Partida Rol por web

Caelestia escuchó atenta al doctor, claro, no podía hacer otra cosa. Los médicos tenían esa facultad, hacerte escuchar hasta el final, dijeran lo que dijeran, cuando se trataba de un ser querido, y si alguien era amada por todas las hermanas, era la Canonesa Monique.

Observó el lugar donde seguramente las hospitalarias estarían ocupadas, y con los dedos tensándose de nuevo sobre su casco, Caelestia miró de nuevo al medicae.

-Mis hermanas asistirán a unas oraciones, seguramente con el pater Sanguine…Yo quería asegurarme de su estado antes de acudir.-Hubo una pausa, en lo que la hermana humedecia sus labios con la lengua.- Si habéis terminado, ¿puedo ofreceros unos rezos como los de la última vez?, y…Alguna manera de lavaros la ropa.-Hizo un gesto a la sangre de sus ropas.

Caelestia desfiló con un aire marcial tras bajar del transporte aéreo, con el casco bajo el brazo y una mirada curiosa a los hombres que habían hecho del arco un arma precisa y mortal, esperaba que en este conflicto, eso fuera una táctica efectiva más allá de algunos pocos disparos silenciosos.

-Extramundanos o no, somos un imperio que se extiende por las estrellas. El Imperio de la Humanidad.-Dijo añadiendo a las palabras de Novalee- En tiempos de paz, podemos permitirnos engrandecer nuestras vidas. En tiempos de oscuridad, donde solo los destellos de nuestras armas iluminan el camino, debemos hacer lo posible para emerger de esta oscuridad, de nuevo, a una vida donde la luz del emperador brille fuerte. Hay que perseverar, y triunfar donde otros se rinden.-Esas fueron las palabras de Caelestia ante la ya desarmada gobernadora.

Llegado a ese punto, Dionís se quedó sin saber muy bien qué hacer.

-...

Miró a sus escoltas para la gloriosa misión suicida que habían aceptado, que no era otra cosa, el propósito inflexible mudado en confusión y actitud conejil ante las luces de un vehículo. Ellos tenían que cumplir la limpieza de sangre, pero... la limpieza había sido realizada y los Recios habían muerto con deshonor además, y la mácula había sido lavada, pero no habían sido ellos, pero la tradición exigía que tomaran medidas para restaurar la mácula y eso era lo que habían hecho... no estaba muy, nada seguro de lo que tenía que hacer. Y no era el único.

-...???????

No entendía lo que había pasado, lo que estaba pasando ni lo que iba a pasar, pero sabía que se les estaba dando una oportunidad de salir de allí limpios, y ellos ya habían cumplido. Trastabillando en murmullos un

-A la Orden del Mestrado

para proceder a saludar marcialmente con la mirada algo perdida y hacer mutis por escena con el resto de la partida de venganza, la limpieza de sangre más rápida y con menos trabajo que había existido en siglos, pero con bastante miedo en el cuerpo como para conformar tres.

En aquellos momentos, en efecto, volver a dedicarse al Carvalho, que no juzgaba ni ejecutaba, se le antojaba la más deseable de las ideas. No veía el momento de volver a ponerse con él.

- Viggo, no seas imbécil. Bjarnni estaba perdido, su personalidad y su honor no le dejaban tomar otra decisión, y más tras su comportamiento en la anterior batalla, pero tú eres más que eso. Y nosotros no desperdiciamos vidas sin razón, si podemos evitarlo. - le contestó a su compañero cogiéndolo del brazo con más fuerza de la que aparentaba. - Sobre lo de Sargento... quizás te lleves una sorpresa. - dijo con una sonrisa enigmática. Quizá había revelado algo más sobre sí misma de lo que pretendía, quizá la dura y siempre inmisericorde Nilsa tenía un corazón dentro de ese pecho, después de todo. Quizá, sólo quizá, se preocupaba por sus compañeros de unidad. Quizás Viggo, al ser miembro de su pelotón, le era más querido que el resto, y quizás aquel bruto se diera cuenta y le importara, o no. 

Se giró hacia el Doctor que había entrado y no consiguió determinar si había escuchado o no su conversación, pero daba lo mismo. Alzó ambas cejas al escuchar lo de la Barbacoa. - Hombre, siendo así, no vamos a hacer ascos, ¿verdad chicos? - varios vítores y asentamientos varios se oyeron en la zona. La compañera de Nilsa, otra rubia con aspecto aniñado e inocente, con unos ojos increíblemente azules y unas sensuales formas, se acercó al Doctor interesada y pasó por su lado acariciándole suavemente la cara con un dedo juguetón y le susurró al oído... - ¿y tienes condones? - mientras salía hacia afuera mordiéndose el labio inferior mirando de soslayo al buen Doctor. 

Nilsa sonrió y pasó por el otro lado, pasando otro suave dedo por el brazo de la víctima elegida por Silje. - Uhhh... Esto promete. - ambas mujeres se alejaron en la dirección que aquel hombre les había indicado pasando un brazo por encima del hombro de la otra y dándose pequeños besos juguetones. 

El doctor pudo ver la angustia en el rostro de la sororita y supo, aún sin haber conocido a la Canonesa, que esta era alguien muy importante para la celestial. Si la persona que tenía enfrente hubiese sido uno de los Custos le habría dado un abrazo mientras le diría algo tranquilizador pero temía que ese tipo de comportamiento estaría fuera de lugar con alguien como Caelestia. En su lugar alargó su mano derecha hasta el brazo izquierdo de la sororita, a la altura del corazón, y le dio un sentido apretón mientras la miraba a los ojos intentando transmitirle su apoyo y que entendía cómo se sentía.

Será un placer y un honor unir de nuevo mis rezos a los suyos, hermana. - dijo Robert antes de retirar la mano. - Os pido disculpas por mi aspecto, gajes del oficio me temo, pero por favor no os molestéis sería inapropiado que alguien como usted se rebajase a lavar las ropas de un simple guardia imperial. - dijo educadamente intentando hacer ver que ella era una Celestial de la Orden de la Espina Negra mientras que el era un simple guardia imperial y que su valor y su estatus estaban muy por encima del de él. 

Tania se había apartado para quedarse fuera del grupo que tenia que dar la cara por todos estos experimentitos y trabajitos para la inquisición. Siendo la élite de su regimiento sabría que por muy lejos que se fuese siempre tendría un grado de responsabilidad, pero si podía pasar desapercibida, mejor. Ademas, la tal Inned no era de su agrado. Pero aún así se quedó, escuchando desde relativamente cerca. Por lo que había entendido, el doctor y el cumulo de chatarra se habían mantenido en su tónica; haciendo poco y haciéndolo mal. Pero entonces empezó con la jerga, y, siendo claros, a Tania le tocó los huevos. Una cosa es que les pidan hacer esos trabajitos de mierda, y otra es que ni les den una informaci´pn decente para hacerlos.

Señora - Dijo en cuanto esta se giró, dispuesta a marcharse. Había mantenido lo de llamarlo señora, aunque no pudo disimular en su tono lo que le había costado hacerlo - Con respeto - pero no mucho - Que mierdas es un tirano de enjambre de clase S? Como lo diferenciamos del resto de cucarachas especiales? Llevan corona o algo? Piden mucho de nosotros para la poca guía que nos dan... Señora.

Krane asintió con un zumbido mecánico. 

—CONCUERDO CON LA SOLDADO BROWN —reconoció—. EN BASE A MIS PROPIOS CÁLCULOS, PREVEO QUE UN INFORME QUE DETALLARA ALGO DE INFORMACIÓN, AUN SIENDO PARCIAL, MUY PROBABLEMENTE AUMENTARÍA NUESTRA EFICIENCIA DE MANERA ESTADÍSTICAMENTE SIGNIFICATIVA. 

Robert se mostró tenso, desconcertado ante la actitud de aquellas dos mujeres. - Me parece que no me he explicado bien señoritas, esto solo era un sondeo, la barbacoa será dentro de un par de días. - dijo echándose la culpa del malentendido. - Intentaré conseguiros unos preservativos, hay que ir a la guerra con casco. - le dijo a la más joven antes de soltar una carcajada. - Pero aunque me halaga, tendréis que buscar a otro para que os acompañe en vuestros juegos, me debo a otra persona. - añadió rechazando la propuesta sin perder la sonrisa. Quizás su visión era idealista, un soñador o un loco pero el doctor tenía una familia, mujer e hijos que le esperaban de vuelta en casa. 

Si esperaron respuesta, se quedaron con las ganas, pues la mujer se había marchado y solo les llegó el eco de sus pisadas alejándose aderezado con el anadeo del servidor. 

A ninguno se le escapó que algo iba realmente mal, el ambiente estaba terriblemente tranquilo, y esa era una de esas quietudes que soldados avezados y experimentados detestaban. Los tiempos de paz no existían para ellos, y ese sexto sentido lo tuvieron muy bien desarrollados los Inmortales y el doctor de los Custos, todos veteranos que habían pasado las peores pruebas que un soldado de la Guardia Imperial podía desear. Todos podrían jurar que habían escuchado como un ruido sordo y húmedo, pero no fueron capaces de identificar o imaginar de que se trataba.

Casi al unísono, mientras las arengas iban y venían, subieron la mirada hacía el imponente muro que rodeaba la colmena. A pesar de ser noche, los globos lumínicos arrojaban bastante luz y tenían todo el lugar decentemente iluminado, pero en la muralla, donde los centinelas resguardaban el frente, había potentes focos que daban muchísima más luz. Con esos pormenores, todos fueron capaces de ver como figuras encorvadas avanzaban a gran velocidad, se movían con demasiada agilidad. A los pocos segundos lograron ver como una de ellas se abalanzaba sobre uno de los centinelas y luego lo arrojaba hacía la zona interior de la muralla. 

Eso fue lo que habían oído antes, un "sploch" que significó que ya había varios centinelas muertos hasta donde estaban. Tras la ultima muerte que presenciaron y la total falta de sigilo por los atacantes, los soldados apostados en la muralla empezaron a defenderse, los destellos de los láser abriendo fuego en modo automático iluminaron levemente la zona, pero las siluetas los evadían y saltaban sobre ellos. 

¿Disparos? ¡Disparos! Por la muralla se escucharon los característicos zumbidos de los rifles láser abriendo fuego en modo automático. Se les escuchaba realmente lejos, pues la muralla contaba con treinta metros de altura, pero en aquel momento de tenso silencio el sonido de las armas de los guardias llegaron hasta los de abajo. 

Alguno de los centinelas logró dar la voz de alarma, pues los atacantes estaban ya dentro de la misma, limpiando todo elemento que pudiera avistarles. 

El comisario Percival abrió los ojos de par en par, y soltó un exabrupto más propio de la soldadesca que alguien de su posición - ¡Todo el mundo a sus puestos de combate! ¡De inmediato! - se llevó el oído a su microcomunicador, y cualquiera que lo llevara escucharía el mismo mensaje pues estaba siendo emitido en todas las frecuencias.

¡Ataque ataque! ¡a todas las unidades en sus posiciones! ¡despliegue de inmediato! ¡conocen sus sectores y posiciones! ¡el Emperador protege!

¡Ataque ataque! ¡a todas las unidades en sus posiciones! ¡despliegue de inmediato! ¡conocen sus sectores y posiciones! ¡el Emperador protege!

La alarma resonó por todo la colmena, avisando de que el día ya había llegado, los xenos parecían estar llamando a las puertas de la colmena Yhemek; la Ciudad Esmeralda estaba en peligro.

- ¡ YA HAN OÍDO SOLDADOS! ¡ TODOS A SUS PUESTOS! ¡AVE IMPERATOR! -grita a todos cuantos le rodean. Para eso estaban en el planeta al fin y al cabo. Sabían que este momento llegaría. Esperaba al menos que su proclama anterior hubiese servido para elevar la moral, que para eso existía. Empujaba a los hombres que tenía alrededor para que acudiesen a sus puestos de combate -¡vamos vamos vamos! Ha llegado la hora. Hagan que cada disparo cuente, recuerden lo que les he dicho. Estoy con ustedes. El Emperador les observa. Háganle estar orgulloso de ustedes.

Mientras decidían que hacer y que no, al poco apareció un transporte mediano, con poca capacidad. Alguien había movido los hilos con rapidez, y al ver el conductor, resultó evidente quien había sido. Uno de los escoltas personales del Lord Comandante Northwode se asomó al bajar la ventana - ¡Suba Sargento! ¡Nos avisan de que su sector esta comprometido! ¡Nos han entrado hasta en la cocina! - dijo con tono apremiante con su marcado acento*. 

La medicae reprodujo una reverencia perfecta, tal como indica el código militar imperial, al momento que se nombró al Dios Emperador de la Humanidad como un grito de guerra ante el inminente ataque xenos. No obstante, y mientras hacia lo anterior, su mente calculaba los procedimientos a cumplir según a otro sin número de escenarios posibles, teniendo, como siempre, la prioridad las personas de su escuadra y el uso eficiente de los recursos médicos disponibles.

-. Dietrich-. Le hablo a su camarada medico con su sensual y firme vozarrón mientras que, con profesionalismo y velocidad alarmantes, revisa todo su equipo, asegurando que ningún detalle escape de sus azules ojos-. Asegura el material con sus respectivos amarres, prioriza la maximización de los analgesias y desinfectantes y mantén una corta distancia de desplazamiento-. Rápidamente, su fría mirada se dirigió a su oficial al mando, dando un firme y rápido saludo-. Sanitario Schulz y equipo médico listos para el cumplimiento del deber señor-. Declaró, esperando las nuevas órdenes de movilización.   

¿Había funcionado? No podía creerse que hubiera funcionado. Aquel había sido un último y desesperado intento por contener lo que iba a ser una sangría, y se había saldado solo con tres ejecuciones. Joder, decir eso y que no había habido bajas era casi uno y lo mismo. Sin embargo, había algo... Un sonido... ¿Qué era eso?

Y entonces lo vio. 

-Joder, tiene que ser una broma...-dijo por lo bajo, mientras las alarmas empezaban a sonar. Tomó aire para dar las órdenes adecuadas cuando aquel transporte apareció a la carrera. El deber llamaba. 

-A la orden, ¡escuadra! ¡Al vehículo, ya! Joder, como odio haber tenido razón... Comisario, será mejor que usted venga también-añadió el sargento, con un tono bastante más firme que el que había tenido hacía algunos momentos. 

¿la parrillada?, a tomar por culo por los putos xenos, estaba claro que esos bastardos no iban a dejarnos descansar, como deseaba que se murieran todos, pero como eso no era posible, tendría que contentarme con matarlos con mis propias armas, así que sin esperar a la orden del sargento me subo en el vehículo que ha llegado a recogernos, "Vamos, esos bichos no se mueren solos, hay que darles un pequeño apoyo, y si salimos, nos espera una parrillada" le digo a mis compañeros una vez dentro, para luego ponerme a hacer una ultima comprobación a mis armas antes de marchar a la batalla.

Ambas mujeres se detuvieron en seco, girando poco a poco, mientras miraban a aquel hombre con cara de pocos amigos. El doctor terminó su diatriba y no supo si la mala leche en las expresiones de ambas rubias era por haberles hecho ilusiones con la promesa de comida y bebidas para ahora arrebatárselas, si por el rechazo a sus encantos carnales o por alguna otra cuestión. 

Nunca lo sabría. 

La alarma comenzó a sonar y las dos salieron como una exhalación hacia sus taquillas. Por la expresión de ambas al pasar por su lado, las dos ya lo habían olvidado todo y estaban totalmente concentradas en la batalla que se les echaba encima. 

- Recordad, los más grandes primero, buscad objetivos de valor añadido, que parezca que dirigen, como los grandes esos. Artillería, o psíquicos o lo que se le parezca. Granadas frag para los pequeños, no trabeis cuerpo a cuerpo, no es nuestra especialidad y sí la de esos monstruos, interponed otras tropas y apoyadles, buscad un lugar alto y esconderos. El picotazo que más duele... - 

- ... Es el que no se ve venir. - contestó Silje laconicamente. 

A pesar de que el asunto que les había traído allí se había solucionado con bastante rapidez y sencillez, Fred no estaba tranquilo. Demasiado silencio, había algo en el aire, en la expectación. Como si el mundo entero contuviera el aliento. Era como aquellos días en la granja, cuando los animales se quedaban todos quietos y callados en sus jaulas de repente y al unísono, justo antes de la tormenta o del ataque orko. Miró a todas partes, nervioso, viendo que sus compañeros también lo sentían. Y no se equivicaban. La batalla estalló de pronto, el bien conocido resplandor del fuego láser partió el cielo sobre las murallas. 

Inmediatamente un vehículo de carga ligero vino a recogerlos, porque, maldita fuera su suerte, su sector había sido atacado con dureza y había sido invadido. Y la cosa parecía grave, porque era uno de los escoltas personales del Lord Comandante el que iba conduciendo. 

Antes de que el sargento diera la orden Fred ya estaba avanzando hacia el vehículo, y montó junto con sus compañeros. Cerró la cartuchera de la pistola láser, que no creía que fuese a usar demasiado, y cogió el bólter que llevaba a la espalda, asegurando el cargador y quitando el seguro. Murmuró una oración al espíritu máquina del arma, pidiéndole su favor para lo que estaba por venir. El arma, como siempre, vibraba colérica en sus manos, ansiaba ser disparada. 

Respondió a Helga, tratando de imitar su entusiasmo. 

-Los queremos cerca, y parece que eso es justo lo que vamos a tener. A por ellos. 

Acarició su bólter, que descansaba inquieto en su regazo. 

-Dios Emperador, protégenos de los peligros del vacío.