Partida Rol por web

Judith apretó la mandíbula cuando vio que esa bestia aguantaba de nuevo sus disparos y, de nuevo, la pieza se la llevaba otro. Hoy el Emperador no quería premiarla con ninguna baja por su parte y eso la molestaba de sobremanera.

-Vamos -dijo moviéndose un poco para poder tener una línea de tiro sobre los tiránidos de tamaño "inferior" a los que había estado disparando anteriormente, pero no uno de esos pequeñajos que se movían en gran número. Se dispuso y disparó de nuevo, fallando el disparo por bastante y no pudo más que chasquear la lengua e intentar apuntar mejor en el siguiente disparo.

-¡Hacia el norte, a toda prisa hay que apoyar esa sección que se viene abajo!- Bramó el pater mientras echaba a correr, seguido de sus muchachos delincuentes y una Red, hasta ahora, más silenciosa que un cadáver.

En el fondo el pater estaba frustrado, no había conseguido nada más que lanzar un solitario chorro de promethium ardiente y eso no lo podía tolerar.

Por si alguien le escuchaba desde lo alto de la muralla, el pater continuaba vociferando.

-¡Iremos al norte a apoyar la zona sobreinfectada de Xenos!-

Varinia vio de nuevo su oportunidad. Los xenos acosaban a sus hermanas pero su posición era inmejorable. Avanzó por las almenas y de manera calmada apuntó la bocacha del exterminador hacia la masa de alienígenas. -Ogrete, a cubierto- gritó por el comunicador. Segundos después, la llamarada abrasó a un buen número de ellos y el depósito cayó vacío saturándolo todo del aroma amargo del prometium.

-No olvidéis vuestros lanzallamas, hermanas. ¡¡La ira del Emperador abrasará al xeno, al mutante, al hereje!!

Poco a poco se quedaba sin blancos. A través de las múltiples cámaras de la batería conectada a su cuerpo, Bender pudo ver que uno de los guerreros había conseguido trepar la muralla y se levantaba junto a su batería, enfrentando un nutrido grupo de penales que se lanzaban contra él. Una valoración rápida juzgó que tendrían que aguantar un poco más, la torre de al lado tenía más presencia hostil. Apuntó de nuevo con la batería y descargó contra la bestia. Cualquier ayuda de aquellos gigantescos cañones era útil para repeler la oleada.

Solo me quedo viendo como los Xenos nos han tomado la ventaja en tomar varias posiciones, en mi mano derecha había xenos matando a camaradas y al lado izquierdo, mas xenos luchando contra las hijas del emperador, de forma desesperada volteo ver a Sabre junto a los demás de Hidalgo. ¡Nos tienen rodeados! Pero el lugar de dar retirada, Sabre prefiere ir a la carga contra uno de esos guerreros, eso me da valor y voy a su posición para ayudarla a acabar con el Xeno. 

Mientras corría hacía la posición me meto entro  los Hidalgos, veo lo asustados que pueden estar  y  solo es cuestión de tiempo para que salgan huyendo. Así como si fuera una orden directa, les hablo a los Hidalgos Ni un paso atrás, ¡¡¡saquen sus espadas y carguen!!!  Con el rifle a la mano, le disparo a la criatura a quema ropa para hacerle el mayor daño posible y cubrir a mis compañeros. 

¡¡¡¡VICTORIA O MUERTE!!!!

La espada de energía de Sabre Rose volvió a hendir la durísima coraza quitinosa del guerrero volviendo a herirlo a la par que los hidalgos trataban, en vano, de provocar alguna herida con sus espadas con monofilo. El guerrero se revolvió partiendo por la mitad a otro soldado de los de Brabant, pero nuevamente la moral no cayó al verse insuflados e inspirados por la valiente y aguerrida presencia del Sargento Lido y Sabre Rose, aunque algunos se preguntaban por que Alfonso, notable espadachín del regimiento, no se atrevía a ir cuerpo a cuerpo siguiendo los nobles edictos del Sakto. Dos ogretes más cayeron bajo las letales garras de los guerreros tiranidos y un tercero fue capaz de evitar el ataque del xeno manteniendo firme la posición mientras que el ultimo, que se enfrentaba en solitario a los penales al lado del cañón que Bender manejaba acababa con varios descastados.

Las hordas de gantes del exterior de la muralla, al ver que el carnifex había perecido ante la intensa potencia de fuego de los Imperiales, se lanzaron a la carga contra el dañado muro para trepar. Los demás xenos de menor tamaño siguieron su encarnizada lucha contra las hermanas de batalla, un par de ellas murieron bajo los frenéticos ataques perpetrados por los xenos y otras muchas fueron heridas aunque mantuvieron el tipo sin soltar ni un miserable quejido. 

Las FDP se fueron movilizando buscando un objetivo mejor al que combatir a la par que la hermana Vaniria dio una orden en balde, pues el ogrete no fue capaz de reaccionar y no evitó el chorro de llamas, que solo lo hirió parcialmente para después achicharrar a bastantes gantes con la llamarada. Caelestia, optó por avanzar unos metros y lanzar una granada contra una de las hordas que acosaba a sus hermanas acabando con los ultimos gantes de esta que Vaniria había dejado diezmada. Una de las torretas centinela de los Khard se activó acabando con un mal herido guerrero, mientras que los soldados, algo confusos por lo encarnizado de la batalla se mantuvieron nerviosos, con las armas preparadas, pero sin atreverse a disparar.

Aurestia, tras volar rauda a por uno de los guerreros, le tiró una granada perforante a este, hiriéndolo pero no siendo capaz de aturdirlo como se esperaría. Judith dio un paso lateral pero erró el tiro cuando trató de acertar al guerrero. El Pater corrió seguido de los suyos por la zona inferior de la muralla y los Recios, sintiéndose algo inútiles contra los guerreros, corrieron para apoyar a las hermanas. Los Penales dieron rienda suelta a su ira homicida blandiendo sus armas sierra y haciendo frente a los guerreros tiranidos a la par que los ogretes intentaban su parte, cargando y atacando con rabia por sus hermanos caídos en combate - ¡Muede cdiatuda indfednad! - gritó uno de ellos apoyando a los Hidalgos.

Dionis giró el cañón vanquisher dando contra el único guerrero destrabado, logrando herirle de gravedad y dejándolo a las puertas de las muertas mientras rugía desafiante. Las hermanas de batalla devolvían el golpe, unas a melee y otras disparando, sin embargo, lo que más destacó fue en la zona del cañón que Bender manejaba, a las hermanas allí presentes no les importó nada que hubiera penales combatiendo y en su línea de tiro, por lo que acabaron acribillando al guerrero y matando a varios penales en el proceso. Bender acabó con ese mismo guerrero con un disparo limpio y el sargento Lidio, valiente como cualquier Hidalgo de Brabant, le dio el golpe de gracia al guerrero tiranido acabando con este con una maniobra perfecta de Sakto al burlar las enormes guarras y ensartar al xeno.

El disparo de Alfonso se perdió y la Hermana Ceres, imitando a su Hermana Caelestia, lanzó una granada contra los que empezaban a trepar, acabando con uno de los grupos de gantes ya diezmado. 

Aquel soberanísimo sablazo del Barao Gomes dejó a Sabre Rose impresionada, el monstruo cayó a sus pies con el cuerpo desvencijado y la maestra duelista golpeó con la rodilla el suelo y bajó la cabeza, reconociendo su extraordinario mérito. Un gesto practicado y rápido, no tardó ni un pestañear en caer en la cuenta de que hacía falta sacudir a los Khard Mayners y con un movimiento rápido se desprendió de su casco para mirarles a los ojos al hablar.

- El valor de Zyma y la justicia de Santini están al otro lado, Khard Mayners - dijo, aludiendo al grito de batalla que con sus vozarrones habían proyectado alto y claro antes de que esta comenzase -; apoyaos en el honor de Carolina si os hace falta y seguid a los Hidalgos - señaló con la mano estirada allá a donde hormagantes chocaban con las Hermanas de Batalla -. Adelante, abrid fuego y destruid a los enemigos de la Humanidad.

Dedicó un instante a mantenerles la mirada, su espada y la de la cohorte de brilareses a sus espaldas no consentirían de una respuesta que no fuese la de las pesadas botas de los mineros al avanzar a la batalla. Sin embargo, aquel momento de respiro merecía también de energías renovadas y espíritus despiertos.

- Con las esquinas purgadas, el enemigo en el centro y las gentes de Yhemek a nuestras espaldas - alzó su sable a los cielos - ¿Quién se suma a ser recordado? ¡Vamos a por ellos! ¡Que no quede ni uno!

Pudo entonces dedicarle un instante a admirar el metal blandido por los maiorem, todas y cada una de las almas que recibían el viento de frente en aquella muralla habían desenvainado... Todas menos una.

- Alfonso de Santiago, Furia de León, vuestra espada, sigue en su vaina - era plenamente consciente del peso que manejaba Ambrosio de Santiago como señor de su casa pero Brilaria estaba muy lejos y aquí el único peso que importaba era el de la voluntad de Lord Coronel Carolina Leonor Silva Brabant -. Llegásteis sin pasar por todas las etapas de la vida y, por ello, os daré esta oportunidad de preservarla: tirad vuestro M36 y pistola láser al suelo, desenvainad y luchad hombro con hombro con nuestro Barao - sus ojos no se apartaron de los del joven ni por un segundo -. No es una orden, es un ruego por la reputación de vuestra familia.

Lidio dio la estocada final que acabó con el guerrero tiránido y sacó raudo su espada del aún caliente cadáver. Miró a Sabre Rose y sonrió. Se sentía realmente orgulloso de luchar con alguien tan hábil y ejemplar como ella, pero, como competidor nato, también se sentía henchido por haber cobrado él la pieza. Hasta en un lugar como ese había lugar para el singular honor de su tierra natal.

Aplaudió de nuevo con la mirada a la Maestra por su arrojo, iniciativa y órdenes. Y aún más por el aviso a De Santiago. Dionís estaba rodeado casi en su totalidad, y no podían dejar que un soldado ejemplar como él pereciese bajo las garras de tan ignominiosas criaturas.

Con la elegante marcialidad que sólo los hijos de Brilaria poseían, puso su pie sobre el xeno y, señalando en dirección a la torreta, gritó:

—¡Ayudemos a nuestro hermano Dionís, el Matagigantes! ¡ANIQUILEMOS A LOS XENOS! ¡TODOS CONMIGO, CARGAAAAAD!

Lidio salió disparado hacia la horda más próxima, impulsándose con tanta rabia sobre la cabeza del tiránido yaciente, que sintió que ésta explotaba bajo su bota. Corrió unos metros hacia el sur, y luego cargó contra la marabunta, junto a las hermanas de batalla y el leal De Santiago.

La granada dio de lleno en el blanco, pero no fue suficiente para acabar con el enorme xeno. El tiránido logró acabar con el ogrete con el que se batía, por lo que no se tuvo que preocupar por darle a su aliado. Ahora solo tenía que preocuparse de la gran mole que tenía justo delante y que seguramente iba a intentar vengarse por su granadazo. Por suerte, sus retroreactores la mantenía fuera del alcance de las afiladas cuchillas que tenía por extremidades. Sin más explosivos capaces de perforar la coraza del guerrero, echó mano de su rifle bólter de nuevo, y lo acribilló desde lo alto, esperando que aquella ráfaga fuera la definitiva para por fin acabar con su enemigo.

Sabía que ese enjambre de insectos subirían más rápido de lo que parecía, por lo que disparó hacia ellos y comenzó a retroceder, dejando al regimiento de hermanas entre los xenos y ella. 

Al otro lado del regimiento vio a varinia y aurestia y se fue a colocar con ellos, desde allí tendría un buen ángulo para seguir disparando a los xenos que subían a la mueralla.

-Seguimos corriendo, me da igual si echási el bofe, nuestros hermanos necesitan ayudas y es lo que les daremos-

Se empezaba a sentir un tanto inútil el páter, pero la guerra era así en muchas ocasiones. Mucho correr y poca acción, pero algo le daba que no tardarían mucho hasta cubrirse de mierda hasta las narices.

Tiempo al tiempo, aquellos xenos eran como una plaga de langostas, parecían no tener fin.

-¿Lo oléis, soldados? Es prometium incinerando xenos. Nada en todo el universo huele así. ¡Seguid disparando, esta muralla ya huele a victoria!- gritó la celestial. Los Recios cubrían la muralla a su derecha, así que lo que quedaba era eliminar a los tiránidos en el otro flanco. -Lenore, Judith, hermanas, fuego hacia nuestra izquierda- habló calmadamente por el canal privado.

Caelestia avanzó por la estructura de la muralla, haciendo rugir su espada sierra mientras corria hacia uno de los enemigos del emperador, le daba igual lo que fuera, solo quería hundir el arma en uno de esos seres y probar en cuerpo a cuerpo como de resistentes eran, así que se encamino hacia el guerrero tiranido más cercano profiriendo un grito de rabia, hacía ya tiempo que se había olvidado de arengar a la tropa, rezar o dar animos a los presentes, solo deseaba dar buena cuenta del enemigo, y que este no osará ir más allá de las murallas que defendía junto a sus hermanas. La iniciada Vitelia, que estaba a las órdenes de la hermana tuvo que alcanzarla en la carrera, alzando también su arma para la pelea cuerpo a cuerpo que se iba a producir, sabiendo que seguirla, como hacia siempre, implicaba entrar en una pelea con un ser hecho de garras y colmillos, básicamente, pero también sabía que ese era su deber, por muy remolona que fuese fuera del campo de batalla no iba a dejar sola a su Celestial.

Bender oyó como caía el último xeno en su sección de la muralla, acuchillado por sus compañeros hasta la muerte. Un problema menos. La subrutina de apuntado buscó un blanco en la sección siguiente, buscando a los monstruos que se elevaban por encima de la muralla, pero la bestia se agachó para devorar a un pobre guardia y el letal proyectil falló por poco.

Veo como los guerreros de los xenos inician caer uno por uno y todo a gracias a nuestros mejores hombres como por el talento de Sabre y Lidio, alegremente levanto mi arma al cielo por señal de victoria, pero la guerra aun no terminaba, aun las hermanas de batalla, las hijas de emperador aun estaban luchando con una gran horda de xenos, así que con los gritos de Sabre y la moral arriba por las nubes, tiro mi pistola y saque mi arma, mi espada, mi herencia y el símbolo de mi hogar, era la espada familiar, que ahora lo usaría para ir en contra de los enemigos de mi sagrado hogar.

Con la espada desenfundada, hay cerré por un momento mis ojos, mi mente se quedo el blanco  y solo me quede pensando en los rios, los bosques y la ciudad de mi planeta natal... Por Brilaria

Tras dejar mis pensamientos unos segundos, me pongo el posición firme y hago un giro con la espada para calentarme, en ese momento sin miedo y sin dar un paso atrás, grito muy fuerte mientras avanzo hacía afrente. 

¡¡¡MUERTE A LOS ENEMIGOS DE BRILARIA AAAAAAAAAAAAAHHHHHHH!!! Para luego con la espada apuntar hacía afrente y  ir en la carga contra los xenos que vienen de la oscuridad y van a sentir la furia de los Hidalgos junto al brillo de mi espada.  ¡¡¡MUEERTEEE!!! No esperaba que los Hidalgos me siguieran el paso pero por lo menos estaría luchando codo a codo con las hermanas de batalla, las grandes mujeres del imperio, mientras con mi espada no dejaba de lanzar ataques. 

La batalla estaba en sus últimos instantes. El trio de duelistas de Sakto siguió su acción sobre el terreno, Sabre Rose dando ordenes a los que tenía cerca y demostraron estar algo dubitativos, el Sargento Gomes cargando a los gantes apoyado por Alfonso, y entre los dos partieron por la mitad a varios xenos de pequeño tamaño, y no por ello menos letales, apoyando a las hermanas que se defendían con estoicidad como buenas sororitas que eran, haciendo gala de un equipo superior y de una capacidad de combate sin igual en aquella muralla. Aurestia hirió aún más al guerrero, pero fue el disparo de Dionís quien lo eliminó del todo, demostrando que el trabajo conjunto era la única manera de sobrevivir a las guerras que asolaban todo el Imperio. 

Judith se quedó sin enemigos a los que atacar, mientras que los proyectiles de Varinia y Ceres rodearon a Caelestia conforme esta cargaba contra su enemigo. Sus disparos combinados lograron herir a otro guerrero hasta que la ultima lo remató con su espada. Bender, por desgracia, erró su tiro, pero su objetivo fue aniquilado por el fuego bolter combinado de las hermanas y el láser sobrecargado de las FDP. 

Por otro lado, el Pater proseguía su carrera por la zona inferior de la muralla, habiendo dejado desatendidos a dos grupos de penales que se lanzaron al ataque contra sus aliados más cercanos. Varias hermanas cayeron bajo las hachas sierra, y bastantes más de los Khard Mayners que se vieron pillados por sorpresa por los homicidas penales. Lo que debería ser una celebración, de repente se transformó en una pesadilla para algunos, era realmente triste ver como, tras haber sobrevivido a aquello, algunos caían bajo las armas de quienes eran sus aliados. 

Todos los enemigos habían caído, al menos por el momento. Lidio miró los rostros cansados de los hombres y mujeres de su misma tierra natal. Pudo ver la ausencia de muchos rostros, algo normal, pero no por ello menos triste. En el informe tenía claro que exhortaría al mando a reconocer el mérito de los caídos en combate. Debían tener una justa recompensa por su entrega. Mirando a Sabre Rose, culmen del Sakto entre los suyos, y espejo en el que muchos de ellos se fijaban, activó el amplificador que portaba Andrade, su fiel ordenanza, y se dirigió a los Brilarianos allí presentes, pero también al resto, para que pudiesen escuchar sus palabras.

—¡Hijos de de Brilaria! Hoy unos pocos nos hemos enfrentado a muchos. Pero sabed... ¡que habéis luchado con honor y valentía!—pequeño alto— Me encargaré de que la Lord Coronel sepa de vuestras hazañas, y pueda enorgullecerse de vosotros ante el resto de nuestro amado Imperio. Especialmente, quiero mencionar al alférez de tanqueta, Dionís da Val-Texeira, el Matagigantes, quien con sus certeros proyectiles acabó con la vida de las criaturas más grandes y peligrosas de nuestro enemigo. ¡Tres hurras por Dionís!—con la espada señalando al cañón desde el que el artillero había disparado, inició los hurras—Y ahora, en cuanto tengamos permiso, marcharemos a un merecido descanso y a catar un buen vino Brilariano. Pero antes, mis valientes, gritad conmigo. ¡Viva Brilara!... ¡Viva el Emperador!... ¡Viva el 6º de Brabant!

Tras los vítores, Lidio dio algo de tiempo para que Sabre Rose dijera unas palabras si lo deseaba, y después mandó que permanecieran a discreción, pero sin irse muy lejos. Luego, desactivó su espada de energía, la limpió con un trapo y la envainó, y se dirigió a Sabre Rose con la intención de ir los dos a felicitar a Dionís por su excepcional actuación, pero entonces vio a los penales traicionar a los suyos.

Era vergonzoso, pero esperable. De esa chusma no se podía esperar nada bueno si no estaban bien atados con correa. Mas al no ser su responsabilidad y encontrarse 'lejos', hizo un gesto de calma a los suyos y esperó a que Sabre se acercara.

Esta situación no estaba en sus órdenes, y salvo que así se lo mandasen, no iba a arriesgar la vida de los suyos por la incompetencia de los otros.

Fue en ese momento, en que Lidio Gomes delegó la voz a Sabre Rose que a la duelista no se la encontró donde estaba hace un momento, se había adelantado, mucho, moviéndose entre líneas y tratando de pasar desapercibida. Sable en mano, iba a cobrarse la libra de carne que le debían los Recios por todos sus crímenes y negligencias.

Sabre no tardó de encontrar a quien ensartar, un cabo primero, el último del grupo que se movía nervioso por la repentina situación mientras las Hermanas de Batalla, de la Orden de Espina Negra, no habían dudado ni un solo instante y estaba acribillando a los penales mientras estos continuaban su matanza con sus hachas sierra rugiendo con estridencia y humedad cuando mordían músculo. 

En cuanto esta llegó, su sable cortó su carne y atravesó su esternón desde la espalda, acabando con la vida de aquel suboficial de manera veloz, pero por desgracia, ese acto no pasó nada desapercibido, varios soldados de los Recios dieron la voz de alarma y una sargento hizo acto de presencia.

La tensión creció por enteros y cuando los Recios alzaron sus armas para disparar a Sabre, los Hidalgos presentes, los pocos que quedaban, acudieron para defender a su maestra de Sakto, pero era una pelea perdida; los Recios eran muchos más. El tiroteo fue fugaz, varios Recios cayeron por los M36 de los Hidalgos, pero tres escuadras completas con rifles automáticos acabaron por exterminar a la escuadra superviviente dejando solo al Sargento Gomes, Sabre Rose, Alfonso y Dionis en la batería.

¡Alto el fuego! ¡Alto el fuego! - gritó la sargento apuntando con su revólver a Sabre - ¡no mueva ni un jodido músculo o le vuelo la cabeza! ¡Recios! ¡atentos pero no quiero más muertos! ¡ya sabemos que son unos indeseables pero no caigamos en sus provocaciones! ¡por el código Imperial queda usted detenida! sea quien sea - añadió desconociendo el nombre de Sabre Rose.

Otra monstruosidad tiránida abatida por el preciso fuego de la canhonada Vanquisher, y unos momentos de satisfacción al comprobar la trayectoria del disparo hermano en el mechanicarum y comprobar que las estadísticas de aciertos estaban de su parte, Dionís empezó a realizar los portes necesarios de recarga, revisión y conciliación mientras los demás se ocupaban de hacer la limpieza del xenos. Unos minutos después de haber agradecido y propiciado a los sistemas, se desconectó del MIU con el tiempo justo para reducir el mareo de desconexión y cerró los ojos, tomando unos cuantos segundos apoyado en el asiento mientras dejaba que su cerebro recordase qué miembro correspondía con qué nervio.

-...

Sonrió, feliz. Estaba escuchando los vivas a su nombre a poca distancia, lo que no podía sino hacerle sentir orgulloso. Con todos los miembros en su sitio, abrió la puerta de ceramita de la instalación y salió de allí, tras haberse comprobado con el mayor cuajo posible para no salir hinchado de orgullo: nobleza obligaba. 

-¡VIVA BRILARIA! ¡VIVA EL EMPERADOR! ¡VIVA EL SEXTO DE BRABANT!

Gritó, inflamado de la gloria y de la guerra, antes de sacar la pistola láser y descerrajarle dos tiros en la frente a uno de los xenos que se encontraba a dos palmos, que juraría que se estaba moviendo: estertores de muerte, o quizá el viento, pero uno nunca puede fiarse con esa purria. Guardó la pistola de nuevo y aseguró las fundas, preparándose para lo que iba a ser un muy lindo relajo tras lo que consideraba que había sido un fenomenal éxito, cuando

"¡por el código Imperial queda usted detenida! sea quien sea"

¿Qué? ¿Pero... pero qué?

Buscó con la mirada a algunos de sus camaradas, tratando de encontrar alguna explicación a todo aquello. Sin duda tenía que estar pasando algo, porque a quien vio con todo aquello era a Sabre Rose. Sin duda que la habrían confundido con alguno de esos penales que estaban revolucionándose ahí abajo, tenía que ser eso, lo que no dejaba de ser horrible insulto. Buscó a un grado con la mirada, porque para reclamar a un sargento se necesitaba a otro sargento.

-¡Meu sargento! -dijo- ¡Los Recios han secuestrado a nuestra Maestra, lo estoy viendo desde aquí! ¡Tiene que detener esto, senhor!