Partida Rol por web

Portaestandarte tiene ahora la tela doblada del Estandarte. Suspira, tal vez con resignación, y toma la palabra:

- "Mi decisión de no presentarme en esta ocasión es firme.

Ahora tendrán la oportunidad de hablar los Soldados, en orden de la antigüedad de su Pelotón. Primero Caballería, después Escuadra Lémur, Escuadra Barril, Soldado Frontera, Escuadra Mostaza, Hostigadores, Campamenteros y el Soldado Ballestero de los Reservas.

Después votaremos en orden inverso, de menos a más antigüedad." -

Desastre escuchó a Portaestandarte que le daba la oportunidad de hablar a los soldados... Desastre no sabía si querían hablar todos o ninguno por lo cual levantó la mano para que en el caso que nadie quisiera hablar se le diese la venia para hacerlo.

​Los Soldados de Caballería parecen observar a los candidatos en silencio, evaluándolos rápidamente. Sus miradas hacia el Viejo Capitán son las que expresan más aprobación. Las miradas que dedican a Matagatos son de incertidumbre, no creen que sea lo bastante veterano para el puesto. Preocupado tan sólo despierta unas pocas sonrisas despreciativas.

Todos niegan con la cabeza, ninguno pide la palabra.

El Cabo Lémur miera a los miembros de su Escuadra para ver si alguien quiere decir algo. Las miradas hacia el Viejo Capitán son de hosco recelo. Las que dirigen a Matagatos reflejan admiración y quizá cierta envidia, todos saben bien del papel tan destacado que han jugado los Hostigadores en todas las batallas desde su creación, y como han progresado desde una fuerza de novatos a unas verdaderas fuerzas especiales polivalentes.

Algunos, en especial los K'Hlata, miran a Preocupado con expresiones de duda e incertidumbre. Cierto, es uno de ellos, y cierto, se preocuparía por todos, tal vez como una madre, si fuese el Capitán, pero nadie cree que un simple Soldado pueda o deba ocupar el encumbrado rango de Capitán.

Todos eligen guardar silencio, y el Cabo Lémur le entrega la patena a su colega el Cabo Barril, por si los Soldados de la Escuadra Barril desean decir algo.

Barril se levanta pesadamente, y toma el Estandarte. El paño doblado no empequeñece ni un ápice en las manos del gigante acorazado, que se pone en movimiento con un ominoso sonido metálico en dirección al lugar que ocupa su Escuadra.

Una vez llega allí pasea la mirada por todos ellos, para por último pasar el emblema de la Duodécima al Infante que lleva más años militando en ella y que fue su primer fichaje cuando formó la Escuadra, el Oscuro conocido como Lagrimita.

Con una última mirada a los Infantes que mucho tiene de - "No avergoncéis a la Infantería" -, y alzando un dedo admonitorio hacia Cielo que seguidamente se convierte en un puño que el pintado K'Hlata no quiere ver cerca como el de Vientos, Barril vuelve a su posición tomando asiento.

El Estandarte parece conferir un aura peligrosa al normalmente tranquilo Lagrimita, mientras observa la partida del Cabo Barril y después toma aire, aparentemente dispuesto a hablar. No se produce el sonido y todos podéis contar uno, dos,...

El Oscuro mira primero a Portaestandarte con una mirada teñida de cierto pesar en primera instancia. Nada le ha salido bien al que empuña el emblema de la Duodécima en los últimos meses, y puede que en la última década de su torturada existencia. Tortuosos amoríos, bregar con una incipiente locura, y una serie de derrotas de objetivo hacia la Compañía.

Luego pasa al Viejo Capitán, cuyo linaje corre cerca del suyo propio aún dentro de los cánones de los Oscuros. Ha sido el pilar que ha sustentado la Compañía desde hace décadas pero ahora ese pilar es a la vez algo más y algo menos. Hay quien dice que los Oscuros no son meros hombres, sino demonios humanos que salieron de algún tipo de Infierno sin luz que los mantenía pálidos y de negros cabellos. Quizás el Viejo se acerca más ahora a aquellos primeros Oscuros, que a través de las décadas se han ido diluyendo en lo que ahora son.

Por último su mirada se detiene en Matagatos. Fuente de admiración y modelo a seguir por sus habilidades, no tanto por sus creencias y honor personal. No puede evitar que su mirada se dirija hacia Dedos, y siente ese puente invisible que hay entre ambos y que tanto ha dado que hablar.

Por último exhala lentamente el aire retenido, mientras en silencio le hace entrega a Preocupado de el Estandarte de la Compañía Negra.

Tras la intervención de Portaestandarte reafirmando su negativa a postularse como Capitán, la bandeja fue pasando rápidamente. Ni la Caballería ni los infantes del Cabo Lemur tomaron la palabra, se limitaron a sopesar con la mirada a los tres candidatos que hasta ahora se habían propuesto. Preocupado pudo ver algunos rostros vueltos hacia el, con expresión de duda o curiosidad, estaba claro que no sería tomado en cuenta, no solamente era un simple soldado, además era un K'Hlata y cuando de mando se trataba su raza era la menos favorecida pese a ser la más numerosa.

Todavía puedes retirarte, estás a tiempo.

Seguramente a nadie le extrañaría, ni nadie se lo echaría en cara, al fin y al cabo ni siquiera se había propuesto él mismo. Y los espíritus... Interpretar lo que querían siempre era difícil y complicado. A veces parecía que lo abandonaban a su suerte o al menos Preocupado se sentía solo, tan solo como le hubiera gustado estar en aquellos momentos con toda la Compañía Negra mirándolo. Compañía, esa era la palabra clave. Intercambió una mirada con Caratótem y a diferencia de muchos pudo ver esperanza e ilusión en su rostro. ¿Iba a fallar al que tanto había hecho por él? Siguió paseando su mirada hasta encontrar unos ojos grandes clavados en él, unos ojos también llenos de esperanza, por los que valía la pena enfrentar los miedos. Y entonces sintió el calor de sus amigos, de la gente que lo apreciaba y también de los espíritus que siempre lo habían protegido y guiado hasta allí, hasta aquel justo momento.

Dadme fuerza y guiad mis palabras, por el bien de la Compañía Negra.

Recibió la bandeja de las propias manos de Lagrimita, ambos tan diferentes pero a la vez tan próximos, justo algo así era lo que necesitaba la Compañía Negra. Sonrió a su hermano antes de hablar.

-Hermanos, el honor y el crédito que se me concede es muy grande, como también lo es la responsabilidad de quien debe guiar a la Compañía Negra en el futuro. Se que muchos pensáis que no soy digno de asumir tal posición, pero como vosotros lucho por la Compañía Negra y sangro por ella, conocéis mi compromiso total y mi preocupación por todo lo que nos pasa como grupo y también como personas. No puedo ofreceros experiencia en mando, pero si muchos años al servicio de esta gran compañía de mercenarios, los suficientes para saber cuales son sus necesidades. Es evidente que nos enfrentamos a muchos cambios y el futuro se plantea incierto y es mi voluntad afrontarlos con espíritu de ayuda y colaboración, un espíritu donde la palabra "Hermano" sea mucho más que un título honorífico, sea una forma de vida para todos, en una Compañía Negra justa donde se mida el valor y la bravura de los hombres por sus actos sin importar el color de su piel, que mantenga sus objetivos y tradiciones limpios y claros. Lo haré como Capitán o como simple soldado, pero es tiempo de permanecer unidos bajo unos ideales que nos ayuden. Espero que los espíritus benignos guíen vuestras votaciones, Hermanos, y pase lo que pase salgamos de aquí más fuertes que cuando entramos. Ese es mi deseo hoy.

Preocupado terminó de hablar y pasó la bandeja al siguiente participante, Grito. Ahora todo quedaba en manos de los espíritus y en la volutad de sus compañeros.

Aquello estaba pasando de castaño a oscuro. Y Piojillo siempre se decantaba por el lado oscuro, a decir verdad. No solo se había sorprendido por la presencia del capitán que, según había informado, estaba entre los vivos por medio de artes oscuras que el K´hlata no llegaba a comprender. Esa parte jugaba en contra del viejo para proseguir en la compañía como su capitán, o al menos eso pensaba el pequeño campamentero. Por otro lado, Matagatos. Apoyado por muchos de los hostigadores y otros tantos hermanos. Por último, se presentaba a Preocupado como una posible opción a liderar la Compañía Negra. Tendría que pensar en que hacer al respecto pero no tenía mucho tiempo. Se iba pasando el testigo poco a poco y en breve lo recibirían los campamenteros. El problema es que ahora no había nadie al mando de los mismos, tras Lengua Negra, pues Loor había caído en combate. Tendría que pensar y hacerlo rápido, pues más pronto que tarde sería su turno. Hablar o no hablar, he ahí el dilema...

Miró a un lado y a otro para percatarse de que sus pensamientos eran eso mismo, pensamientos, y no había hablado en voz alta. No quería que sus compañeros notasen su nerviosismo, y mucho menos recibir un puñetazo de la Sargento Vientos. - ¡Cielos...! ¡Que puñetazo le acaba de dar! - Pensaba mientras la observó dar el tremendo golpetazo a Cielo.

La bandeja llega a mis manos proveniente de Preocupado y sé que es mi momento para hablar. Lamentablemente para los presentes, lo que tengo que decir no es amable como quisieran:

 - "Proponen al Cabo Matagatos por ser buen guerrero y buen sanador, pero todos sabemos que es porque es Oscuro e hijo de su padre. Primero sanador, después cabo y ahora capitán. ¿Qué será lo siguiente? ¿Padre de mis hijos? ¡No! ¡No seguiré a alguien menor que yo y que ha estado en el campo de batalla menos tiempo! ¡Es hora de los K'Hlata y de nuestra fértil raza! Yo sigo a Preocupado.

Entrego la bandeja para el que está a mi lado, Matador, quien debe hablar ahora o ceder el turno.

Se levantó tras el golpe con una mirada firme, algo furiosa, aunque sumisa, hacia la Sargento.

Solo quería sostenerla para evitar la falta de respeto del brujo. Da lo mismo ya está hecho.

Soportó también la advertencia muda de Barril y decidió no decir nada más, hasta la votación, hablaría con el Cabo y asumiría su castigo después.

Matador recibe la bandeja, la recibe como algo que no quiere tener en sus manos. Ha escuchado con atención todo lo que se ha dicho y reflexiona sobre ello. Antes de darse cuenta esta compartiendo sus reflexiones en voz alta.

Cuando me uní a la Compañía, había oído ya de ella y sus hazañas. Quizás era una idea algo errónea la que me llegó, pero tenía la impresión de que era una Compañía libre, que decidía sus batallas y que premiaba los buenos guerreros. En la practica he visto que la Compañía sin embargo va más bien de qué sangre tienes o de quién eres familia y tendrás un rango. Hay gente que se lo merece y gente que no. Igual que hay gente inteligente y táctica y que sabe mandar y gente que no, por muy buen soldado que sea o haya sido.

Lo que yo veo ahora mismo es que si elegimos al antiguo Capitán, lo de libre no estará muy claro por las influencias del señor del Dolor.

Lo bueno sería elegir a alguien que no tuviese vínculos ni influencias, así sus decisiones no estarían distorsionadas.

En la arena como esclavos, perdíamos todo y sólo éramos un mote. Al llegar aquí se me puso uno y pensé que sería igual. Pero en la arena cuando ganabas, conseguías crédito, y ese crédito te hacía pasar de ser pasto de fieras a combates centrales. Tu valía, eso es lo que contaba y eso es lo que se debe votar. Y no sólo para nuestro dirigente. Si se va a reestructurar todo por las bajas, debe ser así si queremos sobrevivir.

Sin hablar mas para no extenderse... pasa la bandeja a Romo.

Romo no tenía nada que decir. En su mente sopesaba a quien debía votar para el cargo de capitán, una decisión de suma importancia para la compañía. Pero sus reflexiones eran solo suyas, y no creía necesario compartirla con el resto. Tras coger la bandeja que le ofrecía Matador, se la ofreció directamente a Desastre.

Desastre tomó la bandeja para hablar. Miró a los presentes que poseían un cargo igual o inferior a él. ​- Estoy de acuerdo de que el capitán sea Matagatos. Fue el único que cubrió la retaguardia y ese hecho provocó que hoy seamos más los que seguimos vivos. ​- Todavía hablaba con un ligero atisbo de dolor que le producía la herida en el pecho. ​- Hemos perdido a muchos, a hermanos que eran guerreros experimentados que habían participado en más batallas y demostraron su valía en ellas. Hoy yacen muertos debido a que no se cubrió la retaguardia.  

​La Compañía se encuentra ahora más debilitada que nunca. Los nuevos reclutas deberán de entrenar y pasar por batallas para demostrar lo que valen, y mientras esto sucede el pilar de la compañía ha quedado reducido por no cuidar o no plantear estrategias adecuadas. Hemos ganado pero nos hemos debilitado en demasía y eso es algo que no nos podemos permitir a los ojos de otros. Necesitamos pues que el capitán sea un héroe en batalla, que se digan de sus acciones y de sus actos, que le honren sus acciones. Solo así vendrán reclutas de calidad.

​Termino diciendo que el capitán debe de ser alguien que inspire a los jóvenes. Alguien que haya estado luchando codo con codo y a la vez haya demostrado que sabe cuidar de los hermanos en el combate. Sin eso, ser hermanos de capa queda sin sentido, si no cuidamos de nuestros hermanos en la batalla no podemos tener futuro.

​Dicho esto se acercó a Indómito dándole la bandeja y después se fue a su sitio.

Indómito no tenía nada que decir, y nada diría, porque nada podía aportar y nada decir quería. Paso le la bandeja al cabo.

Cuando Indómito se levanta para ir al encuentro de Barril, éste hace lo propio indicándole con un gesto al bravo Infante que espere en el lugar donde se encuentra. El sonido metálico de Barril al caminar llena de nuevo el lugar, mientras llega de nuevo a la posición de la Escuadra que tiene asignada.

Ase con gesto reverente la bandeja y observa su alrededor. Primero posa la mirada en Grito, que tan de corazón ha hablado. Quizás demasiado. Después lo hace en Cielo que habló ya saltando su turno y pagando el precio por ello. Quizás era hora de que igual que los soldados pagaban por su indisciplina, otros pagaran por sus errores ya fueran tácticos o en el ejercicio de sus funciones, fueran mundanas o sobrenaturales.

Comienza a moverse no sin antes detenerse un instante delante de Desastre. Aparentemente la muerte de sus leones ha amargado profundamente al Infante, que habla con un tono descarnado nada propio de la hermandad que reina en la Infantería. Parece que la muerte le ha asustado y empequeñecido su espíritu de lucha. Una pena.

Deja su vista aletear y distingue al último del los Exploradores, cuya jaula fue rescatada por los esfuerzos de la Escuadra Barril. Con un gesto lento y deliberado, Barril le hace entrega del Estandarte a Frontera, tras lo cual vuelve a su posición junto a los Mandos de la Compañía.

​- Gracias - ​Le dijo al Cabo Barril. Después miró a todos los presentes sin pronunciar palabra con esos ojos achinados y esa sonrisa en la boca dejando ver sus blancos dientes mientras los demás le observaban. Frontera se había sentido ignorado durante su estancia y ahora que todos lo miraban estaba otra vez sintiéndose importante. Y dejó que pasara algo de tiempo mientras sonreía y miraba a todos ellos dándoles a entender que existía. Siguió otro poquito más como si fuera un simple espectador ahí en medio tomando el Estandarte y viendo que todos le miraban pero sin saber a que se debía ese motivo. Cuando tuvo que caer en que debía de decir algo y aquel Estandarte era para dar un consejo.

​- Af... Afirmo lo dicho por Desastre, el Cabo Matagatos. - Se quedó mirando para el suelo como si no se acordase de lo que iba a decir y empezó a hablar con temblores y despacio. Pero no era despacio porque así lo quisiera sino por su mente que funcionaba más despacio que la de los demás. ​- Es un buen hermano ayuda a los demás y lucha bien, yo también aconsejo a Matagatos. ​- Empezó a reírse de repente. ​- Lo siento es una rissssa nerviooosaaa. ​- Se reía casi sin poder contener las lágrimas que le asomaban por el rostro dándole todavía un aspecto más cómico y feo del que ya tenía.

Empezó a mirar para ver a quién le daba el Estandarte y cuando vio los rostros se acordó. ​- Ya no está el cabo Rivdan, ni tampoco Escudo, - empezó a tragarse la mucosidad de la nariz y parecía que ahora estaba llorando. - Ni Niño Guerrero, ni Pipo soy el último de los exploradores. ​- Las lágrimas le caían a borbotones. - Miró al Cabo Matagatos - ​no más Cabo prométame que no permitirá la magia negra, no más, nos han utilizado. Al señor del dolor le ha dado igual si nos mataba o mataba al triplete. No confiaba en nosotros no más cabo prométamelo. - ​Se echó a llorar como un niño y se acercó al Sargento Virote dándole el estandarte y yendo a su sitio mientras se secaba las lágrimas. 

El Sargento Virote ofrece la patena a sus tropas de los Arqueros, pero todos niegan con la cabeza, en señal de que no desean hablar.

Finalmente, el Sargento Virote le entrega la bandeja con el Estandarte plegado al Cabo Matagatos. Es el turno para que cualquier Soldado Hostigador, si lo desea, pueda hablar.

Matagatos recoge la bandeja y repasa con la mirada a los Hostigadores, a la espera de que alguno reclame el turno de palabra si lo desea. 

¿Qué iba a decir él? Nada de lo que pudiera afirmar importaba lo bastante como para molestar a tantos hermanos. Caracabra niega un instante ligeramente con la cabeza cuando su mirada se cruza con la de Matagatos.

Todo estaba dicho y, aunque no, tampoco iba a cambiar mucho lo que el resto de camaradas tenía ya pensado hacer. Por ello, el jaguar prefirió no emitir ningún comentario, ya fuera apasionado, meditado o absurdo al estilo Serpiente, tan cargado de vacío.

Le bastaba con tener las ideas claras y el, por su parte, las tenía al saber que el viejo capitán podía estar influenciado por el Señor del Dolor, no albergaba muchas dudas al respecto. Bastante era tolerar al tirano hechicero, allá en su trono de Chondelor, como para instalarlo a la cabeza de la Compañía negra.

Guepardo sonrió y negó con la cabeza a Matagatos. Mejor que la retuviera él y convenciera o demostrara al resto por qué él era la mejor opción de las existentes para ocupar el puesto de capitán. A él no hacía falta hacerlo.