Partida Rol por web

Una semana había pasado desde el último ataque tiranido a gran escala. Durante los siete días solamente había habido escaramuzas, tanteos e intentos de infiltración, pero los Imperiales habían dedicado muchos esfuerzos y recursos para cerrar todas las brechas que fueron localizando, las cuales, fueron muchas. Un esfuerzo conjunto entre Skygge y los Khard Mayners, que dieron buenos frutos. Fueron siete días relativamente tranquilos hasta que el cielo se fue oscureciendo cuando el grueso de la flota tiranida llegó hasta Nugratis, la estrella se vio eclipsada casi en su totalidad, volviendo todo el planeta en una penumbra de color marrón. La llegada fue recibida con pánico y horror por la población civil, y las sirenas alertando del ataque resonaron por toda Yhemek en cuestión de segundos, la invasión había llegado.

En cuestión de horas los refugios estaban llenos y el escudo de vacío cubriendo la colmena en su totalidad, garantizando la protección necesaria que salvó a Yhemek durante el asalto preliminar. Los tiranidos parecían que solamente estaban ocupando posiciones en la órbita alta del planeta, pero a los pocos minutos se vio como la atmósfera en su conjunto se retorcía por completo mientras era apuñalada por una bionave de gran tamaño. Las nubes se disiparon con la intrusión y aquella mole de músculo y quitina se hizo visible para todos. Era difícil figurarse su posición, pero sus orbita había sido tan baja que había entrado en Nugratis. Tras ello, inició la verdadera invasión del planeta; el cielo se oscureció con la lluvia de cápsulas xeno, pero en cuanto empezó aquella pesadilla, se empezaron a vislumbrar destellos fuera del planeta.

Fue una sucesión perfecta de explosiones en alta atmósfera, impacto tras impacto, se podían a ver a simple vista, pero aquellos privilegiados con magnoculares pudieron ver como docenas de naves tiranidas se convulsionaban hasta morir; no se veía quien era el atacante, pero en los corazones de los guardias se empezó a crear un halo de esperanza que a más de uno lo emocionó. El desembarco tiranido había cesado de manera abrupta, únicamente la bionave que hizo su incursión dentro del planeta seguía vomitando sus legiones de xenos; era presumible pensar que los tiranidos se defendían, pero antes de poder saber nada más, el cielo se volvió blanco durante un largo minuto. A más de uno se le quemaron las corneas.

Los que contaban con protecciones visuales en sus armaduras, vieron como la nave tiranida que estaba en Nugratis se vio afectada de lleno por la onda expansiva de la detonación, y esta, se escoró hacía babor iniciando un descenso descontrolado contra la superficie del planeta mientras profería un alarido perfectamente audible para todos. 

Como si de magia se hubiera tratado, las comunicaciones de larga distancia se restablecieron tan pronto se disipó aquel destello, más propio de una estrella que de un arma Imperial - ¡A TODOS LOS OFICIALES! ¡EJECUTEN OPERACIÓN BALACLAVA! ¡ALIADOS APRÓXIMÁNDOSE PARA DESEMBARCAR! ¡POR EL IMPERIO! - fue un grito que se oyó por todos los canales de radio habidos y por haber, provocando que oficiales, suboficiales y comisarios comenzaran a arengar a las tropas, las cuales empezaron a correr hacía los transportes, tanto chimeras, rhinos de arbitres, camiones industriales y hasta limusinas; todo lo que se pudo conseguir que tuviera ruedas u orugas, se requisó. Tras aquella orden, se quedaron anulados de manera inmediata los encierros y las penas de prisión, se necesitaba a cada hombre y mujer en el frente.

La colmena Yhemek quedó prácticamente desguarecida, se confió en los regimientos y unidades de las FDP para mantener un mínimo de guarnición, mientras que todas las fuerzas extramundanas salieron en tropel hacía el espacio puerto, retomando el plan inicial que los había llevado hasta ahí. Una inmensa caravana de transportes salieron por las puertas Sur y Oeste de la ciudad colmena, levantando polvo y arena del desierto en su avance. Era un trayecto relativamente corto, unos sesenta kilómetros de distancia, pero iban en línea recta y aprovechando las macro autovías vacías de todo tipo de trafico. Conforme se iban acercando al gran espacio puerto, el cual no era el más grande el planeta, las fuerzas imperiales se fueron disgregando cada vez más, tratando de rodear la instalación para poder atacarla desde todos los puntos a la vez que se buscaba obligar a los tiranidos a atomizar sus fuerzas, para así poder dar más tiempo a los refuerzos Imperiales. Aquella estrategia era totalmente arriesgada, pero no les quedaba otra.

Los pocos que podían mirar al cielo pudieron ver como naves Imperiales de transporte hacían su pasada a máxima velocidad desembarcando cientos de transportes, aquello arrancó vítores por parte de muchos cuando las transmisiones se iban sucediendo avisando de quienes estaban listos para llegar. 

¡Hijos míos! ¡hoy demostraremos a esos descreídos y abominaciones xeno de que pasta estamos hechos los Brabant y sus Hidalgos! ¡Sakto! ¡Sakto! ¡Sakto! - la primera comunicación en llegar fue de Carolina, la máximo oficial de los Hidalgos de Brabant; ¿acaso estaba liderando el desembarco en persona? ¿se habría cansado de tanto insulto al honor de su regimiento y capacidad? dificil era saberlo, pero muchos de los Hidalgos que ya estaban en tierra, pensaron que así podría ser, los Recios no les habían dado tregua alguna con sus insultos y difamaciones asegurando que eran todos unos cobardes, que Carolina estuviera ahí la primera, era algo extraño para muchos, pero para los suyos, un bálsamo enaltecedor. 

Las tropas que ya estaban en tierra llegaron a una de las entradas del espacio puerto, descubriendo varios vehículos destruidos, ennegrecidos y con el metal retorcido. La muralla, en cierto modo intacta, pero sus defensas en punta, a simple vista, dañadas. Donde acababa la macro autovía, se encontraba la puerta abierta por una de sus "hojas", la cual estaba derribada, por lo que los imperiales que iba en vehículo o a pie podrían entrar con facilidad. 

Las estelas de las aeronaves se hicieron más visibles, acortando la distancia desde el punto de entrada con su destino. Habían entrado a más distancia de la planeada en su inicio, pero bastante era que habían podido entrar. Los tiranidos los habían recibido como durante el primer desembarco, pero esta vez había muchas más fuerzas aéreas escoltando a los transportes, tanto los más pequeños como los de mayor tamaño. Fuere como fuere, esta vez guardaban una formación cerrada, sabían lo que se iban a encontrar y no fueron a ciegas como la primera vez.

Más gritos de guerra se escucharon, casi todos solapándose entre ellos, pero desde luego todos logrando lo mismo, animar a todas las tropas, tanto las de tierra como las que llegaban. El coraje del Imperio era su mayor arma, la garantía de que meros mortales como ellos serían capaces de hacer frente a los horrores que poblaban la galaxia y amenazaban sus vidas con interminables guerras.

¡Sin sacrificio no hay gloria! ¡adelante Custos! ¡preparaos para el salto a mi señal! - la Coronel Zakkai en persona daba las ordenes liderando a su regimiento. 

¡Aquí Müller! ¡Inmortales! ¡espero que estéis a la puta altura de lo que se nos viene! ¡tenemos una deuda con los primeros que partieron! ¡ahora más que nunca! ¡los queremos cerca! - su voz no sonó nada apasionada, sino firme y poderosa como acostumbraba.

Mientras la gran mayoría gritaba exultante, solo fue la voz de Birte, reconocida por los Skygge, la que sonó como un susurro que a más de uno le erizó el vello, y no por que le pudiera resultar excitante, sino por dar muy mal palito - Skygge, preparaos, no hay terreno para emboscar, pero sabréis hacer vuestro papel, no hagáis el imbécil y... desvaneceos...

El grupo de combate epsilon, liderado por el Teniente Mathis, el Contagem Gomes y las hermanas de batalla Vaniria y Calestia ya estaba a las puertas del espacio puerto listos para tomarlo, a pesar de que no había, al menos a la vista, presencia xeno confirmada.

Mathis llevaba algún tiempo con gesto algo preocupado, insistiendo en hacer que los suyos entrenaran maniobras de asalto y aproximación en el tiempo libre del que podían disponer, de forma machacona y repetitiva, lo que probablemente no era muy buena señal cuando ahora mismo se encontraban en una posición defendida y su papel parecía ser el de aguantar. Una y otra y otra vez intentaba insistir en las mismas dinámicas: avances escalonados y cubiertos y toma de objetivos. 

Entonces llegó la invasión de la flota tiránida, algo que parecía inevitable, y el teniente lo hizo lo mejor que pudo para poner en marcha a los suyos, dudando de que lo prometido fuera realmente a ocurrir... Hasta que las comunicaciones se desataron, anunciando lo que temía y esperaba. Balaclava.

-¡Inmortales, en pie y a luchar! ¡Debemos acudir a los transportes, hoy ganaremos esta maldita guerra!-informó con tono firme, ayudado del amplificador para ser escuchado más lejos y con más fuerza. Era el momento de la acción. El viaje a la entrada del espaciopuerto fue apresurado, y llegar allí y que no hubiera enemigo alguno a la vista no ayudaba precisamente a tranquilizar al teniente. Allí algo iba mal. 

-Vehículos civiles al centro, y ojos en los árboles-dijo por el comunicador-el enemigo está aquí, aunque no podamos verlo aún. Piloto, ¿podrá el blindado apartar los vehículos abandonados?-preguntó, pues la respuesta a aquella pregunta variaba mucho la naturaleza de lo que estaban a punto de realizar. O de intentar, al menos. En todo caso, los chimera tenían barquillas para usar rifles láser desde el interior, y ellos no eran precisamente un regimiento de largo alcance, así que solo quedaba algo más que ordenar.

-Inmortales, aquí bajamos nosotros. Ojos atentos y a cubrir a los blindados. 

¡BALACLAVA!

Como un resorte, Andrade avisó al Contagem Gomes de la consigna. El bravantino, que había estado esperando este momento con ganas, se ajustó con serenidad el sable primero y la gargantilla que obtuvo por el ascenso a teniente después. Luego se dirigió con su ordenanza al barracón general y a viva voz gritó:

—¡Hidalgos de Bravant! Abandonamos este oscuro lugar. En 5 minutos os quiero a todos pertrechados y en formación.

Una vez todos estuvieron en su sitio, se dispuso a dar la orden de subir a sus vehículos.

—Brilarianos. Otra vez más debemos enfrentarnos a nuestro enemigo por el bien de nuestro Emperador y la Humanidad. No necesito deciros qué hacer. ¡Sé que estáis preparados! Así que luchad. Luchad bien. Luchad sin descanso, ¡hasta vuestro último suspiro si hiciera falta! Pero no os olvidéis de que lo importante no es morir por nuestra causa, ¡sino matar por ella, sabiendo que si morimos nuestras gestas serán escritas en hilo de oro para toda la eternidad!—algunos vítores apoyaron sus palabras— Ahora, de nuestro ideario, recitad conmigo: ¡Nuestro Honor! ¡AR!—a lo que todos a una contestaron—¡EL HONOR DE LOS HIDALGOS DE BRAVANT ES SERVIR AL EMPERADOR! ¡LO HACEMOS CON ENTREGADA LEALTAD, EXTREMADA DISCIPLINA, Y ABSOLUTA DECISIÓN!

El eco de las voces reverberó unos segundos. Transcurridos estos, y con el pecho henchido Gomes por el orgullo de su gente, volvió a hablar.

—¡Bien, hombres y mujeres! Es hora de actuar. Rompan filas a discreción y cada uno a su vehículo. ¡Vamos!

Lidio esperó a que todos hubieran subido, y entonces entró dentro de su Chimera y mandó moverse. Les esperaba un largo recorrido antes de la batalla, de esos que hacen mella en la moral de los soldados antes de la lucha. Le pidió a su ordenanza que comenzase alguna canción para mantener la moral alta, y justo en ese momento la Lord Comandante sonó por toda la malla. Lidio sintió y pudo observar como a sus Hidalgos y él se les inflamaba el corazón, orgullosos de saber a la primera brilariana en la punta del ataque. 

Hoy sería un día para la eternidad.

Al rato, ya avanzados en su, camino, Gomes activó el auspex y se quedó observando. Si algo estaba escondido, lo verían a tiempo.

- Avanzaremos, aseguraremos el perímetro alrededor de la Pista de Aterrizaje H y operaremos aquellas baterías de defensa que sean funcionales - le sonrió al resto de sus compañeros brilareses al igual que saludó a las Hermanas de Batalla, quienes tendrían sus propias instrucciones, antes de errar al tocar un botón en su casco para que sólo se la escuchase entre los de su regimiento y añadir -. Repliquemos el rotundo éxito que fue la defensa de la muralla, hagamos honor a nuestra alcurnia y no matemos más Recios de los absolutamente imprescindibles o, al menos, sed más discretos que yo.

Fue entonces que prestó atención de los aspavientos de su ayudante y de las caras pálidas de algunos de los presentes. Tardó un buen minuto en darse cuenta de la razón de aquella reacción y fue en modo de tropel de insultos por su receptor:

Había usado el canal abierto y los soldados del Teniente Coronel Salazar tenían algo que objetar a sus declaraciones.

El visioingeniero Krane aguardaba el despliegue en el interior del vehículo con los ojos cerrados y una mano desnuda acariciando la superficie del blindado. Pese al traqueteo de la marcha, podía sentir el latido del motor vibrar a su alrededor, intranquilo, por lo que pasó gran parte del trayecto recitando una serie de oraciones en tecnolengua que nadie más que él y el propio blindado comprendían. Solo abrió los ojos cuando se avisó de que estaban en la zona, y el teniente Reuter empezó a dar órdenes. Con nada más que un pensamiento, despertó sus sistemas augur y comenzó a escanear el entorno. 

—TENIENTE. PUEDO ASISTIR EN EL MOVIMIENTO DE LOS VEHÍCULOS—y cerró las tenazas de su servobrazo dos veces, con gran sonoridad—, SI LA SITUACIÓN LO REQUIERE

Aurestia estaba lista apenas minutos después de que sonaran las alarmas. Observó hacia el cielo con resignación al ver que finalmente la batalla final había llegado, una que, dada la magnitud de su enemigo, solo podía consistir en hacerle pagar lo más caro posible cada palmo de terreno que avanzara. Todo el mundo empezó a preprarse para la batalla final, pero entonces, el cielo se rompió y se llenó de fuego.

La enorme bionave que había empezado a desembarcar su letal carga en el planeta se desmoronaba de repente, cayendo como una ballena escorada y herida de muerte. De inmediato se decretó el inicio de la ofensiva planeada por los mandos, y pronto la práctica totalidad de los defensores de la colmena estaban abandonado la misma, jugándoselo todo a aquella carta, que bien podía ser la última.

Pero justo cuando estaban a punto de llegar a su objetivo, el cielo se llenó de naves y de voces amigas. El resto de las fuerzas imperiales que habían tenido que retirarse en la primera ofensiva, habían vuelto, logrado romper el bloqueo de la flota enjambre y acudían ahora en su auxilio. El combate en las alturas no tardó en empezar, precisamente cuando ellos llegaban a las inmediaciones del espaciopuerto, dispuestos a asegurarlo.

Y parecía, por el momento, que nadie iba a disputarles la zona, ya que todo tenía pinta de estar completamente despejado. Pero no había que caer en el engaño. Aquellas criaturas habían demostrado ser realmente escurridizas e inteligentes, por lo que podían esperarse cualquier cosa de ellas.

En cuanto los vehículos se detuvieron, Aurestia aprovechó para descender del Chimera que llevaba a las hermanas y se encaramó al mismo, observando los alrededores desde lo alto del transporte, lista para encender sus retroreactores y echar a volar hacia el primer objetivo que se le pusiera a tiro.

Su ultima salida no había dado demasiada información, un par de hombres infectados y poco más. Entonces empezó la operación en la que creía que no debía estar, se supone que eran infiltradores avanzados, meterlos en un vehiculo con todos los demás se le hacía raro.

-¿Desapareced? Nos han desembarcado en medio de la puta nada....

Kristoff suspiró y empezó a correr hacia el arbol más cercano desde el que poder buscar enemigos, o algo.

Ceres llegó de las últimas a la zona de abordaje, el nuevo implante se  plegaba a su espalda, de momento inerte, moviéndose solo acompasada por los movimientos de Ceres, abordó de las últimas el transporte conjunto con sus hermanas. El implante era lo más notorio del ascenso y de su nueva etapa como Curia, pero los sellos de pureza también llamaban la atención. Se cuadro ante los oficiales superiores para acto seguido añadir:
- Hermanas. -  Saludo primero a su unidad y al resto del transporte en segundo lugar con una mirada silenciosa de respetuoso reconocimiento.

El resto del trayecto fue silencioso, no solo por que Ceres fuera callada, sino por que la anticipación a la batalla siempre la sumía en un silencio circunspecto, respetuosa del peligro que iban a correr y de las posibles consecuencias de fallar.
Con el bolter listo y la tensión de la batalla a punto de comenzar el vehiculo pasó entre esos otros vehiculos siniestrados y se acercaban al puerto.
Pronto el vehículo se detendría y desembarcaría tras su unidad manteniéndose alerta.

- Tenemos auspex listos ¿He oido que algunas de esas cosas se camuflan muy bien? - Sugirió Ceres mientras el vehículo perdía velocidad.
 

Su trabajo lo hacían bien, y prueba de ello fueron las menciones al mismo por parte de los mandos, y lo bien que se habían coordinado con los Mayners, y tras unos días de cierta paz, comenzó la invasión. Tras la horrenda visión de los transportes Xenos entrando en la atmosfera lanzando miles de aliens y sobretodo, aquella enorme bionave escorando y cayendo tras aquella explosión fuera del planeta, el restablecimiento de las comunicaciones elevaron la moral de todo el campamento, pero con esas comunicaciones, llegó algo más. La orden.

La orden había llegado como un impacto de un meteorito, causando algo parecido a una devastación en un hormiguero. De repente todo el mundo tenía prisa, corrían como locos y se gritaban unos a otros. El la parte "Skygge", por el contrario, se mantuvo una rutina de preparación algo descoordinada para un observador ajeno, aunque dada la naturaleza del regimiento, era entendible que pareciera que cada uno iba por su lado, pero cada uno de los hombres y mujeres de ése regimiento sabía que la velocidad en estar listo y coger una buena posición de disparo era esencial, aunque las prisas no eran buenas. 

En muy poco tiempo, todos estuvieron listos sin que nadie tuviera que ordenar nada, aunque ausentes de una figura autoritaria a la que seguir, la mayoría de las miradas se dirigió hacia el "trío", que de forma natural se habían eregido como "las figuras a las que seguir" por el resto. 

Los skygge estuvieron pronto en su transporte, y tras un viaje no lo suficientemente rápido para Nilsa, durante el cual pudieron escuchar algunas transmisiones que les fueron enalteciendo, la carne de Nilsa se puso de gallina al escuchar la inconfundible voz de la comandante Birte, más bien, su susurro, justo cuando el transporte frenaba. Los Skygge se miraron entre ellos y se asintieron unos a otros. Su comandante sabía qué era lo que mejor se les daba y tenían que explotar su punto fuerte. 

Las tropas habían llegado a su destino y se habían ido separando, abriéndose para rodear al enemigo, una estrategia envolvente, destinada a obligar al mismo a disgregar sus fuerzas para defender la posición, haciendo en teoría más sencillo un asalto. El problema es que no sabían si habían enemigos dentro. Su mirada recorrió una puerta semiabierta con un montón de  vehículos destrozados justo en la carretera delante de ella y con evidentes signos de batalla por doquier.

Tenían que llegar dentro para proteger el desembarco de tropas, tropas que venían en transportes que se acercaban a gran velocidad y en formación cerrada, siendo acosados por cientos de esas gárgolas mientras muchas naves imperiales trataban de defenderlas. La voz del Teniente Mathis transmitió que los vehículos civiles fueran en la parte más protegida, el centro, mientras mantenían vigilados los árboles. Acto seguido, Nilsa comunicó con él para hacerle una sugerencia - Teniente, si los árboles son un problema, lo mejor sería quemarlos, si hay bichos de esos, saldrán y podremos abatirlos. - lo que ella no sabía es si alguna unidad disponía de lanzallamas con el que cumplir dicha sugerencia, pero lo dudaba, con lo que, tras hablar con sus compañeros brevemente, tomaron una decisión. - Los Skygge nos desplegaremos por la línea de árboles de la derecha*, desde ahí avanzaremos. Si hay algún enemigo en esa línea de árboles, lo descubriremos. - le comunicó al teniente, al menos así sólo tendrían que preocuparse del otro flanco. 

Saliendo por la puerta del vehículo y ocultándose expertamente tras él, se posicionó para poder mirar hacia la línea de árboles de la izquierda. Sus entrenados ojos, sobretodo el cibernético, recorrieron la línea, buscando alguna incongruencia que le hiciera descubrir algún enemigo oculto. Al poco, comenzó a andar para ir cogiendo velocidad. - Vamos Silje. - susurró. La otra mujer le contestó con un breve asentimiento de cabeza mientras ayudaba a su compañera a portar el enorme rifle. - Skygge, ojos en los árboles, aseguramos posición y avanzamos cubriendo al resto. Si hay contacto, unos avanzan y cubren, mientras otros les cubren y avanzan después. Por secciones. -  dijo por el canal de su regimiento.

La oscuridad cubre los cielos cuando la flota tiránida finalmente aparece, no éramos mas que una pequeña vela ante un huracán. Con la llegada de los naves tiránidas estaba claro que todo lo que habíamos hecho hasta ahora era mas bien poco para acabar con la magnitud de lo que nos venía encima, por amor del Sagrado Emperador los refuerzos llegaron apenas unos minutos mas tarde, otorgándonos la oportunidad de salvar este planeta. - Ya sabéis Custos, nos pagan por esto. A los transportes.

Los vehículos blindados y llenos de soldados fueron saliendo en camino hacia el espacio puerto, ya no era solo una idea, era una necesidad teníamos que tomar de nuevo el espacio puerto si queríamos ganar. 

- Bueno Custos, si los inmortales se bajan, nosotros también ... podemos darles algo de cobertura desde el aire. Señalo el auspex de Krane. - Es tu momento de guiarnos Krane, si hay algo ahí, mejor saberlo de antemano. 

Había llegado el momento, algo había roto el bloqueo al que se había sometido al planeta y las naves aliadas iban a hacer la entrada en la atmosfera y una descarga en caliente de todo el material y personal bélico. Robert no tardó en presentarse con todos sus pertrechos listo para ir a donde hiciese falta. 

Cuando escuchó la voz de su Coronel, sintió como sus bellos se ponían de punta y su pecho se henchía de orgullo. Dentro de nada podrían contemplar un verdadero desembarco paracaidista y el cielo estaría lleno de los valientes hombres y mujeres que formaban parte del mejor regimiento de la guardia imperial. Los Imperator Custos. 

Cuando recibió la orden de bajarse del trasporte, Robert se extrañó de que ninguno de los mandos allí presentes hubiesen dado un pequeño briefing de en que consistía la operación Balaclava y cual iba a ser su trabajo allí. Luchando entre arriesgarse a dejar en mal lugar a los Custos y salir a cumplir una misión sin saber cual era la misión Robert masculló por lo bajo antes de dirigirse al teniente con voz queda. - Teniente Reutter, señor. - dijo llamando su atención. - Con la urgencia del despliegue no se nos ha informado debidamente, señor. Sería bueno que comparta con nosotros los parámetros de la misión y cuales son nuestros objetivos. - sugirió. 

-Se lo agradezco, visioingeniero. Pero su sargento tiene razón, quizás ustedes puedan ver al enemigo desde arriba-replicó, antes de hablar de nuevo por el emisor, buscando que todas las fuerzas imperiales le escucharan.

-La misión es simple: tomar el espacio puerto, y después mantenerlo, para garantizar la buena llegada de refuerzos. Estoy seguro de que el enemigo está por aquí, en algún lado, así que mantengan los ojos abiertos-dijo, antes de cambiar a la comunicación con Nilsa.

-Sugiero cuidado y evitar los árboles, el enemigo es engañoso. Nada de señales de humo por incendios mientras podamos evitarlo. 

Fred empezaba a estar ya muy cansado de los machacones ejercicios de entrenamiento a los que les sometía el teniente, casi parecía que les estuviera castigando por algo que hubieran hecho. Por más que hacía memoria, no lograba saber por qué, como no fuese por aquellos civiles enfermos que habían acabado ejecutados. Vale, aquello estuvo mal, pero no es que fuera culpa suya, las autoridades locales eran las que les habían ejecutado. No habían hecho mal papel en la subcolmena, aunque sí era cierto que casi se meten en un lío de narices por no ir mirando bien por dónde iban, pero todo había salido bien. 

En esos pensamientos estaba Fred cuando, en mitad de un ejercicio de entrenamiento, el cielo explotó sobre sus cabezas. Primero empezó la invasión, y Fred sintió que estaban condenados, pero luego una estrella pareció convertirse en supernova justo delante de sus narices y eliminó a centenares de naves tiránidas de un plumazo. Gracias a que llevaba el casco puesto con sus viseras protectoras, no se le calcinaron los ojos como dos tiras de carne a la parrilla, y pudo ver cómo la esperanza volvía al planeta y a la Guardia. 

Inmediatamente las órdenes de su teniente resonaron en su oído: el entrenamiento había acabado, empezaba la acción real. Fred cargó el bólter, que por fin había conseguido reaprovisonar, y saltó al vehículo. Era hora de que volviera a la acción, y notó el espíritu máquina del arma brincando en sus manos de alegría por volver al combate por fin. Cuando escuchó a la líder de todo su regimiento bramar por los comunicadores de todos respondió enérgicamente repitiendo el lema de los Inmortales. 

Al recibir las órdenes de Matthis, saltó del vehículo y apuntó con su arma hacia los árboles. 

-A la orden, mi teniente. 

Silje maldijo para sus adentros mientras escuchaba las órdenes del Teniente por su canal privado, por mucho que las hubiera escondido tras una "sugerencia". - Entendido señor. - contestó sucintamente cogiendo a Silje del hombro y negando con la cabeza, manteniéndola a su lado y señalando hacia los vehículos más cercanos en dirección hacia la puerta.  

Cambió rápidamente al canal de los Skygge y transmitió la "sugerencia". - Nos ordenan no acercarnos a los árboles y mantener la vigilancia, pues el enemigo es engañoso. Nada de fuego, humo ni otra cosa que nos delate. Bien, con tanta gente y vehículos no nos será complicado pasar desapercibidos. Hagamos lo que mejor sabemos, desaparezcamos como nos ha dicho nuestra comandante y cubramos al resto. Por secciones. - un ligero empujón a su compañera le indicó la dirección. 

Dicho y hecho, avanzó para llegar rápidamente a la siguiente cobertura y así poder cubrir al resto mientras avanzaban, para luego avanzar ella y ser cubierta por sus compañeros. 

Enlatados en un chimera, no es como Tania se había imaginado que acabarían acudiendo al combate los custos. Cada día que pasaba echaba más y más de menos el dejarse caer de un transporte aereo con el resto de su escuadra de storm troopers, pero en cambio tenía que ir balanceandose de lado a lado en cada bache y dando gracias porque con su casco no pudiese oler el sudor de inmortales y del resto de sus "compañeros".

Llegaron las ordenes, primero de Mathis y luego la más directa de Novalee. Así que se bajó y encendiendo su gravchute se puso en el aire. No es que pudiese aprovecharse así del sigilo que la caracterizaba, pero ya tendría oportunidad de ello, ahora aportaba más en los cielos.

Aurestia no fue la única hermana que aprovecho para encaramarse al Chimera; la Palatina Caelestia hizo lo propio, con el casco bajo el brazo y la pistola bolter en la mano contraria a este.

-¡Hermanas!.- Dijo ahora con el amplificador de voz elevando su voz por encima de lo normal.- Puede que hoy no sea el día que nuestra Canonesa nos brinde sus sabias palabras y su celo antes de entrar en batalla, pero todas, en nuestros corazones, sabemos que ella está con nosotros de algún modo que solo el emperador sabe. ¡Marchamos hacia el espacio puerto, tomaremos ese lugar y lo defenderemos con nuestras vidas, mientras hacemos probar al xeno el coro de nuestras voces, en consonancia con el martilleo del sagrado bolter, la purificadora llama y la purga explosiva de nuestras armas!- Se tomó un breve descanso para recobrar el aliento, mientras el viento mecía su cabellera al viento y su armadura brillaba, pulida y adornada con aun más sellos de pureza que antes.

-¡Soldados, fuerzas del planeta, me honra luchar a vuestro lado y contar con vuestro apoyo, juntos pondremos fin a esta invasión xeno y haremos que la operación BALACLAVA sea un ejemplo a seguir para aquellos que se vean en situaciones parecidas a la nuestra!.- Los servos de la armadura afianzaban a la hermana Palatina sobre la carrocería de aquel vehículo con firmeza mientras ella arengaba no solo a las suyas sino a todos los presentes.- ¡Por el Emperador! ¡Por el Trono Dorado! ¡Victoria o muerte!

Adler detestaba estar enlatado en un chimera, pero pese a la incomodidad de aquel ataúd estrecho, al menos les permitía a los Custos ahorrar la energía de sus gravchutes. Algo que les haría falta una vez se iniciase el combate.

La llegada de los refuerzos imperiales había sido providencial. Si no fuera por la destrucción de la flota tiránida, ahora estarían nadando en una sopa de tiránidos. Pero por suerte el Emperador estaba de su lado, y el despliegue enemigo había sido abruptamente abortado por el ataque de la flota imperial y una impresionante y cegadora explosión que durante unos largos instantes había iluminado el cielo.

Era la hora de que la coronel Zakkai se reuniera con los Custos. Ahora esos sucios xenos sí que estaban condenados.

Haciendo una señal a Friday, descendió del chimera y se situó al lado de la sargento Novalee, flanqueándola y cubriendo la zona con su cañón de plasma y su arma MIU.

Atento, vigilo todo su entorno, incluyendo el suelo. Esos bichos podían salir de los sitios más insospechados.

Nuevamente, parece que es la luz del amado Emperador la que, proverbialmente, les salva de una infestación tiranida que los hubiese ahogado en un torrente de quitina y biomasa. 

Las ordenes no son claras en un principio, pero al menos, sí parecía claro que los transportarian en chimera al frente. El cambio de aires y de rutina les vendría bien.

-Se la ve ansiosa - comentó Lyrio, su compañero. El hombre de piel tostada y ella se conocían desde hacía un tiempo. A veces, le enervaba sobremanera, pero echaba de menos sus chascarrillos cuando no estaba cerca. 

Tomó asiento en la parte de atrás del vehiculo mientras sujetaba el cañón laser erguido entre sus piernas, comprobó por enesima vez que las celulas de energía estuviesen al 100%.

La oscuridad y el bamboleo del chimera avanzando por los caminos hicieron que su armadura corporal golpease contra el portón de salida en repetidas ocasiones.

-Estrecho como lata de sardinas esto ¿no? - escuchó a Lyrio de nuevo. No hablaba mucho y quizá por eso, casi nunca se equivocaba. Lo importante es que era rápido con las manos a la hora de recargar el arma.

Llegados a la zona de desembarco, las ordenes se vuelven más precisas. Ocupar y mantener. No podían fallar. 

Antes de que el blindado portón tocase el suelo, ella ya estaba de pie en la rampa de descenso. Apuntando con su aa en un arco de 180 grados 

Sin información útil por parte del auspex, y viendo que el Chimera se iba vaciando, siguió con el plan:

—¡Venga, Hidalgos! Seguid las instrucciones de la Maestra—dijo, mirando orgulloso el arma que Andiara llevaba firmemente entre brazos. Sin duda una gran incorporación.

Inmediatamente salió, pistola bólter en mano, situándose en el punto más adelantado de su equipo.

Otra misión. Bender apenas había tenido tiempo de revisar a fondo el vehículo rescatado, pero todas las pruebas, aunque apresuradas, habían dado un buen resultado. Una vez hubo desulfatado la batería anciana y limpiado el circuito del motor con aceite lubricante de restos de prometio, el ronroneo enfadado del espritu máquina se volvió un feliz traqueteo. Pisó el acelerador haciendo rugir el motor en marcha vacía sólo por la pura alegría de oír aquel anciano rejuvenecido. Detrás suya los sargentos discutían, estaba seguro de que tenían un plan, pero a él no le habían comunicado mucho. Asumió que habría que mover ese montón de vehiculos civiles para poder llevar los chimera hasta la pista de aterrizaje. Aunque podían pasarles por encima, le parecía de mala educación obligar a las venerables máquinas a esforzarse por nada.

Así que, ignorando como descendían soldados de los transportes, Bender desatrancó la palanca del freno de mano y entró marcha arrancando de un suave tirón. Las orugas empezaron a hacer crujir la gravilla sobre el asfalto conforme el tractor avanzaba sobre la maltratada carretera, no estaba muy lejos, no tardaría en llegar. Tenía el rifle apoyado en el hombro derecho listo para ser disparado si hacía falta, pero todo parecía muy tranquilo.