Partida Rol por web

ARMASE, BETHAN:

- Se levanta un poco de viento que os ciega todavía más, pero estáis seguros de que los asesinos (pues son al menos dos) os están disparando sus virotes de ballesta desde el bote. No os dan gracias al viento.

- Bethan está convencido de que uno de ellos lleva la librea de los Lefford.

SER OTTER, DIN:

- Armase y Bethan están formando un escándalo que comienza a poner nerviosos y a preocupar a todos los asistentes.

- Se ha roto la línea defensiva y todo el mundo está pendiente ahora de la orilla del lago y de ese bote.

- Os fijáis bien en el bote y veis que es un humilde bote de pesca muy viejo que está amarrado a un tronco. Ser Otter recuerda claramente haberlo visto muchas veces por aquí. Pertenece a un anciano pescador de la cercana aldea de Aguasclaras. Anciano que tiene permiso para pescar en el lago, aunque hoy lógicamente al ser festivo no está faenando.

- Seguro que el anciano pescador está en la vecina aldea celebrando el festival de inicio del Verano con su familia.

- "¿Qué está pasando? ¿Qué hacen esos hombres en la orilla? ¿Nos atacan?" -

La pequeña Arianna comienza a llorar, desconsolada.

- "¿Son los Hombres del Hierro? ¿O tropas de los Lefford?" -

Baja ese arma Armase- ordenó mientras alzaba una mano saludando al anciano que dirigía el bote- Bethan, vuelve a tu puesto inmediatamente- añade mientras mira al otro hombre que se había acercado.  Independientemente de que el bote fuera una amenaza (que no lo era), no era necesario todo aquel alboroto. Con eso solo lograban preocupar a la gente y mermar las defensas, puesto que habían roto el perímetro defensivo en un instante. 

Tendré que tener una charla con mis hombres después de esto- a decir verdad, Ser Otter se sentía en parte culpable por ello. Aún no había logrado meter suficiente disciplina a la tropa. Eso debería cambiar y cuanto antes. 

Tras esto se acercó un poco más a Arnase- he visto ese bote por aquí más de una vez. Es de un pescador de una aldea cercana de Aguasclaras, no hay por qué preocuparse. 

Din retrocedió los dos pasos que se había separado de su familia y le revolvió el pelo al pequeño Llum.

- Tranquilo hijo. No es más que un bote de pesca vacío que ha alertado a algunos de los guardias. Nada de qué preocuparse. - el Forestal rodeó a su esposa con un brazo y volvió a prestar atención al Septón.

Menudo día para no estar en su puesto. Probablemente podría haber avisado a Armase de su error antes de que se organizara todo el revuelo. Pero ya era tarde para lamentarse. Ahora sólo quedaba disfrutar del resto de la ceremonia.

El Forestal se había percatado del inteligente movimiento de Caster, cubriendo gran parte del terreno que algunos de los hombres habían dejado sin vigilar debido a aquella estúpida distracción. Sonrió. Sí, el hombre tenía mal carácter pero sin duda sabía lo que se hacía.

SER OTTER:

- El bote no está faenando. Está amarrado.

- Su propietario no está, seguramente estará con su familia en su aldea.

- Ser Otter está saludando con la mano a los asesinos, convirtiéndose así en un blanco fácil para sus virotes emponzoñados. Al parecer se cree que son inocentes pescadores.

- "Hijo, ¿qué ocurre? ¿Nos están atacando?" - La anciana mujer se pone en pie y avanza hacia Armase.

Armase siguió con el arma, apuntando a los ocupantes del bote. Luego su madre se acercó también a aquel lugar... ¿Qué demonios ocurre? Ni que los mismísimos siete vinieran en bote a visitarnos. Con todos mis respetos señor, a mí me parecen sujetos hostiles... quizá con un bote que no les pertenece.

Se giró durante un segundo hacia su progenitora. Madre, váyase de aquí, AHORA MISMO. 

Tras lo dicho, se colocó delante de Ser Otter, protegiéndolo de posibles ataques. 

- El Sol comienza a asomar claramente por la línea del horizonte oriental.

- El Lago Aguaclaras refleja la luz del sol naciente como cristal en un hermoso espectáculo.

El Acólito Eremiel mira con preocupación a su tío Eulocis. Ahora es el momento en que el avejentado Septón debe pronunciar sus palabras y dar inicio formalmente a la ceremonia del festival de Bienvenida del Verano.

Sin esperar la respuesta del caballero, Armase dispara su arma contra los ocupantes del bote. ¡Están disparando señor! Quedarse aquí no es un lugar seguro Señor. Como soldado, no podía dar órdenes al caballero, pero suponía que mediante ese aviso se sentiría aludido y marcharía de allí.

Armase volvió a amartillar su arma y miró a su lado, parece que Bethan también se había dado cuenta del ataque. 

La mirada de incredulidad que apareció en el rostro de Ser Otter no tuvo precio. En un instante, estaba ordenando a que el soldado bajase el arma y en un momento este se encontraba disparando a un enemigo invisible. 

Pero por los Siete, ¿no ves que no hay nadie en el bote?- dijo, aguantando a duras penas su cabreo. Estaban haciendo completamente el ridículo ante esa situación. Y lo que era peor: estaba dando una imagen patética respecto a los hombres del Castillo- deja inmediatamente de disparar- añade, en un tono de voz que no admitía replica alguna- y vuelve a tu puesto, ¡AHORA!.

¿Que estará pasando? ¿Tanto se aburren que buscan iniciar una guerra contra las sombras de la naturaleza?

Quedo alucinado al ver la indisciplina que gobierna en las tropas de Otter Crakehall, no entiendo muy bien si tiene soldados, mercenarios, bandidos o una panda de bastardos que lo único que buscan es clavar sus armas en cualquier sitio, aunque sea una jodida barca de algún pobre desgraciado al que le van a arruinar la vida si tiene que arreglarlo de flechas agujereando la embarcación.

Veo como el tal Armase ignora por completo las órdenes de un superior, abriendo los ojos como platos. O ha visto algo que nadie más consigue ver, o cuando esto termine la espalda le quedará parecida a una celda de prisioneros de los latigazos que va a recibir. Yo al menos le ordenaba limpiar las letrinas con las manos durante todo el próximo año.

Debo admitir, que aunque esto parezca una versión cómica de lo que deberían ser unas tropas profesionales, están animando una celebración que tenía pinta de aburridísima.

Miro hacia el Forestal, parece tranquilo después del revuelo, por lo que no tengo porque molestarme en buscar enemigos dentro de las migas de pan, prefiero buscar en las cercanías del bosque, que de empezar un ataque, evidentemente lo harán en cuanto la luz se vaya marchando aguardando entre la maleza.

No se si debo hacer una tirada acompañando mi acción, y si es así no estoy seguro de que sepa hacerlo, así que por si acaso la hago y aprendo.

Un nuevo día, un nuevo año. Es aún de noche cuando mis ojos se abren para la ceremonia de comienzo del nuevo año. Es una ceremonia clásica que se practica en la religión de los Siete, por lo que asisto a ella desde muy pequeño ya que mi familia ha adorado a los Dioses de los Ándalos desde que tocaron puerto en estas tierras, sobre todo por la unión política que significaba el matrimonio de la Reina Nymeria con la familia Martell.

Mi camisa se desliza sobre mi torso al ser colocada, pasando por sobre un millar de cicatrices que hablan de una lucha antigua y un año desaparecido de mi vida. Todas mis heridas ya están sanas y he vuelto a entrenar desde hace meses, por lo que estoy en excelente forma, aun mejor de como estaba cuando esos bandidos se cebaron con el dinero que era mi responsabilidad mantener a resguardo. Es por eso que he puesto todo de mi parte para entrenar lo suficiente. No volverán a vencerme... Nunca.

Luego de mis ropas, pongo encima mi armadura. Me pongo encima mi armadura completa de placas a pesar de no ser una ocasión de combate. No es mucho el tiempo que he sido un caballero y no estoy del todo acostumbrado a llevar una armadura tan pesada pues nunca tuve el entrenamiento formal para ello, pero estoy de a poco acostumbrándome, llevándola cada vez que puedo. Un caballero siempre debe llevar su armadura, esta ocasión no es distinta. Lamentablemente no tengo ningún escudero, por lo que tengo que llamar a alguien que me ayude. El primero que me encuentro es un peón de nombre Gallo, a quien ordeno que me ayude y a quien despido sin palabras.

Cargo mi espadón en mi espalda dentro de su bandolera de cuero y mi lanza de caballería de guerra para ponerla en Nostalgia, quien me debe estar esperando completamente ataviado, así como indiqué al mozo de cuadra.

Al salir, llego al establo y veo como mi fiel caballo de las arenas me espera dentro de su barda completa de cota de mallas, con su silla de montar militar listas, así como su brida y bocado. Pongo la lanza en su lugar, al lado mío para tomarla durante el combate y me subo a la silla.

Se siente de maravillas montar. Los Dornienses se sienten más cómodos sobre sus caballos que a pie pues la caballería de Dorne ha sido siempre la forma principal de lucha, a pesar de ser una caballería muy distinta en conducta militar a como es en el resto de Poniente.

Avanzo sobre Nostalgia y veo a las personas reunidas para la celebración. Aun no ha comenzado, pero me he tardado más de lo necesario. Me acerco y miro desde la altura de mi caballo el lugar que se supone debería ocupar, pues las convenciones sociales nunca han sido mi fuerte, a pesar de mi educación formal.

En ese momento veo como uno de los hombres de armas dispara una ballesta. Me acerco rápidamente con el caballo y veo la escena. Saludo a Ser Otter Crakehall con la cabeza y le hablo:

 - "¿Que es lo que ocurre aquí, Ser Otter? ¿Hay algún problema?"

Miro al hombre que disparó y veo en él rasgos Dornienses, pero me parece un tipo sin disciplina alguna. Miro hacía donde disparó e intento ver lo que él ha considerado una amenaza. Espero las respuestas mientras miro al resto de los hombres de armas ahí situados. Han roto la línea que se supone es de defensa para seguir al de la ballesta y eso es un acto de indisciplina imperdonable para quienes tienen a sus seguridad al Señor de Aguasclaras y su familia.

Armase escuchaba al caballero perfectamente, pero prefería acabar en el calabozo por desobediencia que colgado del poste de la plaza del castillo de Aguasclaras por traición a Ser Hadder. Así que volvió a amartillar su ballesta y colocó su culata en la axila. Aguantó la respiración durante unos segundos, intentando ignorar los lloriqueos de su madre, las protestas del caballero y todo el remolino social que se estaba creando a su alrededor.

La saeta salió disparada, esta vez sí parecía que podía tocar blanco, no tardaría en verlo.

Mientras volvía a cargar su ballesta dijo a su alrededor: Comprueben lo que ven sus ojos, por favor si se dan cuenta veran que no estoy enajenado.