Partida Rol por web

Después de mojarme la cara y acompasar mi respiración para despejar mi cabeza, me encontraba algo mejor. Prefería estar sola pero tampoco quería darle una mala contestación a Charlotte, al fin y al cabo se había preocupado por mí, aunque aún no tenía muy claro sus intenciones.

- Ya estoy mejor Charlotte, no hace falta que vaya a la enfermería por ahora... si me vuelve a repetir entonces sí que iré. Podemos ir  a la sala común ya. Gracias.

- Como quieras. - Terminé encogiéndome de hombros antes de dar media vuelta sin decir nada más, después de todo nadie podría decir que no lo había intentado.

 Por delante de nosotras, Zoe esperaba apenas unos metros frente a las escaleras que descendían rumbo a las mazmorras. Sonreí ligeramente encaminandome en su dirección.

Me escondo un poco cuando veo a un chico mayor pasar y intento escuchar lo que le dice a aquella estatua tan fea, cosa que no logro con mucho éxito. Así que decido quedarme un rato escondida por al lado de la estátua para ver si alguien más entra. 

Mientras estás ahí parada, alguien se acerca por tu espalda, sorprendiéndote.

- ¡Eh,tú! ¿Qué haces aquí sola? ¿Te has perdido?

Al girarte ves que es el chico que se presentó como "prefecto" la primera noche. Al ver la plaquita brillante con la "P" en su túnica te viene a la cabeza que el chico que ha entrado antes en el baño la llevaba también. O una parecida e igual de brillante.

- Sí... Me he perdido. Iba a la sala común y las escaleras han empezado a cambiar y me he hecho un lio ¡Soy un desastre en orientación!- Digo avergonzada. - Si me puedes mostrar el camino te lo agradecería mucho. Por cierto, ¿sabes a dónde lleva la estatua esta del hombre tan feo? 

- Sí que lo sé, pero no debería decírtelo... Es un lugar para los Prefectos. Vamos, que te llevo a la sala común.

- ¡Que interesante! ¿Y yo no puedo ser prefecta? Es decir... Tu ya eres mayor. O sea, no te queda mucho en Hogwarts ¿No? ¿Cómo se decide quién es prefecto?- Pregunté mientras le seguía hacia la sala común de gryffindor, sin darme cuenta de que quizás le había ofendido eso de "mayor". A mi me ofendería.

El prefecto se ríe de manera honesta, no parece enfadado.

- Pues verás, se escogen en quinto curso y son prefectos hasta séptimo, cuándo dejan las escuela, normalmente. A veces puede haber excepciones. Se escoge un chico y una chica de cada clase y la decisión la toman el jefe de la casa y el director. Normalmente cogen a los estudiantes que parecen más responsables, pues un prefecto tiene la responsabilidad de un profesor fuera de las aulas: vigilar que nadie haga gamberradas y se salte las normas.

Poco a poco llegáis a la torre y el te deja en la parte de abajo, ya no tiene pérdida.

- Bueno, yo tengo que seguir con mi ronda, así que te dejo aquí. ¿Cómo te llamas?

Sin duda se nota que es un chico muy amable, por mucho que sea Prefecto.

- Irina. - Respondo. - ¡Y intentaré ser prefecta! Aunque soy un desastre... Y muy mala en conjurar lumos. Vale, gracias por traerme hasta aquí, yo voy ya a descansar que con la tontería hemos hablado un montón.- Digo estirandi las brazos y bostezando. 

"Ahora descansaré en el sofá y esperaré a Remus a ver si viene." 

Los pasillos se van animando: gente que baja a desayunar o madrugadores que ya han terminado; gente que va a los jardines, a la biblioteca o practicar Quidditch. NAun con todo, no ves a nadie que conozcas.

Las cosas no parecían demasiado animadas para ser un día sin clase aunque supuse que siendo tan temprano era previsible.

Sin detenerme demasiado, me dirigí directamente a la biblioteca. Tenía la esperanza de que los anuarios de los diferentes cursos pudieran darme alguna pista sobre las curiosas siglas que aun durante la mañana colgaban junto a su nota en la pared de la sala común, y en cualquier caso, tampoco tenía nada mejor que hacer.

Parece ser que la máxima afluencia de estudiantes para comer es a esta hora, lo que te segura tranquilidad en casi cualquier lugar del castillo.

Caminaba sin rumbo fijo, terminandome el sandwich y sumida en mis propias divagaciones.

Agradecía la soledad del castillo pero solo en parte. Los demás no solían darse cuenta de lo que la gente como yo se veía forzada a hacer por pura supervivencia. Las cosas que tenía que hacer, cada sonrisa, cada paso, cada intriga... Ni siquiera Zane o Deborah parecía que fueran a ver nunca más allá de sus propias narices y eso que uno pensaría que estábamos en el mismo barco. 

Negué con la cabeza, algo bastante estúpido pues estaba sola. Las cosas no iban tan bien como me repetía cada noche antes de irme a dormir y después de una semana sin tregua me sentía mentalmente exhausta. En casa nadie parecía que me echara de menos y aquí ni siquiera mi hermano se había preocupado por darme algún día los "buenos días". Llegaba un momento en que la soledad le pesaba a todos y ahora me tocaba a mí. 

Suspiré y me mordí el labio, el aula de música, el piano, la danza y la práctica de hechizos había sido un consuelo temporal, un pasatiempo pasajero, pero este castillo era muy grande y yo, por mucho que me pesara, era aun demasiado pequeña. 

Chuté una piedrecita del camino. Tal vez fuera el momento, ahora que nadie parecía vigilarme, de aflojar un poco los lazos que tanto me encorsetaban, hacía tiempo que tenía ganas de explorar el castillo pero no había encontrado ocasión, por no decir que siempre había considerado de mal gusto el fisgonear por ahí sin permiso pero... que diablos. Estaba claro que a nadie le importaba lo que hiciera o dejara de hacer por aquí...

Mientras deambulas por los pasillos vas decubriendo más cuadros, estatuas y armaduras. El castillo parece tener un sinfín de habitantes propios, aparte de los pasajeros alumnos. 

No estás segura de en que planta estás cuándo ves una puerta...diferente. No estás segura de lo que es que la hace diferente, pero es algo que llama tu atención indudablemente.

Me quedé mirando aquella puerta durante un rato, el dintel, el marco, las bisagras, el picaporte. Incluso me fijé en las marcas que el tiempo había dejado plasmadas en el arco de piedra cuya entrada custodiaba. 

De repente, sentí curiosidad. La verdad es que no lo había pensado demasiado, de hecho, ni siquiera me había dado cuenta que tenia el brazo levantado cuando probé a girar el picaporte.

Cuándo entras no puedes sino sorprenderte. La habitación se parece espectacularmente a tu dormitorio en la mansión de la familia, tiene todo lo que puedas desear o querer en esos instantes e incluso las muñecas de porcelana son idénticas a las tuyas. 

Tras dar un par de pasos la puerta se cierra tras de ti, pero la mayor sorpresa aún estaba por llegar. Un pequeño se aparece de repente con un suave "¡plomf!" enfrente de ti. Cuándo te fijas bien ves que es Dexter, el elfo doméstico que te ha servido siempre fielmente.

- Señorita Charlotte, me alegra encontrarla. Tengo una carta de su padre, y cómo siempre, estoy a su servicio. - dice haciendo una reverencia.

Durante unos largos minutos me quedé petrificada de asombro. ¿Era mi habitación?, ¿cómo era posible que fuera mi habitación?.

Recelosa empecé a caminar entre los muebles, con cuidado de no tocar nada. La alfombra parecía sensacionalmente mullida, como la mía, incluso la colcha de plumas blanca parecía auténtica, el dosel, las cortinas, ¡hasta las muñecas! Y entonces, apareció Dexter...

Ni siquiera fui consciente del hecho de que, sin pensarlo, me había dejado caer hasta su altura para poder abrazarle. Fue un acto totalmente impulsivo, y probablemente fuera e lugar, pero no me importo. !Había echado tanto de menos a todos!. 

-¡Dexter!, ¿De verdad eres tú?. - Pregunté separándome un poco y recuperando la compostura algo avergonzada.

Entonces, me tendió la carta. En mi interior algo me decidía que todo aquello no era real, que no era mi habitación y que el verdadero Dexter en realidad no estaba aquí. Eso significaba que la carta probablemente tampoco sería autentica pero tenía tantas ganas de que lo fuera que decidí ignorar todas las advertencias de mi quisquilloso cerebro y rasgué el sobre.

El elfo se separa con precaución y cierto sonrojo.

- Sí señorita, su padre me envía... - dice el elfo intentando recomponer la compostura, aunque no tan bien cómo se te da a ti.

Al abrir la carta puedes ver la nítida caligrafía de tu padre claramente en cada palabra.

Queridísima Charlotte.

Disculpa que no te escribiese antes, estuve muy ocupado con los negocios y preparando la velada con los Knight y los Gray. Hay una posibilidad interesante para nuestras familias que hemos estado discutiendo. Estoy seguro de que esto será muy bueno para tu futuro, hija.

Muchas felicidades por tu entrada en Slytherin. Espero que te estés llevando bien con los hijos de los Gray y los Knight. Tu hermano me ha dicho que entra mucha mediocridad en el colegio últimamente, así que no deberías desaprovechar la oportunidad de estar con ellos. Por cierto, tu hermano también me ha dicho que estás creando un club de lectura. Me parece una gran idea para aprovechar las donaciones literarias de la familia. Te diría que escojas bien a tus compañeros, pero sé que lo harás. 

He decidido enviar a Dexter para que te sirva, cómo ya habrás notado. Pensé que la sorpresa te haría ilusión, por eso no envié la carta por correo. Dexter tiene órdenes estrictas de no dejarse ver, aunque nadie debería reconocer un elfo doméstico, pero estará para ti para lo que necesites. También puedes usarlo para enviarme noticias, sé que las lechuzas te parecen sucias.

Me han llegado noticias de la Asociación de Padres de que van a haber unos Juegos Escolares en Hogwarts. Sé que te gusta la competición, así que espero que la noticia te agrade.

Un beso princesa,

Papá

Para cuándo alzas la vista puedes ver a Dexter bastante confundido mirando a su alrededor.

- ¿Cómo ha conseguido  la señorita Charlotte una habitación tan parecida a la suya? - se pregunta con curiosidad en voz alta.

Me dejé caer sobre la cama releyendo la carta. Parecía tan real... Entonces tuve una idea. Miré a Dexter, sabía que se moría por curiosear libremente y aun así, no lo haría hasta que no tuviera permiso expreso. 

- No lo se, creía que era cosa tuya. - Reconocí bajando de un saltito y acercándome resueltamente hasta la cómoda. Si aquella era mi habitación los pergaminos y la tinta deberían estar en el primer cajón. 

Por supuesto, no me había equivocado. Sonreí de medio lado escogiendo uno de los rollos de pergamino anodino, una pluma cualquiera de las que solía usar y tirar y un tintero de los que casi nunca usaba por contener tinta corriente y moliente, y sin más se los acerqué directamente al elfo. 

- Escribe. - Ordené con suavidad extendiendo el pergamino frente a él y ofreciéndole la pluma con una sonrisa cálida y dulce.

Una vez estuvo preparado me dispuse a dictar el primero de los textos: 

"UNOS SILLONES MUY CÓMODOS Y... PERDÓN POR LO DEL LAVABO. 

ATT: G.R.H.S." 

Tras ello, esperé pacientemente a que terminara para empezar con el segundo:

"BONITOS TAPICES...

ATT: G.R.H.S"

Dicho esto, volví a permitir una nueva pausa para terminar con el tercero:

"DEBERIAIS EMPEZAR A ENCENDER LA CHIMENEA, EMPIEZA A REFRESCAR.

ATT: G.R.H.S"

 - Una vez acabes con esto lo que quiero es que esta noche los claves en el tablón de anuncios de Gryffindor, Hufflepuff y Ravenclaw. - Sonreí al pequeño y atento elfo. -Quiero que todo el mundo pueda verlo cuando se despierte, pero se discreto, nadie debe saber que hemos sido nosotros... - terminé guiñándole un ojo de forma traviesa. -Oh, y ten cuidado con los retratos, suelen tener la mala costumbre de meterse donde nadie les llama.-

Todos podíamos jugar al mismo juego y si pretendían convertir a Slytherin en el hazme reir del colegio estaba claro que habían subestimado nuestros recursos. Después de esto todo el colegio les estaría buscando...

- Oh no... Dexter se apareció en el castillo buscando a la señorita Charlotte, justo cuándo la señorita abrió la puerta aparecía Dexter. - explica lo mejor que puede.

Después coge la pluma y el pergamino y escribe lo que le dictas. Su caligrafía es bastante infantil y no demasiado buena, pero para ser un elfo sabe escribir muy bien. cuando terminó escuchó con sus enormes orejas las órdenes.

- Por supuesto señorita Charlotte. Dexter no le fallará. Dexter es sigiloso cómo una sombra. - dice mientras guarda (no sabes muy bien cómo) los pergaminos en los harapos a los que llama "ropa". - ¿Necesita la señorita algo más?