden a las dos. Sin más agotattems, para esta tarde deberías estar mejor, y según pasen las horas iras recuperándote del todo.

Y a ti, regañó a Erzsébet, si ves que tus conjuros no los puede contrarrestar tu hermana, búscate a alguien que sí pueda, para practicarlos, ¿entendido?

No os prohíbo que sigáis jugando, pero con moderación. Las cosas si son divertidas se aprenden mejor, relajó un poco su tono de voz. Tendría que confiar en las pequeñas. Tenía la mala costumbre de creer en la segundas, terceras y cuartas oportunidades. Pero si veis que algún hechizo os sienta mal, ¡no lo uséis! ¿de acuerdo?

Por lo pronto, te quedarás aquí hasta la hora de la comida. Vamos, túmbate, la ayudó a tumbarse.

Vosotros ya estáis aviados. Si queréis, podéis quedaros, y sino, ya os podéis marchar, anunció a Maxwell y Helios.

La gemela sana se había roto y había largado todo el pastel. Mal asunto, pero era cosa de ellas dos, y al menos la sanadora no se lo había tomado mal, al parecer. Por su parte, aún estaba a tiempo de pasarse por el despacho de la profesora de artes quiméricas, y llevarse algo a la boca antes de la siguiente clase, si se daba prisa.

—A la hora de comer la tripa tomará el relevo de la cabeza y se pondrá bien —dijo, recordando la velocidad a la que desaprecía la comida de las bandejas en cuanto llegaban las gemelas.

Se despidió con su habitual sacudida de cabeza, y salió de la consulta.

Una vez que el otro chico se ha ido, y alejandome un poco de las dos hermanas gemelas, consigo vencer la verguenza y preguntar a la señora Pomfrey lo que me viene reconcomiendo desde que pisé la enfermería.

-Disculpe.-Digo con un hilo de voz.-¿Seria posible que me enseñara algún hechizo curativo aunque no sea muy poderoso?-Pregunto rojo como un tomate.-Siempre me ha gustado ayudar a los demás con mi magia y... bueno, como mi varita de espino dicen que es buena para la magia curativa y... tengo una hermana que siempre se está llenando de rasguños y esas cosas... y como tampoco estudiamos este año nada parecido... Pues me gustaría aprender algo, aunque fuera muy facil, para poder ir practicando. Y la verdad es que me da un poco de miedo buscar en libros sin más yo solo y probar esos conjuros. ¿Me podría enseñar alguno? ¿Aunque sea uno pequeñito? ¿Por favor?

Dejando a los chicos de primero, Poppy se fue a ordenar su dispensario. Sabía que por la tarde las otras dos casas de primer curso tendrían duelo y tenía que prepararse.

Fue entonces cuando el niño Ravenclaw se le acercó.

Vaya, pero no tendréis asignatura de curación hasta segundo, le comenta la enfermera. Y los profesores son mucho mejores que yo enseñando conjuros.

Lo siento, pero no puedo ayudarte.

Madame Pomfrey se quedó cavilando un rato. Aunque..., empezó, sí puedo darte algo de pomada para heridas leves. No puedo darte nada más fuerte, pero al menos así podrás curar los rasguños de tu hermana.

Sacó un botecito pequeño que llenó del menjunje sobrante que había usado para curarles a él y a Maxwell. Solo cura heridas superficiales, como las producidas por el Crystallus.

¿Dejar el agotattescondite? Nooooo, gritó interiormente Erzsébet. Para un juego que se le daba mucho mejor que a su hermana...

Asintió a la regañina de Poppy, porque empezaba a asumir que quizás no había estado jugando de modo muy responsable. Aunque, ¿qué querían? Eran niñas. Los niños no entienden de responsabilidad. Al menos no unas niñas como ellas.

Se alegró al escuchar que no se lo prohibirían. Aunque en realidad poco importaba. Que te prohibiesen algo solo significaba que tenías más ganas de hacerlo y tras tantos años seguramente Poppy ya lo había descubierto.

Vaaaaale, arrastró la palabra mientras se sentaba al lado de su hermana. ¿Hasta la hora de la comida ahí quietas? ¡Se iban a aburrir!

No sé, dijo contestando a Helios. Simplemente me sale mejor. No sé si la pronunciación o el movimiento de varita. Estaba segura que sería capaz de aturdir a Helios y a Maxwell si se lo propusiera.

Cooomiiiiidaaaa, murmuró Orsolya desde su catre cuando Maxwell habló de comer. Vino un retumbo de sus tripas que también hizo eco en el estómago de Erzsébet.

¿Cuanto quedaba aún para comer?, pensó desilusionada.

¡Adios, Max!, despidió al chico.

-Muchas gracias.-Respondo con una sonrisa de oreja a oreja. La verdad es que esperaba un hechizo por sencillo que fuera, pero la pomada también esta bien.-Intentaré que no se meta en lios para que no la necesite muy a menudo. Gracias.

Feliz como un regaliz salgo corriendo por la puerta en dirección al comedor.

Moviendo los pies que quedaban a un palmo del suelo, Erzsébet se movía lateralmente en la banqueta. Una niña inquieta que obligada por el descanso de su hermana, debía permanecer inactiva.

Rascándose en la cadera, decidió comentarlo con Poppy. No le importaban las heridas; cuantos sabañones, rasguños y heridas había escondido para no dar a conocer las actividades de la cuadrilla Azogue a las superioras del internado.

Poppy, oye, que en clase me han dado con el Crystallus, dice desabrochándose ahí en mitad de la enfermería los pantalones y bajando el lateral de las bragas sin ningún pudor. Dejando así a la vista un moretón azulado del tamaño de un puño. No me duele, pero es molesto. El profesor no se había dado cuenta. Debía estar liado con otras cosas. Y así era mejor...

Poppy se giró ante la insistencia de la pequeña. La verdad que no le faltaba energía, ¡ni vergüenza! al ver como dejaba expuesta la cadera con una círculo amoratado. ¡Ni pizca de decencia! Tenía suerte de ser una niña, cuando creciera perdería esa inocencia y ganaría pudor.

Ven conmigo, la agarró de la mano y la arrastró hacia la camilla de la hermana. Corrió las cortinas y examinó la congeladura de Erzsébet.

Quizás debería dejartelo como castigo por dejar así a tu hermana, comentó Poppy de pasada. Al ver como la pequeña parecía entristecerse por ser la culpable de alelar a su gemela, la enfermera suspiró. Venga, venga, ¿a qué viene esa cara tan larga? Orsolya se pondrá bien.

Se marchó y volvió con algo del menjunje que había usado con los otros alumnos de primero. Tendría que dejar algo preparado para la tarde, que sabía que las otras dos casas tendrían duelo y aprenderían el mismo hechizo.

Ven, apóyate en la camilla de tu hermano, indicó la enfermera.

Con mimo extendió la pomada y tras frotar un rato, el quemazón de escarcha desapareció. ¿Te sigue molestando?, preguntó a Erzsébet.

Erzsébet anduvo con dificultad, tironeada por Poppy hasta que llegaron a donde Orsolya parecía haberse quedado dormida. ¡Vaya una vaga! Esperaba que no se acostumbrara a las pre-siestas, que sino se perderían mucho tiempo que podrían ocupar en investigar el castillo, descubriendo cuartos secretos y en preparando todos los planes que tenían ideados.

La pequeña hizo pucheros ante la amenaza de la enfermera. ¡Ella no era culpable del estado de su hermana! ¿Qué culpa tenía ella que Orsolya no tuviera la suficiente voluntad para no derrumbarse ante los agotattem? Además, ahora que estaba al aire el cardenal, éste empezaba a picar.

Orsolya mientras tanto soñaba con unicornios volando a cámara lenta, propulsados por cañones que lanzaban arcoiris enganchados a sus muslos.

Apoyándose en la camilla de su hermana, con los vuelos de su blanca camisa de duelo flotando, sus pantalones que parecían de hípica a medio muslo y las bragas medio bajadas, notó un calorcito proveniente de la pomada que Poppy estaba frotando en la herida. Cuando esa calidez desapareció, descubrió sorprendida que el moretón había desaparecido.

Nooo, ya no pica, gracias Poppy, agradeció la pequeña mientras se subía las bragas, pantalones y se remetía la camisa.

Orsolya abrió al fin los ojos. La última imagen que había estado soñando era la del pulpo del lago a tamaño reducido, bailando con ella sobre un lago helado. O al menos lo que ella creía que debía parecerse al pulpo del lago. Al final el pulpo había tratado de besarla, llenándola la cara de babas -claramente no era un pulpo- y había acabado por despertar con sabor a pulpo en la boca.

¿Queda mucho para la comida, Erzy?, fue capaz de preguntar la pequeña al ritmo habitual. Parecía que la lentitud se había ido.

¡No, están a punto de servirla!, se emocionó Erzsébet al ver que al fin su hermana había despertado, que estaba mucho mejor y que además no había perdido el apetito que caracterizaba a las gemelas.

Y cogiéndola de la mano, se la llevó corriendo de la enfermería, con un: ¡Gracias Poppy!, de despedida.

La enfermería en el Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería está dirigida por Madame Poppy Pomfrey. Los estudiantes (y, presumiblemente, el personal) que sufren accidentes y lesiones durante el año escolar son enviados o llevados a la enfermería para ser curados. La enfermería está bien equipada para hacer frente a todo tipo de lesiones mágicas o mundanas, desde fracturas hasta renovación de huesos. Sólo en casos más graves los pacientes son enviados al Hospital San Mungo de Enfermedades y Heridas Mágicas para tratamiento adicional.

Neil llegó a la Enfermería algo fatigado y arrastrando los pies. Se detuvo atne las puertas para tomar una bocanada de aire, pico con los nudillos en la puerta de madera y pasó al interior.

¿Hola? dijo al entrar algo tímido.