Partida Rol por web

- Alcanzáis a ver algún brillo en lo alto de la muralla de la Puerta de Galdan. Seguramente armaduras de alguno de los defensores. Pero lo que más os llama la atención son unas jaulas estrechas que cuelgan en lo alto de la muralla, por fuera. Tardáis unos segundos en daros cuenta. En su interior hay prisioneros… Y estáis bastante seguros de que son los Exploradores. Aunque desde esta distancia es bastante difícil discernir si hay alguno con vida.

- Alcanzas a ver algún brillo en lo alto de la muralla de la Puerta de Galdan. Seguramente armaduras de alguno de los defensores. Pero lo que más te llama la atención son unas jaulas estrechas que cuelgan en lo alto de la muralla, por fuera. Tardas unos segundos en darte cuenta. En su interior hay prisioneros… Y estás bastante seguro de que son los Exploradores. Aunque desde esta distancia es bastante difícil discernir si hay alguno con vida.

Pese a todo, jurarías que te ha parecido ver moverse un brazo y una pierna un poco… en jaulas distintas. Y crees que los ocupantes de esas jaulas podrían ser Escudo y Frontera, pero te resulta muy difícil asegurarlo desde tan lejos.

Guepardo observó como el Cabo se detenía, frotándose enérgicamente los ojos. Lo miró unos instantes, extrañado y luego miró a Ponzoña, esperando que alguno de los dos diera una orden de detenerse o continuar.

Al instante, el Hiena así lo hizo. Repentinamente, una explosión de fuego un centenar de metros más adelante y un gran griterío lo sorprendió. Tenso vio como Ponzoña acudía a socorrer a Matagatos. Algo le ocurría. Ponzoña envió a Manta a por Plumilla mientras tumbó a su líder, asistiéndole. Sin recibir orden alguna, pues lo único que hacían era esperar, el K'Hlata se acercó al oficial y su segundo, tratando de ayudar.

En silencio se puso en cabecera del tumbado oscuro y contempló como lagrimones caían de sus ojos cerrados mientras gruñía entre dientes, de dolor.

Cuando Ponzoña sacó la cantimplora, el Jaguar asintió y con sumo cuidado le levantó los párpados que al parecer Matagatos era incapaz de controlar por el intenso escozor que sentía. Sus ojos estaban completamente rojos y ciertas manchas de suciedad eran evidentes en las escleróticas. El Cabo gruñó, se removió levemente y lanzó sus manos, agarrando con fuerza los brazos de Guepardo, pero aguantó. Ponzoña comenzó a lavar sus ojos.

- Los muertos se alzan mientras los Hostigadores siguen avanzando.

- Al frente, parece que los Dolorosos supervivientes, tres de las cuatro escuadras, han perdido la cohesión. Han abandonado los manteletes y ahora parecen retroceder, presa de la confusión.

- Serpiente también parece debilitado, parece que ha caído al suelo, despojado de casi toda su aura de maléfica potestad mágica.

- Matagatos sigue como puede a los suyos, ayudado por Guepardo, mientras sigue intentando lavarse los ojos, que escuecen como diablos.

Manta estaba por arrancar a correr en dirección a los Campamenteros para buscar a Plumilla, cuando el hechizo de Serpiente terminó y los muertos buscando camino de vuelta a la vida le hicieron detenerse, pues habían cortado su camino. Miró horrorizado el acto más antinatural del mundo. Eso no debía ser así, pero estaba pasando. Manta escupió a un lado y se echó atrás, volviendo a la seguridad de su pelotón, que quedaba en medio del ejército de muertos vivientes. Miró a Ponzoña, a Matagatos y luego al pelotón de Dolorosos, que había quedado descabezado tras la muerte de Sacerdote.

— ¡Cabo! ¡Ponzoña! ¿Siguen necesitando a Plumilla? —preguntó y sin esperar a la respuesta, expuso su plan, más que todo cerca de Matagatos, quien si bien no podía ver, seguro que podía escuchar— Sacerdote ha muerto, los Dolorosos han quedado sin un líder. Sé chondeloriano, puedo reagruparlos y comandarlos durante la batalla. Sólo díganme qué hacer. 

Era una imagen espantosa la de los dolorosos siendo quemados por el fuego del dragón. Que forma tan horrenda de morir. Pensó Caracabra mientras avanzaba sosteniendo firme la escala. Aquella bestia ya no lo sorprendió como la primera vez que la vio, ya hace algunos meses atrás cuando la heroína atacó por sorpresa el campamento principal. Aun así el enfrentarse a algo así era cuanto menos intimidante. 

Avanzaban por el llano cuando algunos de sus compañeros señalaron unas jaulas a lo lejos, exclamando que ahí tenían a los exploradores que quedaban. El jorobado no prestó mucha atención, no porque no le importara el cruel destino al que se enfrentaban sus compañeros, él quería vengarlos tanto como los demás, sino que en ese momento había algo que tenía toda su atención. La voz del Señor del Dolor se hacía escuchar a través de los labios de Serpiente, quien estaba rodeado por un aura bastante oscura. Aquella imagen le aterraba al deforme hostigador pues odiaba la magia. A caracabra no había muchas cosas que le causaran un miedo tan profundo como esa arte tan demoniaca llamada magia. 

No había recorrido ni medio camino cuando el grito de Ponzoña hizo que todos se detuvieran en seco. Debido a que el cabo se encontraba justo frente a él Caracabra pudo darse cuenta que algo le había sucedido. Matagatos se llevaba las manos a los ojos con desesperación y varios compañeros acudieron en su ayuda. Al jorobado le preocupaba la salud del cabo, ahora más que nunca lo necesitaban para que los lidere en el ataque, no podían darse el lujo de perderlo por algo así. El hiena dio una nueva orden y el K'Klata soltó la escala para cumplirla. Se dirigió al frente del grupo con escudo y lanza en mano para vigilar la vanguardia. 

Todo parecía tranquilo cuando de repente el suelo comenzó a temblar de tal manera que casi le hace perder el equilibrio, varias grietas comenzaron a abrirse a lo largo del llano y de ella salían manos y cuerpos esqueléticos además de otros que todavía tenían carne en descomposición en ellos. El cielo se cubrió con oscuridad y rayos y la voz del Señor del Dolor finalmente cesó. Cuando la oscuridad fue desapareciendo Caracabra pudo contemplar horrorizado la escalofriante escena.- ¡LOS MUER... LOS MUERTOS SE LEVANTAN! Gritó para alertar al resto de hostigadores. Se mantuvo firme en la vanguardia del grupo esperando órdenes. 

Matagatos echó más y más agua sobre sus ojos, logrando que poco a poco remitiera el escozor, aunque su visión parecía bastante resentida. Pero eso es algo de lo que tendría que ocuparse Plumilla luego. Al menos veía de cerca, creía que lo suficiente para poder combatir.

-No... Necesito que luego se ocupe de mí, cuando acabe todo, o hacerlo yo mismo. Mira a ver si puedes reagruparlos, Manta, pero tampoco te esfuerces mucho. Ponzoña, necesito que asumas el mando del avance. Yo iré con vosotros, pero con mi vista mermada, es mejor que las decisiones las tome alguien que sea consciente de lo que le rodea. 

GRUPO DE BATALLA I:

0) Escala Pesada con armazón de carros: Integridad actual: 100%.

1) Cabo Matagatos [Armadura del Oscuro. Dicha y Agonía (envainadas). Daga (envainada). Escudo Chacales (espalda)]:

2) Campaña [Armadura de Placas. Capa y broche. Svraisse (espalda). Cuchillo (envainado)]. Escudo Grande Madera (embrazado)]: Movimiento 4.

3) Caracabra [Armadura de Cuero. Cuchillo (envainado). Lanzas Cortas (3) (espalda). Lanza Corta especial (espalda). Escudo Grande Madera (embrazado)]:

4) Dedos [Cuero Tachonado. Daga (antebrazo). Espada Larga (cinto). Arco Corto y Carcaj 40 flechas (espalda). Lanzas Cortas (3)]:

5) Guepardo [Camisote de Mallas. Lanza del Jaguar (espalda). Cuchillo (envainado). Jabalinas (2) (espalda). Lanza Corta (espalda). Escudo Grande Madera (embrazado)]:

6) Ikharus [Cuero Tachonado. Dagas (2) (botas). Hachas Arrojadizas (2) (cinturón). Hacha de Mano (cinturón)]:

7) Manta [Cota de Mallas. Espada Bastarda (en la mano y apoyada en el hombro). Cuchillo (bota derecha).]: Movimiento 4.

8) Pelagatos [Cuero Tachonado. Espada Larga (cinto). Daga (cinto)]:

9) Pipo [Armadura de Cuero. Jabalinas (6) Portalanzas (espalda). Machete (cinto). Cuchillo (cinto). Hacha Mano (cinto). Lanza Dos Manos (en las manos)]:

10) Ponzoña [Cota de Mallas. Maza (cinto). Daga (cinto). Escudo Grande Madera (espalda)]:

11) Rastrojo [Ropas Chamánicas Sencillas. Machete de Falce (cinto). Arco Largo Compuesto y Carcaj 12 flechas (espalda)]: Magia Activa: Ninguna.

12) Uro [Cuero Tachonado. Hacha de Batalla (cinto). Machete (cinto). Cuchillo (cinto). Escudo Grande Madera (espalda)]:

MATAGATOS:

- Aunque tu radio de visión ha quedado tremendamente disminuido por la irritación de ojos que padeces (y que tu dictamen médico es que durará aproximadamente hasta que puedas descansar una noche entera de sueño reparador, con lo que te has salvado de una ceguera permanente), te das cuenta enseguida de que Manta no va a poder cumplir adecuadamente la orden de reagrupar a los Dolorosos. Su armadura le hace tan lento como todo el grupo empujando el carro, por lo que va a llegar hasta los Dolorosos avanzando a paso precavido por este terreno extremadamente traicionero, embarrado, cubierto de nieblas y salpicado de zombies que se alzan de su tumba, más o menos al mismo tiempo que el resto de vuestra escuadra.

Pipo había estado bastante silencioso durante todo el día. En su interior, todas las personalidades que habitaban ese cuerpo (y eran más de dos), habían alcanzado cierto equilibrio, lo que equivalía a una falta de personalidad.

Las hordas de muertos vivientes no parecían haberle sorprendido mucho. Daba la sensación de que estaba sobre aviso o algo por el estilo. El dragón si que atrajo su atención, desde luego. Se tensó, como dando pábulo a su lado más animal, aquel que surgía durante los episodios de violencia.

Pero durante el resto de la carrera, Pipo se desperezó, por así decir. Había tomado su puesto en la escalera de manera maquinal, y cumplía con lo suyo como un autómata, hasta el momento en que escuchó los gritos de pánico de los dolorosos. Entonces una idea hizo que su rostro se iluminara.

¡Matagatos! Dolorosos temen. Dolorosos son como ratones asustados. Puede que si Pipo toca la flauta, Dolorosos escuchan la flauta y vengan hacia Pipo. ¿Desea Matagatos que Pipo toque la flauta?

Conforme Ponzoña volvió hacia el carro dando instrucciones, siguiendo indicaciones de Matagatos, Guepardo ayudó al oscuro a incorporarse y lo guió hasta el vehículo. Como él bien decía, tal vez no pudiera ver bien, pero empujar del carro sí podía hacerlo.

El jaguar volvió a su puesto, tratando de ignorar la horda de muertos que se alzaban tras las blasfemas invocaciones del Señor del Dolor, por boca de Serpiente. Un escalofrío recorrió su cuerpo y maldijo a todos entre dientes. Al odioso Señor del Dolor, a los miserables del Triplete, a los ineptos que hacían planes y así mismo por formar parte de todo ello.

Musitó una plegarias rápidas al espiritu Jaguar, pero se centró fundamentalmente en unas peticiones y ruegos a sus ancestros, su principal creencia.

Que las almas y espíritus de todos estos caídos reanimados nos perdonen. Padre, dame fuerzas en estos momentos tan oscuros, oró.

Miró al suelo intentando no querer ver a los cientos o miles de muertos vivientes alzándose junto a ellos. Para su sorpresa, junto a él, el suelo comenzó a abrirse y unas cadavéricas manos asomaron primero, dando paso a un cráneo y una armadura oxidada después. No pudiendo evitar la repulsa, mientras salía, el jaguar lo impulsó con su pierna, haciéndolo rodar y apartándolo de él. El ser terminó reincorporándose e ignorándolo se quedó mirando fijamente a un exhausto serpiente, a medio centenar de ellos por delante.

- Ordenes, cabo. - logró decir Guepardo, con un rechinar de dientes de miedo, grima y rabia.

GRUPO DE BATALLA I:

TABLERO I: http://pyromancers.com/media/view/main.swf?round_id=178523

- Los aliados no muertos se incorporan a la batalla.

Rastrojo se quedó ojiplático. Era increíble. La primera vez que Matagatos seguía uno de sus consejos. Efectivamente, había delegado en Ponzoña. No tenía nada que ver que el Cabo Matagatos fuese un líder predecible que Rastrojo ya tuviese calado. O quizás sí. Era una decisión habitual en él ceder el mando a Ponzoña cuando vienen mal dadas, ya lo había hecho antes.

Luego sí, estaban los zombis. Con espectacular entrada incluída. Pero en comparación con que alguien le hiciese caso era como comparar un suceso cotidiano con una conjunción de estrellas. Vale... Rastrojo estaba atemorizado. Y sobretodo confuso. Aquello contrariaba todas las leyes mágicas de lo que creía posible. ¿Cómo creer en unos espíritus que son capaces de permitir esta abominación?

El chamán trató de calmar a sus fieles... Ninguno de ellos estaba en este pelotón. Aquí solo había gente que conocía lo suficientemente bien a Rastrojo como para no tener sus palabras en consideración. Y Pipo. Y Manta.

Tranquilos... lo de los muertos es solo una ilusión mágica. Sería absurdo gastar todo este potencial mágico en alzar a los muertos para que reciban las flechas como simples cebos, cuando se puede hacer lo mismo con una magia menos gravosa dándole al enemigo blancos imaginarios.

Pipo, con toda seriedad, contradijo a Rastrojo. No se daba cuenta de la intención del chamán y pensaba que andaba errado, así que procuró enmendar su ignorancia.

Oh, no, anunció en voz alta y clara. No son mentiras ni sueños. Son los que ya se han ido para siempre y ahora vuelven. Aquellos que habitan los sótanos de la fortaleza negra lo dijeron entonces, Pipo escuchó bien.

De momento la escalera no le estaba pareciendo demasiado dura de llevar, y eso que faltaban dos porteadores. Quedaba, claro está, un largo trecho hasta la muralla. De pronto recordó que era Ponzoña quien llevaba el mando, así que repitió su anterior pregunta dirigiéndose a su espalda, hacia su derecha, más bien, al otro lado de la escalera, donde hacía su trabajo de cargar con el armatoste, como todos.

¿Quiere Ponzoña que Pipo toque la flauta? Pipo ha traído la flauta que Ponzoña hizo para él.

Matagatos llegó al carro, ayudado por Guepardo, en silencio, como meditando algo. Finalmente volvió a alzar la voz.

-Manta, lo he pensado mejor, ni lo intentes. No creo que esos vuelvan, además con esa armadura no eres tan rápido. Es mejor que empujes con todos. Lo mismo para ti, Pipo-respondió al antiguo explorador, en la dirección en la que le parecía que estaba. Cuando escuchó el cuerno, quedó claro que era el momento de seguir, y así se lo comunicó al resto.

-Venga, adelante. Tenemos que llevar esto hasta la Puerta-dijo, mientras él mismo empezaba a ayudar a mover aquel artilugio. 

No hemos empezado bien.

No es que ahora tuviera más esperanzas de salir viva que antes, pero al menos pensaba que llegaríamos hasta la puerta más o menos bien.

Pero Matagatos casi ciego. Un dragón, que esta vez parece ser de verdad, los Dolorosos masacrados... Y la visión de los muertos levantándose. Pero eso no era lo peor.

¿Tienes tus cosas en orden? ¿Te has despedido de todos? ¿En qué piensas? ¿De qué te arrepientes? ¿Te ha faltado algo importante por hacer en tu corta pero intensa vida?

Oh, cállate.

No era momento de discutir, ni conmigo misma. Cuando ordenan seguir la marcha me vuelvo a concentrar en empujar aquel maldito cacharro.

Manta se dio cuenta de la situación unos segundos antes de que el Cabo le respondiese, así que cuando Matagatos habló, Manta estuvo totalmente de acuerdo con él. Tampoco tenía muchas ganas de pasar entre el montón de muertos vivientes.

— Sí, tiene razón, señor. Sin embargo, empezaron a retroceder. Cuando les demos alcance intentaré que se reagrupen a nuestro alrededor. ¡Empujemos con más fuerza, los Reclutas nos necesitan y todos lo fuimos alguna vez! —exclamó Manta mientras con brío empujaba el carro. 

Sonaron los cuernos. Orden de avanzar a todo trapo. Eso y la confirmación que vino de Matagatos hizo encogerse de hombros a Pipo (lo que consiguió que la escalera se tambaleara un poquejo por su lado), renunciando a la idea de intentar reunir a los dolorosos mediante un marcial toque de flautín.

Volvió a su anterior confusión durante los primeros pasos a trote ligero. Tras eso ya no hubo Pipo. El momento de las sutilezas había pasado para él. Gruñía por lo bajini de cuando en cuando, impaciente por el momento en el que trepara esa pared y pudiera saciarse con la sangre de los alfeñiques que se asomaban por entre las almenas.

Mierda...

Estaba tan pendiente de la muralla y las jaulas con los Exploradores dentro, de Matagatos y sus ojos, del dragón que había calcinado a los desgraciados que había alcanzado, de no dejar caer la escala, de la tormenta eléctrica que se cernía sobre ellos... incluso de Serpiente, allí delante, postrado y exhausto, que no se había percatado. Hasta ahora.

Muertos. Muertos que se levantaban de su descanso, colgajos de carne pútrida moviéndose renqueantes, una pesadilla. Supo al instante que eso era lo que había hecho su hijo. Herramienta del Señor de Dolor, títere.

-Mierda... -Murmuró.