Partida Rol por web

- Campaña se va a trabajar en la Herrería.

- "Mira, esto es un conjunto de ropas de Oscuro. Incluye calzas, zapatos, pantalones y túnica corta. Los tengo en marrón oscuro y en negro. Un conjunto completo cuesta dos platas, por lo que puedes llevarte dos y aún te quedaría una plata. Creo que tengo de tu talla, eres un guerrero fornido y musculoso, diría que usas la misma talla que el Cabo Barril. Sí, estas son las que él se suele llevar. ¿Quieres unas negras y otras marrones?" -

- Matagatos, Ponzoña, Lengua Negra y Khadesa acuden a visitar al estado mayor.

-Uhm, Attar también necesitaría una mochila o algo así... ¿Éso cuanto costaría?

SALA DE LAS LANZAS:

- El Teniente encuentra a los mandos de los Hostigadores y a sus acompañantes en lo alto de la escalera y les conduce a la que han dado en llamar la Sala de las Lanzas.

- Es una cámara amplia con una gran mesa rectangular y veintidós sillas a su alrededor.

- Colgadas de las pareces hay infinidad de viejas lanzas, la mayoría rotas o corroídas por el tiempo.

- "Esta excelente mochila de cuero y tela impermeabilizada cuesta ocho platas." -

- "Seguidme, es por aquí. El estado mayor se reúne en esta cámara, la hemos llamado la Sala de las Lanzas. Enseguida veréis por qué." -

El Teniente acompaña a los cuatro y les hace cruzar la puerta de acceso a la Sala de las Lanzas.

-Es excesivo para Attar... De momento, Attar se llevará unas ropas Oscuras, en negro. Y las otras tres platas. 

-Por fin, una buena bienvenida, en un lugar llamado Palacio de la Discordia. Lo de Palacio está bien, lo otro... nuestros patrones son... peculiares...

Mentiroso dejó sus cosas en el camello, de momento solo necesitaría las lanzas, cuyo valor no merecía el esfuerzo de seguir cargando con ellas para venderlas en la peor zona de la ciudad. «¡Esta morralla para los comerciantes de la Compañía!»

Con ellas se fue a los puestos de los comerciantes.

-Hola. Traigo estas diez lanzas de los Chacales. Con ellas mataron a uno de los nuestros, pero la mayoría no llegaron a usarlas.

Ojopocho apretaba los labios ante la magnificiencia del interior del castillo de Chon Delor, parecía una cueva enorme, algo primitivo dormir entre piedra... para su gusto, aún así, tenía la sensación que éste lugar tan angosto debía ser mejor que el poblado de los caimanes negros... aunque a él no se lo pareciera, y no quería decir nada que le dejara en evidencia o en ridículo por lo que prefería quedar en silencio, como de costumbre, y en retaguardia del grupo, como de costumbre.

El contacto visual con el resto de la compañía alivió la tensión que los hostigadores habían arrastrado por las calles de Chon Delor, y cuando los primeros Hostigadores ya se acomodaban, Ojopocho entró en uno de los cubículos que daban al jardín, dejó sus bártulos más pesados que había llevado en el carro. Más tarde, a la hora de dormir trataría de montar si había espacio, su tienda de campaña en el interior de la habitación, arrastrando al interior de la tienda la parte más blanda del camastro del que se dispusiera, por ahora, tenía otras cosas que andar preguntando.

Se acercó a los comerciantes, tanto si eran de la compañía como si algunos vendedores de Chon Delor habían aprovechado la ocasión para acercarse y hacer caja, preguntó y se interesó por toda clase de artículos, a Ojopocho le gustaba mucho curiosear, buscó arcos, fetiches, pócimas y preguntó a un par de buhoneros si conocían de alguien ducho en la elaboración de venenos.

El resto de miembros de la compañía pasaban a su alrededor sin advertirle, para él esto no tenía la menor importancia, al fin y al cabo, pasar inadvertido era su mayor cualidad.

Guepardo se acercó al comerciante. El arte del regateo no estaba en su lista de facultades positivas. - Hola, tengo esto -dijo sacando las dos lanzas y el cuchillo que le había arrebatado a los chacales-. Me gustaría cambiarlo por un arco...y flechas -recordó lo inútil que se había sentido en la batalla cuando los chacales le atacaban desde la lejanía y él no podía responderles. También es cierto, que recordaba cómo hacía algunos años su abuelo le había enseñado el manejo del arco. Con unos días de práctica sería capaz de ser un lanzador decente.

- "Aquí tienes." - El comerciante recoge las cosas que le ofrece Attar y le da las ropas y tres piezas de plata muy desgastadas, parecen taglianas.

- "Empezamos a tener demasiadas lanzas de estas y no sé si las podremos vender todas. Te ofrezco tres platas por las diez." -

Escucho las palabras de nuestro líder y me asiento en la celda adyacente a la que está Ponzoña y Campaña. Son de los miembros de los Hostigadores con los que mejor me llevo, junto con otros como Attar y Mentiroso, por lo que prefiero estar cerca para pernoctar.

Miro el lugar y me parece una porquería tétrica y lúgubre, por lo que estoy seguro no disfrutaré mi estadía allí. Dejo parte de mis harapos y mi espada de madera para indicar que es mi zona, pues en realidad no tengo muchas pertenencias para dejar. Luego de eso, tomo los escudos que traje y las cosas que no dejo en ningún lado (Mi katana y mi escudilla) y me dirijo donde los mercaderes.

Una vez llego allí, veo que Attar y Mentiroso están en lo mismo que yo. Me acerco a Carpintero y le extiendo 2 de mis 5 platas mientras pronuncio las palabras:

 - "Vengo a saldar mi deuda."

Acompaño el gesto con una inclinación de cabeza y mantengo mi mano extendida con el dinero esperando a que él lo tome. Nunca permitiría mantener una deuda sin pagarla apenas pueda y ahora que tengo el dinero es lejos lo primero que debo hacer para poder estar en paz.

Guepardo se quedó mirando las tres platas que le ofrecía el comerciante. -No, no...no quiero dinero. Quiero un arco y flechas -le dijo como si hablase a un niño que no puede entenderlo. -Arco y flechas, no monedas. También tengo un cuchillo. ¿Cuánto vale el arco?

Matagatos saluda y acompaña al Teniente hasta la sala y se queda observando la gran cantidad de lanzas que hay colgadas en las paredes. Con ellas podría armarse un pequeño ejército, aunque la mayoría están viejas e inservibles y no son más que meros adornos. Lo único que rompe la monotonía de la sala es una gran mesa con unas cuantas sillas alrededor.

-Si alguien necesita una lanza seguro que aquí tiene alguna de su gusto.

Tras trasladar sus cosas a la celda escogida, una con vistas al jardín y contigua a de la de su hermano, como éste había dispuesto, la Quinta se dispuso a seguirle.

La Sala de las Lanzas, como el Teniente la había llamado, tenía un cierto aire rancio de batalla y de victoria, un lugar de recuerdos. Las astas quebradas hablaban de otros tiempos, de muertes pasadas. Paseó frente a ellas rozando con las yemas de los dedos las hojas herrumbrosas, los filos mellados.

-¡Qué lúgubre es todo en Cho'n Delor! Es impresionante, sí. Distinto, magno, recio. Pero... tenebroso.

- "La deuda queda saldada, Soldado. Agradecido." -

- "Mi arco más barato es este sencillo arco corto de caza Caimán, por dieciséis platas. El mejor arco que tengo es este fabuloso arco largo compuesto Tagliano, por cien platas. Veinte flechas con una magnífica aljaba de cuero repujado incluída son dos platas." -