Partida Rol por web

AÑO: 202 DE KHATOVAR.
MES: CAIMÁN (FINAL DEL INVIERNO).
DÍA: 28. ÚLTIMO DÍA DEL MES. POR LA TARDE, HACIA EL OCASO.

Mientras, en la zona de los seguidores de campamento, fortuitamente lejos de la llegada del Serpiente de aura maléfica...

Eeehm... Buenas tardes, Mancillado.

El camello rumió, impasible. Rastrojo veía en aquellos dos grandes ojos negros el desprecio de la indiferencia.

Han pasado cosas entre nosotros, tú ya lo sabes. Había alguien en mi vida antes que tú. Se llamaba Mordiscos. Pero se fue, y dejó un hueco muy grande en mi corazón. Entonces apareciste tú. Tu amo murió... El universo entero conspiraba para unirnos. Nunca se molestaron en asignarte oficialmente en un reparto de botín. En el fondo, sacar el tema removía el recuerdo del comportamiento reprochable de, no diré el nombre, empieza por eme y termina por atagatos. Tu antiguo amo se merecía aquel combate singular.

Lo que quiero decir es que... sí, te he montado alguna vez. Y he disfrutado haciéndolo. Para mí ha sido extraño estar entre tus dos prominentes jorobas... como estar entre los pechos de una madre que se fue hace mucho. Pero técnicamente no soy tu jinete, solo soy tu cuidador. Ni siquiera eso. Aquí, entre los seguidores de campamento, te han atendido durante más tiempo que yo en el último año. En mi defensa diré que tuve una convalecencia larga tras las heridas de una batalla.

Pues eso. Que sepas que si no te entrené durante estos meses para el combate montado es que no quería exponerte a los peligros de la batalla. Porque tu eres importante para mí. No me di cuenta de lo que significabas en mi vida hasta que me enteré de que, a espaldas de mí, los magos te mandaron a buscar al Pelotón de Exploradores. Me sentí furioso. Al principio lo atribuí a que, como prácticamente chamán que soy, se me reuniría para tomar la decisión. Pero no... fue por ti. Porque te pusieron en peligro. Y ya has hecho más servicio por la Compañía que un caballo como Hechizado o una pitonisa como Khadesa. Incluso yo no he sido muy útil en combate...

Y ahora se avecina la madre de todas las batallas, y no puedo llevarte conmigo. No sé si nos volveremos a ver... solo quería decirte adiós.

Rastrojo no quiso usar su poder para hablar con los animales, que tan útil hubiese resultado para curar a los leones de Desastre si alguien se hubiese molestado en pedírselo. Esto no era un charla. Era una despedida. Dar la oportunidad de réplica al querido camello habría sido aún más doloroso.

AÑO: 202 DE KHATOVAR.

MES: CAIMÁN (FINAL DEL INVIERNO).

DÍA: 28. POCO DESPUÉS DEL ALBA.

Matador acaba de salir de la reunión con Lemur en la que les ha explicado el plan de ataque. Se aleja hacia las murallas a observar el horizonte.

Se puso a rememorar como llego a la compañía. Escapo de milagro de la arena donde peleaba como gladiador. Después tuvo que escapar de esclavistas, cazarrecompensas. La falta de comida y agua se convirtió en un problema y entonces dio con la Compañía. Conocía su fama y no dudo en alistarse para escapar de sus perseguidores.

Pero esto le convertía en un mercenario, le tocaba volver a luchar una y otra vez. No creía que hubiese muchos casos de gente que llegase a vieja en la compañía, y su intención era estar el tiempo suficiente para dejar de ser buscado y llevar una vida normal.

Aun era joven y podía aprender a hacer otra cosa que no fuese matar.

Le vino a la mente lo bueno que era y lo bien que cuidaba de sus hermanas. Lo primero que iba a hacer si abandonaba la .Compañía en el futuro era buscarlas. Intentar averiguar que fue de ellas.

Para eso debía sobrevivir a la puerta, debía matar a sus enemigos.

Ya estaba ahí, había tardado, pero el Matador previo a los combates en la arena había aparecido. Su determinación y motivos para vivir se le habían presentado como siempre puntuales para la batalla.

Abandono la muralla y fue a la tienda a poner a punto sus armas y equipo. Nada podía fallar en la puerta.

AÑO: 202 DE KHATOVAR.

MES: CAIMÁN (FINAL DEL INVIERNO).

DÍA: 28. ÚLTIMO DÍA DEL MES.

La impaciencia crecía en el campamento y especialmente en el jorobado, el ataque a la Puerta que antes parecía algo lejano finalmente estaba por llegar. Caracabra pensaba que después de tanto entrenamiento se sentiría preparado, pero luego del anuncio de Matagatos en la reunión de los Hostigadores, no era las mejores noticias ni mucho menos se las podría considerar alentadoras. El Hostigador comenzó a plantearse seriamente la posibilidad de que hoy fuese su último día en el mundo de los vivos, quizás mañana volvería a encontrarse con la vieja bruja, Mentiroso, Peregrino y los demás caídos si es que el lugar al que iban era el mismo.

Luego de estar unas cuantas horas en su tienda dejando listo todo lo que llevaría al asalto decidió salir y dar una vuelta por el campamento, no sabía si volvería a ver ese lugar y a los rostros que allí se encontraban así que el jorobado paseó nostálgico. En el camino buscó a varios Hermanos con los que quería hablar, no quería que existiera la posibilidad se irse de este mundo sin haber dicho todo lo que quería. Primero visitó a Matagatos en la tienda de los heridos, luego buscó a Campaña y a Khadesa y finalmente a su mejor amigo, a Manta. Con el último se encontraría para cenar en la Tienda de Grog, así que cuando se acercó la hora si dirigió allí para encontrarse con él. 

Cuando el día terminó y con la conciencia tranquila Caracabra se acostó en su tienda. No le costó conciliar el sueño, pues aunque al comienzo tenía miedo y nervios por lo que se avecinaba, al finalizar el día sentía una extraña tranquilidad. Con el ataque a la Puerta pagaría su deuda con la Compañía, ellos hicieron de un "monstruo", de una basura, alguien de valor. Y ya sea que viva o muera en el ataque, lo haría orgulloso de que perteneció a una hermandad y lo dio todo por ella.

AÑO: 202 DE KHATOVAR.

MES: CAIMÁN (FINAL DEL INVIERNO).

DÍA: 28. ÚLTIMO DÍA DEL MES.

POR LA TARDE, HACIA EL OCASO.

Y había llegado el momento. Para Ikharus no era uno más, no era uno de tantos en su ya larga vida. Porque había matado, y luchado, en su beneficio, en el de otros, y también en el de la Compañía. Pero esta era la primera vez que había algo que no encajaba en su alma. 

Se acercó, lentamente, a la empalizada exterior. Quien lo viera pensaría que se estaba relajando para prepararse para mañana. O, quien no lo conociera, que estaba orando. Pero no era así. Su espíritu estaba sumido en una tenebrosa marea de inquietud. Pensó que era por la pérdida de Niño Guerrero. O por la pantomima de la fiesta en el Bastión del Dolor, donde sus empleadores habían mostrado a los que quisieron ver su auténtica y retorcida naturaleza. No creía que fuera por miedo. No tenía miedo, no a la batalla, ni siquiera a la muerte. 

Hacía aún frío, y el viento azotaba a ráfagas su rostro, finas espinas de gélida sensación. Su blanca cabellera y su barba se estremecían aún más que su cuerpo removidas súbitamente. Aquel frío posiblemente les favorecería mañana, cargar con la enorme escalera, trepar pertrechados y algunos con armadura podría haber sido un castigo sin igual en pleno verano. Sin embargo no dudaba que sería un castigo, de todos modos, aunque fuera diferente. Morirían algunos antes de poder llegar arriba. Y otros luego. Así eran las cosas, pero no, no temía a la muerte. No le tenía miedo...

...el frío arreció. Y el ocaso le llevó amenaza, y tiniebla. Y comprendió. La muerte no era lo peor que podía ocurrirte. Allá, a lo lejos, llegaba su propio castigo, su condena, su muerte en vida. La muerte de su corazón, lo único que le quedaba después de la muerte de su hijo adoptivo. Su hijo, su verdadero hijo, llegaba. Y sintió el dolor que emanaba de él, y el poder, y su terrible magia, y la muerte.

Y sí, entonces, sí sintió miedo.

El Templo del Dolor había quedado atrás. Una experiencia que jamás podría llegar a olvidar, y que aun pudiendo no tenía intención de hacer por mucho que a su nombre honor hubiera hecho. De toda experiencia se aprendía, con todas ellas se crecía, y si había alguna de esas experiencias con las que más se aprendían, eran aquellas nacidas del conflicto. Ese conflicto que la gente rehuía por considerarlo desagradable buscando la estabilidad que no existía en un mundo lleno de cambios. Cambios como el mío...

Sonreí.

Extendí mis alas una vez más, sintiendo la fuerza del viento sostenerme gentilmente, antes de descender para tomar tierra. No quedaba demasiado para llegar a la empalizada y no tenía intención de mostrarme así. Aun no. Debía tomar precauciones y acercarme con un perfil más familiar si no quería que alguno de "mis queridísimos hermanos", tan propensos a no pensar, ensartara en una de esas flechas a esa criatura desconocida que sobrevolaba el campamento. En el pasado ya casi lo había hecho el inútil de Ojopocho mientras estaba transformado en cuervo, lo que resultó muy curioso dado que fue el único pájaro al que decidió disparar en toda su vida. No había habido otro.

Así pues tomé precauciones para que quien llegara a la empalizada fuera el Serpiente que conocían y, tras tomarlas, me dispuse a proseguir mi camino a pata.

El viaje de regreso había sido largo en más de un sentido. No obstante se podía decir que estaba acostumbrado a realizarlo aunque en realidad tan solo lo hubiera realizado aquella única vez. Una única vez que se podía contar por cientos.

- Vaya vaya. ¿Me engañan los ojos? A estas horas nunca se sabe, pero parece que no. ¡Menuda sorpresa!- exclamé tan pronto alcancé la empalizada andando.- Fíjate quién acude a recibirme. Me lo hubiera imaginado de todos menos de ti, Ikharus. Miento. -Sonreí.- En realidad me lo puedo imaginar de cualquiera, incluso de ti. Es lo que tiene la imaginación, carece de límites por mucho que algunos intenten imponérselos. Aun así es también la raíz de buena parte de nuestras decepciones. Ya sabes, imaginar e imaginar y que luego nada de lo imaginado se haga realidad. No sé si me entiendes- apostillé con sonrisa aviesa.

Había llegado el momento de atravesar las puertas, de poner finalmente pie en el campamento. Y lo hice con aparente normalidad, sin espectacularidad alguna como muchos podían esperar. Fue simple, sencillo y hasta aburrido: un pie delante del otro y luego el otro delante del uno, así hasta que la distancia se redujo y la puerta quedó atrás. Fue todo tan normal que muy poco normal era.

- Por cierto, ¿son imaginaciones mías o el campamento parece más vacío de lo habitual, Ikharus?- Mis ojos brillaron divertidos.- Si tan solo un pajarito me lo hubiera dicho... Pero me temo que tendré que imaginar el porqué. ¿Ineptitud quiza? La ineptitud es respuesta segura para explicar muchos comportamientos.

EL SOL SE HA PUESTO.

AÑO: 202 DE KHATOVAR.

MES: DEL CAIMÁN (ÚLTIMO MES DEL INVIERNO, MES TRES).

DÍA: FINAL DEL MES.

OCASO.

TRANSCURRE LA MAYOR PARTE DE LA NOCHE.

AÑO: 202 DE KHATOVAR.

MES: DEL PIE (INICIO DE LA PRIMAVERA, MES CUATRO).

DÍA: PRIMER DÍA DEL MES.

ANTES DEL ALBA.

- Aunque con algunos nervios y un cierto sobresalto (Caratótem dio un griterío al respecto de que le habían robado en la tienda, y se difundió el rumor de que había agentes enemigos sueltos por el Campamento), las horas nocturnas previas a la batalla transcurren sin que haya que lamentar bajas.

- El Teniente le pide a Astado que prepare el desayuno para todas las tropas, y le pide a Lengua Negra que los Campamenteros le ayuden en la tarea.

- Los Reservas de Cortaplumas no han descansado nada esta noche, pero aún así seguirán de guardia en este día, protegiendo el campamento.

En el Norte, la Escuadra Ballestero, con el Soldado Ballestero (segundo de los Reservas a la cabeza).

En el Sur, el Cabo Cortaplumas, con su escuadra de diez Reservas.

- Los Seguidores de Campamento ayudarán en la defensa. En el lienzo Oeste de empalizada Usurero, sus comerciantes y tenderos, y sus rufianes. Incluso las putas se han avenido a vigilar.

En el lienzo Este Herrero dirige la defensa, con Carpintero a su lado y varios artesanos menores y mozos de cuadra.

La Primera y Segunda Pitonisas vigilarán las torres nordeste y noroeste. La Tercera y Cuarta Pitonisas las torres sudeste y sudoeste.

El Capitán-Analista permanecerá en una de las torres adyacentes a las puertas del Sur del Campamento, las que dan hacia Galdan. Junto a él durante la batalla permanecerán Guardaespaldas, Sedoso, Caratótem, y le han pedido a Khadesa que ayude en la vigilancia en esa zona si puede.

- Keropis dejó hace horas el cementerio, reuniéndose con los Campamenteros de Lengua Negra.

TRANSCURRE LA MAYOR PARTE DE LA NOCHE.

AÑO: 202 DE KHATOVAR.

MES: DEL PIE (INICIO DE LA PRIMAVERA, MES CUATRO).

DÍA: PRIMER DÍA DEL MES.

ANTES DEL ALBA.

Oyó un grito, y luego el característico sonido de la contienda. Sacudió su cabeza, dormido a medias, en la oscuridad y el cálido amparo de su tienda, en la tibia comodidad de su manta y su capa. Se incorporó, alerta, presto.

Pero, no, no había lucha. Escuchó entonces con atención, y supo que las voces eran de Caratótem, que acusaba a alguien de haber robado algo suyo. O quizá no acusaba, sólo se quejaba.

Volvió a tenderse, habría tiempo de levantarse, habría tiempo de luchar. Y de morir. No iba a precipitarse para ello. Apoyó la nuca en sus manos cruzadas bajo la cabeza, y se quedó así, pensando, recordando.

Serpiente (nunca podría llamarle por su título, y ya nunca por su nombre infantil) le había preguntado al llegar al Campamento. Y él lo había ignorado. No, no era cierto. Lo que había sido era incapaz de responderle. Había andado a su lado un par de minutos, intentando decirle lo que sentía, intentando organizar sus sensaciones. Pero había sido incapaz. Andar junto a él le dolía. Y no sólo en el alma, o en el corazón, que también. No. Dolía. Físicamente. Y tras esos escasos minutos, notó como el estómago se le revolvía, las piernas se le doblaban, y la cabeza le estallaba. Le dejó seguir adelante, sin responder, sin andar en un buen rato. A duras penas había podido luego llegar a su tienda, y allí guarecerse, y recuperarse.

Era maligno, por parte de Serpiente, preguntar porqué el Campamento estaba más vacío. Ya sabía la respuesta, estaba seguro de ello, pero era una manera de retorcer el ánimo de Ikharus. Serpiente sabía de sobra el cariño que había nacido entre su padre y el joven Niño Guerrero, al que había acogido como un hijo adoptivo. Y ahora estaba muerto, él y muchos Exploradores más. No, era imposible que esa pregunta fuera genuina, era un modo de hacer daño, otro, el siguiente y no el último.

Imaginar. Y la decepción de que lo que imaginas no llegue.

Entonces, en un extraño requiebro de su mente, Ikharus recordó parte del sueño que había tenido antes de que los gritos de Caratótem le sobresaltaran.

Un niño, y un hombre viejo. Su abuelo, un cuentacuentos para el chico. ¿Soy yo ese viejo...?

No, no era él, fue súbitamente consciente de ello. Y eso, esa revelación, le evitó la decepción de desear, de imaginar algo que ya sabía que no se haría realidad, que nunca iba a llegar...

AÑO: 202 DE KHATOVAR.

MES: DEL PIE (INICIO DE LA PRIMAVERA, MES CUATRO).

DÍA: PRIMER DÍA DEL MES.

ANTES DEL ALBA.

Ese día me levanté antes de costumbre. Era el día señalado, y quería terminar mis rezos antes que las órdenes llegaran.

Acudí a la zona de rezos y pedí por todos mis hermanos muertos, porque me dieran fuerzas para la batalla. Pedí a la diosa por Peregrino, Sicofante, Ojopocho, los exploradores, tantos y tantos que habían muerto en esta maldita campaña. Por último, pedi a mis dos hermanas muertas, Nareeta y Belleza, su fuerza para vengarme del triplete.

Fui a mi tienda y me preparé. Entonces llegó la primera orden, pero no fue de defender el campamento o algo así: fue preparar el rancho. Supongo que es lo que toca, con Astado aquí. ¿Harían los exploradores lo mismo? Un pinchazo de dolor me llegó al recordar a mí hermana, pero pronto la vengaré.

Voy donde Astado, poniéndome a sus órdenes.

AÑO: 202 DE KHATOVAR.

MES: DEL PIE (INICIO DE LA PRIMAVERA, MES CUATRO).

DÍA: PRIMER DÍA DEL MES.

Manta despertó al rayar el alba. No había ni rastro en su tienda de la presencia que le había visitado la noche anterior. Se encontró preguntándose si lo poco que recordaba era producto de su imaginación o había pasado en realidad. Lo único cierto es que la duermevela era una cosa seria.

Tan profundo fue su sueño reparador de la noche anterior, que no se despertó con el alboroto que armó Caratótem. No logró perturbar ese estado de muerte en vida al que escapan los cuerpos de los hombres durante la noche. Pero ahora, había vuelto a vivir, y quizás para morir definitivamente en unas horas. El muchacho se encontró tomando profundas respiraciones, llenándose de vida; cada aliento se le hacía del valor de montañas de oro. Así de subjetivo era el valor de las cosas.

En la quietud de su tienda, Manta preparó su corazón y su mente para morir. Y se sintió libre. Ya el miedo al gran viaje no influiría en sus decisiones. 

Salió de su tienda, desnudo de la cintura para arriba, con su espada terciada en la parte trasera del cinturón. Saludó a los Hostigadores que estuviesen por ahí, y luego dio una vuelta por el campamento. Se enteró de que la comida sería preparada por los Campamenteros, y no dudó un instante antes de unirse a su viejo pelotón, a las órdenes de Astado, para ayudar a preparar la comida. Había ayudado antes -no en balde llevaba toda la vida en el campamento- y no le supuso problema ayudar ahora. Desayunó junto a sus hermanos Campamenteros, y se las arregló para llevarse un segundo tazón de vuelta a la zona de los Hostigadores, donde volvió a desayunar junto a su pelotón, con la discreta sonrisa de quien hace una travesura sin que nadie se de cuenta.

Una vez terminó de comer, agradeció en silencio e internamente a Astado por sus habilidades culinarias, y entró a su tienda, para salir unos minutos después con la armadura al completo, la espada a un costado y el yelmo bajo el brazo izquierdo. Se dirigió a donde estuviese Matagatos, a la espera de las órdenes y la marcha a la batalla.

- El suelo retumba, lleno de energías obscenas al tiempo que resuenan ecos de palabras inhumanas, los gritos del Señor del Dolor, pronunciados en el Templo del Dolor a diez días de viaje hacia el Norte de distancia, pero que se oyen perfectamente aquí en el Campamento Principal.

- Se oyen porque Serpiente los repite, los canaliza y amplifica, al tiempo que una terrible aura negra le rodea y sale de su tienda convertido en un monstruo que apenas cubren rielantes ilusiones que apenas puede sostener en pie dado el terrible poder que está tratando de contener y almacenar, dispuesto para liberarlo de golpe cuando el ritual esté listo.

- El Mago Serpiente trepa a la empalizada y después salta al otro lado. Todos respiran aliviados cuando se aleja, pues el dolor que causa su aura es palpable y hace que todos los músculos se retuerzan como en rebeldía, queriendo provocar lesiones dolorosas.

- "¡Capitán! ¡Nuestros aliados han comenzado su despliegue! Los Comunes van adelantados, los Escorias algo más rezagados." -

- "¡Todos a sus puestos para la batalla! ¡Abrid las puertas!" -

El Capitán señala las puertas del Campamento Principal, y los Reservas de Cortaplumas comienzan a liberarlas de las trancas y trabas que las mantienen firmes y sujetas.

- "De acuerdo, chicos. No soy dado a discursos..." - Suspira con resignación y después alza la voz al ver que todo el mundo le mira en silencio.

- "¡Somos la Compañía Negra! ¡Somos la mejor Compañía Libre del mundo! Tomaremos la Puerta y les haremos pagar todo el daño que nos han causado. ¡El enemigo nos tiene miedo! ¡Recordadlo! ¡Somos mejores que ellos! ¡Adelante!" -

El Teniente hace sonar un cuerno de guerra al tiempo que las puertas del lado Sur del Campamento Principal terminan de abrirse.

Obedeciendo la señal, Sacerdote organiza a sus cuatro escuadras en ocho grupos de cinco Dolorosos, cada uno portando un pesado mantelete de madera reforzada. Los Dolorosos comienzan a salir.

Sacerdote corre para darles alcance y ponerse al frente.

La Sargento Vientos se ajusta su yelmo y después se acerca a Lemur y le da un puñetazo en el pecho, que resuena en el metal de su pesada coraza. Después hace lo propio con Barril.

Con ese simple gesto indica muchas cosas. Indica el orden en que se desplegarán las escuadras. Indica también un sencillo rito de la Infantería que significa: ¡Suerte, Hermanos!

La Sargento Vientos sale caminando del Campamento, su capa negra ondeando elegantemente tras de sí.

AÑO: 202 DE KHATOVAR.

MES: DEL PIE (INICIO DE LA PRIMAVERA, MES CUATRO).

DÍA: PRIMER DÍA DEL MES.

ALBA.
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Dió los últimos toques a su nuevo diseño con las primeras luces del alba, le había estado pidiendo iluminación a su madre, para atemorizar a su enemigos, para ser la muerte encarnada.
Despúes de tanto entrenar el cuerpo y la mente con el mentor, el día había llegado. La decisión sobre la armadura tomada, iría a la batalla sin armadura y asumiría las consecuencias frente a Barril.
Cielo comprobó sus lanzas, estiró sus músculos y volvió a mirar su diseño en el reflejo del barril de agua, sonrió. Esa era la imagen de la muerte.
-Gracias madre.

AÑO: 202 DE KHATOVAR.

MES: DEL PIE (INICIO DE LA PRIMAVERA, MES CUATRO).

DÍA: PRIMER DÍA DEL MES.

El momento había llegado. Algunos de los hermanos de la Compañía estaban ansiosos por que llegara, deseando atacar la Puerta de Galdan. En el caso de Matagatos, cualquier ansiedad por hacerlo se había desvanecido al conocer el plan. Iban directos al matadero, lo disfrazaran como lo disfrazaran. Además, con ese agente del Triplete rondando por ahí, nadie garantizaba que no conocieran ya el plan. Pero ya estaba todo dicho. Habría que compensar con valor, habilidad y con huevos todos los huecos que aquel asalto dejaba. 

-¡Hostigadores, adelante!-dijo, con gesto serio, para después atravesar las puertas del campamento. A pie, con un escudo de los chacales que debía tener guardado desde hace mucho tiempo, y sus nuevas espadas de acero oscuro, además de una daga. 

AÑO: 202 DE KHATOVAR.

MES: DEL PIE (INICIO DE LA PRIMAVERA, MES CUATRO).

DÍA: PRIMER DÍA DEL MES.

"-¡Hostigadores, adelante!"

El grito les encontró en formación y dispuestos. Despiertos, preparados. Era la hora, era el momento, y ninguno de ellos, estaba seguro, tenía la más mínima duda, la menor vacilación.

Pero no era acerca del plan, que las había, y en cantidades ingentes. No acerca del sentido de su lucha, acerca de su Empleador, y de la validez de su sacrificio.

No, no tenían dudas acerca de su valentía, de su lealtad, de su compromiso. Eran la Compañía Negra, formaban parte de algo mucho más grande e importante que cada uno de ellos tomado individualmente. Fuera como fuera su Empleador, su plan, incluso sus mandos. No, ellos eran Leyenda. Y allí estaban...

Avanzó entre ellos, uno más, tras su líder. Orgulloso y triste.