Partida Rol por web

El Doctor Vandel miró a Gheorghe antes de responder a Nigromante.

No, yo no os conozco ni sé nada de vuestro pasado. Hay lagunas en mi memoria, rostros difusos y sonidos deformados que forman palabras que podrían ser nombres, pero nada inteligible ni que pueda asegurar que trata sobre vosotros-mintió.

Allí había muchas cosas que llamaban la atención de Querio. La principal era el espejo. En algunas culturas, los espejos son puertas al más allá. Aquel espejo... ¿fue el modo en el que los sirvientes del Conde de Versex llegaron aquí? También le gustó comprobar la disposición de los órganos de un cambiante diseccionado, aprendiendo así dónde golpear para hacer más daño. Vandel no era un hombre de acción, pero los conocimientos no son valiosos solo porque se vayan a utilizar. Hay algunas teorías utilitaristas que opinan lo contrario... pero bueno, esa es otra historia.

Necesitamos información: mapas, papeles de la Doctora Oathsday, lo que sea... Eso incluye testimonios-hizo un gesto señalando con el mentón al prisionero amordazado-. Cualquier testimonio... Así que contén tu golpe, Velkan. Y tú, ghoul, ¿sabes hablar nuestro idioma?-preguntó desde una distancia segura-¿Puedes hablarnos de lo que esconden otras habitaciones de este lugar? ¿De lo que hay fuera de estos muros? ¿De cómo llegaste hasta aquí?

EL REFUGIO DE SOÑADORES:

INVIERNO, AÑO DESCONOCIDO.

DÍA DESCONOCIDO, MES DESCONOCIDO.

PASADO EL MEDIODÍA (ENTRA LUZ DEL SOL POR LAS CLARABOYAS DEL TECHO).

SECADERO.

Anciano Sabio vuelve a quedarse apoyado en la pared, con su gesto pensativo y acariciánose la barba mientras los demás hablan y les escucha con atención. Inclina levemente la cabeza a Nigromante, al ver que es de la misma opinión que él y que ambos están de acuerdo con descansar. Este último enfrentamiento ha sido demasiado duro para todos y el viejo sabe que no resistirá mucho más sin el poder que le confiere su diosa.

Lo único que le desconcierta son las teorías y la discursión que parecen tener el doctor que no es doctor y Nigromante. ¿Realmente este es el momento más apropiado para esto? - Se pregunta el viejo sin dejar de mirarles. El tema le gusta y se metería de lleno en el debate, pero... ahora era momento de salir de allí, no de teorizar sobre mundos paralelos y viajes a través de ellos.

Miró a Tormento con gesto de sorpresa al escuchar sus palabras. - ¡Oh! ¡Por Pharasma! Eres una caja de sorpresas, hijo mío. - le dijo sin ocultar su asombro. - Has dado con un buen dato con el que yo no contaba, el miedo... y sí, deberían al menos cubrirse con las mantas, su equipo podría delatarles. - sonrió a Tormento agradecido por encontrar otra solución. - Aunque yo no se cuantos pasos más me permitirán avanzar mis viejas y desgastadas piernas.

Tormento le acercó la filactelia y preguntó al viejo por ella. Anciano la tomó con su huesuda mano y la miró unos instantes. - Podría ser una filactelia clerigal, pero lo cierto es que tampoco estoy muy seguro de ello. Sin duda alguna se trata de un objeto mágico, hijo mío. Me atrevería a aventurarme y decir que se trata incluso de magia Divina. - Anciano devolvió a Tormento el objeto. - Pero no puedo decirte nada más, hijo mío. Me temo que mi falta de conocimientos sobre conjuros y objetos mágicos me impide saber a ciencia cierta que poder tiene este artefacto. Quizás Nigromante o el Doctor, sepan de que se trate.

Se giró a ver que señalaba Velkan. - Tengo vagos recuerdos... de asistir a partos... - quizás fuesen simplemente sueños - No se bien hasta que punto sabré usar esos objetos, pero creo que me resultan conocidos. Yo los portaré y ya veremos llegado el momento, si alguna vez los usé y la soltura que tuve con ellos. - dijo refiriéndose al maletín con los instrumentos de cirujano. - Terminemos de revisar el lugar y salgamos de aquí. Mi viejo cuerpo necesita un descanso y vosotros, hijos míos, recuperaros de vuestras heridas.

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SECADERO.

Gruñó a la bestia que estaba amenazando con su hacha y detuvo el movimiento de sus poderosos brazos tal y como le habían solicitado. Quería matarlo, pero entendía que podía ser útil e iban a poder sacarle alguna información. Pero su corazón y su cabeza le pedían degollarlo sin ningún tipo de piedad o compasión. No era el culpable de su situación pero alguien tenía que pagar los platos rotos y aquel tipo, que en algún momento fue un humano, parecía un candidato tan bueno como cualquier otro. Esperaba que respondiera a las preguntas de Querio con velocidad, pero realmente él, como todos, ignoraba si eso podía hablar.

—Lo único que te mantiene en este mundo es la posibilidad de que hables, así que larga cabrón.

Aprovechó para golpearle con el plano de su hacha la cara del tipo a la espera de que reaccionara y se dedicara a largar lo que le estaban preguntando. Si no lo hacía, siempre había tiempo de machacar y destruir. Sus músculos se mantuvieron tensos y alerta, en cuanto escuchara que hablaba o en cuanto ninguno de sus compañeros necesitara al paria ese le segaría la vida por eso mantuvo su hacha cerca del cuello del tipo que parecía más bestia que hombre.

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SECADERO.

El paladín, que no parecía muy contento con nada, escuchó a unos y otros, mientras no perdía de vista al ghoul, preocupado por lo que aquella cosa pudiera hacerles. Sin embargo, ante lo que parecía ser una sugerencia de disfrazarles para evitar la paranoia de unos guardias, negó levemente.

-Sería indigno recurrir a tretas como esas. ¿Acaso esos cambiantes llevarían los cuerpos de sus congéneres para salir? Creo que se podría razonar con ellos, aunque seamos personas distintas. Deberían saber ya que algo extraño está ocurriendo en este lugar... Estemos donde estemos. Y en cuanto al ghoul, apoyo a Velkan. Está más allá de cualquier redención, y es un peligro para cualquiera. 

El caso es que los guardias no quieren ninguna prueba. No os mandaron a por tres cadáveres de cambiantes para demostrar vuestra pureza racial, pues podríais haber sido suplantados en el intento, y los guardias serían engañados. Ellos lo saben. Ellos lo esperan. Os tenían miedo porque pensaban que estaban ante seis cambiantes, y eludieron el combate con mentiras y falsos pretextos. Da igual que os presentéis con Gheorghe, Velkan y conmigo, o que lo hagáis con Réquiem y vuestros otros dos compañeros. Ir en dirección a los guardias solo tensará la situación. Es mejor descansar aquí.

El Doctor Vandel se acercó al maletín médico para inspeccionar las herramientas. Le sería útil, aunque solo fuese para ocultar las ganzúas disfrazándolas entre el material quirúrgico, como los bisturís o las tijeras de cirujano.

Respeto tu opinión, Gheorghe. Tanto por venir de ti, como por el respeto que le tengo a tus hermanos-dijo, tratando de ganárselo tras la divergencia de opiniones sobre la falsa cripta-. Si Gheorghe cree que debemos matarlo, no contengas por más tiempo tu arma, Velkan, y acaba con el ghoul.

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Se alegró de que el paladín compartiera su opinión y su arma esperó a que el doctor opinara en el mismo sentido. Hubiera preferido que el anciano se fiara de su experiencia pero ya habría tiempo para tratar ese asunto, su hacha descargó un amplio y potente golpe contra el inmóvil ghoul, con la clara intención de acabar con su vida para siempre, aquel ser nunca debía de haber existido y por su parte no volvería a hacerlo, era todo lo que estaba en su mano. Finalizado ese problema, Velkan pasó a centrarse en el otro gran problema que tenían, como salir de allí.

—Soy partidario de llevar ahora los cadáveres de los cambiantes, enseñarlos y ganarnos la salida, los recién llegados podemos taparnos para salir y llamar menos la atención. Así será más fácil, pero no podemos pasar más tiempo encerrados aquí. Esto es un lugar de locura y perdición y no estamos seguros de que esté limpio del todo, no creo que quedarse sea una opción. Llevemos los cadáveres y si no nos dejan salir ni con ellos apartemos a los que nos lo impiden. Pero no es buena idea pasar una noche aquí.

Limpió el filo de su hacha mientras terminaba sus palabras, no quería restos de sangre de aquellos seres en su arma, además mantenerla limpia era algo esencial para el correcto funcionamiento de ésta.

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SECADERO.

Todo el mundo tenía una opinión pero el infierno allí vivido parecía quedar relegado ante la necesidad de descansar comentada por unos y otros. Tormento suspiró cansado de todo aquello. Estaba herido, terriblemente sucio y ya había peleado bastante como para además someterse a discusiones acerca de qué hacer o qué no hacer.

-¿Indigno cubrirse con una manta para evitar complicaciones? -su pregunta fue acompañada de un leve bufido de incomprensión. La dignidad no radicaba en la apariencia que se mostrará sino en el hecho de seguir vivos, salir de allí y buscar respuestas a su actual situación, algo que allí dentro no conseguiría-. Y si pensáis enfrentaros  los hombres que están ahí fuera, olvidaos de mí. No atacaré a unos hombres asustados por los horrores de este lugar y que han hecho aquello que creían mejor. Podían habernos matado en el acto cuando nos vieron, al igual que hicieron con muchos de los cambia formas que podréis ver en estos pasillos. Pero nos dieron una oportunidad basada en la duda. No les juzgare ni condenaré por ser precavidos. 

Se acercó a Nigromante. 

-Nigromante, Anciano Sabio me ha dicho que esto podría ser mágico. Yo lo ignoro. ¿Cuál sería tu opinión al respecto? -le mostró la filactelia y a un tiempo, la perla. Ya anteriormente había sabido tasar lo hallado por él. Echó un vistazo, al ghoul y a los espejos desde su posición -. Si habéis tomado una decisión respecto a él, ejecutadla. No desearía nuevos peligros a mis espaldas. 

Cuando Nigromante le hubo devuelto los objetos y hablado acerca de ellos, se aproximó a los espejos. 

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SECADERO.

-Yo no apoyaré la muerte de hombres inocentes, desde luego-replicó ceñudo el paladín-espero que entren en razón al vernos. Como mucho, me defenderé de sus ataques, si es que se llega a dar el caso, y procuraré derribarlos sin causarles daño de ser necesario. Pero, como digo, espero que no tengamos que llegar a eso. 

Observó con cierta satisfacción como el bárbaro acababa con el ghoul, aunque por un momento pareció que iba a acabar en la cuba junto a él. 

-En cuanto al descanso, comprendo que lo necesitéis. No me opondré a lo que decida la mayoría. 

Gheorghe y yo solo llevamos cuatro o cinco horas despierto. Vigilaremos mientras dormís. Bien, entonces manos a la obra. Adecentemos un poco este lugar.

El Doctor sacó la daga, y desgarró las cortinas para improvisar un hatillo. Era demasiado flojo para cargar con uno de los cuerpos, pero podía recoger varios trozos mutilados y transportarlos...

Ay, ay, ay, ay...-se quejó-¡Mi lumbago! Mucho me temo que no podéis contar con mi ayuda. Id vosotros. Os recomendaría dejar los cadáveres en una habitación cerrada, no queremos que el olor atraiga a un grupo de ghouls hasta las puertas del lavadero. También sugeriría hacer algo con el espejo. Llamadme supersticioso, pero un espejo no es un lugar para un lavadero, y la doctora no parecía una mujer coqueta. No lo rompáis todavía. Sugiero tender la cortina en el suelo, luego ponemos el espejo sobre él, boca abajo, mirando a la tela, y después ponemos peso encima.

Quitó la mordaza de la boca del prisionero.

Aún no hemos tenido tiempo de hablar. ¿Cómo te llamas? ¿Qué te ocurrió para acabar así? Y lo más importante de todo... háblame del mundo que conoces. Del pueblo o ciudad más cercano, y en qué dirección está.

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SECADERO.

Anciano Sabio sonrió cuando por fin se decantaron por descansar allí. El lugar no era precisamente acogedor, pero entre unos y otros, seguramente lograrían adecentarlo lo suficiente como para poder descansar. Aunque ver el trabajo que les iba a dar prepararlo le hicieron replantearse realmente si descansar allí sería buena idea o no.

Sus delgados huesos y sus músculos viejos y deteriorados, de poco servirían para mover los cuerpos mutilados y sin vida, aún así no desistió y trató de ayudar en todo lo que pudo, aunque a veces era más un incordio que una ayuda.

Asintió ante las palabras de Vandel. - ¿También piensas que puede ser una puerta a otro lado, hijo mío? - Preguntó mientras lo miraba con detenimiento y pensaba que colocar sobre aquel objeto una vez estuviese en el suelo.

Cuando todo estuvo más o menos dispuesto, buscó un rincón donde acomodarse con la manta y preparó la zona para iniciar sus rezos a Pharasma y así recuperar sus poderes gastados, antes de dormir bajo la protección de su diosa.

Nigromante asintió a Tormento y examinó tanto la perla como la filacteria. Para ello usó sus capacidades de tasación, mientras comentaba en voz alta tal o cual calidad de la piedra con su familiar cuervo. Luego lanzó un detectar magia para cada uno de los objetos concentrándose en ellos el tiempo suficiente como para poder intentar saber lo que eran.

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Parecía que el deseo de descansar se imponía a la cordura. Sintió deseos de llevar los cuerpos de los cambiaformas al exterior y arrastrar con él a Anciano Sabio, en busca de una libertad y seguridad que allí serían imposibles. Pero se limtió a permanecer en silencio mientras los demás, especialmente los recién llegados, gestionaban aquella realidad que ni siquiera habían vivido. 

-Hay mantas en el pasillo desde el cual accedimos a esta área y que nos permitirán pasar las siguientes horas con mayor comodidad. Nigromante, ¿me acompañarías a recogerlas? Respecto a que velaréis nuestro sueño, dos personas solo son pocas.  Propondría que los más fuertes y sanos hagan las horas centrales. Los heridos o cansados, las horas iniciales o finales. Los más heridos, que no la hagan -su mirada se centró en Velkan, el más afectado de todos-. Nigromante, vayamos. 

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El golpe era complicado, el ghoul estaba tirado en el interior de la tinaja y el ángulo de impacto no hacía del proceso algo sencillo, por suerte su pericia le ayudó a rebanar la cabeza al bicho y dejarle muerto para y por siempre, no había más. Ya no habría que preocuparse por él. Sin embargo quedaba otro problema que resolver, el lugar en el que iban a pasar la noche. El grupo había votado y esa lacra que llamaban democracia había decidido que se quedaran allí a pasar la noche.

—Estamos en el centro del peligro y queréis pasar la noche aquí. Es casi un suicidio.

Negó visiblemente molesto mientras guardaba su hacha y su escudo y se acercó para comenzar a apartar los cadáveres que había en la zona, para tratar de hacer más asequible y cómoda su estancia en aquel lugar y tratar en medida de lo posible, que la noche fuera lo más cómoda que podían conseguir. Sin embargo el bárbaro no podía hacer más que negar cada vez que pensaba en lo que la mayoría del grupo había decidido.

—Yo haré la tercera guardia, necesitamos mantas y deberíamos intentar hacer algo de fuego. El tiempo es frío.

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SECADERO.

-Por supuesto que colaboraré con las vigilancias-dijo el paladín, asintiendo levemente cuando el doctor Querio habló por ambos. Tras eso, empezó a retirar cadáveres, aparentemente sin demasiado esfuerzo. Escuchó las reticencias respecto al espejo, con cierta extrañeza, pero no añadió nada. No era su campo de especialización, y si realmente pensaban que podía ser un peligro, no se oponía a que lo taparan. 

-Lo mejor para los heridos sería descansar, desde luego. Así mañana estarán algo más enteros, aunque solo sea por no acarrear cansancio junto con las heridas.

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SECADERO.

Nigromante examinó los objetos que le mostraba Tormento. Al principio su gesto era neutro, pero tras invocar uno de sus conjuros, una sincera sonrisa apareció en sus labios.

- Tres objetos mágicos, nada menos. La perla es de poder y permitirá a un mago lanzar uno de sus conjuros menores. La filacteria sirve para evitar infringir erróneamente la propia moral o filosofía, importante para paladines o clérigos, por ejemplo. Y esa mochila que tomaste permite cargar más por menos peso. Creo que yo debería quedarme la perla - dice entregando no obstante todos los objetos al monje.

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SECADERO.

Tormento recogió los objetos de manos de Nigromante, el rostro serio y una sonrisa de extraña y difícil interpretación en sus labios. Miró a unos y a otros. De su grupo original, solo restaban unos pocos y si bien no podía decirse que existieran especiales lazos entre ellos, la afinidad para con ellos era sin duda mayor que la que pudiera sentir para con los recién llegados, amén de su deseo de proteger a Anciano Sabio sobre todas las cosas.

- Por supuesto - dijo entregando la perla a Nigromante-. Espero que te sea de ayuda - un leve asentimiento de cabeza a modo de reconocimiento acompañó la entrega. Tras ello, se dirgió a Anciano Sabio a quien entregó la filacteria-. Sin duda, eres el más adecuado para recibirla. Yo me quedaré la mochila. Es práctica y nos servirá. Nigromante, ¿me acompañas a por las mantas?

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DÍA DESCONOCIDO (DÍA SIGUIENTE AL DESPERTAR), MES DESCONOCIDO.

HABIENDO AMANECIDO (ENTRA LUZ POR LAS CLARABOYAS DEL TECHO).

SECADERO.

Tormento retiró la manta y se levantó del suelo en el que había descansado, completamente despejado y sintiéndose bastante recuperado. Su estómago se contraía por el hambre tras dos jornadas sin ingerir nada, pero era el único malestar que sentía si podía definirse como tal. Una tos seca y bronca, procedente de un pecho congestionado, le hizo volverse. Era Anciano Sabio el origen de aquella toses. Rápidamente se acercó a su lecho y se arrodilló en el suelo.

- Estás enfermo. No diré aquello de ya lo dije, pero dormir en este infierno no te ha ayudado -dijo sin un tono recriminatorio sino preocupado-. ¿Cómo te sientes? ¿Tienes fiebre? -puso una mano en su frente y sintió su calor, pero no supo si era fiebre o si simplemente era el calor que todo cuerpo tiene cuando despierta-. Aguarda- se acercó a la zona en la que había agua y haciendo un pocillo con sus manos, llevó algo de agua hasta Anciano Sabio y se la ofreció-. Bebe. Te vendrá bien. 

Miró en torno suyo y vio que unos y otros despertaban, y que el estado físico de unos y otros variaba. Nigromante tampoco parecía estar bien. Se acercó a él. Parecía entumecido. 

-Levanta, Nigromante. Te ayudaré a calentar ese cuerpo y a activar tu circulación. Debemos marcharnos cuanto antes. Anciano Sabio está enfermo. Tose y no me gusta cómo se escucha su respiración. Su pecho debe estar afectado por algún tipo de infección. Además, no hemos comido en estas últimas horas ni creo que aquí hallemos nada comestible o apto para el consumo humano. Así que todo se complica -dijo mientras masajeaba con fuerza y precisión los músculos de sus piernas y brazos.

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Nigromante mira un segundo a Tormento con evidente curiosidad, para luego guardar la perla y asentir.

- Por supuesto, Tormento, vamos. Vendrán bien. - Y dicho esto, sale.

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Anciano Sabio agradeció la ayuda prestada por Nigromante para preparar su lugar de reposo a la par que le sonrió a Tormento cuando este le entregó la filacteria. - Gracias hijos miós, que Pharasma os bendiga. - dijo a ambos para luego terminar de acomodar su "cama" en un rincón protegido de corrientes de aire por la fría roca, mientras veía como ambos se marchaban de la sala. Se acomodó en el duro suelo y se cubrió con la manta después de rezarle a Pharasma, dándola las gracias por protegerles en aquel duro lugar.

El sueño pronto se apoderó del viejo y le hizo caer presa del cansancio. Pero aquello que parecía ser una buena idea para el anciano, se convirtió en un horror. En sus plácidos sueños, una sombra oscura acechaba, esperando el momento oportuno para salir y convertir en pesadilla cualquier sueño que tuviese el viejo. Así pasó Anciano Sabio la noche, dando vueltas de un lado a otro sobre aquel frío suelo, destapándose sin querer mientras huía de su perseguidor y despertánose cada poco, sudando helado por el pánico que llegaba a sentir en esas pesadillas.

Cansado de tratar de dormir en condiciones y no poder, Anciano se puso a rezar a Pharasma, para así poder recuperar sus conjuros. Pero los recuerdos de aquellas atroces pesadillas, de aquel Hombre Andrajoso persiguiéndole de nuevo por donde estuvise y aquella pequeña tos que empezaba a tener, no le permitían concentrarse.

Fatigado por tan mala noche, con sus tripas rugiendo de hambre y sin poder centrarse en los rezos, Anciano se quedó dormido entre intentos de rezo, donde al menos pudo dormir un rato en paz. Despertó entre toses secas, acudiendo Tormento a su lado nada más escucharle toser. - Da igual hijo mío, tenías razón. No debimos acampar aquí. - Su voz sonaba cansada y apagada, la respiración no era buena. - Por lo visto ninguno de los dos recordamos que soy un viejo testarudo. - rió lo justo para que la tos volviese.

- Estoy cansado y me pesa respirar... - dijo una vez recuperado de aquel ataque de tos. Gracias hijo mío. - Sonrió a Tormento cuando este le dio de beber. - Lamento el mal que he causado, me temo que no pude rezar a Pharasma y ahora, más que antes, soy la carga del grupo. - dijo volviéndose a recostar sobre la manta no sin antes volver a toser un poco. - Si no os importa, me levantaré cuando nos marchemos... - la voz se iba descomponiendo cuanto más hablaba, por las mucosidades de su sistema respiratorio.  - ... necesito un poco más de descanso... y otra manta si puede ser.

Miró a Tormento con los ojos vidriosos por la enfermedad contraída durante la noche. La fría piedra y la humedad del lugar, fueron suficientes para generarle aquella bronquitis al viejo, cuyas defensas estarían ya bajas por la edad y la falta de alimentos. Anciano Sabio miró el techo y cerró los ojos, tratando de relajarse un poco y respirar mejor.

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SECADERO.

Las pesadillas, y el mago no tenía duda alguna que tales pesadillas distaban mucho de ser naturales, habían golpeado su mente durante el sueño, una y otra vez. Hasta el punto que, al despertar, le costó diferenciar la realidad de esos sueños que le habían estado martirizando toda la noche. ¿Acaso no estaban en ese lugar de depravación que, algo le decía, debía recordarle mucho? ¿acaso no seguía sintiendo ese ominoso vacío en el lugar en donde debían estar todos los recuerdos?

Como en tantas ocasiones, al despertar, los recuerdos se desvanecieron, pero la sensación, esa sensación a podrido, a rancio, a deshecho, permaneció. Por espacio de unos minutos, mientras sentía los músculos agarrotados, hasta el punto que al mover la pierna había sentido un calambre terrible que a punto había estado de desmayarlo, Nigromante permaneció sentado, respirando pesadamente.

Al llegar Tormento, asintió a sus palabras, pero sin realmente prestar a las mismas demasiada atención.

- Este lugar está maldito. Y nosotros también lo estamos. Debemos buscar una forma de salir, repasar lo que quede de este sitio, e irnos. Si dormimos una sola noche más aquí, nunca recuperaremos la cordura- le dijo en tono grave, con la voz aún pastosa- Gracias Tormento. Pero ayuda primero a Anciano Sabio, está peor que yo. Intentaré desentumecer mis músculos.

Y a ello se pone mientras trata de recuperar el aliento.