Partida Rol por web

La arena seguía arañando el valioso metal, había que ponerse a cubierto. Una vez recuperada la posición del chimera, el tractor soltó un chorro de humo orgulloso por el escape, como un soplido de victoria. Se le notaba contento, a pesar de su actitud gruñona, y Bender no pudo evitar unas palmaditas cariñosas al volante. El viejo espiritu-maquina iba más allá del deber una vez más. Orientó el pequeño tractor hacia la fortaleza y ordenó a su pardillo que tendiera un cable al pater y a DR, para guiarlos a través de la tormenta sin que tuvieran que abrir los ojos. Las protecciones de sus implantes oculares hacían que él no necesitara parpadear, pero para ellos estaría siendo un horror.

Varinia apretó la sagrada reliquia de Santa Veturia durante unos segundos, para luego unirse al resto de las Sororitas en la contemplación silenciosa de algún punto en el firmamento, y de nuevo mirar una vez más a su mano donde  Cuando habló de nuevo, su voz resonó quebrada por el comunicador:

-La Santa está con nosotros, hermanas. Muerte al xeno, purga al hereje, condenación al impío. Avancemos juntas tras el chimera en la dirección que nos ha indicado*

Con esto, la palatina se unió a la procesión del resto de los soldados, envuelta en su túnica

-Hermana Varinia, si la Santa está con nosotros, ¿quién está con los tiránidos? 

-Silencio, Lenore.

Al final, no hizo falta que ni él ni Havenstein se internaran en la tormenta con Nilsa en busca del otro grupo, cosa que, siendo honestos, no le hacía demasiada gracia para empezar. El teniente ordenó a todos moverse, y al ir pasar por el otro Chimera accidentado. La verdad es que aquel plan era bastante mejor que el de dividirse: Fred suponía que por cosas como esa era Matthis y no él quien estaba al mando. 

Guardó su bólter entre la capa del traje de supervivencia, protegiéndole de la arena y las inclemencias del tiempo, y respondió: 

-A la orden, mi teniente. 

Se colocó al lado del Chimera, cubriéndose con él en lo posible, para avanzar con los demás. 

Apenas había podido ayudar a mover la mole del blindado y mucho menos a ver algo entre esa tormenta de arena que no dejaba de azotar nuestros cuerpos y mentes, pues lo cierto era que no dejaba de ser un engorro estar cubiertos de tanta arena. El aviso de Robert, no deja de sorprendernos a todos, pues nos abría la posibilidad de encontrar un lugar de reposo hasta que la tormenta pasase, algo que no deja de ser una oportunidad que nadie dejaría escapar.

- Bueno, sigamos al Doc. Con parte del poncho de combate me cubro la cara, al menos intentaría tragar la menos tierra que pudiese. - Estoy segura que sus aumentos tecnológicos funcionan mejor que los míos.

Aquella situación estaba tornándose cada vez más jodidamente extraña por momentos.

Al Doc le salían chispas en los implantes de la cabeza y comenzaba a hablar sobre una fortaleza de la inquisición, que proverbialmente, estaba situada a poca distancia de ellos en medio de la jodida nada.

A ello, se unían las hermanas, hablando sobre no sé qué de un camino revelado por el mismísimo Emperador.

No es que no le importase que el Emperador les echase una manita en medio de aquel desastre, pero le costaba creer que tuvieran tanta suerte. Era demasiado bueno como para ser real.

Sabían que los Tiránidos contaban con psíquicos bastante desagradables en sus filas. Tal vez era cosa de ser demasiado desconfiado, pero no le extrañaría que aquello fuera una trampa del enemigo.

Sin embargo, tampoco es que tuvieran muchas opciones, así que mejor montarse en uno de esos chimeras tan bonitos (o cubrirse tras uno de los vehículos) y largarse de aquel jodido lugar antes de que esa maldita tormenta les arrancase la carne de los huesos.

Así pues cubriéndose la armadura con el poncho de campaña, para proteger en lo posible la armadura obedeció las órdenes y comenzó a caminar pesadamente junto a Friday, en la dirección que el buen doctor había indicado.

Alfonso sonrió satisfecho al ver que habían logrado darle la vuelta al Pernambuco, en especial luego de aquellos últimos días, donde casi podías tocar el desdén generalizado que se sentía por los gloriosos Hidalgos. También por el hecho de llevar casco en medio de aquella tormenta, pues de lo contrario, su sedosa cabellera quedaría expuesta, y a saber cuándo van a volver a tener un baño de calidad.

Por otro lado, la extraña pausa de las hermanas, así como el pequeño incidente con Death, alertaron al espadachín, quien en menos de un abrir y cerrar de ojos ya había desenvainado la mitad de su espada, pero al ver que se trataba de una intervención casi sobrenatural, se "relajó".

La petición del doctor tampoco le pasó desapercibida, por lo que, antes de montarse nuevamente al chimera, palmeó amistosamente el hombro de Death, haciéndole un ademán para que se montara en su lugar, pues aunque el custo no le parecía débil (de acuerdo a las indicaciones de Reutter), sí que tenía sentido que pudiera trabajar abrigado de aquel vendaval. De momento caminaría, protegido por el chimera.

Judith se había mantenido en silencio, mucho más que anteriormente, casi en una introspección durante todo el evento. A penas ayudó a dar la vuelta al vehículo porque eran muchas manos y acabarían estorbándose más que ayudando, pero tenía la cabeza en otro sitio, como si estuviera pensando en otra cosa.

-La Santa está con nosotros -respondió a las palabras de sus hermanas que indicaban el camino que se les había presentado a ellas que era el mismo que habían percibido con el auspex otros miembros de ese grupo.

Inspiró profundamente y soltó el aire despacio dentro de la armadura. El casco le quitaba la mayoría de los problemas causados por esa tormenta de arena, pero seguía siendo incómodo notar el tintineo de los granos de arena en la armadura, que era como si miles de diminutas balas rebotaran contra ella.

-Theodora, intenta no bajar la guardia. No sabemos si esos seres podrían salir de la tormenta -avisó a su ayudante, pues en gran medida esos extraños xenos podían darles más de una desagradable sorpresa.

—¡Buen trabajo! Pernambuco vuelve a rodar.—dijo Gomes tras recolocar el chimera. Luego entró en el vehículo y se dirigó a Dionís— Alferes, comprobación de daños y estado del vehículo. ¡Esos motores tienen que rugir en cuanto pueda para irnos de aquí!

Durante el rápido intercambio de pareceres con el tanquista, la voz de Mathis sonó por el comunicador. Gomes compartía la idea y, tras unos comentarios con la Maestra de Sakto, añadió su parte para todo el grupo que formaban:

—¡Ya han oído al teniente Reutter! Salvo penales, para sobrevivir a este temporal, todos iremos rotando dentro de Pernambuco por estricto orden de antigüedad ocupando las 9 plazas libres. Operarios del chimera esenciales* permanecerán en sus puestos. Dr. Death y Visioingeniero Krane permanezcan en el vehículo todo el rato, por favor. Les necesitamos más que a nadie. Siempre un mando** dentro del chimera por la comunicación.

De una forma u otra, había que maximizar la supervivencia del grupo.

Caelestia contempló el horizonte en la dirección ya señalada por algunos, y tomo aire llenando sus pulmones; pese a donde estaban, se sentía calmada, como si entre todos los contratiempos hubiera una sencilla y marcada solución, una que había sido revelada como buena por un milagro.

Alzó la mano y señalo en aquella dirección.- ¡En formación tras el Chimera, sigamos en esa dirección, ya han oído! ¡Protejan sus armas y armaduras lo máximo posible, no dejen que esta tormenta desgaste las herramientas que El Emperador nos ha dado para abatir al Xeno!

Dándose prisa por coordinarse tras las revelaciones y el nuevo camino marcado, las fuerzas Imperiales se coordinaron con presteza y establecieron, someramente, como avanzarían, aunque si habían determinado la dirección. Primera parada, el hallazgo de Nilsa, siguiente, el camino determinado por las Hermanas de la orden de La Espina Negra y Robert, el doctor que poseía unos valiosos implantes que habían dado la localización de un más que posible refugio hasta que la tormenta arreciera. La arena seguía golpeando con violencia, propulsada por un huracanado viento que ya estaba haciendo mella en las armaduras; las capas de pintura se estaban descascarillando y algunos pudieron ver como el material del que estaban hechas se estaba corroyendo a ojos vista.

Robert pudo determinar con rapidez* que el trayecto, con esas condiciones, duraría al menos tres horas, por lo que la idea de ir turnándose en el interior del transporte, no era nada mala. Sin embargo, cuando la orden de avance llegó, con los que se metieron en el transporte y los que intentaban abrigarse por el chimera, este, no se movió ni un centímetro. Su conductor no estaba muy por la labor, o quizás estaba inconsciente, ido o confundido, pero fuere como fuere, no pisó el acelerador del "Pernambuco"**

Asintiendo a Reutter y a los que se prestaron a acompañarla, señaló de nuevo en dirección hacia el chimera que había encontrado y se acercaron al chimera que sus compañeros acababan de levantar con la clara intención de ir en el lateral del mismo, el más cercano al chimera por el que pasarían, para acercarse a él una vez lo tuvieran a la vista. 

Mientras esperaban unos eternos segundos a que aquel cacharro arrancase, sopesó sacar la máscara de gas y ponérsela, pero cualquier cosa que sacara ahora mismo de la mochila o soltara de sus correas de sujeción o manos, saldría volando. Aquella tormenta parecía que iba a peor, y aunque trató de cubrirse, la arena les golpeaba sin piedad, miles y miles de granitos de arena por minuto, desde todas direcciones. - ¿Vamos o que, cojones? - dijo, transmitiendo su impaciencia con un par de golpes en la chapa. Silje, tras transmitir a Viggo que regresara junto al chimera y no se alejara más de dos metros, volvió a su lado. - ¡Joder...vamos a salir volando, Nilsa! - le dijo tras chocar contra el lateral del chimera por segunda vez, impulsada por el viento. - ¡Agarra algo largo, gordo y pesado...el rifle! ¿Ves, asunto arreglado? - le gritó su compañera de vuelta con un tono realmente desabrido que le ganó una mirada de mosqueo de la pequeña y sexy rubia.

La francotiradora se estaba poniendo de una mala leche que tiraba para atrás. 

Lo único que le endulzaba el carácter era la demostración de que el Emperador aún estaba velando por ellos, en la forma en como habían descubierto una fortaleza inquisitorial que podría salvarles el culo de aquella tormenta que ya estaba empezando a hacer mella en su armadura, y cuando acabara con la armadura, se comería la tierna carne de la humana con mayor rapidez. - Je...al final no van a ser esos sucios xenos los que van a matarme, ya verás. - 

Conectado desde el Pernambuco, le llegó el mensaje.

"¿Vamos o que, cojones?"

Ajustó todos los motores para el arranque. Hubiera preferido dejar al C- Pernambuco descansando después de aquel movimiento, pero no había descanso para los imperiales en aquel momento, ya fueran hombres o máquinas... y además, tenían razón, no estaban en aquel momento como para desprestigiar su imagen; cada momento contaba, y elegir dar reposo a aquella bestia podía haber sido un momento de debilidad que fuera muy, muy mala idea.

++VAMOS. INICIAMOS ARRANQUE: AQUELLOS QUE NO SE ENCUENTREN EN UN VEHÍCULO, ÚLTIMO AVISO. FAVOR SOLDADOS DE HACER ESPACIO PARA AQUELLOS QUE NECESITEN. INICIAMOS ARRANQUE, ÚLTIMO AVISO++

El tanque empezó a moverse, si no recibía comunicaciones de más gente moviéndose. Y estaba lleno hasta los topes, pero, en el ejército, siempre dicen que puede caber alguien más; sobre todo cuando la alternativa es una tormenta de arena capaz de levantar tanques por la mitad.

Aurestia siguió avanzando indemne bajo la tormenta, enfrentándose a las rachas de viento y arena con su determinación. En celo por seguir el camino que Él les indicaba, apenas sí se dio cuenta de que el Chimera todavía no se ponía en movimiento, y con él, la mayoría del grupo.

-¡Inmortales! ¡Nosotros vamos protegidos, nos toca caminar!-replicó Reutter por el vox-¡el resto, dad prioridad a aquellos menos protegidos o más vitales en el medio plazo!-añadió. Era evidente que se refería a los especialistas técnicos e intelectuales, es decir, ingenieros y médicos. De esos no tenían tantos, y más valía que conservaran todos los que pudieran.

La tormenta estaba literalmente comiéndose sus armaduras, estaba claro que si seguían así cuando llegaran a su destino más les valdría ir a la batalla con una toga.- Recibido Nilsa.- Le dijo a la rubia por el comunicador interno de su escuadra. Al igual qeu las tiradoras se subió a las barquillas. Parecía que las mejores opciones eran seguir a las mujeres hasta el chimera que habían encontrado y meterse dentro para escapar del maldito viento.

Pues al final parecía que nadie más quería escudarse dentro del chimera, así que su galante gesto había caído en saco roto. Alfonso se encogió de hombros, miró a su compañero y acabó por meterse otra vez en el vehículo, sentándose tranquilamente junto a su pardillo en dos de los pocos asientos libres.

Viendo que nadie más parecía interesado en resguardarse en el chimera de los Hidalgos, Chollos palmeó el hombro de Friday y le indicó que le siguiese.

No es que los Brilarienses le cayesen mejor que hacía un rato. Pero llevando un cañón de plasma, lo más sensato era evitar cualquier daño al arma. Ya explotaban suficiente con un perfecto mantenimiento y no quería comprobar cómo podía afectarle el desgaste de aquella arenilla.

Además no le gustaba la idea de dejar solo al buen doctor Death. Esos chispazos en la cabeza no eran normales por mucho que su compañero de armas le hubiese quitado hierro al asunto.

Así que acercándose al chimera, saludó al atractivo hidalgo de cabellos rubios que había estado esperando en la compuerta a que alguien más entrase y se metió junto a su compañera tomando asiento.

El pequeño tractor emprendió el camino con tozudez frente a la tormenta, traqueteando obstinado. Bender se aferró al volante e ignoró los sistemas de alarma que le advertían de la pérdida de integridad de la raída capa blindada.

No pensaba ser menos, que el resto de los oficiales de los otros regimientos, y si ellos iban a pie ... por el Emperador que yo lo haría mientras el cuerpo me aguantase. Aunque a decir verdad, tras un tiempo de marcha, ya notaba que el entrenamiento de nuestra unidad no era de largo recorrido y si de llegar rápido a los sitios. - Jodido, desierto.