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CIUDAD DE CHO'N DELOR: PALACIO DE LA DISCORDIA.

Tras cruzar una barbacana extremadamente bien defendible, que incluye saeteras en techo y paredes, además de trampillas en el techo desde las que es posible arrojar aceite inflamable, los Hostigadores, la Escuadra Barril y lo que queda de la Escuadra Cortaplumas entran en el Palacio.

Hay un amplio vestíbulo donde parecen estar acampados la mayor parte de los Campamenteros, a modo de cuerpo de guardia.

Tras el vestíbulo, hay un muy amplio patio lleno de monigotes con escudos, estafernos y dianas. El Pelotón de Instrucción del Sargento Gulg está entrenando en estos momentos, con la Cabo Rompehuesos dirigiendo a los cincuenta Aspirantes de la Compañía que aún no han sido nombrados Reclutas.

Hay dos amplias alas laterales, que parecen contener almacenes, cocinas, comedor, despensa y salones.

El ala de atrás contiene una amplia sala que posiblemente en otro tiempo fuera una sala de audiencias, actualmente vacía. Y un largo pasillo lleno de celdas. Son habitaciones pequeñas, pero que cuentan cada una con una cama, un ventanuco, un pequeño armario, una palangana, un cubo y un orinal.

Tras las celdas hay un jardín y finalmente una sólida y alta muralla que da a la Ciudad Alta de Cho'n Delor. Ese lienzo de muralla no parece estar protegido.

- "Las escaleras más cercanas que suben al primer piso se encuentran aquí en el vestíbulo.

En el primer piso ala frontal se encuentran acampados los Arqueros. Infantería ala izquierda. Exploradores ala derecha. Estado Mayor ala Norte.

Aquí en la planta baja, el ala derecha es la de los seguidores de campamento. La tienda de Grog ya está funcionando y también los puestos de comercio." -

Una increíble construcción en una increíble mole que era la ciudad. Enorme, sólida, dura. La joven exploradora no podía creer lo que estaba viendo. Nunca había visto nada igual. Había oído hablar de Castillos, de Fortalezas... montañas de piedra cortadas y colocadas por hombres unas encima de otras. Era digno de las peores pesadillas, de los cuentos de miedo a la luz de las hogueras.

R'Gaa se adentró en aquel gran edificio con los demás Hostigadores, intentando disimular la sensación de miedo. Cochinillo y los demás se veían tranquilos allí dentro. Puede que el miedo estuviera de más. Quizá sólo era una impresión...

- "Aquí nos separamos por ahora, Hostigadores. Os agradezco que nos hayáis ayudado con el funeral." -

El Cabo se marcha escaleras arriba.

Akatsuki se despide con una breve reverencia.

Ballestero os lanza una mirada indescifrable antes de seguir a sus compañeros al piso superior.

- "Bueno, nosotros también nos vamos. Elegid habitaciones. Aseaos, descansad, y después seguro que los jefes querrán ver a Matagatos." -

Los infantes de Barril siguen a su Cabo al piso superior.

La enorme ciudad no me deja indiferente durante nuestro recorrido de sus calles, pasando por delante de sus grandes construcciones y admirando su gran complejidad. Atravesamos rápidamente la ciudad baja para luego cruzar las calles de su barrio residencial, finalmente llegando al mismo Palacio de la Discordia. Durante el trayecto, noto la antigüedad de la ciudad y las personas que la habitan, entendiendo que descienden de la misma raza que los K'Hlatas de la Gran Sabana, pero que hace mucho tiempo que se deben haber dividido culturalmente.

Mientras caminamos, las personas miran con curiosidad y un poco de miedo a los Oscuros de la Compañía. No los culpo, pues si todos los humanos que has visto en tu vida son negros, ver a estos seres pálidos debe ser extraño. Bueno, yo no soy negro, más bien grisáceo, pero paso inadvertido entre los Oscuros, sin llamar tanto la atención.

Cuando llegamos al Palacio, nos encontramos con los Campamenteros, que nos reciben indicándonos la localización de La Compañía y sus distintas zonas. Me despido con una inclinación y un gesto de mi rostro de Akatsuki cuando se retira junto a lo que queda de su destruido pelotón, quienes se marchan al igual que la Infantería, a tomar posiciones con el resto de sus divisiones.

Espero a que Matagatos nos de la orden de descanso para dirigirme donde Carpintero. Tengo una deuda y es en todo lo que puedo pensar hasta el momento en que la salde. Luego de eso iré a comprar lo que necesito para no morir de frío en esta lejana parte del mundo.

Siguieron a la mercenaria y dejaron atrás rápidamente el barrio bajo. Matagatos estaba cada vez más sorprendido, no solo no habían encontrado a la Compañía acampada a las afueras de la ciudad sino que tampoco estaban en el barrio bajo.

¿Donde nos lleva esta mujer?

Miró a su alrededor. Ahora estaban en un barrio residencial, con casas de piedra, comercios y calles limpias, tranquilas y mejor vigiladas. Hasta ahora en ninguna de las otras dos ciudades que había visitado se había encontrado con una zona como aquella. Parecía que se dirigían hacia un edificio grande de piedra que quedaba en una zona ligeramente más alta del resto del barrio.
Sonrió al ver a Campaña adelantarse hasta la mercenaria e intentar atraer su atención.

Vaya... Por eso apareció entre nosotros en la puerta.

Apartó sus pensamientos sobre Campaña y la mercenaria cuando se detuvieron frente a un antiguo palacio y cuando iba a decirle a Loor que le preguntara a aquella mujer el porqué los había llevado hasta allí, vio a algunos Campamenteros montando guardia en las puertas.

Definitivamente este es el sitio.

-Loor, dile a la mujer que agradecemos que nos haya guiado hasta aquí.

Siguió avanzando y fue saludando a sus compañeros de la Compañía, se alegraba de verlos después de todo lo que había pasado. Lengua Negra se puso a su lado expresando sus inquietudes, pero no tenía ninguna respuesta que darle.

-No lo se. Quizá nuestra misión aquí sea defender el interior de la cuidad. (En Oscuro)

No era la primera vez que la Compañía era contratada para ese fin. Un atisbo de tristeza se hizo evidente en la voz de Matagatos. Si era así sabía que en poco tiempo acabaría echando demasiado de menos sus escapadas sobre el terreno, explorar, cazar... Allí estaría encerrado como decía Lengua Negra.
La llegada de Cochinillo interrumpió su conversación y sus pensamientos. Le dio una palmada a su primo en un brazo cuando se acercó.

-Me alegro de verte Cochinillo. Ponnos al día de lo que pasa aquí. ¿Que hace la Compañía aquí dentro?

Cochinillo dirigió al Cabo Cortaplumas y al Cabo Barril a otra zona diferente, parecía que sus pelotones vivían dentro del palacio, en el primer piso. Matagatos no se imaginaba a aquellos hombres viviendo en un palacio. Pero pronto debía hacerse a la idea, aquel edificio había sido ocupado por la Compañía y eso quedaba patente desde que uno ponía un pie allí. Todo organizado donde debía y con casi nada dejado al azar. Cochinillo los guió a través del vestíbulo donde se encontraban los campamenteros para llegar a un patio de entrenamiento y finalmente a una amplia sala con un pasillo lleno de pequeñas habitaciones, equipadas con más lujos de los que habían podido imaginar cualquiera de ellos: cama, palangana, cubo, orinal y además un ventanuco hacia el exterior. Parecía que allí se quedarían de momento. Miró de nuevo la sala vacía y las celdas mientras Cochinillo le indicaba de forma general donde se encontraba cada pelotón y los seguidores de campamento. Se despidió del Cabo Barril, del Cabo Cortaplumas y de sus escuadras.

-Nos veremos por aquí. Asintió a las indicaciones de Barril. En cuanto pueda iré a informar a los mandos Cabo Barril.

Miró hacia sus compañeros, muchos de ellos más desorientados y sorprendidos que él.

-Coged cada uno una celda e instalaros dentro de ella. De momento no tengo más órdenes, al menos hasta que hable con los mandos. Después podéis dar una vuelta y reconocer el lugar. Si íbamos a luchar allí sería mejor conocer aquel sitio. Quiero siempre un par de Hostigadores de guardia. Serpiente, Rastrojo, vosotros haréis el primer turno.

No eran los dos mejores vigilantes, ni mucho menos, pero dentro de aquel edificio la sola presencia de alguien bastaría para evitar que cualquiera quisiera curiosear entre las pertenencias de su pelotón. Además no quería que se perdieran por el edificio, necesitaba hablar con ellos en cuanto tuviera un momento libre y eso no sería hasta después de informar.
Se dirigió a una de las celdas más próximas a las escaleras, si el mando estaba arriba sería mejor tener las escaleras cerca, y se aseguró que las habitaciones más próximas estuvieran ocupadas por Ponzoña, Dedos, Khadesa, Lengua Negra y Pelagatos.
Antes de meter todas sus cosas en su celda y comenzar a prepararse para entrevistarse con los mandos se dirigió hacia Ponzoña, Khadesa y Lengua Negra.

-Ponzoña, vendrás conmigo a informar a los mandos. Y vosotros dos también. Dijo señalando a Lengua Negra y Khadesa. Tendréis que entregar las crónicas a Analista.

De repente se acordó que aún quedaba una decisión por comunicar al resto de sus compañeros. Se volvió y llamó la atención de todos para que escucharan.

-Hemos decidido que Lengua Negra se encargue de gestionar el fondo común de los Hostigadores, aunque el dinero permanecerá bajo mi custodia por petición de él por el momento, en cuanto podamos compraremos un cofre. Si alguien tiene alguna sugerencia sobre materiales que puedan servir para el pelotón de Hostigadores y que no tengamos que hable con Lengua Negra. También hemos decidido ayudar a la adquisición de ciertas pertenencias de carácter personal entre los miembros del grupo como tiendas de acampar, armas u otras cosas. En estos casos la cantidad de dinero prestada tendrá que ser devuelta lo antes posible a través de vuestra soldada, sin interés ninguno claro está. Lengua Negra atenderá cada petición e irá aprobando todo según la importancia o necesidad de cada caso. De todas formas tened en cuenta que de momento contamos con un fondo limitado, pero que está a disposición del pelotón.

Dicho esto se acercó a Dedos.

-¿Que harás mientras estoy con los mandos? ¿Puedes quedarte con Pelagatos mientras tanto? Me preocupa que siga inconsciente y quiero que esté vigilado todo el tiempo.

Cuando acabó de hablar con ella entró en su celda y comenzó a asearse y prepararse para subir al primer piso.

Un Palacio. Un verdadero palacio era lo que les esperaba en el corazón de aquella Ciudad agobiante y maldita. No es que el aspecto de su imponente estructura de piedra fuera ni mucho menos un alivio, pero algo sí que tranquilizó un punto los ánimos de Khadesa, y fue darse cuenta de que era verdad, estaban allí todos los efectivos de la Compañía Negra. Y bien organizados, según Cochinillo fue explicándose, y ellos mismos fueron viendo.

Había llegado el momento de cambiar de pensamiento, ya no iban a viajar por un tiempo, ni acamparían al raso, o su tienda sería una salida para los heridos o los enfermos. No habría balsas, ni emboscadas, ni lugares distintos cada amanecer. En vez de eso, monigotes de entrenamiento para los guerreros, camas y celdas individuales, todos bajo un techo, comercio y grog.

La Quinta escuchó las órdenes de su hermano mientras dirigía el carro a la zona donde debían dejarlo, y empezaba a mover sus cosas de dentro.

-Está bien, no tardaré en organizarme, cuenta conmigo.

Su cabeza estaba lejos de allí mientras iba bajando sus cosas del carro, y las iba metiendo en una de las celdas que Matagatos había dispuesto para ellos, cerca de las escaleras. Bajó los muebles, la tienda, y cada una de sus pertenencias. Sería una tarea larga colocarlo todo, pero por ahora sólo lo entró, no quería hacer esperar a su hermano. Iba moviéndose en cierto modo sin demasiada conciencia, automáticamente, mientras su mente ponderaba una posibilidad que la tenía desde hacía un tiempo atrapada...

Matagatos debía estar afectado por el mismo mal que había llevado al Capitán a decir que los Hostigadores éramos un grupo de élite, la estupidez. ¿Cómo se le podía ocurrir ponerme a mí a hacer guardia? Y para colmo con Rastrojo…

Al menos el lugar que nuestros patrones habían reservado para nuestro descanso era extraordinario, tremendamente generoso por su parte. Lejos quedaba la ingratitud de los Caimanes Negros, a los que deseaba una larga agonía que los llevase a la extinción cuando todas las tribus cuya enemistad se habían ganado comprendiesen que ya no disponían de la protección de la Compañía Negra. Sí, morirían, y no lamentaba no estar allí para presenciarlo porque Cho’n Delor era muy superior a la apestosa sabana de climas extremos. Además, me bastaba con la imaginación.

Esperé a que todos escogieran una celda. Cuando terminaron yo me decanté por la que encontré más apartada del resto.

Salí al rato, libre de las cargas del largo viaje que Matagatos me había obligado a llevar, listo para llevar a cabo mi guardia y si podía...

- Algo más- musité esbozando una amplia sonrisa.

- "Adios, mercenarios de la Compañía Negra. Tal vez nos veamos en el campo de batalla." -

La mercenaria se da la vuelta a la entrada del Palacio de la Discordia, sin llegar a entrar, y se marcha.

- "¡Pues no sabéis lo mejor! Esta ciudad tiene avances que la Compañía no veía desde hace más de veinte años. ¡Hay alcantarillado! ¡Y agua corriente que llega por acueductos! Tenemos retretes, cerca de cada zona de celdas.

Lo que no hay es agua caliente, aunque no la necesitaremos en esta época del año." -

PALACIO DE LA DISCORDIA:

Rastrojo gruñía a las paredes. Era un sonido animal, no muy distinto a otros momentos en los que había refunfuñado o farfullado. Solo que esta vez se sentía así, como un animal, enjaulado... No muy distinto a los animales de corral que cuidaban los seguidores de campamento.

Se sentía especialmente alejado de los espíritus. Lo percibía... Los espíritus corren con el viento, y el viento sopla en la sabana. Aquí dentro no hay espíritus ni ocho cuartos. Bueno, cuartos sí que hay, y bastante más de ocho. Pero espíritus ni uno. Quizás Sacorroto y Escarabajo, que podrían haber llegado pegado a la suela de alguna bota de Oscuro.

Eso me recuerda que necesito urgentemente unas alpargatas. No querría volver a pisar mierda descalzo.

Ni qué decir tiene que le sentó como un jarro de agua fría que le señalasen para hacer la primera guardia. Volvía a ser un claro acto discriminatorio de Matagatos. Y como no se fiaba de Rastrojo, seguro que nombró también a Serpiente para mantenter al chamán vigilado.

Malnacidos... conspiradores... Así, ni un sueñecito me voy a poder pegar durante mi guardia. Me tienen manía... o envidia... o las dos cosas. Y seguro que luego me tocan las narices y me hacen cavar las letrinas...

Pero cochinillo tenía unas excelentes noticias: alcantarillado. Se acabó lo de cavar en la mierda para ampliar las letrinas... Cosa que solo había pasado una vez... pero en Cho'n Delor no tendría que hacerlo. Rastrojo empezó a ver con buenos ojos las paredes a las que antes gruñía. Los próximos días iban a ser estupendos. Lo presentía... se lo susurraban los espíritus, allá en lo lejos, desde la sabana.

Dejó su mochila en una de las celdas vacías y se llevó su bastón para vigilar... no como arma, sino como método para apoyarse y estar comodamente de pie.

La bella mercenaria dejó a Campaña con la palabra en la boca y con el corazón en un puño. No quiso atravesar el límite que marcaba el campamento de la Compañía Negra, no le dijo su nombre y se marchó sin despedirse, bueno, quizás si que se despidió pero Campaña no entendió nada de lo que había dicho. Permaneció aún unos instantes en la puerta observando como se marchaba hasta que, finalmente, se perdió entre las calles de la ciudad.

- ¡Oh! - suspiró Campaña antes de darse la vuelta y entrar en el palacio.

Afortunadamente la tristeza fue sólo pasajera y en cuanto Campaña vio lo bonito que era el palacio y pensó en lo bien que lo iban a pasar allí se olvidó de la guapa mercenaria sin nombre. No es que se hubiera olvidado por completo de ella, ni mucho menos, de hecho esperaba volver a encontrarse con ella pronto, pero inevitablemente le había venido a la mente una de las grandes frases del tio Barril: "Sobrino, tú no te preocupes que mujeres hay más que longanizas". Cierto era que había muchas mujeres en el mundo, pero las mujeres de la Gran Sabana no tenían tantas curvas como aquella diosa de ébano.

- ¡Ahí va! - exclamó Campaña en cuanto llegó al lugar donde se alojarían los Hostigadores.- ¡A Campaña le gusta este sitio!

Se paseó por las celdas vacías, tenían todo tipo de comodidades mucho mejores que las que ofrecía acampar al aire libre. Le costó decidirse, pero al final escogió una de las celdas y dejó allí todas sus cosas. Se detuvo un rato para mirar por el ventanuco de la celda y después recogió lo que había conseguido en la batalla para ir a ver si le daban algo de dinero por ello. Siguió las indicaciones que le habían dado y llegó al Ala de servicio para buscar al comerciante que le había vendido la tienda, se había portado muy bien con Campaña.

- Saludos, comerciante, la tienda que le vendiste a Campaña es muy buena, Campaña está muy contento - le dijo en Oscuro, pues ya sabía que lo hablaba perfectamente.- Campaña trae botín de guerra - y comenzó a sacar lo que había conseguido.- Cuatro lanzas y dos escudos - después sacó uno de los cuchillos y se acordó de la cuchara que le había regalado el comerciante.- Campaña te regala este cuchillo.

- "Os ofrezco tres platas por todo, honorable Soldado." -

Campaña asintió ante la oferta del comerciante y le entregó las mercancias: cuatro lanzas, dos escudos y el cuchillo.

- Aquí tienes, comerciante - dijo Campaña.- El cuchillo es regalo de Campaña, por ser bueno y no engañar a Campaña.

Después recogió las monedas y, liberado de la carga de los objetos, fue en busca de su padre. El campamento parecia estar en buenas condiciones, montado por completo desde hacía unos días seguramente, de modo que era probable que la forja de su padre estuviera ya en funcionamiento, y si aún no estaba terminada tendría una oportunidad de oro para echarle una mano a su padre.

Sicofante no se esperaba que el lugar de su descanso fuera un palacio. Aunque viendo como era la ciudad, a saber que podían encontrarse. Sin embargo, nada mas ver la estructura no podía negar que impresionaba bastante, aunque distaba de los bellos palacios que él había visto en años pasados. 

Al menos ahora podremos descansar entre cuatro paredes- piensa el tagliano mientras escucha las órdenes pertinentes de Matagatos. No había mucho que hacer en esos momentos. Fue a coger una de las habitaciones libres y allí dejó su equipaje.