Partida Rol por web

Matagatos vuelve a tener el estandarte y lo ofrece. Cuando su mirada se cruza con la mía, se encuentra con unos ojos preocupados, interrogativos.

Se había propuesto a Matagatos como Capitán, y él había aceptado la responsabilidad si salía elegido. Algunos ya habían hablado a su favor, y es que Matagatos era la mejor decisión. Aunque quizás la realidad es que es una falta de opciones.

Portaestandarte, que tampoco era del agrado de muchos, había renunciado a su candidatura esta vez. El Viejo... algo raro pasa con él y estoy segura de que no soy la única que se ha dado cuenta. Había sido sanado, casi un milagro, por los chondelorianos, pero, ¿a qué precio? ¿Y con qué intención? No se puede confiar en ellos después de lo ocurrido en el Llano. El Viejo podría resultar ser una simple marioneta ahora, o algo peor. Y Preocupado... Cuando el loco de Caratótem propuso a Preocupado tuve que resistir las ganas de echarme a reír.

Genial, ese vejestorio sabe contar buenos chistes.

Pero no, hablaba en serio, lo que aún era más grave. Por otro lado intervenciones como la de Serpiente, Cielo o Frontera no ayudan a mejorar el ambiente. No puedo más que desear que todo termine y salir de allí. La suerte ya estaba echada. Cuando sea mi turno para votar, apoyaré a Matagatos, y rogaré a los ancestros que todos sean tan cabales como yo.

¿Lo eres, Alika?

Sí, Matagatos debe ser Capitán.

Debe, pero ¿quiere Matagatos serlo?

En las décimas de segundo en las que su mirada permanece posada en mí intento averiguarlo. Ver en él una señal, un gesto que me dé una pista. Sincero orgullo, pesar, indecisión quizás. El Cabo de los Hostigadores ya cargaba con el peso de todo un pelotón incluso antes de ser nombrado para ello, añadido a la responsabilidad de ser el principal sanador de la Compañía.

Como si ser hijo de Portaestandarte no fuese suficiente motivo para tener miedo de que se vuelva loco. ¿Empeorará su humor? ¿Tendrá más y peores pesadillas? ¿Morirá de inanición, de cansancio, de pura depresión?

No puedo evitar que se me forme un nudo en la garganta sólo con plantear la idea, pero no hay otra opción.

Y es el turno de los Hostigadores para hablar.

¿Para qué hablar? ¿Qué puedes decir? Tu opinión no le importa a nadie, y, además, todos pensarían que sólo le apoyas porque es tu pareja. Y a ti no te importa cargar con esa situación, pero, ¿debe cargar él?

Las décimas de segundo pasan, y mientras aún me mira, niego con la cabeza.

Matagatos sostenía la bandeja estudiando a sus hombres con rostro severo.Y nadie hacía ademán de recogerla. ¿Indecisión? ¿indolencia? Una sombra tatuada dio un paso al frente, tomando la bandeja de manos del hijo de Portaestandarte. Uro, el pecho cruzado por gruesos vendajes, tomó el estandarte de la Duodécima y sostuvo la acerada mirada del cabo de los Hostigadores.

—Matagatos ser gran guerrero —dijo con su voz profunda y gutural—. Segar vidas de enemigo como Cazador de Cabezas. Uro respetar muerte que brillar tras ojos de Matagatos. Seguir Matagatos hasta palacios de Triplete y beber sangre junto a él.

Quizás por vez primera, los soldados de la Compañía pudieron escuchar al Ungido pronunciar más de dos palabras. Por una vez, sus verdes ojos, que no se apartaban en ningún momento de los de sus superior, no destilaban desprecio ni hastío. El Guerrero de la Diosa hablaba del Oscuro con orgullo, o con lo más parecido a la honra que jamás había expresado el Cazador de Cabezas.

—Matagatos ser joven león —continuó el enorme salvaje—, feroz y asesino. Su lugar no ser tienda en retaguardia. Su destino no estar entre papales y mapas. Matagatos deber matar y Uro seguir sus estela de muerte. Diosa sonreír a oscuro y no deber menospreciar don de Diosa. ¿Querer nuevo Capitán? Uro preferir león adulto. Uro preferir Barril.

La mirada del Ungido se desvió hacia el grueso de los infantes, donde el cabo Barril apuraba su enésimo trago de su ajado odre.

—Barril ser padre de todos. Él enseñar a soldados a pelear y a ser hermanos. Ser buen guerrero y saber cómo guiar a sus guerreros. Barril ser buen Capitán.

El Cazador de Cabezas volvió a centrar su atención en Matagatos, sosteniendo su mirada sin pestañear. Con un gesto de su poderoso brazo, deliberadamente lento, acercó la bandeja al pecho del cabo hasta que el borde llegó a rozarle la armadura.

Solo Uro quiso hablar, y Matagatos escuchó lo que tenía que decir, aunque sin cambiar su gesto serio. No quedaba claro si aprobaba o reprobaba las palabras del enorme Hostigador, y simplemente se limitó a recoger la bandeja de sus manos. Tras volver a observar al resto de hostigadores, quedó claro que ninguno más quería participar, así que le pasó el estandarte a Lengua Negra, para que los suyos pudieran hablar si lo deseaban. 

Lengua Negra tiene ahora el Estandarte y debe entregárselo a cualquiera de sus hombres que quiera hablar, si ninguno hace gesto de intervenir, o cuando y a lo hayan hecho quienes quieran hacerlo, debe entregarlo al Cabo Cortaplumas.

Recogió el testigo dispuesto a pasarlo a cualquiera de aquellos que entre los suyos quisiera manifestar su parecer. Extendió la mano con la patena sobre ella, la tela del estandarte llegada sobre ella y con una de sus puntas colgando como si estuviera exhausta. 

Sabandija rehuyó la mirada del oscuro líder de los Campamenteros. Con la cabeza gacha y el pelo haciendo sobra en su rostro se colocó entre las filas para pasar desapercibido.

Chamán Rojo ya tenía suficiente mala fama como para hablar en un momento tan delicado como aquel. Tenía que pensar a quién le daría su voto de confianza. Mantuvo la cabeza alta y la mirada firme cuando la de Lengua Negra se cruzó con la suya pero no hizo ademán de tomar el Estandarte.

El momento había llegado. Lengua Negra recogió, de manos de Matagatos, el estandarte y se dió la vuelta, buscando las miradas del resto de campamenteros. Una gota de sudor imaginaria resbaló por la patilla derecha de Piojillo. Tragó saliva y aguantó con la cabeza levantada y mirando al frente. Llegó al fin el ansiado momento, los nervios le recorrían por toda la piel. Apretó los muños y no rehusó la mirada de su superior. Asintió levemente con la cabeza y cerró los ojos unos segundos, negando por fín con la cabeza. No era el momento de hablar. Al menos, no para el.

Derviche cogió el estandarte de manos de Piojillo, y se quedó mirándolo, absorta, intentando decidirse sobre si hablar o no. Finalmente se levantó.

-Matagatos debe de ser el capitán, no está tocado por el Señor del Dolor, es un guerrero titánico y es de fiar, un guerrero joven, fuerte y fresco, como el león que necesitamos- Paró mientras observaba a los presentes.

-Lo acontecido en el llano de Galdan fue una muestra de lo que nos sucederá a todos, si seguimos ciegos como ovejas a Chon'Delor-

Terminó de hablar, se sentó, y le pasó el estandarte al siguiente

Dejó una vez más la pluma en su tintero y se levantó. No parecía que nadie más fuera a hablar. Recogió la bandeja de manos de Derviche y se la ofreció al Cabo Cortaplumas.

El Cabo Cortaplumas saluda al Cabo Lengua Negra con una inclinación de cabeza y le ofrece la patena a Ballestero.

Ballestero tomó entre sus manos la bandeja con el estandarte. Miró la bandeja y a los circundantes miembros de la Compañía. Se entretuvo unos largos segundos en pensar cómo podía lanzar la patena y colocarla de manera que partiera con su ornamentado canto los dientes de unos y otros, sin discriminación, conforme posaba sus ojos en ellos. Por fin dijo:

Matagatos está bien.

Y devolvió la bandeja a su cabo.

El Cabo Cortaplumas le entrega el Estandarte a Portaestandarte, quien, excepcionalmente, le ofrece un turno extra de palabra al Cabo Barril para que responda a las palabras de Uro.

Barril toma la bandeja con reverencia y gesto pausado. Tanto, que ha aprovechado el lento gesto para sacarse una de las manoplas metálicas que cubren sus manos. Su mano es tan grande que podría asir fácilmente la cabeza de un hombre, pero parece delicada cuando la pasa por encima de la tela del Estandarte, en muda reverencia.

- Yo no era mayor que muchos de vosotros cuando empecé en esto. Mi ejemplo para hacerlo fue mi padre, un leal servidor del ideal que representa este paño. Tan leal que dio su vida por él, lo mismo que otros muchos. - La mirada de Barril barre el lugar, buscando algunas miradas entre la zona de los Seguidores invitados a la Asamblea.

- Este Estandarte lleva con la Compañía mas de doscientos años, y es el último de los de las Compañías Libres de Khatovar. A pesar de que el símbolo representa a la Compañía ha cambiado su motivo conforme al paso de los años, el astil en el que ondea y el propio paño, nos han arropado, guiado y servido como enseña durante ese tiempo y nadie ha mandado la Compañía sin servir el ideal que encarna. - El enorme Oscuro mira profundamente a Portaestandarte a través de las rendijas de su casco.

- Echo de menos aquí ese astil, ya que creo que quien quiera optar al cargo del Capitán de la Duodécima, debería poder empuñar el conjunto y decir con voz clara que sus motivos son para con la Compañía, y para nada ni nadie más, - Barril dirige una mirada a los tres aspirantes nombrados hasta ahora - a la hora de aspirar al puesto del Capitán. Cualquiera capaz de hacer eso demostraría a mis ojos y los de cualquiera que sepa ver, que no es el títere de ningún oscuro poder, ni oculto deseo. - Barril deja la bandeja en una posición algo laxa, más no la cede a nadie.

- Ungido, agradezco tu confianza en mí, pero a este viejo y gordo león aún le quedan dientes. Mi sitio está en la batalla a tu lado y al de otros - mirada en dirección a Preocupado y Matagatos - cuyo papel en la lucha puede ser decisivo para la supervivencia de la Duodécima. Nadie deja embotar su mejor espada, ni la deja en la tienda, la lleva a la batalla. -

- Pido que se arme el Estandarte, y los aspirantes pronuncien su deseo y lealtad empuñando nuestro bien más preciado. Que se despejen las dudas y se pronuncien las palabras que nos atan, y que no admiten negra magia en su discurso. - El acorazado guerrero, sigue sin ceder el Estandarte a nadie.

- "Muy bien." -

Portaestandarte coge la Lanza de la Pasión del soporte en la pared y vuelve a colgar de ella la tela negra del Estandarte. El símbolo es un cráneo de plata sin mandíbula inferior sobre fondo negro.

- "Los tres candidatos a ocupar el puesto de Capitán son: el Viejo, Matagatos y Preocupado." -

Extiende el asta del Estandarte para que los tres lo toquen por turno, los tres lo hacen. Si Barril esperaba que alguno de ellos ardiera por combustión espontánea, parece disimular bien su frustración.

- "Si todo está dicho y decidido, ahora mismo llevaremos a cabo la votación." - Hace un gesto a Caratótem, quien trae la urna de cerámica negra que se usa en estas ocasiones y la abre, mostrando a todos que está completamente vacía.

El Chamán a continuación cierra bien la urna y de tres saquillos saca cuentas de tres colores: negras, blancas y amarillas. Las sitúa en tres montoncitos separados sobre la mesa.

Portaestandarte extiende la mano libre, mientras en la otra sostiene la Lanza de la Pasión, y señala las cuentas:

- "Negras el Viejo Capitán. Blancas el Cabo Matagatos. Amarillas el Soldado Preocupado. Que dé comienzo la votación. Adelante, Hermanos." -

Cielo votará amarillas (Preocupado) en silencio.

Había llegado el momento de la votación y el futuro de la Compañía Negra estaba en juego. Pensó en los que eran sus inesperados contrincantes.
El antiguo Capitán, hombre respetado y cabal al que todos habían seguido durante años, tantos que la mayoría no habían conocido a otro hasta que fue sustituido por Analista, le parecía actualmente un peligro y un error. Un hombre que solo vivía por la intervención de la magia oscura del Señor del Dolor y que solamente le parecía una versión mejorada de los muertos a los que se habían tenido que enfrentar en el Llano de Galdan, otro regalo de su actual amo. Había perdido toda la confianza que el hombre se había ganado a pulso durante sus años de servicio pues el cuerpo era tan solo un mero recipiente, lo que ahora alojaba dentro era peligroso.
Matagatos era un fiero guerrero y un excelente médico, eso era cierto, pero a penas sin experiencia en el mando y con muy poco tiempo al servicio de la Compañía Negra. Esos pequeños defectos podían ser subsanados con paciencia y el tiempo que acababa dando la experiencia necesaria para hacer bien las cosas. Eran otros los problemas que veía el infante, los que realmente le preocupaban.

Está maldito, como su padre.

No solo compartía la madición con que la diosa había condenado a los Oscuros, además estaba seguro que en su interior guardaba el mismo demonio que tenía Portaestandarte. Lo había visto entrenar contra sus compañeros de escuadra y había visto la furia desmedida y el odio en sus ojos. Había sido capaz de controlarlo pero... ¿Durante cuanto tiempo? ¿Cuanto pasaría antes de que también tuvieran que encadenarlo? ¿Llevaría eso a la destrucción de la Compañía como muchos habían temido que sucedería si Portaestandarte hubiera conseguido la Capitanía en la votación anterior? No podía negárseles la valentía y el arrojo, pero allí había muchas más cosas en juego, las vidas de cientos de guerreros y todos los seguidores de campamento que arrastraban con ellos.
Y si esta no era suficiente preocupación, Matagatos no estaba ni mucho menos libre de la misma sombra que se cernía sobre el viejo Capitán. Pensó en las dádivas malditas que el Señor del Dolor había repartido y la influencia que tendrían sobre sus dueños, algunos ya habían pagado con sus vidas. Pero Matagatos además había recibido un regalo especial, el caballo Hechizado.

Ese caballo da mal yuyu, tiene magia oscura en su interior.

No hacía falta pensar mucho para darse cuenta que el Señor del Dolor no daba regalos sin intentar recibir nada a cambio. ¿Que había prometido Matagatos? No lo sabía, pero le preocupaba que tuviera algún tipo de trato con su patrón.

Al menos el Viejo Capitán ha sido honesto y admite su dependencia con el Señor del Dolor.

Honestidad. Aquel era un concepto clave. Y precisamente Matagatos carecía de el. ¿Que clase de Capitán iban a tener? ¿Uno que permitía los robos a otros Hermanos y que además mentía para cubrirlos? No, Matagatos no era el hombre del que podían fiarse cuando anteponía su honor y su palabra ante la deshonestidad.

Él no había esperado aquello, ni lo había pedido, pero analizando las alternativas se daba cuenta que sus Hermanos tenían derecho a que los capitaneara alguien honesto y cuyos intereses fueran por y para la Compañía Negra, sin ninguna sobra de intervención del Señor del Dolor. Por eso Preocupado cogió una de las cuentas amarillas y depositó su voto.

Que los espíritus nos ayuden a todos...

El capitán era quien había estado al mando desde que Piojillo llegase a la Compañía, pero por otro lado estaba tocado por la magia oscura y negra del Señor del Dolor. Eso no le hacía tan merecedor, como antes, del puesto de capitán. Por otro lado, Matagatos, era un fiero guerrero que, afirmando las palabras de Barril, estaría mejor en el campo de batalla que sentado dando instrucciones. Por último, Preocupado, a quién el campamentero poco conocía aún, sin embargo no tenía motivos para desestimarlo. Sin pensárselo mucho, viendo que no había ningún orden para las votaciones, se acercó a los tres montones. En su paso, iba pensando en que color elegiría de los tres para arrojarlos a la urna. Cogió una cuenta, nadie supo de que color y la arrojó dentro de la urna. Tras esto, se dió la vuelta volviendo a su posición, con la cabeza baja.

El guerrero K´hlata cogió, tras mucho pensarlo, una cuenta de color blanca. La decisión la hacía más por eliminación que por estar conforme. Pensaba que Preocupado no estaba preparado para diriguirles, el viejo había perdido su honor al ser tocado por la magia negra. De Matagatos, le molestaba que perderían a uno de los mejores guerreros de la Compañía en el campo de batalla, pero tenía a su favor que le había dejado montar a su caballo, ese hermoso corcél que poseía. Por eliminación, decidió echar su cuenta blanca en la vasija, sin que nadie viese que color elegía.