Partida Rol por web

- "Bien, creo que no tenemos más preguntas, Primer Ministro. Gracias por sus respuestas, y a usted también, General." -

- "Debo retirarme, asuntos de Estado reclaman mi atención.

Tan sólo una cosa más, como es lógico, habrá una gratificación por la cabeza de cada oficial y cada jefe del Triplete que puedan obtener. La cuantía en piezas de plata dependerá de la importancia del líder enemigo.

Se ha hecho un poco tarde, los siervos les traerán ahora la comida.

Que tengan un buen día y suerte en su misión." -

El Chambelás de las Cuchillas se pone en pie y al momento todo el mundo en la sala se pone también de pie en señal de respeto.

Después abandona la sala.

El General se despide que una leve reverencia y también sale de la sala.

La Coronel Mindy mira a los miembros de la Compañía con una mirada fría y un rostro inexpresivo. Después, sin mediar palabra o gesto, se da la vuelta y se va.

Casi inmediatamente, un pequeño ejército de siervos y criados llenan el salón, portando bandejas llenas de comida, platos, cubiertos, copas y jarras de vino tinto.

La mesa se llena de bandejas con truchas, salmones asados en horno de leña, pollos asados al espetón, palomas torcaces y perdices. También hay boniatos y calabazas, así como grandes hogazas de pan tierno recién hecho y caliente, y abundante vino tinto chondeloriano.

Cuando se despide el Chambelán, me levanto imitando al resto de los presentes. A pesar de que su mirada no está, ni remotamente cerca de posarse sobre mí, me despido con una leve reverencia, inclinando un poco el tronco y la cabeza, repitiendo el gesto cuando se despide Sar Krogan.

Cuando han abandonado la sala, espero a que todo el mundo vuelva a tomar asiento para imitarles, rehuyendo cualquier mirada. Una vez sentado, me pierdo con la mirada, posándola sobre las grandes banderas que decoran la sala mientras, con las manos semicerradas, los pulgares acaricia las yemas del resto de dedos.

De vez en cuando lanzo furtivas miradas hacia el mando de la Compañía. La batalla que se está produciendo en mi interior hace que el corazón me lata como si de un caballo en plena carrera se tratara. Una parte luchaba por mirar las reacciones del resto, pero otra no estaba dispuesto a ver la cara de incredulidad, disgusto ¿decepción? con que seguramente más de uno me esté mirando.

Lo cierto es que, la batalla por momentos se decanta a favor de mi muestra de iniciativa, resonando en mi cabeza:

Si nos ha traído hasta aquí, no ha sido para mostrarnos a los mandos de Cho\'n Delor, ya que poco había que ver de Piojillo y de mí, dos subjefes que no son todavía soldados y que dirigen una pelotón que todavía no ha derramado sangre por la Compañía, entonces ¿por qué?

La razón más simple podría ser el disponer de dos pares de orejas y de ojos más, por muy inútiles que sean, para ver y oír todo lo que se desarrollara en esta importante reunión. Desconocía cómo habían discurrido las otras reuniones, siendo la primera a la que acudía, pero el hecho de que, ni Matagatos ni Ponzoño hubieran abierto la boca, podría ser una mala señal.

Aunque también podría ser que Matagatos estuviera pensando todavía en su primo Serpiente y del castigo que ha tenido que impartir, lo que hace que no tenga la mente totalmente centrada en esta reunión. Y Ponzoña, bueno, no tenía muy claro sus capacidades más allá de la batalla.

Sea como fuera, seguro que me enteraría en breve y eso me libraría del dolor de cabeza que empezaba a generarse.

Para alivio mío, veo cómo empiezan a traer bandejas con alimentos de los que apenas conozco el nombre, pero por su aspecto tampoco me preocupa.

Empiezo por una trucha y un salmón, con un poco de calabaza como guarnición, seguido de una paloma y una perdiz junto con una gran rebanada de pan recien horneado. Sin embargo tan solo bebo una copa del exquisito vino de un rojo sangre intenso y con mucho cuerpo. Me hubiera gustado beber algo más, pero entre la celebración del día anterior, y la situación actual, tampoco quería sobrepasarme.

- Todos se sientan de nuevo a la mesa y comienzan a comer y a beber vino.

- La charla es intrascendente, nadie comenta nada sobre la reunión que acaba de finalizar.

- "¡Hay que ver lo bien que se come en Cho'n Delor! ¡Estas perdices están estupendas!" -

- "No comas sólo carne, Barril. Tienes que comer también pescado, dicen que es bueno para el cerebro." -

- "¡Eso son paparruchas de los Magos! Todo el mundo prefiere la carne, es más sabrosa y además es buena para los músculos." -

- "Cuidado con este vino, entra muy suave y es muy sabroso, pero con la segunda o tercera copa la cabeza empieza a dar vueltas." -

- "Eso es que no sabes beber, Lemur. Deberías de practicar más." -

- "Falce, ¿me pasas el pan?" -

- "¿Esto son boniatos? Nunca los había probado. Son dulces." -

- "Sí, y eso naranja son calabazas asadas. Deberías probarlas." -

Piojillo pronto se olvidó de las complicaciones, las órdenes y los problemas de la compañía. Delante de ellos se amontonaban deliciosos bocados, vino excelente y hasta había cubiertos para degustarlos. El segundo de los campamenteros decidió que era una idea de muy buen gusto no asignar órdenes ni trazar plan alguno hasta haber terminado con todo aquello. No dudó en servirse tajadas de pescado sobre rebanadas de humeante pan, roer la jugosa carbe de los blanquecinos huesos y probar cuanto extraño vegetal se ponía a su mano.

Pues no esta nada mal la vida en la corte...

Le comentó con un codazo a Cochinillo.

Hasta que Piojillo se dirigió a mí, me había limitado a ir poniendo comida en el plato dando buena cuenta de ella antes de pasar a un nuevo manjar, ajeno a los comentarios del resto de la plana mayor. En mi interior sabía que por hoy, había hablado lo suficiente.

Fue cuando oí a mi segundo, que me giré con una sonrisa mientras asentía. Lo cierto es que, a pesar de lo que decían todos sobre él, desde el principio había cogido cariño al K´Hlata y me alegraba verle allí conmigo. Durante la instrucción, no sabía muy bien cómo, pero había logrado finalizar las pruebas cuando, en muchas de ellas, parecía que iba a fallar. Sin duda esto se lo merecía.

Así, le palmeé la espalda mientras le digo guiñándole un ojo sin dejar de sonreir.

-Qué gran verdad, amigo mío. Aprovecha, que mañana volveremos a comer sobre nuestra escudilla.

Acabo dándole un pequeño codazo en las costillas, justo antes de volver a meter la mano en el plato para coger un muslo de perdiz y llevármelo a la boca, desgarrando la carne pegada a los huesos con mis dientes.

- La comida va finalizando y los esclavos traen de postre bandejas llenas de frutas exóticas.

- La mayoría de los presentes, sin embargo, están lleno y apenas tocan la fruta.

- Los sirvientes van recogiendo la mesa y traen palanganas con agua y toallas para lavarse las manos. Una por comensal.

- "Extraña costumbre. Esta gente no parecen K'Hlata." -

- "Bueno, en realidad los chondelorianos no son K'Hlata, aunque la mayoría lo parezca por su apariencia física.

Quizá lo más correcto sería decir que ambos pueblos tienen antepasados comunes, aunque diría que los chondelorianos además han recibido influencias de otras culturas y razas." -