Partida Rol por web

Pertrechados y preparados, las unidades fueron llegando a su sector donde habían avistado enemigos infiltrados. La pregunta de cómo diantres lo habían logrado por el momento se mantenía como una incógnita a resolver, pues por ahora tendrían que lidiar con problemas más acuciante; el primero de ellos es que como cabría de esperar, los civiles huían de la zona, presas del pánico. No debería haber civiles en esa zona, ni en ninguna, pero dado que se enfrentaban a infiltradores enemigos, puede que los edificios que los resguardaban ya no eran seguros y optaron por huir donde podrían tener alguna posibilidad. 

Estaban en una calle, con una carretera que la cortaba en sentido vertical, la iluminación era aceptable, aunque no la mejor, por lo que el combate se haría algo complicado en esas circunstancias. Muchos dirán que en peores situaciones se las han visto. Los imperiales habían llegado, en pequeñas escuadras, y a diferencia de los que defendían la muralla, los que estaban en el interior tapando agujeros no podían esperar refuerzos. 

Otro de los asuntos más perniciosos con los que tenían que lidiar, era la munición. Solamente las armas láser se habían podido recargar, las de proyectiles sólidos o de otro tipo no, por lo que muchos soldados, sobre todo Skygge, estaban con las municiones que les sobraron del desembarco. 

Pues allí estaban... Era el momento de la verdad, y lo cierto es que llegaban en una situación un poco precaria. Sin tiempo de hacer ningún control o de asegurar ningún cordón de seguridad, y les iba a tocar hacerlo sobre la marcha mientras peinaban toda la zona, porque el enemigo ya estaba dentro. Tras bajar de un salto y asegurarse de tener la espada a punto, tomó el micrófono del vox para hablar.

-¡Hay que poner a esta gente a salvo y montar un punto de control! ¡Custos, les necesito en el aire, sean nuestros ojos y tiradores de cara a cubrir el despliegue! ¡El resto, montemos un primer cordón en el extremo sur de la calle, fuego para suprimir a cualquier xeno que aparezca! ¡Tras eso, debemos limpiar los edificios, uno por uno, seamos metódicos y seamos precisos y saldremos de aquí! ¡CIUDADANOS DE LA COLMENA, AL HABLA EL SARGENTO REUTTER, ACUDAN PARA SER EVACUADOS!-añadió, subiendo el volumen del emisor a todo lo que daba. Sí, se estaba señalando, pero en su caso no era la hora del sigilo, si es que esa hora existió alguna vez. 

Una mierda nos vamos a meter ahí entre el follaje con la vieja "Betsi". Refunfuñó Hans como era su costumbre, lo suficientemente alto para que se escuchara pero no lo suficiente para localizar el origen.

 Cierra la puta boca y obedece al sargento o seré yo mismo el que le pida la pistola bolter al comisario para volarte tu cabeza hueca. Le susurré yo como también de costumbre. Cualquiera que nos oyera o viera por primera vez diría que estábamos a punto de saltar uno sobre otro, pero habíamos pasado demasiado juntos y nos acomodamos a las opuestas personalidades dejando los asuntos pendientes para el fín de la Gerra.

 Sargento ¿donde quiere a "Betsi"?. Con esta luz y la densidad del follaje no podremos dar cobertura a media o larga distancia.    

habiamos llegado al a zona, no sabía que era exactamente lo que atacaba, pero si sabía que había que reventarlo, algo que estada dispuesta a hacer con mucho gusto, aunque la poca luz no iba ayudar mucho, "Mierda, quien quisiera tener ahora unos gafas de visión nocturna" pienso para mis adentros, "oido sargento, me pongo en posición" le digo al sargento mientras preparo mi arma para la inminente batalla.

Kristoff no estaba acostumbrado a sargentos chillones, o defensas como aquella. Normalmente él era el que atacaba, ni siquiera tenía un binomio por lo que no sabía coordinarse con los demás especialmente.

Se colocó el visor nocturno para no tener problemas y rodilla en tierra desde donde estaba empezó a buscar objetivos, sobretodo desde el cielo. Si cualquier bicho se acercaba volando recibiría un tiro de Solothum.

Nilsa permaneció cerca de su compañero, pero armada con el fusil automático, en lugar del Solothum. El Sargento había dado una orden y para cumplirla en esos momentos necesitaba rapidez de disparo y sigilo. 

Llegaría el momento de pegar duro. 

Con las gafas de visión nocturna y su ojo augmentado, podía ver el doble de lejos que el resto con una claridad inigualable. Su capa la confundía con el entorno, y el traje que llevaba era como la noche misma. 

Krane aterrizó junto a su escuadra en la posición que se les había indicado defender, con su enorme servidor, como siempre, a su estela. Antes incluso de poner los pies en tierra, ya estaba haciendo cálculos estratégicos que pudieran favorecer el movimiento de la escuadra. 

Cuando las alarmas habían empezado a sonar, cualquier cosa que se había planeado terminó en el mayor de los olvidos, las carreras y las quejas fueron lo que nos quedaba tras unos días de asueto. - Maldita sea la hora ... mascullo cuando recojo el pesado equipo que nos ha sido entregado tras extensas horas de rellenar formularios.

Los civiles corrían por las calles mientras el sargento Mathis intentaba llevar un poco de cordura a esta situación tan desesperada, las ordenes estaban claras por ahora, pues no habíamos hecho contacto con el enemigo una vez lo hiciésemos la cosa se pondría difícil. - Entendido sargento, pero si hay fuego cruzado tendremos que contar con que habrá bajas entre ellos. Tras este apunte y indicando a Colton que se hiciese con el canal de la emisora del 458 me dirijo hacia mis compañeros. - Ya sabéis Custos lo que hay, vamos a tomar el cielo y haremos que esos desgraciados conozcan nuestra ira. Nos toca guiar a las otras escuadras, subimos a este edificio ... digo señalando al edificio que tenemos delante ...  y recorremos el campo de batalla, paso a paso tiro a tiro. Una vez salto al aire, concentro los impulsos mentales para hacer que el grav-chute funcionase y me elevase por encima del edificio. - Vamos Custos, ¿queréis seguir vivos?.

Se coloca junto a su sargento, no pierde de vista a ninguno de los hombres. Les hace gestos para que avancen y se coloquen en posición -¡VAMOS VAMOS VAMOS!

Agarra el arma con todas sus fuerzas y apunta directamente por donde cree que aparecerá el enemigo. Murmura una plegaria al Dios-Emperador.

- ¡TODOS LUCHAMOS, NADIE SE RINDE!

Como hacía por costumbre, Adler se había hecho el loco con las “amistades sorpresa” de sus compañeros de pelotón. Queriendo meterse en los tinglados peligrosos lo menos posible. A esa gente, mejor ni acercarse. Aun así, se debía a sus compañeros y al servicio del Emperador, por lo que no los iba a dejar en la estacada.

Al menos, durante un tiempo, el proyecto de la barbacoa había sido una amena distracción, pero al parecer el enemigo no tenía intención de dejarles tiempo para amenizar el justo descanso de los soldados. Al parecer esos tiránidos eran como esa gente pesada a la que nadie soporta pero que se auto invita a todas las fiestas, molestos y un dolor de huevos. Además querían hacer un pica pica con todos los presentes, así que tenía pensado atragantarles el gaznate con más plasma del que pudiesen soportar.

   - Vamos a vaporizar a esos cabrones.- Aseveró chocando su antebrazo con su compañera Friday a modo de saludo.

Aquella era un saludo habitual entre ellos dos. Un ritual de camaradería que realizaban al inicio y al final de todas las batallas en las que participaban. Un pacto tácito entre ellos en el que atestiguaban que estarían vivos tanto al inicio como al final de la confrontación con el enemigo.

Dicho aquello, atendió la sargento Custer y asintió a sus órdenes. Aquellos bastardos quitinosos no sabían la de hostias que iban a caerles encima.

   - Adelante jefa, Friday y yo le cubrimos por la derecha.-

Al momento que su escuadra llegó al lugar del ataque, la tétrica medico simplemente se escabullo entre sus camaradas con el fin de permanecer en el centro de la formación, no era cobardía ni nada por el estilo, sino, más bien, algo tan simple como la famosa “división del trabajo”-.  Ellos matan y yo los reparo-. Se dijo a si misma con total naturalidad. Esto, debido a que ella sabía que sus habilidades marciales estaban a la par a la de un simple recluta, no obstante, sus habilidades médicas, necesarios para mantener a la escuadra viva el mayor tiempo necesario, eran un caso totalmente distinto.

Sin decir ninguna palabra, insto a su camarada médico que la siguiera de cerca al mismo tiempo que desenfundaba su pistola láser y contemplaba su alrededor con el objetivo de detectar posibles movimientos sospechosos.

Tania miró hacia arriba, sin hacer mucho caso a la sargento. Obviamente iban a ascender a los tejados, y Novalee dio la orden logica. Tania se ajustó el casco de caparazón y revisó los enganches de su mochila de munición antes de encender sus retractores y ascender hasta el tejado del edificio que tenía delante. Una vez arriba, paró sus motores y se preparó para ocultarse, agazapandose como una negra gárgola

El doctor recibió las ordenes y las acató. En su mente podía ver la distribución de las calles que tenían por delante y la mejor opción parecía tomar los tejados y acabar con el enemigo en el aire antes de dar caza y tratar de averiguar el origen del enemigo en tierra. Sin dejar de pensar en todo aquello, el doctor subió al primer tejado intentando quedar lo suficientemente lejos de Tania para no atraer la atención hacia ella e intentó ver si desde allí podía ver algún detalle más de la situación que tenían delante.

-Cubriendo la calle, soldado, todo lo que baje que tenga más de dos brazos y dos piernas debe quedar hecho pulpa-replicó Mathis, que seguía intentando dar sentido a aquello. Reparó entonces en los montaraces, preguntándose donde demonios colocarlos. 

-¡Montaraces, ustedes conocen mejor esta zona! ¡Por el momento ayuden a asegurar el centro, después les necesitaré en el avance!

Las alarmas habían sonado impidiendo la celebración de la barbacoa. Sin saber cómo, los tiránidos habían asaltado la ciudad. Había que eliminar a los asaltantes y cerrar la brecha con rapidez antes de que la colmena se perdiera.

Las órdenes comenzaron a transmitirse por los canales de vox.- Recibido.-  Dijo mientras corría hacía su nueva posición en la calle principal. Mientras lo hacía, los sensores del casco detectaron la situación de penumbra y activaron los protocolos de visión nocturna introduciendo a Viggo en un mundo verde.

Cuando llegó a la esquina, el soldado buscó refugio en la oscuridad de las paredes confiando en que la oscuridad más su armadura le ocultaran de la visión del enemigo.

Decir que la situación que se encontraron era mala sería quedarse muy corto. Gárgolas en los tejados, con sus alas restallando al viento y sus bioarmas listas, cultistas en las calles, con sus cuerpos deformados y mutados por el Enjambre, y, para colmo, civiles en la línea de tiro. Su bólter era un arma poderosa, pero no lo mejor para evitar daños colaterales. Su munición explosiva del 75 podía mandar volando metralla y trozos de hueso en todas direcciones, y prácticamente lo mismo podía decirse de Betsi, el enorme cañón automático de Hains. 

Y por si fuera poco, no se veía un carajo con aquella iluminación. Fred solo podía rezar por no darle a un civil por error. Los efectos de la munición de bólter en una persona normal sin protección ni armadura no eran bonitos de ver. Por suerte, tenían bastantes refuerzos: varios Inmortales, difíciles de reconocer tras los cascos de las armaduras de caparazón, una escuadra de montaraces, y, al otro lado, los Skygge y los Custos que ya habían demostrado ser bien letales en la batalla del desembarco. 

Fred ya estaba apoyando la culata del bólter en el hombro cuando el sargento empezó a gritar órdenes, desechando a propósito cualquier intento de sigilo. A Fred le parecía que si había que romper el sigilo mejor que fuese con una primera salva que con un grito, pero su trabajo no era dar su opinión, era matar xenos, y eso era lo que iba a hacer, máxime con un comisario al lado. 

-Sí, señor. Fijando blanco- Respondió al sargento.

-Hermann, conmigo-le dijo a su compañero. Juntos avanzaron rápidamente hasta una caja que tenían delante, un contenedor abandonado, cubriéndose tras ella. Su compañero tenía la escopeta preparada: en cuanto hubiera que disparar a corta distancia, podía cambiarla si era necesario. Apuntó con cuidado hacia los cultistas de la calle, ya que los Custos iban a encargarse de las gárgolas. 

al ver como mis compañeros avanzaban, yo iba también avanzando un poco para tener una buena posición de tiro por la cual reventar a esos malditos xenos